lunes, 25 de diciembre de 2017

Ángel de Cristal




Regalo Navideño

Habían muchas cosas que no entendía sobre la navidad: el porqué de  colocar cosas en los pinos que no crecen allí (¿De donde demonios saldrían esas bolas de vidrio? ¡Que inverosímil!). Por qué todo lo cubren con brillantina? Por qué la gente se vuelve errática comprando cosas? Por qué se cuelgan calcetines enormes en la chimenea? Y para qué le colocan nuestros nombres si no nos sirve? Por qué solo es uno? En resumen: la navidad es una especie de despropósito. 
Pero por alguna razón disfrutaba de ver a Bella tan emocionada con ello. Quizá era cosa de verla feliz. Como ahora por ejemplo, estaba exultante mientras decoraba el árbol al ritmo de Michael Bublé quien cantaba Let it Snow.
Se giró un momento luego de colgar un copo de nieve cubierto en brillantina blanca. Sonreía y se movía levemente al ritmo de la música. Creo que ni siquiera era consciente de ello.
—Estás muy pensativo, ángel. ¿Algo te preocupa? —agarró con tanta delicadeza una lágrima de vidrio entre sus manos. Diría que hasta con mimo pero sigue costándome leer correctamente las expresiones de los demás.
Pensaba en que te ves muy entusiasmada con la navidad. 
Su sonrisa se expandió un poco más entonces.
 Lo estoy. —aseveró a su vez con un asentimiento. —No hay nada en ella que no ame: los ambientes iluminados, las decoraciones, la comida, la música… —dejó escapar un suspiro casi infantil. —todo es más bello en diciembre.
Bella, te amo. —levantó una ceja en señal de sospecha. 
—Yo también te amo, Edward. Pero a qué viene esto? 
—Es que cantas fatal. Y no quería herir tus sentimientos pero a la vez me gusta oírte hacerlo.
Dejó escapar una carcajada que no parecía avergonzada en lo absoluto. Pero insisto…no sé leer bien a las personas.
Sé que canto mal, ángel, pero no puedo contener mi ánimo. Ha sido un excelente año para mí: te encontré. Y eso trajo consigo muchas bendiciones. Así que no me puedo quejar. —Me sonrió y en esta ocasión no pude (ni quise) evitar devolvérsela. —Por qué no vienes aquí conmigo para que se contagie un poco de mi espíritu festivo, señor Cullen?
            Caminé hacia ella y comencé a pasarle los adornos. En realidad quise ayudarle en un par de ocasiones pero luego de que no consiguiera colocarles en un lugar correcto según sus gustos, me rendí y solo me quedé pasándole cada adorno que me pidiese.
            Uno en concreto llamó mi atención: un ángel de vidrio en medio de la mesa del comedor. Dentro de la falda de la túnica tenía una casita nevada.
Que curioso…
Me recordó a ti. —dijo Bella cerca de mi oído. La miré con confusión. 
—Más allá de la analogía del nombre no entiendo porqué. La navidad es algo que no comprendo aún. Me parece una celebración extraña y disparatada.
            Torció sus labios en un gesto de disgusto pero su mirada se perdió por un momento mientras pensaba en algo. 
En vez de explicarte lo que la navidad significa en un sentido religioso o cultural, prefiero enseñarte qué es lo que la hace tan especial para mí. Quieres? —asentí. Conforme, depositó un beso en mis comisuras y seguimos con la decoración del árbol pero cada tanto mi mirada volvía a ese extraño ángel de cristal. 
                                                                O.O.O.O.O

Bella se tomó muy en serio lo de enseñarme lo especial de la navidad según ella. 
Fuimos a una pequeña capilla católica muy temprano. Puede que haya protestado un poco por hacerme levantar en horas de la madrugada para ir a un templo cuya fé no profesábamos. Pero al llegar al sitio toda queja se apagó. Las personas estaban muy concentrados en el sermón del sacerdote en vez de dormidos como esperaba que estuviesen. Entonaban los villancicos con emoción y al final de lo que Isabella denominó como "misa de gallo", unas señoras muy amables nos ofrecieron chocolate caliente. El de Bella sabía mejor pero este estaba muy bueno. 
Y mientras que veíamos a las personas interactuar las unas con las otras ella habló solo para mis oídos:
Las misas de gallo a pesar de ser siempre de madrugada tienen un ambiente entre sereno y místico que me fascina. No soy católica; ni nada en realidad; pero Angela si lo es y una que otra vez me pedía que la acompañara. En navidad me gusta venir por lo menos a una. No me mata la idea de madrugar nueve días seguidos pero por una mañana me gusta la idea de sentirme parte de un plan. Que afuera hay alguna bendición reservada para mí y que hay un poder superior que cuida de mí.
Comprendí entonces que Isabella siempre ha estado allí para cuidar a alguien: a su madre enferma, a su padre depresivo, los niños en el St. Gabriel e incluso a mí. Es lógico que necesitara así fuese por breves períodos de tiempo sentirse protegida. Puede que durante un tiempo me sintiese incapaz de cumplir esa tarea pero ella me ha enseñado tantas cosas durante este año juntos, y una de esas es que soy sumamente capaz de cuidarnos. Aún así sentí que debía preguntarle cómo se sentía.
¿Sigues sientiéndote desprotegida? —tomó mi mano libre y la apretó. Odiaba usar guantes cuando la tocaba. Eso no me permitía sentirla bien pero era una mañana especialmente fría. Miró directo a mis ojos y me dijo sin parpadear: 
—No me he sentido desprotegida desde que tengo a un ángel solo para mí. 
Le devolví la sonrisa y como para reafirmar su creencia, la envolví en mis brazos mientras terminábamos nuestro chocolate y veíamos a las personas disfrutar de su tradición.

O.O.O.O.O

En otra ocasión fuimos por un regalo para el bebé de Rose y Emmett. 
Por algún motivo las cosas ese día no estaban saliendo como se esperaba: Choqué contra una chica y esta me llamó tarado sin darme chance de pedir disculpas, Bella tuvo una discusión con ella por defenderme y eso me puso ansioso. Aunque debo acotar que no sabía que ella tenía un amplio léxico de eso que ella llamó "cómo mandar a la gente a la mierda". Luego unos niños corriendo hicieron que tropezara y cayera sobre mis rodillas, quedando una de ellas con un raspón que me escocía bastante.
 Había demasiada gente comprando.
—Tenemos que hacer esto hoy? —dije mientras cerraba y abría mis puños de forma compulsiva y respiraba un poco agitado. —Me siento nervioso. 
Isabella señaló la tienda de artículos para bebés.
 Ya casi llegamos. Crees que puedas tolerarlo? Prometo que si la tienda está muy llena nos iremos. 
Asentí de mala gana y continúe caminando. Cuando llegamos no habían demasiadas personas y decidí perseverar. Al fin y al cabo se trataba de encontrarle un regalo a mi sobrino. Así que hice unas respiraciones con Isabella que lograban relajarme cuando sentía una crisis cerca. 
Me tomó más tiempo del que esperaba para que me sosegara, sin embargo no se impacientó en ningún momento. Incluso la dueña de la tienda; una mujer joven y muy atenta; se acercó a ver qué me ocurría. Le expliqué sobre mi condición y en ninguna oportunidad me miró como si fuese una criatura extraña que debía ser examinada en microscopio. Odiaba cuando la gente hacía eso. Nos atendió personalmente e incluso nos dio unas muestras de lociones para bebés. Olían raro pero lo callé por cortesía, así que solo me limité a ponerme lejos de ellas.
Al momento de pagar (no llevamos pocas cosas. Incluso a Charlotte le compramos varios regalos. Ella amaba los unicornios. Se negaba a entender que no existían), la mujer de nombre Jane, nos comentó que estaba en proceso de adoptar a un niño pero que era complicado. Nos contó sobre todo el papeleo que había hecho y sobre todo el que le faltaba aún. También de las visitadoras sociales que la habían entrevistado junto con su esposo. 
—Oh miren! Está llegando con nuestro otro "niño adoptado". —sus ojos se dilataron al ver al hombre castaño de mediana estatura que traía lo que se parecía bastante a un galgo consigo.
Riley era un hombre alto considerando lo pequeña que era su esposa,  quien le llegaba más de una cabeza por debajo del hombro. Una pareja peculiar con un perro igualmente raro. Delgado, grande, de patas muy delgadas, hocico alargado y ojos saltones. Y como si no bastara con sus rasgos curiosos, su pelaje se asimilaba a un Cookies & Cream de Hersheys.
—¡Oh, Edward, le encantas! —dijo una muy emocionada Jane al ver como su perro no podía dejar de brincar a mi alrededor o de tirarse sobre su lomo para que le rascase la panza.
—Él es un amante de los animales. Y suele tener una facilidad para empatizar con ellos. —le respondió Bella.
             Pasó un rato más mientras que conversamos sobre como rescataron al can de la calle, hacía solo un año atrás. Según Riley estaba huesudo y con zonas sin pelaje por alguna enfermedad en la piel. Lo habían encontrado a principios de diciembre. No sabían cómo había hecho para sobrevivir al frío inclemente. Si no hubiese sido por ellos, no habría tardado demasiado en morir. Pobre. Jane lo encontró husmeando en la basura por comida y no tuvo corazón para dejarle allí. Su plan inicial era ser un hogar temporal para él mientras encontrara a alguien que pudiera darle un hogar permanente. Pero no pasó demasiado tiempo para que tanto su esposo como ella se enamoraran de su carita extraña.
             Cuando estuvimos en el jeep de Bella, me hizo reflexionar sobre lo que estuvimos escuchando hasta hace un momento.
—¿Ves, ángel? Las personas como Jane y Riley son otra muestra de lo que me gusta de la navidad. Por un lado no pierden la esperanza en conseguir un hijo y por otro representan la caridad al rescatar a una criatura indefensa que con seguridad hubiese muerto sin su ayuda. Algunos dicen que es por hipocresía ya que el resto del año no hacen nada más, pero prefiero pensar que por lo menos un mes al año las personas se proponen ser mejores.
            La miré con escepticismo.         
—¿De qué sirven si solo lo hacen una sola vez al año?
Se encogió de hombros mientras manejaba sin quitar la vista de la carretera.
—Una vez al año o todos los días del mundo. Da igual, ángel. Caridad es caridad. Es mejor por lo menos un día que nunca. Soy de las del vaso medio lleno. —soltó una risita adorable.
—Supongo que tu punto es válido.
—¿Supones?
—Sí. Supongo.
             Se carcajeó.
—Juntarte tanto con Emmett te está contagiando sus términos leguleyos.
—Las palabras no se contagian. No son un virus.
—Es un decir, ángel…
—Pues lo dices mal.
            Y así nos fuimos el resto del camino hacia mi casa. Amaba a esta mujer con mi vida pero a veces era frustrante.

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            Era ya nochebuena.
            Charlotte y Gannicus corrían en la terraza exterior a pesar del frío. Jasper corría detrás de ella con un gorro en la mano. Rosalie y Emmett conversaban con Esme sentados en el sofá de la sala de estar, sospechaba que sobre la decoración del cuarto de su bebé no nato, ya que mamá tenía unas semanas obsesionada con el tema desde que ambos le pidieron que encargara de ese proyecto. Alice, Carlisle y Bella estaban de pie cerca de la mesa de aperitivos, él con una copa de brandy y ellas con unas tazas llenas de sidra caliente. Hablaban animadamente sobre las remodelaciones para el centro de capacitación.
            Yo en cambio estaba cerca de la ventana alternando mi atención entre los diferentes grupos y tomando fotografías a todo y todos; la comida y paisaje entre ello. Documentando recuerdos de nuestra primera navidad juntos.
            Al cabo de un rato mi hermano vino a mi lado para husmear entre mis fotos para luego quejarse de que lo había capturado en una mala pose a propósito.
—Quieres ser el más guapo. Por eso me capturaste sentado y que se me viera una barriga. —bromeó.
            Me encogí de hombros con indiferencia.
—Si te molesta tu barriga, no comas más. —añadí.
—Navidad es para comer. Jódete, hermano. —miró con los ojos entrecerrados.
—Bella dice que es para realizar buenas acciones.
—¿Y para qué crees tú que sea? —cuestionó con abierta curiosidad mientras tomaba un poco de whiskey seco. Amaba su color pero no su sabor. Emmett decía que era “bebida de hombres”. Yo opinaba que era un incendiario para estómagos.
—Aún no lo sé. –admití. —Sigo pensando en eso.
             Colocó un brazo sobre mis hombros y me dijo bajo en el oído.
—La navidad mejoró muchísimo para varios de los que estamos aquí gracias a ti. —revolvió mi cabello y se fue para situarse al lado de Rosalie. Le colocó una mano sobre su hombro de manera protectora. No creo que se haya dado cuenta siquiera de que estaba adoptando esa postura. Usando sus propias palabras para describirlo: Estaba condenado.
            La cena transcurrió entre anécdotas de navidades pasadas y risas. Ah también con una Charlotte escurridiza a mi lado. Cada que me descuidaba aparecía un guisante en mi plato. Según ella, parecían pequeños insectos del jardín. Prometió darme sus galletas de canela al terminar, y así compró mi silencio.
            Mamá se veía resplandeciente a la mano derecha de mi padre que encabezaba la mesa. Y yo al lado de ella. Isabella estaba frente a mí porque Charly le dijo que deseaba sentarse junto a mi lado. En retrospectiva, creo que fue una treta para deshacerse de lo que quisiera de su plato. Pavo, puré de patatas con aceite de trufa, ensalada de rúcula con frutos secos; entre otros;  colmaban el festín de esa noche.
            Rose fue la primera en darse por vencida.
—Juro que este pequeño me tiene como una nevera pero ya llegué a mi tope. Ustedes me van a hacer tan grande como un globo aerostático. —se quejó con una sonrisa al mismo tiempo que se acariciaba su vientre prominente de cuatro meses. Era un poco más grande de lo que debería pero papá dijo que considerando quién había puesto ese bebé allí, ese niño tendría el tamaño de un mastodonte. Aún no podía evitar sonreír un poco al ver su barriga.
—No está tan grande. —salió Emmett en su defensa. —El médico dijo que estaba dentro de los estándares de lo normal. Solo ha aumentado un kilogramo por mes.
—¡Yo engordé casi dos por mes con Emmett! Los síntomas fueron peores y las hormonas estuvieron desbocadas todo el embarazo. —intervino Esme. Mientras comíamos el postre. Mi parte favorita en las cenas era esa. En esta ocasión era una Charlotte de frutos rojos. Estaba tan espectacular que apenas abrí la boca mientras comía.
—Fue un dolor de cabeza desde entonces. —todos se quedaron callados por mi comentario. Sus vistas se posaron sobre mí fijamente y por un momento temí haber cometido una imprudencia. Había mejorado tanto en ello…pero de pronto Emmett fue el primero en romper a carcajadas y el resto lo siguió. Solo Charly y yo nos quedamos mirándonos medio atónitos.
—No fue tan gracioso. —me dijo. Solo me encogí de hombros en apoyo.
            Bromas fueron y vinieron por un rato más. Emmett hizo un par en contra de mí, papá hizo unas contra Em y las chicas eran partícipes de estas además de las más escandalosas espectadoras.
            Entonces hubo un instante; muy cerca de medianoche; cuando Carlisle se puso en pie y dio las palabras que finalmente me ayudarían a comprender mucho de lo que se me escapaba del significado de la navidad:
—Quiero agradecerle a todos que estuviesen esta noche con nosotros en la que compartimos más que una exquisita cena gracias a mi talentosa de mi esposa. —la forma en que tomó su mano entre las suyas y la mirada que le dirigió a mamá fue tan intensa, que incluso para mí no hubo duda de que se trataba de amor. Estoy bastante seguro que miraba a Isabella como él lo hacía con ella justo entonces y viceversa. Luego giró su atención hacia cada puesto en momentos determinados que dotaron sus palabras con mayor significado para quienes lo recibimos. —Pero quiero agradecerles aún más por haber hecho para mi familia el mejor año en mucho tiempo. Sin pensarlo, se han convertido en parte de los Cullen a su propia forma y manera; partes que se han vuelto esenciales para la felicidad de la misma, —Luego me miró a mí. De forma concentrada mientras hablaba. —Y gracias a ti, por volverte el imán que atrajo a todos para que esto fuese posible. —levantó su copa de champán al aire. Y luego todos lo seguimos, excepto Charlotte que tenía una copa aflautada pero llena de coca coca de cereza. —Salud. Por el milagro que cada uno de ustedes representa para nosotros. —Esme se limpió con discresión una lágrima y asintió en concordancia. Chocamos las copas los unos con los otros y mientras bebíamos, la revelación llegó fuerte y clara: La Navidad era aquello que cada uno quería que fuera: un festival de compras sin sentido, comidas abundantes y decoraciones llamativas. Pero también podías dotar todo ello con significado si lo hacías en pro de los demás, de forma desinteresada e incluso si le dabas una oportunidad a alguien que crea que ya ha perdido toda esperanza.
            Bella se acercó a mi lado y me abrazó por la cintura antes de depositar un corto beso en mis comisuras.
—Quizá ahora puedas darte cuenta, Edward, de que eres como ese ángel de cristal que está en el comedor de mi casa. Lo envuelves todo con un aura que solo se puede considerar celestial. Feliz navidad. Te amo.
Yo también te amo. —dije en falta de algo mejor que decir de lo que ella había dicho pero cargado justamente de todo el significado que me callaba.  
            Ahora era momento en que se abrieran los obsequios y luego cada quien se fuese a su casa. Yo pasaría la noche con Isabella. No pude evitar mirarla con devoción mientras sonreía al ver a Charly destrozando una envoltura de papel junto al gran árbol.
            Ella fue mi mejor regalo este año. Mi milagro temprano de navidad. Ese que me abrió a mi familia y a un mundo al que aún no comprendo del todo. Pero ya no me da miedo explorarlo porque tengo a alguien que me ayuda con ello. Y eso no se limita a Bella pero si comienza con ella.

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Primero que nada: ¡FELIZ NAVIDAD A TODAS! Espero que estén pasando unas felices fiestas. Segundo: Gracias por seguir a mi lado. Son mi bastón de apoyo y a su vez mi impulso a la hora de escribir; así que espero en mi muy humilde posibilidad; retribuirles cada muestra de amor que me han regalado durante este tiempo en el que no he publicado nada.
No saben el bien que me hace volver y espero contar con ustedes a cada paso del nuevo camino que voy a tomar muy pronto.
Se les quiere con locura, mis bellas. Ciao.  
PD: Corazón de Cristal viene en camino…
Marie C. Mateo
   
                                                                                                                                                                                     

3 comentarios:

  1. Este es el mejor regalo gracias esta historia me facina tanto que volvi a leerla espero con ansías el siguiente capítulo. Y feliz navidad y prosperó año nuevo.

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  2. Hola me encanto este regalo 😍
    Gracias y felices fiestas 🎄🎉🎆🎊

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  3. Hola, yo quiero q vuelva el ángel de corazón de Cristal, estoy re-enamorada de está historia, espero q te encuentres muy bien y q nos regales más de tu talento. Te felicito, eres maravillosa

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