"Verdades
Desagradables"
Después de
jurarle a Edward varias veces que solo iba hasta la cocina a hablar con su
hermano y volvería con galletas de canela para él, finalmente se quedó
tranquilo. Ahora me encontraba con la cadera recostada de uno de los topes de
mármol con los brazos cruzados en el pecho y esperando por lo que de seguro
sería una muy incómoda conversación con Emmett.
—Tú dirás.
—lo urgí a apurarse con un gesto de la mano —Como pudiste ver allá, Edward me
necesita.
Sus labios
formaron una línea fina.
—¿Y tú?
—¿Y
yo…qué?
—¿Y tú lo
necesitas a él?—súbitamente su postura dejó de estar tensa y recargada en las
encimeras que estaban al frente, con los brazos en la misma posición que los
míos. Caminó hasta quedar a tres o dos pasos de distancia de mí. —Sé sincera.
Adelanté
las manos en señal de alto para guardar un poco de espacio entre ambos. Necesitaba
distancia tanto de él como de esta conversación, pero ambos eran igualmente
ineludibles. Sabía que en algún momento iba a tener esta conversación con él,
pero en el fondo esperaba que se diera
en condiciones más cordiales. Pero después de todo lo que había pasado
últimamente no creía ser capaz de llevar las cosas de esa manera.
—Mira,
Emmett, te lo pondré de una manera muy simple: Me levanto todos los días, tomo
un baño y me visto rápidamente. Luego, lo primero que hago es asegurarme de que
tu hermano se despierte bien y tranquilo. Paso casi todas las horas del día con
él; tanto en el tiempo reglamentario de mis funciones como en el de mis ratos
libres. Soy feliz cuando el ríe o triste si él se deprime. Me escuchaste
enfrentar a tus padres y a ti mismo…—no pude; ni quise; evitar que en mi
tono se colara un poco de reproche.—admitiendo mis sentimientos por Edward. Así
que ahí lo tienes: Yo lo necesito también.
Inspiró
fuerte y cerró los ojos por un momento, luego los abrió para verme con una
expresión casi rota.
—No había
necesidad de ser hostil.
—Emmett,—no
levanté la voz al interrumpirlo, pero si fui firme. —yo no fui la que empezó
esta competencia de hostilidad. Si mal no recuerdo, fuiste tú quién dejó de
saludar cuando nos cruzábamos. Ni siquiera tenías la decencia de contestarme
cuando te hablaba. Evitabas mirarme lo máximo posible y ahora te crees con el
derecho de reprocharme algo. Sinceramente, me parece un poco cara dura de tu
parte.
Nos
quedamos viéndonos durante un momento en silencio. Quizá duró solo un minuto
pero a mí me pareció como una hora y mientras tanto, el sentimiento de culpa
aunado a su mirada azul grisácea—igual que la de su hermano—que mostraba
tristeza, iba haciendo mella en la rabia que sentía.
—Siento si
fui grosera. Aún así, espero que entiendas mi punto.
Él asintió
pesaroso.
—Alcanzo a
comprender lo que me dices y lamento haber sido tan…tan descortés; pero tampoco
es fácil que te restrieguen en la cara el rechazo. Y mucho menos me vi venir
que tú te sintieses tan atraída por mi hermano. Por su condición jamás pensé…
—Que alguien
pudiese enamorarse de Edward. —sentencié. —Sin ningún otro interés en sí, más
allá de él mismo.
Asintió.
—Pues sí.
No gano nada mintiéndote. Mira…—sacudió la cabeza como si tratase de borrar una
niebla que no le permitiese ver con claridad las palabras que me diría.
Finalmente tomó una bocanada de aire y soltó lo que tenía entre pecho y espalda:
—Bella, me vas a disculpar si mis palabras te suenan ruines, pero me es
sumamente difícil de comprender como alguien que conoce a la perfección sobre
el autismo y sus efectos, se haya enamorado perdidamente de uno de sus pacientes. Eso suena a telenovela.
—ahora un alterado Emmett caminaba de lado a lado por la cocina mientras
hablaba. De vez en cuando volteaba hacia la puerta de la estancia, quizá para
asegurarse de que no apareciese nadie. —Dime patán, si eso quieres. Tíldame de
basura, pero simplemente es algo que no puedo comprender.
Negué con
la cabeza. No era como si no me esperaba pasar por esta situación una vez que
se supiese sobre mis sentimientos por Edward. Era natural dudar sobre la
veracidad de mi comportamiento o palabra, dadas las condiciones económicas y de
vulnerabilidad de mi ángel. Siempre supe que lo tendría cuesta arriba al
momento de hacerme entender o creer, así que no me sentía en la posición de
juzgar a Emmett cuando él se estaba abriendo en canal delante de mí.
—No te
diré nada de eso. De hecho comprendo tu escepticismo sobre todo esto ya que no
es una situación común. Pero te sorprenderías si supieses cuantas personas que
padecen el autismo de alto rendimiento, suelen casarse y llevar una vida
relativamente normal. El problema radica en los estigmas sociales que se han
creado en torno a ellos como si fuesen unos imposibilitados, y que por su
condición fuesen incapaces de sentir afecto o apego a alguien o algo, lo
cual es totalmente absurdo. Deberías documentarte sobre las grandes
personalidades que padecen la enfermedad. De hecho, te puedo mencionar a una
paciente de autismo que aunque era incapaz de tolerar el contacto físico, se
convirtió en parte de su propia terapia. Temple Grandin se doctoró en ciencia animal en la Universidad
de Illinois, y desde pequeña no soportó que la abrazaran, y basada en sus
vivencias de adolescente en la granja de un familiar, diseñó una máquina que le
permitía controlar la presión y la duración del abrazo. Y todo esto pasó porque
ella sentía que necesitaba esa
caricia pero su condición le hacía rechazarla.
Se quedó
mirándome estupefacto por unos segundos antes de que una pena de otra
naturaleza embargara su mirada.
—Nunca he
dicho que lo viese como un discapacitado. —claramente se trataba de explicar
pero lo interrumpí.
—Aún así
te has estado preguntándo lo que vi en tu hermano, seguramente. Pues te digo
que he descubierto a un hombre fuerte y decidido que cada día lucha para salir
adelante. Lo que para nosotros es sumamente sencillo, a él le cuesta el doble y
hasta el triple de esfuerzo, aún así, nunca le he escuchado decir “no
puedo”. Es honesto, aunque eso es algo muy típico de los que están en su
condición. También es tierno conmigo, más allá de lo que alguna vez podría
haberlo creído capaz. Puede que le sea difícil empatizar, pero se adapta a casi
todo. En resumen: son un montón de cualidades lo que me han atraído hacia
Edward. Y todavía me sigue sorprendiendo con algo nuevo cada día.
—Eso solo
me indica que puedes tenerle cariño y admiración. —casi podía verlo maquinar en
su cabeza, buscándole una lógica a mi comportamiento más allá del ámbito
sentimental. Muy típico en los abogados.
Lo miré
con firmeza cuando di dos pasos hacia el frente y con esto detuve su errática
caminata.
—Emmett,
yo deseo a tu hermano como
lo haría con cualquier otro hombre con quien quisiera tener una relación. Y
antes de que me lo vayas a preguntar, sexualmente también.—sentí el sonrojo
delator coloreando mis mejillas, pero aún así proseguí con la fuerza interna
que me impulsaba a dejarle las cosas claras de una vez por todas.—Entiendo que
Edward aún no esté preparado para enfrentar esa etapa. Espero ya después de
algún tiempo, que llegue el momento para hacerle frente a ese aspecto.
Respingó
al escucharme hablar y antes de proseguir, tragó con fuerza el nudo de
incomodidad que tenía en la garganta.
—Tú…Edward…¿Ustedes
se han besado? —con una vergüenza que me hacía parecer una adolescente, asentí.
Como si me hubiesen pillado con las manos en la masa. —¿Y cómo respondió?
No pude
resistirme al impulso de sonreír como una tonta.
—Bastante
bien en realidad. Al principio hubo un poco de conmoción, pero luego se le dio
bastante fácil y hasta natural, he de admitirlo.
Se metió
los dedos entre su cabello que era quizá demasiado corto para ese gesto de
exasperación, luego se aproximó bastante hacia mí. De hecho, pude sentir el
leve temblor de su cuerpo y oler la fresca fragancia de su varonil
perfume, mientras que su gran tamaño se cernía sobre mí de manera sobrecogedora
e intimidante. Sus ojos eran un par de nubes grises azuladas que presagiaban
tormenta, demasiado parecidas a las de su hermano pero sin esa inocencia tan
característica de Edward. Sorprendentemente, las lágrimas amenazaban con brotar
de sus orbes ante cualquier movimiento en falso; o en este caso palabra.
—Yo…yo amo
a Edward, Isabella. Puede que no sepa cómo expresarlo con palabras o que no lo
demuestre todos los días, pero te juro que jamás en la vida lo he considerado
un discapacitado. O enajenado. —sus palabras denotaban una tristeza y cierto
desespero, que no pude evitar dejarme invadir por una ternura hacia él. También
sufría por mi ángel, aunque como hombre y heredero del apellido Cullen se
sentía obligado a encerrar sus sentimientos dentro una barrera de frialdad
inquebrantable. Pero esta se estaba rompiendo.
Acuné su
rostro entre mis manos en un gesto protector que pareció sobresaltarlo un poco
al principio pero al final terminó recargando su cabeza en mi toque.
—Lo sé,
Emmett y te entiendo. Nunca te creí capaz de menospreciar a tu hermano, solo
quería que comprendieses mi punto de vista. A veces ni siquiera nosotros, los que
solemos especializarnos en el área, logramos entender ciertas conductas que
presentan los autistas.
—¡Y lo
comprendo! Es solo que creo que te has precipitado un poco con él. Pienso que a
lo mejor haz confundido tus sentimientos por Edward; y eso no tiene nada de
malo. A cualquiera le puede suceder. A lo mejor si saliéramos una vez más…
—Emmett…
Rodeó mis
manos con las suyas, reteniéndolas en el lugar en donde estaban.
—¡Salgamos,
Bella! La pasamos muy bien cuando salimos la vez pasada. Y a lo mejor verías
las cosas un poco diferentes si tenemos una segunda cita…
—No.
La
respuesta tajante vino desde un muy molesto Edward, que estaba parado dos pasos
antes de cruzar el umbral de la puerta. Rosalie miraba la situación con
incómoda confusión de hito en hito; mientras que una de sus manos parecía
haberse congelado antes de tocar el antebrazo de mi ángel.
La mirada
intensa de Edward se fijó en mis manos que seguían congeladas aferrando el
descolocado rostro de su hermano. No hace falta decir que bajé los brazos de
golpe.
—No quiero
que vayas con él a una cita, Bella. No – quiero – que – vayas. —
puntualizó entre dientes.
Negué con
la cabeza antes de poder pronunciar palabra alguna.
—No lo
haré, ángel.
—¿Y por
qué tocas así a mi hermano? —su manos se apretaban y se relajaban. En sus ojos
podía ver que estaba afectado con la situación y necesitaba traerlo a la calma
lo más pronto posible antes de que hiciera una crisis nerviosa de nuevo.
—Vamos,
Edward… —Rosalie trató de halarlo hacia atrás pero solo consiguió que este se
zafara de su agarre para aproximarse hasta donde estábamos Emmett y yo. Se
situó a mi lado haciendo que el segundo retrocediera dos pasos con una línea
tensa en los labios.
—Tranquilízate,
Edward. Deja que Bella decida…
—¿Por qué
me la quieres quitar, hermano?—preguntó mi ángel con voz rota. Su tono temblaba
al hablar y parecía que de un momento a otro estallaría en llanto. —¿Por qué la
quieres apartar de mí? Yo nunca te he quitado nada, porque ustedes me hicieron
ver que eso era malo. ¿Acaso te has vuelto una mala persona? O es que ¿Acaso ya
no me quieres? Tú no la necesitas como yo.
—Que ella
esté conmigo no quiere decir que tengas que dejar de verla. Puede ser tu amiga
y tu enfermera. No tiene por qué alejarse.
—¡Si lo
hará! —gritó Edward súbitamente mientras se presionaba las sienes con sus puños
apretados. —¡Y no la quiero como amiga!
—¡Entonces
¿Qué quieres de ella, hermano?! —Emmett lo miró con ojos desesperados.
Edward
estaba demasiado alterado, al punto en que sus dientes se rastrillaban, los
superiores con los inferiores, su respiración se hacía cada vez menos profunda
y su cara estaba cambiando de color crema hacia el rosa intenso. Entonces dejé
de ser la Isabella enamorada para ser la enfermera que necesitaba mi paciente.
El más especial de todos, pero mi paciente al fin y al cabo.
—Cálmate,
Edward. —se negaba a mirarme, por lo cual tuve que sacudirlo levemente hasta
que clavó su vista en mí. Aún así su ira y su dolor no parecían disminuir.
—Respira profundo. Aquí nadie quiere hacerte daño ni te lo van a hacer. No
dejaré que eso ocurra. No me iré con Emmett ni con nadie, porque mi lugar está
aquí contigo.
Respiración.
Respiración. Respiración. Sus ojos viajaban de su hermano a mí de manera
rápida. Como si esperase un movimiento en falso de alguno de los dos. Claramente
no me creía del todo.
—¿Me has
escuchado? Asiente si me has oído, por favor. —lo hizo.—Muy bien. Ahora trata
de tranquilizarte, ángel. No quiero que te dé una crisis de furia. —Al menos no
una peor a lo que acababa de pasar, Pensé para mis adentros.
Sin
esperarlo, me estrechó entre sus brazos fuertemente y habló pegado en mi oído
en un tono bajo, aunque era fácil que lo escucharan los demás presentes.
—¿No te
irás con él? —negué con la cabeza. —¿Jamás? —de nuevo negué. —No entiendo por
qué estoy tan molesto, solo sé que no te quiero con él. No quiero dejar de
querer a mi hermano; pero por favor…no me dejes por él. Me siento enojado.
Pegué su
frente a la mía al tomarlo por la nuca.
—Nunca,
Edward. Ni por Emmett ni por nadie, ya te lo he dicho una y otra vez. Tu
hermano te adora, eso tienes que saberlo. Ahora es momento de que te
tranquilices y dejes que las cosas se calmen.
Escucharlo
hablar de esa manera partía el alma de cualquiera que lo escuchase, porque era
como si lo estuviese haciendo un niño pequeño que aún creyera que el mundo era
un lugar en donde los héroes derrotaban a los pocos villanos que existían.
Rosalie se revolvió el cabello desde donde estaba, Emmett se notaba triste e
impotente y yo… solo me quedé congelada en el sitio sin saber cómo reaccionar
ante ese despliegue de tierna inocencia.
Finalmente,
el hermano mayor tomó el mando de la situación, y aunque se le dificultó —se
veía que le costaba horrores hablar— lo que decidió hacer logró llevar las
cosas a un término tranquilo, pero no necesariamente era feliz para todos.
Emmett se
situó frente a un Edward demasiado tenso y le colocó una mano en el hombro y
con un gesto de determinación lo miró a los ojos cuando dijo:
—Te amo
con toda mi alma. Tanto que si lo que necesitas para ser feliz es a Isabella,
yo respetaré eso y me haré a un lado. Al fin y al cabo, creo que no hay nada por
lo que deba luchar acá. —me miró a los ojos. —Es mucho más sano. Puedes estar
seguro de que yo no la apartaré de tu lado; aunque sospecho que ella no dejaría
que nadie lo haga. Ahora debo irme, pero nos veremos más tarde ¿vale?
Dicho esto
estrechó entre sus grandes brazos a su hermano que al lado del descomunal
tamaño de Emmett parecía el de un niño; como su inocencia. Le dio un beso en la
frente y pasó a mi lado dedicándome una mirada que decía claramente “adiós”.
Bajó la cabeza y pasó al lado de Rosalie con un cortés Hasta luego antes de que sonara la puerta de la entrada y
posteriormente el portón de la casona.
La nueva
profesora me veía a los ojos como si quisiera robar las respuestas de mi
mirada.
Ojalá
las tuviese, en primer lugar.
*.*.*.*.*
—Toda esa
situación fue demasiado rara e incómoda—comentó Rosalie después de que le
hubiese explicado lo que había pasado. De principio a fin.
Edward
estaba sentado al piano aprendiendo una sencilla melodía, y para sorpresa tanto
de su profesora como de la mía lo hacía excelentemente bien. Estaba demostrando
una destreza asombrosa al momento de desempeñarse con el instrumento, pero
cuando se frustraba lo miraba con una indignación que casi provocaba risa.
Suspiré
con cansancio restregándome los ojos.
—Lo sé. Aunque
espero que las cosas mejoren. Creo que fue una manera quizá demasiado drástica
pero que al fin y al cabo sirvió para que Emmett entendiera la situación entre
Edward y yo.
Rose me
miró con profunda incredulidad.
—Si te soy
sincera, me parece raro que teniendo a un hombre como él; interesado por ti,
atractivo y hasta sensible, te hayas enamorado de su hermano que además es…
—¿Autista?
—ella pareció apenarse cuando comprendió que su comentario podía
malinterpretarse.—Tranquila, sé que no lo dices de mala manera. Explicarte mi
relación con Edward me llevaría demasiado tiempo. Te resumiré todo en que yo lo
quiero y él parece sentir lo mismo que yo.
—Pero…tú
lo… —enarqué una ceja anticipándome a lo que creía que se debía su aparente
incomodidad. —ya sabes. Hablo de deseo sexual. No sé cómo explicarme.
Me removí
en el sofá tapizado con piel de durazno blanco. La miré a la cara y fui clara y
franca cuando admití:
—Sí. Yo lo
deseo también. Ahí donde tú lo ves…—se
lo señalé con un asentimiento—él es como cualquiera, solo que cuesta más
trabajo comunicarse y otras cosas más. Pero responde a muchísimos estímulos. Y esos
no son la excepción.
Para
alivio mío, ella pareció entenderlo todo sin juzgarme de mala manera, al menos
eso parecía aunque estaría en todo su derecho. ¡Nos acabábamos de conocer! Y
nos habíamos visto obligadas a compartir mucho más de lo socialmente aceptable
en menos de ocho horas. Esto elevaba la incomodidad a un nuevo nivel.
El piano
hizo unos cuantos sonidos discordantes y Rose se le acercó a Edward después de
un extraño silencio. Se sentó a su lado y comenzó a deslizar los dedos por las
teclas indicándole el ritmo que debía llevar mientras que lo cantaba y tocaba
al mismo tiempo. Edward le indicó en su muy acostumbrada y hace poco estrenada franqueza que estaba harto de tocar la misma
melodía una y otra vez. Ella lo miró con tierna paciencia; haciéndome entender
que Carlisle había escogido a la persona correcta para que lo enseñara.
—Comprendo
y dado que puedes tocarla bastante bien, te daré el beneficio de que me digas
lo que quieras tocar.
Los ojos
de Edward brillaron con tal emoción que si no hubiese sabido que aquella
felicidad se debía a la música más que a nadie; hubiese tenido un serio caso de
transformación con colmillos y garras incluidas. Traducción simple: Un arranque
terrible, y temible, de celos.
—A Debussy. Me gustaría tocar algo de Claude Debussy. —agrego él.
—Bien,
será una de Claude. ¿Cuál te
gustaría?
—Claire du Lune. —dijo sin siquiera un
titubeo.
La blanca
sonrisa de la guapa instructora irradiaba calidez y una grata sensación de
confianza.
—Esa será
entonces. Pasado mañana te traeré las partituras y comenzaremos con la pieza.
Pero iremos poco a poco ¿Entendido?
—Entendido,
profesora.
—Y como
primera norma tienes enteramente prohibido que me digas profesora. Llámame
Rosalie.
—¿Por qué?
La persona que te enseña es un profesor. Pero como usted es una dama debo
decirle profesora.
Rose se
rió por la lógica con la que Edward planteaba sus dudas.
—Tienes
razón. Soy una dama; pero no me gusta que me digan profesora. Y como te quiero
considerar un amigo; espero que tú hagas lo mismo conmigo. Y los amigos no se
tratan de usted; se tratan de “tú”.
Le tendió
una mano; haciendo inconscientemente algo sumamente acertado. Infundiéndole
táctilmente a Edward la seriedad de sus palabras. Él se la estrechó con la
emoción de un niño al que se le promete un regalo el día de navidad.
Y así se
selló algo que se iba a convertir no solo en una especie de musicoterapia; sino
en la pasión recién descubierta de mi ángel.
*.*.*.*.*
Cierta
tarde; me encontraba con Alice en la cocina preparando unos pequeños canapés de
salmón ahumado, queso crema y perejil. Carlisle había llamado unas horas antes
anunciando que llevaría a dos de sus candidatos a nuevos asociados del bufete y
pidió que todos estuviésemos presentables para conocerlos. Así que mientras
Esme terminaba de encargarse de Edward, yo cooperaba con los aperitivos. Tanto
Alice como yo ya estábamos arregladas correctamente:
Ella tenía
una linda falda de gasa color gris con una camisa de seda en tono blanco y unos
zapatos de tacón bajo negros. Por mi parte, usaba unos pantalones de lino color
negro de bota bastante ancha con un suéter manga tres cuarto y ceñido al cuerpo
en color rojo sangre. Unas cómodas bailarinas rojas completaban el look casual.
—¿Cuándo
te mudarás a la casa?—le pregunté a la que era como especie de amiga allí en la
casa para mí.
Con su
sonrisa habitual se giró hacia mí, haciendo que su cabello negro azabache y en
punta se tambaleara por lo repentino de su movimiento. Entre las manos sostenía
la manga con la que rellenaba los pequeños cilindros de salmón que yo le iba
armando con la ayuda de unos mondadientes.
—Creo que
este fin de semana sería una excelente oportunidad para hacerlo. ¿Podrías
ayudarme, por favor?
—Claro que
sí. —asentí. —Además si no voy ¿Quién demonios te abrirá la puerta?
—Podrías
darme las llaves aquí.
—Cierto,
pero casi siempre te vas corriendo de acá y casi nunca me da chance siquiera de
despedirme de ti.
Ella me miró
con cierta sorna en su mirada.
—¿Eso es
un reproche?
—¿Sabes
una cosa? Sorprendentemente, sí. Ya que eres como una amiga. Y no sé tú, pero
yo suelo saludar y despedirme de mis amigas.
Tanto ella
como yo nos reímos al caer en cuenta de lo tontas que nos escuchábamos.
—Touché. –
dijo ella al final de todo. —Debo mejorar mis modales.
Ambas
volteamos a nuestras espaldas cuando escuchamos venir a Esme que se acercaba
conversando con Edward. Se les notaba muy animados a ambos mientras las pisadas
se acercaban más y más retumbando en el habitual silencio placentero que
embargaba a la casa de los Cullen. Bueno, en realidad solo una de las voces
resonaba quejumbrosa:
—No me
gustan estos zapatos, mamá. Son incómodos ¿Por qué no puedo colocarme los
zapatos normales? —se quejaba mi ángel.
—Solo será
por un momento, cielo. Además estos zapatos son normales. Sopórtalos un poco ahora,
luego podrás quitártelos y te prometo que no tendrás que usarlos más nunca.
Compraremos unos más cómodos para la próxima vez que tengas que vestirte
formal.
—¿Me lo
prometes?
Ella
asintió mientras lo abrazaba por la cintura.
—Te lo
prometo.
—Entonces
los botaré cuando se acabe la reunión. —dijo él satisfecho.
—¿No te
parece mejor que los donemos a una tienda de segunda mano para la gente
necesitada?
Edward se
vio bastante indignado por el comentario. A esa altura ya estaban por el umbral
de la cocina.
—¿Por qué
le vamos a regalar a otras personas unos zapatos tan incómodos, madre? ¡Son
horribles! Nadie debería ponerse esto.
Ahora las
tres rompimos en risas. La lógica de él era única en su estilo. Una derrotada
pero risueña Esme asintió.
—Tienes
razón, Edward. Botaremos los zapatos.
—Gracias.
Muy pagado
de sí mismo nos encaró a Alice y a mí.
—Mamá dice
que me veo bien. —levantó los brazos y los dejó caer.
Sonreí de
lado mientras observaba la suave camisa de seda azul cobalto que llevaba con
unos pantalones de vestir en color negro con unos zapatos a juego. No había
chaquetas ni corbatas. Sabía muy bien el porqué de eso; a Edward no le gustaban
y eso no era negociable.
—Te ves
bien. Tu madre tiene toda la razón. Incluso con esos zapatos. —resistí el impulso de mofarme un poco ya
que él podría malinterpretarlo.
—Son
incómodos, pero se me ven bien. —añadió testarudo y con el ceño fruncido.
Me acerqué
y le di un beso en la mejilla.
—Claro que
sí, ángel. Te ves bien siempre, pero prefiero cuando andas con tus vaqueros,
sudaderas y tus tenis. Son más de tu estilo.
—Me
gustaría tenerlas puestas ahora. Pero sé que papá cuenta conmigo. — Edward
suspiró nostálgico.
—¡Esa es
la actitud!—canturreó Alice terminando de decorar los canapés con el perejil
picadito encima de cada rollito.
Entre los
cuatro habilitamos un mesón largo que antes decoraba uno de los pasillos y lo
convertimos en una pequeña especie de mini buffet de aperitivos en la sala de
estar. Esme sacó las botellas heladas de champagne de y las dispuso hieleras de
plata. Alice buscó las copas de cristal aflautadas y las colocó en la
superficie habilitada, Edward…bueno, él preguntaba el porqué de cada cosa y me
ayudaba a acomodar las flores en los tres floreros de cristal cortado.
Escuchamos
las puertas abrirse, voces masculinas conversando y riendo con suma elegancia.
Solo reconocí la de Carlisle. Nos sentamos con aire relajado en la sala y recibimos a los tres caballeros. Uno era muy
alto y de cabello negro, de buen físico pero de mirada algo presumida. El otro
era rubio, son el cabello corto pero en la parte superior se le ondulaba un
poco, con los ojos verdes como esmeraldas y una sonrisa cálida.
Carlisle
los presentó a ambos. Primero al aparente presumido.
—Familia,
este es Félix Vulturi.
Y ahora al
chico simpático.
—Y este es
Jasper Hale.
Todos
contestamos con educación y Edward lo hizo con una fluidez espectacular. Habría
que ser muy observador para notar algún fallo en su comportamiento. Pero la
cara de Alice…esa era otra historia. Tenía un extraño rubor que nada tenía que
ver con el maquillaje o con el frío de aquella noche.
Alguien
había llamado su atención. Estaba segura de eso.
Las
conversaciones fluyeron fáciles. Carlisle era el anfitrión perfecto al igual
que Esme. Edward conversaba en ciertos momentos, pero habían algunos en los que
se ensimismaba. No eran muchos ni tampoco tan largos, pero debían de ser
suficientemente claros para reforzar el punto de mi presencia en aquella casa.
El señor Hale parecía bastante cordial, de hecho se dirigía a todos incluso a
Edward con mucha calidez y finura.
El señor
Vulturi por su lado, sufría del síndrome del Yo – Yo. Yo me
gradué en Syracuse, Yo he ganado tantos casos, Yo soy dueño de una casa así, Yo manejo un Cadillac …bla bla bla. Como lo intuí desde un principio era un egocéntrico
en el que su universo giraba en torno a él. En un momento de perversa diversión
me dije a mí misma que deberían hacerle un favor a la humanidad asegurándose
que sus genes no se multiplicaran; más bien que terminarán en él sus generaciones
de ególatras. Negué estarme riendo por algo en particular cuando se me
preguntó.
Cada uno
fuimos levantándonos esporádicamente a comer en la mesa de los canapés. Esme,
Carlisle y Jasper hablaban en una esquina y el señor Yo - Yo, Edward, Alice y yo hablábamos en nuestros asientos.
Entonces fue cuando comenzó la conversación incómoda:
—¿Hace
cuánto tiempo trata usted a enfermos de autismo, señorita Swan?
—Hace más
de cinco años, señor Vulturi. Pero me parecería más adecuado decir que tienen
una condición a tildarlos de enfermos.
Con aire
arrogante, tomó un trago de champaña y agregó:
—Si tienen
trastornos en sus conductas, eso quiere decir que son enfermos. No me lo tome a
mal. Solo suelo ser muy directo.
—Creo
que “mal educado” sería más acertado. —susurró Alice.
—¿Cómo
dijo? – añadió él un poco molesto pero ella no le reculó en ningún momento.
—Creo que
es muy grosero tildar las personas de la forma en que a usted le parecen que
deban ser llamados. Y más si hay personas especiales como ahora.
—Mi
intención no es ofender, señorita Brandon. Solo comento eso, porque Carlisle me
comentó que Edward era autista y quería saber cómo se llevaba el tratamiento.
No hay motivo para ser tan descortés.
Ella
resopló con ira pero la tranquilicé poniendo una mano en su antebrazo. Pero
antes de que pudiese salir en defensa de Edward, él hizo una pregunta que iba a
cambiar el ritmo de la noche.
—¿Qué yo
estoy enfermo de qué? —su mirada estaba confundida.
Y cuando
el condenado bastardo abrió su boca de nuevo, se desarrollaron en mí instintos
sociópatas.
—Autista,
Edward. Eres un autista. Las personas como tú, no desarrollan una parte de sus
capacidades y tienden a tener conductas asociales. Pero tranquilo, tu padre
dijo que Bella estaba haciendo un muy buen trabajo contigo.
Edward me
dirigió una mirada suplicante y hasta un poco decepcionada.
—¿Qué es
lo tengo? ¿Por qué nunca me explicaste por qué estabas conmigo? Sabía que me
ayudabas pero no sabía…—apretó sus puños y golpeó los posa brazos con
desesperación.—¡Qué es lo que tengo?!—dijo entre dientes.
—Ángel,
hablamos luego de eso. —le pedí tratando de controlarlo.
—¡No,
ahora!
—No,
cielo… No puede ser ahora, tranquilízate. —dije mientras veía con abierto
repudio a Félix. —Espero que esté satisfecho, señor Vulturi. Su sentido de la
prudencia así como sus conocimientos acerca del tema del autismo dejan mucho
que desear. De nada le ha servido tener tanta riqueza y educación cuando
procede por la vida con semejante falta de modales.
La
situación empeoró cuando los tres restantes en la reunión se aproximaron.
—¿Qué está
pasando aquí? —preguntó el señor Carlisle.
—¡Qué soy
un enfermo, papá! ¡Que soy un enfermo! —gritó Edward fuera de sí.
Esme
corrió a su lado pero él no deseaba que lo tocaran así que se apartó y envolvió
los brazos alrededor de su torso en un gesto de protección a sí mismo. Esa fue
el tope de mi tolerancia. En mi presencia nadie, absolutamente nadie, se metería
con una persona especial. Y mucho menos si esa era Edward Cullen.
—Pasa, que
su enfermera y su empleada doméstica no parecen soportarme mucho. De hecho, me
han tratado de una manera bastante hostil. —se adelantó a responder el tarado
de dos metros de altura.
El Doctor
Cullen nos miró a ambas con consternación.
—No es que
no lo soportemos “mucho”, señor Vulturi. Es que simplemente “no
lo soportamos” en ningún nivel. —ataqué con franqueza.
Le tipo
sonrió con beneplácito, anticipándose a cualquier reacción que pudiese tomar su
jefe y pronto su socio.
—¿Qué pasó
aquí, Isabella? —cuestionó Carlisle. Su tono era gélido, lo que indicaba que no
estaba como para rodeos, así que fui lo más directa y clara que podía ser.
—Su socio
le dio un trato despectivo a Edward por su condición, lo cual generó la crisis
que está comenzando a tener su hijo, señor Cullen. Si piensa que voy a tratar
con respeto a semejante individuo, es que no me conoce en lo más mínimo.
Ambos
miramos a Edward que observaba a la nada con desespero, mientras que gemía y
lloraba. Esme y Alice estaban tratando de calmarlo, incluso Jasper se acuclilló
frente a él y le daba palabras de aliento.
La mirada
de Carlisle se volvió airada. Como la de un león a punto de defender a su
manada, se giró hasta el que iba a ser su socio y le dirigió unas frías
palabras.
—Haz el
favor de salir de mi casa. AHORA. Y quiero a primera hora de la mañana tu
renuncia sobre mi escritorio antes de que se me ocurra demandarte por vejación
a una persona especial y con agravante por causarle un daño psicológico. —su
tono denotaba la inflexión de su posición.
De pronto
una gran mano se posó en el hombro de Félix. Emmett acaba de llegar y nadie lo
había notado; peor; parecía haber escuchado todo puesto, que sus ojos dirigían
llamas de resentimiento hacia el invitado—ya no bien recibido—con demasiada
fuerza.
—Vulturi,
sal de mi casa antes de que te ilustre vivencialmente sobre el significado de Tomar justicia por mano propia. —dijo al
darlo vuelta de forma nada pacífica. Estaba segura que si el gigante vanidoso
se hubiese atrevido a decir una cosa más, Carlisle hubiese tenido que pagar una
buena indemnización además de una factura de ortodoncista. Porque dudaba
seriamente que Emmett le fuese a dejar aunque fuese un diente, si ese fuese el
caso.
Félix se
desenganchó de mala manera de su agarre y comenzó a caminar hacia la puerta
principal flanqueado de Carlisle y su hijo mayor. Si dijo algo más, no lo
escuché. Ahora Edward me necesitaba más que nunca. Y me pesaba que pensara que
le había fallado. La forma en que miraba me decía cuán herido estaba por mi
silencio.
*.*.*.*.*
—Ángel. —susurré
al abrir la puerta y asomar solo la cabeza.
Dos horas
habían pasado desde que se había presentado el percance en la reunión de su
padre con sus futuros socios. Bueno, ya solo uno. Dos horas, en las
que ha yo había estado tirada a los pies de la puerta del cuarto de Edward por
la parte de afuera. Dos horas desde que él se había negado a recibir a nadie en
su habitación, incluyéndome a mí.
Así que
allí estaba, intentando de nuevo que me recibiese y poder explicarle las cosas
lo mejor posible.
—¿Quieres
hablar conmigo? —cerré la puerta detrás de mí.
—No.
Golpe directo.
—¿Estás
molesto conmigo?
—Sí.
—respondió sin titubeos.
Otro golpe
certero en mi pecho. Casi podía escuchar a mi pobre corazón maltrecho.
—¿Me
dejarás que al menos te pida disculpas?
Se encogió
de hombros con indiferencia mientras su mirada seguía clavada en la ventana
panorámica que mostraba una noche negra como boca de lobo. Caminé hacia la cama
y me senté a su lado. Pero no se inmutó.
—Escucha,
Edward, llegué a esta casa porque tu padre contactó con el hospital con el cual
trabajaba yo, el Saint Gabriel’s Children
Hospital, que está especializado en la atención de niños con problemas de autismo.
O sea, lo mismo que padeces tú. —viró la vista hacia mí y pude notar sus ojos
rojos, además de una mancha de humedad que indicaba que había estado llorando.
Tragué el grueso nudo que no quería permitirme hablar.
—Soy
enfermera especialista en el área. Ya había trabajado con algunos adolescentes,
pero nunca con alguien de veinticuatro años como tú. Gracias a Dios, el
tratamiento ha dado resultados tan satisfactorios con las demás personas de
menor edad. Nunca creí necesario explicarte lo que padecías, hoy veo que fue un
gran error por mi parte. Pero te puedo asegurar una cosa, ángel. El ser Autista no te define como una persona
diferente en el mal sentido de la palabra; sino más bien un ser especial que
lucha constantemente por superarse a sí mismo, y del cual tanto tu familia como
yo estamos sumamente orgullosos.
Una
lágrima rodó de uno de sus ojos pero el brillo de emoción que percibí de ellos
me indicaba que había comprendido mi punto de vista. Aún así se negó a hablar;
y entonces fue cuando recordé algo que tenía guardado entre las cosas que había
traído a la casa, cuando me había mudado.
—Vuelvo en
un instante. —salí apresurada del cuarto pero antes de llegar a mi habitación
tuve que darle a: Carlisle, Esme, Alice, Emmett y hasta a Jasper, una breve
explicación de cómo estaba Edward. Luego corrí a mi habitación, rebusqué entre
el closet y conseguí lo que necesitaba. De nuevo, fui velozmente hasta donde
estaba Edward y le entregué en sus manos el delgado libro de portada brillante
y tapa blanda.
—¿Esto es
un cuento infantil? —se sentó con una mirada de indignación mientras hablaba
con un tono de indignación y el ceño fruncido. —Yo no soy un niño.
Me reí por
lo bajo.
—Claro que
no, ángel. Eres todo un hombre hecho y derecho; pero quiero que leas lo que
dice ese cuento.
Con
delicadeza y expectación abrió el libro y puso mala cara.
—Son los
dibujos más feos que he visto. —esta vez reí sonoramente. —Es cierto, Bella.
¿Qué son estos dibujos?
—Son de
niños, Edward. Lo que pasa es que la autora quería que fuesen dibujos sencillos
con los cuales un niño autista se pudiese identificar.
—Ah. —aceptó
la premisa, pero su ceño me indicaba su disconformidad con la mano ilustrativa
de la obra.
Contuve la
risa y le insté a leer.
—El Cazo de Lorenzo. —dijo.
Esperé en
silencio a que terminase de leer, aprovechando para estudiar sus expresiones al
hacerlo. Primero no se movía, luego sonreía con una que otra imagen y casi al
final, me veía a los ojos y luego volvía a lo suyo. Cuando cerró las tapas del
libro me aventuré a hablar.
—Como ves,
Lorenzo es un niño especial como tú; que le cuesta hacer algunas cosas, pero
trabaja duro y lo consigue. Como has hecho tú para llegar hasta dónde estás
ahora.
Él me
sonrió con ternura y hasta satisfacción.
—¿Porque
somos especiales? —no era como si lo
dudara, sino más bien como la puntualización de un hecho.
—Sí,
ángel. Porque ustedes son especiales. Y además, son todos unos guerreros.
—¿Cómo los
de la televisión? —preguntó confundido.
Asentí
divertida.
—Sí,
Edward. Como esos, solo que ustedes se visten mejor y son más educados.
Ambos
sonreímos y hablamos por un rato más sobre el autismo. Me obligó prácticamente
a prometerle que lo llevaría alguna vez a donde yo trabajaba. Pasado un rato,
lo convencí para que bajásemos a cenar y
me sorprendí al toparme con un Jasper con las mangas dobladas a medio brazo
ayudando a una muy sonriente Alice a preparar la comida.
Estupefacta
vi a Esme y a Carlisle quienes me miraron de manera cómplice antes de sentarse
a conversar con Edward en la mesa de centro de la cocina. La estancia
reverberaba con el ruido de las ollas y las risas. Así como con una tenaz
búsqueda de galletas de canela por parte de Edward.
Me
encontré pensando que las cosas iban bien encaminadas para todos. Luego descubrí
que Emmett no estaba y que probablemente se encontrase en su habitación
encerrado para ahorrarse la incomodidad de vernos a su hermano y a mí juntos.
Bueno…supuse
que entonces mi anterior pensamiento no se aplicaba a todos.
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Siento si las decepciono pero mi sorpresa es este cuento para niños autistas titulado "El cazo de Lorenzo" de Isabell Carrier". Me pareció un lindo detalle para anezarlo a la historia. Sé que muchas están impacientes por leer lemmon aquí (yo también, en realidad XD) pero es necesario seguir el curso natural de las cosas. Así que...un poco de paciencia que luego espero recompensarlas.
Gracias a todas por su apoyo a ABSOLUTAMENTE TODAS!!! Sobre todo a esas personitas de Fanfiction.net que son tantas que no las puedo colocar en una lista por acá. Sin embargo les dejo saber que yo LEO CADA REVIEW que me dejan y si tienen activada la opción de mensajes directos les respondo también. Así que si no han recibido una respuesta mía es porque de seguro no tienen esa opción activada.
Sin más que decirles pero mucho que escribirles me despido de ustedes! un beso....
Me encanto.. que bello capitulo.. ya lo he leido dos veces.. sigue asi amiga. y pronto a leer el otro capitulo.
ResponderEliminaraaah que emoción Edward va mejorando cada día y va descubriendo sentimientos más profundos por su linda enfermera jejeje OMG que bien que ya estes de regreso y con tan bella historia
ResponderEliminarlindo lindo lindo!1 me encanto!! *.*
ResponderEliminaramo la inocencia de Edward jajaja pobre al que le regalen esos zapatos tan pervesos!!1
hola mi niña, me ha encantado el capi y me alegra que Carlise vea como Bella defiende a Edward sin importarle que la despidan, me dio penita mi Edward pero como Bella le dice es un angel, tambien espero que Emmet se olivide de Bella y eso se lo dejo a Rose, gracias por compartir tu talento con nosotras, de verdad esta historia es muy linda y me encanta, xoxo, LOQUIBELL
ResponderEliminarme senti super mal con el trato que le dio felix, eso hace pensar en que posiblemente pasa todo esto de verdad... la crisis me preocupo, ya siento como si lo conociera de verdad xd. fue muy lindo el libro!!! me detuve en la historia para verlo y realmente me encanto, explica como es la enfermedad. aunque me intriga el lemmon de esta historia, ya casi se me habia olvidado :9. este cap me llego como justo con la visita de mi primo! es un niño tan amor, y el libro que publicaste me hace entenderlo mucho más... no me explico como hay gente que los puede menospreciar si practicamente son personas mucho mejores que nosotros y con sentimientos tan profundos y grandes. Gracias por el capitulo, me gusta mas leerlo aqui que en ff es mas lindo jajaja. besos
ResponderEliminarBueno, chicas muchísimas gracias a todas por esos comentarios tan lindos. No creo que pueda cansarme de leer cada comentario que me dejen.
ResponderEliminarCon respecto a la actitud de felix, me parece que era menester pasar por el proceso de vejación en algún punto de la historia, puesto que ese es el pan de cada día de las personas con alguna condición especial. Fue duro? Si. Era necesario? también. Apoyo la vejación? NI EN UN MILLÓN DE AÑOS!!!
En fin...estoy más que satisfecha con la respuesta que he recibido de ustedes además de ese apoyo sobre cogedor.
Con respecto a ti, FRAN. No sabes lo mucho que me gustaría conocer más de tu primito. Comprendo cuando me dices que te gustó muho la historia de "El Cazo de Lorenzo" yo misma cuando lo encontré dije: - OMG! ES PERFECTO! refleja lo dificil que puede ser la vida de un autista. Pero como la misma historia lo dice: Siempre hay personas que están dispuestas a mostrarles cariño y a prestarles una mano.
Sé que me siguen, niñas...Pero yo también las sigo a ustedes...un besazo.
Que te puedo decir por aqui que ya no te haya dicho...en particular el capítulo me fascino!...sigues como siempre teniendo ese respeto por el tema tan delicado de la historia y les enseñas a todas la realidad que muchas personas deben enfrentar día a día por culpa de seres tan inhumanos....adoro tu historia...o es mas correcto decir que LA AMOOOOOO<3 siempre lo haré....adore la declaración de bella a emmett..OH DIOS MIO me dejo sin aliento y practicamente quise tirar por un acantilado (LITERALMENTE) al desgraciado del Felix...
ResponderEliminarmi ángel...COMO SIEMPRE.... sacándome lagrimas y dejándome mas enamorada de él...ame todo y cada momento que estuvo presente en el capitulo y como defendió LO SUYO <3 awww demasiado para mi pobre corazoncito <3.<3
un besote ami ....como siempre cuentas conmigo en lo que quieras :D <3 love youu
Hola buenisimo el capi me encanta que edward vaya mejorando dia a dia me da coraje con todos los que lo hacen pasar un mal rato me gusto que quiera conocer a niños autistas pienso que eso lo va a ser sentirse mejor y en cuanto a bella a veces siento que hace cosas buenas que parecen malas la verdad no me gusta la manera en la que trato de consolar a emmett por que siento que en vez de dejarle claro que no siente nada por él
ResponderEliminarse puede llegar a mal interpretar como lo hizo edward y no veo la necesidad de provocarle una crisis nada mas por que emmett no quiere aceptar que bella no lo escogiera a él y por ultimo me encanto que apareciera jasper y mas saber la relacion que al parecer tiene con alice en espera del siguiente capi
saludos y abrazos desde México
Hola Marie
ResponderEliminarDespues de tanto tiempo esperando un nuevo capi veo que valio totalmnte la espera.
que capitulo lindo no veo la hora de ver el proximo si este ya esta asi de bueno imaginate los que vienen por ahi..
Te quiero mucho y me encanta tus historias
Besos desde Paraguya
Acabo de conocer esta historia y me parece la mas linda y tierna que he leido... Me emociono con cada avance que tiene Edward y con el amor infaltil y a la vez tan maduro que profesa por Bella...
ResponderEliminarHola Marie...
ResponderEliminarEstoy sin palabras, con tantas emociones a flor de piel, cada capitulo parace imposible de superar y sin embargo en cada ocación lo logras, éste esta mas que genial, con un poco de todo y con un equilibrio perfecto.
Edward nunca me había gustado tanto hasta ahora, la forma en la que planteaste su defensa fue perfecta. las palabras a su hermano fueron hermosas y desgarradoras, una combinación muy dificil, aunque lo has hecho parecer natural e ideales para el momento. La exposición de ideas de Bella fue justa, sucinta y teledirigida.
La actitud de Carlisle fue perfecta, ese cambio tan radical para entender y atender a su hijo me emociona muchísimo; sobre el personaje de Aro y la porquería que representa, pues ni modo, con mucha vergüenza ajena reconozco que en el mundo existen ignorantes mas agresivos que él, nunca el ataque a un ser desprotegido debiera minimisarse como algo poco importante, hubiera querido estar en tu historia y en ese momento ofrecerme a hacer la demanda con la que le amenazó Carlisle a Aro en forma gratuita, solo por la satisfacción de aleccionarlo.
Y ademas de la gama emocional anterior,nos presentas un cuento fabuloso, el corazón se me hizo bolita de la emoción, fue de lo mas ilustrativo; pienso seriamente que tu eres una de esas personas maravillosas a las que refiere el cuento, tu historia es una prueba de eso. Y como cereza de pastel dejas entrever el principio de una buena relación entre Alice y Jasper, pensaste en todo y mas.
Respecto a lo del lemmon, en mi opinión, esta historia tiene mucha belleza y contenido, no creo que necesite lemmon, Bella y Edward lidian con miles de emociones a cada momento, así que no veo cómo podrías complicarles mas con un lemmon... pero ese es, comunmente, mi problema; no puedo imaginar cómo definiras tal o cual cosa así que mejor vuelvo a acomodarme en mi lugar para centrarme en controlar mi ansiedad mientras espero un nuevo capítulo de esta bellísima historia.
O por dioos!!:. lo amo!; he llorado qe maldito bastardooo!! T_T no me explico como hay gente asi! /: pero gracias a dios tambien hay gente que ayudaan y sobretodo comprenden... como tu! :3
ResponderEliminares hermoso el Cap trae un mensaje hermoso y el cuento esta preciosoo!! <3 no lo conocia yo!! :C
Besooos hermanaaa y felicidades por este cap es uno de los mejores de esta historiaaa <3
OMG nena te as lucido una vez mas con este capitulo es genial ,me encanto y dios con que clase de gente se rodeaba Carlisle sin saber menos mal que lo despidio me fascino....Eres un sol,sigue asi....Besos bebe...
ResponderEliminarWuaw, realamente debe ser un pco dificil escribir una historia asi no? pero de todas maneras gracias por hacerlo! me gusta mucho esta historia, es tierna, dulce y te hace pensar.
ResponderEliminarestaaa mas qe monisimo espectacularr espero con ansias el siguiente cap
ResponderEliminarooooo!!!!!!!!!!! pero que gran historia...se paso!!!!!!!!! a que nombre las busco en facebook??????????
ResponderEliminaresta mañana revisaba el blog FF y conseguí esto, siempre recomendaban pero ninguna me gustaba (sinceridad) pero hoy leí este me llamo la atención de como una relación iba creciendo cuando una persona es Autista, razón porque la empece a leer es que tengo dos familiares con autismo y algo así hace a uno ver que esas personas son únicas y especiales, el fic es bellisimo, esplendido en su totalidad una Bella aguerrida, sin pelos en la lengua y capaz de con pocas palabras te diga todo...me enamore de este fic no lo niego y me gusto cuando añadiste el libro de Lorenzo a mis primos se lo hicimos llegar cuando supimos de el...bueno nos veremos de ahora en adelante...
ResponderEliminarme encantó el capitulo..... y yo opino que no te apresiures... que las cosas sigan su curso.... muy buen capitulo!!!
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