“REGRESOS INESPERADOS, SITUACIONES INDESEADAS”
Los amigos de Rachel habían partido muy temprano por
la mañana con rumbo a Washington y como habían venido en auto, las chicas se
vieron forzadas a despedirse con prontitud desde la puerta de mi casa.
Por mi parte, estaba bastante satisfecho de cómo
habían salido las cosas durante ese fin de semana. Le demostré a Rach que era
capaz de adaptarme a sus amistades “convencionales”
y que además era capaz de aceptarlos; aunque cabe destacar para el conocimiento popular que tanto Gabrielle
como Taylor eran personas agradables y fáciles de llevar. La primera me cayó de
maravillas cuando le contaba a mi novia como había mandado al bastardo de su ex
novio a la mismísima mierda por no haberla superado. Y el segundo era un chico
normal, así que no tenía ninguna queja de él. Aunque si mi novia lo
reverenciara un poco menos me caería mejor, pero nada es perfecto en este
mundo…
En fin. Tras la partida de su mejor amiga, Rachel
estaba claramente deprimida; y era de esperarse luego de verla llorar junto a
Gabrii a la hora de la despedida. Para Taylor y para mi fue uno de esos
momentos en los que la testosterona te pide salir huyendo lo más rápido que te
dieran las piernas, pero el “Manual de
las Relaciones Amorosas Serias” te lo prohíbe terminantemente…si es que
existe esa mierda.
Cuando por fin estuvimos tumbados de lado en mi cama,
con el cobertor encima de nosotros; no por mí, sino por ella; la tenía abrazada
contra mi pecho y con una de mis piernas sobre las de ellas, y durante lo que
pareció demasiado tiempo, Rachel no habló ni se movió. Ni siquiera para
quejarse del peso de mi cuerpo sobre el suyo. Ni de nada.
-
¿Tan
triste estás, princesa? – dije cuando no soporté más el incómodo silencio.
-
Algo.
– susurró.
-
¿Algo?
Rachel Marie, no has hablado en aproximadamente una hora y media, no has
dormido, y ni siquiera has hecho el intento de buscar algo para comer a pesar
de que son más de la nueve de la mañana. Comprenderás que no me trague tu Algo
– Triste estado de ánimo.
Y aunque hablé todo el tiempo en un susurro
prácticamente, mi tono fue firme. En ese instante me sentía algo decepcionado
puesto que consideraba que ella debía tenerme la suficiente confianza como para
decirme como se sentía. No es como si yo fuese a burlarme de ella y llamarle Reina de los Kleenex o algo por el
estilo.
Solo le pedía sinceridad.
Hizo el amago de levantarse pero no la dejé haciendo
que quedase más apretada contra mi cuerpo.
-
¿A
dónde vas?
-
A
prepararte de desayunar.
Entrecerré los ojos.
-
No
seas ridícula, Rachel. No te estoy diciendo eso para que me cocines, sé valerme
muy bien por mí mismo. – le reñí.
Ella no se movió ni dijo nada tanto para rebatirme o
asentir, lo que causó que me chirriaran los dientes de frustración.
Aflojé la presa de mis brazos.
-
Mírame.
– le exigí por lo bajo.
Ella se giró completamente y volví a abrazarla.
-
Si
quieres llorar, hazlo. Si quieres maldecir, hazlo. Nada de eso me importa, pero
lo que si me molesta es que no me tengas la confianza como para abrirte
conmigo. No pienso juzgarte pero tampoco me gusta que te aísles de mí, como si
yo no fuese lo suficientemente maduro para escuchar como te sientes o como para
buscar una solución a situaciones que te ponen en este estado. – no era mi
intención ser tan duro con ella, pero debía hacerle entender mi punto de vista.
Levantó su mano y acarició mi mejilla con suma
delicadeza al mismo tiempo que sus ojos negros se humedecían con un brillo de
gratitud.
-
¿Qué
habré hecho yo en la vida para merecerte? – besó suavemente mis comisuras y se
dejó caer en la almohada – No recuerdo haber sido tan buena como para que los
ancestros me hayan premiado con alguien como tú.
Por un momento me provocó responderle con un “Soy yo el verdadero afortunado o me
sobreestimas” pero decidí que en ese momento era mejor hacerla reír, así
que le dirigí una sonrisa socarrona y me encogí de hombros mientras bromeaba.
-
Lo
que hiciste fue aparecer aquella noche
de luna llena en vez de mi vecina. ¿Sabes? Ahora que lo pienso, me perturba lo
cerca que estuvo ella de arrebatarte a este galán si se hubiese aparecido en la
playa cinco minutos antes que tú.
Entrecerró sus ojos para dedicarme una mirada
diabólica y yo me desternillé de risa.
-
Vuelve
a decir una cosa así y quemaré las casas más cercanas a las tuyas. – agregó y
luego sonrió abiertamente.
Acerqué su rostro al mío para besar sus labios de
manera dulce y lenta, poseyendo y siendo poseído por ella cuando nuestras
lenguas se entrelazaban. La cogí por la cintura para colocarla encima de mí con
presteza.
Levanté su cara por el mentón con suma suavidad y
colmé su cuello de besos lentos y tortuosos mientras que introducía mi mano
entre su sweater, y bendita sea, ella se levantó para despojarse de sus
estorbosas prendas incluyendo sus pantalones y bragas. Luego le permití
desnudarme a su antojo.
Estando libres de obstáculos volvió a treparse sobre
mí para volver a besarnos durante unos momentos más. Descendió de a poco
marcando un húmedo camino de besos y lamidas a lo largo de mi tronco.
Gruñí al notar sus intenciones.
Tomó mi erección hábilmente y la acarició como solo
ella sabía hacer para caldear mis ánimos antes de tomarme entre sus carnosos labios.
Me arqueé al momento en que su cálida y húmeda cavidad me dio la bienvenida.
Con presteza se deslizaba hacia delante y hacia atrás, sorbía con fuerza a mi
ya congestionada punta e incluso lamía toda la extensión de mi miembro por la
parte posterior de este.
Luego volvía a recomenzar su exquisito itinerario de
caricias.
-
Para,
Rachel. Por todo lo que es sagrado… - pero en cambio chupó con fuerza – ¡Mierda!…-
adiós señora Cordura…
Y ¡hola, señor Orgasmo!
Me vine en su boca inevitablemente. Y mientras yo
parecía un semental fuera de control encorvándome y gruñendo a mi antojo, a
ella se le veía muy cómoda y segura en lo que hacía. Tragando toda mi simiente
a la vez que sorbía con fuerza de nuevo para regalarme un exquisita réplica de
éxtasis que segundos antes había experimentado.
Cuando los picos del placer remitieron, noté que tenía
agarrado el pobre cabecero de la cama y haciéndolo crujir como si estuviese
implorando que no lo partiese. Entonces Rachel levantó la cabeza para dirigirme
una sonrisa que parecía decir Solo – Yo – Sé – Hacerte – Esto.
La tomé del cabello con fuerza y la besé esta vez sin
delicadezas.
-
Si
no hubieses pasado los últimos días conmigo, te preguntaría el lugar y la
persona con la cual habías aprendido a hacer eso, para luego dedicarme a
castrar hombres a diestra y siniestra. – volví a reclamar su boca, sin molestarme
en ningún momento por estar saboreándome en ella. De hecho, mi cavernícola
interno se regocijó bastante con aquella muestra de posesividad.
-
Te amo…
- graznó sobre mis labios. – Gracias por entenderme.
-
Te
amo…- le imité – Gracias por aceptarme como soy.
Con un gesto mortalmente seductor se irguió para
colocarse sobre mi pene Súper – dispuesto, lo colocó en posición y luego se
sentó sobre él, engulléndolo en su interior se un certero tirón. Jadeó delicada
y yo gruñí como el animal que al parecer me había vuelto.
Por primitiva costumbre tomé sus caderas y embestí
contra ella con fuerza…
Primero se arqueó hacia atrás para recibirme pero
luego negó con la cabeza y colocó mis manos a cada lado de mi cabeza.
-
Déjame
a mí, cielo. – se empaló conmigo y yo más que dispuesto la dejé hacer.
Con cada embestida Rachel parecía más y más profundo;
enguantándome exquisitamente.
No pasó demasiado tiempo cuando su ya irregular
respiración se tornó frenética, precediendo a sus contracciones internas que
exprimían mi empalmado sexo.
Ambos nos liberamos al mismo tiempo.
Cuando cayó rendida sobre mi pecho le di la vuelta y
la presioné contra el colchón para reemprender las acometidas dentro de su
húmedo canal. Rachel echó su cabeza hacia atrás mientras que sus manos se
arrastraban apretando mi espalda contra su cuerpo a medida que las iba
resbalando. Cuando llegaron a mi trasero clavó sus uñas fuertemente y se arqueó
contra mí. Estaba cerca. Muy pero muy cerca.
-
Oh,
Paul…por favor…- graznó entrecortada. Le di lo que necesitaba.
Mis arremetidas rayaban en la violencia pero no se
quejó. Por el contrario, lanzó un grito mientras las convulsiones del orgasmo
la atravesaban de palmo a palmo. La sola visión de ese despliegue erótico fue
suficiente para mandarme más allá del abismo del placer.
Gruñí como un animal salvaje mientras vertía
incansablemente mi semilla en ella que gustosa la recibía.
Si existía un paraíso que no la involucrase a ella y a
esos momentos celestiales de apareamiento…no quería conocerlo. De hecho,
cualquier lugar en donde no estuviese Rachel conmigo sería un infierno.
Mi infierno personal.
-
¡Kwop
kilawtley! (quédate
conmigo para siempre – lenguaje quilleute) - le supliqué
en un susurro.
Asintió débilmente mientras una sonrisa de
satisfacción coronaba su boca. Besó mi hombro con tierna adoración
y se abrazó a mi pecho hasta que el cansancio nos ganó a ambos.
******
Después de comer nos tomamos un rato para descansar en
el pequeño canapé de la sala. Rachel estaba vestida con una de mis camisetas
blancas de manga corta que le llegaba un poco más arriba de la mitad del muslo,
haciendo que sus piernas exquisitamente torneadas lucieran más apetitosas. Me
encantaba verla con mi ropa puesta después de yacer juntos, pues era como la
constatación de a quién le pertenecía, por muy posesivo que sonase.
-
Ya
son más de las siete de la noche. – dije mirando el corriente reloj de madera
de pino que estaba por encima de nuestras cabezas, guindado en la pared. – Me
imagino que la ceremonia de la boda ya habrá terminado y que la fiesta debe
estar en su mejor momento. Billy, Sue y Seth deben de estar pasándolo bien.
Bueno…al menos Seth si. No comprendo su predilección por esos chupasangres.
Ella posó su vista en mí con el ceño fruncido por la
confusión.
-
¿Qué
boda? Papá no me comentó que iría a ninguna boda.
-
Primero
que nada, has pasado todo el fin de semana conmigo, princesa; por lo que tu
padre no tendría la oportunidad de habértelo dicho. Y segundo, la boda es la de
de Bella con el Cullen. El chupasangre. Ella es…
-
Sé
muy bien quién es Bella, Paul. Y si no he malentendido las cosas, los Cullen no
los han atacado nunca; así que el comentario despectivo para con Edward está de
más…
Sentí el mal humor bulléndome por dentro.
-
¿Lo
estás defendiendo, Rachel?
-
Sí.
– dijo levantando la nariz en gesto de desafiante arrogancia. – Sí lo defiendo.
Hasta donde sé, todos ellos fueron sus aliados en una batalla campal que
cruzaron hace poco.
-
Sí,
lo fueron. – acepté de muy mala gana.
-
¿Entonces?
Deberían haber aprendido a convivir de una manera mucho más respetuosa con
ellos. Digo, ya todos son…”personas” adultas.
-
Pero
ellos son…- me colocó dos dedos en los labios para interrumpirme.
-
Shhhh.
Cambiemos de tema ¿sí? Me da la impresión que ninguno va a ceder en sus punto
de vista y ahora estoy más interesada en saber como supiste tú que mi padre
estaba allá en vez de discutir contigo.
Suspiré resignado y le respondí:
-
Sam
me llamó ayer mientras Gabrielle y tú estaban hablando de “San Matthew”… - espeté con abierto desagrado, como lo hacía cada
vez que hablaba de ese gusano pomposo. -
… y me dijo que la manada estaría muy alerta durante la ceremonia por si
acaso algún chup…alguno de ellos o de sus invitados cruzaba los límites de lo
establecido por el tratado. Le expliqué
que tenía invitados y él me dijo que si surgía alguna complicación me haría
llamar. Así que todo debe ir a pedir de boca por allá en el “Castillo de los Nosferatus”, porque no
ha aparecido aún.
Levantó una ceja y me dirigió una mirada del tipo Creo
– que – eres – un – idiota y luego se levantó del sofá con rumbo a la cocina.
-
Amor,
mejor cállate un ratito. Voy a traer helado para ver si así se te refrescan las
neuronas y dejas de hablar tantas tarugadas. – me guiñó un ojo antes de cruzar
el umbral de la cocina y luego solo asomó su cabeza para añadir – Y antes de
que me lo preguntes…sí, creo que eres un idiota justo ahora.
Dicho esto se partió de risa dejándome un poco
enfurruñado en el mueble de la sala.
Momentos más tarde, cuando un gran envase de helado de
menta con trozos de chocolate había “desaparecido en acción”, sonó el timbre de
la puerta. Sin necesidad de abrirla lo supe. Era Sam y había habido problemas.
Rachel iba a abrir pero no la dejé, en su lugar me
moví rápidamente a enterarme de la contingencia.
-
Lamento
interrumpirte, hermano. Pero vengo a informarte que…Jacob ha vuelto. – escuché
que Rach se apresuró a la entrada.
-
¿Él
está bien? ¿En dónde está ahora?
Sam asintió, pero por su actitud podía ver claramente
que nos había sido un retorno muy feliz.
-
Está
en su casa. – dijo dirigiéndose a ella y luego volvió a mirarme – Se enfrentó a
Edward y estuvo muy cerca de que él le respondiese… – Rachel se tapó la boca
ahogando un grito de terror –...Jared, Embry y yo logramos sacarlo de ahí antes
de que hiciera alguna estupidez, pero pudo haber sido muchísimo peor. Gracias
al cielo estaban en una parte de la casa bastante alejada del resto de los
invitados cuando surgió el altercado. Aun así los dos hermanos varones lo
flanquearon casi de inmediato en el momento en que Jake estaba perdiendo los
estribos.
-
¡Mierda!
– espeté mientras me tiraba del cabello con frustración. – Debí haber estado
allá con ustedes. Perdóname, hermano.
Él negó con la cabeza y colocó una mano en mi hombro.
-
Tranquilo,
no fue necesario. Solo vine a avisarte para que estés al tanto de la situación.
Billy está con él en casa. Le dije a Embry y Jared que se fueran a las suyas
también. No creo tener mayores problemas esta noche. Hablé con Jacob y le ordené
que se quedara allí y descansara; por ese lado no creo que haya mayor problema.
– Sam no había terminado de decir eso cuando Rachel ya estaba corriendo por las
escaleras hacia la habitación.
Cerré los ojos con frustración.
-
Joder.
Ahora se irá de una maldita vez.
Las facciones de mi amigo mostraron repentina
vergüenza.
-
No
era mi intención arruinarles la noche…
-
No
te preocupes. – lo corté. – De todas maneras ella debía regresar esta noche a
su casa. Es solo que…yo esperaba poder convencerla de quedarse aquí otro día
más.
Sam no disimuló la ironía que estaba implícita en su
sonrisa.
-
La
imprimación te golpeó fuerte, hermano. – se mofó.
-
Dímelo
tú, que cuando Emily chasquea sus dedos tu apareces a su lado como por ensalme
batiendo el rabo de felicidad.
Ambos nos reímos. Estiró su puño y lo choqué contra el
mío. Se despidió y se fue a su casa no sin antes advertirme que lo informara de
cualquier eventualidad que ocurriese. Asentí y luego me dirigí a buscar a
Rachel.
Cuando llegué a la habitación se estaba colocando los
zapatos deportivos.
-
Deja
que me coloque una camiseta y estaré listo apara acompañarte. – ella parecía no notar mi cara y tono de voz
de perro atropellado.
-
¡No!
– dijo de repente. – Jacob no nos puede ver juntos. No ahora, Paul.
Intuí lo que estaba por decirme y el desasosiego me
congeló en el sitio.
-
¿Y
por qué no? – pregunté entre dientes indignado.
Se levantó de la cama en cuanto terminó con el calzado
y tomó mi rostro entre sus manos.
-
Él
no sabe que te imprimaste conmigo y realmente creo que este no es el momento
adecuado de decírselo. Sería como restregarle en cara que yo conseguí una
relación apenas llegué a la reserva, mientras que él tiene tiempo con el
corazón roto. Entiéndeme por favor, cielo.
-
Te
entiendo. – dije tras un momento. – Pero
no lo comparto.
-
Paul…
-
Lo
siento, Rachel. Pero no me pidas que oculte lo nuestro. Te apoyaré no
apareciendo en tu casa mientras él no sepa nada, pero no me pidas más
colaboración en esto. Porque no lo haré. – dije tajante.
Me tomó del antebrazo cuando pensaba salir de la
alcoba.
-
Solo
será unos días apenas, cielo. – agregó ella suplicante. En el fondo me dolía no
complacerla, pero en ese punto no era capaz de ceder.
-
Y
durante esos días yo no pisaré tu casa. Hwah-lee, Rachel. (me voy,
Rachel)
-
¿A dónde
vas, Paul? – tenía un tono rayano en el llanto.
-
A
pensar, a hacer rondas…no sé. Simplemente no me provoca quedarme encerrado aquí
ahora mismo.
Me alegraba que hubiese vuelo mi hermano, pero me
jodía inmensamente que ese fuese precisamente mi cuñado y que además tuviese
que esconderle que tenía una relación con Rachel en pro de su salud mental. Podían decirme
egoísta, sinceramente… me importaría una reverenda mierda.
******
¡Después de tanto tiempo por fin la he
actualizado! Desde hacía mucho que he
tenido las ideas en la cabeza dándome vuelas y vueltas para hacer este
capítulo. Pero no fue desde hace poco que entendí que quería hacerlo desde el
POV de Paul. De hecho, planeo darle más protagonismo en su propia historia ya
que Rachel ha sido la que cuenta la historia hasta ahora, y he considerado que de
ahora en adelante (sobre todo en este ultimo) es necesario su visión de las
cosas.
En fin…La hija pródiga ha vuelto a su primer fic. Besos, chicas.
En fin…La hija pródiga ha vuelto a su primer fic. Besos, chicas.
Marie
Kikis Matthew.
Fascinante y maravilloso me encanto y es bueno volver a saber de ti....Gracias por publicar linda....Besitos...
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