miércoles, 5 de mayo de 2010

Tercer Capítulo


Capítulo III
(Basado en la canción de Donato y Stefano: Somos tú y yo).

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Cuando el pequeño estanque adquirió un tono perlado con el amanecer, pensé en hacerle otra pregunta.
-         ¿Cuánto durará todo esto? Quiero decir, Carlisle y Esme, Em y Rose, Alice y Jasper…no se pasan todo el día encerrados en sus habitaciones. Viven una vida pública completamente vestidos durante un tiempo.  – Me retorcí para pegarme más a él, lo que era algo parecido a un cumplido, en realidad, para dejar bien claro qué era de lo que estaba hablando -. ¿Es que esta… ansia se acaba alguna vez?
-         Eso es difícil de decir. Todo el mundo es distinto y, bueno, tú eres de lejos la más diferente de todos. Por lo general; los vampiros neonatos están demasiado obsesionados con la sed para notar alguna otra cosa durante un tiempo. Esto no parece aplicarse a ti. Volviendo a ese vampiro promedio; después del primer año, aparecen otras necesidades. En realidad, ni la sed ni cualquier otro deseo desaparecen. Es simplemente cuestión de aprender a equilibrarlos, aprender a priorizarlos y a manejarlos.
-         ¿Cuánto tiempo?
Él sonrió, arrugando un poco la nariz.
-         Los peores fueron Rosalie y Emmett. Me llevó una década larga poder soportar acercarme a ellos a menos de un radio de dos kilómetros. Incluso Carlisle y Esme tuvieron dificultades en aceptarlo. De hecho, echaban a la pareja feliz de vez en cuando. Esme conocía los gustos de Rose igual que conocía los tuyos.
-         Así que… ¿unos diez años entonces? – Estaba bastante segura de que Emmett y Rosalie no tenían nada que ver con nosotros, pero podría haber sonado jactancioso de mi parte si pretendía alargar la cosa más de una década -¿Después todo el mundo se vuelve normal? ¿Cómo son ahora?
Edward sonrió de nuevo.
-         Bueno, no estoy seguro de a qué te refieres con normal. Tú has visto a mi familia desenvolverse en una vida que casi podíamos considerar humana, pero te has pasado las noches durmiendo – me guiñó un ojo - Cuando no tienes que dormir hay una cantidad tremenda de tiempo disponible, lo cual hace bastante fácil… equilibrar tus intereses. Por eso soy el mejor músico de la familia, después de Carlisle, el que más libros ha leído y el que más idiomas habla. Emmett puede que te haya hecho creer que soy una sabelotodo porque leo la mente, pero la verdad es que soy el que más tiempo libre ha tenido.
Nos echamos a reír a la vez, y el movimiento que provocaron nuestras carcajadas tuvo como consecuencia cosas bastante interesantes al modo en el que nuestros cuerpos estaban conectados, preparados para dar por concluida la conversación de forma muy eficaz.
Regresó esa corriente que arrasaba con cualquier pensamiento coherente. Solo Edward tenía el poder de crear en mí una adicción insaciable. No podía cansarme de su roce, sus besos o sus caricias. Me era totalmente imposible.
Nos besamos con un amor tan apasionado que rápidamente nos llevó a dejar libres nuestros deseos reprimidos. Nuevamente. Este amor desnudo, que tiene mi mundo. Que es verdad completa y que es calor de hoguera.”
Lo empujé para cernirme encima de él sin dejar de besarlo por un instante siquiera. Sus manos oscilaban entre suaves caricias en mi espalda y mi trasero. Lo sentía tan suave como la seda y tan firme como el acero.
En cambio, mis manos lo apretaban fuerte contra mí. No dejaría que se alejara de mí jamás. Ya no podría; mi existencia dependía de eso.
Su fuerte erección estaba posicionada entre mis muslos, lista para que él me hiciera suya de nuevo. Pero esta vez fui yo quién tomó las riendas. Me separé de sus adictivos labios y me senté sobre su miembro. Ambos gemimos al unísono. Deslizó sus manos a mis caderas para dirigir mis movimientos.
No lo dejé.
Me aproveché de mi fortaleza de neonata para tomar fuertemente sus manos y colocarlas encima de su vientre.
-         Siempre has sido el más fuerte – le dije sin cesar en mi exquisita faena -…ahora me toca a mí.- Y reí con ganas. Arqueando la espalda por las intensas sensaciones.
Él estaba demasiado excitado para hablar con claridad. Pero se las arregló para contestarme.
-         Es solo…por un…año - dijo entre jadeos.
Escucharlo así me encendió hasta el último milímetro de mí ser.
-         Bueno…cuando acabe, podrás aprovecharte de mí. – repuse con una sonrisa en la boca y un deseo exacerbante en la mirada.
Él sonrió de nuevo.
Estaba deleitado. Observando la vista que le proporcionaba esta posición.
-         ...Así será - me dijo, ya casi mudo.
Como vi que estaba a punto de terminar, decidí moverme lentamente. Solté sus manos para poder llevar las mías a mi cabello. Lo revolví sugestivamente y me fascinó ver como su mirada se tornó posesiva y encantadoramente deseosa.
Luego las deslicé hasta mis pechos para provocarlo más. Funcionó. Intentó tocarme, pero hábilmente y con una sola mano, devolví las suyas a donde estaban anteriormente.
Gruñó con desesperación. Reí con malicia.
Con una mano mía sujetando las suyas, la otra acariciando mis senos y con él en mi interior me era difícil controlarme. Porque al torturarlo a él me torturaba a mí misma; pues yo estaba tan prendida como Edward.
Así que mis movimientos comenzaron a subir su velocidad y a aumentar su profundidad. ¡Dios lo amo y lo necesito tanto! Este amor se multiplica y en silencio resucita. Lo que un día fue prohibido hoy es más que nuestra vida.”
Estaba cabalgando encima de él sin tabúes, sin límites, solo con las ansias y el deseo que me corroían por este ser tan perfecto. No sé cómo lo hacía pero a cada instante lo amaba más y lo deseaba aún más. Este amor que es suficiente, este amor que es tan sumiso, este amor que se desborda en mí.”
Ya el calor más recalcitrante carcomía nuestros cuerpos. Los movimientos eran intensos. Sentía muy profunda cada entrada que le permitía a su miembro. Aumenté más mi insistencia contra su virilidad y ambos gemimos cuando alcanzamos el orgasmo al mismo tiempo.
Me acosté en su glorioso pecho por un instante. Luego me tendí a su lado, dándole la espalda.
Se volteó hacia mí, y me pasó el brazo por la cintura. Su contacto siempre fue como el agua que calma la sed. Totalmente necesario. Este amor que nos moja en su delirio y se anuncia en las paredes. Este amor que es compañía”
-         Gracias por esa vista – me susurró pícaramente al oído - Fue fabulosa - Y me besó en la mejilla con ternura.
Sonreí satisfecha.
-         De nada. De todas formas yo también disfruté de la que yo tenía -  Y lo decía en serio. No había nada como ver ese hermoso pecho que parecía haber sido esculpido. Y ni hablar de sus gestos que me encendían mientras él se acercaba más al clímax.
Giré solo mi rostro y atraje el de él hacia mí para poder besarlo. Que dulces eran sus labios, tenían un sabor exquisito que no se encuentra en ningún otro lado. Pero no estaba dispuesta a compartirlo. Edward era mío y de nadie más.
Sus manos se dirigieron a mis senos y me calenté de nuevo. Los acariciaba como solo él podía hacerlo. Gemí y fueron tantas mis ansias de él, que mordí su labio inferior. No sé si lo lastimé, lo que sí puedo decir es que eso lo desquició.
Me penetró con fuerza. Ya no había sutileza en sus actos. Solo pasión y necesidad.
Mientras sus manos recorrían con fuerza mis senos, me poseía con profundas estocadas. Era la gloria. Podría morir en ese momento y sé que no habría en el mundo una muerte mejor que esa. Con Edward en mi interior. En mi intimidad. “Somos tu y yo, haciendo sol y primavera. Viviendo cada noche eterna. Sin quién nos detenga. Somos tu y yo, haciendo del amor un beso, fundiéndonos en un te quiero. ¿Y qué importa el tiempo?”
Me pegué aún más a su costado y él me sujetó con fuerza por la cintura mientras seguía entrando y saliendo de mí con violencia. Sin reparos.
Nuestros jadeos y gemidos inundaban la habitación. El deseo insaciable del uno por el otro llenaba el ambiente de un erotismo singular, que nos devoraba en carne viva.
Los dos jadeábamos en busca de aire. Mis manos tenían vida propia y encontraron sus testículos firmes y duros por la excitación. Los masajeé con más lujuria que ternura y en respuesta llevó las suyas a mi húmeda intimidad y trazó círculos de forma contundente.
Y fue entonces cuando llegué al orgasmo, gemí con una fuerza descomunal. Él necesitó de dos estocadas más para acompañarme. Pero ni así dejamos de tocarnos.
Nuestras manos seguían en nuestras zonas sur respectivas. Y nuestras caricias frenéticas se intensificaron.
Lo sentí llegar. Era nuestro segundo clímax en pareja del momento. Ambos lanzamos un grito ahogado que resonó en toda la cabaña.
Estaba en el paraíso. Un lugar en el que solo podría estar si Edward permanecía conmigo. Este amor de multitudes que nos llena y nos alude. Que camina en nuestras venas y que nos trae por las nubes. Este amor de luna llena. Que nos toma en sus cadenas.”
Nos mantuvimos en silencio por un largo rato. Mientras que recuperábamos el control.
Luego me volteé hacia él. Abrazándolo.
-         ¿Sabes? Todo esto es como un cuento de hadas. En donde tuvimos que pasar por encima de muchos villanos para poder estar juntos. – le dije.
Él me miró serio y con una mirada indescifrable.
-         ¿Pasa algo malo?
Su cara se volvió cálida.
-         No, por el contrario. Solo que recordaba lo mucho que me costó conseguir a mi reina. Y ahora que la tengo no la pienso dejar ir. Antes muerto.
Me apretó aún más contra su pecho.
¿Cómo no amarlo?, si era lo más perfecto que alguna vez pude haber merecido. Y si yo era su reina, él indiscutiblemente era y sería por siempre Mi Rey.
Le puse un dedo en la comisura de sus preciosos labios.
-         Shhh. No hables de muerte. Que en este cuento de hadas, tanto el rey como la reina, viven por toda la eternidad.
-         Te amo infinitamente – me juró Edward.
-         Y yo te amaré más que eso. -  Y me apresuré a besarlo para no darle tiempo para réplicas.

“Qué no se acabe el amor. Que sea un cuento sin fin. Que sea un sueño de dos. Que tenga un final feliz. Que se hace todo ilusión y pertenece a un solo corazón”.






Segundo Capítulo





Capítulo II
(basado en la canción de Alexandre Pires: Necesidad)


Medio me di cuenta cuando el cielo comenzó a iluminarse. Nuestro pequeño océano de fuera cambió de negro a gris y una alondra comenzó a cantar en algún lugar cercano, como si tuviera su nido entre las rosas.
-         ¿Lo extrañas? – le pregunté cuando terminó de cantar.
No era la primera vez que habíamos hablado, pero tampoco es que estuviéramos manteniendo una conversación hilada, ni mucho menos.
-         ¿Extrañar qué? – murmuró él.
-         Todo eso: el calor, la piel blanda, el olor sabroso…Yo no extraño nada, pero me estaba preguntando por un momento si no te entristecía a ti el haberlo perdido.
Él sonrió con un sonido bajo y lleno de dulzura.
-         Sería difícil encontrar a alguien menos triste que yo en estos momentos. Aventuraría que es casi imposible. No hay mucha gente que consiga todo lo que desea, además de otras cosas en las que ni siquiera había soñado, todo en el mismo día.
-         ¿Estás evadiendo la pregunta?
Él presionó su mano contra mi rostro. ¡Awww…otra vez este fuego! Me mordí el labio para contenerme.
-         Eres cálida – repuso.
Eso era cierto, al menos en un sentido. Para mí, su mano también era cálida. No era lo mismo que tocar la piel ardiente como una llama de Jacob, pero sí más agradable. Más natural.
Deslizó los dedos muy lentamente por mi rostro, hacia abajo, siguiendo levemente el contorno de mi mandíbula hasta mi garganta y después más abajo aún hasta llegar a mi cintura. ¿Acaso no sentía esa electricidad que me quemaba por su roce?
Los ojos casi se me pusieron en blanco otra vez.
-         Eres suave.
Sentí sus dedos como satén contra mi piel, de modo que comprendí que era lo que quería decir.
-         Y en cuanto al olor, bueno, yo no diría que lo extraño. ¿Recuerdas el olor de aquellos excursionistas cuando salimos de caza?
Auuch… El recuerdo era abrasador.
-         Estoy haciendo un gran esfuerzo para no recordarlo.
-         Imagínate besando eso.
Mi garganta ardió en llamas como si encendiera de golpe una hoguera.
-         Oh – tragué una gran cantidad de ponzoña.
-         Precisamente, y la respuesta es no. Estoy  lleno de pura alegría, porque no extraño “nada”. Nadie tiene más que yo ahora.
Estuve a punto de informarle de la única excepción a esta afirmación, pero mis labios estuvieron ocupados de nuevo con rapidez.
El deseo me volvió a barrer de golpe. Entrelacé mis dedos en el cabello de Edward para poderlo acercar más a mí. Este beso fue apasionado y largo. Donde nuestras lenguas se encontraron e intercambiaron nuestros alientos. (Besar esa boca es toda una aventura, donde hago piruetas y empiezo a caer.)
Él me besó por el contorno del rostro hasta descender hasta mi cuello, y luego a mis pechos. Solo necesité un ligero roce de sus dedos en mis pezones, para que ellos se erigieran invitándolo a disfrutar de mi cuerpo, como momentos antes lo había hecho. (Besar esa boca es jugar y perder, por eso ¿comprendes que te necesito?)
Gimió mientras que capturaba uno en su boca. Yo jadeé ligeramente ante el contacto con su boca húmeda y cálida. Sus insistentes caricias y besos, habían hecho estragos en mi control de nuevo. (Maldito el tiempo que se acaba cuando te preciso. Y bendita que seas mi necesidad.)
Me aferré a su cabello porque sentí que desfallecería de un momento a otro, debido a tanto placer tortuoso. Mi esposo estaba frenético encima de mí, parecía insaciable, pero no me molestó puesto que yo estaba igual. (Besar esa boca no tiene clemencia.)
Masajeó mis senos con pasión y lujuria, mientras que sus labios lo hacían con amor en distintas partes, la boca, en el cuello, en los hombros, paseó por todo mi torso. Me hizo gemir ante aquello. Luego descendió a mi abdomen, besó incluso mi ombligo y mi bajo vientre.
Bajó deslizando su lengua a mi centro húmedo a causa de sus caricias. Me dio el mejor masaje íntimo inimaginable. De repente pareció demasiado agitado, creo que fue ante las constantes retorcidas de cabellos que le propiné acompañadas de jadeos frenéticos, cada vez que pensaba que haría combustión espontánea. (Caer derrotado en tu boca me gusta, quedarme vencido en tu piel.)
Bebió con fuerza de mi excitación, mientras yo yacía indefensa en el suelo pálido de la habitación. Pero nada de eso parecía tranquilizarlo; por el contrario bebió como si estuviese sediento, entre tanto pensé que moriría allí mismo entre arcadas de un placer inmortal imposible de explicar.
-         Ed… wa… rd – gemí muy alto mientras alcancé el mejor orgasmo de mi vida. (Besar esa boca se ha vuelto locura. Por eso mi amor no te quiero perder).
Fue entonces cuando él se apartó y me dijo al oído:
 - Gírate, Bella  - Me encantó esa nota autoritaria que se percibía en su invitación.
Giré mi cuerpo y sin darme chance para nada. Edward entró en mí con pasión, con fuerza, con ahínco. Tuve que arrodillarme y apoyarme en sus muslos, porque temí  dañar el suelo a arañazos.
Comencé a moverme en círculos en sentido de las agujas del reloj, mientras que él parecía que se desvanecía entre jadeos y gemidos. Luego tomé sus manos en las mías, las coloqué en mi estómago, necesitaba sentirlo así de cerca, necesitaba de él a cada segundo, preferiría morir antes que me separaran de él y no verle. Fue entonces cuando sus manos siguieron su propio curso. Una a mis senos y otra a mi intimidad.
No necesitaba de aliento, ni aire, pero jadeaba cada vez más profundo y con más frecuencia, mientras que me movía contra su erección, que estaba en mi interior y la sentía hasta las entrañas. (Besarte mi vida es andar por los cielos, es no hacer preguntas ni saber porqués.)
Incrementé la velocidad de mis movimientos, y él aumentó la fuerza de sus embestidas, más la presión de sus manos que masajeaban mis zonas erógenas, alteradas y humedecidas por su causa.
Y pasó. Ambos llegamos juntos al gran clímax. Fue intenso, fue hermoso, fue perfecto. Tan perfecto como era esta nueva relación. Una pareja de iguales, con deseos insaciables por el otro y con un tiempo incalculable para aprovecharnos de la situación. (Besar esa boca es dolor y remedio. Por eso eres tú donde me desahogo. Por eso besarte es morir y volver. Por eso besarte es simplemente todo. Es más allá del bien. Por eso besarte es morir y volver.)



Primer Capítulo




         Este fue mi primer lemmon y como podrán darse cuenta a medida de que lean es UNA ADAPTACIÓN. Decir que todo el texto es mío sería plagio, esta historia está basada en el capítulo “La primera noche” de mi muy querido Amanecer escrito por Stephenie Meyer. A ella gracias por regalarme a Edward Cullen y por motivarme a escribir; si no…sería muy difícil que hubiese optado por esta hermosa locura que en se ha convertido La Escritura para mí.
Dedicado a mi Beta…Leymi Valencia. Gracias por siempre estar conmigo, cielo. Te mereces esta mención y mucho más.


**********

Todo era más que hermoso, esta pequeña cabaña parecía un magnífico truco de magia. Y lo que la hacía más fantástica aún, era que la compartiría con los dos seres que amaba más que a nadie en este mundo; mi adorada hija Reneesme y mi amado esposo Edward.
-         Es la habitación de Reneesme – comentó, señalándome con un asentimiento a una estancia vacía con un suelo de madera clara - No han tenido tiempo de decorarlo, porque con todos esos licántropos furiosos…
Me puse contenta, asombrada de cómo todo tenía ahora un aspecto tan bueno cuando había sido como una pesadilla apenas hacía una semana.
Maldito Jacob por hacerlo tan perfecto, pero a su manera.
-         Aquí está nuestro cuarto. Esme intentó traernos algo de su isla hasta aquí, pensando que nos traería buenos recuerdos.
La cama era grande y blanca, con nubes vaporosas como telarañas flotando del dosel hasta el piso. El luminoso suelo de madera armonizaba con el de la otra habitación y ahora comprendí que imitaba con notable precisión el color de una playa virgen. Las paredes eran del blanco casi azulado de un día brillante y soleado;  la pared trasera tenía grandes puertas de cristal que se abrían a un pequeño y recóndito jardín. Había un pequeño estanque redondo, tan liso como un espejo, rodeado de piedras relucientes y rosas que escalaban las paredes. Un diminuto océano en calma para nosotros.
-         Oh! - fue todo lo que pude decir.
-         Lo sé – susurró él.
Estuvimos allí quietos durante un minuto, recordando y nublosos momentos absorbieron mi mente por completo.
Él mostró una amplia sonrisa y después se rió con ganas.
-         El armario está detrás de esas puertas -  En estos momentos no había nada más que él en el mundo, con sus brazos en torno a mí, su dulce aliento en mi rostro y sus labios apenas a centímetros de los míos. Tampoco había nada que pudiera distraerme, fuera un vampiro neonato o no.
-         Le vamos a decir a Alice que salí disparada a ver los vestidos – le susurré pasando los dedos dentro de su pelo y acercando mi rostro al suyo - y también le vamos a decir que me pasé horas jugando a probármelo todo. Le vamos a mentir.
Él captó mi estado de ánimo al instante, o quizás es que ya estaba de ese humor, y que solo estaba intentando que disfrutara al máximo de mi regalo de cumpleaños, como un caballero. Atrajo mi rostro contra el suyo con una repentina fiereza y un bajo gemido en la garganta. Ese sonido lanzó una corriente eléctrica a través de mi cuerpo hasta ponerme frenética, como si no pudiera acercarme a él lo suficiente y lo bastante rápido.
Sentí su erección juntarse con mi cuerpo ardiente. Escuché como se desgarraba la tela bajo nuestras manos, y me alegré de que mis ropas, al menos, ya estuvieran destrozadas. Para las suyas fue demasiado tarde.
La urgencia de mis besos, más mi fuerza de neonata, nos enviaron hacia el suelo de la alcoba. Me pareció casi maleducado ignorar la bonita cama blanca, pero no tuvimos tiempo de llegar hasta allí.
Edward parecía tan desesperado como yo, puesto que nuestras manos se movían codiciosamente por nuestros cuerpos desnudos. Mi excitación alcanzó niveles insospechados cuando sus manos descendieron hacia mi zona sur y pasaron luego a mis glúteos.
Esta segunda luna de miel no fue, como la primera.
El tiempo vivido en la isla había sido el mejor momento de mi vida humana, el mejor de todos. Había estado dispuesta a alargar mi vida como humana solo para poder prolongar lo que tenía con él durante un poco más de tiempo, por el motivo de que la parte física de nuestra relación no iba a volver a ser igual nunca más.
Recordé mediante imágenes borrosas, como sus labios se deslizaban por mi cuello con ardor y prevención a la vez, y como atrapaba en su boca mis entonces rosados pezones que respondían de forma automática ante sus caricias. Todo este “collage” de escenas se juntaron para hacer que el fuego que  recorría mi ser, se avivara con violencia, y me apretara contra el templo glorioso del cual yo era devota, el cuerpo perfecto de mi esposo.
De “mi” Edward.
Los recuerdos iban y venían pero debía haber sabido, después de un día como este que iba a ser incluso mejor.
Ahora podía apreciarlo de verdad, podía ver con propiedad cada una de las líneas de su rostro perfecto, cada ángulo y plano de de su cuerpo esbelto e impecable, con la agudeza de mis nuevos ojos. O ¿sería más honesto decir…qué me lo comí con la vista?.
Entre besos y caricias desmedidas, busqué un momento para poder decirle lo más importante:
-         ¿Edward? – su nombre sonó entremezclado con un jadeo.
-         ¿Si, amor? – respondió con voz estrangulada; estaba besando mi abdomen y mi voz lo interrumpió en su recorrido. Casi me arrepentí de haberlo hecho.
-         Te amo, más que a nada y más que a nadie…
-         Lo sé, Bells – respondió jadeante – pero ¡shhh! – me puso uno de sus dedos en mis labios para hacerme callar, eso envió una descarga eléctrica a través de mí. –…ahora te necesito más que nunca, mi cuerpo te necesita. Me parece una eternidad desde la última vez que te tuve así…solo para mí…
-         Te entiendo… – dije entre sus dedos y su aroma entró en mi boca, humedeciendo mi centro íntimo. – pero ahora me tienes aquí, amándote y deseándote con una pasión que no había sentido antes, y es para toda la eternidad.- En ese momento el poco autocontrol que poseía se hizo añicos y me abalancé contra mi esposo obligándolo a quedar debajo de mí. Lo besé con violenta necesidad. Con pasión. Lamí su cuello y su pecho como si mi vida dependiera de eso.
Podía saborear también su puro y vívido olor con la lengua y sentir la sedosidad de su piel gracias a la sensibilidad de mis dedos.
También mi piel demostraba la misma sensibilidad bajo sus manos. Puesto que los dos jadeábamos y temblábamos con nuestro mutuo contacto.
Seguí besando y lamiendo cada espacio desde su garganta hasta su pecho; poco a poco descendí hasta su miembro erecto y me detuve allí, lo masajeé provocando en Edward gemidos desesperados y anhelantes, luego lo puse en mi boca que estaba húmeda y lo acaricié y succioné mientras mi esposo arrojaba al viento jadeos y gruñidos animales. Sus dedos se entrelazaron en mi cabellera mientras yo complacía sus deseos y necesidades reprimidos desde hacía ya tiempo atrás.
De repente gritó mi nombre; cosa que me hizo sentir satisfecha y orgullosa; y enarcó la espalda mientras lanzaba un fuerte gruñido. En ese instante su líquido seminal inundó mi ansiosa boca. Edward era dulce y apetecible. Sentía la esencia de su cuerpo en mí, como si fuese una bebida rara y exquisita. Bebí con afán hasta que él habló de nuevo.
-         ¡Bella! – dijo como si le faltara el aliento -, en un momento llegué a considerar que si querías ser madre, tan deseosa como estabas. No me importaría con quién fuese. Si tenías que estar con otro para cumplir tu tan anhelado sueño, estaba dispuesto a tolerar que fueses de otro. Pero ahora sé que soy más egoísta de lo que creí porque sé que no puedo, porque eres mía y solo mía, y no permitiría que otro acercase sus manos ni siquiera a centímetros de ese cuerpo, que me pertenece. Mataría a quién lo intentara.
Aquellas palabras agresivas de Edward, despertaron en mí una pasión desenfrenada y salvaje, lo tomé por su hermoso cabello para atraer su oído hasta mis labios, que se mostraban hambrientos de él a pesar que habían bebido de su elíxir íntimo; para poder contestarle.
-         Edward Cullen – le susurré provocativamente, a lo que él reaccionó apretándome más contra él y emitiendo un gruñido gutural, sentí su fuerte erección rozando mis muslos y eso me estaba trastornando, tomé aire como si lo necesitara y luego retomé la respuesta – eres el único a quién he dejado y dejaría que me tocara…- llevé una de sus manos hasta mi punto más encendido, a lo que los dos jadeamos al unísono al sentir mi humedad – Esto solo lo haces tú, amor mío. Me reí un segundo – no sabes cómo me enciende que me hables y me celes, así que tómame aquí y ahora. Quiero sentirme como tu mujer de nuevo…
-         Bella, te deseo y te necesito…
-         Y yo necesito que me hagas olvidar hasta mi nombre.

En ese mismo instante mis labios estuvieron ocupados con los besos agresivos de mi marido. Besos que siguieron su curso hasta llegar a mis pechos. Donde él se demoró besando, lamiendo y succionando. Era como una deliciosa tortura. Mis manos se deslizaban por su espalda de dios heleno.
Su boca demostraba una gran urgencia con cada segundo que pasaba, cada caricia se intensificaba a medida que pasaba el tiempo.
Mientras besaba uno de mis senos, acariciaba el otro; que al igual a cuando era humana reaccionaba con un simple roce de sus dedos. Y alternaba de lado cada pocos segundos; hasta que dirigió una de sus manos a mi zona sur humedecida por la excitación desde hacía ya un rato. Yo respondí con un grito ahogado.
Edward masajeó con pasión y fuerza el punto más erógeno de mi intimidad, me estaba volviendo loca. Jadeaba frenéticamente y sin cesar, hasta que desesperada busqué esos labios que me desquiciaban.
Lo besé afanada, entrelazando mis dedos en su cabello. Y cuando mi centro estaba a punto de explotar de placer, él alejó sus manos cesando sus movimientos. Le gruñí un poco irritada y él me dirigió mi sonrisa torcida favorita. Eso me encendió inmediatamente y Edward retomó su camino de besos y caricias, hasta que llegó a mi núcleo íntimo.
Solté un fuerte gemido y arqueé la espalda, mientras mi esposo lamía continuamente mi botón inflamado de ansias. Creía que iba a enloquecer, definitivamente Edward estaba hecho para hacerme perder la razón.
La cabaña estaba inundada por mis fuertes gemidos y mis profundos jadeos retumbaban contra las paredes. Fue entonces cuando me mordió delicadamente pero con ahínco, y todo se encendió a mi alrededor, alcancé un orgasmo de una intensidad impensable. Emití un grito algo fuerte, pero no pude sentirme avergonzada, por el contrario, mi nuevo cuerpo reclamaba más de mi adorado esposo. Lo quería dentro de mí. Sentía esta urgente necesidad hasta mis entrañas.
Edward me miró por un momento antes de besarme; mientras que se lamía sus carnosos labios, tenía aún mi sabor en su boca y en sus ojos un brillo de orgullo y petulancia.
Me reí ante aquello. Él se alejó unos milímetros de mí.
-         ¿Qué pasa? – me besó de nuevo y luego retomó, entre la comisura de mis labios - ¿De qué te ríes?
Lo abracé con fuerza.
-         Del placer de verte y sentirte – siendo prácticos, no mentí realmente.
Abrí mis piernas para que él se posicionara entre ellas.
-         Te amo – me dijo.
-         Como yo a ti – le respondí.
Y con una fuerte estocada entró hasta lo más profundo de mi intimidad. Con cada entrada jadeé tan fuerte que si alguien anduviese cerca de la casa, me oiría sin problemas.
Edward se aferró fuertemente a mis caderas para poder arremeter a cada instante con más intensidad. Los dos gemíamos cada pocos segundos.
Era una persona desconocida por completo la que entrelazaba su cuerpo con el mío, con gracia infinita en el suelo del color pálido de la arena, sin precaución y sin restricción alguna. Y también sin miedo, especialmente, eso. Podíamos hacer el amor juntos, participando ahora ambos activamente, finalmente como iguales.
Del mismo modo que había sucedido antes con sus besos, su contacto también era mucho mejor que aquel al que me había acostumbrado, ya que él se había contenido tanto. En aquel momento era necesario, pero no podía creer todo lo que me había perdido.
Intenté no perder de vista que era más fuerte que él, pero era difícil concentrarse en nada con esas sensaciones tan intensas que a cada segundo atraían mi atención en un millón de lugares distintos de mi cuerpo. Si le hice daño, no se quejó.
Y fue entonces cuando después de dos fuertes estocadas; la segunda más intensa que la primera; cuando perdí la noción de todo excepto que él me poseía. Llegué a un orgasmo aún mayor que el pasado. Y después de una penetración más Edward se unió a mi clímax con un grito sordo y profundo. Gimió como un felino y se aplastó contra mi pecho.
Una parte muy, muy pequeña de mi mente consideró el interesante acertijo que suponía esta situación. No me iba a sentir cansada jamás, ni él tampoco. No teníamos que detenernos a descansar, comer e incluso a usar el baño, puesto que no teníamos más necesidades mundanas. El tenía el cuerpo más hermoso, más perfecto del mundo y yo lo tenía todo para mí y no me sentía precisamente como si pudiera llegar el momento en que se me ocurriera pensar, <<bueno, ya he tenido bastante por hoy>>. Siempre iba a querer más y este día no iba a  acabarse jamás. Así en una situación como esta, ¿cómo íbamos a parar alguna vez?.
No me molestó en absoluto no tener una respuesta para eso.