martes, 30 de agosto de 2011

Sin Alternativas - Capítulo Décimosegundo:





“REGRESOS INESPERADOS, SITUACIONES INDESEADAS”

  Paul POV:

Los amigos de Rachel habían partido muy temprano por la mañana con rumbo a Washington y como habían venido en auto, las chicas se vieron forzadas a despedirse con prontitud desde la puerta de mi casa.

Por mi parte, estaba bastante satisfecho de cómo habían salido las cosas durante ese fin de semana. Le demostré a Rach que era capaz de adaptarme a sus amistades “convencionales” y que además era capaz de aceptarlos; aunque cabe destacar para el conocimiento popular que tanto Gabrielle como Taylor eran personas agradables y fáciles de llevar. La primera me cayó de maravillas cuando le contaba a mi novia como había mandado al bastardo de su ex novio a la mismísima mierda por no haberla superado. Y el segundo era un chico normal, así que no tenía ninguna queja de él. Aunque si mi novia lo reverenciara un poco menos me caería mejor, pero nada es perfecto en este mundo…

En fin. Tras la partida de su mejor amiga, Rachel estaba claramente deprimida; y era de esperarse luego de verla llorar junto a Gabrii a la hora de la despedida. Para Taylor y para mi fue uno de esos momentos en los que la testosterona te pide salir huyendo lo más rápido que te dieran las piernas, pero el “Manual de las Relaciones Amorosas Serias” te lo prohíbe terminantemente…si es que existe esa mierda.

Cuando por fin estuvimos tumbados de lado en mi cama, con el cobertor encima de nosotros; no por mí, sino por ella; la tenía abrazada contra mi pecho y con una de mis piernas sobre las de ellas, y durante lo que pareció demasiado tiempo, Rachel no habló ni se movió. Ni siquiera para quejarse del peso de mi cuerpo sobre el suyo. Ni de nada.

-      ¿Tan triste estás, princesa? – dije cuando no soporté más el incómodo silencio.
-      Algo. – susurró.
-      ¿Algo? Rachel Marie, no has hablado en aproximadamente una hora y media, no has dormido, y ni siquiera has hecho el intento de buscar algo para comer a pesar de que son más de la nueve de la mañana. Comprenderás que no me trague tu Algo – Triste estado de ánimo.

Y aunque hablé todo el tiempo en un susurro prácticamente, mi tono fue firme. En ese instante me sentía algo decepcionado puesto que consideraba que ella debía tenerme la suficiente confianza como para decirme como se sentía. No es como si yo fuese a burlarme de ella y llamarle Reina de los Kleenex o algo por el estilo.

Solo le pedía sinceridad.

Hizo el amago de levantarse pero no la dejé haciendo que quedase más apretada contra mi cuerpo.

-      ¿A dónde vas?
-      A prepararte de desayunar.

Entrecerré los ojos.

-      No seas ridícula, Rachel. No te estoy diciendo eso para que me cocines, sé valerme muy bien por mí mismo. – le reñí.

Ella no se movió ni dijo nada tanto para rebatirme o asentir, lo que causó que me chirriaran los dientes de frustración.

Aflojé la presa de mis brazos.

-      Mírame. – le exigí por lo bajo.

Ella se giró completamente y volví a abrazarla.

-      Si quieres llorar, hazlo. Si quieres maldecir, hazlo. Nada de eso me importa, pero lo que si me molesta es que no me tengas la confianza como para abrirte conmigo. No pienso juzgarte pero tampoco me gusta que te aísles de mí, como si yo no fuese lo suficientemente maduro para escuchar como te sientes o como para buscar una solución a situaciones que te ponen en este estado. – no era mi intención ser tan duro con ella, pero debía hacerle entender  mi punto de vista.

Levantó su mano y acarició mi mejilla con suma delicadeza al mismo tiempo que sus ojos negros se humedecían con un brillo de gratitud.

-      ¿Qué habré hecho yo en la vida para merecerte? – besó suavemente mis comisuras y se dejó caer en la almohada – No recuerdo haber sido tan buena como para que los ancestros me hayan premiado con alguien como tú.

Por un momento me provocó responderle con un “Soy yo el verdadero afortunado o me sobreestimas” pero decidí que en ese momento era mejor hacerla reír, así que le dirigí una sonrisa socarrona y me encogí de hombros mientras bromeaba.

-      Lo que hiciste fue aparecer  aquella noche de luna llena en vez de mi vecina. ¿Sabes? Ahora que lo pienso, me perturba lo cerca que estuvo ella de arrebatarte a este galán si se hubiese aparecido en la playa cinco minutos antes que tú.

Entrecerró sus ojos para dedicarme una mirada diabólica y yo me desternillé de risa.

-      Vuelve a decir una cosa así y quemaré las casas más cercanas a las tuyas. – agregó y luego sonrió abiertamente.

Acerqué su rostro al mío para besar sus labios de manera dulce y lenta, poseyendo y siendo poseído por ella cuando nuestras lenguas se entrelazaban. La cogí por la cintura para colocarla encima de mí con presteza.

Levanté su cara por el mentón con suma suavidad y colmé su cuello de besos lentos y tortuosos mientras que introducía mi mano entre su sweater, y bendita sea, ella se levantó para despojarse de sus estorbosas prendas incluyendo sus pantalones y bragas. Luego le permití desnudarme a su antojo.

Estando libres de obstáculos volvió a treparse sobre mí para volver a besarnos durante unos momentos más. Descendió de a poco marcando un húmedo camino de besos y lamidas a lo largo de mi tronco.

Gruñí al notar sus intenciones.

Tomó mi erección hábilmente y la acarició como solo ella sabía hacer para caldear mis ánimos antes de tomarme entre sus carnosos labios. Me arqueé al momento en que su cálida y húmeda cavidad me dio la bienvenida. Con presteza se deslizaba hacia delante y hacia atrás, sorbía con fuerza a mi ya congestionada punta e incluso lamía toda la extensión de mi miembro por la parte posterior de este.

Luego volvía a recomenzar su exquisito itinerario de caricias.

-      Para, Rachel. Por todo lo que es sagrado… - pero en cambio chupó con fuerza – ¡Mierda!…- adiós señora Cordura…

Y ¡hola, señor Orgasmo!

Me vine en su boca inevitablemente. Y mientras yo parecía un semental fuera de control encorvándome y gruñendo a mi antojo, a ella se le veía muy cómoda y segura en lo que hacía. Tragando toda mi simiente a la vez que sorbía con fuerza de nuevo para regalarme un exquisita réplica de éxtasis que segundos antes había experimentado.

Cuando los picos del placer remitieron, noté que tenía agarrado el pobre cabecero de la cama y haciéndolo crujir como si estuviese implorando que no lo partiese. Entonces Rachel levantó la cabeza para dirigirme una sonrisa que parecía decir Solo – Yo – Sé – Hacerte – Esto.

La tomé del cabello con fuerza y la besé esta vez sin delicadezas.

-      Si no hubieses pasado los últimos días conmigo, te preguntaría el lugar y la persona con la cual habías aprendido a hacer eso, para luego dedicarme a castrar hombres a diestra y siniestra. – volví a reclamar su boca, sin molestarme en ningún momento por estar saboreándome en ella. De hecho, mi cavernícola interno se regocijó bastante con aquella muestra de posesividad.
-      Te amo… - graznó sobre mis labios. – Gracias por entenderme.
-      Te amo…- le imité – Gracias por aceptarme como soy.

Con un gesto mortalmente seductor se irguió para colocarse sobre mi pene Súper – dispuesto, lo colocó en posición y luego se sentó sobre él, engulléndolo en su interior se un certero tirón. Jadeó delicada y yo gruñí como el animal que al parecer me había vuelto.

Por primitiva costumbre tomé sus caderas y embestí contra ella con fuerza…
Primero se arqueó hacia atrás para recibirme pero luego negó con la cabeza y colocó mis manos a cada lado de mi cabeza.

-      Déjame a mí, cielo. – se empaló conmigo y yo más que dispuesto la dejé hacer.

Con cada embestida Rachel parecía más y más profundo; enguantándome exquisitamente.

No pasó demasiado tiempo cuando su ya irregular respiración se tornó frenética, precediendo a sus contracciones internas que exprimían mi empalmado sexo.  

Ambos nos liberamos al mismo tiempo.

Cuando cayó rendida sobre mi pecho le di la vuelta y la presioné contra el colchón para reemprender las acometidas dentro de su húmedo canal. Rachel echó su cabeza hacia atrás mientras que sus manos se arrastraban apretando mi espalda contra su cuerpo a medida que las iba resbalando. Cuando llegaron a mi trasero clavó sus uñas fuertemente y se arqueó contra mí. Estaba cerca. Muy pero muy cerca.

-      Oh, Paul…por favor…- graznó entrecortada. Le di lo que necesitaba.

Mis arremetidas rayaban en la violencia pero no se quejó. Por el contrario, lanzó un grito mientras las convulsiones del orgasmo la atravesaban de palmo a palmo. La sola visión de ese despliegue erótico fue suficiente para mandarme más allá del abismo del placer.

Gruñí como un animal salvaje mientras vertía incansablemente mi semilla en ella que gustosa la recibía.

Si existía un paraíso que no la involucrase a ella y a esos momentos celestiales de apareamiento…no quería conocerlo. De hecho, cualquier lugar en donde no estuviese Rachel conmigo sería un infierno.

Mi infierno personal.

-      ¡Kwop kilawtley! (quédate conmigo para siempre – lenguaje quilleute)  - le supliqué en un susurro.
Asintió débilmente mientras una sonrisa de satisfacción coronaba su boca. Besó mi hombro con tierna adoración y se abrazó a mi pecho hasta que el cansancio nos ganó a ambos.

******
Después de comer nos tomamos un rato para descansar en el pequeño canapé de la sala. Rachel estaba vestida con una de mis camisetas blancas de manga corta que le llegaba un poco más arriba de la mitad del muslo, haciendo que sus piernas exquisitamente torneadas lucieran más apetitosas. Me encantaba verla con mi ropa puesta después de yacer juntos, pues era como la constatación de a quién le pertenecía, por muy posesivo que sonase.

-      Ya son más de las siete de la noche. – dije mirando el corriente reloj de madera de pino que estaba por encima de nuestras cabezas, guindado en la pared. – Me imagino que la ceremonia de la boda ya habrá terminado y que la fiesta debe estar en su mejor momento. Billy, Sue y Seth deben de estar pasándolo bien. Bueno…al menos Seth si. No comprendo su predilección por esos chupasangres.  

Ella posó su vista en mí con el ceño fruncido por la confusión.

-      ¿Qué boda? Papá no me comentó que iría a ninguna boda.
-      Primero que nada, has pasado todo el fin de semana conmigo, princesa; por lo que tu padre no tendría la oportunidad de habértelo dicho. Y segundo, la boda es la de de Bella con el Cullen. El chupasangre. Ella es…
-      Sé muy bien quién es Bella, Paul. Y si no he malentendido las cosas, los Cullen no los han atacado nunca; así que el comentario despectivo para con Edward está de más…

Sentí el mal humor bulléndome por dentro.

-      ¿Lo estás defendiendo, Rachel?
-      Sí. – dijo levantando la nariz en gesto de desafiante arrogancia. – Sí lo defiendo. Hasta donde sé, todos ellos fueron sus aliados en una batalla campal que cruzaron hace poco.
-      Sí, lo fueron. – acepté de muy mala gana.
-      ¿Entonces? Deberían haber aprendido a convivir de una manera mucho más respetuosa con ellos. Digo, ya todos son…”personas” adultas.
-      Pero ellos son…- me colocó dos dedos en los labios para interrumpirme.
-      Shhhh. Cambiemos de tema ¿sí? Me da la impresión que ninguno va a ceder en sus punto de vista y ahora estoy más interesada en saber como supiste tú que mi padre estaba allá en vez de discutir contigo.

Suspiré resignado y le respondí:

-      Sam me llamó ayer mientras Gabrielle y tú estaban hablando de “San Matthew”… - espeté con abierto desagrado, como lo hacía cada vez que hablaba de ese gusano pomposo. - … y me dijo que la manada estaría muy alerta durante la ceremonia por si acaso algún chup…alguno de ellos o de sus invitados cruzaba los límites de lo establecido por el tratado.  Le expliqué que tenía invitados y él me dijo que si surgía alguna complicación me haría llamar. Así que todo debe ir a pedir de boca por allá en el “Castillo de los Nosferatus”, porque no ha aparecido aún.

Levantó una ceja y me dirigió una mirada del tipo Creo – que – eres – un – idiota y luego se levantó del sofá con rumbo a la cocina.

-      Amor, mejor cállate un ratito. Voy a traer helado para ver si así se te refrescan las neuronas y dejas de hablar tantas tarugadas. – me guiñó un ojo antes de cruzar el umbral de la cocina y luego solo asomó su cabeza para añadir – Y antes de que me lo preguntes…sí, creo que eres un idiota justo ahora.

Dicho esto se partió de risa dejándome un poco enfurruñado en el mueble de la sala.

Momentos más tarde, cuando un gran envase de helado de menta con trozos de chocolate había “desaparecido en acción”, sonó el timbre de la puerta. Sin necesidad de abrirla lo supe. Era Sam y había habido problemas.

Rachel iba a abrir pero no la dejé, en su lugar me moví rápidamente a enterarme de la contingencia.

-      Lamento interrumpirte, hermano. Pero vengo a informarte que…Jacob ha vuelto. – escuché que Rach se apresuró a la entrada.
-      ¿Él está bien? ¿En dónde está ahora?

Sam asintió, pero por su actitud podía ver claramente que nos había sido un retorno muy feliz.

-      Está en su casa. – dijo dirigiéndose a ella y luego volvió a mirarme – Se enfrentó a Edward y estuvo muy cerca de que él le respondiese… – Rachel se tapó la boca ahogando un grito de terror –...Jared, Embry y yo logramos sacarlo de ahí antes de que hiciera alguna estupidez, pero pudo haber sido muchísimo peor. Gracias al cielo estaban en una parte de la casa bastante alejada del resto de los invitados cuando surgió el altercado. Aun así los dos hermanos varones lo flanquearon casi de inmediato en el momento en que Jake estaba perdiendo los estribos.
-      ¡Mierda! – espeté mientras me tiraba del cabello con frustración. – Debí haber estado allá con ustedes. Perdóname, hermano.

Él negó con la cabeza y colocó una mano en mi hombro.

-      Tranquilo, no fue necesario. Solo vine a avisarte para que estés al tanto de la situación. Billy está con él en casa. Le dije a Embry y Jared que se fueran a las suyas también. No creo tener mayores problemas esta noche. Hablé con Jacob y le ordené que se quedara allí y descansara; por ese lado no creo que haya mayor problema. – Sam no había terminado de decir eso cuando Rachel ya estaba corriendo por las escaleras hacia la habitación.

Cerré los ojos con frustración.

-      Joder. Ahora se irá de una maldita vez.

Las facciones de mi amigo mostraron repentina vergüenza.

-      No era mi intención arruinarles la noche…
-      No te preocupes. – lo corté. – De todas maneras ella debía regresar esta noche a su casa. Es solo que…yo esperaba poder convencerla de quedarse aquí otro día más.

Sam no disimuló la ironía que estaba implícita en su sonrisa.
-      La imprimación te golpeó fuerte, hermano. – se mofó.
-      Dímelo tú, que cuando Emily chasquea sus dedos tu apareces a su lado como por ensalme batiendo el rabo de felicidad.

Ambos nos reímos. Estiró su puño y lo choqué contra el mío. Se despidió y se fue a su casa no sin antes advertirme que lo informara de cualquier eventualidad que ocurriese. Asentí y luego me dirigí a buscar a Rachel.

Cuando llegué a la habitación se estaba colocando los zapatos deportivos.

-      Deja que me coloque una camiseta y estaré listo apara acompañarte.  – ella parecía no notar mi cara y tono de voz de perro atropellado.
-      ¡No! – dijo de repente. – Jacob no nos puede ver juntos. No ahora, Paul.

Intuí lo que estaba por decirme y el desasosiego me congeló en el sitio.

-      ¿Y por qué no? – pregunté entre dientes indignado.

Se levantó de la cama en cuanto terminó con el calzado y tomó mi rostro entre sus manos.

-      Él no sabe que te imprimaste conmigo y realmente creo que este no es el momento adecuado de decírselo. Sería como restregarle en cara que yo conseguí una relación apenas llegué a la reserva, mientras que él tiene tiempo con el corazón roto. Entiéndeme por favor, cielo.
-      Te entiendo. – dije tras un momento.  – Pero no lo comparto.
-      Paul…
-      Lo siento, Rachel. Pero no me pidas que oculte lo nuestro. Te apoyaré no apareciendo en tu casa mientras él no sepa nada, pero no me pidas más colaboración en esto. Porque no lo haré.  – dije tajante.

Me tomó del antebrazo cuando pensaba salir de la alcoba.

-      Solo será unos días apenas, cielo. – agregó ella suplicante. En el fondo me dolía no complacerla, pero en ese punto no era capaz de ceder.
-      Y durante esos días yo no pisaré tu casa. Hwah-lee, Rachel. (me voy, Rachel)
-      ¿A dónde vas, Paul? – tenía un tono rayano en el llanto.
-      A pensar, a hacer rondas…no sé. Simplemente no me provoca quedarme encerrado aquí ahora mismo.

Me alegraba que hubiese vuelo mi hermano, pero me jodía inmensamente que ese fuese precisamente mi cuñado y que además tuviese que esconderle que tenía una relación con Rachel  en pro de su salud mental. Podían decirme egoísta, sinceramente… me importaría una reverenda mierda.

******
¡Después de tanto tiempo por fin la he actualizado!  Desde hacía mucho que he tenido las ideas en la cabeza dándome vuelas y vueltas para hacer este capítulo. Pero no fue desde hace poco que entendí que quería hacerlo desde el POV de Paul. De hecho, planeo darle más protagonismo en su propia historia ya que Rachel ha sido la que cuenta la historia hasta ahora, y he considerado que de ahora en adelante (sobre todo en este ultimo) es necesario su visión de las cosas. 


En fin…La hija pródiga ha vuelto a su primer fic. Besos, chicas.

Marie Kikis Matthew.









1 comentario:

  1. Fascinante y maravilloso me encanto y es bueno volver a saber de ti....Gracias por publicar linda....Besitos...

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