“Espejos rotos”
Carlisle y yo seguíamos en la puerta a la
espera de que alguno reaccionase, y tomando en consideración que yo ya había
dicho mi parte del guión en la cual exigía lo que él tenía de mi propiedad, era
de esperarse que me saliera con un muy acertado y poco previsible “Toma a Isabella, Edward. Tengan una buena y
larga existencia. Te deseamos lo mejor y te escribiremos en navidad”. O la
otra opción, —menos razonable—, pero
más predecible era que me dijese: “¡Maldito
bastardo malagradecido! ¿Cómo osas pisar mi casa después de cincuenta años de
ausencia? ¡Lárgate de aquí!”...pero no.
No hizo eso. Y la verdad era que me jodía inmensamente su estado de No—sé—qué–decirte. Tanto mental como vocal y físico.
No hizo eso. Y la verdad era que me jodía inmensamente su estado de No—sé—qué–decirte. Tanto mental como vocal y físico.
Entretanto mis sentidos estaban más que
aguzados buscando cualquier indicio de mi Bella, la impaciencia me carcomía, ¿Dónde estaba
ella?
Tal vez
en la última habitación del corredor en el segundo piso, mi antiguo dormitorio.
O tal vez estaba adentrada en el bosque, porque por más que aguzaba mis
sentidos no la podía sentir, ni oler cerca. Por qué demonios jugábamos a los
petrificados, mataba por verle, necesitaba de ella con demasía, con urgencia, y
Carlisle osaba a permanecer en silencio, inexpresivo, congelado.
No decía nada. No hacía nada. No pensaba en
nada. Lo había dejado noqueado con mi aparición. Sorpresa, sorpresa.
Al final, Jasper fue el que rompió el silencio
al aclararse la garganta…
–Ejemmm. Bueno…creo que empezamos con mal pie —señaló
a Esme y luego a mí—. Edward, esta hermosa dama de acá es Esme. Y…bueno…a Carlisle
ya lo conoces aparentemente, así que…
—Sí. —fue lo único que fui capaz de decir, mientras
estaba a la espera de que alguien saltara desde algún punto sobre mi cabeza y
quisiera descuartizarme.
Tras pasar un incómodo minuto más de silencio,
Carlisle dio un paso hacia mí.
Me puse en guardia de inmediato.
Y él…me extendió su mano a modo de saludo. En
su mirada brillaba la comprensión y la compasión que le caracterizaba. ¡Bah!
Ese infeliz debería haberme puesto las cosas un poco más fácil, en vez de
tratar de quebrarme por dentro. Pero lo peor del caso es que él siempre era
así, no era una artimaña, simplemente Carlisle Cullen, mi creador y mentor
durante diez años era el ser más bondadoso del jodido planeta tierra. Lo cual
siempre lograba arruinarme la jornada al hacerme sentir la peor escoria de
todas. Hey…una cosa es saberlo y otro que te lo echen en cara.
En fin. Al final ignoraba porqué; quizá por la
falta de alimentación que me tenía descolocado o tanto bosque me inutilizó el
correcto funcionamiento de las neuronas; el hecho es que extendí mi mano y
estreché la suya; pero lo que en definitiva no esperaba fue que me atrajese
hacia su pecho para envolverme en un fuerte abrazo.
Y aunque soy un excelente lector de mentes no
me lo vi venir en ningún momento. Esme y Jasper estaban tan atónitos como yo;
aunque ella parecía más que asombrada, conmovida.
—Siento haberme puesto tan emocional. —Admitió
Carlisle mientras fingía alisar su camisa Dior de seda color marfil sobre sus
pantalones de lino marrón oscuro de Balenciaga—. Pero en serio me alegra volver
a verte. No creí que volviese a pasar alguna vez. Y mucho menos antes de que hubiese pasado al
menos un siglo.
Ante esa actitud tan paternal que se le daba
natural, me estremecí y enterré los dedos con frustración en mi cabello. Había
llegado a su casa, exigiendo a mi
compañera de una mala manera y
aún así él decía que estaba feliz de verme. Sí, probablemente yo debía ser el
cabrón malagradecido más grande de la historia. Muchas gracias.
—Hmmm. Bueno… a mí también me alegra verte. —dije a
la vez que me era imposible verle a la cara. Aunque no lo crean yo tenía un
ápice de decencia en mi cuerpo; el que no saliese mucho a la luz pública es un
tema reservado para otra discusión.
—Por favor, pasen. —nos urgió la hermosa mujer
que parecía ser la compañera de Carlisle.
Miré a Jasper en busca de alguna resolución
que me instara a volver en otra ocasión. Pero no; el muy desgraciado pasó como
Pedro por su casa dejándome a mí afuera con los perfectos prospectos de anfitriones
y con mi actitud de Emo-descortés.
—Pasa, por favor. Debemos hablar—me pidió
Carlisle, en un tono que no solo denotaba cortesía sino también firmeza. Asentí
y pasé a su lado en modo automático. Luego volví a hacerlo a modo de saludo con
la dama.
**********
—Jasper nunca mencionó que te conocía. —Intervino
tras pasar un largo e incomodo silencio.
Carlisle movía sus manos al hablar con esa
elegancia sinuosa que caracterizaba a nuestra especie. Permanecía sentado en su exquisito escritorio
de líneas contemporáneas elaborado en vidrio y metal forjado. Estábamos en un
sobrio estudio donde resaltaba el mármol blanco, la madera pintada en tonos
fríos y una decoración minimalista. Me recordó de inmediato a mi Bella, y el
monstruo que habitaba en mí se estremeció con anhelo. La extrañaba demasiado.
—No tenía por qué hacerlo. Tendría que haber
sido un adivino para haber sabido que eras mi creador.
—Aun así no puedo creer que nunca hayamos
tenido una conversación en la que no hayas salido a relucir de manera
accidental, aunque fuese. —en ese momento me permití excavar en su mente y
dilucidar si sus palabras tenían el deje de sospecha que yo intuía.
No me equivocaba. Carlisle Cullen lo que tenía
de buena gente también lo poseía en inteligencia. Esperaba saber si Jasper
tenía algún propósito al esconder tal casualidad pero me negaba totalmente a
responderle esa clase de cosas, por que el asunto es el siguiente…no me
gustaban las confesiones. Punto final. Por eso lo sacerdotes y yo no nos
llevamos bien, ¿esa dinámica de dime todo lo malo que has hecho mientras
esperas a que te perdone y encima te imponga una penitencia? No, gracias. Y
definitivamente no la haría con Carlisle por mucho que el jugase al papel de Yo
– soy – tu - padre – y – te – quiero. No, no lo haría. Esas eran cuentas de mi
rosario que solo a mi socio y a mí nos incumbían. Caso cerrado.
Así que utilizando mi muy desarrollado talento
del Cabronismo, perfeccionado a través del tiempo, me encogí de hombros
restándole importancia al asunto.
—Simples casualidades del destino que quería
que nos topásemos a la cara hoy… lo que me lleva a otro tipo de casualidad en
la cual está involucrada mi compañera. ¿En dónde está Isabella? —esta vez
cuando hablé utilicé un tono menos frío pero casi igual de demandante.
Carlisle me sonrió con ternura a la vez que
rememoraba al Edward que había sido en la década que había estado con él.
Parecía verme como una especie de niño…
—Sigues siendo igual de directo e impaciente,
Edward. Este medio siglo no te ha enseñado a esperar o ser un poco más sutil. —yo
estaba en total desacuerdo con él, por mi Bella tuve que esperar mucho.
Demasiado. Bueno no tanto…pero a mí me pareció muchísimo tiempo. Noté que
Carlisle se ponía repentinamente serio y sabía lo que se me venía encima a
continuación— Isabella no tiene intenciones de volver a su antiguo hogar,
Edward. O más bien. Ella lo describió como una prisión.
Sus palabras me hirieron en lo más hondo y en ese
preciso instante comprendí una cosa más; de las tantas de que estaba
entendiendo desde que conocí a Isabella Swan; qué el puto corazón, aunque
estuviese muerto, era un artefacto sumamente jodedor de existencias, puesto que
aunque creyeses que estaba muerto y bien muerto parecía ser vulnerable a que
viniese cierta persona indicada y te haga ver, que tus creencias sobre algo o
la manera en que llevas tu vida da asco y pena ajena. Ese era mi caso, porque
allí, sentado en una cómoda y simple butaca en medio de un estudio de mi
antiguo creador al que por cierto había abandonado, la verdad me acaba de
golpear en las narices diciéndome que jamás le di una opción de escoger a
Bella, que por el contrario todo se lo había impuesto sin tomar en cuenta su
opinión. Y dejarle escoger los muebles de la casa no contaba en este contexto.
Era eso….o que debía ser el primer vampiro de
la historia que empezaba a sufrir del SPM (Síndrome Pre – Menstrual).
Apreté mis manos al nivel de mi regazo
tratando de lidiar con la vergüenza que me producía que aquel que era algo así
como mi “papá vampírico” me estuviese viendo con esa clase de reproche en los
ojos. Y no es como si no me hubiesen visto así antes, de hecho Jasper lo había
hecho con bastante regularidad desde que nos conocimos, pero el hecho de que lo
hiciese Carlisle, era como mil veces peor que si lo hiciese cualquier otro.
—Jamás… —titubeé—. Jamás creí que Bella se
sintiera así.
Para mi asombro; de nuevo. Al parecer ese era
el día de Descubre lo que puedes sentir;
Carlisle rodeó su escritorio para abandonar su imagen de Soy el Jefe y se sentó a mi
lado, como lo hacía tantos años atrás cuando iba a aconsejarme. Tragué grueso.
—Mira, hijo. Comprendo perfectamente lo que la
soledad es capaz de hacernos, pero comprende que el hecho de que seamos
inmortales no nos hace dueños y señores de las existencias ajenas. Quizás te
estés diciendo que yo no te pregunté si querías ser un vampiro, pero recuerda
que eso lo hice a petición de tu madre que no quería que murieses y que de alguna
manera sospechó que yo podía salvarte. —se acercó hasta mí para colocar una
mano sobre la unión de las mías y verme a los ojos con un remordimiento que me
seguía quebrando por dentro—. Hoy te pido disculpas si sientes que nunca debí
haberte convertido en lo que eres. Pero por favor, no obligues a Isabella a
llevar una existencia miserable por el simple hecho de que estés resentido
conmigo.
¿Estaba escuchando bien? ¿Carlisle me había
dicho resentido? Y además de todo ¿Creía que había convertido a Isabella en un
estúpido intento de venganza contra el destino que me había tocado? Indignado
me aparté de su toque y en un rápido movimiento que él no vio venir me coloqué
en una de las esquinas de su oficina mientras lo miraba ahora con rabia.
—Es cierto que llevaba mucho tiempo solo,
vagando por varias partes del mundo. Pero jamás he pensado en castigarte a ti o
a más nadie por la condición en la que me encuentro ahora. Y con respecto a
ella… —sonreía con mofa mientras que señalaba con la nariz hacia la puerta—. Se
nota lo poco que me conoces, Carlisle Cullen. Aunque te parezca que soy una
criatura fría y detestable; lo cual sé que soy; nunca he sido de los que van
por el mundo haciendo uso de mi ponzoña para ir regando el vampirismo como si
fuese la AHI 1N1. ¿Cómo
diablos se te va a ocurrir algo así?
Entonces recordé los sentimientos de
frustración y molestia que me hizo querer huir de su lado hacía cinco décadas
atrás. Esa rabia me estaba carcomiendo en aquel momento mientras lo veía al
otro lado de su opulenta oficina, mientras que él me miraba con…
¿remordimiento? Bueno…fuese lo que fuese no estaba ahí por él…solo iba por mi
Isabella. Punto final. Hacer las paces o no con Carlisle no parecía que me
ayudase a mejorar mi existencia.
—Lo siento mucho, Edward. Nunca quise darte a
entender…
Levanté la mano para hacerlo callar. Había
vuelto a colocarme a la defensiva.
—Las disculpas me dan urticaria. Resérvatelas.
Mejor haz el favor de decirme en donde está Bella para que pueda hablar con
ella y terminar con esta visita improvisada, que por lo visto no nos está
haciendo ninguna gracia a los dos.
—No quiero que te vayas.
—Pero igual lo haré. Necesito llevar mis cosas
a la casa de Jasper; así que necesito hablar con ella para poder arreglar
nuestras diferencias e irnos.
Entonces el elegante vampiro de cabellos
rubios como el sol tomó un respiro, se puso de pie y dio unos cuantos pasos
hasta mí, sin embargo pareció comprender que no quería su cercanía y permaneció
lejos de mi persona en ese instante. Pero su gesto me mostraba una
determinación que sabía que me traería problemas.
—Debes de comprender que cuando Isabella
llegue con Alice y Rosalie; que en este caso las considero, al igual que a ella,
como mis hijas adoptivas; si decide que no quiere irse contigo, no permitiré
que la obligues a hacer algo que no desee.
—Esa decisión no es tuya. Lo concerniente a
nuestra relación solo nos involucra a Isabella y a mí. —esperaba que mis
palabras fuesen lo suficientemente claras como para que él comprendiese que
debía hacer como Houdini y desaparecerse de la escena.
Su ceño se profundizó pero sus facciones no
demostraban que quisiese hacerme algún daño. Lo que era típico en él. De hecho,
en su mente una palabra se repetía una y otra vez. Hijo….hijo…hijo…hijo…hijo…
Me negué a ir por ese lado. Así que cambié de
sitio hasta quedar situado al lado de la puerta.
—Cuando decidiste darle a entender que ella
era como un objeto para ti, y hacer que huyera hasta encontrarse con mi familia
y pedirnos asilo; lo convertiste en algo que me concernía. Nadie mejor que tú sabe
que jamás dejaría que nada tocase a ninguno de los míos. Y ahora Bella es una de ellos.
Maldita fuera mi vulnerabilidad que hacía que desease lo que él
tenía. Lo que una vez hace cincuenta años había tenido y decidí dejar atrás
para llevar una existencia como mejor me parecía. Unos fantasmas que jamás
creía que me golpeasen lo hicieron con fuerza burlándose en mi cara de la
soledad que me había acompañado durante tanto tiempo, que luego Isabella había
llenado y que cuando se fue, el agujero se había acrecentado aún más dejándome
en claro que la eternidad podía ser una patada en las pelotas si no tenías a
nadie importante con quién compartirla.
Noté que me seguía mirando con atención
mientras esperaba que le dijese algo y sus cavilaciones mentales estaban
dirigidas a desear que Bella estuviese lejos mientras que mantuviésemos esta
conversación con un final desconocido.
Me erguí en mi sitio y le dije algo que ni yo
mismo hubiese creído que diría alguna vez si me lo hubiesen preguntado diez
atrás.
—Si Bella no quiere acompañarme, aunque mi
deseo es que así lo haga; no la obligaré a hacerlo. Me iré por donde vine y no
la molestaré más. —tragué grueso ante lo difícil que se me estaba haciendo
pronunciar aquellas palabras tan fáciles de decir pero no de asimilar— Ten la
seguridad y la tranquilidad de que no volveré a tu casa y seguirán su curso
normal de existencia sin que los moleste.
Carlisle me miró como si no pudiese dar
crédito en un primer momento a lo que le estaba diciendo, luego, lo hizo con un
entendimiento que me hizo estremecer.
—Edward… ¿estás enamorado de Isabella?
Si fuese un mortal de seguro que hubiese
aprovechado que la oficina estaba en un muy alto primer piso y hubiese saltado
por la ventana de cabeza hasta que quedase enterrado y no pudiese ver esa
expresión de Ahhhhh—¿no—es—adorable?
Que tenía él en frente de mí.
—No…n…nnn…no…yo no estoy enamo… ¡NO! Yo solo
quiero a Isabella como mi compañera.
—Y si no lo estás ¿por qué titubeas tanto? —ostentoso,
subió la barbilla, entrecerró sus ojos y mostro su sonrisa la cual tenía un
deje de humor que me pareció de repente de lo más vergonzoso.
Me
volteé hacia la pared y miré de frente el cuadro espantoso del clan más poderoso de vampiros del cual Carlisle formó
parte hacía muchísimos años; los Vulturis. Estaban asentados en Italia, al
menos que algún inmortal desfasado se le ocurriera intentar ventilar la
existencia de los vampiros ante la mirada pública; así que eran como una
especie de guardianes para los de nuestra especie. Y justo en frente de esa
horrenda pintura con aire de magnificencia, intentaba cavilar sobre alguna
posible ruta de escape que me permitiese salir ileso de aquella situación
tan…incómoda.
Porque no
podía amar a Isabella…de eso estaba seguro. No sabía lo que era ese sentimiento,
ni tampoco como mostrarlo. Sabía que generaba una necesidad apremiante de tener
al objeto de adoración al lado.
Bueno….eso lo tenía.
Pero también sabía que aquel ser era capaz de
poner en perspectiva tu manera de actuar o de hacer las cosas si querías
mantenerlo a tu lado…
Oh oh…eso también lo tenía…
Aunque no presentaba la muy popular sensación
de las jodidas mariposas en el estomago…
Espera, eso también…
Y como último síntoma de Enamora-ditis tenemos
la comunión perfecta de cuerpos a la hora del sexo…
¡Ooooooh! mierda…estaba en un aprieto…
—Edward, no sé tú, pero yo creo que ya ha
pasado demasiado tiempo mientras que te inventas un argumento suficientemente
convincente de que no estás acá por estar enamorado de Isabella. —y nuevamente
la voz de Carlisle permitía que una nota burlona se colara en ella casi con
descaro.
Suspiré frente a la pared y me volví aún sin
ese dichoso argumento del cual él hablaba pero de igual manera le respondí con
tozudez:
—No sé de qué demonios estás hablando. —me
encaminé hacia la puerta sin tomar en cuenta su reacción— Esperaré para hablar
con Isabella en la sala. Sé que no está porque ni su arma ni su voz han llegado
hasta mí, por lo cual estaré solo en la estancia. Si me permites…
—Edward…— la voz de Carlisle me congeló en el
sitio deteniendo mi mano que agarraba la perilla de la puerta—. No hay
necesidad de que estés solo más tiempo, hijo. Y si ella no quiere volver
contigo; aunque la voy a apoyar; seguiré dejando mis puertas abiertas para ti.
Siempre guardé la esperanza de que volvieses… —no lo digas…no lo digas…— porque para mí tu seguirás siendo mi
hijo.
**********
Aproximadamente una hora después de la
conversación con Carlisle que era digna de ser transmitida por el programa de
Oprah, seguía tirado en el muy mullido sofá de Esme que parecía tan blanco como
las propagandas de los detergentes en la televisión, además de hacer zapping
indiscriminadamente con el control remoto, la ansiedad me hacía incapaz de ver
nada. Habían pasado tres semanas. Tres largas y horribles semanas en las cuales
había comprendido lo importante que era esa mujer para mí, lo indispensable que
era su presencia en mi cercanía si me quería sentir pleno. O si simplemente
quería sentir…algo.
Había sido siempre ella la que desde un
principio había puesto mi mundo patas arriba haciendo que comenzara a sentirme
vivo de alguna manera y el hecho de que las palabras de Carlisle me dieran
vueltas y vueltas en la cabeza eran el
claro resultado de que Isabella estaba quebrando uno a uno los espejos en los
que me gustaba mirarme para asegurarme, que el ser frío y poderoso que creía
ser, seguía ahí.
Después de pasar por vigésima séptima vez por
el canal ESPN y seguir de largo jugando con las teclas del control remoto, me
resigné a que esa debía de ser las jodidas baterías del maldito conejito rosa
que andaba de un lado a otro con el bombo. Y
dura…y dura…
—¡Hemos llegado, Carlisle! —canturreó en alto
una melodiosa voz que no me era conocida en absoluto.
Inmediatamente percibí la esencia de Bella y
salí de la estancia sin esperar presentaciones algunas. El mundo se detuvo
cuando la vi cruzar el umbral de la puerta del patio trasero. Llevaba puestos
unos vaqueros ceñidos color negro, un suéter de punto rojo con cuello en V que
realzaba esas ondas color chocolate y que tan gloriosamente se meneaba al ritmo
de la brisa mientras me quedaba embelesado como un idiota frente a ella. Se
tensó al verme y lamenté que un chispazo de deseo se hubiese manchado
inmediatamente con un terror y hasta con desprecio.
—¿Qué haces aquí? —dijo entre dientes.
Una rubia alta y hermosa se tensó a su lado y
noté la posición protectora que tomaba a su lado, eso sin contar de que estaba
mirándome de arriba abajo analizando cuales podrían ser mis debilidades por si
tenía que atacarme en algún momento. Si la situación no fuese tan tensa y tan
decisiva para Bella y para mí, de seguro que me hubiese reído en su cara.
Una figura pequeña con movimientos de
bailarina de ballet tomó a Isabella del antebrazo y le susurró al oído que se
tranquilizara y me dejase explicarme antes de tomar cualquier decisión. Casi se
lo agradecí.
Más no, Bella la miró con un aire de
indignación.
–¿Tú sabías sobre esto,
Alice? –ella asintió, dejándome descolocado por un
breve momento hasta que comencé a sospechar sobre cual podría ser un don
desarrollado por la chica de cabellos de duendecillo— y no me has dicho nada.
Eso se llama deslealtad.
La en ese momento juzgada meneó la cabeza de
lado a lado con autosuficiencia.
—No, se llama hacerle caso a
un…presentimiento. —dicho eso tomó a la rubia del brazo y la instó a
acompañarla a la cocina para darnos espacio. La segunda cuando pasó a mi lado
me gruñó como lo haría un pitbull al cual te acercas demasiado por su
territorio.
—No me importa lo que digas ni lo que hagas,
no me pienso ir a vivir a tu casa de
nuevo. —Derrotado meneé la cabeza de lado a lado.
—No es mi casa, Bella. Ya no.
Se vio confundida por un breve instante.
—¿Y por qué no?
—Desde que te fuiste eso solo era una construcción.
Se convirtió en una moderna cripta en donde vivía un muerto porque su vida se
había ido lejos.
**********
—No puedo creer que me hayas convencido a que
te acompañase con esas frases de telenovelas baratas— admitió Isabella que
estaba sentada en una alta y congelada piedra, mientras yo terminaba de
desangrar a un maldito siervo. El cual por cierto, tenía muy mal sabor.
Dejé el cuerpo seco y sin vida detrás de unos
arbustos y me senté a su lado mientras mirábamos el tranquilo paisaje conformado
por un hermoso lago rodeado de varios robles y arces, además de un denso
follaje verde que cubría casi la totalidad de los troncos de los árboles. No
había un musical trinar de pájaros como música de fondo, ni siquiera el sonido
de los grillos nos servía de banda sonora para lo que estaba a punto de admitir
frente a ella. Nuestra naturaleza depredadora era presentida por los animales
con suma facilidad y nos indicaban con su silencio que nos consideraban una
abierta amenaza.
—No eran palabras de telenovelas. Solo la
verdad. Necesitaba hablar contigo a solas porque debo decirte algo que no tenía
intenciones de que fuera escuchado por los demás. Gracias por confiar en mí.
—No lo hago. —admitió ella con naturalidad mientras
se encogía de hombros—. Es solo que noté que necesitabas alimentarte con
urgencia, y además sé que cuento con mi fuerza de neonata para partirte en dos
si me quisieras llevar a rastras hasta New Hampshire de nuevo.
La miré a los ojos y por muy afeminado y
cliché que suene sentí que me perdía en aquellos orbes color granate iguales a
los míos. Podría estar siguiendo la asquerosa dieta a base de animales de
Carlisle, pero aún nuestras miradas eran semejantes.
—No lo haría.
—¡Ja!...
—Hablo en serio….
—Sí, claro. Y yo soy la madre Teresa de
Calcuta.
—He cambiado…
—No, Edward. Tú no cambias, siempre serás esa
criatura egoísta y fría de la cual te enorgulleces ser. Puede que ahora tengas
un lapsus de remordimiento por lo que me dijiste hace unas semanas atrás, pero
sé que eso no puede haber bastado para que te dieras cuenta de lo egocéntrico
que te has vuelto. —era tal la determinación que mostraba al decirme aquellas
terribles, aunque sinceras palabras, que estuve a punto de dar por terminada la
conversación y largarme de allí mientras quedara algo de mi orgullo. Pero el
masoquista que había en mí desde hacía un tiempo para acá, tenía aún más ganas
de arrastrarse. Sin embargo si seguía con ese numerito de “Mírame, soy el sufrido, despechado y renovado Edward Cullen” ella
no me creería. Así que mi lado oscuro, fue una vez más la mejor salida.
Me encogí de hombros,
tomé una piedra del suelo y la lancé por el agua con tanta fuerza que se clavó
en el tronco de un viejo arce.
—Como quieras.
—¿Cómo?
—He dicho Como–quieras.
—Eso lo escuché. No soy ninguna sorda.
—¿Entonces para qué diablos me preguntas?
Se rió con amarga sorna antes de girar la
vista hacia el paisaje.
—Ahora si eres el Edward que conozco.
—Nunca he dejado de serlo.
—Exacto, por eso me largué de tu lado. Por lo
cual no entiendo por qué estoy teniendo esta conversación contigo.
—Yo tampoco la verdad. Porque ¿de qué manera
te voy a explicar que pasé las tres peores semanas de mi existencia después de
que te fuiste? No me lo creerías y como acabas de hacer, terminarías riéndote de
mí. No digo que no me lo merezco, pero igual no me da la gana de pasar por ello.
Volteé hacia ella y noté que me miraba
confundida. Había logrado captar su atención con seriedad. ¡Aplausos para el maestro!
—Me quieres camelar, utilizando alguna trampa tuya
de manera retorcida. Te advierto que no caeré. —el orgullo y el recelo le
sentaba bien. La hacía lucir sexy.
—No te pienso envolver en ninguna trampa,
Isabella. Por favor. No seas ridícula. Deja de ver tantos dramas televisados.
En serio, eso solo existe en Gossip Girl. Y no todo es una jodida conspiración.
—agregué muy pagado de mí mismo mientras citaba una se sus series favoritas, la
cual veía en la tv; hasta los capítulos repetidos; aunque la tuviese en DVD.
Su manera de mirarme me indicaba que mis
palabras habían calado. Que enigmático era el sexo femenino. A veces; como en
esta ocasión; te desvivías por explicarte con frases tiernas, pero no te las
creían, así que te toca que apelar al sarcasmo y es entonces cuando ellas se
dan cuenta de que vas en serio.
Recordatorio mental para Edward Cullen: leer
“Las mujeres son de Venus y los hombres son de Marte” para constatar si el
autor es tan listo como yo. Muchas gracias.
Isabella se mostró dubitativa, claramente se
debía estar debatiendo entre las dudas por mi sinceridad y el rencor que había
creado en ella mi manera de actuar hasta el momento de su partida. Decidí
aprovechar ese momento de indecisión para tomar un poco de ventaja y mejorar
mis posibilidades de quedarme con ella. O mejor dicho, que ella volviese
conmigo.
—Bella, mira…no pretendo decirte que soy un
santo, ni puedo prometerte que de un momento a otro cambiaré mi forma de ser
con tal de recuperarte; o que dejaré de ser un cabrón sarcástico y bastardo…
—Nunca lo creí posible. —Sonreí con sorna.
—Muy bien, porque no creo que pase…más aún así
te puedo proponer que comencemos de nuevo. Que respetaré tus decisiones, cualquiera que sea que tomes y si no estoy de
acuerdo con ellas, las discutiré antes contigo en vez de imponer mi manera de
pensar. No puedo ser tu príncipe azul encantador, pero si puedo intentar ser un
compañero real que tratará de darte lo mejor de las pocas cosas buenas que
tenga en su persona. No es el cielo, ni la luna y las estrellas o esas mierdas
cursis…pero por todo lo que es sagrado, es más de lo que nunca me creí posible
de ofrecer al alguien. —sabía que lo que
decía no era digno de salir en ninguna novela por muy mediocre que fuera, pero
si era lo más sincero y sentido que había dicho hasta ahora.
No me pasó desapercibido el hecho de que ella
estaba meditando sobre mis palabras y casi tuve la certeza de que las había
tomado en serio. Pero con Bella nada era seguro, pues a diferencia del resto
del mundo a ella no podía leerle la mente para saber si tenía alguna posibilidad
de volver a lo que teníamos antes o incluso mejorarlo.
Después de un largo momento cargado de
exasperante silencio finalmente preguntó:
—¿Qué sientes por mí, Edward? Quiero la verdad
y solo la verdad. —exigió.
Tragué grueso y si hubiese podido transpirar de
seguro que en ese momento me hubiese puesto la tapa de un cazo en una estufa a
toda mecha. ¿Qué palabras podían describir lo que sentía en realidad por ella?
Decir que la deseaba era quedarse corto. Si le decía que la necesitaba era como
contar una sola parte de una historia, y si le declaraba que la am…no…no estaba
listo, ni seguro aún. No sabía que era eso, y después de soltar la palabra con
A nunca más podría retractarme.
—Yo…—enterré mis dedos en mi cabello y exhalé
con frustración. Los segundos corrían y yo solo era capaz de titubear—. Mierda,
Bella no sé. Me tomaste desprevenido. Yo…
—¿Tú qué, Edward? Suelta lo primero que te
venga a la cabeza de una vez por todas.
Su paciencia estaba llegando a los límites.
Era como estar guindando de un acantilado sosteniéndome con una sola mano
temblorosa. Las probabilidades de caer estrepitosamente eran jodidamente
demasiadas, tantas que un miedo casi irracional recorría todo mi ser de palmo a
palmo.
—Joder, Bella…justo ahora no tengo nada en la
cabeza… —y entonces supe que la había cagado incluso antes de terminar la
frase—. ¡No lo tomes a mal!
Su media sonrisa tan carente de alegría me
heló por dentro, pero no tanto como la decepción que tiñó sus ojos de golpe.
—Claro que no, Edward. No puedo tomarme a mal
lo único que has dicho en serio durante todo este rato. Tu cabeza no puede
tener una respuesta simplemente porque tu corazón tampoco la tiene. Traducción
simple: no sientes nada por mí. Solo un deseo vacío el cual quieres que llene
al irme contigo. Estás dispuesto a ser mejor para que decida no irme o mientras
que tramas alguna manera mejor de cómo retenerme a tu lado hasta que finalmente
te hartes de mí y me des una patada por el trasero. La eternidad es demasiado
tiempo como para no aburrirte ¿cierto?
Se levantó a un ritmo casi humano y comenzó a
caminar de vuelta a la casa. ¿Cómo mierdas se me habían salido las cosas de
control hasta este punto? Tenía todo prácticamente dominado hasta que ella hizo
una estúpida pregunta, que precedió a mi aún más estúpida respuesta y todos mis
esfuerzos se fueron por la borda.
Desesperado por perderla de nuevo corrí tras
ella, la giré con rapidez y la estrellé contra el primer tronco ancho que
encontré a nuestro paso. Le di la vuelta y la aprisioné con mi cuerpo que
comenzó a reaccionar con bastante rapidez ante esa cercanía suya, la cual se me
había negado por tres agónicas y largas semanas. Durante un instante me miró
con deseo antes de desviar la vista y comenzar a forcejear contra mi agarre de
acero.
—Aléjate, Edward. O no respondo de lo que
pueda hacerte en este mismo instante si no te apartas.
—Me arriesgaré a conocerlo. —dicho esto me
devoré su boca con ansiedad y por muy molesta e indignada que estuviese conmigo
sus labios se abrieron de ipso facto para recibir a mi lengua más que dispuesta
a masajear a la suya con caricias que tenían de todo menos de lentas y tiernas,
y mucho de demandantes y violentas.
Mordí su labio y lamí mi propia ponzoña en él.
Esa misma que le había dado la eternidad que ahora se negaba a compartir
conmigo. Había anhelado cada curva de sus labios, en todo el tiempo de esos
malditos y miserables días sin ella. Su tersa lengua se enredó con la mía,
poniendo más duro que nunca, en ese instante tuve un repentino ataque de
pertenencia que me hizo rozarme con rudeza contra su sexo que seguía envuelto dentro
de aquellos vaqueros.
No por mucho tiempo…—dije para mis adentros
Le arranqué los pantalones con fiereza
trayéndome en el intento también su ropa interior. No había tiempo para
sutilezas, necesitaba enseñarle lo perfecto que podíamos estar si estábamos
juntos a través de nuestro cuerpos. Y esperaba que mi plan desesperado diera en
el clavo.
Jadeó cuando el aire tocó sus partes antes de
que mis dedos posesivos la invadieran percatándose de aquella exquisita humedad
que se había colado de ella con solo un beso mío, el cual aún no finalizaba.
Solté su boca y besé su cara con un desespero
demencial hasta llegar a su cuello, y la mano que antes la aprisionaba contra
el árbol escaló hasta uno de sus pechos y masajeó su pezón sin miramientos. Sus
dedos buscaron anclarse en distintos lados, una entre mis cabellos y la otra en
la mano que tenía en su pubis y que masajeaba con rudeza. Abrió sus orbes
granates en los que parecía que la pasión los hacía parecer aún más rojos y se
onduló contra mi mano.
—¿Esto responde a tus preguntas? —dije
mientras me apartaba media milésima de segundo para quitarme torpemente los
pantalones, sacar mi sexo en un movimiento desesperado y penetrarla hasta la
empuñadura de mi miembro que estaba a punto de hacer erupción.
Antes de que pudiese siquiera contestarme su
orgasmo se desencadenó contrayéndose alrededor de mi pene incitándolo a
seguirla en la cúspide del placer. ¿Y quién demonios era yo para negarle ese
deseo a ella? Abandoné el poco control que me quedaba y con dos penetraciones profundas
mi orgasmo se vertió en ella de manera perfecta.
—Sin…palabras… —jadeé en su oído el cuál
mordisqueé antes de que ella se tensara.
Me apartó casi de un empujón y me vio con repentino
desprecio en los ojos y con una irónica sonrisa en los labios.
—Sí, Edward. Respondiste a mi pregunta. Y como
dices, sin palabras, sin sentimientos
y sin sentido. Eso es lo que son estos encuentros furtivos. Nadie lo puede
describir mejor que tú. —después de una rápida revista del inventario se agachó
al piso y recogió algo, pero yo seguía demasiado pasmado como para reaccionar—.
Por cierto, me llevo tus pantalones.
Y dicho eso se desapareció en medio de la
noche, dejándome con un pene repentinamente desinflado y pringoso, unos boxers
rotos y la peor cara de imbécil de todo el universo.
Me senté en el suelo sin importarme si mi culo
se sentía a gusto y dejé que los mil infiernos se me vinieran encima.
**********
—Imaginé que necesitarías un par de estos. —dijo
Jasper al aparecerse, bendito fuera, con un par de pantalones en la mano.
Lo miré con agradecimiento antes de que la
puta depresión se me fuese encima con fuerza recordándome el gran perdedor en
el que me había convertido.
—Gracias. ¿Cómo supiste que necesitaba un par
de pantalones? —pregunté mientras comenzaba a vestirme con lentitud.
Se encogió de hombros mientras caminaba de
lado a lado y luchaba por contener la risa mientras examinaba el paisaje de
pantalones y ropa interior rota. No tenía ánimos de partirle la cara en ese
momento, eso debería esperar a que mi orgullo agarrara fuerza.
—Cuando vi que Bella atravesó la casa
corriendo, alcancé a ver que llevaba unos pantalones demasiado parecidos a los
que estabas usando, lo confirme cuando pude oler tu esencia cruzar tajante en
la ráfaga que dejo a su paso. Lo que me hizo pensar que quizás te habías
quedado con las bolas al aire en algún lugar. Y ya veo que no me he equivocado.
De nada.
—Tengo ganas de irme a la mierda en este
preciso instante. —grazné sin ánimos mientras comenzaba a caminar con paso
humano. Jasper me siguió de cerca.
—Y cuando veas quién acaba de llegar de visita
a la casa de Carlisle te van a dar muchas más ganas aún.
—¿Quién? —pero ya imaginaba la respuesta.
—Tanya. Y no viene sola, aparentemente se
estrenó en el mundo de los “convertidores” y trajo a su compañero.
Casi suspiré de alivio.
—Pobre. Luego lo acosará por el resto de sus
días o hasta que se decida a crear otro vampiro.
—Sí, eso mismo pensé yo. Pero este parece
bastante agradable. Por cierto, también viene de New Hampshire…—el recelo me
hizo detenerme y verle a la cara.
—Su nombre.
—Jacob Black.
Mi cuerpo entero se estremeció, y sin
necesidad de una palabra más, me lancé en volandas hacia mi antigua morada,
maldiciéndome por no haber terminado lo que había comenzado, ira, miedo y odio
se mezclaban venenosos en mi cuerpo. Ira por saber con certeza que alguien se
iría de boca floja, miedo por perderla aún más y odio que llegaba como un viejo
amigo rememorando al ser tan despreciable que algún día oso con querer tomar lo
que era mío. No podía ser él. Todo se iría a la mismísima mierda; cabe
destacar, más de lo actual; si él le contaba todo a Bella, o peor, que pasaría
si quisiera recuperarla, a estas alturas no dudo que corra a los brazos de otro
a sabiendas de la porquería que yo era, pero estaba Tanya, eso era un gran
impedimento para que intentase algo. Debía ser un cínico. O tal vez el cinismo
estaba subestimado.
Espero les guste mucho el capítulo a todos, tenia mucho tiempo sin actualizar anhelo asi que POR FAVOR no me maten ¿si? ....un besote a todas dejen sus reviews ;) o si no yo las mataré a ustedes.
PD: no fue rochii precisamente quien lo escribió :D....
me encanto, lo espere todo este tiempo, no importa cuanto tiempo tardes estare al pendiente si subes capi, feliz navidad n.n
ResponderEliminarHola, Pequeña dama...ya veo que estás al pendiente ya que fue actualizado hace naaaada...Gracias por tu apoyo...Y con respecto a la actualización, crucemos los dedos para que la navidad me entre con muchísima más musa y tiempo para poderles actualizar muchísimo más rápido de lo que lo hago hasta ahora... Un besazo... (estáte al pendiente del blog...puesto que les tengo a todas un regalo de navidad....no diré que es...MUAJAJAJJAJAA *risa malvada*
ResponderEliminarNO MAMEEES PORQUE CHINGADOS LO DEJASE ALLI!! T_T aww no puedes terminarlo en una sola tarde?, poravof!! :3 lo amee :3 sabes? odio a jacob siempre esta de cagon -.- en fin si Bella no quiere a Edward alli dile qe aqui toy yo :3 qe me convierta... puedo ser su prisionera y todo el pedooo <3 :3
ResponderEliminarHola Marie y Rochie
ResponderEliminarMe ha encantado el capi y no te preocupes por tardar mas o menos tiempo en actualizar estamos al pendiente para poder leer.
Besicos
Me animé a leer de corrido todos los capítulos para agarrarle bien el sentido... Me gustó mucho, Edward me cae muy mal por ególatra, pero definitivamente disfruté que matara a Jacob y todo para enterarme que ahora es vampiro tambien. Ojala Bella no regrese con ninguno de los dos, opino que puedes crear a un tercero que sí sea el indicado.
ResponderEliminarEs una fantasía muy entretenida, ahora me tienes intrigada por todo el daño que va a causar la psicópata de mi homónima Tanya; por favor no me hagas esperar.
Que estés bien.
Chicas me muero, ¿Pq lo han dejado ahi? De verdad que este Edward no cambia, espero que ahora haga las cosas como son, pq si no va a perder a Bella. Las cosas a él se le estan complicando. Me encantó en su momento que se decisiera de Jacob pero ahora veremos que pasa cuando ella se entere de todo. Me esta que cada vez sera peor para él. Por otro lado, la Tanya le va a super complicar todo y hará que Bella no quiera saber de él más rápido. Ansiosa por el próximo capí, Saludos!!! Feliz Sábado!!!
ResponderEliminarAwwww Carlisle siempre tan lindo ^_^
ResponderEliminarY ahora Jacob!!!!! ya me pongo a leer el otro capi, besitos!!!!