
“El Silencio”
Bella
POV:
Estaba atónita tirada
frente a la puerta de mi pequeño apartamento. Porque definitivamente si alguien
tenía la habilidad de sorprenderme ese era Edward Cullen. Y no siempre para
bien.
Gateé por el parqué hasta
quedar pegada a la entrada y recosté la frente a la superficie fría de madera.
Cerré los ojos tratando de alejarme del borde del colapso.
—No sé qué hacer contigo,
Edward. —admití derrotada.
—Podrías empezar por
hablar conmigo, Isabella. Ese sería un excelente punto de partida.
—¿Por qué no puedes
concederme lo que te pido?
—¡Porque luego ya nada
será lo mismo! ¡Lo sabes! —se tranquilizó y luego habló de nuevo más sereno. —Eres
demasiado terca y sé que encontrarías diferentes motivos para crear distancia
entre ambos.
—Quizá es porque siempre
han existido, pero me he hecho de la vista gorda hasta ahora.
Sentí un golpe suave en la
puerta.
—Y luego te sorprendes de
que esté acá. —añadió en un susurro. Como si estuviese hablando consigo mismo.
El sonido estruendoso de
un automóvil frente al edificio rompió la relativa tranquilidad de la zona. Lo
de relativo es porque a New York no se le conoce como “La Ciudad que Nunca Duerme” por solo decirlo. Las rebeldes notas
de I´m not ok de My Chemical Romance dejaron de sonar para darle paso a una muy
triste; y demasiado diferente como para ignorarlo, The Silence de Alexandra
Burke.
¡Joder, lo que me faltaba!
Si hasta banda sonora nos salía a ambos en un momento así.
You lift me up, and knock me
down
I´m never sure just what to
feel when you´re around
I speak my heard, but don´t
know why
´Coz you don´t ever really say
what´s on your mind.
Sabes que has rebasado tu
cuota de patetismo anual cuando tu vida está retratada a la perfección en una
canción de despecho. Y es que no podía ignorar que Edward tenía a facilidad de
alterar mis emociones con solo aparecerse frente a mí; o detrás de mi entrada.
Como en este momento. Eso sin mencionar que no sabía lo que pasaba por su mente
en realidad en estos momentos. Por lo que entendía, él podía estar confundido o
aterrado de decirme algo. Algo grande. Algo que lo acobardaba. Pero me negaba a
sacar conclusiones apresuradas en ese preciso instante, por temor a toparme
esta vez con un obstáculo imposible de sortear.
So say love me
Or say you need me
Don´t let the silence
Do the talking
Just say you want me
Or you don´t need me
Don´t let the silence do the
talking
En mi fuero interior sabía
muy bien lo que quería escuchar de sus labios, pero no en la manera como él lo
había dicho con anterioridad. Un “Te amo” vacío y forzado no era lo que
necesitaba oír de Edward. No se puede ignorar una realidad latente y obligar a
alguien a que te jure un amor que no siente. Eso sí que sería tocar fondo.
It´s killing me (the silence)
It´s killing me (the silence)
It´s killing me (the silence)
A la larga, eso me mataría
más rápido y de manera más dolorosa que el saber que Edward no sentía por mí lo
que yo por él.
You
let me in
But then sometimes
You empty eyes just make me
feel so cold inside
When I´m with you
It´s like rolling dice
Don´t know where or how
You´re gonna make me cry
Mi cerebro me cuestionaba
constantemente por esa tendencia masoquista que estaba desarrollando al estar
cerca de Edward. No soportaba su frialdad y despotismo cuando le daba por hacer
valer su lado más neandertal; pero no toleraba estar lejos del fuego que solo
él era capaz de encender en mí con solo un susurro o una mirada.
It´s like
I´m walking on broken glass
I wanna know but I don´t wanna
ask
´Cause once you say it
You can´t take it back
And this the end and please
Just fake it fast.
Ignoraba demasiadas cosas
como para decir que estaba en terreno seguro en todo lo referente entre él y
yo. Él tenía muchas cicatrices, numerosos vacíos en su vida y yo no estaba del
todo convencida si esa necesidad que Edward aseguraba tener por mí, se debía a
que yo era la solución a sus problemas. Si era solo un relleno para que el
dolor no pudiese tomar posesión de lo que quedaba en carne viva dentro de él.
Pero…
Me puse de pie y abrí la
puerta tan violentamente que Edward casi se cae de espaldas al piso. Me quedé
mirando fijamente a sus ojos con el recelo que suele nacer al encontrarse a
punto de lanzarse al vacío de bruces.
—Ya decidiste que hacer
conmigo. —obviamente no había sido una pregunta, sino la constatación de un
hecho. Asentí. Tomó un respiro y apretó sus labios en una línea fina. —Dispara.
—Yo… no estoy segura aún…
Soltó una carcajada que
tenía más de tos y menos de risa luego se paró frente a mí con una mirada
impasible.
—No me jodas, Isabella…
—Me estás abrumando,
Edward.
Se encogió de hombros y
abrió sus brazos para hacerme ver cuán poco le importaba.
—Estoy vuelto de todo. Yo
estoy jodido al tener que mantenerme a raya sin que me des una oportunidad a
explicarme, así que tú también te jodes al “sentirte abrumada”. —hizo las
comillas con sus dedos. —Ambos estamos jodiéndonos mutuamente y no de una forma
agradable.
Retrocedí dos pasos y él
aprovechó esa ligera ventaja para pasar y cerrar de un portazo.
—¿Qué es a lo que le
tienes miedo? —la desesperación se notaba en sus ojos aunque se esforzó porque
su voz no lo delatara. Falló. —Sí, no te dije esas palabras que quieres
escuchar…
Otra vez con la misma
canción…
—¡Yo no quiero que me
digas lo que yo quiera escuchar!
—Entonces ¡¿Qué carajos es
lo que quieres?!
La impotencia me embargó
de tal manera que ella fue la que tomó posesión por un segundo y luego me
abandonó, dejándome a solas con la repentina vergüenza de haberlo empujado
contra la puerta.
—Entiendo algo de una
condenada vez, Edward Cullen. No se trata de que quiera escucharte decir, ¡se
trata de que quisiera que lo sintieras! Pero no puedo obligarte a hacer eso y… —batí
mi cabello con frustración —Tienes demasiadas cosas que sanar y no sé si…
—Termina de hablar, Bella.
No te cortes ahora.
—No sé si lo que sientes
por mí se deba a esas cicatrices internas que tienes. —ahí estaba. Lo había
dicho. Sonaba asquerosamente bastardo pero no por eso menos cierto. Además no
podía hacer como si nada hubiese pasado después de saber detalles tan delicados
de su vida personal.
Su rostro se quedó de
piedra luego cambió a una expresión dolorosa para finalmente mutar a una
facción fría. Se restregó la cara y habló:
—Aunque quisiera borrar mi
pasado, no puedo hacerlo. Ni siquiera para eliminar tus inseguridades, Bella.
Lo siento. Sí, tengo en mi historial de vida un compromiso roto, una
infidelidad y un hijo muerto; sin embargo todo eso me ha dejado alguna
enseñanza y me ha fortalecido haciéndome el hombre que soy ahora. —abrió los
brazos. —Aquí me tienes, con todo y cicatrices como dices tú. Puedes aceptarme
y seguir en este desafío que ha sido nuestra relación desde el principio o echarme
fuera de tu vida porque no soy el príncipe encantador que toda mujer espera.
Pero ten en cuenta algo, este chico malo defectuoso es el que te ha hecho
estremecer no solo en la cama, sino también aquí… —se dio un golpecito con el
índice en el corazón. —por algo me dijiste que me querías.
¡A la mierda el
autocontrol!
—¿Y por qué crees que
tengo tanto miedo de estar contigo, Edward? ¡Soy yo la que estoy arriesgando
más en todo esto!
—¡¿Sí?! ¡No me digas! ¡Lo
dices como si solo tú tuvieses sentimientos! Yo también puedo salir mal en toda
esta ecuación si un día decides que te viene mejor un tipo como Black, porque
es más estable y caballeroso, más aún así estoy tomando el riesgo de tener
contigo lo que no he tenido hace tiempo: una relación. —se adelantó un paso y
me increpó a la cara. —Entonces, Bella ¿Qué es lo que vas a hacer? ¿Huir como
una cobarde porque es lo más seguro o quedarte y darme batalla para que me
rinda ante ti?
Su sonrisa era una clara
amenaza que presagiaba cualquier cantidad de batallas y solo Dios sabía quién
resultaría ganador en todas estas.
Bajé la mirada a mis pies
descalzos.
—Debo ser estúpida
porque…prefiero el peligro de salir herida por ti a la seguridad de no sentir
nada con otra persona. —miré como mis dedos se movían como los de una niña de
cinco años, aunque la pedicure en color negro no compaginaba del todo con eso.
Me levantó la barbilla con
el dedo índice e hizo que mirara la expresión dulce que tenía en sus ojos que
se encontraban sorpresivamente cerca de mí.
—Lo que yo siento por ti,
Isabella Marie Swan, va más allá de dos palabras. Por eso yo también estoy
aterrado, porque tienes el poder de desbaratar el muro de protección que con
tanto esfuerzo he armado durante todo este tiempo. Tenme paciencia, nena, solo
te pido eso. Tenme un poco de paciencia.
Entonces me abrazó. Con
delicadeza y a la vez con la fuerza necesaria como para transmitirme que no
pensaba dejarme ir a ningún lado. Acarició mi espalda de arriba abajo y besó mi
coronilla, mientras que yo escondía mi rostro entre sus pectorales y lloraba en
silencio.
Sí, seguía teniendo miedo.
Terror mejor dicho. Pero no podía seguir viviendo detrás de una defensa y
mantener a Edward al otro lado de ella, eso me era imposible puesto que hacía
mucho que yo la había saltado en varias ocasiones solo para colocarme a su
lado. Edward decía que yo era su remanso de paz, más él era mi eterna guerra
con la prudencia. Y en ese largo momento en que permanecimos abrazados en la
entrada de mi departamento, recé en silencio a alguna fuerza celestial para que
me diese la fuerza necesaria para pelear las batallas que me deparaba el futuro
con este hombre.
—¿Isabella? —musitó sobre
mi frente.
—Bella, Edward. Bella. —se
estremeció un poco al dejar escapar una risita tonta.
—Shhh. Le quitas el
carácter formal a mis palabras. —esperé a que volviera a hablar. —Isabella, ¿te
avergonzaría mucho si te presentara como novia a partir de ahora?
Entonces fue allí que me
di cuenta de que no sufría de problemas cardíacos. Mi corazón comenzó a latir
desaforado hasta el punto que pensé que podía caer desmayada al suelo víctima
de una arritmia. Más no pasó nada de eso, solo me quedé refugiada entre el
calor de sus brazos que me rodeaban los omóplatos con firmeza. Sonreí como una
reverenda idiota contra su traje negro como la noche.
—No lo sé… —me restregué contra él tal cual una gata
mimosa. —¿Qué dirán de mí si me ven andar por la calle con un cavernícola?
—Ignoro lo que dirán pero
por lo menos sé que mantendrán su distancia de mi mujer si no quieren que les
de un porrazo en la cabezota. —ambos reímos. Aunque internamente lo creí muy
capaz de hacer eso debido a su naturaleza posesiva.
El estruendo del auto que
seguía abajo retumbaba en las ventanas pero en esta ocasión era Grenade de
Bruno Mars.
—Haría lo que fuera por
ti. —citó Edward el coro de la canción. —Incluso mandar al hijo de puta que
tiene ese escándalo allá abajo. —me soltó repentinamente y abrió la ventana
para sacar la ventana y gritar: —¡Cabron! ¿Sabes qué hora es? ¡Pues deja que te
diga cuál es mi problema: que no me dejas dormir! ¡Y si eres inteligente te
darás cuenta que si no le bajas volumen a esa mierda en cinco minutos, será tu
problema también pues te quedarás sin dientes!
Puse los ojos en blanco y
lo halé del borde del saco.
—Pasa, Edward. Así no vas
a conseguir… —el tipo bajó el volumen. Metió la mitad del cuerpo que tenía por
fuera de la ventana con una sonrisa socarrona.
—Hay que utilizar la
decencia en ciertas ocasiones.
—Si, por supuesto. Acabas
de demostrar tus niveles de decencia con ese vocabulario tuyo. —le tendí la
mano y lo halé hacia mi cuarto. —Ven, necesitamos una ducha y cama. Han sido
unos días muy movidos para ambos.
—¿No tendremos sexo de
reconciliación? —lloriqueaba mientras caminaba tras de mí.
—No. Aún tengo la
menstruación.
—¡Por favooooor!
—Ya veremos.
El despertador de mi
teléfono sonó a las seis de la mañana e instintivamente el brazo de Edward se
cerró con fuerza en torno a mi cintura. Mi inmensa camiseta de los Yankees
estaba por encima de mis senos porque cierta persona no había dejado de
toquetearme, a pesar de que había logrado que cediera a sus deseos en la ducha.
Aunque lo hice trabajar un poco para ello. Sonreí con malicia al recordarlo…
—Odio los condones, Bella.
¡Los odio!
—Sin gorrito no hay sexo
de reconciliación…
Gruñó.
—¿En dónde están?
—En alguna de mis mesitas
de noche. O en los cajones de mi peinadora. O en las gavetas del baño…
Hizo su pataleta durante
diez minutos que fue lo que duró en encontrarlos pero cuando al fin los trajo,
hicimos muy buen uso de ellos.
Me levanté de la cama no
si pelearme con un brazo caprichoso que se negaba a dejarme ir, fui directo al
baño porque tenía necesidades de carácter fisiológicas que calmar y cuando
finalmente me miré en el espejo del lavabo casi muero de espanto. Parecía la
versión de carne y hueso de Mafalda recién levantada. Eso de acostarse con el
cabello mojado siempre era una mala idea. Tomé una ducha súper rápida, me alisé
el cabello con la secadora y pasé de largo al ver a Edward durmiendo como un
lirón repantigado en mi cama. Preparé dos omelets, uno para él y otro para mí,
tostadas, café y zumo de naranja.
—Arriba, marmota. Es hora
de desayuna para irnos al trabajo. —le susurré al oído inclinada sobre su
espalda. Se giró con pereza y abrió sus ojos somnolientos. Hasta despeinado y
legañas se veía precioso.
—No quiero ir…—se quejó
tapándose la cara con una almohada.
Le quité el edredón de
encima de un tirón.
—Anda, Edward. Mira que
tenemos que ir hasta tu casa para que te cambies de ropa. Además preparé el
desayuno y se está enfriando. —de repente me haló hacia él y se puso sobre mí
en un movimiento ágil. Besó mis labios y sonrió como un zorro.
—¿Vas a alimentarme,
mujer?
Coloqué mis manos en su
pecho desnudo…bueno, todo él estaba desnudo, en realidad.
—No, Tarzán. Tú comer
solo. Tener manos buenas y capaces para eso.
Él se carcajeó y volvió a
besarme de nuevo, pero esta vez más profundo e introduciendo sus manos en el
albornoz para acariciarme los pechos. Le di un empujón y nos giré hasta ponerme
a horcajadas en su cadera.
—Apúrate. Te estaré
esperando en la cocina. —dicho eso me fui.
o.o.o.o.o.o.o.o.o
En el penthouse de Edward,
Sue me recibió con una enérgica Lizzy en brazos. La tomé y deposité un besito
en su cabeza de cabellos rebeldes.
—Hola, bonita ¿Me
extrañaste?
—Yo creo que si pues ha
estado un poco difícil a la hora de acostarla por las noches.
—Oh. —me sonrió y dos
pequeñas sombras blancuzcas sobresalieron de su pequeña encía. Miré a Sue
emocionada. —¡Ahí están los dientes!
Asintió.
—Dentro de nada estará
cayéndonos a mordiscazos a todos. ¿Gusta algo de comer?
Se había girado para ir
hasta la cocina pero a detuve.
—No, gracias, Sue. Ya
comimos en mi casa antes de venir. —me puse en pie. —Voy a cambiar a Elizabeth.
Creo que hoy le vendría bien salir de aquí.
Coloqué a la pequeña en su
cuna mientras le buscaba la ropita más no tardó en comenzar a lloriquear y
hacer pucheritos.
—Vale. Ya está. —la abracé
contra mi pecho antes de colocarle sobre el cambiador. Le coloqué un leggin
gris y una camisa larga azul, unos zapatitos a juego y un pequeño moñito en su
cabello que parecía una palmera. Estaba hermosa. Miré esos ojos azul grisáceos
que brillaban emocionados por verme. Solo había visto esa reacción en dos
personas por mí en toda mi vida. Una era ella y la otra era el posible, casi
seguro, padre de esta criatura. ¿Cómo podría alejarme de ese par en algún
momento? Despaché esos pensamientos deprimentes y tomé a la pequeña que iba
ganando peso con el pasar de los días y me la coloqué en la cadera.
—¿Nos vamos? —me giré a
ver a Edward y ¡Padre misericordioso! Había algo parecido a un hombre en el umbral del cuarto
de la bebé, pero la belleza de este me parecía casi inhumana. Vestido con unos
vaqueros desgastados, una camiseta de algodón de Armani pegada a sus músculos,
una chaqueta de cuero marrón y unas botas de motorista a juego, Edward parecía
una mezcla entre modelo y chico malo completamente irresistible. Del cuello en
v colgaban unas Ray Bans marrones con el borde metálico dorado.
Sonrió con aire malvado.
—¿Ves algo que te guste,
nena?
—Si. Todo lo que está
debajo de esa ropa, me gusta. Por eso te prefiero sin ella. —contesté con tal
descaro que se puso serio y su voz de enronqueció.
—Vámonos antes de que no
lleguemos al trabajo. —me tomó por la cintura y arremetió contra mis labios.
Luego de separó un poco y besó la mollerita de Elizabeth que emitió un gorjeo
delicioso cuando el acarició su mejillita regordeta.
Era toda una visión de
macho enfundado en ropa de marcas…aunque podríamos obviar la pañalera fucsia y
marrón que pendía de su hombro derecho.
Embry nos esperaba en el
estacionamiento con la sillita de Lizzy acomodada en el asiento trasero. Edward
se acomodó adelante y yo atrás con la pequeña, la cual iba distraída con un
muñeco multicolor que él había sacado de la pañalera.
Llegamos a Le Madeimoselle
después de casi cuarenta minutos de tráfico. Esperábamos el ascensor cuando
Rosalie nos alcanzó en la puerta del mismo, la puerta se trancó tras la espalda
de ella. Nos saludó escuetamente al dase cuenta que llevábamos a la pequeña con
nosotros, toda su atención se la dedicó a Elizabeth y como no, a la pequeña eso
le pareció fabuloso. Se carcajeó con ese trinar único que tiene la risa de una
bebé haciendo que cualquier que estuviese cerca suspirara un cursi “awwww”. Posteriormente,
se incorporó y nos miró a ambos y no pudo disimular su risa.
—¿Qué tal, chicos malos?
Tanto Edward como yo nos
miramos y fue entonces cuando caímos en cuenta que no solo él iba vestido a lo
Bad Boy, sino que yo iba con unos skinny jeans, camiseta de Led Zepellin y saco
de raya diplomática. Los tres nos reímos.
—Escuché que la cena fue
espectacular. Felicitaciones a ambos. —se dirigió ella con su habitual
sofisticación.
—Bella hizo un excelente
trabajo. —para sorpresa de Rose y mía, Edward me tomó por la cintura y me pegó
contra su cuerpo.
—Gracias. Hice lo mejor
que pude. —seguía atónita con su mano aferrada a mí. Era la primera vez que se
mostraba así frente a un trabajador de la empresa que no fuese Jacob.
—Se notó. —respondió Rose.
—Todos los ejecutivos están alabándote esta mañana.
—¿Por qué no fuiste?
—Tenía un dolor de cabeza
horrible, así que tuve que pedirle al señor Carlisle que me excusara. Incluso
delante de ustedes.
—Debió de habérsele
olvidado. —agregué.
—Sí. Debió ser eso.
El elevador se detuvo en
mi piso, así que tanto Edward como yo nos despedimos de Rosalie antes de ir
directo a mi oficina. Ángela me alcanzó mi infaltable latte de vainilla y fue
por otro para mi… novio. Sí, eso sonaba raro. Aunque no de una mala manera.
Edward se quedó con la
niña en brazos mientras yo ordenaba mi bolso y la pañalera. Cuando volví ambos
estaban sentados en el pequeño sofá de cuero que estaba pegada a una de las
paredes laterales de mi escritorio. Se había quitado la chaqueta y la había tirado
en una de las sillas que tenía en frente. Elizabeth estaba acostada en su
regazo y movía sus piernitas enérgicamente mientras que con sus manitas jugaba
con las manos de su… ¿padre?
Tomé asiento y disfruté de
la vista por un momento. El parecido era indudable, eso sin mencionar que el
color de piel y de ojos era exacto, más el cabello no. Donde el de Edward era
castaño dorado el de Lizzy era negro azabache. Seguramente herencia maternal…
—¿No tienes ni idea de
quién pudo haberlo hecho?
Él levantó la vista y por
un momento se vio confundido hasta que notó que me refería a la niña. Su boca
se tensó en una línea fina y su postura se puso rígida.
—La verdad es que… tengo
dos opciones pero no tengo manera de asegurarlo. —se veía avergonzado. —No lo
sé…
—¿Quiénes?
—Aventuras de una noche,
Bella. Una aspirante a modelo y una… contadora.
Vaaaaaaya. El enigmático
Cullen se abría un poco conmigo, y a pesar de que se lo había preguntado, no
esperaba respuesta alguna.
—Pero una sucedió en
Chicago y la otra en Canadá. Por eso no termina de cuadrarme nada. —sacudió la
cabeza como si así pudiese desprenderse de pensamientos desagradables. —Lo
importante es que esta pequeña se queda conmigo.
—¿Sin importar el
resultado de las pruebas de ADN? —le cuestioné sin emoción alguna.
—Sin importar, Bella.
Mírala. Después de haber estado con ella durante este tiempo ¿Podrías
devolverla a una casa hogar a que se la lleve cualquiera? Exacto. Tu mirada me
lo dice. Yo tampoco lo haría. He decidido… que no le haré ninguna prueba.
Me acerqué a él y me senté
a su lado pero no lo toqué ni dije nada. Solo lo miré.
—¿Somos demasiado para ti?
—dijo incorporando a la niña dejando claro a quién se refería cuando decía
“somos”. —Yo puedo entenderlo, pero hasta ahora lo hemos hecho tan bien que…
—Shhh. —le puse los dedos
sobre sus labios antes de besarlo con ternura y luego a la pelusilla negra que
Lizzy tenía por cabello. —Nunca hemos hecho las cosas a lo convencional, ya
veremos que sale de todo esto. —le guiñé un ojo.
Él sonrió aliviado y los
tres nos quedamos juntos durante un buen rato.
¿Quién ha dicho que unos
ejecutivos de una corporación multimillonaria no podían comer chatarra?
El almuerzo había venido
derechito de McDonalds. Tres Big Mac, tres raciones grandes papas y dos coca
colas grande después, Edward y yo estábamos tirados en la alfombra de su
oficina con una Elizabeth renuente a dormirse. No historia o mamila que hubiese
podido con esa pequeña bolita de carne, parecía como si hubiese consumido medio
kilo de azúcar y no pudiese dejar de moverse.
—He pensado que… —comenzó
Edward. —deberíamos salir este fin de semana de aquí. Alejarnos de Manhattan.
Desclavé mi vista de las
piernitas regordetas que no dejaban de moverse.
—Me parece bien ¿A dónde
quieres ir?
Se encogió de hombros como
si no fuese impresionante lo que iba a decir.
—Esme tiene una hacienda
en Adirondacks que es preciosa. Tengo poco más de un año que no voy para allá.
Es retirado de acá pero no tanto como para hacernos un viaje tedioso. ¿Qué
dices? Es solo una hora y media de camino, nena.
—¿Cuándo saldríamos?
Sonrió satisfecho.
—El viernes. Carlisle me
comentó por teléfono que nos dará ese libre por como resultó todo en el evento.
—Bien. Nos ¡nos vamos a
las Adirondacks! Hace mucho que quería conocer ese pueblo. —le comenté
conteniendo mi emoción lo más que podía. —He oído hablar que es una belleza.
Asintió.
—Lo es. La hacienda tiene
una vista espectacular. Y debes creerme cuando te digo que no hay crepúsculo
más hermoso que el que ves con el lago Willow en frente.
Estrechó sus dedos con los
míos y besó el dorso de mi mano.
—¿Te parece bien si
llevamos a Elizabeth? Por supuesto llamaré a Sue para que nos…
—Nos iremos de viaje los
tres. —y lo callé con un beso. —Pero yo manejo.
—¡Ni en un jodido millón
de años! Me niego a que viajemos en ese carro tan viejo. Es un riesgo
innecesario.
—Entonces no voy a ningún
lado. —refunfuñé como una niña pequeña.
—¡Ja! Que gracioso. Como
si tuvieses opciones. Si te pones difícil, te raptaría. Y ten en cuenta que el
secuestro viene con violación incluida.
Nunca unas palabras tan
horribles habían sonado tan tentadoras.
El Tirano estaba de
vuelta.
El paisaje no era ni la
mitad de hermoso que había investigado. Adirondack era una obra de arte en
relieve repleta de abedules, abetos y numerosos lagos. Nos tomó poco más de lo
estipulado, dos horas en realidad, pero la espera valió completamente la
espera. Eso sin contar con que la hacienda Cullen era una maravilla
arquitectónica que combinaba la piedra, la madera y ladrillos de formas
impresionantes.
Muy contrario al estilo
moderno y minimalista que mantenían tanto en sus casas principales como en la
empresa, los Cullen habían hecho de la hacienda Hope la hacienda típica anque
multiplicada como por diez. Techos amachimbrados, suelos de granito pulido y
vigas de madera que separaban las estancias con sobriedad eran algunos de los
elementos que podías encontrar a simple vista nada más entrar a la casa.
El olor a tierra mojada y
a naturaleza me resultaba de lo más relajante. Había sido una excelente idea de
parte de Edward haber venido a pasar unos días. En un costado de la sala había
un inmenso ventana de piso a techo que permitía disfrutar del paisaje que
ofrecía rutas de senderismos y ¡hasta había un bungalow!
Unos brazos me atraparon
desde atrás y unos labios besaron mi coronilla.
—¿Qué te paceré, nena?
—Es la casa más bonita en
la que haya estado jamás.
—Y eso que no la has visto
al amanecer. Hay veces en que puedes encontrar a algún ciervo pastando por ahí
cerca.
Me giré de golpe
emocionada.
—¡¿En serio?!
Asintió.
—Bienvenido, señor Cullen.
—dijo un hombre de edad mediana pero de contextura fuerte.
—Gracias, Joshua. —me puso
delante al lado de él y me tomó por la cintura. —Conoce a mi novia, la señorita
Isabella Swan.
—Encantado de conocerla,
señorita Swan. Joshua Donher.—contestó
cordial.
—Solo Bella. Y gracias.
Admiro mucho lo que hacen para mantener esta casa tan…preciosa. Es perfecta.
El hombre debió ver algo
en mi expresión que le causo gracia. Pero no fue una burla en sí, sino más bien
una risa tierna. Cosa que al cavernícola no le pasó desapercibido pues apretó
su agarre y me adentró aún más en la casa. Se giró solo lo necesario para
decirle:
—Dile a Sue que nos vemos
en una hora para almorzar, por favor.
Cuando salimos del radio
visual del señor Donher me empujó prácticamente hasta que llegamos a una puerta
y tras ella encontré una estancia inmensa que imaginé que sería el cuarto
principal. Más no tuve tiempo de detallarla pues lo próximo de que fui
consciente es que fui empujada contra la puerta que acababa de ser cerrada y
atrapada por el cuerpo de Edward.
Su beso llegó tan violento
como nuestra entrada al cuarto. Encajó su entrepierna en la mía y se movió con
rudeza.
—Te debo una violación. —susurró
entre mis labios antes de morderlos.
—Pero si no…vinimos en
mi…auto. —apenas conseguía hablar cuando su sexualidad me abrumaba. Casi era
vergonzoso.
—Pero te la mereces por
andar regalando sonrisas…que solo deben de ser mías.
Volvió a besarme con
dureza antes de abrir mis pantalones sin ningún preliminar, los bajó junto con
mis bragas y en su afán de arrebatármelos tiró con ellos de mis tenis. Se
colocó una de mis piernas sobre su hombro y lamió…
—¡Oh, por Dios! —gemí
arqueando la espalda.
Él gruñó y se puso de pie
apresurado en abrir su pantalón. Me quedé descolocada mientras él se bajaba los
pantalones hasta que estos se quedaron atascados en sus rodillas junto con sus
bóxers blancos.
Agarró la misma pierna que
se había puesto sobre el hombro y la entornó en su cadera. Tocó mi entrepierna
haciéndonos jadear a ambos y me enseñó sus dedos.
—¿Ves esto? No puedo
controlarme cuando te encuentro tan dispuesta para mí. —tanteó mi entrada con
la punta de su pene y de una sola larga embestida se enterró en mí.
Lancé un chillido que él
acalló con su boca. Sus movimientos eran inclementes y rápidos. No iban
destinados a provocar sino a poseer todo a su paso. Como el fuego que abrasaba
todo por donde pasaba.
Se aferró a mis caderas
tan fuerte que estuve segura que me saldrían cardenales en unas pocas horas y
se clavó en mí haciendo unos gruñidos deliciosos con cada entrada. Me aferré a
su cuello y a su trasero con cada mano. Su cabello me acariciaba la mejilla en
donde nuestros rostros se unían.
Un corrientazo me atravesó
desde la entre pierna hasta el cerebro. Clavé mis uñas en su carne y me dejé
arrastrar por un orgasmo que pensé que me iba a partir en dos. Él se tensó y se
clavó tan profundo en mi cuerpo que incluso me hizo levantarme hasta quedar en
puntillas.
Apoyó su cabeza en mi
hombro y respiró contra mi cuello hasta sosegarse.
Acaricié su cabello
disfrutando de un remanso de paz que hace mucho que no teníamos. Era como esa
tranquilidad que deja el paso de una tormenta. Porque ya no había secretos del
pasado que derrumbar solo un futuro por delante que construir… ¿cierto?
¡Por fin!!! Oficialmente
puedo decir que soy libre!!! Ya con documentos entregados y solo a la espera d
mi graduación puedo centrarme en lo realmente importante para mí: escribir.
Comprendo la impaciencia
de muchas que no saben por qué tardo tanto puesto que no estamos en contacto en
ninguna red social.
En fin…muchísimas gracias
por esperarme y perdón por la demora.
Un beso desde Venezuela.
Suya…
Wooow!, me alegro mucho por ti y tu graduación, ¡te has esforzado mucho y te lo mereces!
ResponderEliminary e cap me encantó *_* me encanta que hablaron sus miedos y aclararon lo del "te amo" que no siempre son palabras necesarias! (:
creo que hasta yo me encariñé con Lizzy, yo tampoco podría dejarla *-*
en fin! besos Marie (:
ok lo me gusto es TODO... jajaja de vdd los sentimientos entretegidos de esa manera es genia... lo k no me gusta QUE TARDAS MUXOO !!! empezaba a pensar en metodos de tortura :D... yyyy ovio MUCHISIMAS FELICIDADES por tus logros obtenidos esperando k los exitos sigan llegando un fuerte abrazooooo y un besote desde México!!
ResponderEliminaroh dios mio mori oficialmente con este capitulo...
ResponderEliminarque cosas sucederan en esta hacienda...
genial gracias la historia esta genial
ResponderEliminarHAY FELICIDADES MIJA QUE GUSTO QUE YA TE AIGAS RESIVIDO FELICIDADES
ResponderEliminarHAAA COMO ME ENCANTO EL CAPITULO DE VERDAD JEJE ESTOS DOS BAN AHACABAR CON ESA CASA SIP Y LO BUENO ES QUE EL YA DECIDIO INDEPENDIENTEMENTE DE QUE SI ES O NO ES ELPADRE DE ELIZABETH SE QUEDA CON ELLA Y PARA EL ES SU HIJA HAY DIOS MIO
BESOS Y ABRAZOS
hOLA hermosa me alegro que tus metas se te esten cumpliendo satisfactoriamente y siguas adelante ,felicidades y gracias x este hermoso capitulo ,m enecantoooooooooooooooo....Gracias ,sigue asi,besos desde Ecuador...
ResponderEliminarMe alegra mucho que has logrado terminar tu carrera Marie, felicidades..
ResponderEliminarY muchas gracias por mas un hermoso capi, estuvo espectacular, es hermoso este Edward a veces demasiado blando y a veces tan cavernicola..ahhh..lo amooo..
besoss