sábado, 5 de junio de 2010

ONESHOOT “NUEVA EXPERIENCIA”





Esta historia está basada en una anécdota que leí en mi “Biblia Femenina” COSMOPOLITAN. Se titulaba “Lo pero que he hecho”…pero como lemmonera al fin hice ciertos cambios que espero sean de su agrado. {Lo del salón de masajes si ocurrió en la historia}. Es mi primer Oneshoot…tengan piedad conmigo…

-          ¿Hasta cuándo debo soportar tu actitud de celópata? – me gritó Riley. 
-          ¿Y hasta cuando yo debo aguantar que me trates como un artículo que tienes en tu oficina mientras te es útil? – le contesté de igual manera.
-          Eres la reina del drama, Victoria. Primero, no tuve nada que ver con ninguna de las chicas con las que me acusas. Y segundo, ya te he dicho que siempre estoy abierto a nuevas experiencias. – me espetó Riley con descaro.
-          Pues ¿Sabes una cosa?, esas “experiencias” tuyas son más que insultantes en una relación. Es más hoy no quiero verte. Hazle favor de irte. – le señalé la puerta con la mano.
Molesto tomó su chamarra de cuero negro y se fue sin decir más nada.
Me tiré en el sofá y rompí a llorar. Lo quería demasiado, pero sus “variadas amiguitas” me estaban enfermando mentalmente.
Después de un llanto inconsolable por tres horas y un buen par de ojos hinchados, decidí levantarme. Tomé un calmante para el dolor de cabeza que se me había desatado y me acosté.
Al día siguiente me fui temprano al trabajo. Era gerente de seguridad industrial en una ensambladora de automóviles. Me fui directamente a buscar a mi mejor amigo, Laurent.
-          Vic, tienes los ojos hinchados. ¿Lloraste anoche? – me preguntó preocupado.
Asentí con la cabeza.
-          Por Riley ¿Cierto? Entiende de una vez que él no te conviene, nena. Déjalo. Por tu bien.
-          Luego hablamos de eso. Ahora tengo que ir a hablar con tu querido jefecito, Marcos. Pospondré mis vacaciones.
Puso los ojos en blanco.
-          Ese homofóbico. Está al pendiente de cualquier error mío, para ver si logra que me despidan que me despidan.
Le sonreí
-          Tranquilo, baby. Seguramente también es gay y solo está celoso porque no lo has mirado.
Ambos nos carcajeamos.
-          Ni lo miraré. Es odioso, grosero, bruto y peor aún: es mal vestido. Además de todo lo anterior parece una pasa de lo arrugado que está.
Estallamos en risa de nuevo.
-          Regresando a lo tuyo. – se puso serio de nuevo. – No deberías prorrogar tu viaje por ese bastardo. Vete sola y disfruta como nunca. Me iría contigo pero no tengo vacaciones vencidas. Así que devuelve su pasaje y gasta ese dinero en ti. Ropa, accesorios, en cualquier capricho que se te antoje.
Lo pensé durante un minuto.
-          Tienes razón, amii. Me iré a las Bahamas sola y disfrutaré todo ese paraíso. – lo miré con agradecimiento. – No sé que haría sin ti.
-          Ni yo sin ti. Muñeca. Ah, por cierto. Tráeme algo genial de allá. Si es un bombón moreno, te lo agradecería muchísimo.
Nos reímos ambos.
-          Haré lo que pueda. Pero si te puedo asegurar un buen tratamiento facial.
Me abrazó de forma teatral.
-          ¡Por eso te amo!
Y nos despedimos.
Esa semana me pasó lenta y tediosa. Me levantaba y me iba al trabajo. De allí a mi casa; y era entonces cuando venía la peor parte, pues aparecían todas las imágenes de Riley y yo, juntos y felices. Las noches que pasamos, las caricias y los besos.
Era difícil conciliar el sueño con imágenes tan hirientes en la cabeza.


Abordé el avión rumbo a las Bahamas son mucho ánimo. Estaba dispuesta a pasar una semana libre de lamentaciones y obligaciones.
Declaré esta semana como mi tiempo de recuperación. Quizás una nueva Victoria emergiera de este.
{{Ojalá así fuera}}, pensé.
Llegué al hotel – spa “La Tua Cantante” y me instalé en mi suite.
Era un lugar más que relajante con paredes blancas y una decoración minimalista. Mi lugar ideal.
El sonido de las olas más el confort del lugar, hicieron que conciliara el sueño con más facilidad.
A la mañana siguiente, me desperté y pedí servicio al cuarto. Le hice caso a Laurent; y antes de irme devolví el pasaje de Riley. Me mimaría hasta el cansancio.
Este era mi momento de hacerlo.
Recordaba con facilidad la noche en que le dije que tenía algo para él.
Le miré a los ojos con cariño.
-          Te tengo una sorpresa. – le dije con expectación.
Se extrañó.
-          ¿De que se trata, Victoria? – me preguntó huraño.
-          Hice reservaciones en un hotel – spa en las Bahamas. Para que nos olvidemos de todo por una semana.
Deslicé mi mano desde su estómago hasta su pecho. A esa altura él atrapó mi mano entre una suya y la apartó casi con rudeza.
-          Sabes que no me gustan esas tonterías relajantes. Son aburridísimas. Ya tendré tiempo de descansar cuando me muera. – me espetó con su usual indiferencia.
Eso me molestó mucho. Así que me levanté del sofá en el que estábamos sentados.
-          ¿Por qué siempre eres tan odioso y mal educado? ¿Te cuesta mucho ser un poco más comprensivo?. En una relación se supone que debemos compartir intereses de ambas partes. No de una sola. – le espeté con amargura a la cara.
Se rió con sorna.
-          ¿Y yo estoy siendo incomprensivo porque no aceptó irme de viaje a un lugar aburrido? Eso es algo que degusta a ti no a mí. En conclusión, si yo soy incomprensivo, tu eres una egoísta.
Se mostraba tan frío al decirme esas palabras tan hirientes, que ni reacción fue gritarle.
-          ¡Egoísta! ¡Ja! Eres un bastardo, Riley Simmons. – me volteé, di dos pasos hacia adelante, luego me giré y lo encaré de nuevo – Claro. Como yo no soy como esas “amiguitas” cambiantes que tanto te gustan; ni te molestas en invertir un poco de tiempo en mí.
Se levantó del mueble también y se paró en frente de mí.
-          Si no lo hiciera o estuviese contigo aquí, en tu departamento. Eres realmente absurda, Victoria. Realmente necesitas madurar. – me dijo molesto.
-          ¿Si? No me digas. Entonces si sería digna de ti; y podrías regalarme unos miserables minutos de tu tiempo. – estaba tan molesta y dolida; que el sarcasmo se desbordaba por mi boca. – Pero antes de eso, debo comportarme como esas “ofrecidas” que tanto te gustan ¿Cierto?
Él puso los ojos en blanco.
-          Hasta cuando tengo que soportar tu actitud de celópata? – me gritó Riley.
Sonó la puerta del cuarto.
-          ¡Servicio de habitación!
Eso bastó para sacarme de un doloroso recuerdo, que me infundió más ganas de seguir adelante con mis planes “egoístas”.
Ese día me dediqué a hacerme faciales y a consentir a mi larga y ondulada melena roja.
En la noche hice llamar a llamar a la manager de actividades del hotel.
-          Buenas noches, señora Victoria Sutherland. ¿Estoy en lo cierto?
Asentí con la cabeza.
-          Si, muchas gracias por venir…señora Cullen. – dije viendo el botón portanombre que pendía de su chemisse de estilo veraniego color azul marino.
-          Dejémoslo en Alice ¿Le parece mejor? – me sonreía fluidamente y con displicencia.
-          Me parece bien, Alce. Así que no me llames señora tampoco. – le sonreí amistosa.
-          De acuerdo, Victoria. ¿En qué puedo ayudarte? – me preguntó profesionalmente.
-          Quiero que me recomiendes un itinerario de actividades. Necesito relajarme y ser egoísta conmigo ¿Me hice entender?
Asintió con la cabeza y sacó una pequeña agenda y un bolígrafo. – Claro que si. Comenzaré por recomendarte que desayunes en la terraza del hotel que tiene vista al mar. Luego puedes pasar por una sesión de pedicure y manicure. Y para finalizar te podemos ofrecer un exquisito masaje con nuestro experto en relajación.
-          ¡Si! Eso es lo que quiero. – me apresuré a decirle.
Ambas reímos.
-          Si, muchas gracias. Hasta mañana. – me despedí.
-          Adiós, Victoria. Descansa. – salió de mi cuarto.
El día siguiente iba según lo planeado. Desayuné en la terraza con la maravillosa vista a las turquesas aguas de la playas. Luego fui a mi cita con la experta en uñas. Debo acotar que no soy una persona de utilizar colores fuertes en estas pero Rosalie; la manicurista; tenía razón. Ese tono rojo cereza contrastaba muy bien con mi piel blanca.
Alice me guió hasta el área del spa en donde me darían el tan ansiado masaje.
Llegamos a la recepción luminosa. Allí estaba una mujer morena y agraciada.
-          Hola, Gianna ¿está todo listo para la cita de la señora Sutherland?
-          Si, por supuesto. Puede pasar, es en la primera puerta blanca a mano derecha. – dijo muy servicialmente.
-          Gracias, ¿Vamos Victoria? – me indicó el camino.
-          Ya no puedo esperar. – dije fingiendo desesperación.
Ella se rió. Me acompañó por el pasillo y tocó a la puerta.
Un guapísimo moreno nos recibió. Era alto y fornido. Tenía el cabello y los ojos negros, una boca llena y sensual. N fin, el chico era todo un monumento.
-          Hola, Jacob. Te presento a la señorita Victoria Sutherland. Le toca cita contigo ahora mismo. Me imagino que ya estás al tanto de lo que ella necesita. – le comentó Alice.
Él asintió.
-          Relajación. – me miró de forma extraña; así que opté por voltear hacia mi manager de actividades. – Pase adelante. – su voz era ronca y seductora.
-          Gracias. – le dije a Alice. Nos vemos luego.
Ella asintió y se fue.
Pasé a la sala y detrás de mí, entró él.
Era un salón amplio, de color blanco y azul turquesa. Aromatizada por inciensos de coco. Y adornada muy al estilo Feng Shui.
-          Póngase cómoda, señorita Victoria. Desvístase en el baño que está al fondo. Yo la esperaré aquí. . me seguía viendo de manera extraña. Como deseosa.
-          Llámame Victoria, por favor. No me gusta tanto formalismo.
Él sonrió complacido.
-          Bien. Será Victoria entonces. Te espero. – me apremió a continuar.
Me dirigí al sanitario y me despojé de mi ligero vestido blanco. Me envolví en una toalla y salí.
A Jacob puso los ojos como platos al verme pero se controló. Me sentí halagada. Medio sonreí para mis adentros.
- Tiéndete boca abajo, por favor. – me señaló la camilla con la mano.
Hice lo que me pidió.
-          ¿Podrías soltarte la toalla en la parte de adelante? – me exigió con delicadeza.
-          Por supuesto. – me sentí tonta. Pero debía admitir que el hombre me tenía algo nerviosa.
Me destapé con cuidado para no enseñar más de la cuenta.
Estaba recostada en con el cabello recogido para que no estorbara.
Me frotó un aceite corporal que parecer una mezcla de lavanda y pepino. El primer aroma hizo que me comenzara a relajar. Mientras que el segundo intensificó las sensaciones en mi anatomía.
Sus manos expertas demostraron una pericia increíble a la hora de deshacer los nudos que poseía en mi espalda y hombros.
Luego, la toalla que solo impedía la vista a mi trasero fue subida hasta el borde de mis glúteos; para dejar mis piernas libres.
En ellas me frotó solo con aceite de pepino y de repente todas la terminaciones
comenzaron a alterarse de manera bizarra y sensual. Deslizaba sus puños por mis piernas. Después solo sus dedos rozaban la superficie de las piernas. Sus yemas se resbalan de arriba abajo. Estaba en un estado casi catártico.
Alice tenía razón, Jacob era todo un experto.
-          ¿Podrías voltearte, Victoria? – su sensual voz ronca interrumpió el hilo de mis pensamientos.
-          Si, por supuesto. – y procedí a girarme en la cabina.
Continuaba viéndome con ansias, pero traté de ignorarlo y cerré mis párpados.
Masajeó desde mis dedos de los pies hacia arriba. Separó mis piernas y friccionó con ahínco la parte interior de mis muslos, debía admitir que era una situación de lo más excitante.
{{¡Espera un momento. ¿Fueron sus nudillos lo que acaba de rozar mi intimidad? }}, me sobresalté y abrí los ojos.
Jacob se exaltó pero aún así me miró con una expresión muy poco profesional.
Yo me seguía con los codos apoyados en la camilla, lo que hacía que mi pecho estuviese en un ángulo de cuarenta y cinco grados relativamente.
-          Disculpa, Victoria. – no se veía arrepentido en absoluto. – Si te molesta, puedo parar. O si mejor la prefieres…puedo continuar.
Pensé en lo que haría Riley en una situación como esta. De seguro viviría de muy buen gusto y sin remordimientos una “nueva experiencia”.
Así que tomé una bocanada de aire. Lo miré y asentí; otorgándole el permiso para que continuara.
Me recosté de nuevo y cerré los ojos con un poco de nerviosismo.
Sentí la cálida mano de Jacob ascender desde mi muslo hasta mi centro íntimo, que no tardó en humedecerse al sentir la fricción exquisita que él me estaba propinando.
Mi cerebro se dividió en dos partes: una que me reprochaba lo que hacía, por considerarse un episodio inmoral. En cambio la otra que me decía que lo hacía estaba bien y que Riley se lo merecía.
Las ignoré a ambas. Decidí solo concentrarme en las sensaciones que las caricias de Jake estaban despertando en mi cuerpo, que ya comenzaba a estremecerse.
Sin poder contenerme exhalé un jadeo la erótica presión se intensificó. A él se le  escapó un leve gruñido.
Sus manos prosiguieron frotando mi clítoris con destreza. Enredé lis manos entre mis cabellos. Estaba a punto de explotar.
Mis gemidos me delataban.
Cada vez eran más fuertes y cortos. El clímax estaba cerca y mi estremecimiento se acrecentaba. De pronto sentí que un dedo de Jacob se introducía en mi muy húmeda cavidad: para luego curvarlo hasta poder tocar mi punto G. entre tanto siguió entrando y saliendo de mi interior.
Tuve que ahogar un grito cuando el más fuertes de los orgasmos que alguna vez haya disfrutado, me barrió por completo.
Con mucho esfuerzo me obligué a abrir los ojos y vi en la mirada de Jacob un deseo devastador.
Dirigió su mano a la parte de arriba de mi toalla para retirarla, pero fue justo ahí cuando reaccioné.
Puse mi mano sobre la suya.
-          Jacob…- dije casi sin aliento. – No lo…hagas por favor.
Me miró con turbación primero, luego me comprendió y se alejó sin decir nada.
Cerré mi toalla y me fui al baño. Me vestí y salí sin siquiera verlo.
No me sentía capaz de acostarme con un desconocido. No ahora. No como una acción de venganza.
Llegué a mi cuarto, tomé una ducha y me acosté. Muy contrario a lo que creía, logré conciliar el sueño muy rápido.
A la mañana siguiente se me antojó ir de compras, también pasar a buscar la segunda parte del masaje, pero me controlé; así que partí en un carro del hotel y recorrí los lugares turísticos del casco de la ciudad.
Visité las tiendas las tiendas emblemáticas y compré de todo. Desde souvenirs, hasta unos cuantos vestidos, entre ellos mi favorito era uno verde turquesa. Largo y hermoso, pero aún así muy fresco.
Regresé al hotel al caer la tarde. Estaba más que extenuada.
Amaneció y me levantaron unos golpes en la puerta de la suite.
La abrí. Era Alice.
-          Hola, Victoria. ¿Descansaste? – me preguntó con una amplia sonrisa.
-          Pues la verdad, si. Y mucho.
-          Osea que el masaje surgió efecto. – comentó ella.
{{No tienes idea de cuanto.}}, dije en mi fuero interno.
-          Si, bastante. – solo fui capaz de decir eso.
-          Me alegra. Bueno te diré a que vine. Como sé que mañana te regresarás, quiero invitarte a una fiesta que va a haber en la playa esta noche. Vamos a celebrar el cumpleaños de uno de los gerentes. Espero que vayas. – me dijo.
-          Mmm. No lo se, creo que me sentiría incómoda. Es para ustedes que son sus amigos y compañeros de trabajo. Me veré desubicada ante los ojos de ellos. – le cuestioné.
Ella negó con la cabeza.
-          Soy yo la que te está invitando. Ya verás que la pasarás genial. Ve esto como una especie de despedida de mi parte. – me dijo con sinceridad en el rostro.
-          Gracias, Alice. Te has comportado excelente conmigo. Claro que iré. Nos vemos en la playa a la noche. – prometí.
-          Muy bien. El estilo es playero y relajado; así que no se te ocurra llevar tacones.
-          No lo haré. Tomaré en cuenta la sugerencia. – y le sonreí.
-          Cambiando de tema. ¿Ya desayunaste? – negué con la cabeza. – Prefieres bajar o un “room service”?
-          Prefiero hacerlo aquí en la habitación.- contesté.
-          Entonces en unos momentos estará el servicio por aquí. Nos vemos a la noche, Victoria. – dijo Alice mientras salía del cuarto.
-          Esta bien. Gracias por todo.
A los diez minutos llegó el “room service” con comida como para dos personas, porque era imposible comer toda esa cantidad de comida yo sola. Estaba decorada con una rosa roja.
{{Que detalle tan bello el de Alice}}, pensé y me dispuse a comer. Noté que debajo de la charola de las frutas había una tarjetita blanca. La tomé para leerla.
“Disculpa si te incomodé. No fue esa mi intención. Me has dejado deslumbrado. Jacob”.
El corazón se me iba a salir del pecho. Sentía mi sangre arder detrás de mis mejillas. Y mi cuerpo pedía más de él.
{{Pero ¿Qué estoy haciendo?}}, me recriminé.
Fui a darme una ducha fría y me dispuse a ir a la piscina del hotel.
Disfruté ese último día como nunca. Y Riley no pasó por mi mente ni un segundo. Caso muy distinto es Jacob; que se abría paso en mis pensamientos cada cinco minutos.
Llegada la noche me bañé y me arreglé. Me coloqué el vestido verde turquesa que me había comprado el día anterior. Y tanto las sandalias como las alhajas eran de color dorado.
Bajé a la playa y Alice se acercó a saludarme.
No iba con su habitual uniforme, sino con un vestido color morado de un estilo muy parecido al mío. Playero y largo.
-          Hola, Victoria. Te estaba esperando. – me dio un beso en la mejilla. - ¿Qué te parece la decoración? Yo me encargué de ella.
Decenas de antorchas alumbraban el área de la fiesta. Había tres mesones largos. Uno con bocadillos. Otro con el pastel que estaba acompañado de unos hermosos arreglos florales. Y una tercera con dulces de todo tipo, incluyendo fuentes de chocolate blanco y con leche.
El bar no se hizo esperar.
Un espacio cerca de la zona que ocupaba el Dj; fue él destinado para eso. El bartender se veía muy entusiasmado sirviendo tragos para cada quien.
-          Todo se ve estupendo, Alice. Deberías dedicarte a la organización de eventos. – le comenté asombrada.
Me miró complacida.
-          Gracias. ¿Quieres tomar algo? – preguntó muy atenta.
-          Un cosmopolitan no me molestaría. – respondí al instante.
Volteó buscando a alguien y luego le llamo.
-          ¡Quil! Por favor tráeme un par de cosmopolitan. – ordenó ella con educación.
-          Enseguida, señorita Alice. – el muchacho se fue rápidamente.
Era alto y de piel cobriza, enseguida me recordó a Jacob; aunque no fuese tan bien parecido como él.
Las dos conversábamos animadamente cuando el chico volvió con los tragos.
-          Gracias. – le dije al tomar el mío entre las manos.
-          Gracias, Quil. – le dijo Alice, se disponía a seguir la conversación conmigo cuando él la interrumpió.
-          Señorita Alice, dice Sam que no sabe en donde están las barras de chocolate.
-           Dile que están en la bodega que habilitamos hacia a la playa. Todo se dispuso para que todo fuese más cómodo. – Alice se veía algo irritado.
-          Ya se lo dije. Pero aún así me mandó a llamarla. – dijo tímidamente el muchacho.
Ella hizo un gesto de resignación y suspiró.
-          Permíteme unos momentos, Vic. Solventaré el problema y volveré.
Le indiqué con la mano que continuara.
-          Por supuesto. Ve tranquila.

Cuando ella se fue, se me antojó ir a dar un paseo por la orilla de la playa.
El viento soplaba y la luna llena era más que deslumbrante, cuando la veías posada sobre el mar. Inhalé y exhalé el aroma de la playa, embriagándome. Al día siguiente volvería a mi vida en Seattle y no podía irme sin haber saciado mi sed de de relajación suprema.
-          Buenas noches, Victoria. – dijo con su voz ronca habitual.
Mis latidos se dispararon. Luego me volteé.
-          Hola, Jacob. ¿Cómo andas? – pregunté algo nerviosa. Bueno “algo” no. “Toda nerviosa”.
Se veía hermoso con una camiseta entallada blanca a juego con sus pantalones sueltos. Traía en una de sus manos unas sandalias.
-          Antes bien. Ahora mejor. – y descargó en mí todo el poder de su mirada. – Te vi de lejos. ¿Por qué te alejaste tanto de la fiesta? ¿Acaso no te encuentras a gusto? – preguntó curioso.
-          ¿Tanto? – fue entonces cuando me percaté que había caminado un buen pedazo. Aunque la música se escuchaba claramente desde allí. – Oh por Dios. No me di cuenta. Alice debe pensar que me fui sin despedirme.
Dí dos pasos hacia adelante y sentí que una fuerte mano me detuvo. Giré hacia él.
-          ¿Estás apurada por regresar? – preguntó inclinado hacia mi.
-          Pues no quiero pasar por maleducada. Alice me invitó y debe creer que me largué sin más ni más. – me excusé pero sin muchos ánimos de alejarme de él.
-          Es que…- dudó en hablar - , quería hablar contigo desde hace días. ¿Te parece si nos sentamos en la arena un momento?
-           Para nada. – me senté - ¿De que quieres hablar?
-          De lo ocurrido en la sala de masajes. No quise incomodarte. Discúlpame si lo hice. Pero te juro que jamás en todo mi vida había hecho eso con nadie.
-          Y ¿Por qué lo hiciste conmigo? – pregunté inquisitiva.
-          No lo se. – se mostró dubitativo y luego me miró. Nublaste mi razón, Rachel. Solo sé que desde que te vi, sentí un deseo irrefrenable que aún no ha cesado. – me vió como aquel día y mi cuerpo reaccionó de la misma manera.
Pero me contuve.
{{¿Qué demonios me pasaba?}}, me cuestioné.
-          Mira Jacob. Lo que pasó en el spa no es algo que yo haga siempre, de hecho fue la primera vez que accedo a hacer una cosa como esa. No soy de las que van por la vida manoseándose con extraños. No se si me explico.  – le dije perentoria.
-          Yo lo se. tu reacción me lo dijo todo. Cuando saliste apenada de la sala sin voltear siquiera a verme, me di cuenta de que no eras una de “esas”. Pero entonces ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué dejaste que te tocara? – preguntó con una mezcla extraña de curiosidad y deseo.
Respiré profundo. ¿Qué más daba si le decía la verdad? Total lo hecho, hecho estaba.
-          Por la misma razón que tú, en primeras instancias. Y en segunda, porque estoy saliendo de una mala relación y en ese arranque de locura acepté continuar con ese despropósito. – le contesté con sinceridad. Así era yo, directa y siempre iba al grano.
Cierta decepción cruzó su rostro.
-          Así que te arrepientes. – dijo él.
Negué con la cabeza antes de responder.
-          No. Tengo un mantra “Lo hecho, hecho está”. No puedo cambiarlo, pero sería una hipócrita si te digo que no lo disfruté. Como mi ex mismo diría: “fue una nueva experiencia”.
Ambos reímos.
-          Pues tu ex es un tarado por dejar escapar a una mujer así. Yo no lo haría. – sus ojos ardieron con lujuria de nuevo.
Tragué grueso y traté de desviar el tema.
-          Ehh…gracias. Y ¿Tú no tienes novia? – fue lo primero que se me ocurrió preguntarle.
-          No. – {{Mentiroso}}, pensé – No me lo crees ¿Cierto? En tu cara puedo verlo.
-          Disculpa pero se me hace difícil esa idea. No eres precisamente un chico malparecido. – sorpresivamente soné algo tímida.
Se rió.
-          ¡Vaya! Pues gracias. Pero aún así no tengo a nadie; si salgo con chicas de vez en cuando, pero aún no encuentro a la indicada. – su mirada lasciva se había convertido en una constante.
-          ¡Pues bienvenido al club! – dije levantando la copa de cosmopolitan vacía.
-          ¿Quieres que tomemos algo? – dijo señalando hacia la fiesta.
-          Si. Ya debería regresar.
     Me ayudó a poner en pie y regresamos hacia donde estaba la gente.
     Yo tomé dos cosmopolitan más mientras que él bebía wishky a las rocas. Tuvimos una amena conversación y nos reímos bastante.
Finalmente me percaté de que era muy tarde y decidí retirarme.
-          Bueno, Jake. – ya teníamos un poco más de confianza – Fue un placer conocerte. La pasé muy bien contigo. Espero verte en otra ocasión.
-          Te vas muy pronto, Victoria. Apenas son las doce y media. – suplicó él.
-          Mañana en la tarde sale mi vuelo. Debo descansar. – me excusé.
-          Esta bien. Por lo menos déjame acompañarte.
Asentí.
-          Oh, permíteme un momento – le dije presurosa. – Voy a despedirme de alguien.
-          Ve tranquila.
Fui en busca de Alice y la conseguí cerca de la mesa de bocadillos. Cuando me vió se acercó.
-          ¡Vic! Pensé que te habías ido a dormir. – dijo ella.
-          No es solo que fui a dar una vuelta por la playa y luego me conseguí a Jacob. Estuvimos conversando hasta ahora que decidí irme a dormir. – me sentí apenada de no haberla buscado antes.
-          Oh esta bien ¿Ya te retiras? – preguntó amablemente.
-          Si. Mañana en la tarde volveré a Seattle. Vine a despedirme de ti y a darte las gracias por todas tus atenciones. – le dije sentidamente.
Me sonrió.
-          Aquí estamos para eso. No debes darme las gracias por cumplir con mis obligaciones. Me alegra que hayas disfrutado tu estancia aquí. Cuando necesites de mí , ya sabes en donde encontrarme.
-          Claro que debo agradecerte. Y jura que volveré apenas tenga vacaciones. Tenlo por seguro. – dije de manera exagerada.
Ambas nos reímos.
-          Cuídate, Vic. – me dió un beso en la mejilla. – Te esperamos pronto por aquí.
-          Gracias, Al.
Me di media vuelta y me dirigí a la entrada del hotel; allí estaba Jacob esperándome.
Entré y él siguió mis pasos. Fuimos hablando de las cosas que haríamos. Y en lo que me dí cuenta ya estaba en la puerta de mi habitación.
-          Bien. Ahora sí, gracias por todo. Fue todo un placer conocerte, Jacob. – le dije medio ansiosa. Mi cuerpo no quería despedidas.
-          Para mí más, Victoria. Espero que vuelvas pronto. Muy pronto. – volví a ver el deseo en sus ojos.
-          Hasta luego. – pasé la tarjeta y mantuve la puerta abierta.
-          Hasta pronto. – dijo con profundidad.
Me dió un beso en la mejilla pero demasiado cerca del reborde de mis labios.
Sentí mi cuerpo arder, pero me separé de él y entré rápidamente. Me recosté de la puerta con la mente y las hormonas revueltas.
Tocaron a mi puerta, la abrí y lo próximo que supe es que estaba pegada a la pared besándome apasionadamente con Jacob.
Nos apartamos para tomar aire pero nos mantuvimos a pocos centímetros de la boca del otro. Yo lo veía con pasión; él lo hacía con deseo.
-          Lo siento, no me pude aguantar. Te tengo en la cabeza desde que nos conocimos. –  dijo con voz entrecortada.
Deslicé mis manos por su pecho sin decir nada.
-          Dime si has sentido lo mismo, Victoria. – exigió con profundidad.
{{¿Para qué negarlo? ¿Por qué no ceder a lo que necesitaba y sentía? ¿Por qué privarme de algo que deseaba fervientemente desde hacía días atrás?}}, pensé.
-          Si, Jacob. Yo te he estado igual que tú desde ese día del masaje.
Solo necesitó eso para cerrar la puerta de un puntapié y aplastarse contra mí nuevamente.
Bajó por mi cuello haciéndome estremecer. Volvió a mi boca besándome sin tregua. Entrelazando su lengua con la mía.
Me separó de la pared. Y entré besos me llevó hasta la cama. Nos acostamos sin distanciarnos siquiera un segundo.
Me faltaba el aire; así que volteé la cara; él siguió por mi cuello y de allí a mi escote.
Sus manos bajaron por mis piernas, subiendo mi vestido hasta lograr quitarlo por encima de mi cabeza. Las mías entraron por sus costados arrebatándole la camiseta.
Estaba prácticamente desnuda, solo conservaba mi tanga, en cambio él solo tenía descubierto el torso. Así que sin cesar en mis besos, bajé su hermoso pantalón blanco lo que me permitió notar su gran erección por encima de sus  boxers.
Pasó sus labios hasta mi oído y me mordió suavemente el lóbulo. Eso me descontroló totalmente haciendo que me refregara contra su pelvis, soltando gemidos a granel.
Jacob lamió mi cuello y descendió de nuevo hasta llegar a mis senos. Más que besarlos; los devoró con ansiedad. Esa ansiedad que al parecer se había apoderado de la voluntad de ambos.
Sentía como mis pezones erectos agradecían sus caricias salvajes. Muestra de ello, era que a cada instante arqueaba mi espalda.
Deslizó sus dedos hasta mi intimidad, que continuaba recubierta con mi tanga. Jadeé en su oído y su ya errática respiración se disparó más al igual que sus caricias.
En cierto punto pareció no aguantar más y me retiró la única prenda que me quedaba.
Volvió a masajearme, como solo una vez había hecho. Y mi cuerpo reconoció ese contacto y fue dejándose apoderar de las maravillosas sensaciones que Jacob producía en mí.
Sus labios me arrancaban besos urgidos, entre tanto sus manos seguían en su faceta incitadora, de repente sentí su dedo en mi cavidad y eso fue mi perdición. Lancé un grito de placer al alcanzar el orgasmo.
Jake se levantó un momento para librarse de los boxers que prisionaban a su miembro. Esto me dio muy poco tiempo para poder recuperarme.
Se acostó encima de mí y se detuvo en mi entrada.
-          Te he deseado tanto…- susurró a mi oído.
Dicho esto, lamió mi oreja.
Jadeé sin poder evitarlo.
-          ¿Pues que esperas? Hazme tuya. De una vez.
Y entró en mí con una embestida fuerte que me hizo gritar al sentirlo.
Sus movimientos no eran para nada calmados. Por el contrario, su sexo irrumpía con violencia en mi intimidad.
Pero no me pareció mal. Quería disfrutarlo así, sin miedo ni ataduras. Necesitaba que se fundiera en mí.
Sus movimientos se aceleraron al igual que nuestras respiraciones, alternábamos jadeos y gemidos frenéticos.
El orgasmo fue repartiendo corrientes espasmódicas por nuestros cuerpos. Con una inhalación profunda y sonora alcancé el clímax, que me hizo arquear la espalda. Y él necesitó de dos penetraciones más para unirse a mí. Gruñó de manera feroz cuando alcanzó el “gran O”; y se desplomó en mi pecho.
Solo duramos así un instante porque yo aún tenía sed de él y de su cuerpo.
Lo obligué a voltearse para quedar acostada encima de él. Lo besé con pasión y le mordí suavemente el hombro. A lo que él respondió con un estremecimiento y un siseo.
Me levanté un poco y me giré, de manera que solo tuviese vista de mis espalda y de mi trasero. Lo demás tendría que imaginarlo.
Reí con maldad.
Introduje su miembro en mi humedecida intimidad y me moví en sentido de las agujas del reloj.
Sentía sus manos deslizarse de mis espalda a mis glúteos. De arriba abajo. Y podía escuchar sus gañidos guturales. Estos inflamaban más la llama que sentía, haciéndome imprimirle intensidad a mis movimientos eróticos.
Sentí la proximidad del éxtasis y me agarré de sus muslos para apoyarme. Sacudí mi melena hacia atrás rozando su pecho con ella, sen estremeció debajo de mí. Además jadeó de manera sonora.
Cuando ambos estuvimos a punto de explotar, cambié mis movimientos y me comencé a mover hacia adelante, cabalgándolo. Eso retrasó un poco el clímax.
Pero no se hizo extrañar demasiado. A los pocos minutos me movía errática contra su sexo buscando saciar mi deseo. Ya no podía ni quería postergarlo más. Entre gritos, llegamos a un orgasmo en conjunto tan fuerte que me dejó tendida en su pecho.
Me bajé de él apenas me tranquilicé.
Nos quedamos viéndonos durante un rato.
Entre sábanas nos contemplábamos, entonces él me acarició la mejilla.
-          Espero que esta no sea la última vez que nos veamos. – dijo Jacob con sinceridad en los ojos.
-          Ojalá que no. Pero si algo he aprendido en este viaje, es que hay que dejarse llevar. A veces eso suele hacer que nos topemos con “cosas maravillosas”. – dije mirándolo a os ojos.
Rozó mis comisuras con sus labios.
-          Pues ya veremos hacia donde nos lleva a nosotros. – dijo.
Automáticamente se montó encima de mí para volver a hacerme suya.


Me desperté cuando la luz del sol me dió a la cara.
Volteé para ver a mi lado, pero no había nadie. Vi la hora y me di cuenta de que eran las diez de la mañana. Jacob debía estar trabajando ya.
Me alegró de cierta forma que se fuera ido así, sin crear lazos. Solo disfrutando del momento.
Me puse en pié y en marcha de una vez.


Ya había desayunado y tenia toda arreglada, sola esperaba el anuncio del carro que me llevaría al aeropuerto. Cuando de repente tocaron a mi puerta.
Me sobresalté y abrí.
Alice entró y me tranquilicé.
-          Hola, Victoria. Solo quería venir a darte un presente de parte del hotel antes de que partieras. Es un completo tratamiento de belleza. Ahora si me despido formalmente. Que te vaya bien. Esperamos verte pronto por aquí.
-          Gracias, Alice. Volveré muy pronto. Sus atenciones para conmigo fueron más que excelentes. Cuídate. – le dije algo nostálgica.
-          Por cierto; el auto te está esperando en la puerta de la entrada. – anunció con una sonrisa amable.
-          De nuevo, gracias.
Dos personas entraron para bajar mi equipaje. En la puerta del ascensor Alice me detuvo.
-          tienes un paquete en recepción. Ábrelo solo cuando te hayas ido.
Me extrañó sus palabras pero obedecí.
Retiré mi obsequio, que era bastante grande para luego subirme al auto.
En el camino abrí la bolsa. Me reí cuando vi que eran aceites corporales de lavanda y pepino.
Los recuerdos irrumpieron en mi mente sin autorización.
Observé mejor lo que había en la bolsa y me percaté de un sobre blanco en el fondo.
Adentro había una hoja que decía:
“Victoria:
Sé que no querías despedidas emotivas ni cursis, así que no te levanté en la mañana para evitar caer en eso.
También sé que quieres ir a tu aire; por eso te deseo lo mejor del mundo en cada proyecto que emprendas. Como te dije anoche, espero verte pronto. Gracias por todo y especialmente por la experiencia de anoche.
Fue lo máximo.
Te recordaré. Jacob Black.

PD: El obsequio es para que no me olvides. Ja ja.”

Me reí y guardé la nota en el sobre, y este en la bolsa.


Llegué a mi casa, me puse cómoda y arreglé mis cosas.
Decidí prender mi celular después de una semana. Al momento llegaron como mil mensajes de Riley. Decidí no leerlos y los borré sin siquiera leerlos.
Ignoré los anuncios de llamadas perdidas.
Llamé a Laurent para avisarle que había llegado bien y que nos veríamos en dos días en la empresa. No le conté nada de lo acontecido en la Bahamas.
Al colgar entró otra llamada.
-          Riley. – dije a modo de saludo pero sin ninguna emoción. Ahí me quedó más que confirmado que no lo quería. Que lo había superado.
-          Victoria; necesito habla contigo. Tenemos que arreglar las cosas. – dijo en tono perentorio.
-          Pues lamento decirte que yo no. Que no necesito hablarte, ni oírte, ni mucho menos verte. Estoy mucho mejor sin ti.
-          ¡Pero si hace apenas unos días atrás me dijiste que me amabas! No me dejes así. Ya encontraremos una forma de hacer que las cosas funcionen. – me suplicó de manera patética.
Me mantuve firme.
-          No, gracias. Tengo muchas cosas por hacer y tu no encajas en ninguna. Me siento casi obligada a agradecerte por el “tiempo que me dedicaste”, pero decidí que no quiero estar contigo. De ahora en adelante viviré como una nómada. O como tu mismo dirías viviendo “nuevas experiencias”.
Reí sin pena alguna.
-          Pero…- dijo él.
-          Adiós, Riley. Fue…bueno conocerte. – y le colgué.
Vi el teléfono analizando lo que acaba de hacer. Luego sonreí, me sentí liberada y renovada.
-          Necesito una ducha…y quizás hasta un masaje.
Definitivamente esta era una nueva Victoria. Y solo el viento sabía lo que me deparaba. Porque a mi no me importaba conocerlo, solo vivirlo.


Espero que les haya gustado chic@s. una de tantas locuras que se me han venido ocurriendo…Espero sus comentarios.

3 comentarios:

  1. awwwwwwwwwwwwwwww......yo no se nada sobre esto pero por lo q lei...me facino....estuvo muy hot....y de verdad q jacob siempre sera el mismo jajajaja.....<3<3<3

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  2. Men encanto todo lo del hotel, pero facino como vic mando a riley a la luna, jajajaja saludos y exitos

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  3. Gracias amii...jajaja...se me ocurrió esta locura y puff la escrbí

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