“CAMBIOS
SIGNIFICATIVOS”
Mariposas…
Es un cliché, sí; pero eso sentía en
la boca del estómago mientras los sedosos labios de Edward se movían vacilantes
contra los míos. Yo en cambio, revoloteaba con delicadeza por sus comisuras atrapando
un pedazo de él a la vez; mientras que Edward; por su parte; hacía movimientos
dulcemente torpes.
Le acaricié sus mejillas en tanto
probaba de él todo lo que me fuese posible, sin llegar al punto de asustarlo
con algo que de seguro le era nuevo y apabullante. Al menos para mí era de esa
manera. No porque fuese mi primer beso; sino porque era la primera vez
que todo el cuerpo se me estremecía de una forma que tenía poco que ver con la
inexperiencia y mucho con un deseo de posesión desesperado. Tenía miedo de
perder el control, obviando que el sentido común lo había extraviado desde la
primera vez que cruce mirada con los azul grisáceo de mi ángel.
Tras un momento gloriosamente corto
rompí el celestial contacto; no porque quisiera, sino porque no quería llevar
mi suerte al límite. Me había salvado por los pelos de ser despedida ese día, y
aunque el señor Cullen me había aseverado que mantendría mi trabajo; no estaba
de más que me cuidase las espaldas. Todo eso, sumando el hecho de que si
alguien me veía en tal acto, como mínimo seria encarcelada por acosadora,
violadora o cualquier acusación de mayor grado que se les ocurriera, o al menos
eso creía yo.
Cuando estaba tomando distancia, las
manos de Edward se aferraron al contorno de mi rostro sosteniéndome en el
sitio. Su mirada hipnótica me mantenía cautivada hasta el punto de no darme
cuenta que nuestros labios se habían unido de nuevo, inmediatamente una
electricidad seductora me recorrió de pies a cabeza. Siguiendo unos instintos
que no respondían precisamente a la cordura; enterré mis dedos en su cabello. Y
¡Oh, era tan suave!. Me parecía que
era la primera vez que tocaba sus cabellos, al menos cuando me invadía un deseo
insaciable de pasión por él.
Amé la sensación de su textura en mis
yemas y el sabor de sus labios en mi boca…
Finalmente y con la ayuda de los
montoncitos de fuerza de voluntad que logré reunir, me separé de él, no sin antes
darle un corto beso y alejarme definitivamente, tomé su cabeza y la acuné
contra mi pecho. Y con el sonido de mis latidos desaforados, Edward se dejó ir
en sueños.
*.*.*.*.*
Pasados unos tres días desde el
enfrentamiento; aún seguía ignorando a Emmett. No me molestaba en disimularlo y
nadie me recriminó por eso; ni tan siquiera él. Al menos el señor Cullen sí tuvo
la delicadeza de disculparse en nombre de su esposa y de él mismo; pero su hijo
mayor no se había acercado a decir ni un miserable <<La he cagado, Bella. Lo siento>> o algo así.
Para nada.
Se limitaba a entrar y salir de la
casa con actitud de como si nada
hubiese pasado; aunque debo reconocer a favor de él, que se habían dado
momentos en los cuales nuestras miradas se encontraban y podía reconocer en
ellos un ligero atisbo de remordimiento; pero enseguida Emmett viraba la vista
y seguía su camino. Así pues ¿por qué me molestaría yo en detener mi mundo para
mostrar consideración por sus sentimientos?
Jodida y absolutamente no. Eso
sería como decirle: <<¡Hey, soy un
tapete, Ven y písame!>>. ¡Pues no! Isabella Marie Swan no nació el
día de las mujeres con complejo de alfombra. Si Emmett estaba empeñado en
comportarse como un idiota orgulloso, yo tranquilamente era capaz de hacer como
si él no existía en mi universo. Sonará cruel, pero no por eso era menos
cierto.
Por su parte, la señora Esme estaba
empeñada en pulular cerca de mí por si me hiciese falta algo. Sabía que era el
cargo de conciencia lo que le instaba a actuar de aquella manera, lo cual no me
gustaba ni medio pelo; pero tampoco era como si pudiese decirle que fuese a
arreglar las cosas con otra. Aparte de que sería una tamaña descortesía. Aún
después de todo lo que había acontecido, no podía olvidarme de su forma de
recibirme en su propia casa; por lo cual no era de extrañar que le siguiera
guardando cariño.
No es que sea una santa, pero sé cuando
debo dejar el agua correr…
Por su lado; la arpía de Claire seguía
como de costumbre. Lanzando comentarios venenosos por aquí…sirviéndome la
comida fría por allá… en fin; estaba decidida en querer provocarme un
acceso de furia para que la atacara y ella pudiese hacerse la víctima. En honor
a la verdad, he de aceptar que por unos agridulces momentos contemplaba esa
posibilidad en mi mente: ver a Claire despeinada y yo con un buen mechón de sus
cabellos entre mis manos y ella llorando de rabia tirada en el piso. Sí, definitivamente
era algo divertido de imaginar. Lo malo de eso radicaba en el hecho de que era
solo eso: mi imaginación.
Así que la joven que se creía estar haciendo
de villana de alguna especie de reality show seguía en la casa con sus
claras intenciones de sacarme de quicio.
—Claire, esta comida no es para mí. Es
para Edward —coloqué el plato con el croissant frío y casi totalmente
desmoronado sobre el tope de la cocina con cierta rudeza. La miré sin titubear
a los ojos y la señalé con el dedo. Una cosa era que se emperrara en
hacer de mi vida un infierno; pero meterse con él era motivo para hacer
estallar la condenada tercera guerra mundial. —por lo tanto te agradezco que
pongas más cuidado en lo que le prepares, o me encargaré de que tu ineptitud no
solo la note yo.
— ¡¿Me estás diciendo inepta en
mi cara?! —gritó ella a todo pulmón delante del lavavajillas y lanzó el plato
de secar los trastes contra el suelo de mármol en un arrebato de furia. No me
pudo importar menos.
—Si el guante te queda… —dejé mi
comentario abierto; aunque la mirada de oscura diversión al verla tan fuera de
sí, lo había cerrado de forma efectiva.
—¡¿Qué te has creído tú, zorra
disfrazada de enfermera?! ¿Acaso te crees todopoderosa porque te has ganado el
favor de los Cullen? —me reí con ironía por el abierto rencor que demostraba
tenerme —Llevo años trabajando en esta casa. Partiéndome el lomo cada día para
demostrarles mi agradecimiento y lealtad. —levantó los brazos en símbolo de
falso rendimiento y luego me dedicó una mirada de psicópata. —¡Pero claro!
Llegó la niñita que juega a la doctora y que pretende cuidar a su hijo demente…
—¿Cómo dijiste? —pregunté en un
susurro que tenía más de una tajante amenaza que de interrogante —Me parece que
no escuché bien. ¿Le dijiste “demente” a Edward?
Por la manera en que sus rasgos se
desfiguraron dando paso a una mueca que fluctuaba entre la disculpa y la
vergüenza, comprendí que ella acababa de caer en cuenta de lo que sus
impulsivas palabras acababan de desatar.
—Yo…yo…
—¡¿Tú
qué?! —respondí en su cara sin más haciendo un peligroso acercamiento con tan
solo un paso. La rabia me atravesaba de palmo a palmo. Sabía que podía ser vehemente,
pero pocas veces me había visto a mí misma como una mujer peligrosa y en ese
preciso instante lo era. —¡¿Tú qué,
Claire?! ¿Tú lo sientes? ¿Tú no quisiste decirle “demente”?
—¡No tienes ningún derecho a hablarme
así! ¡Aléjate! —su réplica me indicó que seguía a la defensiva, pero en sus
ojos había miedo y más valía que lo tuviese.
Me acerqué nuevamente a ella hasta que
solo unos pocos centímetros de distancia evitaban que me le fuese encima.
—¿Y qué te da el derecho a ti de encasillar
a Edward como un enfermo mental?
—Yo no dije enfermo…
— ¡Es lo mismo! Demente, enfermo
o enajenado mental . —bajé mi tono de voz, no porque me estuviese calmando sino
porque mi instinto actuó así en ese momento. La rabia guiaba a mi boca porque
mi razón había salido pitando rápidamente de mi cuerpo. —¿Puedes colocarte por
cinco minutos en el puesto de Edward? Él es un joven con un potencial abismal
pero que lamentablemente requiere de una atención especial que no le habían
sabido brindar. Imagínate por un momento lo que sentirías tú al estar en un
cuerpo que no reacciona de la misma forma que tu cerebro. Es duro ¿cierto? —caminé
delante de ella como lo hace un profesor delante de una clase que se niega
cooperar. La frustración me carcomía y tenía los puños apretados a mis
costados, sentía la desquiciante y desesperada necesidad de tenerla bajo mi
cuerpo para así hacerla saber lo que era meterse con mi ángel. —Ahora colócate
en el puesto de la señora Esme o del señor Carlisle ¿Qué crees que debe sentir
un padre cuando alguien se expresa de la manera en que tú lo acabas de hacer,
tildando a su hijo “loco”?. Si esa es tu manera de demostrar lealtad, Claire, debemos
de dar gracias entonces de que no te hayas afanado de mostrarte desagradecida;
porque quién sabe de qué serías capaz.
Mi tono era frío. Mi postura era fría.
Mi mirada era fría. En ese momento no era una enfermera; sino una leona
dispuesta a defender lo que quería a costa de lo que fuera. Y a las leonas no
se les debe provocar, si sabías lo que te convenía. Pero ella no lo sabía.
—Edward no es normal. —argumentó ella.
Tuve que hacerlo. Nunca había sido una
de esas chicas que se involucraban en peleas de gatas, pero todo esto me
superaba. El irrespeto con que Claire venía tratándolo hasta llegar al punto de
insultarlo en mi cara me llevó más allá de mis límites y abofeteé su cara con
fuerza. Tanta, que su mejilla ahora se mostraba con una zona bastante
enrojecida en donde la había impactado.
—Te lo había advertido. —le respondí
aún bajo. Todavía peligroso. Ahora que sentía una especie de satisfacción
sabiendo como se veía cuando arremetía contra ella; tenía ganas de volver a
hacerlo. Por eso decían que la violencia era adictiva. —No le insultes, no les
trates mal, no te dirijas a él con algo menos que con educación ¿No quisiste
escucharme? —me encogí de hombros. —Es tu problema. Ahora sabes lo que pasa
cuando quieras meterte con él. Yo que tú no volvería a intentarlo. No te puedo
asegurar que solo sea una bofetada la próxima vez.
—¿Cuál es el escándalo aquí? —la
señora Esme entró en la cocina con una expresión que indicaba alarma
claramente. Nos miró a cada una y asumió la postura de la señora de la casa con los hombros erguidos.
Mi estrategia favorita en relación al
tema de las discusiones siempre ha sido el contraataque; dejo que los demás
digan lo que quieran como quieran y luego voy a su encuentro con mi artillería
pesada.
Y como era de esperarse, Claire habló
primero:
—Lo que está ocurriendo aquí, señora
Cullen; es que la Isabella tiene la osadía de venir a la cocina, tirar el plato
contra el tope, agredirme con una bofetada y cuestionarme por la manera en que
llevo las labores del hogar. Todo por culpa de un croissant tibio.
Maniobra asquerosamente típica de un
culpable: tergiversar la realidad hasta el punto en que se nota a leguas que
está mintiendo. Esme la miró con escepticismo antes de posar su mirada sobre mí
y cuando lo hizo esta ya se había tornado imparcial. Con un asentimiento me
instó a hablarle.
—Quiero escuchar tu versión de los
hechos, Isabella. —ordenó.
Sin titubeos le respondí clara y
concisamente.
—Esa comida helada y destrozada era
para Edward. —dije señalando con la cabeza el pedazo de pan desmenuzado a lo
que ella respondió estremeciéndose de la rabia en el momento. —Estaba así antes
de que él siquiera la tocara.
Los colores de su rostro fluctuaron de
un blanco crema a un rosa intenso que dejaba claro lo mucho que le costaba
mantener la compostura ante la degradante atención que le había sido dirigida a
su hijo.
—¿Y así se lo dió?
Pocas cosas me irritaban más que
alguien se pusiera en plan de vieja chismosa; mucho menos yo; pero en ese momento
era el argumento de la pelea.
—Sí, señora.
—¿Porqué, Claire? Conoces bien acerca
de la condición de mi hijo o es que ¿Acaso crees que porque él no se suele
quejar acerca de nada, puedes tomar ventaja de su condición?
Un montón de intentos de decir pero por parte de Claire y un poco de
impaciencia por parte de la señora Cullen después, la discusión siguió:
—¿Pasó algo más? —preguntó Esme.
Yo no dije nada aunque me muriese de
ganas; pero ya ella estaba sobre suficiente mierda como para que yo la hundiese
más. Aunque las ganas de darle un ligero empujón era de lo más seductor. Debía
reconocerlo.
—¡Quiero saber que más pasó, ahora
mismo!
—Bella malinterpretó mis palabras…
—¿Qué… —dijiste?
—Yo solo estaba discutiendo sobre
Edward…
—¿Qué dijiste sobre mi hijo?
— Yo…yo no…yo…
—¡Habla de una vez, Claire!
Y hasta ahí llegó la paciencia de la
señora Cullen.
—Dije que Edward era un… —titubeaba
tanto que en vez de tornarse en un fastidio, la cuestión se estaba volviendo
exasperante. Y cuando por fin habló, lo hizo tan rápido y enredado que si no
hubiésemos estado en frente de ella, de seguro no hubiésemos podido entenderla.
—Demente, pero fue como un reflejo del momento. Yo no quise ser grosera cuando
dije…
—¿Demente? ¿Crees que mi hijo es un demente, Claire? —de golpe y porrazo la
expresión de Esme dejó de mostrarse indignada para verse profundamente
lastimada; cosa que me hizo un nudo en la garganta. —¿Acaso alguna vez él te
lastimó y yo no me enteré? —la doméstica lo negó con la cabeza —No creo que te
haya insultado. Hasta hace poco no hablaba, y las pocas veces en que lo ha
hecho no ha sido para referirse a ti. —asintió aún más avergonzada de lo que ya
estaba. —Entonces explícame, Claire ¿cómo puedo tolerar que tildes a mi hijo de
algo que no es cuando él jamás te ha hecho ningún mal? ¿Sabes cuanta gente me
ha visto con él en la calle, apartan a sus niños con prisa y luego
dicen: “Apártate de ese muchacho, está loco, No sabemos como pueda
reaccionar”? Me lo han dicho decenas de veces, y duele. Nunca me acostumbraré a
que se vea a mi hijo como un apestado que pudiese hacer algún mal a alguien. Ojalá
no tengas que saber lo que es tener un hijo como el mío y que tengas que oír cómo
la gente susurra cosas humillantes; aunque dichoso él porque quizás no es
consciente de lo que le dicen. Pero nosotros; sus seres queridos. Los que lo
cuidamos a diario, compartimos con él y quienes lo conocemos nos sentimos
sumamente afectados. O aún peor sería que tuvieses que ver como los que
se hacen llamar “tus amigos” lo ven con lástima y te preguntan el porqué has
decidido tenerlo en la casa cuando podríamos tener una vida normal enviándolo a
un hospital psiquiátrico en Europa. —la señora recuperó la compostura tras
limpiarse unas lágrimas, se irguió de hombro y fue tajante cuando dio a conocer
su decisión. —Como comprenderás que no pienso soportar ni una vejación más en
contra de Edward. Así que por favor te pido que recojas tus cosas y pases por
el despacho para darte el cheque de tu liquidación. Voy a preparártelo de una
vez, no tardes. —no hubo agradecimientos por los años de servicios
prestados, ni un buena suerte en tu vida.
Y tal como hizo Esme, me di la vuelta
para alejarme de la cocina dejando a Claire con ojos anegados en lágrimas y una
boca incapaz de proferir ninguna protesta o excusa más.
Cualquiera creería que me sentía
satisfecha por como habían resultado las cosas; pero solo podía pensar en las
palabras que acababan de ser dichas allí mismo y un nudo intragable se
estancaba en la mitad de mi garganta. Era bastante claro para mí: No solo
Edward ha estado sufriendo todo esto.
*.*.*.*.*
Un
par de días habían pasado desde el despido de Claire y las cosas parecían estar
más tranquilas excepto por el hecho de que Esme estaba constantemente
recibiendo personas para entrevistarlas por la vacante que la chica había
dejado.
Sin embargo, no me inmiscuí en el
proceso en absoluto. Ya me había visto lo suficientemente envuelta con la
anterior y la experiencia no había sido nada buena. Solo esperaba porque la
persona que viniera pudiese ser un poco más cordial. Discutir con alguien todo
el tiempo robaba demasiada energía.
—Ángel, tienes que dar formar a la
plastilina solo con estos dos dedos. —dije moviendo el dedo índice y pulgar
indicándole mientras hacía una bola con ellos. —Solo esos, no quiero que
intentes engañarme.
Edward estaba en medio de las horas
correspondientes a la Terapia Ocupacional, que estaba destinada a mejorar su
coordinación de movimientos. Eran una serie de tareas que a cualquiera le
parecería una tontería; pero que tanto a los lesionados, como a personas de
condiciones especiales, se les hacía difícil de realizar, eran fundamentales
que eran para recuperar o desarrollar correctamente el funcionamiento de sus
capacidades psico – motoras.
Mi ángel comenzó a hacer lo indicado
con apenas cierta dificultad, a medida
que avanzaba, las tareas se le hacían cada vez más fáciles.
En cierto momento, Edward levantó la
vista sobre su hombro y la clavó en mí, desatando así la química que parecía
envolvernos a los dos. Pero lo que definitivamente no me esperaba era que él
tomase la iniciativa y se acercara a mi boca con delicadeza; casi rozando mis
labios con los suyos
Le sonreí antes de separarme, acaricié
su cabello y él se inclinó sobre la mano que lo acariciaba. No podía seguir
mezclando lo que sentía con sus terapias. Eso sería el peor de los egoísmos. El
perjudicado en toda esta cuestión sería Edward, y eso era lo último que
deseaba. Aunque por dentro me matara el alejarme de él.
—Bella. —soltó con un suspiro.
Le sonreí con ternura y seguí
tocándolo. Habíamos avanzado tanto hasta ahora.
Ya hablaba un poco más. Saludaba a
quién veía apenas se despertaba, se despedía antes de irse a la cama e iba demostrando
que memorizaba excelentemente bien a recordar el nombre tanto de las cosas
comunes como de las que le llamaban la atención.
Pasos se escucharon en la entrada del
gimnasio, en que le había habilitado un espacio para los objetos con los que
Edward llevaba a cabo sus terapias. Era Carlisle. Atravesó el umbral sin sus
habituales elegantes chaquetas y corbatas. Tenía la camisa por fuera y una
tímida sonrisa en el rostro. Vio mi mano en el cabello de su hijo y no pareció
importarle; y si lo hizo no lo demostró.
Se acercó a nosotros y me miró con un
poco de timidez sobre algo y mucha convicción acerca de otro algo.
—Hola, papá. —Edward fue el primero en
hablar y su padre le dedicó una sonrisa deslumbrante.
—Hola, campeón. —le palmeó la mano y
luego me vio.
—¿En qué puedo ayudarle?
—Justo iba a hacerle esa misma
pregunta a usted.
Recordé nuestra pasada conversación y
me arrepentí de mis últimas palabras, puede que haya tomado reflexión desde
nuestro último encuentro, entonces inmediatamente le acerqué una silla al lado
de la de su hijo.
—Tome asiento, por favor. —le indiqué
con la mano. Él me obedeció.
Le expliqué lo que debía de hacer y se
pusieron a trabajar los dos de muy buena gana.
—Le advierto, señor Carlisle; que su
hijo suele encantarle hacerme trampas con este ejercicio ya que por lo visto no
le agrada demasiado amasar la plastilina y mucho menos armar las bolitas. —luego
hice un muy teatrero intento de susurro al oído de él. —Yo que usted me
mantengo al pendiente de los hábiles movimientos de este muchacho. —y le señalé
con la nariz a Edward.
Su padre le palmeó la espalda y me
respondió animado:
—Yo me encargaré personalmente de que
este chico hábil haga sus ejercicios. Así que si gusta vaya y tómese un
respiro, señorita Swan.
Asentí y me dirigí a la puerta y justo
cuando llegué a ella vi lo que hacía mucho tiempo que estaba esperando: A un
Edward curándose por medio de la participación de su padre. Y a un padre
recobrando el tiempo perdido con un hijo que lo necesitaba infinitamente.
Encantada con lo que veía me dirigí
hacia la cocina y cuando llegué allí encontré a una joven de un escaso metro y
medio de altura con el cabello cortado como el de un duendecillo. Ella estaba
sentada en uno de los taburetes de la cocina mientras que la señora Esme servía
dos vasos de zumo de naranja con zanahoria.
La chica me sonrió con naturalidad y
yo no pude resistirme a devolverle el gesto.
—Buenas tardes. —me dijo.
La señora Cullen se volteó y me vio.
—Oh, Bella. Qué bueno que estés aquí
para que conozcas a quién nos ayudará con las labores del hogar. Ella es Alice.
—señaló a la joven con la mano al mismo tiempo que esta me tendía la suya para
presentarse.
La estreché con firmeza.
—Un placer, Isabella.
—El placer es mío.
—¿Quieres un poco de zumo, Bella?
Asentí y agradecía cuando me lo
entregó.
Allí nos quedamos hablando por largo
rato y pude darme cuenta de que era muy poco probable que con Alice en la casa,
llegase a echar en falta a Claire y sus desplantes.
Las cosas parecían estar mejorando.
*------------------------------------------------------------*
Tardísimo, como siempre; pero seguro como siempre jaja HE VUELTO! En fin…les cuento que este capítulo está dedicado en tooooda su extensión a Marcos; un chico de 19 años que vive en Costa rica y que padece de Autismo y que ha pasado por muuuuuchas cosas en su vida y ha superado muchos obstáculos. De hecho, ahora es futbolista.
Para él toda mi admiración y mi cariño. “Eres uno de esos ángeles incomprendidos de los que tanto he hablado acá. Me alegro mucho cada vez que recibo noticias acerca de tus mejorías. Un besote.”
Y para ustedes, chicas…gracias por esperarme. Nos leemos pronto. Marie K. Matthew.
aw... *-* futbool? me muerooo de ternuraaaa *-*
ResponderEliminarel cap quedo geniaaal hermanaa =D... diria lo ame... peor no ._. eso es pocoo :P te adoroo bellaaa <3
ayyy me encanto !!!! ay el beso, la pelea uy jaja ojala le uviera hecho algo más pero si lo hubiera hecho ps kedaria mal cn esme y luego la llegada de alice le ara la vida mejor y tamb la mejora en edward !!!! ERES GENIAL !!
ResponderEliminarAAAAAAAAAAAAAA! AMEEE EL CAPITULOOO, FUE TODO TAAN TIERNO! Porfavor no te tardes mucho en subir el proximo capitulo porque me mueero de la ansiedad! Bueno, te mando un besote, cuidate :)
ResponderEliminarHola me encanto el capi sobre todo ver los avances de Edward y ahora que llego Alice estoy segura que las cosas van a ir mucho mejor tambien me gusto que por fin Carlisle le dedique un poco de su tiempo a Edward en espera del siguiente capi
ResponderEliminarsaludos y abrazos desde Mexico
wow me encanta el cap y el fic no se diga, muy buenno, sobretodo por la temática, en hora buena, espero leerte pronto :D
ResponderEliminarOMG hermosa es una inmensa alegria que estes de vuelta por aqui,el capitulo esta maravilloso....Sigue asi...Besitos....
ResponderEliminarComo siempre... es un placer leerte.
ResponderEliminarEsta historia me tiene verdaderamente hipnotizada, ahora se que tu referencia existe, lo cual hace que sea mas valiosa. Marcos es un ser humano escepcional, un recordatorio constante de lo que es importante en la vida y un ser inspira a los demas.
Marie, como siempre, eres grandiosa, superandote en cada capitulo, equilibrando el respeto a un tema delicado con la narrativa fluida de tu historia.
El capitulo es genial, la inocencia de Edward es un deleite y las reacciones de Bella estan a la altura de la problematica que enfrenta, y todavia retas mi capacidad de asombro en cada capitulo, te juro que espero con altas expectativas cada capitulo y nunca he sido defraudada. Confieso que he temido por el estancamiento en el que pudieras caer, debido a la complejidad del tema principal, simplemente mi temor es infundado, eres una gran escritora.
Como siempre, esperare ansiosa un capitulo mas.
ya re-lei el capitulo tres veces mas. Esta fenomenal, lo he disfrutado muchisimo (cada vez).
ResponderEliminarY como el dicho reza: "honor a quien honor merece" aqui estoy, declarando que disfruto muchisimo de tu historia, que el capitulo estuvo genial y que simplemente mantenerme quieta rogandole al tiempo acelerar su paso hasta otra actualizacion tuya... esta vez si sera muy complicado.
Que estes bien.
pipipipipipi.............. porque me lo dejas ahi??? ehhh???? cruel!!
ResponderEliminarjajaja
Aparecio alice!!! y jasper??
uff amo esta historia :)
te adoro loca!! besotototote
super capitulo, me encanto, uyyy q crue fue claire, tratar a edward de esa forma , pero q super q ahora este alice en su lugar, no puedo creer los grandes avances q a dado edward , me encanto
ResponderEliminarHola!! soy nuevita aquí, leía esto en ff y ahora descubrí el blog!! porque descubrí la pag. de face xd así que me puse al día con el capítulo que me faltaba... De verdad me impacta como cada vez con ayuda se puede ir superando, yo tengo un primo con autismo y es como cualquier persona, solo que se le tiene que poner un poco mas de cuidado. Ese amor tan tierno que se tienen con Bella me hace maripositas en el estómago :9, bye.. esperare con ansias el otro cap.
ResponderEliminarme encantó el capitulo!!
ResponderEliminarYo soy de Costa Rica, q historia tan increíble, afloras sentimientos casa vez q leí un capítulo. Eres genial
ResponderEliminarEso es lo que intento capítulo a capítulo, Ana. Me encanta saber que alguien lo está percibiendo. Muchas gracias
Eliminar