“Regreso”
Rachel Black POV:
Era
un jueves infernalmente caluroso de verano en Washington DC. Y mientras me
encontraba empacando las cosas para volver a casa, tenía la clásica mezcla de
sentimientos de cuando se parte de un lugar en el cual has llevado demasiado
tiempo sintiéndote a gusto: Estaba feliz, por reunirme con mi papá y con mi
hermano, había pasado ya mucho tiempo desde que había estado en La Push. Y me
sentía nostálgica, por dejar la universidad, mis amigos e incluso a mi novio.
Lo
dicho. Estaba bipolar.
Si
bien mi relación con Matthew no estaba en su mejor momento, sabía que lo echaría
de menos, puesto que él había sido un buen amigo durante todos esos años desde
que salí de casa. Lo nuestro se había deteriorado por mi causa. Principalmente,
porque ya no lograba sentir esa química que al principio teníamos, y yo optaba
por “ocupar” mi tiempo en otras cosas en vez de su compañía. En cambio él,
siempre buscaba la forma de demostrarme el lugar que ocupaba para él. Si eso no
era para sentirse como una basura…
Limpié
una furtiva lágrima de culpabilidad después de pasado un minuto, recuperando la
compostura. No podía arrepentirme de mi decisión. No era el momento para eso. Y
mucho menos podía ser tan egoísta como para condenar a Matthew a un romance
mediocre; de manera egoístamente secreta; tenía el anhelo de que al irme lejos,
él entendiese el error de que siguiéramos juntos. Las diferencias ya eran demasiado significativas para
dejarlas pasar por alto. En fin…
La noche anterior me había despedido de mis
mejores amigos en una reunión sorpresa que organizaron ellos para mí. Me había
graduado anticipadamente de licenciada en administración. El acto de entrega de título sería dentro de cinco
meses por lo cual decidí hacerle una visita al viejo Billy Black y a mi pequeño
hermano Jacob. Pequeño para mí, porque ya sabía que debía ser un hombre hecho y
derecho a estas alturas.
Pero
aún así me encantaba pensar en él como si fuese ese “niño” que yo había dejado atrás hace cinco años atrás. Él me hacía reír a granel con sus
anécdotas y sus ocurrencias. Poseía un aura magnífica que hacía sentir a gusto
a cualquiera que estuviese abatido en su entorno. Irradiaba felicidad y calor.
Era como un sol personal para quién lo tuviese a su alrededor.
En
cambio papá era harina de otro costal. Lo amaba con locura y él también a mí.
Pero fue justamente esa la razón por la que decidí poner distancia. Era
demasiado posesivo, no tanto con mi gemela Rebeca como conmigo. A lo mejor
sería porque ella no solía pasar tanto tiempo en su compañía como yo desde que
éramos niñas. Siempre veíamos los juegos de fútbol y de béisbol en la
televisión. En algunas ocasiones con su mejor amigo, Charlie; quien era el jefe
del Departamento de Policía del poblado de Forks. Los tres nos reíamos mucho e incluso apostábamos
en algunas ocasiones. Yo solo podía ofrecer una cosa; que era lo único que
tenía en ese entonces: mis habilidades gastronómicas. A veces perdía, y me
tocaba que hacer gala de mi “talento
innato” solo para ellos. Pero muchas otras ganaba y era entonces cuando
“exigía” mi pago. Salíamos a comer a Port Angeles. No había nada mejor en ese
entonces para una simple chica de una reserva indígena que no conocía nada más
allá de los límites de su localidad.
Me
reí involuntariamente al recordar esa buena época.
Continué
recogiendo todas mis cosas. Quería irme antes de que llegara mi mejor amiga: Gabrielle. Ella era como una hermana; conocía
cada detalle de mí y jamás me había sido desleal bajo ninguna circunstancia.
Dejarla así fuese por unos insignificantes cinco meses me dolía profundamente,
puesto que hacíamos todo juntas, incluso
me llevaba mejor con ella que con la mismísima Rebeca. En definitiva, ella era
mi “hermana de vida”, porque yo la había
escogido. No me la habían dado mis padres. Por eso me negaba a decirle adiós a
la cara. Despedirnos la noche anterior en la fiesta había sido mejor de cierta
manera. Sin protocolos ni lágrimas. No era de las que le gustaba que le viesen
llorando por los rincones.
Lo
que conseguía reconfortarme era que no la dejaría sola, ya que estaba con su “alma gemela”. Su Taylor. Un chico tierno y divertido, pero que por encima de todo
era muy maduro y responsable. Se querían de una manera que yo no había visto
nunca. Incluso habían ocasiones en que llegaba a sentir un poco de celos; de
los buenos claro está; por ellos, ya que su ejemplar relación mejoraba y se
fortalecía cada día; mientras yo me ahogaba en la asfixiante incomodidad de la
mía. No deseaba “eso” para ellos; los
quería demasiado a ambos.
Debía
irme pronto de allí, porque ya estaba sufriendo una crisis EMO - cional. Además
ya Gabrii no tardaría en llegar al pequeño departamento que compartíamos. Debía
de traerla Jake puesto que había dormido la noche anterior en su casa.
Terminé
de embalar todo y salí de allí. Sin volverme para mirar lo que estaba dejando.
******
-
¿Hay alguien aquí? – pregunté al abrir la
puerta de la casa. Afuera llovía torrencialmente, como de costumbre en la zona
de la reserva.
-
¿Rachel? ¿Eres tú, hija? – dijo Billy, quién
venía entre agitado y asombrado de la cocina en su silla de ruedas.
Corrí
y me senté en sus piernas con mucha delicadeza. Siempre hacía lo mismo. Lo
abracé y lo besé.
-
Hola, papá – dije con emoción.
-
Pero… ¿Qué haces aquí…ahora? ¿Pasó algo?
-
No. Es solo que ya terminé todo en la
universidad. ¡He conseguido graduarme antes de tiempo!, solo debo esperar al
acto de grado… – detuvo el flujo de mi palabrería cuestionándome por haber
venido sin avisar previamente. - ¿Llego en mal momento?
-
Jamás, cariño. Es solo que me extrañó esta
visita tan repentina. Pero estoy muy orgulloso de ti. Este viejo te ha
extrañado mucho. Quizá demasiado.
-
Yo también, papá.
-
Bueno. – dijo dándome unas palmaditas en una
de mis piernas - Esa “graduación adelantada” hay que
celebrarla.
-
Claro que sí. ¡Vamos a La Bella Italia!
-
Como en los viejos tiempos – asintió él.
-
Me haces sentir anciana. Y solo tengo 19. No
me deprimas, papi. - fingí un puchero.
Él
se rió y me apretó contra su pecho.
-
Te extrañé tanto, pequeña. No te imaginas
cuanto.
Antes
de que se pusiera más emocional me levanté de sus piernas. Recogí mis maletas.
Le sonreí en vez de responderle para no ser tan cortante.
-
Y ¿En dónde está el más pequeño de la casa? –
dije en voz alta por si mi hermano estaba en el piso de arriba. Me extrañaba no
verlo ahí recibiéndome como lo haría normalmente.
A
Billy le cambiaron las facciones de la cara, primero se puso cauteloso y luego
con sumo pesar.
-
Jacob no está hija. Se fue. – concluyó.
-
¿Cómo que se fue? ¿Acaso pelearon? – luego mi
voz se escuchó horrorizada – ¿Le
corriste de la casa, papá?
Él
negó con la cabeza antes de contestarme.
-
No, Rachel. Es solo que anda deprimido y
decidió poner tierra de por medio.
-
Pero deprimido ¿Por qué? – dije triste y
confundida.
Se
mostró cuidadoso de lo que iba a decir. Tardó un largo minuto para responder. Y
cuando por fin lo hizo parecía que ocultaba algo.
-
Es que Jacob se enamoró de la hija de
Charlie. Isabella. ¿La recuerdas?
-
¿Isabella se mudó para Forks? – dije
incrédula. Ella detestaba el frío. Recordé que me lo había dicho en una
oportunidad cuando de niñas nos juntaban para jugar, pero nunca nos hicimos
amigas puesto que éramos demasiado reservadas. Me obligué a centrarme y me
invadió una gran ira. - ¿Ella jugó con él?
-
No. – negó con la cabeza – Él se enamoró
solo. Ella es novia de uno de los hijos del doctor Cullen. ¿Recuerdas que una
ocasión te hablé de él por teléfono?
-
Sí, lo recuerdo. Tenías demasiados prejuicios
contra él y los suyos. ¿Eran ciertos o ya lo superaste? – mi ira se había
desvanecido.
-
El doctor es buena…persona. Y su hijo es un
chico decente.
¡Uff!
Este cambio sí que no me lo esperaba.
-
Wow. No estaba preparada mentalmente para esa
respuesta – me concentré de nuevo -. Entonces ella hizo una buena elección. Que
mal por Jacob, pero la vida es dura y a veces el amor no es lo que esperamos
que sea.
¡Puaj!
Eso fue una bofetada para mí misma.
-
Si, hija. Supongo que es así.
Dudé
que el despecho de mi hermano fuese lo único que tuviese a mi padre en “ese”
estado de ánimo. Además de su partida; había algo más que se me mantenía
oculto.
-
Algo pasa, papá. Y quiero saber que es.
-
No, Rach. Es solo que lo extraño. – una
verdad a medias.
-
Soy un poco más inteligente de lo que crees;
así que dime ¿Qué es en realidad lo que le pasa a Jacob o a ti?
-
No, cariño. Es solo eso. Es que Bella se casa
en menos de un mes. Eso lo tiene muy mal y por extensión, a mí también. Pero no
pasa nada.
Decidí
que actuaría como si le creyera; porque en esos momentos estaba extenuada por
el viaje por haber manejado tantos kilómetros.
-
Bueno voy a subir a mi cuarto. Espero que no
hayan hecho muchos destrozos en él. – le guiñé un ojo.
Billy
pareció avergonzado.
-
La verdad cariño es que no hemos limpiado en
estos días…
-
Yo solo quiero una cama en donde descansar.
¡Y una ducha urgentemente!
-
Eso sí que lo puedes conseguir. Sube, hija.
Ya sabes en donde está todo. Nada ha cambiado demasiado – luego miró al vacío.
Era
solo cuestión de tiempo que pudiera descubrir todo lo que estaba ocurriendo en
este “hogar”.
Cuando
llegué a la que había sido mi habitación hasta hacía unos cinco años, me topé
con que Jacob había estado quedándose antes de partir de casa. No me molestó en
lo absoluto. Cuando me había ido a Washington sabía que llegaría el momento en
que Jake se apoderaría de la habitación mientras Rebeca y yo hacíamos nuestras
vidas fuera de ese hogar.
Así
que me coloqué una ropa apta para limpiar. Una sudadera y un pantalón de
algodón y fui a enfrentarme con “la zona del desastre”, que habían creado los
dos “hombres” de mi vida. Y hablo de ambos porque aunque solo pensaba arreglar
el cuarto, terminé por limpiar toda la casa que estaba en mal estado.
Limpié
los pisos y los muebles. Pero mis esfuerzos fueron inútiles con la grasienta
televisión. ¿Qué demonios le habían derramado encima a la pobre?. Por mucho de
mi tiempo y de mi ya poca energía que empleé en ella, fue prácticamente en
vano. Así que agotada me dí por vencida y me fui a dar una ducha.
Pasé
un largo rato en la regadera. Y cuando salí me sentía relajada de nuevo. Me
coloqué ropa de dormir y me tumbé en la cama. No me molesté en preparar comida
porque Billy había salido para ver un juego de basketball con Charlie y
regresaría muy tarde. Por mi parte no existía comida que me hiciera salir de la
cama después del maratón de actividades que me había metido ese día.
Estando
acostada miré el bolso que había dejado en la mesita de al lado. Estiré el
brazo para sacar el celular. Me debatí durante un rato entre si debía prenderlo
o no.
Opté
por encenderlo. Formó un escándalo descomunal. Entraron decenas de mensajes de
texto, uno tras otro; casi todos eran de Gabrielle, en donde me recriminaba el
hecho de haberme ido sin despedirme y jurándome que no me dirigiría la palabra
más nunca. Lo que traducido en su lenguaje significaban tres días o menos.
Ninguna de las dos podíamos pasar más de veinticuatro horas sin contarnos “las últimas novedades”.
Luego
vi unos mensajes de Taylor. Deseándome lo mejor y a la vez diciéndome que
Gabrii lo traía de cabeza por haberme venido, estaba de un mal genio espantoso
y había peleado por él por cualquier nimiedad. Me juró venganza por ello. Me
reí recordando los gestos de fastidio de Tay cuando ella se ponía en plan de beligerancia.
Pasé
de los mensajes a las llamadas. Allí estaba lo que en definitiva no quería ver;
porque si de algo tenía plena seguridad era de lo que vería allí. Eran
muchísimos intentos fallidos de Matthew. ¿Por qué tenía que llevar siempre las
cosas al límite? ¿Por qué no entendía que romper era lo mejor para ambos?
Solo
habían transcurrido veinte minutos desde la última llamada y diez desde que
encendí el celular cuando el condenado aparato repiqueteó anunciando otro intento
más. Al sexto pitido contesté. Era él.
-
Matthew – le dije en modo de saludo. Aunque
el tedio era claro en mi tono.
-
Hola, Rachel – me dijo cortante -. Por fin te
dignas a contestarme, solo quería saber que habías llegado bien. Ahora sé que
sí y puedo dejarte en paz. Que me imagino, es lo que quieres.
Eso
ni él mismo se lo creía…pero aún así me sentí como una miserable por la manera
en que lo estaba tratando.
-
Matthew, discúlpame. Es solo que no quería
armar un show dramático de despedida.
-
Ahora soy un dramático – dijo en tono
molesto.
-
No empieces a tergiversar lo que digo, por
favor – le pedí.
-
No, ¡no empieces tú, Rachel! ¿Acaso crees que
no me sentí como un maldito estorbo cuando legué a tu departamento y Gabrielle
me abrió la puerta para decirme que hacía muchas horas que te habías ido? ¿Acaso
piensas en alguien más que en ti misma?. No sé qué fue lo que hice mal contigo.
Te di todo lo que podía darte y hasta estoy dispuesto a darte mucho más. Te he
apoyado incluso cuando no me lo has pedido. He intentado de todo por salvar
esto. Pero parece que soy el único que “quiere” en esta relación.
-
Sabes que te quiero. Y eres demasiado bueno
para mí. Pero te lo dije antes, sería mejor si…
-
¿Terminamos? – me interrumpió - ¡No seas
cobarde, Rachel Marie!. Te quieres zafar del embrollo de verte sujeta a una
relación con una persona pues siempre te jactas de decir que eres la
Independiente Rachel Black, y tener sentimientos por mí sería ir contra tus
dictamines. Por eso sé que aún me quieres…
-
Estás demente. – le espeté molesta.
-
Quizás. Porque desde anoche no dormí absolutamente
nada pensando en como lidiar con las cosas diarias después de que te fueras. Y
cuando voy a enfrentarme a la realidad de despedirme de ti porque acepto que quieras ir a ver a tu familia antes de volver
algún día, me encuentro con que te fuiste temprano sin decirme siquiera un
miserable “gracias por todo”. ¿Es eso
lo que me merezco tras dos años de relación?
-
Me estás haciendo sentir como la peor persona
del mundo. Basta por favor. – le supliqué.
-
Y ¿Cómo demonios crees que me siento yo,
Rachel Black? - me gritó llorando. -
¡Por Dios! Parezco un perro mendigo que se arrastra por tu cariño. Podrías
intentar ser más considerada conmigo.
No fui capaz de contestarle. Mi autoconcepto de debatía
en etiquetarme entre una cucaracha o una rata. Estaba más que avergonzada.
-
Pienso ir dentro de una semana para allá, no
puedo ir antes puesto que unos negocios con mi padre demandan mi atención
urgentemente, pero no voy a pasar tanto tiempo sin verte. Además soy el
encargado de cerrar unos un contrato en Seattle por lo cual estaré bastante
cerca de ti.
Asentí
por mera costumbre, sin detenerme a pesar en que no podía verme.
-
Está bien. Avísame cuando vengas en camino.
-
Así lo haré. Y otra cosa antes de colgar. –
su tono se suavizó un poco - Te amo,
Rachel Marie Black, y yo sí soy lo suficientemente valiente para aceptarlo y
luchar por lo nuestro. Que pases buenas noches.
-
Igualmente, Matthew. Descansa.
No
sabía que diablos pasaba conmigo. Siempre había sido altanera y clara. Si tenía
una idea peleaba por ella aunque fuese la única que creyera en eso. Cuando un
chico no me gustaba; no me andaba con rodeos, lo despachaba sin lugar a
réplicas. Pero con Matthew simplemente no podía. Primero fuimos buenos amigos,
luego la amistad pasó a un segundo plano cuando aparecieron otros sentimientos
en los dos. Solo que parecían haberse deteriorado en mí. Más no en él.
O
¿Sería que él estaba en lo cierto? ¿Lo amaba y no quería aceptarlo por la
costumbre de seguir sintiéndome independiente?. No. Me negaba rotundamente a
creer eso. El amor no debe ser una carga a cuestas como lo sería una
obligación. Sino más bien como una fuerza liberadora que te deja ser quién eres
en realidad porque te acepta con todos tus fallos y defectos. ¿Entonces por qué
no podía terminar con lo que quiera que fuese esta absurda relación?
Me
dormí pensando en eso.
Al
día siguiente me levante a media mañana. Tuve pesadillas durante la noche. Así
que no fue precisamente relajante la noche anterior.
Me
aseé y bajé a la cocina. Papá ya estaba en ella.
-
Hola, princesa. Buenos días.
Lo
besé en la mejilla.
-
Hola, papi. ¿Cómo amaneciste?
-
Muy bien, porque ahora estás haciéndome
compañía.
Puse
los ojos en blanco.
-
¿Ya desayunaste? – le pregunté.
-
No, iba a preparar…
-
Nada – lo interrumpí. – Yo me encargo. Tú
anda a ver la tele.
-
Gracias, Rach. Llegaste en el momento
preciso.
-
Sí, lo hice adrede – bromeé - . Vete Billy,
tengo un desayuno que preparar y no puedo hacerlo si te quedas acá pululando. –
le guiñé un ojo.
Cociné
todo con rapidez y tardé más colocando la mesa; que papá; “devorando”;
literalmente todo lo que le serví.
-
Wow, Rach. No has perdido el “toque”. Sigues
haciendo los mejores pancakes del mundo. Tenía tiempo que no comía con tanto
gusto.
-
Voy a tener que venir más seguido para que me
subas el ego. – me carcajeé.
-
Hablo en serio, hija. – se mostró pensativo y
agregó. - ¿Qué quieres hacer hoy?
-
Voy a hacer las compras y luego me vengo a preparar
para salir contigo.
-
Está bien. Si quieres me quedo aquí…
-
No – le di un beso en la frente – Ve a
atender tus asuntos, mientras arreglo todo por aquí y luego salgo. Nos vemos
esta noche.
-
Bueno. Cuídate, hija.
-
Adiós, papá.
Hice
todo con calma. Luego fui al Thrifway que estaba en Forks, al cual no iba desde
hacía unos cuantos años atrás; compré los comestibles y salí de allí sin
demasiada demora. Cuando estaba en el estacionamiento; cargando mi pequeño
Nissan 2.001; sentí un extraño impulso de mirar hacia atrás. Cuando lo hice vi
a tres chicos que identifiqué como de la reserva, aunque solo reconocí a quién
tenía de frente. Era Sam Uley. Quién por
cierto estaba tan descomunal que apenas
y fui capaz de reconocerlo. Se encontraba con dos jóvenes que eran tan grandes
y corpulentos como él pero que no pude identificar ¿Estarían experimentando con
hormonas últimamente?. Sin entender el porqué de mis acciones, me llamó la atención
uno de ellos a pesar de que se encontraba de espaldas. No entendía la razón por
qué de repente sentía un deseo extraño de ver su cara. Quería saber quién era.
Incluso mi cuerpo experimentaba una bizarra reacción para con ese desconocido.
Un suave y agradable estremecimiento me
empezaba a recorrer de pies a cabeza.
Mi
celular sonó sacándome de lo que fuera que fuese ese anormal influjo. Miré la
pantalla, suspiré con pesar y atendí.
-
Hola, Matthew… Y comenzó una larga y tediosa
discusión mientras me subía en el carro y conducía a casa.
*****
sabes que cuando puedo los leos, con una adicta al chocolate, me encanto, saludos y sigue asi
ResponderEliminarGRACIAS AMII....I <3 U....
ResponderEliminarExcelente Ami, perfecto XD... Hey no has probado con otros personajes?! crear tu propia historia tu propio ambiente?!... Deberías intentarlo, pero sólo es un consejo xD... Está increíble de verdad... <3 un besote ami te quiero un mundo! <3
ResponderEliminarclaro que si amii...pero no creo estar lista para eso aun...pero ya llegará el momento...y tranqui que tu tienes todo el derecho de decir lo que quieras aquí..un beso
ResponderEliminarLo espero desde hace mucho, que paso con la historia de rachell, :-/,
ResponderEliminar