jueves, 27 de octubre de 2011

SIN ALTERNATIVAS - Primer Capítulo:





 “REGRESO”

Rachel Black POV:
Era un jueves infernalmente caluroso de verano en Washington DC. Y mientras me encontraba empacando las cosas para volver a casa, tenía la clásica mezcla de sentimientos de cuando se parte de un lugar en el cual has llevado demasiado tiempo sintiéndote a gusto: Estaba feliz, por reunirme con mi papá y con mi hermano, había pasado ya mucho tiempo desde que había estado en La Push. Y me sentía nostálgica, por dejar la universidad, mis amigos e incluso a mi novio.
Lo dicho. Estaba bipolar.
Si bien mi relación con Matthew no estaba en su mejor momento, sabía que lo echaría de menos, puesto que él había sido un buen amigo durante todos esos años desde que salí de casa. Lo nuestro se había deteriorado por mi causa. Principalmente, porque ya no lograba sentir esa química que al principio teníamos, y yo optaba por “ocupar” mi tiempo en otras cosas en vez de su compañía. En cambio él, siempre buscaba la forma de demostrarme el lugar que ocupaba para él. Si eso no era para sentirse como una basura…
Limpié una furtiva lágrima de culpabilidad después de pasado un minuto, recuperando la compostura. No podía arrepentirme de mi decisión. No era el momento para eso. Y mucho menos podía ser tan egoísta como para condenar a Matthew a un romance mediocre; de manera egoístamente secreta; tenía el anhelo de que al irme lejos, él entendiese el error de que siguiéramos juntos. Las diferencias  ya eran demasiado significativas para dejarlas pasar por alto. En fin…
 La noche anterior me había despedido de mis mejores amigos en una reunión sorpresa que organizaron ellos para mí. Me había graduado anticipadamente de licenciada en administración. El acto  de entrega de título sería dentro de cinco meses por lo cual decidí hacerle una visita al viejo Billy Black y a mi pequeño hermano Jacob. Pequeño para mí, porque ya sabía que debía ser un hombre hecho y derecho a estas alturas.
Pero aún así me encantaba pensar en él como si fuese ese “niño” que yo había dejado atrás hace cinco años atrás. Él me hacía reír a granel con sus anécdotas y sus ocurrencias. Poseía un aura magnífica que hacía sentir a gusto a cualquiera que estuviese abatido en su entorno. Irradiaba felicidad y calor. Era como un sol personal para quién lo tuviese a su alrededor.
En cambio papá era harina de otro costal. Lo amaba con locura y él también a mí. Pero fue justamente esa la razón por la que decidí poner distancia. Era demasiado posesivo, no tanto con mi gemela Rebeca como conmigo. A lo mejor sería porque ella no solía pasar tanto tiempo en su compañía como yo desde que éramos niñas. Siempre veíamos los juegos de fútbol y de béisbol en la televisión. En algunas ocasiones con su mejor amigo, Charlie; quien era el jefe del Departamento de Policía del poblado de Forks. Los  tres nos reíamos mucho e incluso apostábamos en algunas ocasiones. Yo solo podía ofrecer una cosa; que era lo único que tenía en ese entonces: mis habilidades gastronómicas. A veces perdía, y me tocaba que hacer gala de mi “talento innato” solo para ellos. Pero muchas otras ganaba y era entonces cuando “exigía” mi pago. Salíamos a comer a Port Angeles. No había nada mejor en ese entonces para una simple chica de una reserva indígena que no conocía nada más allá de los límites de su localidad.
Me reí involuntariamente al recordar esa buena época.
Continué recogiendo todas mis cosas. Quería irme antes de que llegara mi mejor amiga: Gabrielle. Ella era como una hermana; conocía cada detalle de mí y jamás me había sido desleal bajo ninguna circunstancia. Dejarla así fuese por unos insignificantes cinco meses me dolía profundamente, puesto que  hacíamos todo juntas, incluso me llevaba mejor con ella que con la mismísima Rebeca. En definitiva, ella era mi “hermana de vida”, porque yo la había escogido. No me la habían dado mis padres. Por eso me negaba a decirle adiós a la cara. Despedirnos la noche anterior en la fiesta había sido mejor de cierta manera. Sin protocolos ni lágrimas. No era de las que le gustaba que le viesen llorando por los rincones.
Lo que conseguía reconfortarme era que no la dejaría sola, ya que estaba con su “alma gemela”. Su Taylor. Un chico tierno y divertido, pero que por encima de todo era muy maduro y responsable. Se querían de una manera que yo no había visto nunca. Incluso habían ocasiones en que llegaba a sentir un poco de celos; de los buenos claro está; por ellos, ya que su ejemplar relación mejoraba y se fortalecía cada día; mientras yo me ahogaba en la asfixiante incomodidad de la mía. No deseaba “eso” para ellos; los quería demasiado a ambos.
Debía irme pronto de allí, porque ya estaba sufriendo una crisis EMO - cional. Además ya Gabrii no tardaría en llegar al pequeño departamento que compartíamos. Debía de traerla Jake puesto que había dormido la noche anterior en su casa.
Terminé de embalar todo y salí de allí. Sin volverme para mirar lo que estaba dejando.
******
-          ¿Hay alguien aquí? – pregunté al abrir la puerta de la casa. Afuera llovía torrencialmente, como de costumbre en la zona de la reserva.
-          ¿Rachel? ¿Eres tú, hija? – dijo Billy, quién venía entre agitado y asombrado de la cocina en su silla de ruedas.
Corrí y me senté en sus piernas con mucha delicadeza. Siempre hacía lo mismo. Lo abracé y lo besé.
-          Hola, papá – dije con emoción.
-          Pero… ¿Qué haces aquí…ahora? ¿Pasó algo?
-          No. Es solo que ya terminé todo en la universidad. ¡He conseguido graduarme antes de tiempo!, solo debo esperar al acto de grado… – detuvo el flujo de mi palabrería cuestionándome por haber venido sin avisar previamente. - ¿Llego en mal momento?
-          Jamás, cariño. Es solo que me extrañó esta visita tan repentina. Pero estoy muy orgulloso de ti. Este viejo te ha extrañado mucho. Quizá demasiado.
-          Yo también, papá.
-          Bueno. – dijo dándome unas palmaditas en una de mis piernas -  Esa “graduación adelantada” hay que celebrarla.
-          Claro que sí. ¡Vamos a La Bella Italia!
-          Como en los viejos tiempos – asintió él.
-          Me haces sentir anciana. Y solo tengo 19. No me deprimas, papi. -  fingí un puchero.
Él se rió y me apretó contra su pecho.
-          Te extrañé tanto, pequeña. No te imaginas cuanto.
Antes de que se pusiera más emocional me levanté de sus piernas. Recogí mis maletas. Le sonreí en vez de responderle para no ser tan cortante.
-          Y ¿En dónde está el más pequeño de la casa? – dije en voz alta por si mi hermano estaba en el piso de arriba. Me extrañaba no verlo ahí recibiéndome como lo haría normalmente.
A Billy le cambiaron las facciones de la cara, primero se puso cauteloso y luego con sumo pesar.
-          Jacob no está hija. Se fue. – concluyó.
-          ¿Cómo que se fue? ¿Acaso pelearon? – luego mi voz se escuchó horrorizada –  ¿Le corriste de la casa, papá?
Él negó con la cabeza antes de contestarme.
-          No, Rachel. Es solo que anda deprimido y decidió poner tierra de por medio.
-          Pero deprimido ¿Por qué? – dije triste y confundida.
Se mostró cuidadoso de lo que iba a decir. Tardó un largo minuto para responder. Y cuando por fin lo hizo parecía que ocultaba algo.
-          Es que Jacob se enamoró de la hija de Charlie. Isabella. ¿La recuerdas?
-          ¿Isabella se mudó para Forks? – dije incrédula. Ella detestaba el frío. Recordé que me lo había dicho en una oportunidad cuando de niñas nos juntaban para jugar, pero nunca nos hicimos amigas puesto que éramos demasiado reservadas. Me obligué a centrarme y me invadió una gran ira. - ¿Ella jugó con él?
-          No. – negó con la cabeza – Él se enamoró solo. Ella es novia de uno de los hijos del doctor Cullen. ¿Recuerdas que una ocasión te hablé de él por teléfono?
-          Sí, lo recuerdo. Tenías demasiados prejuicios contra él y los suyos. ¿Eran ciertos o ya lo superaste? – mi ira se había desvanecido.
-          El doctor es buena…persona. Y su hijo es un chico decente.
¡Uff! Este cambio sí que no me lo esperaba.
-          Wow. No estaba preparada mentalmente para esa respuesta – me concentré de nuevo -. Entonces ella hizo una buena elección. Que mal por Jacob, pero la vida es dura y a veces el amor no es lo que esperamos que sea.
¡Puaj! Eso fue una bofetada para mí misma.
-          Si, hija. Supongo que es así.
Dudé que el despecho de mi hermano fuese lo único que tuviese a mi padre en “ese” estado de ánimo. Además de su partida; había algo más que se me mantenía oculto.
-          Algo pasa, papá. Y quiero saber que es.
-          No, Rach. Es solo que lo extraño. – una verdad a medias.
-          Soy un poco más inteligente de lo que crees; así que dime ¿Qué es en realidad lo que le pasa a Jacob o a ti?
-          No, cariño. Es solo eso. Es que Bella se casa en menos de un mes. Eso lo tiene muy mal y por extensión, a mí también. Pero no pasa nada.
Decidí que actuaría como si le creyera; porque en esos momentos estaba extenuada por el viaje por haber manejado tantos kilómetros.
-          Bueno voy a subir a mi cuarto. Espero que no hayan hecho muchos destrozos en él. – le guiñé un ojo.
Billy pareció avergonzado.
-          La verdad cariño es que no hemos limpiado en estos días…
-          Yo solo quiero una cama en donde descansar. ¡Y una ducha urgentemente!
-          Eso sí que lo puedes conseguir. Sube, hija. Ya sabes en donde está todo. Nada ha cambiado demasiado – luego miró al vacío.
Era solo cuestión de tiempo que pudiera descubrir todo lo que estaba ocurriendo en este “hogar”.
Cuando llegué a la que había sido mi habitación hasta hacía unos cinco años, me topé con que Jacob había estado quedándose antes de partir de casa. No me molestó en lo absoluto. Cuando me había ido a Washington sabía que llegaría el momento en que Jake se apoderaría de la habitación mientras Rebeca y yo hacíamos nuestras vidas fuera de ese hogar.
Así que me coloqué una ropa apta para limpiar. Una sudadera y un pantalón de algodón y fui a enfrentarme con “la zona del desastre”, que habían creado los dos “hombres” de mi vida. Y hablo de ambos porque aunque solo pensaba arreglar el cuarto, terminé por limpiar toda la casa que estaba en mal estado.
Limpié los pisos y los muebles. Pero mis esfuerzos fueron inútiles con la grasienta televisión. ¿Qué demonios le habían derramado encima a la pobre?. Por mucho de mi tiempo y de mi ya poca energía que empleé en ella, fue prácticamente en vano. Así que agotada me dí por vencida y me fui a dar una ducha.
Pasé un largo rato en la regadera. Y cuando salí me sentía relajada de nuevo. Me coloqué ropa de dormir y me tumbé en la cama. No me molesté en preparar comida porque Billy había salido para ver un juego de basketball con Charlie y regresaría muy tarde. Por mi parte no existía comida que me hiciera salir de la cama después del maratón de actividades que me había metido ese día.
Estando acostada miré el bolso que había dejado en la mesita de al lado. Estiré el brazo para sacar el celular. Me debatí durante un rato entre si debía prenderlo o no.
Opté por encenderlo. Formó un escándalo descomunal. Entraron decenas de mensajes de texto, uno tras otro; casi todos eran de Gabrielle, en donde me recriminaba el hecho de haberme ido sin despedirme y jurándome que no me dirigiría la palabra más nunca. Lo que traducido en su lenguaje significaban tres días o menos. Ninguna de las dos podíamos pasar más de veinticuatro horas sin contarnos “las últimas novedades”.
Luego vi unos mensajes de Taylor. Deseándome lo mejor y a la vez diciéndome que Gabrii lo traía de cabeza por haberme venido, estaba de un mal genio espantoso y había peleado por él por cualquier nimiedad. Me juró venganza por ello. Me reí recordando los gestos de fastidio de Tay cuando ella se ponía en plan de beligerancia.
Pasé de los mensajes a las llamadas. Allí estaba lo que en definitiva no quería ver; porque si de algo tenía plena seguridad era de lo que vería allí. Eran muchísimos intentos fallidos de Matthew. ¿Por qué tenía que llevar siempre las cosas al límite? ¿Por qué no entendía que romper era lo mejor para ambos?
Solo habían transcurrido veinte minutos desde la última llamada y diez desde que encendí el celular cuando el condenado aparato repiqueteó anunciando otro intento más. Al sexto pitido contesté. Era él.
-          Matthew – le dije en modo de saludo. Aunque el tedio era claro en mi tono.
-          Hola, Rachel – me dijo cortante -. Por fin te dignas a contestarme, solo quería saber que habías llegado bien. Ahora sé que sí y puedo dejarte en paz. Que me imagino, es lo que quieres.
Eso ni él mismo se lo creía…pero aún así me sentí como una miserable por la manera en que lo estaba tratando.
-          Matthew, discúlpame. Es solo que no quería armar un show dramático de despedida.
-          Ahora soy un dramático – dijo en tono molesto.
-          No empieces a tergiversar lo que digo, por favor – le pedí.
-          No, ¡no empieces tú, Rachel! ¿Acaso crees que no me sentí como un maldito estorbo cuando legué a tu departamento y Gabrielle me abrió la puerta para decirme que hacía muchas horas que te habías ido? ¿Acaso piensas en alguien más que en ti misma?. No sé qué fue lo que hice mal contigo. Te di todo lo que podía darte y hasta estoy dispuesto a darte mucho más. Te he apoyado incluso cuando no me lo has pedido. He intentado de todo por salvar esto. Pero parece que soy el único que “quiere” en esta relación.
-          Sabes que te quiero. Y eres demasiado bueno para mí. Pero te lo dije antes, sería mejor si…
-          ¿Terminamos? – me interrumpió - ¡No seas cobarde, Rachel Marie!. Te quieres zafar del embrollo de verte sujeta a una relación con una persona pues siempre te jactas de decir que eres la Independiente Rachel Black, y tener sentimientos por mí sería ir contra tus dictamines. Por eso sé que aún me quieres…
-          Estás demente. – le espeté molesta.
-          Quizás. Porque desde anoche no dormí absolutamente nada pensando en como lidiar con las cosas diarias después de que te fueras. Y cuando voy a enfrentarme a la realidad de despedirme de ti porque acepto  que quieras ir a ver a tu familia antes de volver algún día, me encuentro con que te fuiste temprano sin decirme siquiera un miserable “gracias por todo”. ¿Es eso lo que me merezco tras dos años de relación?
-          Me estás haciendo sentir como la peor persona del mundo. Basta por favor. – le supliqué.
-          Y ¿Cómo demonios crees que me siento yo, Rachel Black?  - me gritó llorando. - ¡Por Dios! Parezco un perro mendigo que se arrastra por tu cariño. Podrías intentar ser más considerada conmigo.
No fui capaz de contestarle. Mi autoconcepto de debatía en etiquetarme entre una cucaracha o una rata. Estaba más que avergonzada.
-          Pienso ir dentro de una semana para allá, no puedo ir antes puesto que unos negocios con mi padre demandan mi atención urgentemente, pero no voy a pasar tanto tiempo sin verte. Además soy el encargado de cerrar unos un contrato en Seattle por lo cual estaré bastante cerca de ti.

Asentí por mera costumbre, sin detenerme a pesar en que no podía verme.
-          Está bien. Avísame cuando vengas en camino.
-          Así lo haré. Y otra cosa antes de colgar. – su tono se suavizó un poco -  Te amo, Rachel Marie Black, y yo sí soy lo suficientemente valiente para aceptarlo y luchar por lo nuestro. Que pases buenas noches.
-          Igualmente, Matthew. Descansa.
No sabía que diablos pasaba conmigo. Siempre había sido altanera y clara. Si tenía una idea peleaba por ella aunque fuese la única que creyera en eso. Cuando un chico no me gustaba; no me andaba con rodeos, lo despachaba sin lugar a réplicas. Pero con Matthew simplemente no podía. Primero fuimos buenos amigos, luego la amistad pasó a un segundo plano cuando aparecieron otros sentimientos en los dos. Solo que parecían haberse deteriorado en mí. Más no en él.
O ¿Sería que él estaba en lo cierto? ¿Lo amaba y no quería aceptarlo por la costumbre de seguir sintiéndome independiente?. No. Me negaba rotundamente a creer eso. El amor no debe ser una carga a cuestas como lo sería una obligación. Sino más bien como una fuerza liberadora que te deja ser quién eres en realidad porque te acepta con todos tus fallos y defectos. ¿Entonces por qué no podía terminar con lo que quiera que fuese esta absurda relación?
Me dormí pensando en eso.
Al día siguiente me levante a media mañana. Tuve pesadillas durante la noche. Así que no fue precisamente relajante la noche anterior.
Me aseé y bajé a la cocina. Papá ya estaba en ella.
-          Hola, princesa. Buenos días.
Lo besé en la mejilla.
-          Hola, papi. ¿Cómo amaneciste?
-          Muy bien, porque ahora estás haciéndome compañía.
Puse los ojos en blanco.
-          ¿Ya desayunaste? – le pregunté.
-          No, iba a preparar…
-          Nada – lo interrumpí. – Yo me encargo. Tú anda a ver la tele.
-          Gracias, Rach. Llegaste en el momento preciso.
-          Sí, lo hice adrede – bromeé - . Vete Billy, tengo un desayuno que preparar y no puedo hacerlo si te quedas acá pululando. – le guiñé un ojo.
Cociné todo con rapidez y tardé más colocando la mesa; que papá; “devorando”; literalmente todo lo que le serví.
-          Wow, Rach. No has perdido el “toque”. Sigues haciendo los mejores pancakes del mundo. Tenía tiempo que no comía con tanto gusto.
-          Voy a tener que venir más seguido para que me subas el ego. – me carcajeé.
-          Hablo en serio, hija. – se mostró pensativo y agregó. - ¿Qué quieres hacer hoy?
-          Voy a hacer las compras y luego me vengo a preparar para salir contigo.
-          Está bien. Si quieres me quedo aquí…
-          No – le di un beso en la frente – Ve a atender tus asuntos, mientras arreglo todo por aquí y luego salgo. Nos vemos esta noche.
-          Bueno. Cuídate, hija.
-          Adiós, papá.
Hice todo con calma. Luego fui al Thrifway que estaba en Forks, al cual no iba desde hacía unos cuantos años atrás; compré los comestibles y salí de allí sin demasiada demora. Cuando estaba en el estacionamiento; cargando mi pequeño Nissan 2.001; sentí un extraño impulso de mirar hacia atrás. Cuando lo hice vi a tres chicos que identifiqué como de la reserva, aunque solo reconocí a quién tenía de frente. Era Sam Uley.  Quién por cierto estaba tan  descomunal que apenas y fui capaz de reconocerlo. Se encontraba con dos jóvenes que eran tan grandes y corpulentos como él pero que no pude identificar ¿Estarían experimentando con hormonas últimamente?. Sin entender el porqué de mis acciones, me llamó la atención uno de ellos a pesar de que se encontraba de espaldas. No entendía la razón por qué de repente sentía un deseo extraño de ver su cara. Quería saber quién era. Incluso mi cuerpo experimentaba una bizarra reacción para con ese desconocido. Un  suave y agradable estremecimiento me empezaba a recorrer de pies a cabeza.
Mi celular sonó sacándome de lo que fuera que fuese ese anormal influjo. Miré la pantalla, suspiré con pesar y atendí.
-          Hola, Matthew… Y comenzó una larga y tediosa discusión mientras me subía en el carro y conducía a casa.

1 comentario: