martes, 30 de octubre de 2012

CORAZÓN DE CRISTAL - Capítulo Décimo Octavo





Este separador es propiedad de THE MOON'S SECRETS. derechos a Summit Entertamient y The twilight saga: Breaking Dawn Part 1 por el Diseño.



"Error"

Emmett POV:

Rose seguía frente a mí esperando una respuesta a mi comportamiento. Se cerró su salto de cama plateado de seda en torno a su estilizada cintura y reacomodó la cortina dorada brillante que tenía por cabello intentando disimular el nerviosismo que la poseía en ese momento. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de aquello, cuando la pobre evitaba mirarme a los ojos directamente. Y menos falta hacía para entender que lo que había pasado en aquella sala era un completo desastre. Un error garrafal.
Me reacomodé los pantalones pero ni siquiera hice el intento de colocarme la camisa dentro de estos. Era absolutamente innecesario, además de idiota en esa situación.
—Mierda, Rosalie…mierda. Lo siento tanto… —me estrujé el cabello sin ninguna delicadeza.
Eso bastó para paralizarla en seco y que ella se quedara mirándome fijamente con expresión inescrutable.
—¿Lo sientes por qué, Emmett?
—Siento haberte tratado tan inadecuadamente. Así… ¡Demonios! Yo no soy así. Jamás he tratado a una mujer como lo acabo de hacer contigo. No es correcto. —no entendí porqué pero pareció relajarse ante mis palabras. De hecho, medio sonrió.
—No te preocupes, Em. Somos adultos, no adolescentes. A veces estas cosas simplemente pasan. Además, no me arrepiento de nada. —alguna especie de brillo extraño se posó en su mirada, pero fui incapaz de reconocerlo en aquel momento en que las emociones y sensaciones me barrían, dejando un rastro de culpa detrás de ellas.
Se acercó hasta mí y me sonrió con dulzura. Extendió su mano y acunó mi rostro. Me sentí aun más culpable cuando experimenté lo terso de su tacto mezclado con la elegancia y la delicadeza que la definían y que me acariciaban con cierto titubeo.
—No era así como me hubiese gustado que ocurriese una primera noche entre nosotros, pero a pesar de eso no me arrepiento de nada. —muy tarde reconocí esa clase de sonrisa esperanzada. ¡Carajo! Al parecer no podía hacer nada bien esa noche.
Aparté la mano de Rose con toda la gentileza de la que fui capaz en aquel dichoso momento y retrocedí para decirle sin necesidad de palabras que estaba malinterpretando las cosas.
—Rose, tú eres una gran chica…
Su postura de tensó más de lo que ya se había puesto cuando me aparté de ella y en sus labios apareció una sonrisa cínica.
—Oh no ¿Este es el momento en el que me dices que fue "sexo sin ataduras de ningún tipo"? Soy tan estúpida. —caminó un poco más lejos de mí, pero la seguí en un intento desesperado de no perder a esa única amiga que había tenido en meses.
—Rosalie, es en serio. Eres una gran persona y yo no quiero hacerte daño de ninguna manera. No, cuando tú has estado conmigo en esas noches en las que me quería sacar a Bella de la cabeza… —su repentina expresión horrorizada me hizo detener el flujo de palabras. —Fui claro cuando salíamos…
—No, Emmett. No fuiste claro en lo absoluto. En ninguna cita me explicaste que estábamos saliendo para que te olvidaras de la mujer que está perdidamente enamorada de tu hermano y el cual también lo está de ella. —disparó sin saña, pero no por eso hizo menos daño. —¿Hasta cuándo vas a seguir con ese tema, Emmett? Edward e Isabella no tienen ojos para más nadie que no sean ellos. Cualquiera puede ver eso, excepto tú que al parecer sufres de alguna especie de "ceguera selectiva" o algo así.
No solo había molestia en lo que decía sino que además de eso, podía ver el dolor que le habían producido mis palabras. Aún así fui tan estúpido como para querer seguir defendiéndome sin pensar bien en lo que decía:
—Nunca te dije que fuesen citas lo que teníamos.
Ella dio un respingo que hizo que su postura se volviese automáticamente orgullosa.
—Tienes razón, Emmett. Aquí la que cometió el error fui yo cuando me lancé por un hombre que seguramente me estaba follando mientras pensaba en otra. ¡Qué humillación! —esto último lo dijo en un susurro cargado de pena y vergüenza.
—Pensé que éramos amigos, Rosalie. Hablábamos tan cómodos mientras tomábamos algunas cervezas. No creí que tú sintieses más cosas por mí, más allá de una amistad.
Mis intentos por explicarme eran bastante patéticos. Trataba de justificarme, y lo que hacía era hundirme cada vez más en el foso que iban creando mis palabras. No deseaba perder la amistad de ella, pero tampoco quería crearle ilusiones que no iba a poder llevar a cabo, ni ahora ni más adelante. ¿Acaso nadie se daba cuenta de que yo estaba enamorado de Isabella Swan? ¿Era solo Edward el que se daba cuenta que la deseaba? No podía creerlo.
—¿Tienes ojos en la cara, Emmett? —me espetó con sarcasmo. —Porque yo si sé cómo actúan los amigos. Ya sabes, tengo algunos. Pero a ti siempre te traté diferente, sin molestarme siquiera en disfrazar el interés que tenía. Supongo que es difícil ver la verdad aunque la tengas en las narices, cuando no es lo que esperas. Si hubiese sido Bella el resultado hubiese sido distinto ¿Cierto? —una carcajada vacía y nada feliz se escapó de su garganta.
No pude más que guardar silencio y bajar la cabeza, mientras buscaba desesperadamente en el disco duro de mi cerebro las diferentes expresiones de cariño de Rose en cada ocasión que había estado a mi lado. Pero era algo imposible en ese momento ya que mis neuronas se negaban a cooperar y me dejaban frente a ella con una expresión de perdedor y además de patán idiota. Caminó a la puerta y me indicó la salida.
—Adiós, Emmett.
En el umbral me giré hacia ella que se negaba a mirarme a la cara.
—No quiero que esto interfiera en…
—No permito que mi vida personal influya en la profesional. Seguiré siendo la profesora de piano de tu hermano, es una responsabilidad adquirida que disfruto haciendo. Jamás abandonaría a Edward a su suerte en algo que le apasiona tanto. Y mucho menos, lo haría por ti. Buenas noches. —trancó la puerta con un portazo y me dejó viendo las formas grabadas en la madera.
Respiré profundo y caminé derrotado hasta mi auto. Su puntualización me hizo un daño que no esperaba. Cuando pensaba que la noche no podía ir peor, fui a la casa de Rosalie para hablar con ella y terminé follándomela como si fuese un caballo en celo. A la que pensaba que era mi amiga. Mi amiga. Una que al final resultó tan herida que ahora no soportaba verme. Puede que fuese un muy buen abogado, pero el resto del tiempo no era más que un asno.
Aceleré en dirección a la casa, con la esperanza de dormirme y que así terminara esa maldita noche de una vez por todas.


*.*.*.*.*
Había veces en las que odiaba los sábados. Normalmente era cuando tenía que trabajar los fines de semanas en algún caso que me presentara unas sorpresivas evidencias que necesitara utilizar como agravantes o atenuantes en el juzgado. En resumidas cuentas, odiaba sacrificar aquellos días que tenía dispuestos para soltar el condenado estrés al que me veía sometido de manera fija durante casi toda la semana. Pero ese sábado deseé que el trabajo me hubiese ahogado entre miles de papeles y pruebas que estudiar a profundidad para así tener una excusa perfecta de no estar en casa.
El intercomunicador del portón de la entrada sonó y Carlisle; que era el que iba de camino a su estudio y estaba más cerca del condenado aparato; atendió al llamado.
—¿Sí?
—¿Papá? Es Edward.
Un pitido bajo sonó.
—Ya está abierto, pasen.
—Gracias.
Yo estaba en la cocina tomando el desayuno y desde allí podía escuchar todo con claridad, así como también pude hacerlo cuando las pisadas de un par de pies irrumpieron en la entrada.
—Buenos días, señor Cullen. —la muy acostumbrada cortesía de Isabella Swan hacía gala de presencia.
—Buenos días, Bella. ¿Cómo estás, hijo? —sonaron una palmadas. Supuse, sin miedo a equivocarme, que habían sido en la espalda de mi hermano.
—Bien, papá.
Pasado un momento Carlisle se aclaró la garganta y volvió a hablar:
—Me alegra verte de nuevo por aquí, Isabella. ¿Quiere decir eso que reconsideró su renuncia?
—Bella, papá. Es Be – lla. No le gusta que la llamen Isabella. —Edward le reprochaba a Carlisle como si hubiese cometido un error tonto y él estuviese cansado de corregirlo. De seguro que si no estuviese tan encabronado con "la vida" me hubiese partido de risa en el momento. Aunque Carlisle si lo hizo.
—Vale…vale. Discúlpame. Bella ¿Qué me dices entonces?
—De eso precisamente venía a hablarle, señor Cullen, pero también me gustaría hablar con su esposa. —lo imaginé asintiendo mientras me llevaba a la boca una cucharada de cereal. El que por cierto ya se estaba ablandando mucho para mi gusto.
Me puse en pie y vertí el contenido en el fregador. Activé el triturador y lavé el cuenco. Un ruido detrás de mí hizo que me girara: era Edward que hurgaba en los gabinetes y podía adivinar qué era lo que buscaba.
—Hola, Ed. Buenos días.
Giró su cara, me dedicó una sonrisa y se giró de nuevo para seguir buscando.
—Hola, hermano. Buenos días.
—¿No crees que es algo temprano para que comas galletas de canela?
—No.
—Yo creo que te pueden salir lombrices si comes tanto dulce por la mañana. Eso dicen…
—¿Quién lo dice?
—No lo sé. Mamá y papá nos lo decían de pequeños.
—¿Y a ellos quién les dijo? —su voz sonaba amortiguada al estar metido de cabeza en el mentado gabinete.
Me encogí de hombros por costumbre, aunque él no podía verme.
—Supongo que sus padres. Los abuelos.
—Jummm…
—¿Te comerás las galletas igualmente? —insistí ya desde la salida de la cocina.
—Sí.
—Como quieras. —dije a punto de reírme, hasta que vi que en la encimera del mesón había un cd de éxitos de Elvis Presley.
Tragué grueso sin querer preguntar: Pero antes de que pudiese irme Edward me comentó:
—Me lo regaló Bella anoche. Dice que hay una canción allí a la que le recuerdo.
—¿Si? —dije como si tal cosa. Como si no hubiese sentido que alguien me pateaba en la boca del estómago.
—Ajá. Se llama "Angel". La bailamos esta madrugada, como en la película que me enseñaste ¿Recuerdas?
—Respiré con lentitud sin tratar de darle demasiadas vueltas a las palabras de él. Madrugada, baile…¡Mierda!
—Estás molesto. —agregó él en un susurro entre tanto apretaba el refractario de plástico transparente que contenía las dichosas galletas de canela de Alice. No me preguntaba, solo me comentaba lo que él observaba. En ese momento me molestó un poco que fuese tan detallista.
—No.
—Mientes.
—Claro que no.
—Sí, si lo haces. —y se quedó tan redondo, como quien sabe que tiene la verdad absoluta y no pueden contradecirle.
Suspiré dándome por vencido. Si no le seguía la corriente íbamos a permanecer el día entero entre "sí" y "no.
—¿Estás molesto porque estoy con Bella de nuevo? —repentinamente su actitud se volvió titubeante y su voz sonó preocupada, lo cual hizo que se me hiciera un nudo en la garganta que no me dejaba respirar con normalidad. —Yo no quiero hacerte daño, Emmett, pero sin Bella no quiero estar. Me sentiría como si me faltase algo aquí… —se colocó la mano en el pecho. —Como pasó cuando ella se fue. Lo siento, hermano.
Alargué mi mano, lo tomé de la nuca y lo acerqué para darle un fuerte abrazo. No podía comportarme como un idiota, al menos no con Edward. Y mucho menos cuando se preocupaba "por cómo me sentía". En repetidas ocasiones; sobre todo en la última semana; en que había podido compartir parte de mi tiempo con él, me era difícil creer que tuviese alguna clase de autismo pues era una persona sumamente inteligente. Tanto, que a veces ponía en seria duda eso de que su condición no les permitía ser empático. Solo necesitaba un poco de tiempo para conocer el estado de ánimo de las personas con las que estaba o analizar la situación la que se desarrollaba en cierto momento. No hablaba demasiado, pero cuando lo hacía, era como una radio a la que le era imposible parar de hablar hasta que dejara bien claro su punto de vista.
—Óyeme bien lo que te voy a decir, Ed. Jamás en la vida me voy a molestar contigo porque estés con Bella, porque sé que ella es tu felicidad. Así que quédate tranquilo por eso. Te quiero demasiado como para poner distancia entre nosotros por una mujer, así sea una tan hermosa y especial como ella. Si estoy disgustado es conmigo mismo, por comportarme como un idiota.
—Oh. —se apartó de mí y me miró. —¿Por qué te portaste así?
—No lo sé, la cosa es que no traté a una dama como debía. Ahora ella me detesta y yo tengo la sensación de que he arruinado algo importante. —Me restregué la cara con las manos en clara señal de que la situación me tenía estresado.
La noche anterior la había pasado prácticamente en vela. La expresión desolada y herida de Rosalie me había atormentado durante horas, haciendo que mi mente entrara en conflicto con el maremágnum de sentimientos que tenía: la felicidad de ver a Edward tranquilo y sonriente de nuevo, la sensación de emoción bizarra y egoísta que tenía cada vez que veía a Bella deseándola para mí. Todo eso sumado a la pena que me producía perder la amistad y el cariño de Rose. Mis neuronas se empeñaban en explicarme que había hecho lo correcto al sincerarme con ella, pero algo en mi pecho se negaba a comprender esa teoría solo para putearme la noche y el sueño.
—Pues pídele disculpas por ser un idiota. Yo tuve que hacerlo con Bella por ser grosero con ella ¿Recuerdas?.
Asentí con una media sonrisa. Como si pudiese olvidarlo. Llevarlo a su casa había sido el detonante de lo que ahora me estaba pasando.
—Te haré caso, Ed. Aunque sinceramente dudo que eso surta efecto.
De repente escuchamos un taconeo y la suavidad de la voz de Esme bajando las escaleras junto con Carlisle. Ambos volteamos en dirección de donde venía el sonido amortiguado de las voces de nuestros padres.
—Mamá bajó. —comentó Edward con seriedad. Se volvió hacia mí. —Debo irme.
—No deberías. De seguro Bella desea hablar con ellos en privado. —no había terminado de hablar cuando ya estaba negando con la cabeza. —¿Qué pasa? ¿En qué no estás de acuerdo?
—No voy a dejarla sola, porque sé que tiene miedo aunque no me lo diga. Tengo que estar a su lado.
Asentí y lo vi alejarse por el comedor hasta llegar a la sala de estar.
Con todo el disimulo del que era dueño traté de pasar hacia las escaleras sin ser visto. Lamentablemente Carlisle venía prácticamente arrastrando a Edward en dirección al comedor:
—…Pero es que no quiero dejarla sola, por favor.
—Edward, tanto Bella como tu madre necesitan arreglar algunas diferencias que tuvieron hace unos días. Así que mejor les ahorramos la incomodidad de tener que soportar nuestras miradas ¿No lo crees?
El otro, a pesar de mantenerse reticente dejó que nuestro padre lo llevara del hombro hacia los dominios de Alice, quien por cierto disfrutaba de su día libre precisamente en ese momento. Basta destacar que aun seguía estrangulando su refractario de plástico.
—¿Por qué no sirves unas cuantas galletas de esas para ambos mientras yo busco un poco de leche para ambos? —intuí que Carlisle trataba de entretener a Edward con cualquier herramienta que estuviese a su alcance, porque él jamás comía dulces por la mañana.
—Sí, papá. Por cierto, no estoy muy feliz contigo por hacerme dejar sola a Bella en una conversación tan seria.
Seguí subiendo los escalones en silencio mientras reía por las ocurrencias y el temperamento de mi hermano.
—Hijo, créeme que cuando dos mujeres tienen esa clase de charla, los hombres salimos sobrando. Lo mejor "y lo más sano" es que salgamos huyendo de allí lo más pronto posible. Son reglas de supervivencia masculina que deberás ir aprendiendo.

Alice POV:

         Estaba acomodando en la alacena las compras que había hecho en el supermercado y me estaba llevando más tiempo del que normalmente me hubiese tomado. Había algo que estaba demandando mi atención mucho más que la posición de donde colocar la condenada ketchup Heinz.
Cuando salía de la tienda con las bolsas de las compras, me topé con una persona que no era de mi agrado. María. Ella era una de esas chicas a las que la vida había decidido favorecerla por todos lados; tanto físico como económico.  Menos en un sentido que requiriera que ella usara su cerebro para algo que no le beneficiara. Y como no, ella no podía dejar pasar la oportunidad de joderle la vida a alguien a quien ella consideraba como "ser inferior". Al parecer la malcriada había pasado por allí por un par de bocadillos libres de gluten para ella y su par de guardaespaldas rubias que eran tan intelectuales como Paris Hilton, cuando yo tuve la mala suerte de toparme con ella.
Su lustrosa melena negra se batía soberbia en dirección del viento. Iba vestida con un conjunto deportivo de Adidas que constaba de una camiseta y un pantalón de licra de color negro con rayas amarillas. Sus amigas la flanqueaban, una con un conjunto exactamente como el de ella y la otra con un pantalón largo y una camiseta fucsia con rayas rosas. ¡Fabuloso! Había tenido que soportar las intrigas de "esa" con público.
—Me enteré que estabas saliendo con Jasper Hale, Alice. —tenía una sonrisita patética que dejaba claras lo malintencionadas de sus intenciones.
Opté por acomodarme mejor mi gran bolsa ecológica en el hombro y seguir de largo, pero la muy atorrante me siguió unos pocos pasos.
—Sabía que eras pobre pero ignoraba que además fueras maleducada. —rechiné mis dientes con rabia pero me aferré con todas mis fuerzas a mi autocontrol y seguí en mi camino a los taxis que estaban ya más cerca. Pero antes de poder llegar tuve que soportar algo que me había calado hondo a pesar de que me había esforzado por disimular que no me había importado demasiado.
—Jasper es genial en la cama, cariño. Pero yo que tú me cuidaría con él. Tiene ciertos detallitos que en definitiva no son agradables porque ¿A quién le gustaría lidiar con "algo" así?. Quizá tú eres más fuerte que yo en ese sentido. —no pasé por alto ese tono condescendiente en sus palabras. Incluso llegué a escuchar algunas risitas a mis espaldas  pero no estuve segura a quién le pertenecían. Cuando giré me di cuenta de que estaban a más de seis metros de mí. O sea que cualquiera podía haber escuchado sus estupideces.
Le sonreí con autosuficiencia como si sus palabras no me hubiesen afectado en lo más mínimo y ataqué, porque podían meterse conmigo pero no con los míos. No si no desean verme como una leona con sus cachorros.
—¿Sabes, María? Cuando Jasper me dijo que habían tenido algo en el pasado no me extrañó. —la aludida parecía confundida. Mucho mejor. —Me pareciste muy hermosa desde que nos topamos hace ya un par de años en la universidad. Pero solo eso: hermosa. Ni talentosa, ni inteligente, ni bondadosa, ni educada. Solo atractiva. Así que si no fuiste capaz de sobrellevar lo delicado de la situación de Jasper, tampoco me extraña. Porque tampoco te creía valiente. Así que sí, tienes razón. Yo soy más fuerte que . Y eso me convierte justo en lo que él necesita. Lo cual me hace bastante feliz.
Se quedó parada con cara de impotencia tanto ella como sus secuaces al tiempo en que me giraba sobre mis talones y me montaba en el taxi con una sensación de triunfo bastante vacía. Por muy buena actriz que hubiese resultado ser en ese momento, no había podido convencerme de que todo estaba tan bien como yo lo creía.
Había algo que yo no sabía. Y aunque quizá no fuera tan grave como ella lo había pintado, no sabía si en realidad tendría el coraje suficiente para sobrellevarlo. Pero en serio quería saber que era aquello.
Fue entonces cuando el sonido del crujir de la grava me sacó de mis pensamientos. El motor de un auto deteniéndose rompió con el silencio casi absoluto que solía reinar en torno a la casa. Un portazo. Unos cuantos pasos y ¡ding dong!.
Sabía que era Jasper quien  estaba detrás de la puerta. Pero por primera vez no salí a abrirle como una colegiala. Usualmente lo hacía cada vez que él se dignaba a aparecer en el umbral. Esta vez necesitaba hacer acopio de toda mi calma para no salir de buenas a primeras a preguntarle como una niña de cinco años desesperada sobre las acusaciones de María. Sería como sentar un mal precedente sobre cómo sería en una relación en un futuro cercano. Así que actuar como una "creyente ferviente" de chismes de las ex no figuraría como un logro en mi currículum amoroso el cual no estaba repleto precisamente de demasiados aciertos.
—Hola, pequeña. —murmuró con cierta nota de timidez en su voz. Cosa que me perdía totalmente, ya que no era habitual que un abogado que era tan sagaz frente a un jurado y cientos de clientes, se mostrara tímido frente a una chica de un metro cincuenta. Según él y unos cuantos más, yo poseía rasgos de duendecillo que conferían un poco de aire infantil a mi rostro de mujer.
Di los dos pasos que necesitaba para aferrarme a su cintura y subí mi rostro para recibir su beso de bienvenida que no tardó nada en llegar. Al principio fue tan dulce como corrientemente era, pero de pronto me sorprendió cuando su lengua en vez de irrumpir con un tiento casi temeroso, se movió con una sensualidad deliberada que me excitó más allá de lo que hasta aquel momento habían conseguido sus caricias furtivas y repentinas que nos habíamos dado el uno al otro en pocas ocasiones. No es que fuese una mojigata, pero ya había tenido suficiente de relaciones en las que por ir tan rápido no me percataba de lo pronto que se acababa la parte linda y comenzaba la fea realidad.
Le devolví el beso con la misma intensidad, aferrándome como un koala a su cuello. La puerta se cerró de un portazo que él había dado. Terminé recostada a la pared que daba hacia la entrada de la cocina y que llevaba hacia el comienzo de las escaleras. Me aferré a los suaves rulos dorados que adornaban su nuca mientras abría aún más la boca en un intento desesperado de tomar un poco más de aire sin necesidad de romper el beso. No ahora. Sus caricias me decían mucho aunque su boca no había pronunciado nada más que su tímido saludo, porque a pesar de que sus labios y lengua se movían hambrientos; sus manos se aferraban con fuerza a la curva de mi cintura casi de una manera dolorosa intentando no llevarlas a lugares que condujeran las cosas más allá de esa intimidad que estábamos comenzando a construir a partir de entonces.
Internamente le agradecí, puesto que si él hubiese hecho ademán de acariciarme los pechos o las nalgas, le hubiese separado de mí. No estaba lista para tener sexo con él por mucho que me gustara y lo deseara. Había un punto en la vida en la que tenías la sospecha de que el sexo podía echar a perder o salvar ciertas situaciones. En esta ocasión me inclinaba a por la primera, ya que teníamos que conversar sobre algo que se me había clavado como una espina en el pecho. Por mi sanidad mental debía saberlo.
Así que bajé mis manos hasta su pecho y lo aparté con delicadeza de manera que no pensara que su beso no me había gustado porque ¡Definitivamente me había encantado! Pero o detenía a mi cuerpo o me ganarían las hormonas.
—¡Wow! —jadeé cuando nos separamos.
Sonrió con retraimiento que era más propio en él.
—¿Ese fue un "wow" de bueno o un "wow" de malo?
—Un "wow" de "asombrosamente genial". —le acaricié la mejilla con el pulgar y lo arrastré conmigo a la cocina.
Tomó asiento en la pequeña mesa de cuatro puestos mientras yo abría la nevera para sacar una lasagna de la nevera y colocarla en el horno antes de sentarme frente a él. Quería sacar el tema, de verdad que quería pero no sabía cómo hacerlo sin que Jasper pensara que yo estaría creyendo cada chisme o insinuación de ellos que llegaran a mis oídos acerca de él.
—¿Cómo estuvo tu día?
Extendió uno de sus brazos para enredar sus dedos con los míos mientras me sonreía de medio lado.
—Estuvo bastante aburrido hasta esta tarde… —comenté insegura. Tomé valentía en vez de un respiro y dejé salir la cosa lo mejor que pude. —Cuando me topé con una chica que estudia en la misma universidad que yo. Ella estaba en Negocios y me llevaba tres semestres por delante. Hace poco me comentó por privado en instagram, que era ex tuya. —la sonrisa que había estado en su rostro se apagó apenas dije la carrera que estudiaba, sabiendo de inmediato de quién le hablaba. Como si mis palabras fuesen una especie de interruptor. Aun así me mantuve firme en mi decisión de saber qué era eso "tan horrible" que él escondía. —…detalle que ignoraba totalmente. Y aunque eso no me incumbe, puesto que todos tenemos nuestro pasado, sí que me gustaría saber acerca de "eso" tan grave que le confesaste a ella en cierto punto. No sé si crees que aún no estamos en ese punto de la relación en el que deberíamos hablar del tema; sea cual sea; pero no puedo ignorar que su comentario me…inquietó.
Sus dedos soltaron a los míos enredándose entre ellos mismos. Las facciones de su rostro se le tornaron sombrías y sus ojos demostraron que estaba pensando en cosas profundas. Temí que hubiese cometido un error garrafal con una persona que me gustaba demasiado como Jasper lo hacía, aun más si resultaba que solo era un chisme de pasillo de hermandad. Pero esa perra llamada: intuición femenina, me decía que debía esclarecer ese tema que me estaba retorciendo las neuronas en busca de algo de luz sobre las sombras que la bruja de María me había echado encima.
—Dime que fue exactamente lo que "ella" dijo. —el énfasis que hizo en la palabra me dejó bastante claro que la conocía y que el concepto que tenía de esta no era precisamente halagador. —No omitas nada, Alice.
Alice. No pequeña, solo Alice. La cosa pintaba bastante mal de entrada.
—Habló acerca de un "secreto" e hizo la referencia de que era horrible. Eso sin mencionar la alabanza a tus habilidades en la cama. En resumen, eso fue todo. —después de eso sufrí un pequeño acceso de nerviosismo y comencé a disparar palabras sin pensar demasiado si estaban en concordancia con mi deseo de saber acerca de lo que él podía esconder. Y si, definitivamente comencé a sufrir una especie de crisis de inseguridad. —A lo mejor eran simples comentarios para molestarme. A María no parezco agradarle demasiado. Ignora lo que dije solo…¡Oh Dios! ¡No sé qué pensar o qué creer!
Tomó un respiro con seriedad y comenzó a soltar todo:
—He cometido errores en mi vida, como todos, y María fue uno de los más grandes. Aunque fueron traspiés que no hubiese querido llevar a cabo, lo hice y no puedo cambiarlo. No puedo arrepentirme de ellos ya que cada uno me dejó una clase de enseñanza, incluso a pesar de ella misma. Aprendí que debí darme cuenta de la mujer superficial y fría que era detrás de su belleza, antes de decirle que tenía una hija… —¡Bam! Directo al pecho y sin anestesia… —que padece de cretinismo. Que es una especie de enanismo. —¡Bam! Segundo disparo fulminante directamente en el pecho.
Aunque quería demostrar que lo que ella había dicho no lo afectaba una nota de tristeza mezclada con rabia se coló no solo en sus facciones sino en la posición tensa que tomó de repente aunque sus hombros se notaban un poco encorvados.
—Sí, Alice. Ese es el Secreto Horrible del que te habló María, quién tildó a mi hija de "fenómeno". Por supuesto que no me lo dijo en mi cara, sino que se dio a la tarea de comentarlo con ciertas amistades que teníamos en común hace casi dos años atrás. Fue una relación de casi siete meses en la que los últimos tres fueron una pesadilla llena de celos sin sentido, egoísmo y malicia.
Estaba atónita no podía decir ni una palabra por la impresión que me había llevado. Solo podía parpadear como una caricatura y mirarlo casi con la boca abierta; cosa que el aprovechó para seguir descargándose.
—Nos conocimos cuando yo estaba terminando la carrera de derecho y ella apenas entraba a la universidad. Me gustaba de ella que era muy extrovertida y coqueta. Salimos y después de poco más de dos meses saliendo, le pedí que fuera mi novia. Fue entonces cuando le diagnosticaron a mi hija de dos añitos una afección en la glándula tiroidea. Al principio ella disimuló muy bien al permanecer a mi lado, cuando la pequeña se mudó de casa de mis padres en Phoenix, quienes me apoyaron con ella mientras yo trabajaba y terminaba mi carrera. Trabajaba en Port Angeles medio día en un café y luego salía corriendo hasta Forks para entrar a clases muerto de cansancio. En fin… pasados unos meses ella no soportó la situación y se vio menos capaz de disimular su comodidad cuando mi Charlotte estaba en la misma sala que ella. Así que terminamos. Luego de eso llegaron unos comentarios desagradables a mis oídos que ella había hecho, pero eso sería la introducción a lo que otras personas me dirían después. No sabes lo mucho que me molestaba que dijeran cuando veían a la niña: ¡Oh, pero que pequeña! ¡Qué chiquita es! ¿No es un poco chica para su edad? En fin, he tenido que blindarme para que esos comentarios no me afectasen demasiado y para tratar de evitarle a Charly que tenga que lidiar con los prejuicios de la sociedad.
Un silencio se instaló en medio de ambos. Las palabras que lo quebraran serían determinantes para nosotros: o nos fortalecía o nos rompía para siempre.
—¿Y su madre? —la pregunta salió de mi boca más que de mi cerebro. Las dudas me hacían una madeja de estambre a la que no le veía ninguna punta por la cual comenzar a desenredar.
El cinismo reflejado en una pequeña risita hizo acto de presencia en él.
—¿Su madre? ¿Considerarías "madre" a una mujer a la que prácticamente tuve que rogarle que no la abortara? Porque sinceramente, yo no. Cuando Charlotte nació me la entregó inmediatamente y no he vuelto a saber de ella en cuatro años. Y tampoco es que me interese demasiado.
—Jasper, no puedo evitar preguntarte esto ¿Cómo diablos terminas relacionándote con dos mujeres así? Y no es que yo sea una santa pero ¡Dios! En algún momento debiste haber visto algún atisbo de sus verdaderas personalidades. —parpadeé frenéticamente mientras negaba con la cabeza tratando fútilmente de comprender todo y aceptarlo al mismo tiempo. —Decirte que asimilar esto en una sentada es sencillo sería una completa mentira. Me hubiese gustado que en los momentos en que hablábamos sobre nuestros pasados hubieses tocado estos temas y no que haya tenido que venir una extraña, a la que por cierto no le guardo nada de aprecio, para sacármelo a colación. —hubiese querido suprimir mi tono de reproche pero eso tampoco pude hacerlo. —¿Cuándo lo hubieses hecho si María no hubiese soltado su lengua viperina? ¡¿Cuántos meses más tenían que pasar para ganarme tu confianza, o por lo menos para demostrarte que no era una desgraciada sin corazón como ellas?!
Sus ojos se abrieron de par en par y lanzó sus manos a por las mías de nuevo pero las aparté. No era momento de arrumacos, sino de la verdad.
—¡Alice, jamás pensé que fueras como ellas!
—¡¿Entonces por qué tuvimos que esperar hasta ahora para tener esta charla?!
—¡Porque quería estar seguro de ti! —me gritó desesperado y al momento vi como se arrepentía. —No…yo…Alice, yo no…
Levanté la mano y lo hice callar. Sabía cuál era esa expresión fría que se me instalaba en el rostro cuando hacía eso. No porque lo hubiese ensayado, sino porque conocía el efecto que tenía en los demás y Jasper no fue la excepción al quedarse paralizado, esperando un ataque defensivo por mi parte y de paso el corte de nuestra relación en seco.
—Jasper Hale, no sabes cuantas noches, mañanas y tardes me comí la cabeza pensando en el porqué de que un hombre tan educado, algo tímido y caballeroso me hacía el centro de sus atenciones; y hoy no puedo evitar pensar que estaba en una especie de tiempo de prueba mientras que se me analizaban mis habilidades como novia – mujer – posible madrastra. —junté mis manos y recargué mi mentón sobre ellas mirándolo a los ojos. Trataba con todas mis fuerzas de no romper en llanto, puesto que no me gustaba mostrarme vulnerable. —Quizás soy una tonta por sentirme ahora un tanto decepcionada y hasta herida, pero no puedo dejar de pensar que no me veías como una "persona de confianza" ni siquiera cuando ya utilizabas conmigo el apelativo de "novia".
—¡Demonios, Alice, no! —se levantó para rodear la mesa, usar su fuerza para girar mi silla y arrodillarse frente a mí con expresión torturada. Apresó mis dedos con los suyos con cierta desesperación. Bajé la vista hasta ellos. —Mírame, por favor. No, pequeña, no rehúyas tu mirada. Te dije que he cometido errores, pero nunca creí que tú fueses a formar parte de esa lista. Por eso me abrí a ti más que a cualquiera, Mary Alice Brandon. A ti y solo a ti. Es verdad que no hice las cosas bien, pero ¿Podrías perdonarme por tener miedo? No fue fácil encontrarme con una personita que me robase tantas sonrisas y que me inspirase tanta ternura que no fuese mi Charlotte. —apoyó su frente en la unión de manos. —Alice, en cuestión de semanas me tenías de rodillas por ti ¿Cómo diablos crees que te voy a meter en la misma categoría que a María y Kate? Lamento haberme comportado como un idiota, pero también compréndeme tú cuando te estoy mostrando mis heridas más dolorosas. —algo húmedo se deslizó por mi muñeca. Conmovida le levanté el rostro y me definitivamente se me partió el alma cuando vi esos ojos verdes enmarcados en rojo. Acaricié con suavidad un lado de su cara.
—Normalmente no me convencen tan rápido, pero de cierta manera te entiendo. A pesar de que aun no me tomo a bien como pasó todo esto, puedes estar seguro de que estaré contigo hasta que así lo queramos ambos. No será la existencia de Charlotte ni mucho menos lo de su afección lo que nos separe… —entonces hablé con severidad. —…pero ya no podrán haber secretos así entre ambos. Respeto tu intimidad y más tu pasado, pero no quiero que vuelvas a guardarme información así de importante ¿Vale?
Jasper agarró con ternura mi cabeza y la acercó a la suya hasta que nuestras comisuras se rozaron. Una lágrima de él se deslizó por su mejilla y como estábamos tan pegados también me mojó el rostro cuando bajó.
—Nunca más, pequeña mía. Te lo prometo. Y con respecto a mi bebita,  gracias por aceptarla. Sé de primera mano que no es fácil lidiar con situaciones adversas de esta magnitud por lo cual agradezco tu valentía.
Me besó con la misma desesperación que en la entrada y lo dejé a la vez que acariciaba su lengua con la mía y viceversa. Lo interrumpí de nuevo para preguntar algo importante:
—¿Cuándo la conoceré?
—Cuando quieras. —no había rastros de dudas en su tono, así que yo no tenía porque hacerlo sobre su sinceridad.
Tomé sus cabellos de oro entre mis dedos y me enganché a su cintura. Se puso de pie sosteniéndome por la parte posterior de los muslos y me llevó hasta unas de las encimeras para seguirnos besando largamente.
No tardé casi nada en sentir un bulto que crecía y palpitaba cada vez que su pelvis embestía contra la mía. Jadeé. Adelanté mis caderas para recibir más fricción todavía; pude sentir como la calidez de mi excitación se volvía líquida y manaba directo a las bragas que tenía puestas.
—Me estás matando, Alice. —dijo en una especie de gemido. Su desespero me causó gracia.
—Creo… —titubeé y la sonrisa que antes había tenido en mi rostro se transformó en ansiedad. —que este es "el momento"
Los ojos casi se le salen de las cuencas y su sonrisa torcida se volvió pícara. A pesar de todo eso, supe que para él todo esto era importante porque sus manos comenzaron a temblar.
—¿En serio, pequeña? —asentí. Me miró solemne. —Te voy a cuidar, Alice. Y si me salgo con la mía, lo seguiré haciendo por siempre.
No podía ensanchar más mi sonrisa así como tampoco podía sentirme más enamorada de ese hombre, aunque aún no se lo hubiese dicho a la cara. Le indiqué el camino hasta mi habitación, el cual recorrí enganchada a su cintura como si de una prenda de su propia ropa se tratase. Esa era una de las ventajas de ser pequeña, delgada y de haber practicado gimnasia durante siete años.
Me recargó en la cama y luego se posicionó entre mis muslos. Seguíamos perfectamente vestidos y por eso me quejé cuando el celular se me encajó en el trasero. Lo saqué del bolsillo. Y justo cuando iba a tirarlo sobre la mesa de noche el condenado aparato repiqueteó anunciando un mensaje de texto. Estuve tentada a ignorarlo pero luego pensé que podría ser Bella con malas noticias desde la casa de los Cullen y eso fue lo que me forzó a abrirlo. "Llegaré tarde hoy. Cenaré con los Cullen. Todo salió bien".
Sonreí satisfecha y más tranquila. Halé a Jasper de la camisa y le besé varias veces de manera juguetona sobre sus labios.
—Por lo visto hoy los astros conspiran a nuestro favor. Bella recuperó su trabajo.
—Eh…que bueno. Me alegro por ella y por Edward, que dejará de estar guindado en esa silla suya que parece un saco de boxeo. —reí al imaginarme la cara que pondría el novio de mi amiga si escuchara al mío referirse así a su amada silla. Sabía que su apego a ella iba ligada más a una sensación de seguridad que por aferrarse a una pena por despecho.
A pesar de que no dudaba de la sinceridad de las palabras de Jasper, no pude ignorar su ceño fruncido que tenía justo allí. Lo que me llevó a responder a esa pregunta que sabía que por educación no se atrevía a hacerme:
—Conspiran a nuestro favor también, porque a partir de hoy aún más interesante que antes. —su ceño de relajó de inmediato, dándole paso a la expectación. —Aunque tendremos que bajar un poco los decibelios en cuanto escuchemos el ensordecedor sonido de la chevy de Isabella.
Sus pupilas brillaron excitadas al comprender todo.
—Entonces debo aprovechar cada segundo para hacerte gritar con libertad.
Y nuestras prendas comenzaron a caer desperdigadas por el suelo una por una.

*.*.*.*.*
¡Una actualización más! y dos encuentros que no podrían ser más distintos aunque lo intentaran. ¿Qué opinan de ellos? Díganlo en los comentarios!
Oh…y de nuevo: Disculpen la tardanza, mis chicas.
Un besote. Nos seguimos leyendo.
Marie C. Mateo




2 comentarios:

  1. hay me encanto pero la que mas tristesa me dio es rosalie si sera soquete ese emmett mientras mas hablaba mas se hundia ,y que bueno que salio todo bien para bella y que recupero su trabajo
    me encanto el capitulo esperare con ansias el proximo todos los dias entro para ver si hay alguna actualizacion
    besos que estes bien

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  2. Hola buenisimo el capitulo que bien que Bella recupero el trabajo espero que las cosas mejoren cada dia con Edward en cuanto a Emmett ay que te puedo decir si antes no me gustaba su actitud ahora menos lo digo por la manera en la que trato a Rosalie oye que facil ir a su casa y deshaogarse de esa manera con ella y luego tratarla como si fuera un objeto lo peor que ni siquiera se cuido pobre Rosalie que desilusion se llevo y con lo de Jasper me sorprendio que tuviera una hija que bueno que le dijo a Alice y no siguio ocultandoselo asi que ahora que Maria quiera hacer sus comentarios mal intencionados Alice va a estar preparada para defenderse hasta el siguiente capitulo
    saludos y abrazos desde México

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