domingo, 1 de agosto de 2010

PRIMER CAPÍTULO: “LO PEOR QUE HE HECHO”



-          ¡Room Service! – anunciaron a mi puerta.

Me levanté de la cama para abrir la puerta.

-          Buenas noches, Señorita Swan. Aquí están las almohadas que solicitó. – me dijo solícito el botones.
-          Muchas gracias. – contesté con una sonrisa tan decaída que me dieron ganas de ponerme a llorar de nuevo.
-          Si necesita algo más; hágamelo saber. – estoy a su orden. – contestó el joven.

Negué con la cabeza.

El chico colocó la orden sobre la gran cama y se dirigió a la puerta sin perder tiempo.

-          Que pase buenas noches. – dijo él con mirada preocupada.
-          Igualmente. – susurré cabizbaja.

Cerré la puerta, me acerqué al lecho y comencé a buscar la mejor ubicación para los almohadones. Al terminar me di cuenta de que había hecho inconscientemente una silueta del tamaño de Él. Incluso de su mismo ancho.

Rompí en llanto.

-          ¡Maldita sea, parezco una adicta! – me recriminé.

No podía ignorar mi realidad. Lo necesitaba demasiado. Hasta para dormir me era fundamental.

Me introduje entre las cobijas y me arreplegué contra la suave barrera que había creado. Pero era solo eso; una barrera; hacía presencia de algo. Pero no de Él. No estaba su calidez, y peor aún; no estaba su olor.

Mis lágrimas eran un torrente incontrolable que se desbocaba por mis ojos. Quería quedarme agotada y dormirme anestesiar este vacío con cansancio. Pero no era fácil; la madrugada ya había entrado y yo estaba desmadejada sobre una docena de almohadas que no conseguían amortiguar mi pena.

El celular sonó en la mesa de noche del lado izquierdo de mi cama. Volteé para ver quién llama; era su hermana. Opté por no contestarle; no tenía ganas ni fuerzas para hablar con nadie.

Por momentos me perdía entre recuerdos. Como cuando tuve el peor de mis días; hasta este que estaba atravesando.

-          ¿Cómo que te transfirieron, Jacob? ¡Te necesito! Debemos llevar la logística a L¨ Aquila dentro de una semana. Todas esa familias dependen de nosotros. – suplicaba casi frenética.
-          Lo siento, Bella. Pero órdenes son órdenes, y a mí me asignaron a la jurisdicción del estado. Me voy mañana mismo. – dijo mi amigo con pena en los ojos.
-          ¿Pero quién hizo esto? ¡No pueden! Todos sabían que estábamos designados para esta misión. – repuse.
-          Habla con Sam. Él me pidió y el director nacional dio la orden de que lo obedeciera. Es eso o estoy fuera. – su cara mostraba vergüenza e ira.
-          Bien. Iré a hablar con él. – me puse en pie y me dirigía a la puerta; cuando Jacob sujetó mi brazo.
-          Espera un momento, Bella. – lo enfrenté para ver que me diría – Antes de irme; tengo que hablar contigo. – me miraba con profundidad.
-          Está bien ¿En dónde nos vemos?
-          En la Bella Venecia, a las ocho. ¿Te parece?

Asentí.

-          Sí, Jake. – y salí rápidamente de la oficina.

La conversación con mi jefe fue de lo más caldeada…
-          ¡Con un demonio. Entiéndeme, Sam! Dependo de Jacob para llevar a feliz término esta encomienda. – llegué al punto de gritarle al ver que la educación no funcionaba.
-          Lo siento, Bella. Pero Black se va conmigo para la jurisdicción de Washington; te guste o no. Busca un nuevo jefe de operaciones.
-          ¡Vete al diablo! – le dije con amargura.

Y salí de la estancia; no sin antes dejarle un buen portazo de recuerdo.

Al pasar por la sala situacional de la dirección de logística; oficina que yo tutelaba; llamé a dos de los nuevo ingreso más talentosos que tenía en mi grupo de trabajo.

-          ¡Ángela! – esta volteó a verme - ¡Ben! – este hizo lo que su compañera. – Preparen sus cosas, en una semana nos vamos a Italia. ¿Tienen alguna novedad con eso?

Ambos negaron con la cabeza.

Si a Sam no le importaba cambiar mi línea de trabajo ; debería “pagar” bastante por eso.

Reí con malicia.

Hice un oficio en el que estipulaba que me llevaría a dos trabajadores en vez de uno; por no contar con el conocimiento y la trayectoria profesional de la talla de Jacob.
Era vengativa. Lo admito. Quizás ahora lo estaba pagando.

No. Tampoco había sido tan malvada como para merecer esa tortura. Porque el estar sin Él era eso precisamente. El peor de los destinos, el más miserable.

Comencé a llorar de nuevo. Así que traté de eludir mis cavilaciones dolorosas y enfrascarme en los recuerdos. Quizás así la situación sería menos punzante.

Volviendo a ese día…

-          Mis disculpas Jacob. Pero se me hizo tarde en el trabajo. Unas inundaciones por aquí…un accidente por acá. En fin; lo mismo de siempre. – comenté mientras tomaba asiento.

Sonrió comprensivo. Como era él usualmente.

-          Pierde cuidado, Bells. A mi no tienes que explicarme las “diversiones” típicas del departamento de defensa civil de Forks.

Nos echamos a reír.

-          Sí, claro. Se me olvidaba con quién hablaba. “El Jefe Jake” – dije en broma.

Se apagó su risa y me miró de manera escrutadora.

-          ¿Por qué no pides cambio para la oficinal estadal?

Negué con la cabeza antes de hablar.

-          De mí depende la entrega de los insumos para esa gente. No me quedaré tranquila hasta que lo haga. Tú me conoces bien.

Bajó la mirada en dirección a la carta del restaurant; que estaba en los puestos previamente a mi arribo al lugar.

-          ¿Qué quieres ordenar? – preguntó él.

Se notaba nervioso.

-          Ravioles con setas. – le contesté.

Llamó a la camarera y pidió la comida. Además mandó a traer una botella de vino blanco.

-          ¿Moët Chandong?  ¡Wow! ¡Si estamos de vinito y todo! – dije en broma mientras miraba el contenido de mi copa – Esta noche andas de lo más refinado.

Ambos reímos por lo bajo.

-          Sí ¿Verdad? – habló con nerviosismo al querer seguirme el hilo.
-          ¿Qué te ocurre, Jacob? Te veo perturbado. – pregunté preocupada.

Él y yo éramos buenos amigos desde que entré en Defensa civil. Hacía ya más de tres años desde entonces.

-          Es que…no me gustan las despedidas. – admitió.
-          Tranquilo, te irá bien. Eres bueno en lo que haces. Por eso te alejaron del modesto poblado de Forks. – bromeé.

Puse los ojos en blanco.

-          Soy fuerte. Vete en paz; pero ven a verme en cuanto tengas un tiempito libre.
-          Con permiso. – dijo la mesonera colocando el plato de cada uno en donde correspondía.

Mi amigo nos sirvió un poco más de vino.

Levanté mi copa con intención de brindar.
-          ¡Por un nuevo comienzo! – dije.
-          Sí. – me miró de forma extraña. – Por un nuevo comienzo.

Comimos en paz, hablando de temas cotidianos; luego él pagó y nos fuimos.

Caminábamos en dirección a su auto; porque yo llegué en taxi. Estaba harta de manejar.

-          ¿Tienes que irte tan pronto a tu casa?
-          No necesariamente. – le guiñé el ojo - ¿Necesitas ayuda con las maletas?
-          Sí. – sonrió por lo bajo. - ¿Me acompañas?

Le di una palmada en la espalda.

-          ¡Vamos, compañero! – expresé – No se sabe cuando se repetirá una reunión ¿Cierto?

Su sonrisa se borró de repente.


-          ¿En dónde pongo esto? – pregunté con un grupo de carpetas.
-          En esta caja. – la colocó encima de la mesa; luego me quitó el lote que traía.

Me sacudí las manos.

-          Bien. Mi trabajo aquí ya terminó. – tomé mi chaqueta de cuero del respaldo del sofá.
-          No te vayas aún. Yo luego te llevo a tu casa. – me pidió Jacob.
-          Ya no tengo nada que hacer por ti aquí. – indiqué todo lo que nos rodeaba – Está todo listo.

De pronto tomó mi rostro entre sus manos y se acercó a él.

No puedo negarlo. Sentía una atracción más o menos fuerte por él. Nuestra amistad trascendió sus límites, e intentamos hacer que funcionara. Sin éxito; claro está.

Me besó con urgencia, como si el tiempo jugara en contra nuestra. O más bien; en la suya.

Lo separé.

-          No, Jake. Ya hemos pasado por esto. Dos veces. – trataba de retirarme, pero él no me dejaba.
-          Una tercera no nos hará daño. – suplicó.
-          No creo eso. – seguía en mis débiles intentos de alejarlo.
-          Intentémoslo. – me propuso, pero no me dio tiempo a responder.

Me pegó contra su cuerpo y besó mis labios con fuerza. Demasiada diría yo. Si antes no pude separarlo, en ese momento me fue imposible. Ya que este al sentir mi rechazo; se arreplegó a mí con violencia.

Poco a poco las hormonas y la soledad me orillaron a recibir las caricias de Jacob. Sus labios; cálidos y suaves;  se abrieron paso entre los míos reclamando una respuesta a sus besos.

La sentí descender hasta mi cuello y mi escote. Pero ya no había urgencia en cuanto constató que era bien recibido.

Usar la soledad y la nostalgia como excusas; son clichés en nuestra común realidad, pero yo no era nada excepcional. ¿Así que por qué no hacerlo?. Quizás por eso estoy a solas en un hotel y con una suave montaña que intenta sin éxito llenar un espacio que no es posible colmar. ¡Qué vida tan patética!

Derramé otra lágrima que se perdió en la extensión de la almohada.

Prefiero imaginar. Prefiero recordar.

Odiaba la realidad en la que estaba, así que decidí darle la espalda.


Jacob era un buen amante; eso debía concedérselo. Había estado con él un par de veces mientras nuestra “noviazgo” duró. Había pasado bastante tiempo desde que no nos encontrábamos en una situación así.

Sus manos se apropiaron de mi cintura y la pegaron a sus caderas. Luego se deslizaron a mis glúteos, los acarició y apretó después para cargarme. Enredé mis piernas en su cintura mientras él me llevaba a la cama.

Me colocó en ella y se recostó encima de mí y retomó su itinerario de besos apasionados.

Se alejó de mi boca para acercarse a mi oído.

-          Mis labios te extrañaron tanto…Mi cama te ha anhelado desde hace mucho. Y yo te he necesitado cada segundo desde que descubrí que te amaba.

Sé que él esperaba una declaración igual, pero no podía dársela. No lo amaba, lo quería; y en ese instante lo deseaba. Pero nada más. Siempre sería solo eso.

Comenzó a desabrochar el frente de mi camisa y bajó hasta mis jeans. Los retiró a ambos con ternura. Como quien desenvuelve un regalo delicado.

Deslicé mis manos de sus fuertes brazos hasta llegar al borde de su camiseta y arrebatársela.

Bajé hasta sus pantalones y los abrí, introduje mis dedos en ellos para acariciar su masculinidad.

Jacob se estremeció ante mi roce.

Acarició mi espalda con suavidad; para luego toparse con el broche de mi brassier. El cual fue abierto sin demora y echado a un lado.

Besó mis pechos con amor y deseo a la vez. Gemí de placer al sentir sus labios atrapando uno de mis pezones.

Yo lo observaba desde donde yacía; en la pila de almohadones recostados a la cabecera del lecho. Prestaba atención a como él disfrutaba al hacer suyo; aunque sea por un instante; mi cuerpo. Porque mi corazón no lo tenía.

Su lengua bajó hasta mi ombligo.

Se demoró besando el área del vientre. No sé porqué. Y luego bajó a mi intimidad. Paseó su lengua a lo largo de la extensión de mi femineidad; haciéndose poseedor de mis jadeos y hasta siseos.

En un punto, mientras me retorcía de placer, lo tomé de los cabellos y como una extensión de la electricidad, sentí los movimientos que hacía en mi zona sur en mi cabeza.

Con un grito ahogado me dejé disfrutar de mi primer orgasmo en meses.

Jacob había sido el último hombre en mi vida. Y él único que me había tocado; pasa ser sincera.

Se levantó solo para terminarse de despojar de su ropa y colocarse encima de mí. Me besó por un momento y luego se volteó de manera que yo quedara encima de él.

Sabía que los dos requeríamos cosas distintas. Él necesitaba saberse amado y yo sentirme deseada. Solo uno de nosotros recibía lo que precisaba, y no era Jacob.

Me introduje en su miembro listo y comencé a moverme en círculos.

Jake resbaló sus manos de mis hombros a mis pechos que quedaron en frente de él, brindándole una vista en la que parecía perderse.

Él sabía que botones presionar para provocar convulsiones de placer en mí. bajó una de sus manos hasta interponerla entre nuestros cuerpos y estimular mi ya muy sensible clítoris.

Jadeé fuertemente e incrementé el vaivén de mis movimientos. Él hizo lo mismo en mi intimidad.

No resistí más y me vine primero, entonces Jacob me tomó de los cabellos y atrajo hacia sí con fuerza. Devoró mis labios y con tres fuertes estocadas se vino en mí irremediablemente.

Pasaron unos minutos para regularizar nuestras respiraciones.

Fui yo quien se separó.

Él se volteó en mi dirección y me acarició la mejilla enrojecida aún por la jornada.

-          Me hiciste demasiada falta, Bella. – su voz y sus ojos eran profundos.

Yo no tenía ninguna respuesta para eso tampoco. Así que me limité a secar el sudor de mi frente con mi mano.

-          Quiero que te vayas conmigo a Washington. – me propuso – Los dos haríamos un gran trabajo allá.

Negué con la cabeza.

-          Mi lugar está aquí. Y sabes que jamás dejo las cosas a medias. Debo cumplir un labor en Italia y así lo haré.

Sonrió en un débil intento de doblegar mi voluntad.

-          Pues entonces vete después del viaje. – suplicó.
-          ¿Y si me quedo sin trabajo? No gracias, Jacob. – le dije seria.
-          Pues no tienes que trabajar. Yo ganaré muy bien y te podrías ir a vivir conmigo. – me planteó ilusionado.
-          ¡No, Jacob! – dije con firmeza - ¡No! Ya lo hemos intentado. Lo nuestro no funciona, al menos que hablemos de una amistad o de trabajo.

Entrecerró sus ojos con rabia.

-          ¿Y que fue para ti, Isabella Swan? – dijo mientras sostenía la sábana blanca entre su puño - ¿Solo sexo? ¡Yo te hice el amor! Poseí tu cuerpo como un eco de la necesidad de mi alma.

A pesar de que trató de evitarlo. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

-          Jake. – le susurré mientras limpiaba su llanto. – Contigo nunca ha sido solo sexo. Siempre he sentido una atracción fuerte por ti. Además del gra cariño que te tengo; pero más nada. Y no puedo condenarte a una relación mediocre; porque tú te mereces mucho más que eso.. – me giré hacia el techo.
-          Pero yo te quiero a ti – me dijo por lo bajo.
-          Ambos nos queremos. Pero de formas distintas, y eso nunca funciona al tratar de unirse. – refuté.
-          Quizás con el tiempo…
-          ¡No! – lo interrumpí – Nunca ha cambiado y no lo hará.

Me senté en la cama y comencé a buscar mis ropas desperdigadas por el suelo.

-          No te vayas, por favor. – me pidió recargado en su codo, mientras rozaba mi espalda con las yemas de sus dedos.
-          Debo hacerlo. Ya no es conveniente que siga aquí. – seguía vistiéndome.
-          Quédate solo esta noche. Quién sabe cuando volveré a verte. – sus lágrimas se derramaron de nuevo.

Negué con la cabeza.

-           No, Jacob. Fue hermoso mientras duró. Así quiero recordarlo. Te deseo la mejor de las suertes, y que encuentres lo que haga tu vida plena. Pues lo mereces.
-          Solo tú me plenas. – susurró.
-          Eso no es cierto. Ya es momento de seguir adelante y dejar lo que se debe atrás. – ya estaba lista para partir – Te quiero. Cuídate.

Me levanté del lecho.

-          Te amo y te esperaré. – su mirada era triste por fuera y esperanzada por dentro.

Negué con la cabeza.

-          No lo hagas, puesto que yo seguiré con mi vida. De hecho…lo haré desde ahora mismo.

Di la vuelta y me fui de su apartamento para no volver más.


Primer capítulo… ¡Qué nervios! Espero que les guste... Comenten please!! De verdad no saben cuánto me ayudan sus opiniones. Sean buenas o malas. Se les quiere.