jueves, 3 de junio de 2010

Sin Alternativas - Tercer Capítulo:


"LA VERDAD Y SOLO LA VERDAD" 

Estaba emocionada y enigmada ¿Qué le había dicho Paul a papá y viceversa? ¿De qué tenía que hablar conmigo que lo tenía tan aprehensivo?. Diría que estaba más preocupada que emocionada pero sería mentira. Puse el cuarto “patas arriba” buscando algo decente para la cita. Después de tanto buscar opté por un vestido verde turquesa a juego con unas zapatillas y un bolsito de sobre. Me dejé el cabello suelto. No quería parecer “tan” arreglada. Solo casual.

Usé mi fragancia favorita. Era dulce y frutal. Estaba como leona encerrada, dando vueltas por la habitación. La ansiedad me carcomía. Finalmente escuché el sonido de un auto estacionarse cerca. Deduje que era él. Ya eran las 6 pm. No bajaría. Sabía que papá estaba en la sala viendo algún juego. Podía escuchar el susurro de la televisión desde mi cuarto. Paul tocaría a la puerta, Billy le abriría y me llamaría. Luego bajaría la escaleras y esperaba que quedara deslumbrado. Sabía que me comportaba como una tonta colegiala; pero estaba enamorada. Y quien se enamora no piensa con la razón sino con algo más fuerte que nos hace obrar de manera impulsiva…”El Corazón”.
Tocaron a la puerta. Le abrieron y logré escuchar unos susurros, más no entenderlo.
- ¡Rachel, vinieron por ti! – gritó Billy.
- ¡Ya bajo! – le dije queriendo disfrazar las ansias de salir corriendo escaleras abajo.
Revisé cada detalle en mí. El cabello, el vestido, mi maquillaje. Todo aparentaba estar bien pero eso los constataría solo si a él le brillaron los ojos al verme.
- Hola, Paul – le sonreí tímidamente - . Perdón por la tardanza ¿Cómo estás?
¿Qué cómo estaba? Pregunta idiota. Más que perfecto con unos jeans, un saco negro y una camisa del mismo calor. Además de unos zapatos de cuero a juego con su ropa grandísimos. Más que perfecto. Estaba sexy. Sexy y divino.
Caminé como normalmente lo hacía. Descendí por los escalones y me pude regodear e mi fuero interior al ver la mirada de Paul. Sus ojos se pusieron como platos al encontrarse conmigo.
- Hola, Rach…Eh…Bien…Todo bien… - no conseguía decir nada coherente. - ¿Nos vamos ya?
Contuve la risa.
- Si, vámonos. Adiós, papi. – fui a darle un beso.
Pero él agarró de una muñeca. - Cuídate, por favor. Regresa pronto, sé que ya eres una mujer madura y que crees que te puedes defender tu sola, pero hay cosas que…Hasta luego, nena. Te amo.
¿Qué diablos le pasaba a Billy? No entendía absolutamente nada de lo que me hablaba. Me soltó la muñeca y me dirigí en dirección a la puerta.
<>, pensé. 
Me volteé desde el marco de la puerta y vi como mi padre veía a mi cita de una forma amenazadora y él en cambio con algo de… ¿Culpa?. En cuanto se percató de que lo estaba observando y que estaba perturbada, Billy se volvió hacia la televisión. Tragué grueso. Algo pasaba y en la cena me enteraría. Paul tendría que explicármelo.
Paul bajó la cabeza y me apremió,
- Vámonos, por favor. – por su tono de voz noté la prisa por librarse de Billy. Salimos a la calle y vi la camioneta estacionada en el bordillo de la acera de la casa. Era una Wagoneer y estaba algo descuidada.
- ¿Y esa camioneta? – pregunté.
- Es de Sue Clearwater. Me la prestó, no pensarás que te iba a llevar en autobús a pie. – puso los ojos en blanco.
- Eres tonto, Paul. Podíamos ir en mi auto. O si esto se trata de “machismo” – sonreí con malicia. - …podías conducir tú.
Se puso serio.
- Se que no está “tan” cuidada como tu Nissan pero… ¿Tanto te molesta que vayamos en esto? – preguntó colocando una mano en la puerta de la camioneta. Acabábamos de llegar a esta.
Ahora fui yo quien puso los ojos en blanco.
- Dices unas estupideces. Solo te lo comentaba porque me llama la atención que pidieras prestado un auto solo por “esto”. Además si en otra oportunidad llegas a necesitar un carro, puedes tomar el mío.
Los ojos le brillaron como nunca, robándome el aliento.
- Gracias. – dijo con una profundidad casi teatral. Ahora apresúrate, porque al paso que vamos llegaremos mañana a Port Angeles.
Me reí, esperó que me subiera, cerró mi puerta y nos fuimos.
Me llevó a la “Bella Venecia”. Mi restaurant favorito allí. Ordenamos, comimos y charlamos con normalidad; hasta que llegó la hora del postre. Mientras él comía su brownie con helado y yo mi cheesecake con fresas; saqué a colación lo que me preocupaba.
- Paul. Ya hemos hablados de muchas cosas pero necesito que me contestes algo con la mayor sinceridad posible.
Se puso tenso enseguida.
- ¿De qué se trata? – preguntó.
- Primero prométeme que me dirás la verdad. – quise envolverlo entre mis palabras y las suyas.
- Dime. ¿De qué se trata, Rach? Por favor- se mantenía en guardia.
- Quiero saber porqué mi padre actúa tan extraño con nosotros. Además tu también te comportas de manera extraña y misteriosa ¿Qué se traen entre manos todos ustedes? – dije algo exasperada.
Se echó hacia atrás y dejó lo que estaba haciendo en ese momento.
- ¿Recuerdas que te había dicho que tenía que hablar contigo? – asentí con la cabeza – Pues esto tiene que ver con eso. Pero no quiero hablar de eso aquí. Preferiría que fuéramos a la playa.
Me puse cautelosa.
- ¿Por qué no puede ser aquí? - dije levantando el mentón de manera retadora.
- Por favor, confía en mi. Te diré la verdad…en la playa.
- Esta bien. Hablaremos allá. Pero quiero la verdad y solo la verdad. No me conformo con menos. – dije en tono autoritario.
Él asintió con pesar.

Nos encontrábamos sentados a a orilla del mar. La luna llena iluminaba el cielo. Tenía algo de frío por lo que Paul me cedió su saco negro que se mantenía sorprendentemente caliente. Rompí el silencio y la ronda de miradas.
- Bien. Eres libre de hablar.
Al igual que hizo en el restaurant; se irguió en su sitio y tomó una bocanada de aire.
- No sé por donde empezar. – se tocaba la frente con desesperación. – Primero que nada debo decirte que si te llegas a sentir incómoda con lo que soy, tienes toda la libertad de aparte de mí. No me opondré a eso.
¿Acaso era estúpido o demasiado despistado? ¿No se notaba en mis ojos el amor y la “casi” devoción que sentía por él? Quizás no. Me limité a no contestar.
- Rachel…verás…yo soy…me he transformado en un…las leyendas, Rach…- tomó aire de nuevo – Me convertí en lobo. Llevo siendo así casi un año. – vió mi incredulidad en la cara. – Es en serio. No estoy bromeando. Su tono era sincero, no cabía duda alguna pero aún así él hizo una propuesta. - ¿Quieres que te lo muestre? – no articulé palabra ni movimiento – Te lo probaré, entonces. – se levantó y fue hacia el bosque que colindaba con la playa.
De repente de entre los árboles salió un “enorme” lobo de color gris. Era del tamaño de un caballo. Me encontraba petrificada en la arena. El animal se acercó hasta donde yo estaba y se acostó. Me miró a los ojos y reconocí esa mirada. Lloriqueó por lo bajo y se arrastró hasta quedar pegado a mí. Alargué la mano para tocarlo.
- Paul… - dije con asombro mientras le tocaba el pelaje de la cara. Él respondió con un ronroneo fuerte y luego subió su cabeza a mis piernas. - Esto es… imposible. – estaba en estado de shock todavía. – Pensé que todo “esto” eran simples leyendas de la tribu. Jamás imaginé que tú… Levantó la vista expectante por lo que iba a decir. - Sabes que no hablaré contigo de esta “forma”. Ve para allá…- le señalé con la mano a los árboles- y vuelve como persona.
El gran animal se levantó y me obedeció de inmediato.
Parecía irreal no tener miedo o pavor en ese momento; pero no era lo que yo sentía. A los pocos minutos volvió vestido y por sus propios pies.
- Muy bien. Dime lo que piensas. Si quieres que me aleje…o lo que quieras. – en sus ojos se dibujó la pena más profunda que había visto nunca en alguien.
El aliento se me agolpó en la garganta de repente y no me permitió responderle en ese instante.
- ¡Habla de una vez, Rachel Marie! – me dijo con un extraño tono que reflejaba dolor, exasperación y angustia. Me aclaré la garganta y hablé por fin.
- Paul, quiero que…tu…- tomé aire- estés a mi lado. No quiero que te alejes. No me importa si eres un lobo, un puma o lo que sea. Estoy enamorada de ti como una idiota. Sé que es muy apresurado para decir esto, pero así están las cosas. – bajé la cabeza avergonzada.
Tomó mi mentón suavemente entre sus manos y lo levantó para que lo viera a la cara.
- Entiendo lo que sientes mejor de lo que crees; porque yo también te amo. Desde que nos vimos aquí mismo aquella noche. Pero esto nos lleva a otra parte de la historia…esto no es un simple enamoramiento. Cuando hablé con tu padre discutía acerca de la “imprimación”. Y él me confirmó lo que yo creía. He generado la impronta en ti. Notó la confusión e mi rostro y continuó antes de que yo pudiera decir algo. - La impronta es algo que es mucho más fuerte que el amor a primera vista. Cuando eso ocurre nos convertimos en lo que esa persona necesite o desee. Su amigo, su pareja o lo que sea. Es algo que viene aunado al hecho de ser “lobo”. Por eso te conté lo primero para que comprendieras de que se trata todo.
- Y ¿Esto como comenzó? – conseguí preguntar.
- Solo se necesita que un vampiro se aproxime a nuestros dominios y “estalla la pandemia” – dijo mortificado.
- ¿Vampiros? ¿Lobos? Osea que ¿todo es cierto? Las leyendas de los espíritus guerreros, etc., etc. Asintió con solemnidad. - Esto es raro. Siento que es irreal. – reflexioné sobre lo que había dicho él hacía apenas unos momentos atrás - ¿Mi padre sabe de esto? ¿Acaso le pasó lo mismo a Jacob con Isabella?
Él negó con la cabeza.
- No. Lo de él es totalmente diferente. Jacob no ha generado la impronta en alguien…aún. Es solo que él se enamoró de Bella y ella se enamoró del hijo de doctor Cullen, quienes son una familia de vampiros. Hace apenas un mes que peleamos una dura pelea al lado de ellos, pues un grupo de “chupasangres” venían a invadir estas tierras con el fin de acabar con todos ellos y con Bella. Eso expondría a nuestra gente así que hicimos la alianza.
- Esto me tiene mareada. Me siento atrapada en cuento de criaturas legendarias. – me recosté en la arena con las manos en los ojos.
Paul casi se me encimó. Estaba sumamente preocupado.
- ¡Rach! ¿Te sientes muy mal? ¿Te llevo a tu casa? – estaba frenético.
Negué con la cabeza antes de hablar.
- No. Yo…solo quiero asimilar todo esto.
Respiré lentamente y puse en orden todas mis ideas.
Ahora todo me encajaba. Las miradas sospechosas de Billy. Sus repuestas casi vacías cuando hablábamos de Jake. Y claro que también se encontraba al tanto de mi impronta. Por eso se vió tan molesto cuando Paul habló con él a las afueras de la casa, y como vió que no podía oponerse decidió aceptarlo; pero no de muy buena gana. Suspiré. No tenía alternativas; tenía que aceptar a Paul tal cual como era.
No concebía pasar un solo día sabiendo que no sería suya ni él mío. Eso sería intolerable. En ese momento me provocó odiarlo, porque me había dejado sin opciones; no importaba cuantas veces me diera la opción de dejarlo, era imposible. Simplemente no podía alejarme de él, su existencia me negó el derecho de escoger a “alguien” más. Porque desde que lo vi por primera vez me dejó sin otra elección posible. Fue él y de ahora en adelante siempre sería él.
- Rachel ¿Me escuchas? – dijo Paul, haciendo que recuperara el sentido del tiempo y espacio.
De repente lo ví demasiado cerca de mi cara. Podía oler su delicioso aroma. Estaba a unos escasos cinco centímetros de mi boca. Su cuerpo parecía arder, y para ser sincera no solo el de él. Paul me veía con un brillo casi fanático en los ojos. Me imaginé la cara de estúpida con la que debía de estarlo viendo y eso me sirvió para sacarme del estado en el que estaba absorta.
- Quiero… levantarme. – en realidad no era lo que quería; pero si lo que debía hacer. Se incorporó y luego me ayudó. Quedando sentados ambos de nuevo.
- ¿En qué pensabas? – un bizarro terror se le dibujó en los ojos.
- En todo, incluso en el hecho en que quisiera odiarte.
Bajó la cabeza.
- Mírame a los ojos. – él obedeció – Pero no puedo. “Ya no puedo”. Te amo. – le coloqué la mano en la mejilla y la sostuvo ahí. Me asusté. - ¡Paul, estás hirviendo!. Necesitamos ir al médico.
Negó con la cabeza sin inmutarse.
- No, Rach. “Esto” es propio de mi especie. Nuestra temperatura oscila entre los 42 y 47 grados.
<>, pensé. 
- Por eso nunca tienes frío. – entendí otra cosa – Bien. Supongo que resulta bastante “conveniente en noches como esta”. – le sonreí y por primera vez en un rato largo volví a ver tranquilidad en él.
Me devolvió la sonrisa.
- ¿Tienes frío? – asentí – Ven acá. – me puso en su regazo y me abrazó.
Me sentía más cómoda allí.
Primero. Ya casi no tenía frío. Segundo, podía oler su aroma y tenerlo aún más cerca. Y tercero, estaba entre sus brazos; algo que deseaba desde unas noches atrás. Lo ví a los ojos.
- ¿Te encuentras mejor? – me preguntó.
- Si, la verdad estoy muy a gusto aquí. – sonrió ampliamente y me paró el corazón por un momento.
Me acarició la cara. Cerré los ojos. Sentía sus dedos deslizarse por toda mi mandíbula. Luego los bajó hacia mi cuello. Me estremecí. Abrí los ojos y vi que me miraba con una pasión ardiente. Se fue acercando poco a poco a mí. Sus labios y los míos apenas se rozaban.
- ¿Puedo? – preguntó con un brillo divertido en los ojos. Que se le mezclaba con el deseo.
Me acerqué solo un milímetro más.
- ¿Tu qué crees? – hablé entré la comisura de sus labios.
Y me besó de una manera tierna. Larga y mágica. Un primer beso perfecto.
- Es hora de llevarte a casa. – noté las pocas ganas que tenía de moverse de allí. Pero de seguro sabía que tendría que enfrentar a Billy.
Con pesar acepté. Nos levantamos y fuimos hasta la camioneta.
- Maneja lento, por favor. – le dije apenas arrancó la camioneta – Todavía no quiero llegar ala casa.
Tomó mis dedos y los entrelazó con los suyos.
- Como quiera la princesa. – se rió y me besó la parte superior de la mano.
- ¿Qué haremos ahora? – le pregunté pasado un minuto de silencio absoluto.
Se puso serio de nuevo.
- Con respecto ¿A qué?
- A nosotros. ¿Qué le dirás a los demás de mí? ¿Y a mi padre?
- Eso depende de tu próxima respuesta.
Fue mi turno para ponerme en guardia.
- ¿Cuál respuesta?
- ¿Dejarás que te presente a Billy como mi novia? – preguntó sonriente.
Estaba a punto de contestar lo que a ambos nos haría felices…
- No es posible. No aún. – pero no pude.
Mi tono estaba lleno de pesar.
Su cara se transformó en una cara de conmoción y dolor.
- ¿Qué? ¿Por qué? Sé que es muy pronto pero… - no terminó lo que quería decir.
Soltó mis dedos.
Bajé la vista.
- Es por… Mathew. Mi relación con él no ha terminado, aún. Por los menos en persona.
Cuando subí la vista, advertí la ira en su rostro.
- ¿Quién… demonios…es .Mathew? – escupió las palabras como si fueran maldiciones.
- Era mi mejor amigo y luego nos hicimos novios durante dos años. He intentado romper con él varias veces, pero él siente algo muy fuerte por mí. Por eso no quiero lastimarlo más de lo que lo he hecho. – dije sintiéndome una basura cobarde, que traía infelicidad por donde pasaba.
- ¿Y yo, Rachel? ¿Qué va a pasar conmigo, con lo que siento? – preguntó con ira, desilusión y pena.
- Dame unos días, Paul. Te lo suplico. – era el momento de implorar – Mathew vendrá dentro de unos días y aclararé todo. Te lo juro.
- ¿Terminarás con él?
- Si. De una vez y para siempre. Ya no puedo prolongar más esto.
Cerró un poco los ojos antes de dirigirse a mí.
- Y… ¿Tú lo amabas? – le costó preguntar.
- En algún momento…lo hice. Pero incluso mucho antes de venir; había dejado de hacerlo.
Se irguió en el puesto del conductor y volteó a mirarme.
- ¿En serio?
Asentí y le apreté la mano. De nuevo. Le vi fijamente a los ojos.
- En serio. Y desde que he estado contigo no me había acordado de él, supongo que suena horrible, pero es así. Quizás por que a tu lado me siento plena. Pero tengo que hacer las cosas bien y eso incluye esperar a que él venga a verme.
Respiró pesadamente.
- Él te viene a ver… ¿Y en donde se piensa quedar? Porque no me parece que…duerma contigo.
- No va a dormir conmigo. – le acaricié la mejilla con mi mano libre – Su papá tiene casa y negocios en Seattle.
- Así que es rico. – dijo en tono mordaz.
- Pues…si. Pero eso no me importa. Nunca me ha importado en realidad. – le contesté con naturalidad.
- Y cuando él se vaya…
- Podremos estar juntos tranquilamente. – sonreí tímida antes de reclinarme de nuevo en el asiento – Y si aún la quieres, te daré la respuesta que me has pedido.
Su expresión se volvió dulce.
- Aún la quiero. Pero respeto tu decisión de terminar con ese tal…Mathew. – dijo con asco.
Y entendí todo. Paul estaba terriblemente celoso. Sino me encontrara en una situación tan incómoda, de seguro me reiría de eso.
- ¿Estás celoso? – le pregunté con suspicacia.
- No. – se quedó callado porque sabía que mentía de manera deliberada.
- ¿Seguro? – seguía presionándolo.
- No y no pienso hablar más de eso, Rachel Back. Además ya llegamos.
Era cierto y no había dado cuenta antes.
Se bajó y me abrió la puerta. Caminamos y nos detuvimos en el marco de la puerta. Caminamos hasta detenernos en la puerta.
- La pasé muy bien contigo esta noche, Paul. Lamento haberle dado un final pero debía ser sincera.
- Yo lo sé y te entiendo. Pero adivina algo. – su rostro cambió y se vió malvado.
- ¿Qué? – pregunté recelosa.
- Tu perdiste una apuesta y mañana el día y tu obediencia me pertenecen. Estará totalmente prohibido hablar de ese “fulano”.
- ¿De… - puso un dedo en mis labios para callarme.
- Ni siquiera lo menciones. – se acercó a mí. – No lo quiero escuchar.
Quitó sus dedos para reemplazarlos por sus labios.
Este beso comenzó tan tierno como el otro, pero conforme pasaron los segundos nos aplastábamos más el uno contra el otro. Nuestras lenguas compartían un baile sensual y frenético a la vez. Sus manos sostenían mi cara para que no pudiera escaparme. Y las mías apretaba su cintura contra mi cuerpo. Ambos estábamos ardiendo y tuvimos que separarnos en busca de aire tras varios minutos. Al apartarnos nos dimos cuenta de que estábamos jadeando.
- Mejor…entro. – dije en cuanto pude.
Las manos, el cuerpo, mis labios, en fin; todo me picaba reclamando sus caricias de nuevo.
- Si, vamos…juntos. – dijo él.
Entramos y vimos a Billy mirando la televisión. Tenía una expresión medio huraña.
- Hola, chicos. ¿Cómo les fue?
- Bien, papá. Paul y yo la pasamos genial. Y hablamos, absolutamente de todo.
Se puso tenso y los ojos se le pusieron vidriosos.
- Ahh ¿Si? – susurró en voz baja.
- Si. Me explicó que es un lobo al igual que Jacob, que existen los vampiros, que tu lo sabías todo y además de todo eso me dijo lo más importante.
- Y ¿Qué es lo más importante? – preguntó en tono beligerante. Viéndolo a él.
- Algo que tu sabes, así que tranquílate. Y eso es que estoy imprimada. Al igual que él. Y espero que entiendas y aceptes que él ahora es parte fundamental de mi vida. Sé que sabes mucho sobre el tema de la licantropía, espero que no pongas ninguna objeción a ello.
Billy bajó la cabeza. Me daba un poco de lástima hablarle tan fuerte, pero sabía que sus celos paternos me traerían problemas. Y ya yo tenía más que suficientes.
- Rachel déjame hablar, por favor. – dijo Paul pasando al frente de mí. Vió a mi padre. – Billy, ya te lo había dicho antes y ahora lo digo delante de ella. Amo a tu hija más que nada ni a nadie y no lo lastimaría jamás. Espero que confíes en mí con esto, como lo has hecho antes con otros asuntos.
Mi padre asintió.
- Les dije que no les daría problemas y así será. Pero quiero saber algo. ¿Ya son pareja? ¿Van a decirle a los demás…
- No. – lo interrumpió Paul – Aún no. Rachel tiene que arreglar algunos cabos sueltos. – dicho esto, me miró.
Estos días por venir serían largos y tediosos.
Necesitaba hablar con Mathew y finalizar el circo en que habíamos convertido la relación.


2 comentarios:

  1. me encanto de verdad q tienes q segiur escribiendo.....te voy a fastidiar jijijiji....<3<3<3

    ResponderEliminar
  2. Por fin lo ley, esta semana de perros, estos momento son los q refrescan nuestra vida. Me encanto como se desarrollo la primera cita. Y como dice Inder te fastidiare para q coloques otro capitulo mas :-)

    Exitos

    ResponderEliminar