Capítulo XXVI
“Cambio de curso”
Bella POV:
Las salas de espera de los hospitales suelen ser
lugares diseñados normalmente para transmitir calma a las personas que
estuviesen en ellas. Lástima que casi nunca cumpliesen con su cometido.
Como en aquel momento, cuando el ambiente estaba a
rebosar de tensión: ninguno sabíamos nada más allá de que Rosalie estuviese
sangrando o que los Cullen estaban de camino. Jasper no dejaba de caminar de un
lado al otro sin decir una palabra tan siquiera de frustración. Alice
permanecía sentada cerca de donde él caminaba pero esperaba paciente a que este
rompiera el silencio. Fui incapaz de hacer otra cosa que no fuese emularla, pero
desde una ubicación más lejana a ese par por si requerían algo de intimidad.
Emmett irrumpió en el sitio con el rostro
ceniciento del susto y una mirada casi maníaca de la preocupación.
—¿Dónde está? —preguntó sin muchas ganas de
detenerse.
—La están examinando. No puedes pasar. —gruñó
Jasper.
Ni Alice ni yo necesitamos ponernos de acuerdo
para, de una manera muy disimulada ponernos en pie para evitar cualquier
enfrentamiento que comenzara a volverse físico de un momento a otro.
Emmett se giró hacia él.
—¿Por qué? —preguntó alarmado. Parecía estar
demasiado aturdido como para darse por enterado de la beligerancia del hermano
de Rose.
—El médico lo quiso así. —tercié.
La llegada de un niño podía ser recibida de
muchísimas maneras: algunas repletas de alegría y otras no tanto. Sabía que la
noticia de la existencia de este bebé, la cual ahora parecía peligrar, no había
sido precisamente celebrada de entrada.
El mismo Emmett me lo había comentado, pero aún
así su expresión me hacía entender que en algún punto aquello cambió
drásticamente. Y en lo más personal, comenzaba a creer que no solo habían sentimientos
por el nonato en ese enorme pecho, si no por la madre también. Solo había que
fijarse en como la observaba a escondidas cuando acudía a su casa para
impartirle a Edward sus lecciones de piano, o como se ocupaba de que no le
faltara nada cuando él se encontraba cerca. Además, cuando se trataba de Rose,
un brillo extraño se colaba en su mirada. Algo que en definitiva no había
percibido cuando Emmett juraba sentir cosas por mí. En secreto eso me
tranquilizaba mucho.
El teléfono de Jasper llamó la atención de casi
todos, menos de Emmett, al repiquetear.
—Dime, mamá…—Exhaló sin mucha paciencia. —No, aún
no sabemos nada. No vengan, por favor.
Prefiero que se queden allí con Charlotte hasta que pueda salir de aquí. No me
gustaría que estuviese ella aquí dados los acontecimientos.
Y mientras que la conversación continuaba, el
resto de los Cullen se fueron dejando caer en el hospital. Esme se notaba muy
preocupada. Edward en cambio se acercó hasta donde me encontraba con una cara
de póker, le besé como saludo y dejé que tomara mi mano entre la suya.
—¿Rosalie está mal? —preguntó un poco tenso.
—No lo sabemos, ángel. Aún el médico no nos ha
dado información. Puede que no sea nada como puede que sea algo muy grave. Solo
nos resta esperar por lo primero.
—¿Qué sería lo más grave que podría pasar?
—Perder al bebé e incluso tener una hemorragia
interna y ella… —Me negué a continuar enumerando “los posibles” por temor a
conjurar a alguno de estos. Además temía que Emmett alcanzara a escuchar algo
de esta conversación y terminara de perder la poca compostura que parecía
quedarle.
Carlisle, como cosa habitual, hacía acopio de toda
su entereza para mantener la calma en una sala de estar fría e impersonal que
permanecía parcialmente llena de individuos nerviosos y un ambiente tan tenso
que casi podía tocarse.
Una enfermera vestida de verde agua y con una tablilla
de metal atravesó las puertas.
—¿Los familiares de Rosalie Hale? —Emmett y Jasper
corrieron hasta ella prácticamente. Carlisle se acercó a su esposa para
escuchar y yo apreté la mano de Edward esperando lo que pudieran decirnos.
—¿Ella está bien? —preguntó azorado Jasper.
—No estoy autorizada para darles mayores detalles,
pero está fuera de peligro —contestó la amable mujer—. Ya luego el doctor les
explicará mejor la clínica de la paciente.
—¿El bebé como está? —inquirió Emmett
contradiciendo lo que esta le acababa de indicar.
Ella suspiró comprensiva y le dirigió una sonrisa
tranquilizante.
—El bebé sigue allí. No se preocupe ¿Usted es el
papá? —Él asintió —Venga conmigo.
La expresión de exasperación de Jasper no nos pasó
desapercibida a ninguno. De hecho, Carlisle se le acercó por la espalda y le
colocó una mano en el hombro tratando de llamarlo a la calma.
—¡Pero yo soy su hermano! —replicó él.
—Lo siento, señor. —se disculpó la chica pequeña y
morena. —Pero se me ordenó buscar a la pareja de la paciente…
—¡Él no lo es!
—Jasper, por favor. —intercedió Carlisle con toda
su flema diplomática— Tranquilízate, hijo.
La chica se excusó para luego adentrarse con
Emmett tras ella. En defensa de Jasper he de reconocer que se notaba a leguas
que peleaba con su genio una feroz batalla. No era fácil contener a un abogado.
No cuando demandaba lo que creía su derecho. Carlisle lo llevó hasta una
esquina en la que hablaron en un tono tan bajo que no pudimos escucharle. Alice
se le acercó tras un par de minutos de conversación y me di cuenta que intentaba
calmarlo también.
—¿Por qué Jasper está tan alterado? —musitó Edward
con la mirada fija en su amigo.
—Está preocupado. Tiene a su hermana y a su
sobrino del otro lado de estas puertas y no se le permite entrar. También está
molesto.
—Pero la señorita ya le explicó por qué no podía
pasar. —añadió como si le pareciera inconcebible el hecho de desobedecer una
instrucción dada.
Le miré a esos ojos preciosos que tanto me
fascinaban.
—Imagina que fuese yo la que estuviese allá atrás…
—Utilicé a mi persona en vez de a su hermano por meros tecnicismo de afinidad.
—Pero tú no eres mi hermana…
—Por supuesto que no.
—Así que no es lo mismo.
—Ángel, deja que me termine de explicar. Imagina
que soy yo la que estoy tras aquellas puertas, sangrando a principios de un
proceso de gestación y no te dejan entrar para asegurarte de que me encuentro
bien ¿Cómo te haría sentir eso?.
Sus ojos se fueron llenando de comprensión a
medida que el silencio se extendía.
—¿Ves? —le dije. —No es fácil estar en el lugar de
Jaz. Es su única hermana.
Asintió.
—Si Emmett se enfermara yo también me preocuparía.
—admitió con seriedad.
Sonreí para mis adentros. Él era demasiado
inteligente para su propio bien.
—Lo sé.
Y a partir de allí estuvo contándome sobre lo que
él y Emmett hablaban en sus antiguos trotes matutinos sobre la protección entre
hermanos.
Aproximadamente veinte minutos después, salió la
misma enfermera informando que podíamos dirigirnos al sexto piso. Rosalie
estaba en la habitación seiscientos treinta y cinco. Me pareció prudente
esperar fuera de esta a que algunos de los presentes se tranquilizaran.
Como era de esperar Jasper entró sin perder el
tiempo, Carlisle lo hizo detrás de él en caso de que tuviese que intervenir de
nuevo, aunque yo lo veía bastante calmado en comparación a como había estado en
la sala de emergencias. Esme, Alice y Edward parecieron pensar lo mismo. O al
menos esperaron a que les autorizaran a entrar.
—¡Qué nervios! —exclamó Esme cuando pasados unos
minutos aún no sabíamos que pasaba dentro. Solo escuchábamos susurros pero no
alcanzamos a distinguir nada que pudiese darnos pistas.
—Tranquila, mamá. Recuerda que la enfermera dijo
que Rose se encontraba fuera de peligro. Y el bebé también. —intercedió Edward
tomando las palabras de la enfermera como una verdad absoluta.
Por primera vez era este quien llamaba a la calma.
Si alguna vez había visto un parecido entre su padre y él, no fue ni la mitad
de lo que lo presencié en ese momento. Su talante y su razón se imponía en una
situación en la todos nos veíamos afectados.
—Lo sé, cielo. Supongo que debo de sosegarme un
poco. —agregó ella con dulzura y paciencia.
—Sí, debes hacerlo.
Alice volteó a mirarme y yo le dirigí una
expresión que mostraba lo acostumbrada que estaba a su brutal sinceridad. No
había motivo para extrañarse.
Carlisle fue quien acompañó al doctor; quien por
cierto era un hombre de facciones afroamericanas y que elevaba el adjetivo “alto”
a otro nivel. El médico nos saludó con cortesía antes de prestarle atención a
una llamada telefónica mientras que miraba su reloj. Luego se retiró antes de
dirigirnos una escueta despedida.
—¿Qué les dijo?—supuse que tranquilizarse era más
fácil de decir que de poner en práctica. La pobre Esme no podía dejar sus manos
quietas mientras acribillaba a su esposo a preguntas. —¿Cómo están? ¿Jasper
sigue molesto? ¿Y Emmett?
Por un momento una sonrisa joven se apoderó de los
labios de Carlisle y la dulzura invadió una mirada que iba solo dirigida a su
esposa. Tal como la caricia delicada que le prodigaba en su mejilla derecha con
el dorso de su mano.
—Tranquila, querida. Todo está bien. Por lo visto,
este bebé está dando señales de ser tan
revoltoso como su padre. El sangrado de Rosalie no se debe a nada preocupante.
—Entonces ¿A qué? —intervino Alice.
El patriarca de los Cullen se acercó más hacia
nosotros trayendo consigo a su esposa del hombro. Como arropándola con su
brazo.
—No puedo hablarles con los mismos tecnicismos
médicos con los cuales me lo dijeron a mí, pero en resumidas cuentas hay
mujeres que presentan cierto sangrado como si fuese una especie de
menstruación, lo cual hace que muchas no se percaten de su embarazo hasta
pasado varios meses. Van a dejarla hasta mañana solo para monitorearle por
precaución. Pero por el momento, no parece haber peligro alguno ni para ella ni
para el feto.
Me di cuenta de que todos respiramos un poco más
aliviados. Excepto Edward que seguía escuchando a su padre con atención. Esme
quiso entrar a la habitación y pasó con él. Alice y yo esperamos fuera a que
alguien saliera para poder accesar. No era prudente que estuviesen demasiadas
personas en una habitación. Al menos así nos lo había advertido una de las enfermeras.
—¿Podrías venir conmigo? —le pidió un Jasper
visiblemente cansado a Alice. Ella asintió. —Charlotte se lo está poniendo
difícil a mis padres esta noche. Está muy inquieta.
—Vamos. —dijo ella al mismo tiempo que se cerraba
un poco la cremallera de la chaqueta. Jaz me sonrió con cortesía y se despidió
de mí con la mano, Alice en cambio se acercó un momento hacia donde estaba
sentada. —¿Necesitarás algo?
Ella tan solícita como siempre.
—No, Al. No creo que dure demasiado aquí si ya
sabemos que Rosalie está bien. De un momento a otro pedirán que nos retiremos
para que ella pueda descansar. De todas maneras, gracias.
Fue hasta entonces que se retiró satisfecha.
Jasper insistió en traerme un café, pero rechacé la oferta enternecida por su
gesto. Ambos se complementaban, tenían una calidez humana impresionante.
Excepto en el caso de Jaz cuando se trataba de Emmett.
Me envolví más entre mi grueso abrigo y soplé
entre mis manos despotricando en mi fuero interno sobre el clima de Forks.
<<¿Por qué tenía que ser tan
inclemente?>>
No sé cuánto tiempo permanecí con la cabeza
recostada a la pared hasta que el sonido de la puerta llamó de nuevo mi
atención. Fue entonces que caí en cuenta de lo cansada que me encontraba.
<<Quizá
si debí aceptar aquel café>>
Abrí los
ojos y me encontré con un Emmett mucho más calmado de lo que había visto abajo.
Incluso, me sonrió un tanto avergonzado por despertarme.
—¿Estás muy agotada?
Negué con la cabeza y me levanté para terminar de
despabilarme.
—Carlisle dijo que la dejarán acá toda la noche.
Se encogió de hombros.
—Por mera cuestión de chequeo. Le colocaron un
medicamento para disminuir el sangrado y ahora solo le resta descansar. —Cerró
sus ojos y respiró profundo. Quizá sería el primer momento en el que podía
asimilar que no iba a pasar nada malo allí. —No sabes el susto que pasé, Bella.
Pensé tantas cosas de camino hacia acá. Todas malas.
—Suele pasar. A las personas nos mencionan la
palabra hospital y nos volvemos fatalistas de una vez.
—Cierto. Apenas ahora puedo respirar con
tranquilidad. Cuando llegué sentía que el oxígeno no me llegaba a ningún lado.
Le di un empujoncito con el hombro para infundirle
ánimo.
—Hay embarazos plagados de sustos, Em. Hay otros
en cambios que pasan con mucha normalidad. En mi opinión personal, ese bebé es
todo un Cullen: lo persigue el drama.
Emmett se me quedó viendo y estalló en risas por
primera vez en un buen rato.
—Sí, definitivamente es todo un Cullen.
No llevaba el saco del traje que traía al llegar
ni la corbata tampoco. Los puños de su camisa se encontraban doblados casi
hasta la altura de los codos, y tres botones estaban abiertos hasta mostrar un
pequeño indicio de la piel de su pecho.
Tras un par de comentarios sin mayor importancia,
me dio un corto abrazo y luego se largó de allí también. Debía de buscar
algunos artículos personales en casa de Rosalie para ella. Pero no se fue antes
de invitarme a pasar.
Giré el pomo de la puerta y me asomé poco a poco
para ver si el momento era el indicado, y como no vi nada fuera de lo común, lo
hice. Rosalie giró su cabeza hacia mí y me dirigió una mirada levemente apenada.
—Hola, Bella. Siento mucho este susto.
—No te preocupes, Rose ¿Cómo te sientes? —pregunté
cerrando la puerta tras de mí.
—Ahora bien. Pero la verdad es que me asusté mucho.
Toma asiento, por favor. —me indicó hacia una silla que estaba a un costado de
su cama, que de hecho quedaba en frente de donde estaba Esme.
Edward permanecía un poco más lejos con su padre;
quién le estaba hablando pero él me miraba a mí. Estuve tentada a hacerle un
gesto disimulado para que le prestara atención a la persona que tenía a su lado,
pero decidí no arriesgarme a que su reacción lo dejara aún más en evidencia de
lo que ya su postura lo hacía.
—Le contaba a Rosalie que mis dos embarazos fueron
completamente diferentes. Cada uno parecido a las personalidades de mis hijos.
—comentó la matriarca Cullen. —Con Emmett las náuseas matutinas fueron
terribles. Se supone que ese proceso cesa en el primer trimestre pero a mí me
duró casi hasta la segunda.
—¿Y cómo lo soportaste? —le preguntó Rosalie.
Esme arrugó un poco la nariz, como rememorando
aquella época en su paladar. El gesto le confirió un aire tanto soñador como juvenil.
No me sorprendía en lo absoluto que su esposo hubiese caído a los pies de esa
mujer y nunca más se hubiese levantado. No solo tenía una manera de ser muy
simpática, sino que además era hermosa.
—Con mucho hielo y galletas saladas. Si vieran lo
delgada que me puse. Carlisle estaba asustado. Ni siquiera tenía grande el
vientre. Pero eso sí, cuando esos meses terminaron y el séptimo llegó, comencé
a comer todo lo que antes no soportaba y hasta más. Me puse enorme.
—Y el de Edward ¿Cómo fue? —le pregunté realmente
interesada en saber sobre ese tema en específico.
A ella se le dulcificaron los rasgos.
—Con Edward todo fue muy tranquilo. Los primeros
meses tuve algunas molestias pero no
fueron ni de cerca tan malas como con su hermano. Esa vez no pasé de ser un
hueso a una bola en tiempo violento. Mi embarazo fue más típico y su padre
estuvo más calmado. No parecía un desquiciado corriendo de su trabajo a la casa
y de la casa al trabajo. —El repentino silencio tenso expresó lo que ella no se
atrevió a decir: que los problemas con Edward habían venido después.
Podían juntar las manos de tres docenas de
personas y me quedaba corta cuando recordaba las veces en que insistía en que
no se debe de ver el autismo como una enfermedad, sino más bien como una
condición. Pero indiscutiblemente representa un gran desafío tanto para las
personas que lo tienen, como para sus familiares. Dificultades que podían ser
motoras, agravadas con algún retraso, intolerancias alimenticias, de
aprendizaje o incluso todas. Así que era imposible no sentir empatía con ella,
sobre todo cuando veías en sus ojos el dolor que le producían aquellos
recuerdos.
No quise que el ambiente se tensara así que decidí
lanzar una broma tonta para aligerar la cosa:
—Y me imagino que comiste todo el chocolate que
estaba en la ciudad. Yo lo haría. —Me encogí de hombros. Ella sonrió un poco y nos
desviamos de ese tema tan delicado.
Así estuvimos un rato más: Esme hablándonos acerca
de las experiencias vividas en sus períodos de embarazo. Lo lindo, lo feo y
hasta lo raro. Rosalie por su lado le hacía cualquier cantidad de preguntas.
Por lo que escuché, aún estaba en la etapa de los vómitos matutinos, de allí
que pareciera un poco más delgada, pero solo hasta ahí llegaba la evidencia
física de sentirse mal. Esa mujer era ridículamente bien parecida. Y yo, me limité
a escuchar cualquier cantidad de teorías acerca de las “barrigas ajenas”.
No deseaba esa suerte, pero me era difícil no
echar una mirada de vez en cuando hacia Edward y cuestionarme sobre la
posibilidad de traer a “otro ángel” al mundo. Me preguntaba si lo aceptaría, si
tendría la paciencia necesaria para lidiar con berrinches que no fueran los
suyos cuando el niño intentara imponer su voluntad. Eso, entre decenas de
interrogantes pululaban por mi mente haciéndome sentir un poco ansiosa, pues no
podía predecir a con exactitud la respuesta a estas. Mentiría si dijese que no
había contemplado esa posibilidad en más de una ocasión. Pero siempre terminaba
con más dudas que certezas. Dudas que no podrían ser aclaradas ni siquiera aunque
las vocalizara, puesto que Edward necesitaba vivir las cosas para saber cómo
enfrentarlas.
Si al saber sobre la existencia de su sobrino se
había visto afectado ¿Cómo sería si se enterase de que sería padre? Podía ser
una profesional en mi área. Acostumbrada a lidiar con muchas situaciones contrarias
en el campo del autismo, pero dudaba que poseyera la capacidad para hacer
frente a semejante temor.
Sabía por descontado que él no poseía ese chip
machista de salir corriendo para no enfrentar sus responsabilidades. Pero ¿Qué
pasaría si la paternidad lo agobiaba demasiado?
Y uno de mis más grandes miedos: Si el bebé
desarrollara autismo ¿Edward se sentiría culpable de ello? ¿Se volvería a su introspección
si fuese ese el caso?
Era mejor dejar de pensar. Solo un drama a la vez,
por favor.
*.*.*.*.*
Jasper no había regresado, Carlisle se había
llevado a Esme a su casa a descansar, pero en cambio Edward, se había negado en
redondo a dejarme allí. Así que me comprometí a llevarle luego a la suya. Pero
poco después de que sus padres se fueran, él se quedó rendido en el sofá de tal
manera, que ni siquiera se dio cuenta de que le arropé con la chaqueta que
había dejado tirada su hermano, el cual tampoco había regresado aún.
Luego de eso, aproveché ese breve instante de paz
para acercarme a Rosalie.
—Deberías dormir tú también un poco. —le insistí.
Ella negó con la cabeza.
—Aun siento la descarga de adrenalina del susto
recorriéndome el cuerpo. No podría pegar un párpado ahora ni aunque lo
intentara.
—Lo comprendo.
El ambiente entre ambas no siempre había sido el
mejor pero tampoco fue demasiado tirante. Hasta ese momento…
—¿Puedo ser honesta contigo, Bella? —¡Rayos! Sentí
una opresión en el pecho. Como cuando alguien tiene la sensación de que lo van
a rechazar. O quién sabe, quizá solo sería la inseguridad.
—Por supuesto. Dime.
—Toda esta situación entre Edward, Emmett, tú y yo
ha sido difícil de procesar para mí. No, no…déjame terminar, por favor. Tuve
mis dudas más de una vez acerca de ti. Incluso cuando Emmett se me acercaba
para desahogarse, juraba que tú nunca le habías dado alas, pero lo dudé. Nunca
tuviste un mal gesto para conmigo, así que no podía tratarte mal. —se notaba
que confesar todo eso la incomodaba, y a pesar de ello la estoica mujer
continuó: —Pero…estos últimos meses han sido para mí un golpe de realidad en
muchos sentidos; y uno te incluye a ti. He tenido mucho tiempo para pensar y
hasta observarte, pero me di cuenta que hay intangible que los une a Edward y a
ti. —Una de sus manos quiso acercarse a una de las mías, pero quizá se sintió
tímida al respecto, y la alejó con disimulo —Tienes una manera de mirarle que
no compartes con nadie. Y me consta que estimas e inclusive quieres a los
Cullen, y a Alice. Pero a Edward…no lo sé. Quizá este embarazo me tiene cursi y
sentimental, pero me parece que su sola presencia incide hasta en tu postura.
Te yergues protectora a su lado y cuando lo miras, lo haces con una devoción
muy grande.
—Yo…no estoy segura de comprender lo que tratas de
decirme con todas estas cosas, Rosalie. —balbuceé penosamente.
Levantó la barbilla logrando verse muy firme en lo
que iba a decirme.
—Quiero disculparme contigo. Porque verte aquí,
velando por mí como si fuese otro miembro más de la familia, me recuerda que he
sido injusta. Puede que tú no te hayas dado cuenta de eso, pero aun así quería
decírtelo. —Ese rubor en sus mejillas me hizo comprender que la pose de
suficiencia era solo una armadura que le había dado el tiempo a Rose como defensa.
Le sonreí con ternura y dije:
—Rose, hablas de todo esto como si te hubieses
mantenido en las sombras todo este tiempo, tramando alguna especie de plan en mi
contra ¿Qué tuviste tus reservas
conmigo? Yo en tu lugar también las habría tenido. —Entonces sí que me aventuré
a darle un apretón en su mano. A ella se le escapó una tímida sonrisa. —Yo
misma me aterrorizo nada más de pensar en Edward compartiendo con otras
personas en la fundación. Le amo tanto que me estremezco solo de pensar en si
eso que siente por mí ahora, pueda cambiar por otra mujer. Así que entiendo que
toda esta situación te hubiese puesto un poco aprehensiva. Sin embargo no
acepto tus disculpas… —Se tensó pero continué antes de que pudiese sacar una
conclusión errada. Si algo había aprendido en esta vida, era que con las
hormonas de las mujeres en estado era mejor no meterse. —No. No puedo
aceptarlas de la mujer que ha incidido de una manera tan positiva en el hombre
que amo. Le has ayudado a desarrollar disciplina y dedicación para con algo que
a él le gusta. Incluso con toda esta situación has influido en él, de una manera
increíble. Ha crecido un poco más gracias a ti. El que ha hecho algo por él, ha
hecho mucho por mí. Así lo veo yo. —Luego cambié mi tono de voz y mi postura a
uno de complicidad. —¿Sabes? Si hablamos de miradas y comportamientos
alterados, tengo que decirte que yo nunca vi que Emmett perdiera tanto los
estribos como esta noche. Estaba frenético.
—Pobre…
—¡No, pobre no, Rose! ¿Acaso no lo ves? Como
hombre al fin, tuvo sus momentos de caprichos, pero es contigo con quien lleva
una relación real. Puede que hasta ahora pareciera que solo se haya centrado en
el bebé, pero es que no creo que un hombre como Emmett Cullen pueda sentirse
cómodo hablando de lo que siente. Mucho menos después de todo lo que ha pasado
por aquí. —Le guiñé un ojo. —Tenle paciencia.
—¿Tú crees?
—¿Dónde firmo mi apuesta de que ese hombre estará
arrastrándose por ti dentro de poco? Si es que no se puede considerar que ya lo
esté, dado el hecho de que salga como loco a buscarte cosas en medio de la
madrugada para que te sientas más cómoda acá. A pesar de que mañana te darán de
alta.
—A veces me da miedo de que solo actúe así por el
bebé. —admitió en un breve instante de debilidad.
—Ahí es donde viene la parte de la confianza,
Rosalie. Debemos decidir si nos arriesgamos a amar sin reservas o vivir sin
sentir por miedo.
Pareció sospesar mis palabras durante un momento,
luego asintió pareciendo conforme.
—Gracias, Bella. No sé mucho sobre tener amigas;
de hecho todos los que tengo son hombres. Los músicos que he conocido a lo
largo de los años, pero esto se me asemeja bastante.
Le di una palmada en la mano.
—¡Oye! Claro que puedo ser tu amiga. Y no creo que
Alice se niegue a serlo. Solo debes abrirte un poquito a las personas para que
dejes ver todo lo que vales, Rose. —Sonreí con gesto malicioso. —¿Y qué dice
Emmett de todos esos amigos varones?
Suspiró y se hundió en los almohadones.
—Los odia. O por lo menos, no los soporta ¿Puedes
creer que muchos de ellos me han ido a visitar al enterarse de mi estado y él
se ha negado a moverse del área en la que estemos? Por eso no hemos acabado con
muchas cosas en la casa. No le gusta dejarme sola.
No pude evitar carcajearme ¿Esta mujer estaba
ciega? ¿O qué? El mayor de los Cullen estaba arrastrando la cobija por ella y
lo único que Rose hacía era estar llena de dudas. Pobrecita.
Me fue contando anécdotas de las trastadas de Emm
con sus amistades; sobre todo con un ex con el que mantenía muy buenas
relaciones; y yo reía. Una que otra vez la interrumpía para darle mi opinión a
favor de él y luego seguía riéndome.
*.*.*.*.*
Emmett llegó con una pequeña maleta repleta de
cosas para Rosalie, quien no se explicó el porqué de esa exageración cuando a
la mañana se iría.
Charlotte apareció demasiado achispada para ser
una niña de cuatro años despierta a unas horas tan altas, pero luego me explicó
Jasper que su madre le había dado Coca – Cola en la cena y de paso le había
contado que su tía estaba en el hospital. Así no hay pequeño que pegara ojo, y
menos cuando esta estuviese acostumbrada a que su papá le leyera antes de
dormir.
Apenas entró, se trepó a la cama de su tía y la
vio con esos ojitos azules preciosos.
—Tita, mi papi me dijo porqué te habían traído al
doctor —Miré a Jasper y él me guiñó un ojo. —¿Te cortaste mucho?
—¿Ahhh?
—¿Puedo ver el dedo que te cortaste? Papi dijo que
sangraste mucho y por eso te tuvo que traer.
—Fue horrible, Charly. Por eso no debes de tocar
los cuchillos de la cocina. Te pueden colocar esto… —Rose le enseñó el dedo
índice conectado al monitor donde se reflejaba su ritmo cardiaco.
—Vaaaaaaya ¿Te duele?
—Mucho.
—Oh. —Permaneció callada un rato y luego pasó sus
manitas por la barriga aún plana de su tía. —La abuela dijo que el bebé tenía
que crecer pero tú estás muy flaquita. Memet ¿Acaso no sacas a comer a mi tita?
¿No ves que no tiene pancita aún?
—¡Charlotte! —Su padre le llamó la atención con
suavidad.
—¿Qué, papi? —Ella lo miró como si no hubiese
logrado que su tía se ruborizara, que Alice y yo tuviéramos que disimular las
risotadas con tos, y que Emmett se mostrara entre avergonzado y enternecido;
todo con un solo comentario suyo.
—Tienes razón, muñeca. —dijo tomándola en brazos.
Y caminando hacia el sofá de la otra esquina en donde Edward había dormido.
Ahora estaba en el baño desperezándose y tratando de domar esa cabellera rebelde
que me encantaba acariciar. —Prometo llevar a tu “tita” a comer muy pronto. Y a
ti, si quieres.
—¡Siiiiiiiiii! ¿Y a comer helados?
—También. Helados muy, muy, muy grandes.
—¿Con nubecita arriba? —Supuse que así le diría a
la crema batida.
—Sí, con nubecita arriba.
—¿Y con una cereza? Las cerezas son mis favoritas.
—Con cuantas cerezas quieras, muñeca.
—¡Siiii! —Charlotte abrazó a su Memet apretujando su mejillita con la de
él y casi haciéndole una llave de lucha en el cuello de lo fuerte que lo estrechaba
entre sus bracitos.
Sentí un poco de lástima por Jasper en ese
momento. Tenía que aceptar que dos mujeres de su vida estaban estrechamente
ligadas a ese gigante. Una lo amaba y sería la madre de su hijo en unos seis
meses aproximadamente, la otra lo adoraba porque… Bueno, porque así era Charly.
*.*.*.*.*
Apenas Edward salió del baño, me fui con él, pero
contrario a lo que habíamos acordado primero; él decidió irse a mi casa. No
hubo fuerza terrenal que lo hiciera cambiar de idea. Y como a mí no me
molestaba en absoluto, le seguí el rollo.
Llamó a la suya para que no se preocuparan. Estábamos
al borde del colapso cuando llegamos, así que solo nos duchamos, por separado
porque no había fuerzas para más nada, y luego nos fuimos a la cama.
—No estaba dormido. No al principio. —me dijo
cuando ya habíamos apagado las luces y estábamos acostados uno encajado en el
otro. Su mano estaba en mi cadera.
—¿A qué te refieres, ángel?
—Cuando me abrigaste en la clínica, desperté y pude
escuchar tu conversación con Rosalie. Aunque no era mi intención. —admitió. No
sonaba nada avergonzado, pero dudaba que tampoco comprendiera muy bien sobre lo
errado de hacer algo así. Sin embargo, lo dejé pasar. Al final de cuentas, ahí
estaba él confesándolo todo.
—No te preocupes. —Le di unas palmaditas en la
mano que tenía apoyada en mí. —No pasa nada.
Se quedó callado durante un rato. De hecho pensé
que se había quedado dormido, pero luego vino al ruedo de nuevo:
—Me gustó escuchar lo que Rosalie dijo de
nosotros.
—¿Qué se me nota que te quiero? —recordé.
—Sí.
Aquello me sacó una sonrisa.
—Ángel, el reto está en tratar de ocultarlo.
—Supongo. —Me acarició el brazo de arriba abajo.
Una y otra vez, así supe que algo lo tenía inquieto.
—¿Qué pasa, ángel?
—Tú… Rose…Ustedes hablaron sobre familia y yo me
preguntaba si tú… ¿Vas a querer una más adelante?
Noté que su postura era tensa.
Respiré lentamente, tratando de conseguir una
respuesta adecuada a eso. Llena de inseguridades, decidí quedarme de espaldas a
él y apretar entre mis dedos esa mano que me acariciaba.
—Edward, yo quiero todo contigo, pero seremos
nosotros los que decidamos que hacer con nuestra relación de pareja. No
dejaremos que los demás nos digan que hacer. Sí, quiero tener una. Pero si
llega a pasar el tiempo y solo somos nosotros dos ¿Te sentirías decepcionado?
Creo que hay muchos tipos de familias, y nosotros podemos hacer la nuestra como
creamos que sea bueno para ambos.
Suspiró en mi oído y me apretó contra sí. Su
respiración acariciaba mi oreja una y otra vez.
Esta conversación no se acababa allí. De eso
estaba segura.
*.*.*.*.*
Pasaron los días y una serie de modificaciones se
dieron en la casa Cullen:
Edward ya no veía clases de piano en su casa,
puesto que a Rosalie le habían recomendado un reposo moderado. Por lo que decidieron
trasladar las lecciones hasta su casa. Específicamente a su salón de ensayo, en
donde un Steinway And Sons clásico
era el centro de atención. El resto de sus terapias se mantuvo con normalidad.
Así que eso generó a su vez varios hechos más; que
Edward y su hermano pasaran más tiempo juntos. Emmett le pedía constantemente
la opinión a Edward sobre los arreglos que se estaban llevando a cabo en la
casa de Rosalie. Todo destinado a que el lugar estuviese dispuesto para recibir
de la forma más segura posible a su bebé. Charlotte y mi ángel estrecharon aún
más sus lazos. De hecho la pequeña había logrado que su padre o sus abuelos la
llevaran casi a diario para verse con su amigo Edward, y que él tocara para
ella en el pianote de su tita, según
sus propias palabras.
Rosalie, ya
no tenía vómitos matutinos. Pero se había despertado en su cuerpo un hambre
feroz. Así que en pocas semanas su vientre plano fue dando lugar a una pancita
que le quedaba muy bien. Ella, como madre coqueta y orgullosa que era, se
colocaba vestidos ceñidos que le quedaban muy bien, y que no se molestaban en
ocultar su estado para nadie. Era impresionante ver lo emocionado que
encontraba Emmett. Cada día que lo veía cerca de ella, no duraba demasiado rato
sin pasar su mano por el vientre de Rose, o pululando a su alrededor por si
necesitaba algo. Creo que no se había dado cuenta aún, pero parecía como si
orbitara a su alrededor. No sé qué pasaba con ese par en privado, pero no podía
dejar de admirar lo lindos que lucían así.
Esme y su escuadrón de arreglo de casas comenzó a
ser algo más serio. Carlisle, convencido del talento de su esposa, le propuso
dedicarse a la decoración de interiores de su oficina; cosa que a ella le
encantó. Comenzaba a creer que esta nueva pasión de ella, podría convertirse
rápidamente en algo más que un pasatiempo. Un nuevo brillo se había apoderado
de toda su persona, y no era la única que lo notaba: escuché en un par de
ocasiones que tanto Al como Rose le hacían un comentario parecido al verla.
Y hablando de Alice, resulta que aprobó sus exámenes
finales con éxito, así que no me extrañó cuando recibió una nueva propuesta de
trabajo: Carlisle le propuso la idea de colaborar con nosotros en la puesta en
marcha de la fundación. Mi amiga, encantada de la vida, aceptó la oferta.
Muchas responsabilidades cayeron sobre ambas después de eso, al ser él un
abogado tan ocupado no podía salir del bufete cada vez que quería; así que
fuimos nosotras las que tuvimos que encargarnos de buscar lugares para desarrollar
la fundación. Aún seguíamos buscándolo incansablemente.
Y fue en uno de esos viajes que mi vieja Chevy
murió. Gracias al cielo, nos había dado chance tanto a Alice como a mí de
llegar a Port Angeles pero no sin antes armar todo un espectáculo de humo como
si fuese a estallar de un momento a otro ¡Estúpido sistema eléctrico! Recalentó
tanto la maquinaria, que muchas piezas se vieron afectadas. Dos días
después llegué a mi casa con una Jeep
Commander en color negro. Pero no era nueva, claro que no. Me sentía en la
obligación de reemplazar a mi camioneta por algo parecido a ella: un auto que
tuviera historia. Así que esta nueva era de unos seis o siete años atrás, pero
el vendedor me había asegurado que su dueño anterior había sido una viajera.
Eso selló el trato para mí. Amaba pensar que el vehículo seguía teniendo en sus
neumáticos la tierra de los lugares anteriores, y que ahora sería yo la que le
añadiera memorias. Era una cursi perdida.
Algunas veces extrañaba el ronroneo de mi antigua camioneta,
pero decidí tomarme aquel nuevo detalle como un cambio más en esa serie de
desafíos que se había puesto en marcha desde hacía ya un tiempo. Además amaba
mi todoterreno.
Basta acotar que Alice y Edward no pudieron estar
más felices con el fallecimiento de mi camioneta. <<De
malagradecidos estaba lleno el infierno>>
*.*.*.*.*
Una noche, bastante buena por cierto ya que Edward
se había quedado a dormir, me levanté a por un vaso de agua para él, cuando me
encontré con una Alice llorosa en el islote de la cocina. Me acerqué hasta ella
preocupada.
—¿Qué ha pasado? ¿Llegaste hace mucho?
Era sábado y contaba con que estaría fuera de casa
para no tener que ser tan cuidadosa.
Sentí de pronto como el calor se iba a mis mejillas.
—El suficiente para escuchar tus chillidos. —Dejó
escapar una risita antes de que más sollozos se retomaran.
No era como si ella no supiera lo que hacía con
Edward en mi habitación, pero me parecía innecesario que hasta los vecinos se
enteraran de que mantenía una vida sexual activa.
Me aclaré la garganta e hice como si no hubiese
dicho nada.
—¿Por qué estás llorando?
—Discutí con Jasper. —Pareció una niña pequeña
cuando un puchero apareció en su rostro de duendecillo. Fruncí el ceño.
—¿Nunca lo habían hecho?
—¡Por supuesto que sí! Pero esta vez fue…peor. Él
está muy raro.
Tomé asiento a su lado.
Apoyó la frente en palmas, su mirada se clavó en
el granito de la encimera y sus lágrimas se deslizaban por el puente de su
nariz hasta mojar la gélida superficie.
—Jasper ha actuado extraño, se podría decir que
hasta un poco frío, como si nunca tuviese tiempo para mí. Y cuando logramos
estar juntos, si le suena el teléfono, sale disparado a atenderlo pero lejos de
donde pueda escucharlo. He tratado de no comportarme como una neurótica ¡Pero ya
no puedo seguir ignorando los hechos! —Se limpió un rastro de humedad de la
nariz con el dorso de la mano. Como una niña. —De paso, estoy en mi síndrome
premenstrual.
La verdad era que tenía razón. No era normal en él
que se comportara de esa manera. Jaz solía ser por lo general un hombre dulce y
atento con todos, pero con Alice solía rayar en la adoración. Ahí había algo
raro en todo eso.
—Habla con él, Al. Dile todo esto que me estás
diciendo a mí. A lo mejor tiene un caso que le trae estresado en el bufete y no
ha querido abrirse sobre ello. Quizá es demasiado delicado.
Se frotó de nuevo la nariz antes de mirarme.
—Lo haré. Pero no esta noche. Debe ser él quien me
busque a mí.
Le di un empujoncito con el hombro y una sonrisa
de ánimo.
—Todo saldrá bien, Al. Tranquila. Todos discutimos.
Míranos a Edward y a mí, hace dos días me molesté con él.
—¿Y eso? —Me vio como si yo tuviese dos cabezas. Como
si en su cabeza no pudiera existir nada por lo cual molestarse con Edward. Mentalmente
rodé los ojos.
—Porque fuimos a cenar al nuevo restaurant de
comida tailandesa y la camarera estaba más interesada en ver a Edward que de
prestar un buen servicio. Él, como no se entera de nada, luego de que me
quejara le dijo que no se lo tomara personal. Que en general yo era muy buena y
que solo estaba en mi período.
Fue entonces cuando Alice volvió a sonreír, aunque
solo fuese un poco.
—¡No te rías! ¡Fue vergonzoso!
—Me imagino su cara, la de la camarera y la tuya.
Rodé los ojos con cansancio otra vez.
—Casi ni comí de lo enojada que estaba. En medio
de la cena me preguntó dos veces si me pasaba algo, pero no fue hasta que
estuvimos en el auto que le dije la verdad. Entonces luego terminamos
discutiendo también sobre el hecho de que yo “omitía” la verdad. Te juro que a
veces hasta yo me exaspero.
—¿Y cómo reaccionó?
Esta vez fui yo la que sonreí de ternura.
—Primero se sorprendió, porque en ningún momento
había querido ser maleducado. Luego me pidió disculpa tantas veces, que hasta
me hizo sentir culpable de molestarme con él. Pero entonces añadió que yo a
veces lo frustraba. Volvimos al punto de inicio —sacudí la cabeza. —Ese hombre será
mi perdición.
Sus ojos pasaron rápidamente de la ternura por mí a llenarse de lágrimas de nuevo. La abracé un
rato hasta que cansó de llorar en la cocina y subió a su habitación. Imaginé
que a seguir en lo mismo, pero en privado. Sin tener que preocuparse sobre lo
que los demás pudieran pensar sobre ella en lo absoluto. Nosotras y nuestra enfermiza
necesidad de hacernos las duras, las invencibles, como si fuese una especie de
pecado el mostrarnos vulnerables cuando algo nos lastimaba.
Subí las escaleras con el vaso de agua y encontré
a Edward desnudo mirando por la ventana ensimismado. Toqué su brazo con el vaso
mojado y frío. Él se estremeció, luego se giró hacia mí.
—Dale gracias al cielo que esta ventana te cubre
justo lo necesario, o si no, tú y yo estuviésemos teniendo una nada agradable conversación
sobre exhibirse ante las curiosas miradas de las vecinas como Dios te echó al
mundo. —Me abracé a su costado y olfateé su pecho. Olía a una adictiva mezcla
de sudor y a Cool Water de Davidoff. Miré las pecas que salpicaban
su pecho e incluso llegaban hasta la parte superior de su espalda. Las recorrí
con el dedo, pasando por encima de los vellos y acariciando su estómago un
tanto curvo. Nada de six pack para
mí, pero eso no podía importarme menos. —Y tú en serio no quieres eso.
Frunció el ceño.
—No ha pasado ninguna.
—Menos mal. —me apretujé más contra él. —¿Qué
estabas viendo entonces?
—Ese búho que está en esa rama. Nunca había visto
uno tan de cerca. Son preciosos… —dio un sorbo a su agua y siguió mirándolo
como si fuera algo único y raro. De reojo vi que su celular estaba cerca de él,
no me extrañaría nada encontrar una fotografía sobre el exuberante animal en la
galería.
Seguí su mirada y me encontré con los ojos curiosos
del ave, eran grandes y oscuros. El plumaje tenía una variedad interesante de
tonalidades café y su ulular confería a la noche neblinosa, un aire misterioso
que me recordaba a las novelas de misterio que leía de pequeña hasta entrada la
madrugada. Comprendía su fascinación, pero temí que si no lo quitaba de allí
podía pasar la noche completa de pie frente al cristal de la ventana.
Le arrastré a la cama y en esta ocasión fue él
quien se acercó a mí. Encajó su rostro en mi cuello y depositó un beso en él.
—¿Podemos volver a hacerlo, Bella?
Esos comentarios no dejaban de tomarme con la guardia
baja, y aún no lograba controlar la risa que me causaban. También me causaban
una tremenda ternura.
—Sí, ángel, podemos. —Acaricié la longitud de su pene.
Poco a poco su piel se erizó y calentó por mi toque. Fui testigo una vez más de
cómo se hinchaba entre mis dedos, hasta empezar segregar líquido pre seminal. —¿Qué voy a hacer
contigo?
Jadeó contra mi cuello.
—¿Por…? ¿Por qué? ¡Oh!
—Porque no te sacias, —comencé a besar su pecho a
medida que hablaba. —porque me has hecho adicta a ti, porque me vuelves loca.
No sé qué hacer contigo.
—Acariciarme… como ahora. —Esa fue su escueta
contestación y no pude evitar reírme.
Me coloqué a gatas sobre él. Tomé su miembro y
hablé sobre la cabeza hinchada y llorosa: —No tengo ninguna queja sobre ello.
De hecho, tengo una buena idea de cómo hacerlo.
Tomé su pene entre mis labios hasta que casi tocó
mi campanilla. Pasé la lengua por su tallo de regreso y saboreé lo que salía de
él. Su sabor me producía casi tanto placer como verlo culminar, chupé con
fuerza cuando llegué a la punta arrancándole expresiones de descarado placer.
Así estuve un rato más, hasta que la mandíbula me comenzó a arder y decidí
ayudarme con los dedos.
En unos pocos movimientos Edward se corrió en mi
boca, pero tuve que echarme hacia atrás porque se arqueó de forma tan repentina
que tuve que retirarme para que no llegara hasta el fondo de mi garganta y me
causara náuseas. Tomé todo de él y saboreé su gusto.
Escalé por su cuerpo, tomé su erección y
lentamente me clavé en él. Ambos gemimos cuando me fui ciñendo en torno a él.
—Me encanta…estar…dentro de ti. —gruñó.
Estaba muy hablador esa noche en particular. Moví
mis caderas en círculos lentos.
—¿Mucho?
—Sss…Sí.
—Demuéstramelo, ángel. Enséñame cuanto te gusta.
—A mi parte egoísta; a esa tan terrenal y mundana; le encantaba el hecho de
verlo incapaz de formular una frase larga durante el sexo. No eran necesarias,
y de paso me hacía sentir empoderada.
Tomó mis caderas con fuerza y se encajó en mí con
fuerza. Sus embates se volvían desesperados con cada segundo que pasaba. Agarrada
a sus antebrazos, arqueé el cuerpo y recibí su rudeza. Me aferré a sus caderas
con los muslos cuando sentí los espasmos comenzar a recorrerme, entonces profundicé
más las estocadas y me curvé hasta que su pene tocó ese punto en mi interior
que me volvía loca. No tardé en sentir su calor invadirme y su cuerpo se
convulsionó completo.
—¡Bella!
Me dejé caer sobre él incapaz de dar una sola
bocanada profunda por oxígeno. Envuelta entre sus brazos, besó mi frente y
suspiró cansado:
—Me encanta tu interior. —musitó con la vista fija
en el techo, pero sabía que estaba lejos de estar hablando sobre mi habitación
o mi forma de ser.
Si hubiese tenido energía probablemente me habría
reído, en cambio solo acaricié su pecho un tanto mojado por el sudor, deposité
un beso y dejé que el cansancio hiciera lo suyo.
Era momento de dormir entre los brazos de un
ángel. ¡Bendita mi suerte!
*.*.*.*.*
—Tendrías que estar allí para entenderlo, Bella. ¡Tenías
que estar ahí! —contaba Edward emocionado sobre su experiencia. Dudaba mucho que
la mujer que debía estar con las piernas abiertas en una silla ginecológica,
deseara tener un gran público. Él era la excepción a la regla.
Rosalie le volvió a invitar para que le acompañase
al control de obstetricia aquel mes. Él aceptó con una mezcla de curiosidad y
emoción a la vez, dada la última vez que habían acudido a la consulta.
Pero en esta ocasión volvió en una especie de
vorágine energética. Pasar de ver una diminuta figura sin demasiada forma con
un movimiento de latidos, a captar con claridad la silueta de un pequeño humano
con sus manitas incluidas; había despertado una fascinación de la que no lo
creía capaz en toda esta situación. Mi típico error con él: Subestimar a Edward
y luego darme cuenta de que a su manera; y sin estar siquiera consciente de
ello; me ponía en mi sitio.
Emmett al parecer no pudo contener una pequeña
lágrima que se escapó de su ojo, por lo que su hermano me contaba. Y Rose, no paraba
de susurrar cosas en voz muy baja mientras se acariciaba el vientre. Pero mi
novio fue una historia completamente distinta: Su emoción era tal que hablaba tan
alto, que podía parecer que estaba gritándome. No había dejado de expresar lo
increíble que le parecían los cambios que había sufrido el feto en apenas unas
cuantas semanas. Que si el médico había dicho luego que eran dos y no uno
solo...
Basta decir en este punto que tardé unos cuantos
segundos en darme cuenta de que no estaba respirando. Aunque supuse que mi
sorpresa no era tan grande como la de los padres, que por lo que mi fuente de
información personal me había reportado, tardaron un par de minutos en
reaccionar; y cuando finalmente lo consiguieron, no dejaban de repetirse entre
ellos que todo estaría bien. Como si ambos temieran que alguno saliera
corriendo asustado del lugar. Creo que yo lo hubiese hecho, dadas las
condiciones.
Y luego el doctor estalló en risas y confesó que
solo había sido una pequeña broma. Edward no entendió en el momento porque
ambos respiraron profundo después de ello, y no sería sino hasta que habló
conmigo cuando le expliqué que cada niño viene con una cantidad impresionante
de desafíos, y que para una relación en un estado tan complejo como estaban
esos dos padres, lo mejor era que vinieran de un niño a la vez.
Y entonces fue cuando se vino la debacle…
—¡Pues yo quiero un hijo, Bella! ¡Tengamos un
bebé! —propuso con un brillo fanático en su mirada color de tormenta.
Decir que me tomó desprevenida era decir poco. Si me
había quedado sin palabras cuando me enteré de la broma del médico, luego de
eso, me costaba siquiera encontrar una respuesta coherente que pudiera zanjar
la conversación con la menor cantidad de bajas posibles. Spoiler: no lo logré.
—Edward, yo… —balbuceé. Hasta comenzar me costó
horrores— No estamos preparados para eso.
—¡¿Por qué?! —debatió él sin querer rendirse a la
primera. —Si Emmett y Rosalie, que están separados, van a tener un hijo ¿Por
qué nosotros, que estamos juntos, no podemos? Nos amamos…
—Eso no es suficiente, ángel. —solté sin pensarlo.
Edward retrocedió como si le hubiese asestado un empujón. Sus rasgos, antes en
un frenesí de emoción, ahora parecían más bien recelosos.
—¿Cuándo dejó de ser suficiente eso, Bella?
—No saques conclusiones apresuradas, Edward. Eso
siempre nos mete en un incómodo aprieto. Me refiero al tema de la paternidad. No
es tan sencillo como lo estás imaginando.
Juro que jamás había visto esa expresión en su
mirada. Como si estuviese sopesando cada una de mis palabras con desconfianza. Como
si fuese una especie de desconocida para él.
—Se me dificulta pensar ahora que no me estás
tratando como a un idiota.
—¡Jamás he hecho tal cosa! ¡Lo sabes! Estás siendo
injusto conmigo.
—¿Injusto, Isabella? Casi nunca te pido nada. Trato
de no molestar…
—¡No me molesta atenderte, Edward! —Tuve que
repetirme a mí misma que debía bajar el tono de voz o esto terminaría realmente
mal. —Ya no sé de qué manera demostrártelo. Nunca has sido una carga para
nadie, y mucho menos para mí. Pero lo siento, no puedo complacerte en todo. No
en esto.
Me levanté
de la cama para dirigirme a la ducha y poder tomarnos un momento para
calmarnos, pero Edward tenía unos planes distintos:
—No quiero que te alejes. —fue una orden alta y
clara. Por primera vez en toda nuestra relación estábamos teniendo una
discusión “de tú a tú”, y él se
negaba a dar su brazo a torcer. —No me has dado un motivo de peso por el cual
no podemos avanzar.
Si no hubiese visto como hablaba antes de esta
pelea, habría jurado que Edward tenía un hermano mellizo. Uno bastante
beligerante, por cierto. Su rostro no denotaba nada más que molestia, pero
sabía que su mente y su corazón debían ser un hervidero de emociones justo
ahora. El problema es que los míos estaban en un estado similar y por primera
vez no estaba en la posición de poder lidiar con ambos casos.
—Hemos avanzado, y mucho. Pero si tuviera que
hablar de manera profesional, tendría que decirte que no creo que estés listo
para enfrentarte a la paternidad. Sé que en muchas oportunidades nos has
sorprendido, pero me temo que estamos ante un escenario muy distinto. Uno al
que toca enfrentar sí o sí cuanto llega. No hay forma de revertir una decisión
así. —argumenté. Me encontraba demasiado perdida, y tenía que admitir que me
sentía arrinconada, en todo aquel pleito.
Edward se acercó hasta mí con las facciones frías.
Tanto que comenzaban a temblarme las manos, temía a los derroteros de esta
conversación. No hallaba la manera de poder ponerle un buen fin.
—Creo que me estás tratando como a un niño. Como tu
paciente, no como tu novio.
—Eres las dos cosas, y me preocupo por ti de ambas
formas.
—¡Pues no me gusta! —comenzó a levantar la voz de
nuevo. —Esto algo entre tú y yo como pareja.
—Sí, Edward, pero pareces olvidar que también
trabajo para ti. —Inhalé implorando por palabras que pudiesen sacarnos de este
embrollo— Por favor, colabora conmigo. Voy a exponerte los hechos y quiero que
pienses que lo haré por el bien de nuestra relación. Pero por encima de todo,
del tuyo propio:
>>Ángel, cada noche que has
pasado aquí duermes poco y mal. Solo descansas cuando estás absolutamente
agotado, de resto, terminas despertándote por la madrugada con la excusa de
buscar un vaso con agua. Tardas demasiado abajo y cuando regresas, pasas un
largo rato en el baño. Con el tiempo comprendí que no era yo, es solo que esta
no es tu cama ¿O me equivoco?
Me miró en silencio incapaz de rebatir los hechos.
No había querido sacar este tema en una situación como aquella, pero era necesario
ponerle las cosas en perspectiva. No hablábamos de comprar un auto o adoptar
una mascota; era acerca de algo tan irrevocable como la paternidad.
—¿Ves? No puedes negarlo. Y por eso he dejado que
seas tú el que diga cuando desea quedarse aquí. Detesto ver las profundas
ojeras que tienes por la mañana, luego de que hemos pasado tan buenos momentos por
la noche. ¿Quieres hablar de avanzar sobre nuestra relación? Entonces hablemos
acerca de la posibilidad de traer tu cama para que puedas sentir que perteneces
a este lugar, o ir trayendo de a poco objetos que te ayuden en ese proceso de
adaptación. Pero no me pidas que te dé un hijo. No puedo, Edward. Un niño
cambia demasiado las cosas y ambos estamos encontrando haciendo nuestro propio
camino como para meter a una personita que sufriría demasiado en el proceso.
Él apartó la mirada de mí, pero me acerqué hasta
que levanté su mirada hacia la mía.
—Te lo dije una vez y lo repito: Lo quiero todo
contigo. Pero no me pidas que haga algo que sé con absoluta certeza nos
cobraría un precio muy alto.
Esa noche no dormimos demasiado. Él, porque
aquella cama seguía siendo un lugar poco familiar tanto para su mente como para
su cuerpo. Y yo, porque todo lo que le atormentaba, lo hacía también conmigo. Más
aún, cuando en medio de la noche me llegó una revelación:
Era el momento de dar el siguiente paso en nuestra relación. Lo quisiéramos o no.
*.*.*.*.*
Tanto Esme como Carlisle se encontraban
consternados de que los hubiese llamado a su propio despacho para hablar. Edward,
por su parte, tenía cara de pocos amigos y permanecía lejos de todos nosotros,
con los ojos en el impresionante ventanal que embargaba de luz toda aquella
estancia.
Tomé aire un momento y luego hablé sin rodeos.
—Esme —La miré. Luego a su esposo. —… Carlisle.
Los llamé para informarles mi decisión. Edward y yo ya hablamos sobre ello
antes de venir.
La madre del amor de mi vida estaba pálida como un
papel mientras veía a su hijo enfurruñado en la otra esquina, y su esposo
parecía mantenerse calmado, como era habitual en él. Pero yo sabía muy bien que
en su cabeza estaba preparándose para todos los escenarios posibles.
—Renuncio. —sentencié con la seguridad de quien
hace lo mejor, pero con el miedo de lo que una decisión así podía traer
consigo. La última vez que había dicho esa palabra, los resultados fueros
desastrosos para todos los involucrados.
Por un momento que pareció más bien una eternidad,
nadie emitió ningún ruido. Hasta que de pronto un portazo nos estremeció con su
estruendo.
Él no me lo pondría fácil. Eso lo sabía por
descontado.
.*.*.*.*
¡Hola,
chicas! Esta actualización se tardó aún más que la anterior en llegar. Y me
disculpo por eso. Estuve trabajando en la segunda edición de mi novela que se
lanzará el próximo 15/12. Y eso sin contar que las preparaciones decembrinas me
están robando muchísimo tiempo. Les doy las gracias por su paciencia y por su
apoyo.
Les
dejaré en mi perfil los links para mi novela por si desean adquirirla. (El
ebook en Amazon está en oferta hasta la fecha de relanzamiento).
Nos
seguimos leyendo…
Marie C. Mateo
HOla Marie!
ResponderEliminarComo siempre, es un placer leerte.
Es un gran cierre, con suficiente espectación por lo que vendrá segun tus planes.
Sabes que te admiro y que esta historia me fascina, te auguro un éxito rotundo y deseo profundamente que pronto empieces a experimentar que tengo la razón.
Bendiciones para tí.
Me dejas como siempre nena sin palabras y con las emociones bien despiertas ,me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaa....Gracias cielo sigue asi..
ResponderEliminarMuchas gracias, chicas!!!! *-* Por supuesto que aquí seguimos...
ResponderEliminarPor Dios hace 3 dias que empece tu fic y no lo eh dejado! pero nena me tienes en ascuas cuando vuelves a actualizar?
ResponderEliminarUfff, menos mal que el susto de Rose fue solo eso, un susto. Ahora, que pasa con Jassper?? sera que esta preparando una pedida de mano??? eso seria muy romántico :3 Y Nunca me voy a cansar de decirlo, me encanta el ángel!! jajajajaja
ResponderEliminarhermoso capi como siempre cielo, felicidades, nos leemos pronto..
ResponderEliminarxoxo..
oh mi dios !!! por favor que pasara la curiosidad me esta matando que pasa en el siguiente capitulo
ResponderEliminaraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
gracias estuvo fantastico este capitulo .... :)
Este cap estubo wooouuuuu.... me enkanto k edward kiera un bb ...
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado tanto, cariño. Besos.
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