viernes, 1 de febrero de 2013

TIRANO Décimo - Primer Capítulo:




 “El ganador se lleva todo

Bella POV:
Lo tenía a mis espaldas, respirando ahora tranquilo en mi oído. Sus labios fluctuaban con suavidad desde detrás de mi oreja hasta mi cabello y de nuevo a su punto de partida. Mi frente seguía recargada de la fría pared en medio de mis dos manos que de no estar allí, temblarían vergonzosamente. En mi cerebro mis neuronas se negaban a dejar de atormentarme con mis propias palabras.
“Jamás podría ser feliz viéndote sufrir tanto. Ese es el problema de los que nos enamoramos. Nos hacemos vulnerables frente a los que queremos.”
Necesitaba auto convencerme de haber hecho una estupidez. Al menos eso era por lo que gritaba el lado racional de mi cerebro, el cual me indicaba que mientras más rápido asumiera eso podría seguir adelante. Pero entonces el lado visceral se paraba de manera sublevada y le recriminaba su mezquindad al no querer reconocer que lo que había dicho era nada más que la verdad. Eso más su tacto revolviéndome las hormonas después de regalarse a sí mismo y a mí un orgasmo improvisado y delicioso en “La casa de los Espejos” en pleno evento de caridad a favor del orfanato Saint Gabriel´s, fue demasiado para mí que me removí para deshacerme de él. O al menos de la tortura que me estaban infligiendo él y mi divido cerebro.
Pero con un movimiento hábil me volvió a pegar a la pared solo que esta vez mis muñecas terminaron entre sus manos y su boca en mi oído:
—Shhhhh. Quiero limpiarte, Bella. Sé buena y quédate quieta mientras lo hago. —susurró con voz ronca y sexy.
Arrastró a mis extremidades por la pared con una deliberada lentitud y me separó de esta dejando mis caderas inclinadas hacia él todo cuanto pudo. Escuché el roce de lo que supuse que era su mano en el bolsillo trasero de sus jeans luego pasó la tela suave por la raja de mi trasero llevándose en este todo rastro del clímax que había dejado en mí. Con suma delicadeza deslizó sus yemas por el pedazo de mis muslos que había quedado desnudo, tomó mis bragas y subió haciendo lo mismo. Posteriormente hizo lo mismo con mis pantalones.
Y yo, como la tonta que era cuando su roce estaba de por medio en las situaciones me estremecí con cada caricia.
¿Cómo podía si quiera cuestionar mis sentimientos por ese hombre cuando con solo un toque ya me tenía bajo el dominio de su hechizo? Estaba en problemas…estaba en un jodido problema.
De golpe me separé de él cuando trataba de cerrarme la cremallera. Ya me encargué yo de hacer todo eso. Él hizo lo propio con su pantalón mientras me veía con el ceño fruncido. Yo solo clavé mi mirada en él, como si en algún momento pudiese leerle en la frente todo lo que estuviese pensando y que no me decía en ese momento.
—Sé lo que estás pensando. —dijo mientras se acomodaba la franela por fuera del jean. Me limité a seguirlo viendo esperando que siguiera hablando. Mi corazón latía desaforado y me amenaza con ponerse en paro por tanto sobresalto en un solo día. —Y la respuesta a eso es…no sé.
—¿No sabes? —no quise que el sarcasmo se me notara tanto pero por lo visto no tenía control sobre ninguna parte de mi cuerpo en aquel momento. Ni siquiera de mi lengua.
—No, Bella. No puedo darte una respuesta que te haga feliz ahora.
Meneé la cabeza de lado a lado y me di media vuelta para irme con una sonrisa amarga en los labios.
Una respuesta que me hiciera feliz…ja! Menuda mierda.
—Bella, por favor. ¿A dónde vas? —dijo detrás de mí pero sin moverse un centímetro de donde lo había dejado.
—Afuera hay un evento que no se supervisa solo y de este depende que tenga empleo. —comenté con falsa actitud indiferente.
—No seas ridícula, Isabella. Sabes que no perderás tu empleo si no…
Me giré solo lo necesario para que viese la irónica risa que pendía de mis labios.
—Esa soy yo hoy, Edward. Una muy ridícula Isabella Swan.
—No hagas de esto algo más grande de lo que en realidad es. Sabes que me importas demasiado.
Y tuve que caminar más rápido, dar golpes en la puerta para que la abriera el chico de la entrada y salir disparada a…a donde fuese mientras estuviese lejos del Cullen que más me importaba y el cual podía causarme más dolor.
En el camino me topé con Angela quien me informó sobre el estado de todo lo que teníamos para regalar. Éxito total tanto con los huérfanos como con las personalidades. Más adelante me encontré a Ben Chenney que con el inventario de lo recabado nada en comida. Seiscientos mil dólares. Otro objetivo alcanzado y aún no acababa la tarde. Posteriormente Esme se acercó a mí para felicitarme por la gestión y varios del cuerpo ejecutivo tanto de Le Madeimoselle como de otras empresas invitadas. El hecho es que parecía que había logrado alcanzar lo que quería…al menos en materia laboral.
Edward buscaba la forma de acercarse a hablar conmigo pero yo lo esquivaba  de manera efectiva hablando con las personas que tuviese más cerca. Se veía frustrado pero eso no me podía importar menos en aquel momento. No necesitaba ponerme a llorar delante de extraños y mucho menos de él. Así que continué con mis labores de evasión lo máximo que pude. O sea, hasta las ocho de la noche que fue cuando Carlisle nos hizo subir a ambos a la tarima en donde se encontraba el DJ para anunciar el monto alcanzado y hacer entrega del cheque simbólico (el real se lo haríamos llegar unos días después en el orfanato) a Mike. Quién posteriormente fue también solicitado en la tarima.
El presidente de Le Madeimoselle comenzó su emotivo discurso dando las gracias a todas las personalidades del espectáculo, diseñadores, ejecutivo y personal tanto de la empresa como del Saint Gabriel´s que habían acudido a aquella actividad. Le agradeció a su familia por ser la piedra angular de su vida (y en ese momento su mayor dolor de cabeza. Pero por supuesto que eso no lo dijo) luego pasó a Mike Newton quien según él hacía una labor sumamente loable en cuanto a la crianza de tanto niños desafortunados.
—Y como apoyo a esa fantástica tarea que has venido desarrollando, Mike. Tenemos el placer de entregarte este cheque por la suma… —Chenney y una chica que reconocí del departamento de RRHH; pero de la cual no pude recordar el nombre;  subieron al estrado con el estrambótico pedazo de cartón simbólico. —de ¡Tres millones de dólares!
Edward y yo nos giramos asombrados hacia el monto escrito en el cartel. ¿De dónde había salido el resto? Sabíamos que estamos cerca de los dos millones, lo cuales se alcanzaron y sobrepasaron por los seiscientos mil dólares lo que en total hubiese resultado en dos millones cuatrocientos mil ¿Así que de dónde había venido el resto? Dejé de darle vueltas a cosas innecesarias y me enfoqué en el aterrador micrófono que Carlisle me había tendido para hablar…
Diablos…
Tomé el aparato de porquería con un ligero temblor de manos y observé a la multitud (nunca había estado frente a más de diez personas frente a mí excepto en mi acto de grado de la universidad) que tenía prácticamente en mi cara. Los niños no me miraban muy interesados más sus cuidadores no le permitían moverse de donde los habían situado. Así que no me tomé como nada personal que algunos hurgaran en su nariz, otros susurraran a los oídos del que tenían al lado o más pendientes de los helados que tenían unos cuantos en las manos.
En cambio muchos de los VIP estaban clavados en sus smartphone y me ignoraban deliberadamente, como solo un adinerado idiota se cree con el derecho de hacer. A pesar de eso me aclaré la garganta y tirarme al abismo. No iba a fracasar en una cosa más en este día.
—Buenas noches a todos y muchas gracias por asistir tanto a las personalidades, ejecutivos como medios de comunicación. Les agradecemos mucho la colaboración prestada en este evento a favor del San Gabriel´s Children Orpham… —luego me dirigí a los que realmente importaban ese día… —Pero sobre todo quiero agradecerle a las personitas más importantes de hoy, que son todos ustedes niños. —ajá! Entonces obtuve su atención. —Gracias por acabar con todos esos hot dogs que pedían ser comidos y todos esos zumos y gaseosas que deseaban ser tomados por alguien. Ustedes salvaron el día al hacerlos felices a todos ellos. —los niños rieron de mi tontería y eso me infundió ánimos. —Si, pequeños hoy ustedes fueron los superhéroes de la jornada…así como lo han sido todos estos años en los que se han enfrentado a muchos obstáculos en su casa hogar. Por eso nos sentimos muy complacidos de decirles que este dinero es para que tengan camas nuevas… —gritaron y aplaudieron emocionados —escritorios nuevos, libros nuevos y mejores condiciones físicas en dónde viven. —sus brillantes ojitos me hicieron un nudo en la garganta pero me sentí orgullosa al ser capaz de tragármelo y hablar con entereza. —Hoy fue un día diferente para ustedes y si nos salimos con la nuestra sus vidas también serán diferente de ahora en adelante. Nos vemos pronto.
Me sentí abrumada por la ovación que recibí pero más por las caras de satisfacción de los dos hombres Cullen que me sonreían impresionados. Yo no entendí que era lo grandioso…solo me había limitado a ignorar a personas maleducadas y enfocarme en lo importante.
Tocó el turno de Edward. Este se mesó su cabello como cada vez que estaba nervioso…y yo que me quedaba como idiota como cada vez que lo hacía. Caminó al frente y habló. Dio gracias como su padre y se apegó más a la línea de Carlisle aunque de una forma más fresca y menos predecible. Me dije a mí misma que estos hombres eran más parecidos de lo que les gustaría admitir. Pasó por las diferentes actividades benéficas que había realizado la empresa y luego llegó a esta…
—Y es que nada de esto hubiese sido posible sin la aguda mente de Isabella Swan… —me señaló haciéndome el centro de atención de nuevo el muy maldi… —quien sugirió un día de feria en el que todos los involucrados disfrutaran de las atracciones. He tenido la oportunidad de trabajar aún más de cerca con ella… —que-carajos-iba-a-decir? —durante toda la elaboración de este evento y me he dado cuenta el gran valor que hay detrás de esa fachada de estratega que ella tiene. Los que hemos tenido la oportunidad de entrar en su vida somos sumamente afortunados. Y este evento es solo el comienzo de una carrera brillante…para una mujer excepcional.
¡Arg!!!! ¡Bastardo adulador! Me veía con esos ojos azul grisáceo con un brillo de arrepentimiento que estaba a punto de ponerme de rodillas. Como odiaba el poder de seducción de esa bestia llamada Edward Anthony Cullen.
Terminó su discurso…y no me di cuenta de que demonios dijo porque estaba perdida en sus palabras así que cuando vi que comenzaron a lanzarse los fuegos artificiales cerca de Long Island Beach me bajé del estrado.
Caminaba acelerada hacia el estacionamiento del parque. En el proceso aproveché para despedirme de varios invitados y felicitar a los trabajadores que estuvieron con nosotros trabajando todo el condenado día. Fue entonces cuando oí un llanto proveniente cerca del local de souvenir. Caminé apresuradamente hacia el ruido y detrás de este…es una esquina encontré a un pequeño hecho un ovillo. Con su carita metida entre sus piernas y se movía de atrás adelante en un ataque de nervios. Me acerqué a él con cuidado y cuando subió la carita pude ver que tenía unos preciosos ojos verdes que contrastaban exquisitamente con su cabello rubio rojizo. Unas diminutas pecas adornaban sus mejillas regordetas ahora surcada por lágrimas.
Sabía que era uno de los niños del orfanato porque lo había visto llegar con los demás, lo que ignoraba era cómo había llegado hasta allí y porqué lloraba.
Le tendí una mano pero él se limitó a mirarme temeroso. Pobre criatura.
—Hola, soy Bella ¿Cuál es tu nombre?
Nada. Solo sorbidos de nariz era lo que recibía en respuesta.
—¿No hablas? —insistí. En este caso él asintió.
—¿Te perdiste? ¿Por eso llorabas? —volvió a asentir.
Le sonreí con ternura porque era lo que ese pequeño me inspiraba en ese instante en el que temblaba como un cervatillo indefenso.
—Si quieres yo te puedo llevar con tus amigos. Soy alta y te puedo alzar para que los localicemos más rápido. ¿Te parece?
—Ajá. —habló por primera vez mientras asentía de nuevo.
Reí y abrí los brazos esperando que él se acercara a mí. Cuando lo cargué mis pies se quejaron. ¡Malditas Uggs nuevas! Se notaba que comía bien porque pesaba bastante.
Me causó risa que apenas lo alzara acomodó sus piernitas en torno a mis caderas y acomodó sus brazos en torno a mi cuello. Caminamos a través de la multitud que poco a poco iba saliendo, de los periodistas que terminaban de tomar fotos a las celebridades y socialités, a los encargados de la comida que recogían sus materiales de trabajo y cuando finalmente llegamos a donde se estaban agrupando los huérfanos me señaló emocionado hacia una joven algo robusta que parecía alterada, mirando en todas direcciones mientras trataba de mantener juntos a el grupo de niños que tenía a su cargo.
—¡Ifany!!!! —gritó el pequeño.
La chica que era blanca y rubia se puso pálida por un instante y luego salió corriendo a arrebatarme al pequeño de los brazos. Lo atrajo hacia sí y le dio un beso en la frente. Me pareció escuchar algo parecido a >>No vuelvas a hacerme eso jamás<< y luego lo soltó en el suelo para revisarlo. Constató que no tuviese ninguna herida, o al menos eso creía, y luego se puso en pie para encararme sumamente apenada.
—Lo siento mucho. Devon nunca se había apartado del grupo. Tuve que dejarla con una compañera porque necesitaba ir al baño y en ese interludio él se separó del resto. —me explicaba acelerada.
—Tranquila. Comprendo que no debe ser fácil cuidar a un niño, mucho menos a un grupo numeroso como el que ustedes manejan.
La chica sonrió aliviada al ver que no le reprochaba nada.
—¿Usted tiene hijos?
No. La verdad es que soy madrina parcial de una bebé de tres meses que el que es algo así como mi pareja sospecha que puede ser su padre. Ahhh y el que por cierto tampoco me quiere pero no se puede separar de mí. Supongo que es algo difícil de explicar.
Decidí guardar mi amargura y sarcasmo para mí misma y contestarle lo necesario.
—No. No lo soy.
—Por cierto ¿Dónde encontró a Devon? —preguntó la simpática chica.
El hábil pelirrojito señaló en dirección a mi espalda.
—Adá.
Ambas reímos y la chica volvió a cargarlo aunque se le notaba cansada. Por lo visto le tenía mucho cariño a ese niño.
—Estaba por el punto de los souvenir.
—Ah.
Edward y Mike Newton vinieron caminando hacia donde estábamos ambas. Opté por ignorar a ese par y enfocarme en la mano que la chica me tendía.
—Tiffany.
—Isabella. —le respondí.
—Oh, yo sé quién es. Bonitas palabras en el estrado.
No pude evitar sonrojarme le di las gracias y para cuando me despedía de Tiffany y de Devon, Edward y Mike nos dieron alcance. El primero se aseguró de que no lo esquivase asiéndome de la cadera y el segundo se agachó a hablar con el pequeño. No pude escuchar lo que ambos se susurraban…o quizá sería que no podía prestarle demasiada atención cuando tenía a mi mayor torturador asiéndome de la cintura. No lo miré en ningún momento aunque podía sentir el peso de sus ojos sobre mí. Tiffany se sonrojó cuando lo vio y le sonreía tímida mientras contestaba a lo que él le preguntaba.
Finalmente nos despedimos y emprendimos la salida de The Cyclone.
—Me estuviste evadiendo el resto de la tarde. —¿De verdad estaba recriminándome?
—Necesitaba espacio. —me sacudí su mano de la cadera cuando ya nadie nos podía ver. —Como ahora.
Se colocó frente a mí, haciéndome detener.
Suspiré exasperada.
—¡Dios mío, Bella! ¡Nunca quise que se arruinara lo de nosotros…!
Entonces la vi. Venía hacia nosotros muy segura de sí misma en unos altísimos pumb color gris plomo, un skinny jean negro y una camisa suelta de gasa. ¡Maldije a Tanya por ser tan inoportuna!
A Edward no le pasó desapercibida mi reacción y se giró para ver a quién veía con tanta fijación. Se pasó una mano por su cabello y gruñó: —¡Coño! ¡simplemente fabuloso! Lo que me faltaba.
—Hola, Isabella. —Hola, zorra. —Edward, que bien te ves.
La muy desgraciada se atrevió a comérselo en mi cara  con la mirada.
Le negué a mi lengua el derecho a moverse para saludarla.
—Vaya…—rodó los ojos con tedio. —no esperaba tanta alegría por verme.
—La habitual. Acostúmbrate. —le contestó Edward finalmente.
Hizo un gesto como si la hubiese herido tocándose el pecho.
—¡Ouch! Pero que yo recuerde…antes te ponías… —dirigió una lasciva mirada a su pene. —bastante contento de verme.
¡Demasiado perra para ignorarla!
—Pero fue antes de que se enterase de que eras una zorra desvergonzada capaz de acostarte con un compañero de trabajo. —ataqué. —Claro que yo creo que tal vez te confundiste de protocolo al ser una mujer comprometida y pensaste que revolcarte en la oficina con una de las manos derechas del que sería tu futuro esposo no estaba mal. —musité con falsa inocencia.
De estar atónita pasó a estar furiosa. Entrecerró los ojos y nos fulminó a ambos con la vista. Finalmente fijó su desprecio en Edward.
—No puedo creer que estés diciendo esas cosas de mí. Eres un poco hombre.
—Como tú…que eres muy poca dama. —respondió en tono venenoso.
Mi lado mezquino se retorció de felicidad al escucharle hablar así con la que una vez fue parte de su pasado y le había hecho daño.
—Nunca creí que llegases a convertirte en esto… —luego me miró a mí con desdén —No cantes victoria. De seguro serás una calientacama más del montón. En algún momento él se cansará de ti…
—O yo me hartaré de él y lo dejaré. —vi de reojo como él dio un respingo. —pero te prometo que cuando eso suceda no me acostaré con Jacob. Eso de ser parte de un triángulo amoroso… —chasqueé la lengua —no es lo mío.
Su rostro se puso lívido de la rabia y dio un paso hacia mí pero tras pensárselo mejor respiró profundo y pareció tranquilizarse. Solo el pronunciamiento de la vena en su frente delataba su humor.
—Caramba…caramba con la asistente agazapada. ¿Quién diría que después de volverse “alguien” se pondría tan fiera?
—¡Ya basta, Tanya! —le gritó Edward. —Que yo sepa la empresa en la tú trabajas te mandó en representación al evento. No a jodernos después del cierre. Así que vete a la mierda de aquí.
—¡Eres un maldito engreído!
—Solo obtienes lo que te mereces. ¿Vienes a joderme a mí o a los míos? Pues atente a las consecuencias. Moraleja del cuento: No-me-jodas.
—Ahhhhhh ¿Así que ella es tuya? —contestó ninguneándome con un gesto de la mano —Por qué poco me has cambiado.
Noté como él rechinó los dientes y contraatacó:
—Si te refieres a lo poco mujerzuela que es. Tienes mucha razón, Bella no lo es. Tú sí. Ahora….que si hablamos de damas…mejor lo dejamos antes de que salgas perdiendo por goleada.
Cansada de tanto dime-que-yo-te-diré me situé frente a ella y le dije en tono cansino: —¿De verdad necesitamos seguir recalcándote tus pocas dotes de lealtad y monogamia durante más tiempo? Porque esto empieza a ser molesto. Así que te agradezco imperiosamente que si quieres reñir de nuevo, hazlo un día que no estemos cansados.
Le enseñé la salida del estacionamiento y ella se limitó a lanzarme una sonrisa de autosuficiencia antes de irse.
Respiré con cansancio y me dirigí a mi fiel Nissan. Ya estaba bien de actuar como arpía durante el día. Primero Jacob y ahora esta…indeseable. Eso sumado al cansancio, al rechazo de Edward, a mi confesión humillantemente cierta y todo lo ocurrido el resto del día era demasiado para el cuerpo de esta mortal. Necesitaba una cama, una manta y una almohada que abrazar con urgencia.
—¿Me vas a seguir ignorando o vamos a hablar como los adultos que somos?
Finalmente me detuve cuando llegué a mi auto y me giré con los brazos cruzados.
—Ya déjalo ¿si? —le dijje con un tono dulce que no planeaba emplear en lo absoluto. —Solo quiero irme a mi cama…
—¡No! ¡No quiero que lo nuestro quede así! Yo no puedo estar sin ti y lo sabes. —estaba desesperado. Su mirada desorbitada y llena de temor no mentía. Pero yo estaba demasiado turbada para tomar eso en cuenta.
—Lo nuestro… —agregué como si estuviese sopesando mis palabras. —Lo nuestro…La verdad es que ni tu ni yo sabes que es “Lo nuestro”, Edward. Solo que nos exigimos, más que pedirnos, exclusividad. Tú no ves a nadie y yo tampoco, pero puestos a ver las cosas con objetividad; nosotros no tenemos ningún status en el que encajemos. Más allá de que nos estamos acostando.
Apretó los labios en una línea fina.
—Es mucho más que eso…y lo sabes.
Negué con la cabeza.
—La verdad es que…ya no sé nada. Solo sé que en la casa de los espejos yo hice el papelón de mi vida…
—¡No!
—Sí. —aseveré tajante. —Lo hice y sinceramente ahora me siento lo suficientemente cobarde como para querer irme a mi casa y pedirte que me dejes espacio porque lo necesito más que nunca.
Se pasó una mano por la boca como si se estuviese limpiando los labios.
—Te vas a alejar, Bella. Lo sé. Eres tozuda y vas a hacerme todo cuesta arriba para recuperar lo que teníamos…
—Edward…Edward…Edward. Entiende algo: necesito sopesar mis opciones para saber si puedo seguir apostando por…esto.
Se pegó a mí hasta que solo unos milímetros separaban nuestros labios.
—Yo sigo apostando por nosotros, Bella. Y no estoy dispuesto a perderte.
No lo quería, pero mis ojos se llenaron de lágrimas así que opté por separarlo de mí lo más suave que pude.
—Solo déjame ¿sí? Déjame…bah. —sacudí la cabeza, lo empujé de nuevo y entré en el auto para encerrarme rápidamente.
Y lo dejé tras de mí. Parado en un plaza de estacionamiento vacía. Tan vacía como se habían quedado nuestras miradas. Y quizá algo más profundo que me negaba a reconocerme a mí misma por miedo a hundirme en la desesperación.

 Este separador es propiedad de THE MOON'S SECRETS. derechos a Summit Entertamient y The twilight saga: Breaking Dawn Part 1 por el Dise&ntilde;o.
Mamma Mia. ¡Como amaba esa película!
Normalmente no había forma de que perdiera ni siquiera los créditos con Waterloo como fondo  musical y a una Meryl Streep bailando graciosamente con sus amigas desquiciadas. Más esa madrugada fue la excepción a la regla.
Apenas había llegado a mi pequeño departamento cuando me quité las botas camino a la habitación, los calcines un poco más adelante en el suelo y una a una fueron cayendo el resto de las piezas hasta que me quedé solo en bragas y brassier. Dejé que mi edredón de rayas azules y blancas me abrazara a mi cama aunque lo que conseguí dormir solo fueron cinco horas. A la una y media de la madrugada me levanté sobresaltada sintiéndome más sola que de costumbre y frente a mí tuve la respuesta. Una almohada regordeta me indicaba que era porque las cosas no me habían salido como había planeado. En lo absoluto. Tomé mi celular y miré la hora. Ahí fue que me enteré que tan desordenado estaba mi reloj del sueño. Un circulito rojo sobre el ícono de un sobre me indicaba que tenía un mensaje de texto. Traté de pasarlo desapercibido más después de un rato sucumbí a la tentación de saber si era Él…
Y sí…lo era.
“Siento no poder decir lo que quieres oír, más sin embargo soy capaz de esforzarme más por conseguirlo y hacerte feliz. Te quiero conmigo.”
¡No! ¡No era “esfuerzo” lo que quería de Edward ¿Por qué no podía comprenderlo?
Dos horas después y muchas vueltas en el colchón también, decidí darme por vencida. El sueño se me había escapado por mi “diluvio óptico post-mensaje de Edward Cullen”, así que decidí dejar a mi patetismo arropado en mi cama y yo irme a preparar algo caliente y ver la primera película con la que me topase en mi colección de DVD´s .
Una buena taza de humeante té verde con miel y Mamma Mia fueron la compañía perfecta en mi madrugada solitaria. Y aunque sonreía como tonta por los extravagantes pasos de bailes de Meryl, Pierce Brosnan y Colin Firth al final de la película mis ojos se fueron apagándose antes de que todos los créditos terminaran de pasar.
Me desperté a pasadas las diez y media de la mañana como si me hubiesen caminado por encima la mitad de los niños presentes en el evento. Arrastré mi perezoso y lamentable trasero hasta la ducha para un energizante baño. Me preparé una rápida ensalada de frutas, un poco de zumo de naranja y una taza pequeña de yogurt. Me recogí mi cabello aún húmedo en una coleta, cambié mi bata de baño por un pantalón de chándal, una franela y unos tenis.
Ese domingo sería la cena con las personalidades y ejecutivos en Le Cirque, como cierre con broche de oro (y ostentación, que es lo que esa gente esperaba) del Evento Benéfico. Mike Newton estaría presente más era el único que asistiría en representación del orfanato pues no podía prescindir de la presencia de nadie para cuidar a los pequeños. Así de grave estaba la escasez de personal que tenía el Saint Gabriel´s. En fin…que esta era una noche en la que no podía aparecerme luciendo como cualquier día de oficina. Así que tomé mis cosas y me negué a ver a mi tarjeta de crédito la cual iba a llorar hoy entre una visita al salón de belleza y una larga vuelta en Saks Fith Avenue.

Este separador es propiedad de THE MOON'S SECRETS. derechos a Summit Entertamient y The twilight saga: Breaking Dawn Part 1 por el Dise&ntilde;o.
Llegué en taxi hasta el restaurant Le Cirque porque no había forma ni manera de que pudiese manejar mi amado Nissan con aquellas sandalias de plataforma altísimas de Louboutin. Uno de los chicos del personal me abrió la puerta y se quedó embelesado viéndome las piernas sin disimular su asombro. Me bajé lo máximo que pude el ruedo de mi vestido y me maldije por haberme antojado de uno que tuviese la falda tan corta.
El Stella Room, era una de las salas para eventos privados de Le Cirque. Con una capacidad de noventa personas en sus amplias mesas circulares que recibían a nueve invitados cómodamente sentados a los largo y ancho de la misma. Ventanales en forma de rombos permitían a los comensales admirar el paisaje de la noche neoyorkina. Predominaban los tonos blanco y durazno en su decoración. Así como la exquisita cava de vinos que adornaba el extremo izquierdo de la habitación. Una alfombra en tonos amarillos, naranjas, azules y aguamarina contrastaba exquisitamente con el ambiente.
Las puertas de cristal de los laterales estaban abiertas en su totalidad recibiendo a los ochenta y cinco invitados más exclusivos que participaron en el evento benéfico. Así que no me extrañó que diseñadores, uno que otro actor, magnates y ejecutivos de Le Mademoiselle y de sus empresas asociadas me saludaran como si perteneciese a su círculo. Me adentré aún más en la celebración en la que un pequeño grupo de cuerdas interpretaban una pieza sobria y elegante a juego con el ambiente que se respiraba en el local.
Finalmente me topé con Carlisle, Esme y Edward que se encontraban casi al final de la sala. Los dos primeros actuaban formales como el entorno lo demandaba en cambio el último casi escupió la champaña cuando me vio aparecer.
Un camarero me ofreció una bandeja plateada llena de copas aflautadas burbujeantes.
—¿Crystal, señorita?
Asentí y le sonreí en agredemiento. Seguí mi camino notando como los ojos de Edward se agrandaban con cada paso que daba hacia ellos. Más estos se fueron haciendo más pequeños a medida que la reprobación se hacía latente en su rostro. ¡Que se joda! Me dije a mí misma. 
En realidad era yo la que quería que me jodiera, más cuando estaba vestido totalmente de negro. Su traje, su camisa y su corbata negra con pequeños y delicados brocados lo hacían parecer un ángel del infierno en busca de las pobres almas de jóvenes incautas que caerían rendidas a sus pies por una sola mirada aquellos ojos tormentosos azules grisáceos y labios esculpidos específicamente para tentar hasta a la de convicción más fuerte. Y que constara en acta que yo no estaba en ese grupo de mujeres.
Así que cuando semejante adonis se veía seriamente afectado por mi vestido de Aidan Mattox, me sentí poderosa. O sería quizás que el estampado de piel de serpiente que adornaba la pequeña tela plateada me confería una peligrosa audacia. Salpicado con un ligero brillo a lo largo y ancho del vestido de poliéster manga larga y a juego con unas sandalias negras que parecían gritar ¡Cuidado! ¡Aquí va una fresca! Parecía que iba ataviada para matar…y de cierta forma; eso quería.
—Buenas noches, señor y señora Cullen, señor Zanotti…Edward.
Todos me saludaron y alabaron mi apariencia. Bueno…todos menos Edward quien rechinó los dientes mientras el baboso de Phillipini Zanotti me dirigía una mirada lasciva.
Tomé asiento con ellos a petición de Carlisle y demanda de Edward, y poco después comenzaron a circular los canapés por la sala. Bruschettas de tomate, shots de sopa de gazpacho y cocteles de camarones fueron los encargados de abrirle el apetito a los exigentes comensales.
—Ese vestido es extremadamente corto. No me gusta. —gruñó Edward a mi lado mientras fingía una sonrisa al mesonero que le servía una bruschetta.
—No lo llevas puesto tú. Así que tranquilízate. —le respondí tomando el mismo tipo de canapé que él.
—Todos te miran de manera inadecuada, Bella.
Le miré divertida a la cara mientras bebía mi último trago de Crystal y reacomodaba mi clutch de Miu Miu en mi regazo.
Poco tiempo después llegaron los aperitivos fríos y calientes: la ensalada de langosta de la casa, confites de mango con ensalada de mango verde, calamares y pulpos al grill.
La ceremonia seguía y las conversaciones no se hicieron esperar. Carlisle, Esme, Zanotti (alias el viejo baboso), cuatro ejecutivos que solo conocía de vista, Edward y yo conversábamos sobre distintas cosas. Ninguna interesante pero supuse que era lo que se estilaba en reuniones así. Se notaba el orgullo de Edward al ver que me podía mover fácilmente en su entorno; aunque no me gustaba. Cosa que por supuesto no demostré; y alabó mi gestión en cada oportunidad que pudo. A pesar de que cuando me veía se notaba que aun seguía furioso por mi vestido. Decidí no prestarle atención por no ser más que la pataleta de un cavernícola intolerante.
Y…el cual no me correspondía. Gritó mi cerebro.
Sopas, pastas, risottos y distintos tipos de carne fueron desfilando por la multitud. Los vinos fueron los acompañantes perfectos. Tres tipos de vinos fueron seleccionados: elChâteau Guiraud del 2009, el Shafer Relentless 2008 y el Château de Saint Cosme Gigondas de 2010.
—¡Bella! Excelente labor escogiendo el menú de esta noche. —me alabó Esme frente a toda la comitiva que tenía en frente.
No pude evitar sonrojarme, más le respondí con suma seguridad:
—No es a mí a quién debe de felicitar, señora Cullen. El crédito se lo lleva Le Cirque, que permitió que cada una de lo que escogí estuviese a la altura de las expectativas.
Touché. —brindó ella con su copa de Shafer. —Aún así te mereces el reconocimiento por el buen gusto.
Me sonrió displicente. El resto de las conversaciones se desvió hacia el tema de la comida y yo agradecí que las miradas no siguieran posadas en mí.
—Necesitamos hablar. —me susurró Edward al oído.
Noté que a varios de los presentes en la mesa no les pasó eso desapercibido.
—¿Puedes controlarte un poco? Los ejecutivos se están dando cuenta de tu actitud.
—No me interesa.
—A mí sí. —susurré entre dientes.
Nos tocó la penosa decisión de decidirnos entre una tarta de piña con helado de vainilla, una crème brûlée, una tarta de ganache de chocolate con helado de dulce de leche o una cheesecake con frutilla. Me decanté por la última y Edward por la tercera.
Para sorpresa de todos; hasta de la mía; tomó con familiaridad de mi postre sin importarle lo impropio que pudiese eso parecer ante los demás y más tarde tomó de su plato y de acercó la tarta de chocolate a los labios. Esa media sonrisa capaz de hacer rebeliones por querer poseerla se prendó de sus labios y la maldad se coló en sus ojos cuando me retó: —Prueba mi…postre. —las segundas intenciones eran claras en su comentario.
Tragué grueso y ante varias miradas atónitas abrí mis labios y dejé que colara el dulce en mi boca. Una sensación de calidez traidora se coló por mi entrepierna cuando un gruñido de sexy satisfacción salió de su boca.
—Me matas. —moduló en silencio.
Me limpié los labios con la servilleta en un intento fatuo de esconder el sonrojo que embargaba mis mejillas.
Pero Edward no había terminado de torturarme, aún le quedaba un as bajo la manga.
Tomó mi mano frente a todos y depositó un beso en el dorso. Miró a todos con una sonrisa de gato de Cheshire: —Veo miradas sorprendidas en la mesa… —y tenía la audacia de mirarlos directamente a los ojos. —por lo visto se me olvidado comentarles que tengo el honor de salir con la señorita Isabella Swan.
¡Sería cabrón!
Por lo visto había malinterpretado su mensaje de texto, el que al parecer era más una advertencia de que haría cualquier locura en vez de un ruego. ¿Cómo no me había visto venir esto de un hombre que se comportaba más como un cavernícola que como un empresario de relevancia global?  
Pero es tú cavernícola, y eso no importó para enamorarte de él. Comentó mi cerebro, más le respondí que aún así me parecía un maldito idiota tiránico.
Sonreí con toda la etiqueta de la que fui capaz y le respondí:
—Si no se dieron cuenta durante la cena, el postre nos delató.
Todos se echaron a reír con distinción y felicitaron a Edward por tener tan excelente gusto. En medio de esas demostraciones de afecto que me parecieron demasiado falsas para creérmelas, me sorprendí al encontrar las miradas que los señores Cullen me dirigían. Esme sonreía con cariñosa satisfacción mientras que en Carlisle brillaba una grata incredulidad. Debía de estar cuestionándose a sí mismo sobre cuando debía de haber comenzado nuestra relación. Aunque eso solo demostraba lo poco que prestaba atención a lo que hacía su hijo, pues mi presencia en plena disputa de infidelidad familiar debió hacérselo saber. Al menos que pensase en otra cosa que se me estuviese escapando.
Al final de todo, los invitados se pusieron en pie y charlaban los unos con los otros, oportunidad que Edward aprovechó para apropiarse de mi cintura y hacer de público conocimiento a todo el que le preguntase que estábamos saliendo desde hace un tiempo. en un movimiento de cabeza leve para acomodar la mata de cabello ondulado que caía sobre mi hombro pude ver que Jacob Black nos dirigía un detallado estudio visual y no me pasó desapercibido que no estaba nada contento con la situación. En ese momento me acordé de Tanya y lamenté profundamente que la muy zorra no estuviese también allí.
Edward se empeñó en llevarme a mi casa aunque en privado le rechacé varias veces, pero al final se salió con la suya. El que estuviese la prensa rosa en las afueras del lugar no me extrañó, lo que sí lo hizo fue que Edward se parara a saludar educadamente a algunos de ellos y hasta responderles algunas de sus preguntas mientras nos fotografiaban juntos. Mentalmente me preparé para verme en varios diarios retratada como “una más” de la lista de Edward. Eso aumentó un grado más a mi depresión. Me alegré cuando al final nos escapamos de los ojos curiosos y de los paparazzis chillones.
Necesitaba urgentemente mi privacidad para revolcarme en mi propia miseria.
 Este separador es propiedad de THE MOON'S SECRETS. derechos a Summit Entertamient y The twilight saga: Breaking Dawn Part 1 por el Dise&ntilde;o.
—No, Edward. No quiero que subas. —lo último era una verdad a medias.
Embry seguía con la vista al frente mientras su jefe y yo discutíamos en la parte trasera del auto.
—Bella, necesitamos hablar. Ya te lo dije en la cena. Te lo pedí ayer también y no me quisiste dar la oportunidad.
Cerré mis ojos, suspiré y volví a mirar con la entereza recuperada.
—Te pedí espacio y no me lo has dado. Me escribiste anoche, llamaste durante toda la mañana y la tarde, y como si todo esto no fuese poco me tomas como si fuese una pertenencia tuya para decir ante el mundo que estamos saliendo ¿con qué fin? —le pregunté exasperada pero sin la mordacidad que siempre me hacía compañía cuando discutíamos.
—Te dije que haría mis mayores esfuerzos para tenerte y lo cumplí.
Me agarré la cabeza con una mano y miré el suelo del BMW.
—No sé qué quieres de mí, Edward.
—¡Ni yo! —dijo desesperado a la vez que me tomaba de las muñecas y me giraba hacia él para que lo viese. En sus ojos volvía a brillar el miedo. —Dame la oportunidad de averiguarlo. —Negué frenética en silencio y sin poder contener las lágrimas que brotaban. Pegó su frente a la mía y respiró entre cortado frente a mis labios haciendo que me embriagara con su aliento. —Por favor, Bella. Mi Isabella. No me niegues el estar contigo, esa es la única tortura que no resisto. Me has hecho vulnerable a ti.
Me quedé sin aire por un segundo y él lo aprovechó para apoderarse de mis labios. Más lo rechacé desesperada, lo empujé del pecho hacia su asiento, tomé mi clutch y salí corriendo hacia mi apartamento. Mientras subía los escalones lo más rápido que me lo permitían los altísimos tacones escuché el encendido del auto y crujir del pavimento bajo los neumáticos. La pena me oprimió el peño amenazando con aplastarme el corazón hasta que no pudiese mover más pero ni eso me detuvo en el ascenso a mi “refugio”.
Cerré de un portazo y me dejé caer al suelo jadeando y llorando a partes iguales. Las infames sandalias Louboutin repiquetearon contra el parqué cuando me las saqué violentamente. Abracé mis rodillas y apoyé mi cabeza para llorar a mis anchas como la imbécil que era.
No podía con Edward. Él era demasiado confuso como para que mi corazón lo soportara; en un momento podía hacer añicos el alma y momento siguiente podía desbaratarme con unas palabras como las que me había dicho en el auto.
“Me has hecho vulnerable a ti. “
Quería creer que valía la pena arriesgarme con él. En serio quería hacerlo pero le temía demasiado al dolor como para pasar por alto que en la ecuación que los dos conformábamos solo yo estaba enamorada. Eso se reflejaba como un resultado negativo. Como dolor.
El hilo de mis pensamientos fue cortado cuando sentí que mi puerta se movía. Me quedé en silencio asustada. Escuché un largo roce que llegó hasta el suelo y me alejé gateando por el suelo espantada. ¡Se intentaban meter a mi apartamento!
—Te puedo escuchar desde aquí, Bella. —mi corazón se detuvo cuando reconocí la voz amortiguada de Edward a través de la puerta. —¿Quieres hacer las cosas a tu manera? Pues bien yo las haré a las mías.
Seguía estupefacta.
—No me voy a ir a ningún jodido lugar. Por mí puedes llamar a la policía o al presidente de la junta de condominio. De vale una reverenda mierda. De aquí no muevo mi culo hasta que no estés dispuesta a escucharme. ¿Querías espacio? Bien, ahí tienes tu apartamento. Pero me aseguraré que no des un paso afuera de él sin escucharme antes.
Oh Dios…

Este separador es propiedad de THE MOON'S SECRETS. derechos a Summit Entertamient y The twilight saga: Breaking Dawn Part 1 por el Dise&ntilde;o.
Hola, chicas…muchíiiiisimas gracias por todos esos reviews que me dejan…lamento que a veces no me de tiempo para contestarle a todas como me gustaría pero créanme que absolutamente tooodos los leo.
Mi cavernícola y yo les agradecemos el apoyo demostrado. Espero que les guste esta nueva entrega.
*Marie K. Matthew*












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