FUGÁZ: PRÓLOGO
El
follaje del bosque pasaba por mis vivaces ojos a un ritmo descomunalmente
rápido, mientras yo corría a través de él, sintiendo un torrente de libertad
penetrando por todo mi nuevo ser.
No
es que cuidar de mi esposo inmortal e hija semivampiro me molestaran de alguna
forma. No. No es así. Sino que a veces no
podía controlar mi aparentemente insaciable curiosidad de neonata.
En
esta ocasión quería volver al “prado”. A ese lugar mágico de Edward y mío.
No
iba allí desde el día en que decidí que era momento de decirle a Charlie que
estaba comprometida con mi novio vampiro; detalle que él ignora; Edward Cullen.
Deseaba
ver con mis nuevos ojos superdesarrollados la belleza que me parecía sin igual
en mis difusos días de humana.
Y
cuando llegué a él todo seguía igual de extraordinario. O quizá incluso más.
Ahora
podía disfrutar el aroma de la lluvia que se escondía entre las hojas y las
flores. El sutil perfume que emanaban estas, e incluso percibir la humedad
proveniente del musgo invasor que se apoderaba de casi cualquier superficie
presente en ese lugar.
O
mejor dicho. En todo Forks.
La
pradera estaba compuesta por un pequeño claro rodeado de robles y arces,
tapizado por una espesa capa de florecillas que le conferían un aspecto
maravilloso e irreal.
Esa
tarde no había lluvia que azotara el mágico lugar, solo un fulgurante sol que a
ratos interrumpía su luz debido a una que otra nube celosa.
Yo
me encontraba disfrutando de la tranquilidad y los recuerdos que me venían a la
mente al encontrarme allí. No era imágenes claras lo que me incomodaba solo un
poco; pero ignoraba esa sensación que palidecía frente a tanta magnificencia.
Me
tendí en medio del prado de cara al sol, apenas percibía un leve atisbo de su
calor en mi impenetrable piel que por cierto destellaba a todo su esplendor en
cuanto los rayos se posaban sobre mí.
De
pronto escuché una carrera presurosa que se aproximaba a donde me encontraba.
Estúpidamente
me mantuve alerta, aunque sabía de sobra de quién se trataba.
Y no
fallé.
- Comprendo
que no soy el marido más entretenido de
la historia vampírica; pero al menos podrías avisarme antes de perderte por
ahí. Entro en un completo estado de ansiedad cuando no estás, Bella. – me
reprochó Edward mientras se movía sinuoso por el medio del prado hasta llegar a
mí.
Era
más que impresionante verlo brillar bajo el equinoccio. Todo su cuerpo era tan
atrayente que en esos escasos y glorioso momentos, me sentía como una presa.
Vulnerable, perdida y seducida de manera letal.
Sus
ojos dorados me observaban como si yo fuese un espejismo divino.
Cuando
Edward parpadeó por fin, me liberó del hechizo que tenía su mirada, más no del
deseo que se estaba despertando en mi interior.
Me
aclaré la mente para poder hablar.
- Jamás
me aburriría de ti. Es más probable que muera mañana a que ocurra eso.
Su
rostro dejó de estar encanto, para mostrarse entre molesto y turbado.
- No
digas necedades, Bella. – se acostó a mi lado.
Rodé
hacia él para luego reposar mi cabeza en su pecho.
- ¿Por
qué viniste aquí, amor? – preguntó él con una notoria curiosidad.
- Quería
ver como estaba nuestro prado. Hacía tanto desde que no veníamos; que me parece
que eso ocurrió hace años atrás en vez de meses.
Lo
sentí afirmar mi comentario.
- Eras
humana entonces. – rió por lo bajo – Esa tarde le anunciamos a tu padre lo del
compromiso. Fue…divertido.
- Casi
se muere de un infarto. – le reproché.
- Sí.
– aceptó de manera desvergonzada – Pero al final no le pasó nada. – su tono era
como si contara una broma cualquiera.
Puse
los ojos en blanco.
Nos
quedamos en silencio escuchando los sonidos de la naturaleza y de nuestras
respiraciones.
Además
yo sentía los dedos de Edward que jugueteaban en mi cabello.
Ese
inocente roce despertaba un millón de sacudidas distintas en mi cuerpo; y
encontraban su epicentro en mi bajo vientre.
Levanté
solo un poco el borde de la camiseta gris de algodón que tenía puesta mi
esposo, dejando a la vista un resplandeciente pedazo de piel de su pétreo
abdomen. Rocé la punta de mi dedo índice en ese espacio y entonces Edward se
tensó.
Sonreí
con picardía para mí misma.
Mi
dedo siguió avanzando pero esta vez se adentró en su franela. La electricidad
me envolvía por completo. La respiración agitada y en aumento de mi esposo me
indicaron que a él también.
Posé
mis ágiles extremidades en su tetilla izquierda mientras seguía reposada sobre
su lado derecho. La apreté entre el índice y el medio, para luego tironearla
hacia arriba.
Edward
emitió un profundo gemido. De pronto me tendió velozmente sobre el suave
terreno y colocó una de sus piernas sobre las mías. Sentí su erección recostada
contra mi muslo.
Se
recargó en un codo y me vio con excitación. Sus dos pozos topacio se habían
ennegrecido de deseo.
- Fantaseé
con esto aquella tarde…- dijo con voz ronca.
Sabía
que se refería a la tarde de “anunciamiento nupcial”, cuando intentó cumplir
con mis deseos sin que yo tuviese que pensar en los demás.
Absurdo.
Siempre habría algo más importante que lo que yo pueda querer.
Y
es él mismo.
- Pero
entonces era humana y debías tratarme con cuidado… - mi voz era insinuante – Ya
no. Ahora puedes ser tan rudo como quieras. Porque quien debe cuidar de no
romper al otro soy yo.
Y
en ese mismo instante nuestro escaso control se fue directico al demonio.
Con
un gruñido animal se apropió de mi boca ferozmente entre mis labios que se
abrieron para recibir a su lengua incitadora.
Le
devolví el gesto con la mía, que acariciaba no solo la suya, sino también su
paladar e incluso sus filosos dientes.
Me
apartó bruscamente y rasgó mi vestido por la mitad, mientras yo abría de golpe
sus pantalones que crujieron en el acto al desgarrarse.
Luego
le arrebaté su camisa tirando los jirones al viento dejando para mí y solo para
mí; su eterna dueña; su perfecto torso.
Él
hizo lo mismo con mi ropa interior.
Separó
mis muslos casi con rudeza y rozó con la punta de su lengua mi susceptible
monte del placer, que automáticamente comenzó a inflamarse.
- Hmmmm…
- resonó en mi pecho con placentera agonía haciéndome elevar las caderas.
Enredé
mis dedos en su cabello castaño dorado y lo pegué a mi intimidad con avidez;
mientras que él me devoraba como si estuviese hambriento de mí y lo que tomaba no le bastase.
Fuertes
contracciones deliciosas me recorrían desde todas partes, pero nuevamente se
encontraban en un mismo punto, humedeciendo mi cavidad.
De
pronto sentí dos dedos que entraron en mí, haciendo que me arqueara y que luego
levantase mi cabeza para verlo a él entre mis piernas.
Me
miraba a los ojos y ese efímero instante entendí lo que veía porque yo también
percibía lo mismo.
A
nuestra razón de existir. Libre, desenfrenado, absurdamente hermoso,
resplandeciente como el sol y excitado hasta lo imposible.
Fue
entonces; ante su vista fija y lujuriosa que me corrí con fuerza, lanzando
alaridos descarados al viento.
En
medio de los espasmos de placer él subió hacia mis pechos dándose un festín con
ellos mientras yo me retorcía debajo de su cuerpo.
Es
casi imposible de explicar cómo dos masas de hielo se pueden fundir hasta
alcanzar un fuego tal que parece casi irrealizable el tratarlo de extinguir.
De
pronto sus manos se apropiaron de mis muñecas y las arrastraron a cada lado de
mi cara. Pude sentir la tierra y las raíces de las plantas cuando se
arrastraban a nuestro paso.
Lo
miré ansiosa porque aún no entraba en mí, muy por el contrario, solo se frotaba
a lo largo de mi desesperada intimidad.
- Hazlo.
– supliqué mientras me seguía retorciendo, consiguiendo enterrarme un poco
entre el terreno.
Edward
me besó con desenfreno un segundo y luego se separó dejándome jadeante.
- ¿Cuándo?
– susurró en mi oído mientras seguía moviéndose sinuoso entre mis pliegues
vaginales.
- Ahora.
- ¿Lo
deseas? – susurró en mi oído y lamió mi lóbulo.
- ¡Sí!
¡Demasiado! – casi gritaba de exasperación.
- Jummmm…-
susurró contra mi garganta - ¡Que
delicia! – se frotó aún más fuerte y rápido.
- ¡Ed…Ward!
– gemí alto y agonizante.
Entonces
introdujo solo el comienzo de su hiniesta virilidad; sonrió con abierta malicia
y luego empujó con tanta fuerza que nos movimos un poco. Quizá unos centímetros
de donde estábamos.
Graznó
con profundidad mientras que se movía contra mí, y yo blasfemaba llamando a
cuanto santo se me cruzase por la mente en ese momento.
Logré
soltarme de su agarre y lo tomé por su suave y terso derrier, lo apreté contra
mí.
- Más…fuerte.
– le pedí
E
irrumpió más violento enterrando en el suelo con cada embestida a mis caderas y
bajo vientre.
Nuestro
fin se aproximaba lo sentía en mí y lo veía en los seductores gestos de mi
esposo.
Levanté
mi cabeza y me apoderé de sus labios, y cuando llegué al clímax mordí su labio
inferior.
Un
gañido gutural brotó de él mientras se derramaba en mi interior.
Permanecimos
unidos hasta que las contracciones del orgasmo remitieron y él se tiró a mi
lado; mientras me abrazaba por la cintura.
- Te
amo. – le susurré mientras acariciaba su hermoso cabello.
- Te
adoro. – me respondió con un rostro tan pagado de sí mismo, que hasta me dio
risa.
Cuando
nos levantamos vi el paisaje con horror.
- ¡Edward!
– grazné estupefacta.
- Dime.
– susurró tomándome por la cintura.
- ¿Acaso
tienes ojos? Mira como ha quedado el pobre prado.
Estábamos
parados en la punta de una profunda zanja que medía cinco metros
aproximadamente. Trozos de tierra y plantas faltaban alrededor de esta. Lucían
como extraños arañazos.
Sentí
cuando se encogió de hombros a mi espalda.
- Lo
siento, cariño. Tú querías brusquedad; yo solo te complací. – dijo cual niño
inocente.
Me
giré hacia él y lo abracé también por la cintura.
- No
me estoy quejando ¿Pero crees que eras necesario dañar el pobre claro? – le
besé en las comisuras, mientras sonreía divertida.
- Es
un pequeño precio a pagar. En un mes ya estará casi perfecto. Ya lo verás.
- ¿En
serio?
Asintió.
- Entonces
vendremos a abrir otra zanja más, para ir alineando todo el lugar.- dijo él
sumamente divertido.
- No
veo porqué esperar tanto. Cuando podríamos empezar ahora mismo. – dicho esto me
tiré de espaldas y él cayó sobre mí.
- ¿Para
qué esperar? – susurró entre mis labios antes de empezar en nuestras labores de
“jardinería”.
Esta
mortalidad se tendía sobre nosotros con más felicidad de la que creía posible.
Aunque
los días se pasaban por delante de nuestros ojos de una manera fugaz.
Esta
historia es una especie de continuación de “EL PRIMER AMANECER”. Espero que a
todos les guste. Un beso.
Jajajajajaajajaaa..!!! muy bueo amiga.. si me pude reir por lo del prado.. jajajajajaaa..!! Ahora se creen jardineros..?? Buen solo queda decirte q estare esperando que actualises para seguir leyendo.. Gracias.. Att: Nena. :D
ResponderEliminarHERMOSO! jaja me rei muchisimo! jejej
ResponderEliminarHermanaa!!!... lo ameee!!! qede con cara de la estupida mas estupida de todas las estupidas, con lo del prado xD... pero me encanto aaah, y si es una especie de continuacion DILO ANTES para pasarme antes al otro xD.... te adoro!!!
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