
“Arpía”
Bella
POV:
El tiempo apremiaba
más de lo normal. Estábamos a solo unas horas del evento de caridad y; por
supuesto; ocurrieron varios problemas de último minuto. Así que Edward y yo
tuvimos que separarnos y buscarle soluciones cada uno por su lado. No teníamos
tiempo para unir criterios, por lo que él había pasado todo el día en Coney Island y yo en Le Cirque afinando los detalles
restantes.
Eran las seis y
media de la tarde cuando recibí una llamada de él.
—La momia Swan
habla. —medio bromeé mientras me sentía sumamente tentada en acostarme en el
asiento trasero del BMW en el que solía transportarlo su chofer: Embry.
Su risa de fondo;
aunque extenuada; sonaba grácil y sexy. Tal cual como él.
—¿Podrá pasar la
momia Swan cuando termine lo que está haciendo, por mi humilde morada
para…quitarle todas esas molestas vendas?
—¡Ni en sueños,
Edward! tengo que armar los regalos de los invitados VIP. De hecho la pobre
Angela ya está en mi departamento clasificándolos para cuando yo llegue
ponernos a armarlos cuidadosamente. Tú mejor que nadie sabe cuán melindrosa es
la clase alta. —murmuré con malicia.
—¡Y que lo digas!
—suspiró cansino y volvió a hablar con seriedad —¿Entonces no vendrás esta
noche?
—Nop. No puedo,
Edward. No sé a qué hora termine y lo más probable es que caiga muerta en la
cama cuando terminemos. Dale a Lizzy un besito de buenas noches por mí.
—murmuré por lo bajito, pues no me sentía cómoda hablando por teléfono de eso
con Embry al volante. >>Hablando de choferes…<< —Espero que no
estés hablando por celular y manejando.
—No lo estoy
haciendo. —aseveró. —Ya estoy en casa. Embry me trajo antes de irte a buscar.
—Cosa que no
hubiese sido necesaria si hubieses dejado que viniera en mi Nissan.
—Tendrías que haber
ido a tu casa para buscarle y luego irte a hacer lo de Le Cirque. Te supondría una gravísima pérdida de tiempo.
—Yo creo que es más
tu aversión por mi auto lo que genera todas esas atenciones desmesuradas. Y por cierto, podría haberme ido como vine:
en taxi.
Escucho claramente
como chasquea del otro lado de la línea, aunque sospecho que esa es su
intención precisamente.
—Solo temo por tu
seguridad, Bella. Ese auto puede estar muy bien por fuera pero por dentro está
muy viejo. No importa cuántas reparaciones le hayas hecho…
Me restriego los
ojos sin mucha fuerza pues no quiero parecer un arlequín desquiciado.
—No vuelvas con lo
de esta mañana, por favor. No quiero un auto, punto. Ya tengo suficiente con
que especulen con que mi ascenso se debió a tráfico de influencias, como para
que vengas tú y me mandes un deportivo que todos saben que yo no puedo pagar.
Así que no, gracias pero no. El título de “querida” no es algo que necesito
justo ahora.
Resopla.
—Es tu seguridad la
que me preocupa. En cualquier momento puede fallarle las…
—Tengo un mecánico
para eso, y cuando me harte utilizaré mis ahorros no tu chequera. Fin del
asunto. Y mejor cambia de tema antes de que te cuelgue. —lo último lo decía en
broma…bueno, no.
—Bien. ¿Estás
segura de que no me necesitas por allá?
—Segura. Te
necesito en perfectas condiciones mañana pues tendremos demasiaaaaaaado trabajo
y no quiero que vayas a sufrir una repentina migraña. Con Angela me las apañaré
bien. No te preocupes.
—¡Por dios, Bella,
eso fue el sábado! ¡Estamos a viernes! No creo que vaya a tener un nuevo
episodio.
—No, Edward. Nos
vemos mañana en The Cyclone. —zanjeé
de una vez.
—…Y después el
tirano soy yo. —murmuró por lo bajo. —Espero que no haya ni un solo hombre en
tu departamento esta noche. —y su tono no dejaba lugar a dudas sobre si hablaba
en serio o no. En realidad con Edward era todo así. Lo cual no era exasperante
en todo tipo de situación. Como por ejemplo cuando exigía: >>Abre más las piernas<< >>Tómame entero en tu
boca<< >>¡Más fuerte, Bella!<<…con ese tipo de demandas
no tenía ningún problema, pero con las que definitivamente sí tenía era con
cosas como las que acaba de decir.
Apreté los labios
en una línea fina tratando de contener un arranque de mal genio que seguramente
terminaría en el homicidio del chofer de mi cavernícola; y el pobre bastardo no
tenía la culpa de que su jefe fuese un cabronazo cuando le daba la gana.
—No necesito
condiciones en cuanto a quién llevo o no a mi casa, Edward. —exclamé con
frialdad. Pero al instante siguiente me arrepentí pues no quería llevar con él
ese tipo de relación tirante. Me importaba demasiado como para vivir en una
sola pelea eternamente con él, más no le dejaría vapulearme a su antojo. Aunque
en ese instante preferí manejar el asunto desde un ángulo más divertido…—Es mi
problema si me llevo al señor Zanotti.
Una inhalación
brusca y varias carcajadas después, Edward finalmente pudo volver a hablar:
—¿Y qué haría allá
ese dinosaurio ultraconservador?
—Pues se lo pasaría
de fiesta contándonos cosas de su época. O sea de cuando formaba parte de la
Santa Inquisición.
El cavernícola
aulló de la risa de nuevo.
—Si te escucha
expresándote así de él, no dudaría en utilizar todo su diez por ciento de
asociación con la empresa para que te despidieran.
—Pues no se lo
digas y ya. —agregué en un tonito casi infantil.
—Haré lo mejor que
pueda por contenerme mañana en el evento. Ya sabes lo mucho que me fascina
charlar con ese viejo Scrooge. —suspiró profundamente y juro que en ese momento
casi pude visualizarlo estrujándose el cabello entre sus hábiles y largos
dedos. —Te echaré de menos esta noche.
Lo decía en serio y
mentiría como la peor de todas si no dijera que en ese momento no me sentí la
mujer más poderosa y dichosa de todas. Miré por el retrovisor y noté que Embry
no parecía demasiado en otra cosa que no fuese las malditas trancas en las
calles de Manhattan.
—Yo también a ti,
pero tómalo por el lado positivo. —bajé mi voz hasta hacerla un susurro. —Estoy
en “esos” días del mes.
—¡Mierda no! ¡No
otros días de celibato!
Solté una risilla
maléfica al imaginármelo todo frustrado.
—Así es…y ya te he
dicho que yo nunca…
—…Seh…Seh…tú nunca
has tenido relaciones con el período, Bella. Ya lo sé. Me lo dijiste el mes
pasado. —sabía muy bien qué gesto ponía cuando hablaba de esa manera. Fruncía
el ceño de tal manera que una arruguita adorable se le hacía en medio de las
cejas y le hacía parecer más un niño enfurruñado que un hombre de veintisiete
años de edad.
—Espero que estés a
solas, Edward Anthony Cullen. —le reñí en broma.
—Para nada. Estoy
en la cocina con Sue, Leah y Lizzy quienes ya conocen en qué semana del mes te
viene la menstruación. Aunque a la tercera no le importa demasiado. —me reí al
imaginar a la bebé embelesada con su inseparable sonaja. —De hecho, creo que
nada que no le sirva para rascarse las encías no le interesa en lo absoluto.
Un pitido de fondo
que se repitió a los pocos segundos me informó que tenía una segunda llamada
entrante. Miré la pantalla y vi quién era. No podía ignorarlo…
—Edward, te dejo
para que sigas hablando de mis intimidades con tu personal de servicio y para
que le seques las babitas a Elizabeth. Chenney me está llamando seguramente
para informarme sobre las camisas que mandamos a hacer. Hablamos luego.
—Está bien, Bella.
Avísame si necesitas de algo. Sueña conmigo y eso no es una petición. Es una
orden directa de tu jefe.
—¡Ja! Que poco ético,
señor Cullen.
—Y se pondrá peor
porque te prohibiré que te toques a ti misma para aliviarte. Yo quiero ver
cuando explotes y lo hagas a mi alrededor.
Entonces, como si
de un latigazo se hubiese tratado, me revolví en el asiento trasero del BMW,
junté los muslos y luché contra la imagen de ambos estremeciéndonos en medio de
un clímax. Pero antes de que pudiese responderle algo el muy bastardo terminó
la llamada. Sabía lo que causaba en mí sin ninguna duda.
El pitido me indicó que había alguien más con quién hablar
aunque no era con quién deseaba hacerlo ahora…
—Chenney, dime que
tenemos las que nos hacían falta.
—Las tengo conmigo,
directora.
—Bien….
Mi pequeño
departamento parecía el centro de operaciones del Departamento Femenino de
Santa Claus. Era todo perfumes, cremas y tónicos faciales, maquillaje e incluso
velas aromáticas. Eso es fabuloso cuando todos los productos son tuyos o en
cualquier otro momento que no es un día antes de un evento de caridad, a las
diez menos veinte de la noche y sin haber cenado.
—¡A la mierda el
cuidado del sodio en la menstruación! —protesté poniéndome en pie para alcanzar
el teléfono que estaba al lado del sofá. —Pediré una pizza. Dos horas y media
después fue que me di cuenta que ambas mentíamos cuando dijimos que
prepararíamos algo sano.
—Me parece buena
idea. —coincidió mi ya famélica asistente.
—¿Con qué la vas a
querer tú, Angela?
En ese momento sonó
el timbre y tuve que volver a colocar el
auricular en la base. Fui a abrir la puerta rezando en mi interior porque sea
cualquiera menos Edward “alborota-hormonas” Cullen. Le dije que estaría ocupada
y que no no podríamos…
—¿Rosalie?
Y quizás mi cara de
sorpresa no era la cosa más educada del mundo pero fue lo único que la saludó
en ese primer momento. Veía con unas bolsas de papel cerradas, vestida de
manera deportiva; cosa rara en ella que se distingue por siempre vestir
elegante sin importar a dónde fuese; y un tímido sonrojo en sus mejillas.
—Angela me dijo que
probablemente iban a tener una noche muy larga y ocupada, así que pensé en
traernos mucha comida chatarra y coca cola para acompañarla ¿Puedo pasar?
—sonreí internamente con ironía al pensar que una mujer tan bella y tenaz como
Rosalie Lillian King se mostraba insegura en la
puerta de mi sencillo departamento porque no tenía ninguna amiga. Es
cierto eso que dice que la belleza no lo da todo.
Le coloqué una mano
en el hombro y le sonreí.
—Cariño, cualquiera
que me traiga una coca cola puede pasar a mi casa.
Y sus ojos
brillaron con verdadero agradecimiento. La ayudé a cargar las pesadas bolsas y
las colocamos en el mostrador de la cocina que se comunicaba con la sala
comedor. Lejos de molestarme esa llegada inesperada a mi casa, me puso de buen
humor y no solo por la comida china que ahora humeaba entre Angela, Rosalie y
yo sino porque de alguna manera Rose era una persona muy diferente en privado
de lo que se mostraba en público en la empresa. De eso me había dado cuenta
unos cuantos días atrás cuando habíamos salido las tres a almorzar. De hecho,
la timidez que ella mostraba con nosotras no dejaba de sorprenderme.
Y como si la
compañía de Rosalie no fuese lo suficientemente desconcertante también me
encontré sorprendida cuando entre risas, cotilleos laborales y bromas
terminamos de armar las bolsas de regalo antes de las once de la noche. Así que
Angela aprovechó para tomar una ducha en el baño de invitados y cambiarse de
ropa pues teníamos estipulado que nos quedaríamos despiertas hasta la madrugada.
Dormiría en la habitación de huéspedes; que no había sido usada hasta ahora.
Mientras tanto, Rosalie y yo estábamos repantigadas en mi sofá hablando primero
sobre naderías y luego de Lizzy. No pudo ocultar el brillo en sus ojos cuando
empezamos a hablar de la bebé.
—Y ya están por
salirle los dientes. Así que muerde todo lo que pasa por delante de su boca. —le
advierto. —Mantén tus dedos alejados de ella. Al menos cuando le salgan.
Su respuesta fue
una risa cargada de ternura.
—Elizabeth es una
niña excepcional. Y de hecho me parece toda una proeza que a sus tres meses ya
sepa como sostener un sonajero. Muchos niños no lo hacen a esa altura. Se nota
que está llena de vitalidad y fuerza. —no pudo pasarme desapercibido ese tono
tan solemne con el que hablaba. Como si fuese una experta en maternidad o algo
así, y que yo supiera Rose no era madre todavía.
—¿En serio? Eso no
lo sabía. —agregué con incertidumbre y vi como su ceño se profundizó y en sus
ojos brilló algo parecido al miedo. ¿Pero miedo a qué? Me pregunté mentalmente.
—¿Cómo sabes sobre el desarrollo de los bebés, Rose? Noté que eres una experta
prácticamente cuando cuidaste a Lizzy.
Comenzó a titubear
y a titubear…
—Eh…yo…en
realidad…no sé cómo…—así que finalmente zanjó el tema. —No puedo hablar de eso,
Bella. Hace mucho que no lo hago y de hecho me vine a Manhatthan dejando esa
parte de mi vida atrás.
¡Mierda santa! ¿Qué
le habría pasado a Rosalie en su pasado? ¿Habría dejado un niño abandonado
también? No parecía tener la figura de una mujer que hubiese dado a luz
recientemente. Y por supuesto que desde que yo llegué a Le Madeimoselle,
tampoco. Había varias interrogantes y sombras sobre esta chica exuberante y
triste que ahora estaba en mi departamento.
—No te preocupes.
No te voy a presionar para que me lo cuentes. —dije no sin cierto retintín.
Un poco más
aliviada medio sonrió. Miró su reloj y dijo: —Ya es tarde. Gracias por dejarme
pasar un tiempo con ustedes. Hacía mucho tiempo que no pasaba tiempo con nadie
tan relajada. Gracias, Bella.
—Gracias a ti por
esa cena hipercalórica. Era justo lo que necesitaba.
Caminamos hacia la
puerta y los siete pasos que dimos los hicimos en silencio. En el umbral se
volteó con una expresión algo torturada y agregó:
—He hablado contigo
y con Angela más de lo que he hecho con nadie en más de un buen tiempo. Gracias
por no presionar ni indagar sobre mí.
Solo de la boca
para fuera, querida. Me dije a mí misma. Por dentro me estaba carcomiendo la
curiosidad de una manera abismal, pero por lo visto ya me estaba haciendo un
poco mejor en eso de ocultar mis pensamientos o impulsos.
—No te preocupes,
Rose. Cuando estés lista, hablarás de eso. Y si no lo estás nunca, pues estará
bien también. No a todos nos gusta echar luz sobre nuestros pasados
desagradables y debemos a prender a respetar esa forma de pensar de las
personas. —una sonrisa indulgente. Eso fue lo único que me salió en ese
momento. —Vuelve cuando quieras.
La despedí con la
mano y cerré la puerta. A los pocos minutos salió Angela de la ducha con la
cabeza envuelta en una toalla. Miró hacia todos lados y me preguntó por Rosalie.
—Se tuvo que ir.
Dijo que ya era muy tarde. Y en realidad lo es; son las once y media de la
noche. Ahora me toca a mí tomar una ducha e irme a la cama. Estoy muerta.
Buenas noches, Ang.
—Buenas noches,
Bella. Y gracias por dejarme dormir aquí. —Angela era una chica tímida y fácil
de llevar. Me complacía enormemente tenerla como mi asistente personal en esa
vorágine de responsabilidades que me había supuesto mi aun no asegurado
ascenso. Todo se definiría mañana en el evento de caridad del Saint Gabriel´s
Childrens.
Más abrumada que de
costumbre me metí en mi habitación y luego a la ducha. Pensé que las cosas no
podían empeorar a mi ansiedad más cuando me acosté y noté un gran vacío a mi
espalda me descubrí a mí misma haciendo una barricada de almohadas en las
cuales apoyarme para poder medio relajarme.
Maldito fuera
Edward Cullen. Resulta que no podía dormir tan bien como creía sin él como
creía.
Y maldita mi
debilidad por ese hombre que sería mi perdición.
Planear un evento
es una cosa seria para cualquiera que emprenda un proyecto así. Pero cuando las
magnitudes de este llega hasta las más altas esferas sociales entonces
toooooooooooooooooooodo es más complicado. En The Cyclone recibimos en la
mañana a más de trescientos niños procedentes del orfanato San Gabriel´s
Childrens los otros doscientos estaban entre hijos de celebridades, ejecutivos
de Le Madeimoselle, las distribuidoras e hijos de trabajadores. Eso sin contar
los más de seiscientos adultos que estábamos presentes también. Así que había
unas buenas mil cien personas yendo y viniendo desde los puestos de comida a la
entrada a la montaña rusa e incluso a la tienda de souvenirs en donde se
estableció el personal de publicidad que yo dirigía para entregar a los
invitados las franelas distintivas del evento de caridad, los cotillones llenos
de dulces para los pequeños y las mentadas bolsas de regalos para los invitados
VIP.
Estos últimos
haciendo gala; en puntuales ocasiones; de sus aires de “divismos”. Como fue el
caso de un diseñador de modas muyyyy afamado que pretendió armar un escándalo
solo porque no le llevaban un vaso de Jack Daniels a su mesa con vista a la
bahía. Angela tuvo que sacarme de una interesante conversación con un nuevo
cineasta independiente en ascenso y su esposa para atender la eventualidad.
Visualicé su
cabello blanco agarrado en una coleta y sus lentes oscuros característicos que
no hacían nada por esconder la ira que
desprendía en ese momento pues hacía ademanes despótico tanto para su personal
como para el que yo dirigía. Conocía a este personaje por televisión, nunca por
trato más había llegado a verlo de lejos en uno que otro evento de la compañía.
También recordaba muy bien que era una de las personas a las que no le
importaba promover las imágenes de chicas demasiado delgadas en sus campañas,
colaborando así con la expansión de la bulimia o la anorexia. Eso dicho por
varias fuentes informativas y anexo a eso se había metido con una de mis
cantantes favoritas solo por su sobrepeso…así que el personaje en cuestión no
contaba con mi más alta estima precisamente.
Me acerqué a él y
le llamé a parte de la pequeña congregación de personas y “negocié” con él:
—Isabella Swan.
Jefa del departamento de publicidad de Le Madeimoselle y una de las
coordinadoras principales de este evento de caridad ¿Puedo ayudarle en algo?
El muy petulante me
dirigió una mirada apreciativa por encima de sus lentes de sol y al final hizo
una mueca de hastío y prepotencia.
—Sus habilidades
como organizadora de eventos es bastante pobre, señorita. Este evento está tan
gerenciado que ni siquiera puedo encontrar un trago de whiskey aquí. Y ni
hablar de que en su mayoría los puestos de comida expiden chatarra
hipercalórica.
Fue entonces cuando
saqué mi máscara favorita: La de Arpía, por primera vez en esa noche.
Sonreí con malicia
y crucé los brazos a la vez que golpeaba mi bíceps con el dedo índice una y
otra vez. Taconeé con mis botines Uggs color chocolate para desesperarlo y
procedí a responder a sus demandas:
—Lamento que el
evento y mis habilidades profesionales no estén a la altura que usted está
acostumbrado. Para eso no tengo ninguna explicación que le resulte justificada.
Más para lo que si tengo es para la comida y bebida. La primera fue pensaba
para los “verdaderos” necesitados en este lugar que son los niños del Saint
Gabriel, los cuales no están demasiado familiarizados con foie gras ni sushis
como usted comprenderá. Y como son los niños el eje central de este día tampoco
nos pareció adecuado habilitar el expendio de alcohol en las instalaciones del
parque. —y para finalizar… —Ya sabe cuánto nos preocupamos en la empresa por
ser un buen ejemplo para los pequeños y no promover conductas autodestructivas
como el alcoholismo en las generaciones futuras. —Sabía que él estaba
atravesando un escándalo mediático de esa índole, lo que lo dejó con la boca
abierta ante mis comentarios. —No querrá usted salir en las noticias armando
una escena solo por un poco de whiskey a las rocas ¿no es cierto?
Disfruté como una
niña cuando a través de los cristales de
sus anteojos le vi casi hasta las cuencas y luego entrecerrarlos con
indignación.
—¡No se atrevería
usted!
—Señor, tengo
cincuenta representantes de la prensa principal del Estado de New York y la
reputación de un evento y una compañía que proteger…¿De verdad cree que no lo
haría? —casi me iba cuando utilicé mi último naipe. —Dejo en sus manos si gusta
beber un ginger ale o un whiskey. Y también la decisión de si ambos nos
encontraremos en las primeras páginas de todos los diarios. —pasé por el lado
de Angela que me miraba anonadada muy cerca de donde estábamos él y yo y le
susurré antes de seguir de largo. —Vigílalo de cerca y si insiste en hacer un
escándalo busca a Rathbone del New York
Times. Luego me llamas.
—Sí, Bella.
—asintió tímida pero muy sonriente como siempre.
—Mira que meterse
con Adele…mamón insoportable…
—murmuré por lo bajo mientras volvía al evento.
El día continuó así
como el vaivén de entrevistas y fotos con Carlisle, Esme y Edward tanto para
periódicos como para televisoras. El ambiente entre los tres no podía ser más
tenso más los reporteros no parecieron darse cuenta de ello. Más yo sí. La
cabeza principal de la compañía prefería conversar con los invitados VIP sobre
cómo lo estaban pasando, la directora de imagen hacía lo mismo tanto con
personalidades reconocidas como con la prensa a partes iguales y Edward…bueno,
él estaba como yo; repartiendo órdenes a diestra y siniestra para solucionar
cualquier eventualidad y cubrir todos los detalles.
La seguridad del
evento era fuerte, pero al caer la noche muchas placas con el NYPD en ellas se
dejaban ver por la calle W 10th St y sus alrededores. Las puertas de The
Cyclone estaban cerradas por la seguridad tanto de los niños como de las
celebridades así que solo los identificados podían ingresar al evento con el
brazalete que los identificaba como invitado y el grupo al que pertenecía.
Todos esos tenían un código personalizado para evitar ingresos indeseados.
Además de eso ambulancias con paramédicos estaban apostados a las afueras del
lugar en caso de cualquier emergencia y un pequeño grupo de ellos estaba
apostado bajo un puesto habilitado dentro del parque que atendieron unos cuantos
raspones por caídas y dolores de panza por tanto comer dulces y helados…sin
embargo el día pasó sin ningún episodio lamentable…has que apareció Jacob.
Yo estaba sentada
en el mesón de recolección de donativos verificando los montos alcanzados con
varios trabajadores del departamento de recursos humanos; pues su director
Tyler Crowley fue sumamente colaborador con Edward y conmigo para lo que
necesitamos en el proceso de planificación; cuando él se me acercó por la
espalda y me colocó la mano en el hombro. Estrechándome este en ese instante.
Por supuesto que en una primera instancia no supe que era él y pensando que era
Edward le estreché los dedos con cariño y no se los solté hasta que no terminé
de revisar los dígitos. Cuando despegué mi muy satisfecha vista de las hojas de
registro y me percaté de que era Jacob quien me agarraba con tanta
familiaridad, me irrité. Y sé, por el gesto tenso que todos tuvieron en la mesa
que no hice nada por disimularlo.
Me sacudí su mano
sin gentileza y lo miré con hostilidad.
—No me gusta que se
tomen esas libertades conmigo. Tú lo sabes muy bien.
Sus ojos se
abrieron sorprendidos…
—Yo…lo siento,
Isabella. Solo quería saludarte pero tú…
—Yo pensé que era
Edward. —respondí de manera gélida y eso pareció ofenderle. Dio un respingo
como si lo hubiese golpeado y luego frunció su ceño con mal genio.
—Pues no. Edward no
es el único que te puede saludar. No seas absurda. —me gruñó.
Lo tomé por el
brazo y lo arrastré unos metros lejos de donde esta hacía un momento y nos
acerqué sin pensarlo a una papelera. Lo miré con rabia durante un largo
instante y luego hablé.
—Que sea la última
vez que me haces eso en público.
—Fuiste tú la que
me estrechó la mano durante un buen rato. No yo, Bella. —su sonrisa malhumorada
me sacó de mis casillas.
—¡Ya te dije que
pensaba que eras Edward!
—Pues no. No lo
soy, gracias al cielo. —luego trató de quitarle peso a la cuestión con un gesto
de indiferencia con la mano. —Además, deja de sobreactuar. Fue solo un apretón
de manos.
¡¿Un apretón de
manos?!
—Tengo una relación
con Edward, como tú y el resto de la empresa también sabe. — dije entre
dientes. —Y no tengo el más mínimo deseo de que se esté chismorreando por ahí
sobre otro círculo amoroso con ustedes dos de factores comunes. —no pudo hacer
nada por disimular su asombro. En cambio yo no hice el más mínimo intento en
disfrazar mi desagrado. —Sí, ya me enteré de lo de Tanya. De ella no me
extraña, pues siempre me pareció una zorra desagradable y presumida. Pero de ti
si, Jacob Black. Porque a pesar de lo que me dijiste la última vez que
conversamos, nunca creí que pudieses actuar en contra de una persona como lo
hicieron ustedes dos contra Edward.
Sonrió exasperado y
se metió las manos en los bolsillos de
sus tejanos de marca. Luego me encaró con expresión de incredulidad.
—¿Y tú eres tan
ilusa como para creerle que solo él fue la víctima? ¡Por favor, Bella!
Oooobviamente él solamente te contará su versión de los hechos. —su expresión
se tornó sombría —Te apuesto lo que quieras a que él no te dijo que Tanya quedó
en estado y él se aprovechó de todo lo que pasó para desentenderse del niño. Y
no solo eso, sino que después de eso ella perdió el bebé por tanto estrés y
Cullen se negó tan siquiera a verla. ¡¿Él te dijo eso, Bella?! ¡Dime! ¡¿Te lo
dijo?!
No…la verdad era
que Edward no me había dicho nada de eso. De hecho, ni siquiera me lo había
mencionado cuando hablamos. Claro que cuando lo hicimos no dejé que
profundizara demasiado en nada para que no se agravara el estado de la migraña
que tenía esa tarde…pero ¿Cómo pudo ocultarme todo eso? Eso solo lo mostraba
como un ser frío…sin corazón.
Pero no lo era… yo
mejor que nadie sabía eso. Sabía que Edward sufría pero ignoraba hasta que
nivel lo hacía. Y es que me era imposible pensar que le hubiese dado igual que
su hijo…muriera. En cambio Tanya…¡Dios no sabía que pensar!
Pero no dejaría que
me viese amilanada por la situación.
—No con tanto
detalle como lo has hecho tú, Jacob. O con tanta sorna, debería decir. La
verdad es que yo tengo una relación con Edward, no con su pasado. Y lo que te
reclamo a ti es que me pongas en una situación donde se pueden dar comentarios
hirientes sobre esa época. Así que abstente de estarme toqueteando y más si hay
gente presente. —sentía las piernas temblando y las manos frías pero nadie lo
supondría por la seguridad con la que zanjé la discusión con él.
Aparentemente mis
palabras le dolieron pues sus ojos se volvieron tristes y mentiría si dejara
que me regodeé en su miseria…aunque estaba en la posición perfecta para
hacerlo.
—Lo quería todo
contigo, Swan. Quizá no lo demostré suficiente, pero me gustabas en serio. —no
me estaba mintiendo. Su tono y mirada tristona me lo decían. —Hasta que llegó
ese Cullen y te atrapó…
Levanté la mano
para hacerlo callar.
—¡Él no está
conmigo por venganza! —dije indignada.
Fue su turno de ser
sarcástico entonces…
—Claro que sí,
Bella. —quiso tomarme por la barbilla pero giré la cara. Apretó los dientes con
irritación. —Él no es el epítome de la perfección como tú le crees. Deberías
abrir los ojos.
Estreché los ojos y
lo asesiné con la mirada.
—Sé muy bien que no
lo es. De hecho, sé que es tan imperfecto que eso me llamó la atención de él
desde que lo conocí… —¡Bam! Gancho directo a su ego —y no le importa
demostrarlo delante de quién sea. Hasta de su mismo padre. El siempre ha tenido
el poder de sorprenderme en todos los aspectos. Por eso y más siempre ha sido
él. —upercut y gancho bajo.
Y así se acabó mi
primer momento de arpía de la noche, que había sido en defensa de Edward. ¡Vaya
día!
Al ponerse el sol,
un precioso crepúsculo en tonos corales y azules se entre mezclaban divinamente
en el cielo. Y para magnificar su espectro magnífico fue el turno de los
malabaristas, escupidores de fuego y gitanas de invadir el parque para el
entretenimiento de todos. Las donaciones e invitados seguían llegando y el
personal, incluyéndome, seguíamos al pendiente del más mínimo detalle del
desarrollo del evento.
Me dirigí hacia la
montaña rusa que era donde estaba el director del orfanato, Mike Newton. Cuando
se percató de que me acercaba a él se alejó del grupo de pequeños que ordenaba
en fila para subir al aparato en cuestión. Le batió el cabello a alguno y me
encontró poco antes de que lo alcanzara.
—Hola, señorita
Isabella. Todo ha salido magnífico hoy. Ha sido un gran día para estos niños, de
hecho creo que no se ven nada interesados por las donaciones puesto que han
aprovechado al máximo la diversión gratis en el parque. Mi pequeño personal
también está agradecido por toda la logística que han tenido para con nosotros.
—Me tomo eso como
que se han mantenido correctamente abastecidos.
—Por supuesto que
sí. Muchas gracias.
—No se merecen,
señor Newton. Y vengo a darle una noticia que le va a mejorar el día aun más. —sonreí
con aire cómplice —Casi hemos alcanzado los dos millones de dólares. Quizás
para el cierre del evento ya lo hayamos alcanzado.
Sus ojos brillaron
con emoción y vi que el pobre se mordía el labio por dentro tratando de
contener las lágrimas.
—No…saben lo
importante que es eso para…nosotros. – su voz era ronca. Conteniendo lo que me
imagino que era un alivio de muchas tensiones que pasaba el pobre para llegar a
fin de mes con todas esas criaturas que demandaban tantos cuidados. —¿Puedo
darle un abrazo, señorita Swan?
Asentí satisfecha
aunque un poco incómoda por no estar muy acostumbrada a ser tan demostrativa.
Menos con un extraño, pero supuse que la ocasión lo merecía. Mike me estrechó
entre sus brazos y dejó escapar un suspiro entrecortado que supuse que de no
haber tanta gente quizás hubiese estado acompañado de las lágrimas con las
cuales se empecinaba en luchar. Y lo admiré un poco más por querer mantener la
entereza en un momento así.
Alguien se aclaró
la garganta y ambos nos soltamos. Edward se movió rápido y se colocó a mi lado
tomándome de la cintura en un claro gesto posesivo aunque su cara parecía
cordial. Cosa que no me creí ni por un instante. Mi cavernícola no era
así…aunque en realidad había cosas de él que yo aun ignoraba.
—¿A qué se debe
tanta emoción? —preguntó con una tranquilidad perfecta. Como si sus dedos no
estuviesen a punto de dejarme un verdugón de lo apretada que me tenían.
Le seguí el juego,
al fin y al cabo no estaba haciendo nada que tuviese que esconder.
—Estaba
comentándole al señor Newton que ya casi alcanzamos la suma de dos millones de
dólares para el Saint Gabriel.
Con toda esa
elegancia tan propia de sí, sonrió satisfecho…
—Creo que pueden
hacer bastante con esa suma, Mike.
El pobre hombre que
aun no podía con la emoción lo vio con expresión de estar pensando
<<¡Acaso estás loco!>>
—Claro que haremos
mucho con eso, Edward. —no le pasó desapercibido ese brazo que me presionaba
contra él y nos vio de manera casi sorprendida. De pronto pareció recordarse de
algo —¿Trajiste a la pequeña Elizabeth?
Entonces me di
cuenta de que él sí que se mantenía en contacto con él. He de ahí los tuteos…
Negó con la cabeza
categórico.
—Elizabeth está en
la casa hoy con mi ama de llaves y la chica de servicio. Preferí dejarla porque
tanto Bella… —me estrechó un poco más —como yo íbamos a estar sumamente
ocupados aquí y no nos parecía justo someterla al tedio de tenerla de brazo en
brazo con el sol de tarde y luego el frío de la noche.
—Por supuesto. Por
cierto, no sabía que ustedes dos eran pareja. No me di cuenta de ello cuando
fueron al orfanato…
Pero antes de que
yo pudiese responder, Edward se me adelantó:
—Habíamos tenido
una pequeña pelea de pareja en ese momento, pero poco después lo arreglamos. —besó
la coronilla de mi cabeza y siguió hablando de cómo había transcurrido el
evento benéfico.
Admiré el descaro
de ese bastardo, al mentirle a Newton tan seguro de que yo no le iba a
contradecir que se le notaba relajado a mi lado. Quizá Jacob si tenía razón y
yo le veía demasiado perfecto…
—¿Cierto, Bella? —preguntó
Edward llamando mi atención.
¿De qué estaban
hablando? No tenía la más puta idea. Así que hice lo que cualquier despistado
haría en mi situación: sonrojarme como una tonta y admitir que no estaba
escuchando.
—Lo siento. Estaba
pensando en unas cosas que tengo por hacer…
—Le decía a Mike
que Lizzy ya tiene molestia en las encías por los dientes. —agregó Edward con
naturalidad.
—Oh, sí. Hace poco
lo notamos. Aunque el pediatra ya nos lo había dicho cuando la llevamos por
primera vez.
Mike se mostró
bastante sorprendido por lo mucho que compartíamos con la pequeña a pesar de
nuestras agendas llenas de responsabilidades laborales. No pensó que el
apadrinamiento lo llevaríamos de manera tan excelente y mucho menos cuando
ninguno de los dos era padre. Bueno, uno lo era pero fallido. Aunque Newton no
tenía porqué saber eso y yo no dejaba de preguntarme si hubiese preferido saberlo o no. ¡Pero que
tonta! Por supuesto que prefería saberlo aunque ahora tuviese a las dudas
achicharrándome las neuronas con sus latigazos de inseguridad.
Quedamos en vernos
al cierre del evento luego Edward y yo nos fuimos agarrados de la mano,
atravesando la multitud que plagaba a The Cyclone. Aun yo seguía en
modus-zombie.
Entonces noté que
Edward me llevaba casi a rastras hacia la casa de los espejos del parque. Traté
de frenarnos pero los tacones hacían un patético papel al lado de sus fuertes tirones. Ignoró a unos niños que se
burlaban de mí cuando pasamos por su lado al ver cómo me llevaba. Le hizo un
asentimiento al chico de la puerta y este trancó y aseguró la puerta tras dejar
que solo nosotros entráramos al lugar. El
poder del dinero, me dije a mí misma.
—¿Hasta dónde me
piensas arrastrar, Edward Cullen? —grazné entrecortadamente mientras peleaba
con todas mis ganas para zafar a mi pobre muñeca de su fuerte agarre.
Me dejo en mitad de
un pasillo con una luz muy pobre y frente a un espejo en el que nos veíamos
pequeños y gordos. Sentí la dureza de la pared cuando me aprisionó contra esta
y me miró con intensidad a los ojos.
—Te vi hablando con
Black. Él intentó tocarte y tú desviaste la cara y luego discutieron. ¿Qué
pasó? —después de todo lo que el “citado” me había dicho de él me sentí muy
irritable y sí que se lo hice saber…
—El que tiene rabo
de paja, no se arrima a la candela… —le gruñí. —Se supone que el que tiene algo
escondido debería estar un poco más manso ¿no crees?
Sus ojos primero se
desenfocaron y luego se entrecerraron con rabia. Él lo sabía.
—Ese maldito
cretino no tiene derecho a contarte mis intimidades.
—Creo que él estaba
un poco “demasiado” implicado en tus intimidades como para ponerse tiquismiquis
con la información. Además de que sabes que no te quiere demasiado.
—Cuéntame lo que te
dije.
Todo era una orden.
Una exigencia. Una demanda. Hasta cuando llevaba las de perder, Edward Cullen
era un maldito tirano megalómano.
—Mierda, Edward.
¿Es que eres incapaz de dirigirte a mí como mi pareja en vez de cómo a una
secretaria? —un rictus amargo se coló en su boca. —¡Demonios, te estaba
defendiendo!
Abrió los ojos
sorprendido.
—¿Defendiéndome?
—Sí. Aunque no te
lo mereces por ocultarme algo tan importante. ¿Cómo puedes guardarte eso de que
perdiste un hijo y quedarte tan tranquilo conmigo?
Entonces se alejó,
se mesó el cabello y me miró sonriendo impasible.
—¿Tranquilo? ¡No he
podido estar en paz conmigo mismo porque no te había dicho eso!
—¿Entonces por qué
no me lo dijiste y te liberaste? ¿eh?
—¡Porque no es
fácil, carajo! ¡Un año y medio después no es fácil decirte que tengo un hijo
muerto! ¿Feliz? —me gritó a un palmo de la cara.
Respingué ante cada
reproche e hice algo que no esperábamos ninguno de los dos.
—No. —negué con
solemnidad mientras apresaba su cara entre mis manos —Jamás podría ser feliz
viéndote sufrir tanto. Ese es el problema de los que nos enamoramos. Nos
hacemos vulnerables frente a los que queremos.
Ya estaba. Lo había
dicho. En el peor de los momentos. Justo cuando podía quedar como una redomada
idiota por no saber sobre el pasado de Edward.
Hubiese sido ideal
que acariciara mi barbilla y me dijera >>Mierda,
Bella. Estuve esperando mucho para escucharte decir eso<< o algo por
el estilo. Pero lo que vino a continuación fue demasiado placentero como para
replicar.
Me pegó contra la
pared de nuevo e invadió mi boca con agresividad. Tomando sin devolver nada,
como un pirata. Sus manos tiraron de mi cabello y echaron mi cabeza hacia atrás
para que él pudiese avasallar mi cuello con labios y dientes. Jadeé en
respuesta y acerqué su cadera contra las mías y subí una pierna para poder
refregarme de manera indecente contra su miembro que se empalmaba sumamente
rápido bajo nuestra caricias mutuas.
—Me estás volviendo
loco… —jadeó en mi boca —y lo estás consiguiendo.
Entonces volvió a
besarme con intensidad mientras me soltaba para maniobrar con su jean y
cinturón. Yo hice lo mismo con los míos.
Liberó su erección
y bajó mis pantalones solo lo justo para que pendieran bajo mi trasero. Me dio
la vuelta de un tirón y me dejó de cara a la pared mientras acariciaba mi
clítoris con posesividad y se acariciaba a sí mismo entre el pliegue de mis
nalgas. Fue entonces cuando recordé al molesto tampón que tenía entre las
piernas.
Sentía cada
centímetro de Edward tanteando en la entrada de mi ano y retrocediendo hasta mi
coxis de nuevo, reclamándome con urgencia y algo más que no podía identificar.
Quizá era necesidad… o talves era miedo. No lo sabía.
Su boca jadeaba al
lado de mi oído y me dejaba entender lo mucho que necesitaba dejarse
ir…desfogarse y dejé que fuese en mi cuerpo cuando lo hiciera.
Siempre querría ser
yo el desahogo de su alma.
Enamorada hasta las
trancas del tirano-cavernícola. Perdida incondicionalmente.
*Marie K. Matthew*
Fascinante cada vez me gusta masssssssssssss ,eres un genio...Me dejas siempre sin que decir de la emocion al leer cada capitulo ,gracias preciosa,sigue asi ...Besos ....
ResponderEliminarme encanta esta historia, me quede en shock con la noticia de que edward perdio un hijo con tanya...
ResponderEliminarbella ya le confenso que esta enamorada de el y viceversa...
cuando habra nuevo cap..
Entre mañana y pasado, linda... ;)
ResponderEliminarGracias, Nydia...besos para ti también, cielo.
wow....Nena, me haz sorprendido inmensamente con tus escrito...nunca me decepcionas y me dejas con cara de complacidas....vaya, tu talento nos deja atónitas y convencidas a un más de que en un futuro puedas mostrarles a muchos más que tan buena escritora eres...=)..besos y espero pronto actualización.....Cuídate muchísimo, Dios te bendiga y saludos desde Colombia
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