"PROVOCACIONES"
Salió
en menos de cinco minutos de la ducha…se colocó solamente unos jean color negro
recortados. Nada más. Lo que dejó su abdomen perfecto a la vista.
- - ¿Por
qué no te llevas una camiseta? – intenté persuadirlo mientras lo abrazaba.
- - Es
muy incómodo andar con tanta ropa cuando tienes que entrar en fase – Me
respondió tanto a la pregunta como a el abrazo.
- - Pero
es que…llamas demasiado la atención. Y eso no me gusta. – Dije enfurruñada.
Me
separó para verme.
- - Así
que mi princesa está celosa. – Se carcajeó. – ¡Que divertido!
- - No
me parece gracioso, Paul. ¿Acaso te gusta que te vean muchas mujeres? – Le
reclamé.
- - No.
Pero amo ponerte celosa. Me fascina. – Sonrió con malicia.
<<Así
que te crees malo. Ya verás a lo que te atienes… La venganza es dulce cuando se
disfruta fría…>>, pensé.
- - Eres
un tarado. – Le di un corto beso; aunque lo que deseaba era morderlo para que
no me hiciera sufrir, pero si lo hacía me costaría quitármelo de encima. Literalmente.
Ya
en la camioneta de Sue seguimos hablando de lo que haríamos ese día.
- - Tengo
reunión con Sam. Me imagino que estaré ocupado hasta medio día. ¿Nos vemos en
tu casa?
- - No.
Mejor nos vemos en la playa. Hoy tengo que preparar las cosas para la llegada
de Gabrii mañana. Seguro saldré a comprar unas cosas.
- - Está
bien.
Me
dejó en la puerta de mi casa. Me besó con amor y luego se fue.
- - ¿Rachel?
– Preguntó mi padre al sentirme en la entrada.
- - ¿Y
quién más podría ser? – Dije en broma mientras entraba.
- - Solo
me cercioraba. – Medio sonrió. - ¿Qué tal tu noche? – Preguntó entre incómodo y
molesto.
- - ¿No
crees que es inadecuado que me preguntes eso, Billy? Solo te diré que no tengo
15 años para que me hagas esa clase de interpelaciones.
- - Perdón,
nena. Prometí no meterme en eso. - Comentó avergonzado.
- - Pues
te recomiendo que la cumplas, papá. – Dije molesta. – Me voy al cuarto.
Cambié
las sábanas de la cama, y pensé que la misma era pequeña para Gabrielle y
Taylor. Pero ni modo. No tenía más lugar para ellos. Limpié la casa después de
hacer arreglado todo.
Ya
había terminado cuando noté que eran las once de la mañana apenas. Así que puse
en marcha mi plan maquiavélico…
Me
encontraba tirada en la arena cuando me habló.
- - ¿Rachel,
qué diablos haces vestida así? – ¡Ja! Mordió el anzuelo. Se escuchaba molesto.
Me
levanté de la toalla y di una vuelta. Eso lo exasperó más aún.
- - ¿Cómo
así, amor? – Dije con falsa inocencia.
- - ¡En
bikini! ¿acaso no ves que esos tipos te están comiendo con la mirada? – Se
encontraba sumamente incómodo. Si hubiese podido echaría fuego por los ojos.
Sin duda alguna lo habría hecho.
- - Cielo,
hoy es uno de los pocos días que hace sol en La Push. Quise llenarme de toda la
vitamina D que fuese posible. – merecía un Oscar por mi actuación de niña
inocente en ese momento.
- - Si
necesitas vitaminas, pues me avisas y te las compro en la farmacia. Y si
quieres tomar el sol, por lo menos avísame para estar contigo. – Exigió.
- - ¡Pero
te estaba esperando, Paul! – Estaba a punto de partirme de la risa. Puesto a
que a cada rato él veía a los hombres
con rabia desmedida.
- - Hazme
el favor y te… ¡arg! – Se agachó, tomó la toalla y me envolvió en ella. -
¡Vámonos!
Los
dos sujetos no dejaban de mirarme. Era algo incómodo; pero eso ayudó a que mi
plan resultara perfecto.
- - ¿Se
les perdió una igual? ¿O tienen ganas de que les parta la cara de a gratis?– Le gritó Paul. hizo como si se les iba a echar encima y
los tipos se largaron del lugar. No sin antes voltear varias veces
No
aguanté más. Me eché a reír hasta que me brotaron lágrimas. Paul me miraba
molesto mientras íbamos hacia el carro.
- - ¿Te
diviertes? – Preguntó en lo que estuvimos dentro.
- - ¡De
lo lindo! – Le dije con sarcasmo.
- - No
me parece gracioso que te andes exhibiendo por ahí. Mira la reacción de
esos…gusanos. – Dijo chirriando los dientes al recordar a los tipos de la
playa.
- - ¡Touché!
– Canturrié. – Eso quiere decir que ya sabes lo que se siente.
Tomé
mi camiseta y la falda del maletín que había dejado en el puesto de atrás.
- - Así
que tú planeaste esto. – Estaba al borde de la locura.
- - Sí…
– Le susurré mientras me sentaba en su regazo y echaba el mueble del piloto
hacia atrás. – Tú serás el “gran chico
malo” de la manada. Pero yo puedo ser peor que tú. Así que no me hagas
molestar. – Me pegué contra su exquisito pecho caliente.
Ya
comenzaba a hacer frío.
Me
abrazó y se rió sonoramente.
- - Entonces
esto es una vendetta. – Dijo asombrado. – Eres de cuidado, Rachel Marie. En
serio lo eres.
Levanté
mi rostro y lo besé con pasión. Enterrando mis dedos en su cabello y disfrutando
de su sabor en mi boca.
Traté
de separarme para colocarme en el puesto del copiloto de nuevo; pero Paul no me
dejó. Retuvo mi cintura con sus fuertes manos.
- - Hazme
rabiar con lo que sea pero no enseñes lo que es solo para mí por ahí. Eso es
peor que cualquier tortura. – Me suplicó casi teatral.
Miró
mis senos y el resto de mi torso con posesividad.
- - Está
bien. Pero entonces no me hagas rabiar utilizando lo que es mío. – Dije mientras acariciaba su
pecho. – Porque no respondo de mis actos.
- - Pero
si tú sabes que nada más soy tuyo. – Dijo riéndose.
- - Eso
no me importa. Y si aún así…no quieres entender por las buenas… - Me quité la
parte de arriba del bikini. – Sus ojos se opacaron de deseo.
- …La
próxima vez saldré así.
- - Será
que quieres que me convierta en un asesino en serie. – Dijo divertido.
- - Y tú
que yo me convierta en una exhibicionista. – acoté.
- - Vale.
Vale. Aquí nadie enseñará lo del otro. – Dijo mientras acariciaba mis senos
desnudos.
Recibí
descargas eléctricas inmediatamente.
Con coste tomé la camiseta que dejé en el asiento
del copiloto y me la puse.
Paul
pareció decepcionado.
- - Ahorita
no hay tiempo para portarnos mal. Luego lo haremos. – Le dije incitante.
Intentó
disciplinar su excitación y me ayudó a sentarme a su lado. Ya estando sentada
me coloqué la falda.
Arrancó
el automóvil.
- - ¿Ya tienes
todo listo para mañana? – Preguntó curioso.
- - Si.
– Le sonreí – Ya arreglé la cama del cuarto para ellos. Yo dormiré en una
colchoneta en la sala.
- - ¡Claro
que no! No puedes dormir en el suelo. – Dijo molesto.
- - ¡Oh
por favor! Ni que fuese la primera vez que lo hago. Además a mi no me molesta.
– Intenté calmarlo.
- - Mira,
Rachel vamos a hacer lo siguiente. Que ellos se queden en el otro cuarto de mi
casa. El que solía ser mío. Así tu duermes tranquila y yo también al saber que
estás como debe ser.
Sonreí
satisfecha.
- - Está
bien amor. Muchas gracias. – Le di un corto beso en la comisura.
- - No
hay de qué, princesa. Solo te cuido.
- - Entonces
vamos a tu casa para ordenar todo.
Sonrió
satisfecho.
- - Vamos,
pues.
- - Solo
vamos arreglar los detalles para los muchachos. No vamos a hacer “otras cosas”.
Así que no te alegres mucho.
- - Si.
– Dijo restándole importancia a mi comentario. – Eso dices ahora. – Sonrió
pícaro y yo me carcajeé.
- - Pongámosle
este tendido a la cama, Rach. – Me pasó un juego de color gris plomo. Parecía
nuevo.
- - Me
encantan estas sábanas. ¡Son bellísimas! – Le dije boca abierta.
- - Si
gustas las ponemos en el cuarto y te quedas este fin de semana completo. – Me
propuso emocionado.
- - No
es mala idea. Pero vamos a ver cómo se dan las cosas. – Le dije casi
convencida.
- - Así
atenderías mejor a la visita… - Dejó la idea sin concluir a modo de anzuelo.
Entrecerré
los ojos.
- - No
sabía que fueses tan buen anfitrión. – Le dije con sarcasmo.
- Se
rió a mandíbula abierta. Luego me tomó la cara con suavidad.
- - Es
que me fascinó amanecer contigo, Rach. Quédate unos días más por favor. – Puso ojos
de cordero de camino al matadero.
- - ¡Qué
manipulador eres! – Le di un empujón con más o menos fuerza; pero no se movió
un milímetro siquiera.
- - ¿Pretendes
empujarme? – Me apretó con fuerza entre sus brazos. – Necesitas una grúa para
eso. – Rió con autosuficiencia.
- - Y aparte de todo…engreído. ¡Qué clase de
novio me he conseguido! – Dije con falso horror.
- - ¡Uno
muy caliente! – Ambos nos carcajeamos. – Niégalo. Estoy a 43º. Eso no lo puedes
refutar.
Me
carcajeé.
- - ¡Estás
loco! – Le dije cerca del rostro. – Ahora suéltame. Me estás sofocando.
- - ¿Ves?
Tengo razón. – Y me soltó.
- - Vamos
a terminar. – Dije
Con
ambos cuartos lindos. Digo “ambos”; porque sabía que Paul no me dejaría en paz
hasta que accediera a quedarme con él. Billy no estaría feliz; pero tampoco se
pondría pesado; bajé a cocinar y Paul fue a acomodar el garaje que al igual que
mi casa; quedaba aparte de ella. En la parte posterior para ser exactos.
Preparé
comida italiana. Puse la mesa y esperé a mi novio en la pequeña sala.
- - ¿Tienes
mucho rato esperándome? – Preguntó al verme.
- - No.
Solo diez minutos. – Me levanté del sofá. – Vamos a comer que estoy famélica.
- - Yo
igual, princesa. – Acordó.
Al
terminar quedamos tan repletos que decidimos acostarnos un rato. No tardé mucho
en quedarme rendida.
Más
tarde sentí sus dedos en mi cabellera; lo cual me despertó.
- - Hola,
bella durmiente. – Me susurró al oído.
Abrí
los ojos y lo ví observarme con la adoración con la que solo él podía verme.
Comprendí porqué a él le gustaba despertarse a mi lado, puesto a que yo
experimentaba lo mismo. Que sea tu razón de vivir lo primero que ves cuando te
levantas, no tiene comparación.
Me
abrazó con fuerza pegándome más a él.
- - No
me acostumbro a lo bellísima que te vez cuando despiertas. Debes quedarte más
seguido para ver si me hago inmune.
Fruncí
el ceño.
- - No
quiero que eso ocurra. Por eso vendré una vez al año. – Reí traviesa.
- - ¡No!
No lo hagas. Porque si no me obligarías a secuestrarte.
- - ¿Y a
donde me llevarías, señor secuestrador? ¿A una cueva, acaso? – Me carcajeé.
- - Jumm.
Me gustaría esa idea. Te tomaré la palabra uno de estos días. – Dijo sombrío y
sensual a la vez.
- - No
me extrañaría en nada que lo hicieras. –Estaba divertida con su actitud
sospechosa.
Nos
besamos por un largo rato…
- - ¿Qué
hora es? – Dije volteando mi rostro.
- - Las
seis y algo… - Susurró contra mi cuello. Y siguió besándome.
- - Debo
irme a la casa. ¿Me llevas?
Gruñó
con desánimo.
- - No
quiero que te vayas. Dormiré solo hoy.
Levanté
su rostro para que me viera.
- - Voy
a pasar todo el fin de semana contigo. Una sola noche no te matará. – Le
acaricié el rostro.
- - Me
vas hacer falta, Rach.
- - Tú
también a mí. Pero nos veremos mañana. No es mucho tiempo. – Le dije a modo de
consuelo.
- - Pero
las horas pasan muy lento. Quisiera que te quedaras conmigo, que no te fueras
más. – Su mirada era profunda y cautivante.
- - Sería
algo bueno. – Le sonreí con ternura.
- - ¿Te
gustaría? – Preguntó ávido.
- - ¿Qué?
– Pregunté dudosa. Yo solo había hecho un comentario.
Puso
los ojos en blanco.
- - Puedes
venirte a vivir conmigo, Rach. ¿Aceptarías? – Su tono era nervioso. De hecho ya
no me miraba a los ojos.
Con
mi dedo índice y mi pulgar levanté su rostro por el mentón.
- - Me
encantaría. – Sonrió con ternura y sus ojos brillaron. – Pero no ahorita. Dame
un poco de tiempo para hacer las cosas bien.
- - ¿Cuánto?
– Preguntó menos feliz que antes.
- - Un
mes. – Concluí.
- - ¿Un
mes? ¿tanto? – Preguntó fastidiado.
- - Si.
Y si voy a salir de “casa”; pues arreglaré todo antes. – Expliqué.
- - Está
bien. – Aceptó a regañadientes.
- - Gracias.
– Me acerqué a sus labios para darle un beso tierno; pero él me sujetó por los
hombros y me besó con exasperada fogosidad. Parecía querer devorar mis labios. Cosa
que no me extrañaba a estas alturas. A Paul no le gustaba el rechazo; esa era
su forma de canalizar el cabreo.
Volteé
mi cara.
- - Llévame…a…la…casa
por favor. – Le pedí entre jadeos; mientras trataba de recuperar el control de
mi cuerpo.
- - ¡Arg!
Está bien. – Aceptó molesto. Cual niño malcriado.
Entramos
a la casa y él se recostó en el sofá; para variar Billy había salido.
Yo
me dirigí a la cocina y agarré al pote grande de torta suiza tomé un par de
cucharillas y fui hacia la sala.
- - ¿Helado
Rach? ¡Pero si venías quejándote del frío en el carro!
- - Tienes
razón. ¡Voy por un sweater! – Y subí corriendo hasta el cuarto. Tomé uno que
estaba al pie de la cama, me lo coloqué y bajé.
Paul
me veía divertido.
Tomé
asiento a su lado en el sofá.
- - Deja
de reírte de mí. – Dije mientras agarraba una cucharada de helado y me lo metía
a la boca.
- - No
me rio de ti. Sino de tus cosas. – Tomé otra cucharada.
Él
me miraba fascinado.
- - Pareces
una niña. Te ves adorable.
- - Gracias.
¿No quieres? – Le di un poco de helado en la boca.
Así
estuvimos un buen rato. De hecho Billy nos encontró en plan de novios cursis.
- - Hola,
chicos. – Nos saludó a ambos.
- - Hola,
papá.
- - Hola,
Billy. – Dijo Paul. - ¿Cómo has estado?
- - Ocupado
con Sue y con Quil, el viejo. – Comentó con naturalidad.
- - ¿Pasa
algo? – Dijo Paul serio.
Mi
padre negó con la cabeza.
- - No.
Tranquilo. Meras cosas de rutina.
- - Ah,
está bien. – Comentó mi novio.
Papá
encendió el televisor y puso un juego de beisbol. Él y Paul se quedaron
ensimismados. Me agradó verlos así, compartiendo con naturalidad. Dos seres
importantes para mí.
Ambos
eran los hombres de mí vida. Aunque más pronto de lo que pensaba comenzaría a
llenar por completo la vida de uno; y a separarme del otro.
Traté
de tragar el nudo que obstruía mi garganta.
ahhh esta pareje destila tanto amor q los envidio, yo quiro una pareja asi de atento, me encanta este capi, son tan tiernos, besossss
ResponderEliminarte quedo genial, de como a rachel y paul se integran, se aceptan y se muetran sus puntos de vistas
ResponderEliminarexitos
PATRICIA...CUANDO HAGA UN PREMIO A LAS SEGUIDORAS MAS FIELES..SIN DUDA TU ESTARÍAS ENTRE LLAS...SE TE QUIERE Y GRACIAS POR EL APOYO...
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