sábado, 26 de febrero de 2011

FUGAZ/ CAPÍTULO I: “Primer Mes - Recordando el pasado”




Eran las cuatro de la mañana, me dí cuenta por el sonido del gran reloj de anticuario que estaba localizado en una de las esquinas de nuestra habitación. Con cada campanada estridente parecía querer llamarnos a capítulo, indicando que teníamos más de seis horas amándonos a través de toda nuestra casa.
Los girones de nuestra ropa se encontraban desperdigados desde la entrada de la cabaña, hasta la puerta de la entrada del cuarto en donde solo se avistaban partes de su bóxer azul marino de Armani y mis pantis blancas de seda de Victoria´s Secret.
Edward depositó un beso casto en mi mejilla, luego en mi nariz, otro en mi frente y finalmente; uno en mis comisuras. Me lamí las mismas ante la expectativa de recibir más que ese simple roce.
Nos miramos con profundidad durante unos segundos que se me hicieron eternos, puesto que una serie de interrogantes aparecieron como por ensalme en mi cerebro.
<< ¿Por qué este deseo es insaciable? ¿Por qué no necesito aire para vivir, pero sí de su cuerpo y de todo su ser? ¿En qué momento dices que has amado demasiado, cuando la eternidad se cierne sobre ti?>>
Eso no lo sabía, y aunque supiese que amaba a Edward con locura; no podía creerme que fuese demasiado; porque sabía que él merecía cada respiro y cada pensamiento que hiciese por amor a él.
  • -       ¿En qué piensas? – susurró con su cara pegada a la mía; tanto; que su cálido aliento me desconcertó por unos segundos antes de responder.
Alisé su cabello con mi mano antes de responder.
  • -       Trataba de responderme algunas preguntas.
  • -       ¿Puedo saber cuáles son esas? Quizás pueda ayudarte a responderlas. – me miró de manera manipuladora, con ojos de cordero a punto de ser degollado.
Una sonrisa torcida se colgó de mi boca; gesto aprendido de él. Aunque no se me viese ni la mitad de bien  que se le veía a él.
  • -       Son simples tonterías cursis que se me ocurrieron de momento. – deslicé mi mano hasta su abdomen.
  • Me gustaría decir que después de un mes de convertida, fui capaz de controlar el deseo inverosímil que sentía por Edward al principio de mi nueva existencia, pero sería una mentira que rayaría en la blasfemia. Aún no era capaz; quizás incluso era más débil puesto que como me sabía incapaz de resistirme, me entregaba a los deseos de mi esposo sin titubear. Claro, esto es fácil cuando los anhelos de ambos se basaban en lo mismo; ganas de fundirnos el uno en el otro sin reservas ni límites.
Y eso era casi posible, el problema era que las horas pasaban demasiado rápido dándole paso al amanecer y con este debíamos volver a retomar nuestras obligaciones que se centraban en una hermosa niña de belleza casi irreal, mitad vampiro y mitad humana, el fruto de nuestro amor, y la victoria más grande que tuvimos por encima de todos los obstáculos que se nos pusieron en frente. Esa era Reneesme.
Nuestra Reneesme.
  • -       Prefiero saber cuáles son esas cursilerías, aún no me acostumbro a no poder escuchar tus pensamientos. Y me encantaría que me hicieras esa….experiencia menos exacerbante. – de la boca para afuera lo decía con dulzura, pero en sus ojos reflejaba un punto de súplica.
Dirigí mis manos a sus hombros; ya que él se encontraba encima de de mí.
  • -       Pensaba…en que no logro creer que te esté dando todo lo que tú me has dado a pasar de que te ame con toda mi alma. – me avergoncé de lo novelesca que había sonado mi confesión – Te dije que solo era una estupidez cursi.
Él negó con la cabeza y sonrió como si estuviese diciendo incoherencias.
  • -       Tú misma acabas de decir lo único que realmente me importa. Que me ames, eso es más de lo que merezco y de lo que he podido llegar a aspirar.  – me acarició la parte baja de la espalda haciendo que me estremeciera – Solo eso me importa.
Le di un pequeño golpecito en la frente.
  • -       Tonto…
  • -       Así me has puesto desde que te conocí. No puedo cambiar los “malos hábitos” tan fácilmente. – se carcajeó y yo con él. – Además de que no quiero. Contigo no me da vergüenza ser así.
  • -       Y a mí me encanta que lo seas. – lo besé tiernamente en las comisuras pero no me alejé demasiado. Por el contrario, me quedé pegada a sus labios pero sin volver a besarlo – Me parece que aún te dan unas horas antes de amanezca, así que…puedes seguir haciendo el tonto durante un rato más.
Bajé mis manos hasta su trasero firme y sedoso para darle un apretón insinuante. Edward gruñó encima de mí y se posicionó en mi entrada de manera rápida.
Jadeé ante su inesperada rapidez. Lo que lo hizo reír de manera petulante.
  • -       Creo que en esto… – y entró de golpe en mi ya muy húmeda cavidad; puesto que me había hecho llegar repetidas veces al orgasmo antes de esta; y se detuvo cuando me llenó por completo - …no hago el tonto. Por tu reacción… creo que hago…otras cosas mejores.
Mi risa fue entrecortada. Y como no iba a serlo si tenía a lo que más amaba y deseaba empalándome hasta el vientre.
  • -       Mucho…mucho mejores…- lo tomé de los cabellos para atraerlo a mi boca y besarlo con furia pero él se alejó aprovechándose de su rapidez. Lo miré exasperada - ¿Qué pretendes?
Arremetió otra vez contra mí y se detuvo.
  • -       ¿Tú qué crees? – una sonrisa condenadamente pícara se había quedado colgada de su rostro para hacerme hervir; aún más; de deseo. – Enseñándote cuales son “esas cosas” que hago tan bien.
Volvió a entrar en mí. Una vez y otra más.
A partir de entonces se me olvidó como generar palabras en mi cerebro para que fuesen emitidas por mi boca. Lo único que brotaba de mí eran gemidos y gruñidos que iban acompañadas por cada entrada certera de de Edward.
Él en su lugar  se veía hermoso a pesar de que tuviese el rostro contraído por las olas de placer. En definitiva era un dios heleno. Nada en él podía verse mal, ni siquiera cuando se comportaba como un semental descontrolado sobre nuestro lecho matrimonial que crujía bajo sus potentes penetraciones.
Yo no sé como lucía ni tampoco me importaba, solo podía sentir la calidez de Edward que me embargaba por casi todos lados. Mis piernas se enredaban en su cintura en busca de un ángulo que le permitiera acceso a mi interior de una manera más fácil y placentera. Lo quería sentir hasta mis entrañas; y así fue.
Unas contracciones internas maravillosas me indicaban que mi fin estaba muy cerca. Me ceñí aún más contra su pelvis y apreté su derrier entre mis manos para hacerlo que intensificara el ritmo, mostrándole casi patéticamente mi voraz necesidad de él.
Edward aumentó la velocidad y me vine con un grito ahogado; no quise hacer mucho escándalo por si había moros en la costa (entiéndase por esto a Emmett); pero no fue fácil me retorcí y apreté tan duro a mi esposo que incluso él soltó un gemido de dolor antes de derramar su amor tibio y líquido en mi interior.
  • -       ¡Edward! – jadeé en su oído – ¡Eres mi fuente ilimitada de droga! ¡Eres mi perdición!
Él a duras penas se recuperaba pero levantó su cara; que había enterrado en mis pechos al momento de correrse; y me dedicó mi sonrisa favorita.
  • -       Es lo justo, amor. Tú fuiste mi marca de heroína desde el primer momento en que apareciste en mi camino. Ya era hora que la balanza se equilibrara.
Negué con la cabeza, ahora más sosegada.
  • -       Te equivocas. Hace tiempo que esa balanza se equilibró, incluso antes de que lo supieras.
Me dio un corto beso en los labios de manera tierna.
  • -       ¿Me lo quieres contar? – quiso manipularme de nuevo pero esta vez yo tenía algo mejor en mente del que ni siquiera él podía distraerme.
  • -       No. Eso te lo puedo decir otro día. Ahora falta media hora para que salga el sol y…
Pero ya no necesité decir más nada. Edward entendió a la perfección cual era el tema que quería tratar en ese momento.


  • -       Reneesme necesita una cuna, Edward. No puede seguir durmiendo en los brazos de Rosalie, Esme o Jacob… - especialmente del último. Sería mi mejor amigo pero aún no me gustaba el hecho de que se hubiese imprimado de mi única hija - …mientras que nosotros estamos aquí portándonos como conejos.
Edward asomó su cabeza del armario gigantesco que nos había construido Alice en la recámara, me dedicó una risa descarada.
  • -       Nadie se ha quejado. O ¿sí?
  • -       ¡Qué desvergonzado eres! – me carcajeé mientras continuaba tendiendo la cama con un juego de sábanas nuevo, puesto que el otro lo habíamos dejado hecho girones – Claro que nadie se ha quejado, ni lo harán. Son demasiado condescendientes y tolerantes. Obviamente ellos saben lo que hacemos desde la noche hasta el amanecer, y me parece una falta de respeto… - le di unos golpes a las almohadas para que se vieran más regordetas – para con todos. – escuché su risa deliciosa desde fuera – No te rías estoy hablando en serio.
Quise sonar firme pero en mi voz se transmitía la risa.
  • -       Lo sé, amor…- salió finalmente del armario con un pantalón de mezquilla deslavado y un sweater color champagne a juego con sus zapatos. Me absorbí en la vista y él aprovechó ese momento para envolverme en sus brazos. – y yo también lo he pensado. ¿Qué te parece si hoy vamos a conseguirle una cuna a la princesa de esta casa?
Asentí emocionada.
  • -       Sí. La buscamos y nos vamos directamente a eso.
  • -       Amor…no creo que ninguna tienda de cunas…o de bebés esté abierta a las seis y media de la mañana. ¿No lo crees?
  • -       Cierto. – tomé su mano con ese amor que rayaba en adoración – Entonces vamos con la familia…y más tarde, de compras.
Besó mi mano con ternura antes de musitar:
  • -       Como usted quiera, señora Cullen. Siempre como usted quiera…
*****
  • -       ¡No, Jacob! No vas a ir. Pasas todo el condenado día con Reneesme y no te voy a soportar también en una salida familiar. – le reproché a mi mejor amigo que ya estaba con mi hija en la parte de atrás del Volvo plateado - ¿qué te cuesta quedarte en la casa solo por unas cuatro horas?

Él ni se inmutó por mi comentario muy por el contrario cerró la puerta del lado en donde se sentó; detrás del copiloto; seguía sosteniendo a mi hija en brazos. Cosa que evitó que lo echara a punta de golpes de allí.
  • -       Bells. Súbete en el carro de una vez por todas. Se te va a hacer tarde y no te va a rendir el día. Mira que encontrar la cuna perfecta es algo difícil. O al menos eso dicen la viejas de la televisión. – dijo el muy descarado.
Bufé ante su actitud despreocupada y con pesar accedí a entrar en el auto. Sabía muy bien que la niña no lo soltaría, hasta por lo menos quedarse dormida.
*****
  • -       …Y este es el modelo “City Princess”. Como pueden ver toda su estructura es de color fucsia, evocando más el estilo de la muñeca Barbie. Es para una niña consentida…- decía sin parar la vendedora de la tienda de cunas que encontramos en medio de Port Angeles.
Debo admitir que me tenía algo aburrida, aunque Jacob lograba acabar con ese estado para suplantarlo por una rabia repentina por algún comentario fuera de lugar.
Como el que hizo luego de que la dependienta terminara de describir ese modelo de cuna y siguiera con el de al lado.
  • -       ¡Noooo! ¡Ese es demasiado cursi para Nessie! – agregó de manera tediosa – Ella no es así.
La chica lo miró con cara de molesto desconcierto, mientras que Edward y yo lo hicimos con irritación.
  • -       Jacob…- musité entre dientes de forma que solo él captara el deje amenazador de mi voz - …¿Por qué no dejas que su padre y yo nos encarguemos de la selección? Ve a dar un paseo. O a tomar un helado con Reneesme.
Él pareció entender la advertencia implícita en mis palabras y acepto con su habitual sonrisa despreocupada.
  • -       Vale, nos vemos en un rato.
Cuando se fue tanto mi esposo como yo rodamos los ojos y seguimos en lo que estábamos.
Unos modelos eran hermosos pero demasiado blandengues para nuestra bebé semi vampiro, otros más resistentes eran simplemente horribles.
Hasta que finalmente y luego de largas horas buscando algo acorde, la vendedora nos presentó “el modelo adecuado”…
  • -       Y esta hermosura que está aquí es uno de nuestros mejores modelos. Sumamente resistente ya que está elaborada de hierro forjado. Está trabajada en su totalidad a mano; incluso su pintura. Como pueden observar todo en su estructura muestra la decadencia de la realeza  medieval; he de allí su nombre: “Medieval Princess”. Nuestro artesano particular diseñó esta pieza pensando en esas niñas que rompen los esquemas comunes. Niñas hermosas y peculiares.
Si no fuese porque Edward se mantenía tan apacible, hubiese pensado que esa mujer describía a cabalidad la naturaleza y fisonomía de Reneesme. En fin, estábamos en frente del modelo adecuado para ella no solo en belleza sino en resistencia también.
Me incliné hacia mi esposo para hacerle saber mi decisión.
  • -       Creo que esta es la que más nos conviene, cielo. Además de que es la más me ha gustado en todos los sentidos. – dije en voz baja pero lo suficiente para que la vendedora escuchara nuestra conversación; como si fuésemos una pareja normal.
Él asintió de acuerdo.
  • -       Pensé lo mismo en cuanto la vi. – luego viró su irada hacia la dependienta – Nos llevamos esta señorita. – y se acercó a ella para arreglar los detalles del pago y envío.
Entonces mi celular vibró anunciando la llegada de un mensaje de texto. Cuando revisé la bandeja de entrada me topé con algo extremadamente sospechoso:
Aprovecha el momento de distracción de Edward. Excúsate con que me buscarás un encargo y luego vete a la escalera eléctrica, primera tienda a mano derecha. Te toparás con una sorpresa en la vitrina”.
Condenada Alice. Nunca dejaba de hacerme jueguitos enigmáticos.
Suspiré y decidí caer en su enredo.
  • -       Edward. – este giró de inmediato hacia mí – Me voy a hacerle un favorcito a Alice.
Él extrañado asintió.
  • -       ¿Quieres que te acompañe? – preguntó renuente.
  • -       No. No creo tardarme nada. Solo le compraré algo. Te esperaré en el auto. Tú busca a Jacob y a la niña ¿Vale?
Volvió a asentir, le di un beso en los labios y salí de la tienda en busca del misterio de mi querida cuñada.
Luego de haber amanecido a esta nueva existencia, muchas cosas que forman parte del día a día mortal se me hacen bastante aburridas; como por ejemplo en ese momento fue subir en escalera eléctrica hasta el primer piso para descubrirlo que el duendecillo se traía entre manos.
Cuando por fin llegué arriba y viré mi vista a la derecha me topé con una vidriera grande de Victoria ´s Secrets. Pero eso no fue lo que me trastocó de golpe sino el conjunto negro; casi mínimo; de encaje. Era el mismo modelo que Edward había destrozado en medio de un arrebato desesperado de pasión durante nuestra luna de miel.
Quizá los recuerdos eran borrosos pero las sensaciones seguían más claras que nunca; la humedad que se escapaba de mi intimidad era un muestra fehaciente de eso. Pero de pronto me paralicé de vergüenza. Alice me había advertido acerca de esto, por lo tanto ¡había visto lo que había pasado con mi conjunto anterior!
Estuve vacilando antes de entrar. No me creía capaz de pasar y pedirle a la dependienta que me diese tal modelo en tal talla…pero claro…la dama fue otra cosa…
  • -       Buenas, tardes. Noté que algo en la vitrina llamó su atención. ¿Puedo ayudarla? – preguntó muy gentilmente.
El calor de su sangre se impregnó en mi nariz y en mi garganta haciendo que el fuego me quemara incluso hasta el estómago. Tuve que contener la respiración y sacar unas dotes de actriz que no sabía que poseía.
  • -       Eh…si…este…- solo balbuceaba sin sentido debido a los nervios, pero aun así me las arreglé para parecer un poco más sosegada – Me gustaría ver ese conjunto…- le señalé cual – que tiene allí en la esquina.
A la pequeña mujer se le iluminaron los ojos, no sé si de codicia u otra cosa el hecho es que pareció recibir alguna descarga repentina de energía y me enfiló hacia el vidrio.
Sacó las prendas del maniquí y me las colocó en la mano.
  • -       Es uno de nuestros más exclusivos modelos. Y también uno de los más pedidos; de hecho este es el último que nos queda. No vienen muchos por pedido; por cuestiones de la exclusividad que ya le mencioné.
No me gustaba ser grosera pero de verdad que lo único que me importaba era pagar “eso” y meterme en el auto mientras recuperaba el autocontrol. Me sentía suficientemente capaz de arrastrar a Edward  hasta uno de los baños y…
  • -       ¡Me lo llevo ya! – le dije casi cortante.
Me sentí gratamente aliviada al ver que ella se tomaba mi actitud como una compradora compulsiva a como una ninfómana desesperada.
Fuimos hacia la caja a cancelar y al dar mi nombre me topo con la sorpresa de que Alice tenía un gran pedido que había encomendado que me fuese entregado a mí, para que yo le hiciese llegar a ella.
¡Degenerada! Tenía todo absolutamente planeado.
Al final accedí y terminé saliendo de Victoria´s Secrets con cinco grandes bolsas entre lencería, pijamas diminutos, perfumes, splashs frutales y lociones corporales. Le dí gracias a dios por tener una fuerza sobrehumana porque de haber seguido siendo humana me hubiese tropezado con el primer obstáculo con que me fuera topado y causado quien sabe cuántos daños a la tienda o a  sus alrededores.
Llegué al lado del Volvo en un santiamén con la respiración un poco dificultosa. Tenía una contradicción de sentimientos y sensaciones; por un lado quería ahorcar a Alice por atreverse a husmear en mi intimidad. Pero por otro, le agradecía infinitamente que tuviese el detalle de avisarme de algo que me traía buenos recuerdos a mí; y que muy pronto Edward también recapitularía.
Anexo a esto estaba el hecho de que la excitación estaba llevando mis nervios al límite. Sabía que siendo una neófita tendría ciertos problemas de autocontrol; pero siempre imaginé que estos iban a ser relacionados con la sed no con un deseo desmedido por el cuerpo de mi marido.
Coloqué todas las bolsas en el maletero pero antes guardé la dichosa lencería en mi bolso, porque no quería que Edward pudiese verla antes de esa noche y si esperaba a sacarla en casa era muy probable que la sorpresa quedase arruinada.
Entré y me recosté en el asiento del copiloto, eché una mirada en mi bolso y dejé que los recuerdos me abrumaran en la soledad del interior del auto; total…allí nadie podría verme en aquel estado de necesidad.
Flashbacks de mi estancia en Isla Esme revoloteaban en mi memoria como luciérnagas en torno a un foco encendido por la noche. Me era inevitable agitarme con cada escena que se presentaba ante mi; que si bien es cierto estaba recubierta con cierta neblina un tanto molesta, también debía admitir que esta le otorgaba cierto grado de sensualidad a las escenas. Las hacía parecer alguna clase de película erótica.
Y de esa manera mi respiración se agitó, mis párpados se cerraron y me sumergí aun más en la historia que mi cerebro revivía con lujo de detalles. Tanto fue mi ensimismamiento que no sentí la presencia de Edward al lado hasta que cerró la puerta del lado del piloto.
Hizo que me llevase un buen susto y me enderezase en el asiento; ni siquiera me había percatado de que me había retorcido en donde estaba.
Edward me miraba con abierta curiosidad y cierto tono de lascivia en su mirada.
  • -       ¿En qué pensabas, amor? – preguntó con aparente inocencia; como si su mirada no me hubiese advertido anteriormente de sus retorcidas propósitos.
Decidí contarle la verdad de manera perversa; así no sería solo yo quien se vería en una situación tan…incómodamente íntima; ahora también lo tendría en estado de ansiedad hasta que llegado el momento, decidiese darle rienda suelta nuestros deseos más desinhibidos.
  • -       Estaba recordando…- dije mientras me giraba levemente y acariciaba de forma sugestiva su rodilla – ciertas cosas de Isla Esme como por ejemplo; cuando accediste a volverme a hacer el amor, el desespero, la confusión, la necesidad desbordada e incluso el conjunto negro de encaje. – reí sombríamente al ver que su cara se contraía ante mis palabras, su mirada se ensombreció de ganas y hasta su intimidad se animó súbitamente.
  • -       Y…- se aclaró la garganta - ¿Por qué recordabas eso justo ahora?
  • -       No lo sé…- mentí casi descaradamente – quizás es porque la noche se acerca y yo espero que las horas pasen rápidamente. O quizás puede ser también porque soy una neonata con un deseo descontrolado de tu cuerpo que es mi droga. O finalmente, porque quizás amarte durante unas horas no me basta en lo absoluto.
En lo último no mentí en lo absoluto. Si no fuese por Reneesme dudaba mucho que hubiese algo que detuviese nuestros momentos de tipo “Amantes Desesperados”, que comenzaban cada noche al dormirse nuestra hija.
De pronto recordé que la niña estaba con Jacob y hacía un buen  rato desde que no sabía nada de ellos. Alejé mi mano; a regañadientes; de la pierna de Edward y busqué en mis bolsillos mi teléfono celular; pero él fue más rápido que yo y atrapó mis manos entre una sola de él mientras con la libre desabrochaba lentamente mis vaqueros.
  • -       Ya hablé con Jacob. Está dando vueltas con Nessie en el parque del centro comercial…-  luego se acercó a mis labios con sensualidad para susurrar por lo bajo – Tenemos veinte minutos para nosotros solos.
  • -       Pero pueden…adelantarse…- traté de hablar de manera firme, la corte celestial entera lo sabe; pero es muy difícil lograrlo cuando tu esposo; que es un dios heleno; está subiendo torturadoramente lento por el interior de tu muslo desnudo.
Resultó que mi vestido a medio muslo podía ser visto de dos maneras…la primera, como un error considerando que mi esposo no podía mantenerse tranquilo…o la segunda, es que podía ser un “bendición divina” ya que le dejaba espacio suficiente para que acariciara la parte de mí que parecía más inquieta para ese momento.
-       Los vidrios son lo bastante oscuros como para que no nos puedan ver. – y dicho esto interpuso sus dedos índice y medio entre mis bragas y mi botón erógeno.
Jadeé en el acto y con mi mano izquierda me aferré de su hombro derecho. Edward se rió con abierta perversidad y aumentó la velocidad de sus caricias; pero nunca más allá de un ritmo “humano”. Era la única cosa que no me molestaba en absoluto en que fuésemos lento… muy… muy lento…
Pero mi muy acelerada excitación había comenzado mucho antes de llegar al carro así que no necesitó más que un par de minutos para tenerme derretida en su palma. Pero eso no le bastó, Edward quería hacerme perder el control por completo y por eso insertó en mi cavidad los mismos dedos que antes solo me acariciaban. Al cabo de unos instantes tuvo lo que quería…y yo lo que necesitaba.
No quise gritar por si algún ser sobre natural que se transformara en lobo y llevase a mi hija en brazos pudiese oírme. No era como si Jacob no supiese que tenía intimidad con mi marido, pero otra cosa era que presenciase de manera voyeurista lo que ocurría entre nosotros.
Necesité de unos minutos para calmarme y poner; relativamente; en orden mis ideas. ¿No se suponía que la que quería poner ansioso al otro era yo? Casi me sentí decepcionada de mi misma, hasta que viré mi vista y me encontré son un gran bulto en los pantalones de mi esposo que amenaza con romper la cremallera de los pantalones de mezquilla que estaba usando.
Retiré con dulzura su mano de mi intimidad e incluso se la limpié con unas toallitas húmedas perfumadas que guardaba en mi bolsa.
Él me miró extrañado cuando hice lo mismo con mi intimidad e incluso me deshice de mis bragas al meterlas en una bolsa y disponerme a bajar del auto.
  • -       No quiero rastros de sexo por aquí mientras tengamos público. Y mucho menos cuando lo integra Jacob. – dije en tono bromista.
Descendí del auto no sin antes llevarme como última imagen una atormentada sonrisa de su parte. Tendría que buscar la manera de controlar su erección antes de que llegara mi mejor amigo con nuestra hija.
Y eso…no le iba a ser nada fácil.
*****

  • -       ¡Con que comprando un poco de pimienta para…sazonar un poco las cosas! – dijo Emmett haciendo un guiño dirigido a mi esposo quien cargaba con unas cuantas bolsas de Victoria´s Secret; y que no venía de muy buen humor después de que se quedara con “cierto problema” entre los pantalones. Quizás la rabia fue la manera con la que pudo lidiar con eso. Casi me sentí culpable por eso, pero luego recordé lo que pretendía para el anochecer y mi sonrisa fácil apareció de nuevo en mi rostro.
  • -       Cállate, Emmett. – gruñó Edward antes de dirigirse a Alice – Aquí tienes tu encargo.
Su hermana le dedicó una sonrisa deslumbrante al ver los paquetes.
  • -       Gracias, Edward. – se puso de puntillas y depositó un beso inocente en su mejilla. Aun no lograba comprender como podía controlar sus pensamientos para que él no pudiese leerlos.
La repentina fiereza de mi marido se derritió con el gesto aniñado de Alice y muy suave manera le respondió que siempre estaba a su orden. Ella sabía cómo manipularlo.
******

  • -       Y a todas estas…- dijo Rosalie - ¿Qué hace este perro aun por aquí?
Eran casi las nueve de la noche, Jacob estaba jugando con Reneesme con un costosísimo juego de té de Esme elaborado en plata con ciertos apliques de oro en los bordes; aun no podía comprender como esta pequeña les había cambiado las vidas a los demás. Entendía que a Edward y a mí lo hiciese, pero no con el resto de la familia, aun así disfrutaba del proceso.
Mi mejor amigo se volteó hacia la rubia despampanante que yacía sentada en la sala de estar con cara de asco. Este la miró con una sonrisa divertida y malévola.
  • -       Sigo aun por aquí porque creo que no te he deleitado lo suficiente con mi perfume personal. – dicho esto se rió satisfecho.
  • -       De tu hedor querrás decir.
  • -       Llámalo como quieras, rubia psicópata. Pero sigo aquí por ti y para ti. – se volteó hacia ella nuevamente y le lanzó un beso teatralmente.
Rose se puso en pie y salió de la estancia no sin antes agregar.
  • -       Eres la cosa más desagradable que ha cruzado esa puerta, Fido.
Él  puso los ojos en blanco y siguió jugando con mi hija que parecía ser inmune a las constantes riñas de su tía adorada con su…con Jacob.
De pronto Reneesme formó una perfecta o con sus labios rosas y yo supe que era la hora de retirarnos. Me levanté del sofá en donde estaba sentada con mi esposo y le tendí mis brazos a la niña quien los tomó muy dispuesta y se acurrucó en mi pétreo agarre tan plácidamente como siempre. Este había sido diseñado para sostenerla a ella, solo a ella.
  • -       La voy a dormir y se la dejaré a Alice. – le dije a Edward. – Dame una media hora y luego ve a la cabaña ¿Si? – algo tembló en mi bajo vientre frente a la expectativa de lo que iba a ocurrir.
Él se mostró huraño – lo que casi hace que me echase a reír.
  • -       ¿Por qué en media hora? ¿Por qué no ahora?
  • -       Porque así me dará más tiempo de cómo tratar cierto tema que me preocupa, contigo. – agregué cual actriz consumada.
  • -       Pero, Bella…
  • -       En media hora, Edward. Respeta eso. – dicho eso me encaminé hacia la cocina que era en donde estaba mi nueva hermana.
Pero alcancé a escuchar que Jacob se levantaba del suelo y se sacudía los pantalones mientras le decía:
  • -       ¡Uy, viejo. No quisiera ser tú esta noche! ¿Qué le dijiste o que le hiciste? – le dijo en tono de “Espero que sobrevivas”.
  • -       No lo sé. – agregó un muy desconcertado Edward – Estábamos hablando tranquilamente, estaba un poco rara pero no me había mencionado que estuviese molesta por algo.
-       A lo mejor te cacharon mirando unas piernas que no eran las de tu vampira.
  • -       ¡Es hora de que te largues, Jacob Black! – bufó mi marido exasperado.
  • -       Ya me voy…- admitió el otro divertido.
Y eso fue lo último que escuché proveniente de la casa.


Cavilaba mientras me veía en el espejo del baño una y otra vez. No me sentía capaz de salir así del recinto a enfrentarme con Edward, pero luego mis propias reflexiones se voltearon contra mi repentino ataque de pudor.
¿Acaso no había usado algo como esto antes? ¿No me había visto Edward todas las noches desde hacías un mes atrás desnuda? ¿No me había ya mostrado desinhibida y apasionada en otras oportunidades?
Luego de llegar a la conclusión de que me estaba comportando como una verdadera imbécil, decidí salir del baño para acostarme en la cama y optar por una posición más seductora; pero como mi mala suerte no se terminaba de alejar de mí, Edward llegó antes de que pudiese hacerlo.
Me quedé pasmada en frente de él con cara de tonta sorprendida, a la vez que él se quedaba boquiabierto y casi en estado shock.
  • -       Emmm. ¿Sorpresa? – dije torpemente mientras me acercaba a la cama.
  • -       Espera. No te sientes, Bella. – agregó Edward con voz ronca.
De pronto todas las inseguridades volvieron de golpe haciéndome sentir ganas de taparme con lo primero que encontrase.
  • -       Supongo que esta era la “conversación” que querías sostener conmigo. – dijo atando los cabos de mi historia planeada.
Asentí en silencio.
  • -       Lástima, cielo…- dijo meneando la cabeza de lado a lado con suma sensualidad.
  • -       ¿Lástima, qué?
  • -       Que lo que menos me provoca ahora es hablar…- se estaba quitando su sweater fino de algodón mientras hablaba – creo que esta noche se me hará la más corta de mi existencia. No bastarán un par de horas para estar contigo. Quizá deba sobornar a Alice con algo para que haga de niñera todo el día de mañana. – y entonces dio rienda suelta a esa sonrisa que era capaz de derretir todo el hielo de Groenlandia.
Se quitó todo excepto por su bóxer blanco que podía perderse en su desnudez pálida ante los ojos de un humano.
Me acerqué a él con deliberada lentitud queriendo aumentar su ya más que “visible y desarrollado deseo”, y cuando estuve a un metro de su cuerpo di una vuelta para observase el conjunto mínimo negro de encaje. Escuché complacida como gruñó cuando observó la parte posterior de mi cuerpo, luego  giré y me coloqué las manos a ambos lados de las caderas.
  • -       ¿Y bien? ¿Qué tal me luce? ¿Mejor que la primera vez que me viste con él o extrañas la fragilidad humana? – quise disfrazar la abierta ansiedad que eso me causaba pero no me salió bien del todo.
Él parpadeó como saliendo de algún trance y luego me respondió:
  • -       Dudo, Isabella que algo de ti “ahora” palidezca ante la que fuiste antes. Y no es que como humana fuiste menos hermosa; es solo que desde que te convertiste en lo mismo que yo, siento que me he reconciliado con mi naturaleza. Sé que eso te parecerá egoísta, pero no menos cierto por primera vez…
Lo interrumpí colocándole dos de mis dedos en sus labios. Ya había entendido su punto de vista y no podía sentirme más feliz y más tranquila.
  • -       ¡Shhh! No hace falta que te excuses ni nada, amor. Solo que…quería saber lo que te recordaba este conjunto y quería que lo disfrutaras. – añadí con dulzura mientras acariciaba su mejilla.
Él encerró mi mano contra esta y habló de nuevo:
  • -       Disfrutarlo no será ningún problema…- su mirada cambió a algo más oscuro y posesivo – Y si quieres saber a lo que me recuerda, prefiero mostrártelo en vez de decírtelo. – y súbitamente tomó mi prácticamente inexistente tanta con cierta rudeza.
  • -       Amor…- grazné con voz patosa - ¿Tendrías problemas con no romper este conjunto? En serio me gusta mucho.
Me regaló otra de sus exquisitas sonrisas y asintió correspondiéndome. Con suavidad retrocedí hasta la cama con sus manos en mis caderas y me dejé caer de espaldas a esta, lo traje a él conmigo; quedando encima de mí.
  • -       Uno de estos días nos quedaremos sin cama. – bromeé mientras depositaba besos a lo largo de cuello y hombros.
  • -       Una cama es una baja nimia considerando el apetito sexual que tienes, mi neonata. – me encantó como lo dijo.
  • -       Entonces… ¿No me contengo? – pregunté seductora.
  • -       ¿Acaso lo has hecho alguna vez? – musitó entre mis labios.
  • -       No.
  • -       Entonces no lo hagas jamás. – y así nuestro razonamiento de fue conjuntamente con sus bóxers que fueron “injustamente” arrancados por mí. - ¿Y así me pides que…conserve tu conjunto intacto?
  • -       Lo…siento – y pegué mi boca con ferocidad a la suya.
  • -       Yo no…- y dicho esto bajó mi tanga de un solo golpe. Arqueé mis caderas contra él y eso facilitó para que de manera ágil terminara de deshacerse de ellas.
Luego fui yo quien me deshice de mi parte superior con inhumana rapidez, me gustaba ir lento, pero apenas y podía controlar mi fuerza para no romper las piezas.
Me arrastré hacia las almohadas, sintiendo como se rompían las sábanas con lo que yo creía que era una “suave fricción”, pero no me pudo importar menos puesto que mi delicioso y desnudo esposo se aproximaba a mí como lo hace un depredador con su presa.
Y si como alguna vez él había dicho una vez él león se había enamorado de la oveja; pues los papeles se habían igualado y quizás hasta invertido; pues era yo la que debía tener cuidado de no herirlo. Así que…
La oveja se convirtió en leona, sigue estando estúpidamente enamorada del león y permanecerá a su lado durante toda la eternidad.
Finalmente Edward se cernió sobre mí. Toqué sus facciones perfectas y me deleité en la corriente eléctrica que parecía correr entre nosotros dos. Me besó con dulzura y urgencia, disfrutábamos el momento mientras que nuestras manos se entrelazaban, la pasión seguía quemándonos pero ¿Para qué apurar la perfección si teníamos toda la eternidad para tocarla una y otra vez?
Su boca descendió a mi cuello que mordisqueó tenuemente en su descenso hasta mis pechos ansiosos que se sacudía al compás de una respiración que amenazaba con volverse errática de un instante a otro. Mientras acariciaba un seno, besaba y saboreaba el otro, por mi parte me arqueaba cada cierto tiempo y momento. Cuando sus labios creaban esa aura magnifica de seducción adictiva a la que no quería renunciar y yo me acercaba para que tomara más de mí pues lo necesitaba cada vez más.
Fue bajando hasta mi cintura arrastrando besos húmedos hasta mi intimidad, jadeé sin aliento cuando postró sus labios en mi clítoris juraría que el mundo se detuvo para mí. Solo existía él con sus besos y succiones en mi intimidad que le pedía a gritos una liberación.
Momentos después obtuvo lo que quiso.
Se subió hasta mí pero no para besarme sino para hacer que me girara, puso mis manos en el copete de la cama y las agarró de allí.
  • -       Trata de no destrozar la cama. – me susurró seductor – aun faltan horas antes de que amanezca para poder comprar otra.
  • -       ¿Así  que planeas hacerme destrozarla?
  • -       No. Planeo volverte loca de placer y me temo que puedas hacer añicos el pobre lecho.
Entonces sentí que una de sus rodillas separaba mis muslos para facilitar su acceso. Su erección tanteó con precisión mi zona íntima y entró de un solo movimiento cuando encontró mi cavidad. Pero fue lento…tortuoso…exquisito.
En aquella noche nos habíamos dado la oportunidad de deleitarnos con el proceso lento. Y no es que hacer el amor salvajemente no fuese satisfactorio también; pero ¡Oh Dios Santo! Esa noche sentía que Edward me tocaba como jamás lo había hecho.
Él permanecía de costado encima de mí con las manos engarfiadas en los tendidos de la cama, deslizándose hacia afuera y hacia dentro de mis paredes vaginales que parecían querer atraparlo para que nunca cesara en su tarea de complacernos mutuamente.
Perdí la cuenta de cuantas veces exclamó mi nombre entre suspiros. Perdí la cuenta de cuantas veces le llamé entre mis gemidos. El placer era una especie de bruma en la que nos veíamos envueltos y de la que no teníamos intensiones de salir.
En cierto momento Edward cerró mis muslos atrapándose entre ellos, los dos gruñimos agradecidos por esa estrechez deliciosa que nos catapultaba cada vez más por el precipicio del placer.
La punta de su miembro rozaba una y otra vez sin esfuerzo alguno mi punto G; regalándome sacudidas espasmódicas. Restregué mi trasero contra su pelvis como un indicativo de que estaba lista para más dureza. Él captó a la perfección mi mensaje y las arremetidas comenzaron a ser rudas.
Gemí y giré mi cara. Le pedí que me besara y me correspondió con más pasión de lo que yo esperaba; pero no me quejé en ningún momento.
Las contracciones aumentaban su velocidad, así como Edward su ritmo de penetración. Entonces todo; excepto él; dejó de existir. Solo escuchaba sus quejidos a punto de estallar.
Y cuando mi esposo se corrió y sentí revivir otro orgasmo en el momento en que el esperma cálido se derramó en mi centro. Pasados unos minutos y aún estando enlazados por nuestros sexos, Edward nos volteó. No sin antes echarle una ojeada al cabecero y con él yo.
  • -       Me pregunto cuantas camas necesitaremos durante este año. – murmuró él divertido y excitado a la vez.
Iba a salirme de su erección para encararlo pero no me dejo, me apretó por la cintura y comenzó a besarme el cuello.
  • -       Así que das por sentado que destrozaremos unas cuantas en los próximos meses. – pregunté conteniendo la risa.
  • -       Claro que sí. Yo mismo me encargaré de que esta no nos aguante el paso.
  • -       Pero tú me dijiste hace un momento…- refuté.
  • -       Olvida lo que haya dicho. Te quiero fuerte y salvaje. Y no hay dinero en este mundo que pueda más que este deseo de tomarte de todas la formas posibles. ¿O acaso no quiere tener una noche desenfrenada conmigo, Señora Cullen?
Me carcajeé y a su vez me introduje más profundo en su miembro.
  • -       No quiero solo una noche, Señor Cullen. Eso no me basta. Quiero muchas. Demasiadas. – gemí disfrutando de su nuevo ritmo constante.
  • -       Deseo….concedido. tendrás tantas que…pedirás clemencia.
  • -       Dudo que eso ocurra…pero me gustaría que lo intentara. – grazné con dificultad.
Y así lo hizo, solo que en vez de piedad; solicité una severidad que no tuviese fin…Gracias al cielo, Edward nunca podía negarme nada….


Bueno chicas me tardé un millón de años para publicar esto, pero de verdad que se me atravesaban como mil cosas. En fin aquí está, espero no decepcionar a nadie con este capítulo después de tanto tiempo de publicitarlo…jajaja y si lo hago lo siento muchísimo chicas…
En fin…este lo dedico a…todas y a nadie en específico. Creo que cada persona que se toma mi tiempo merece una dedicatoria, solo que no puedo memorizar el nombre de cada una de ustedes…y menos de las que no me dejan comments o se registran…Así pues las dejo hasta mi próxima actualización. Besos.

PD: si te gustó este capítulo...solo una cosa pido a cambio...una recomendación con una amiga. Nada me haría más feliz que el hecho de que esta comunidad crezca.