“Detén el tiempo”
- ¡No me da la gana de entenderlo! – gritó Edward a
Alice, su asistente personal. – No me interesa cuanto me repitan esas payasadas,
no gastaré ni un dólar en adornos navideños. Creo que la situación actual del
asilo está bastante crítica como para que vengamos nosotros a ponernos a
despilfarrar el dinero en muérdagos y bambalinas. ¡Por favor, Alice! No parecen
cosas tuyas, te creí más inteligente.
La
pequeña damita encantadora de rasgos aniñados y cabellos negros rebeldes que
apuntaban en varias direcciones entornó los ojos ante las muy predecibles
palabras de su jefe.
-
Mira, Edward…tu anual actitud de Grinch* nos causa
jaquecas a todos los que laboramos contigo en estas fechas. Trata de ser un
poco menos egoísta y de pensar en alguien que no sea en ti mismo. No te gustan
las fiestas, muy bien; pues no participes. Pero no les frustres las ilusiones a
las demás personas normales que compartimos contigo el día a día.
Entrecerró
sus ojos y tensó los labios en una línea fina ante las despreocupadas palabras
de su asistente…y para mayor pesadilla, hermana.
Y
sí que eran despreocupadas… Desde el año 2.005 hasta hacía unos cuatro meses el
antiguo director del Departamento de Desarrollo y Bienestar Social que se
desempeñaba; el mismo cargo que ahora él ejercía; se había dado a la tarea de
realizar fabulosas jornadas para la recolección de dinero para poder
proporcionar una mejor vida a las personas desamparadas o indigentes; como
suelen llamar las personas a los mendigos para que les pesase menos en las
conciencias cuando tuviesen que mirarlos de lejos con lástima; a su forma de
ver. Y hasta hacía poco él había logrado mejorar la vida de alguien en
particular.
La
de él mismo.
Con
un ingreso anual de más de cinco millones de dólares desde la fecha de su
nombramiento, Mike Newton se había embolsillado un aproximado de más de treinta
millones. Logró salirse con la suya tranquilamente, mientras que la administración
pública le temía a su fama de ogro sin compasión y nadie tuvo las suficientes
pelotas y ser capaz de enfrentarle y colocarle en el sitio que le merecía; el
cual era debidamente tras las rejas. Pero no….en la vida real los malos que son
millonarios no van a cárcel. Logran echar polvos mágicos a sus pies, hacer
¡poof! y desaparecerse. Dejando una cantidad de más veinte albergues y un asilo
municipal sin recursos económicos, en los cuales más de tres mil quinientas
personas se morían de hambre y frío mientras que el resto del mundo andaba
cantando Jingle bells por las calles
y comprando como si fuese el fin del mundo en cuarenta y cinco días.
-
¿Sabes una cosa, Alice? Cuando me des un buen motivo
por el cual me digas que debo gastar más de dos mil dólares en adornos para los
albergues y el asilo, en vez de hacerlo en medicinas y comida; puede ser que me
coloque en tu lugar y le dé la bienvenida al mes en donde el consumismo se
dispara abismalmente así como los índices inflacionarios. – Edward se sintió
muy pagado de sí mismo al decir esas palabras.
Se
sentía prácticamente el ganador de ese altercado al haber usado algo de su
recalcitrante arsenal sarcástico. Sin embargo, ella pacíficamente lo miró a los
ojos y le sonrió con dulzura.
-
¿Sabes una cosa, hermanito? Si esa preocupación que tienes por los demás lo
encausaras con más ternura, de seguro todo el mundo estuviese a tus pies. Es
verdad que hasta ahora has conseguido mucho y te respetan por ser alguien
exigente y honesto en cualquier trabajo o puesto que se te asigne. Pero solo
los más allegados a ti, podemos ver ese lado vulnerable tuyo, y sinceramente
esperamos que nos dejases acercarnos más a ti. Porque nadie puede ser feliz
estando tan solo y siendo tan ácido y visceral, como lo eres ahora. – dicho eso
le colocó en su mano una carpeta de manila. – Ahí tienes el motivo por el cual
te dije que gastáramos en adornos navideños. Ahora me voy, debo terminar de
cuadrar tu agenda y las cuentas que se le presentarán al auditor dentro de un
mes.
Cuando
una pagada Alice se retiró a su oficina, Edward se dignó a abrir el documento,
el cual rezaba que tenían un nuevo beneficiario: el Imperio Swan. Al parecer,
uno de los más antiguos donadores del Asilo “More
than a Hope”(Más que una Esperanza),
deseaba seguir haciendo labores altruistas con ellos, muy a pesar del escándalo
que se había suscitado cuando, el mismísimo Edward lanzó a la luz la debacle
económica y moral por la que estaba pasando el Departamento.
Los
que antes solían realizar cuantiosas donaciones, decidieron no confiar en él
basados en la “poca moral de la que había hecho gala en antiguo encargado”. La
mayoría del voluntariado se había desaparecido en acción y los que más solían
ir eran los que sentenciaban a horas de trabajos comunitarios por haber
cometido algún delito menor. ¡Menudas joyas!
Pero
en ese paliducho papel estaba impreso en letra negra, la impronta de una
promesa que auguraba esperanza para esos casi cuatro mil desafortunados.
Promesa que no venía de a gratis, puesto que venía con la condición de que las
instalaciones deberían de estar decoradas y preparadas para que esas personas
recibieran una “navidad digna”…palabras textuales.
Se
suponía que al día siguiente recibirían a la cabeza de los Swan que se
encargaría de sellar el trato…o no.
Así
que tendría que haber navidad, lo quisiera Edward o no…Y entonces, el derrotado
Jefe de Desarrollo y Asistencia Social de la ciudad de New York, tuvo que
morderse la lengua y largarse a su oficina, en la cual se encerró con un sonoro
portazo.
¿Qué
más les daba a esos encopetados si ponía un maldito árbol con luces o no?
Esa
condición era reverendamente absurda.
000000
-
¡Buenos días, Bella!
-
¡Buenos días, Sue! – contestó Isabella mientras se
detenía en su caminata hacia la salida de su oficina. Le sonrió mientras colocaba
una mano en su hombro. - ¿Cómo está Harry?
La
hermosa mujer de más de cincuenta años le correspondió la sonrisa con un brillo
de agradecimiento en la mirada.
-
Muchísimo mejor, gracias por preguntar y por… -
susurró a medida de que se encaminaban al elevador. – ese “bono navideño”. Sé
que ni de lejos he podido ser una de las mejores gerentes de zona que tiene la
empresa, y aún así me lo diste. He incluso sé que…hasta me diste mucho más de
lo que les tocó a los que se ganaron ese bono en realidad.
Isabella
se carcajeó mientras marcaba el botón de llamada.
-
¡Por Dios, Sue! Si eres toda una mafiosa de la
información, pues!. En fin, necesitabas eso y se los dí. Harry estuvo con mi
padre durante la peor debacle económica que “DIPASWAN” hubiese visto jamás y
aún así nunca pidió un ascenso ni nada por el estilo. Además, tú has sido una
de las personas con mejor talante con las cuales he tenido el gusto de
trabajar. Eso sin contar con que me apoyaste desde que llegué y no contaba con
mucha experiencia en el área. – le dio un beso en la mejilla. El ascensor
anunció su llegada, ella pasó y ahí fue cuando se dio la vuelta para despedirse.
– Creo que deberías verlo como una obligación de permanecer con nosotros,
porque si te veo hablando con la competencia te mato. – le guiñó un ojo y dejó
que las puertas se cerraran no sin que antes se escucharan las risotadas de Sue
y se pudiesen ver lágrimas de agradecimiento rodando por sus mejillas.
0000000
Edward
permanecía con Alice y diez trabajadores más en la puerta esperando al que
seguramente sería un “muy estirado” benefactor, pero eso no importaba. Lo que realmente
contaba era que anualmente DIPASWAN; cuyas siglas significaban Distribuidora de
Perfumes – Anthony Swan en memoria de su creador; donaba casi el cincuenta por
ciento del presupuesto anual destinado a mejorar las condiciones de los
albergues y asilo y que hasta ahora se había desviado “milagrosamente” al
bolsillo de Newton, lo cual equivalía a dos millones de dólares. Así que
tendría que estar firmemente preparado para lidiar con lo que de seguro sería
una visita en la cuál ellos se convencerían de la miseria que rodeaba a esos
pobres seres humanos que no gozaban de un techo, sentirían lástima por ellos y
harían una inversión que en realidad se convertiría en publicidad para ellos.
¿No era hermoso ese gesto de “altruismo”? …pero el mundo no se movía por
orgullo sino con dinero, así que si quería ayudar a esos más de cuatro mil afectados
necesitaba poner de su parte y llevar a cabo esa reunión en santa paz.
Una
Escalade* negra se estacionó en la orilla de la calle justo frente a la puerta
donde ellos esperaban envueltos en mullidos abrigos por el frío.
-
Trata de ser lo más amable que puedas. – dijo Alice
a su lado con una antinatural sonrisa con los dientes apretados.
-
Siempre lo soy ¿no? – cuando la respuesta de ella
fue un sonoro ¡ja! Replicó - ¡Oye…!
Pero
no pudo completar su frase puesto que una hermosa joven envuelta en un elegante
abrigo gris plomo, de cabellos y ojos color chocolate oscuro, piel pálida como
nieve y labios carnosos y rosados descendió de la camioneta. Caminó frente a
ellos con incomodidad, cosa que a él le llamó la atención. No se debía a estar
con tacones, puesto que las botas que llevaba hasta la rodilla de cuero negro
eran totalmente planas. Cuando casi llegaba a donde estaban ellos, puso las
manos juntas y sopló entre ellas dándose calor en un movimiento que le pareció
algo infantil, y le dieron ganas de reír pero se contuvo. Así que se estaba
helando…
-
En unas condiciones normales los saludaría aquí
afuera pero me niego a decir una palabra más con este clima. – casi todos
prorrumpieron en risas mientras él le abría la puerta del asilo y pasaba tras
ella. Al terminar de entrar los demás trabajadores ella se apretó en su abrigo.
La decepción se mostró clara en su rostro. - ¿No hay calefacción?
Edward
sonrió para si mismo pensando en que había atinado al pensar de que iba a
vérselas con un remilgado; solo que no le atinó al sexo, ni a la belleza…
-
No, señorita Swan. O más acertado sería decir que la
hay cuando al condenado aparato se le antoja trabajar. Hace justo cinco minutos
estaba funcionando.
Sus
ojos denotaban terror. Lo dicho: era una remilgada niña de papi.
-
¿Y cómo lo soportan estas pobres personas?
-
Han pasado por cosas peores, señorita. – recibió un
doloroso codazo en una costilla y supo que Alice seguía a su lado. – Tienen
abrigos, solo que no están en muy buenas condiciones. Hemos tratado de tener la
chimenea encendida para ellos, pero la leña suele ser monopolizada para los
restaurantes de la ciudad. Ellos pagan mejor por ella.
-
¡Eso es terrible! – dijo ella.
En
realidad esa fue la primera de muchas expresiones de horror que ella hizo al
ver cada una de las instalaciones de la vieja casona adaptada para que
funcionase como asilo; aunque ahora no sirviese prácticamente para nada.
Al
terminar el tour, Alice y ella parecían llevársela bastante bien, así que cabía
a posibilidad de que la donación se llevase a cabo y que si Isabella Swan
resultaba ser de buen corazón, podía sumar algo más a la suma habitual.
-
Bueno, señorita Isabella…
-
Bella. – lo corrigió ella. – No me gusta que me
llamen por mi nombre completo.
-
Oh, disculpe, señorita Bella.
-
Déjelo en solo Bella.
Algo
irritado tomó un respiro que intento disimular con una sonrisa.
-
Bien, Bella, espero que después de ver las
condiciones del asilo comprenda lo imperioso que es su contribución para con
nosotros. Comprendo que ahora la reputación de la oficina está en entredicho
por culpa de los últimos acontecimientos que se suscitaron con el director
anterior, pero le puedo dar la seguridad…
Bella
le sonrió con autosuficiencia mientras le respondía:
-
Señor Cullen, ¿acaso me cree tan tonta como para
venir y regalarle mi dinero a alguien? Déjeme que le informe que los años
anteriores esta gestión fue llevada a cabo por los administradores de mi padre
que tuvieron que rendirles cuenta cuando el escándalo se presentó. Llevo seis
meses a la cabeza de DIPASWAN y me enorgullece decir que dentro de mi círculo
de administradores, cuento con un excelente grupo de informantes que desde que
tomé el mando de la empresa familiar se encargan de decirme quién es quién, las
intenciones que se traen y hasta donde los puedo conseguir si quieren huir con
lo que me pertenece. No sé si me entiende. – Edward escuchó con desagrado como
su hermana se reía por lo bajo. – Por lo cual le digo que sé en donde vive, el
lugar donde estudió, su estado civil, el lugar al que va a correr por las
mañanas, en donde toma sus cafés después de cada almuerzo, cuán tarde sale cada
noche de su despacho y finalmente…- se acercó dos pasos hasta él y un
perfume dulce y frutal se coló por sus
fosas nasales seduciéndolo con cada nota aromática. – Le informo que conozco
cada uno de sus pasos, cosa que me infundió la confianza necesaria para seguir
con la tradición de contribuir con estas personas.
A
Edward no le pareció nada gracioso que le tuviesen vigilado y que él no se
hubiese enterado de nada. Si hubiesen sido unos asesinos a sueldo ahorita
estaría más muerto que su tatarabuelo. Comenzó a sentirse irritado y hasta un
tato claustrofóbico en el salón común de muebles viejos en los cuales se
encontraban sentados en ese incómodo momento.
Soltó
una carcajada que no tenía nada de alegría y la miró con reprobación a los
ojos.
-
¿No es ilegal eso, Bella? Según tengo entendido que
unas acciones de esa índole podrían tomarse como invasión de mi vida privada. Y
según tengo entendido hay represalias legales en contra de ello.
La
muy descarada de belleza etérea se limitó a encogerse de hombros con suma
tranquilidad y tomar un sorbo más del humeante chocolate que estaba bastante
desabrido por la escasez de leche, pero contrario a lo que él creía no se quejó
en ningún momento. Es más, ni siquiera respingó.
-
Señor Cullen, cuando una oficina a la cual mi
familia le ha estado donando grandes sumas de dinero y de repente su reputación
se ve manchada seriamente al igual que sus autoridades, no se puede pretender
que siga siendo una incauta cuando pienso seguir cediéndoles millones de
dólares. Disculpe si herí su sensibilidad, aunque siendo honestos no me siento
arrepentida en lo más mínimo. Mi deber es saber en que invierto cada centavo.
Soy mujer de negocios, no hermana de la caridad.
Alice
prorrumpió en carcajadas y una muy satisfecha Bella sonrió de medio lado con
aires de presunción. Y a él gustó. Tanto, que le hizo poner de mal humor. Aún
así, sabía que debía mantener la compostura, ya había asegurado la donación era
el momento de cerrar el trato y no podía arriesgarse a perder semejante
presupuesto, ya que el monto asignado por el Estado había sido bastante escaso.
A duras penas alcanzaría para pagar los salarios de los que allí trabajaban y
algunos productos básicos para comer.
Esa
mujer lo tenía atado de manos…
-
Bajo esas circunstancias especiales puedo
comprenderlo, Bella. Y además me complace saber que su donativo se llevará a
cabo a pesar de todo. Los beneficiados estarán muy agradecidos por su
contribución…
-
Podré condiciones para finiquitar este asunto.
-
¿Condiciones como cuales? – preguntó receloso de las
intenciones de ella.
Isabella
soltó la taza en el plato y la colocó en la fea mesa de mimbre que estaba más
próxima a ella y unió sus manos sobre sus piernas entrecruzadas.
-
Condiciones como por ejemplo que además del monto
que pienso darles voy a mandar a personas especializadas en el ramo para que se
hagan cargo de las instalaciones de esta edificación que parece que se va a
venir abajo más pronto que tarde. Estaré al tanto de cada movimiento que se
haga acá y discutiré con usted y solo usted las decisiones sobre los cambios
que me parezcan que deban ser implementados.
Además, pondré a la disposición de las personas que tienen acá de los
galpones de mi empresa apara albergarlos durante lo que dure el tiempo de
remodelación. ¿Está de acuerdo?
Edward
pudo ver como era de fría a la hora de hablar de negocios y pudo constatar
porqué esa empresa familiar se mantenía a flote cuando tenía a una mujer tan
joven a cargo. Isabella Swan era una máquina imparable de órdenes calculadas y
medidas, no parecía estar dispuesta a perder en ninguna circunstancia. Así que
si él quería estar a su altura tendría que saber como negociar con aquella mujer
de armas tomar.
-
Si las personas son movilizadas de este espacio
deben de tener las condiciones mínimas de cuidados que proporcionarles. Al
menos a los de más avanzada edad.
-
Créame que lo sé y estoy dispuesta a hacerlo. Usted
déjelo en mis manos y yo me encargaré personalmente de los detalles. Entonces,
señor Cullen ¿está usted dispuesto a cerrar el trato de la donación?
Ella
tendió la mano hacia él y Edward pudo notar las miradas de todos los presentes
clavadas en las manos de ambos. Finalmente él cerró su mano en torno a la de ella
sintiendo una calidez que no le desagradó en lo más mínimo, eso sin contar en
la fuerza que sintió en su agarre firme y seguro.
-
Estoy dispuesto, Isabella.
Ella
sonrió satisfecha y se recargó en el mueble con un estampado floral horrendo
que parecía sacado de un rancho humilde de Texas.
-
Creo que le falta perspicacia a la hora de cerrar
ciertos detalles, Edward. – se atrevía a tutearle por primera vez y en su tono
de voz parecía dejarse ver una oscura satisfacción a la hora de decir aquellas
palabras desafiantes. Se estaba hartando de lidiar con esas actitud de la joven
empresaria.
Así
pues sin más ganas de sonreír por cortesía se limitó a hablarle con aires de
reprobación e ironía.
-
¿Sí? Pues dígame usted que es la experta en que he
fallado.
Ella
sonrió con inocencia como si no estuviese al tanto que estaba resultando
imprudente.
-
Pues que no se aseguró de cuál era el monto que les
voy a poner a la orden…- Edward respingó ante lo lógico que ella planteaba, aún
así la interrumpió.
-
Todavía no hemos firmado…
-
Además de que no ha intentado que aumente el monto
de la donación…
-
Yo, eh…Me parecería un descaro después de todo lo
que…
Ella
se aproximó a Edward que esta sentado a su lado pero con un puesto de por medio
para mantener las distancias, y disparó un inusitado nerviosismo que le era
ajeno hasta entonces.
-
Tranquilo, Edward. No estoy evaluándome como
negociador ni tampoco quiero que pienses que soy una impertinente… - Nooooooooooooooooo. Jamás se atrevería a
pensar eso… ¡que descaradada! .- De hecho tu actitud parece demostrar que
no piensas sacar nada de beneficio propio de todo esto.
-
Pensé que eso ya te lo habían dicho tus informantes.
-
En efecto. Pero hay cosas que prefiero constatar con
mis propios ojos. Quiero que sepas que el monto de lo que los acreedores será
de diez millones de dólares…- golpe número uno. – Sin incluir las reparaciones
del asilo que estarán por cuenta.- golpe número dos y había quedado tumbado en
el suelo con un contundente knockout mental y moral.
Ella
se puso en pie, se despidió de todos y cada uno y lo miró al final; mientras
que él seguía con cara de idiota aún por la noticia.
Tendió
la mano hacia él y se la estrechó con fuerza de nuevo y le dirigió una sonrisa
tierna.
-
Haremos buen equipo, Edward, y les dejaremos a estas
personas un lugar digno para pasar sus días. Hasta mañana…
-
Hasta mañana, Bella.
Caminó
hacia la puerta y sus caderas se contoneaban al ritmo de sus pasos, pero seguía
demasiado aturdido como para que le resultase seductor. Viró un segundo la
cabeza y lo vio por encima del hombro.
-
Ah, y por cierto…yo que ustedes le colocaría más
leña a esa chimenea. Aprovechen que hoy será su última noche en este frío
lugar. Adiós.
000000
-
¡No lo puedo creer! – decía Alice contenta mientras
saltaba emocionada en frente de Edward, cual niña pequeña a la cual se le
regala la última Barbie de Colección – Edición Limitada. - ¡Diez millones de
dólares más arreglos! Esto es lo mejor que le puede haber pasado a tu gestión,
hermanito.
Pero
él tenía la mirada clavada en la computadora y la cabeza en otro lado al que
denominaba Dudalandia. ¿Qué demonios ganaba, Isabella Swan al ser tan generosa?
¿Por qué no se había limitado a donar los dos únicos millones que anualmente su
familia donaba? ¿Por qué parecía ocultar cosas que no le eran posibles deducir
a simple vista?
El
misterio que ella encerraba se le tornaba de lo más atrayente, hasta el punto
en que no había dejado de darle vueltas a las cosas en su mente una y otra vez.
Quizás empezaba a tener trastornos psicológicos debidos a tanto trabajar
durante cuatro meses de estar ejerciendo en aquel condenado cargo.
-
Déjame a solas, Alice. Necesito tiempo para pensar.
000000
Guapo.
Si, definitivamente guapo era un término que le quedaba a la perfección a
Edward Cullen, pensó Isabella frente a la computadora que estaba en el despacho
de su casa. Cada gesto de él era como una caricia sinuosa al aire que corría
entre sus manos. Sus caballos castaños dorados eran unas hebras brillantes y
desordenadas que incitaban a adentrar lo dedos y perderse en la sensación de
suavidad que los míos parecían trasmitir. Sus labios delicadamente perfilados
se veían rosados, aunque estaban un tanto agrietados; suponía que por el frío
que estaba golpeando a New York en ese invierno. Pero lo más resaltante de todo
eran sus ojos. Aquellos pozos azul grisáceo denotaban una profundidad
sobrecogedora, en la cual no se podía adivinar cuantas cosas escondía en ellos.
Pero eran preciosos y podían dejar sin aliento a cualquiera mientras se
clavaban en ti con expresión pensativa y un interesante ceño fruncido. Y aunque
el cuerpo de él no parecía digno de salir en la portada del Men´s Health*,
remataba perfectamente ese conjunto de cualidades físicas que le atraían
demasiado para parecerle bueno.
Y
oooooooootra cosa era su manera de actuar. Le había planteado con claridad cuál
era la situación actual de los albergues y el asilo More than a Hope, y parecía
sumamente atribulado ante lo desquebrajado que estaba el Departamento de
Desarrollo y Bienestar Social; aún así no parecía amilanarse ante lo empinada
que le estaba resultando esa cuesta en la que lo habían colocado para que la
hiciese más liviana. El escaso presupuesto que estaba manejando estaba
desapareciendo prácticamente frente a sus ojos cuando se trataba de comprar
medicinas y alimentos para esa pobre gente, por lo cual no quedaba demasiado
más; situación que le obligaba a comprar lo que le permitiese mantener a flote
las instituciones.
Y
como era de esperar de alguien que tuviese semejante peso en sus hombros, Edward
se veía siempre acelerado. Le hablaba con cierta rapidez, como si no tuviese
suficiente tiempo para hablar con ella; y aunque estuviese sentado se le veía
inquieto y con cierto brillo de desesperación en la mirada, aunque en ningún
momento le dio a entender de alguna manera que le molestase su presencia, pesar de avió que en ciertas ocasiones no se
había mostrado demasiado feliz con algunas de las respuestas que ella le había
dado. Lo que demostraba que era un verdadero caballero y que anteponía su mismo
genio ante las necesidades de los demás.
Tenía
que ayudarle…tenía que ayudar a esas personas…
Así
pues, levantó el teléfono y discó el primero de varios números de teléfonos que
tenía en una lista.
-
Hola, buenas noches. Necesito a hablar con…
00000
Las
cosas habían avanzado abismalmente en tan solo dos semanas. Lo que le demostró
a Edward que cuando una mujer se proponía emprender algo, lo hacía sin
importarle si se atravesaba un tornado en medio de su camino. De hecho, lo más
seguro es que el pobre huyera despavorido si conociera el poder de explosión
que tenían a la hora de que las cosas no saliesen como ellas quisieran.
Y
eso fue lo que pasó cuando la empresa que debía de entregar los
electrodomésticos llamó para decir que las cosas no podían ser despachadas en
la fecha pactada porque habían tenido unas ventas y habían descompletado el
podido que se les había solicitado. Y entonces se desató el infierno…
-
¡Son una empresa incompetente e irresponsable! No me interesa conocer sus
excusas de tercer nivel. Se les hizo un pedido claro y detallado de lo que se
necesitaba de ustedes y al cual se comprometieron en cumplir. Se les adelantó
un veinte por ciento del total de lo apartado y se les dijo que se les
cancelaría el ochenta por ciento en el momento que se trajera la mercancía.
Un
sonido amortiguado en el que parecía que alguien quería explicarse se veía
interrumpido a cada rato.
-
¿Sí? ¿A usted le parece que llamar y decir que
pueden entregar el pedido un mes después de lo pautado, es ser responsable? Pues
a mi no me lo parece, así como no me da la gana de que me despachen la mitad de
lo que se les solicitó ahora y después el resto. Lo lamento por ustedes pero
estoy acostumbrada a cerrar tratos con gente competente y responsable. Así que
le diré lo que haremos, me devolverán mi dinero en veinticuatro horas o tendré
su trasero en un tribunal en menos tiempo de lo que me toma decir Aquí – y –
Ahora. Hasta mañana.
Y
ese mismo día ella realizó un pedido a Sears que incluían lavadoras, secadoras,
neveras, cocinas y otros muchos aparatos que resultaban de imperiosa necesidad
por el avanzado estado de deterioro de los que había en el inventario.
Pero
también estaba otro lado de Isabella Swan que era el que más lo sorprendía, no
solamente se había presentado en su oficina al día siguiente de haberse reunido
para conocer las instalaciones, sino que le entregó un plan detallado de lo que
se haría en el asilo durante un mes completo, y que finalizaría unos días antes
de navidad, que sería justo la fecha de inauguración, según lo estipulado.
Además le hizo saber que en solo dos días tendría perfectamente acondicionado
dos galpones grandes de los almacenes de DIPASWAN para albergar a las personas
que estaban en aquella casona destartalada, incluidos los servicios de
enfermería para los de más avanzada edad, así como para la atención de los
niños indigentes que habían pescado algún catarro por las bajas temperaturas de
la época.
Bella
había conseguido que en dos semanas las personas estuviesen cómodas en los
lugares provisionales y con los cuidados pertinentes. Los muros restaurados,
los suelos de madera estaban lijados y barnizados, las tuberías habían sido
arregladas por lo cual el agua estaba llegando con normalidad. El termostato
había sido una de las primeras cosas de las que ella se aseguró que se
encargaran. Las barandillas de madera de pino de las escaleras fueron
remplazabas por unas de base de hierro forjado y superficie de madera para que
no estuviesen tan heladas para los ancianos que necesitaban aferrarse a ellas
con todas su fuerzas. Los baños fueron arreglados con suma dedicación; los
viejos y resquebrajados azulejos del suelo habían sido cambiados por unos
nuevos preciosos que además eran antirresbalantes para mayor seguridad. Las
alcachofas oxidadas habían sido reemplazadas por unas más grandes y de hermoso
color cromo que no despilfarraban agua por no poder ser cerradas con totalidad.
También
había conseguido grandes dotaciones de ropa de cama e incluso una gran donación
de GAP*, que sirvió para vestir a todos los presentes e incluso quedaron unas
piezas más por asignar. Eso sin incluir la dotación de zapatos, artículos de
cuidado personal, alimentos e incluso útiles escolares para los más pequeños.
Aquella
mujer era una fuerza de la naturaleza imparable que lo tenía cautivado, no solo
por todo lo que era capaz de conseguir a través de sus contactos; sino por la
gran dedicación con la cual se había dedicado a vigilar aquella tarea que era
sumamente extenuante. Incluso él sentía
el peso y el cansancio de estar corriendo todo el día durante dos semanas
ininterrumpidas supervisando cada detalle de las restauraciones y cambios que
se estaban dando en el asilo.
-
No puedo creer lo mucho que hemos avanzado. Todos
estarán más que agradecidos con lo que has hecho por ellos, Bella. No tenías
porqué hacer todo esto y aún así estás dedicándote a esto como si también te
afectara. – le comentó Edward en cierto momento en el cual se dedicaban a ver
como pintaban de azul hielo una habitación de gran tamaño.
Ella
se limitó a sonreírle con ternura y asentir.
-
Edward, si me dieran un dólar por cada vez que me
has dicho eso, ya tendría como unos mil cuatrocientos cincuenta y siete más o
menos. Ya me tienes aburrida. – él se limitó a sonreírle y sintió como una
calidez extraña se colaba en su pecho. Así que se limitó a encogerse de hombros
y contestarle como si en su pecho no estuviese pasando nada.
-
Soy un tipo totalmente aburrido. Suelo dormir a las
personas a mi alrededor. Si no mira el tío Arthur; cada vez que comenzamos a
hablar de su época él termina dando cabezazos y hasta ronca mientras yo lo miro
con cara de idiota. – ambos rieron antes de que ella se diera vuelta y caminara
en dirección a la oficina de él.
-
El tío Art es todo un personaje, aunque creo
firmemente que sus ronquidos se deben más a su avanzada edad en vez de tu
personalidad aburrida como un pez. – lanzó una risotada malvada y luego siguió
hablando como si no se hubiese estado burlando de él. – Además, todo eso será
en las escasas ocasiones en las cuales no estás corriendo chequeando que las
cocineras teniendo las comidas a tiempo. Viendo que el cochino termostato
empiece a funcionar antes de que se les congele el agua en las mesillas de
noche a los ancianos con las planchas dentro, que los niños no corran por las
escaleras o que se coloquen un abrigo antes de salir a los jardines antes de
que se les empeoren los resfriados a los que ya los tienen o que lo pesquen
quienes no. Que los baños queden limpios luego de que se bañen por las mañanas
y las noches. O que las cuentas estén correctas y midiendo cada centavo para
que alcance hasta fin de mes.
Edward
se vio sobrepasado por las emociones cuando ella había enumerado lo que había
sido su vida desde hacía ya casi cinco meses. No podía parar, tenía que trabajar
y trabajar para que esa pobre gente tuviese una vida digna. Una vida…cosa que
él no se acordaba de tener desde hacía algún tiempo.
Él
se puso serio y cerró la puerta tras ellos en su despacho. Cada uno tomó
asiento. Él frente al computador y ella en una de las butacas nuevas y
acolchadas que habían colocado para los visitantes en aquella oficina color
crema y blanco. Desde la reparación se veía más pacífica aunque él no hubiese
tenido un momento de descanso en aquel lugar. Era una completa ironía.
-
Este es mi trabajo, Bella. Supongo que cuando las
cosas ya estén puestas en marcha correctamente, podré descansar al fin.
Isabella
se rió con sorna mientras clavaba su mirada en él con profundidad. Edward tragó
grueso y notó como el sudor comenzaba a bañar sus manos mientras las apretaba
con fuerza mientras se resistía al impulso de tocarla.
-
¡Por favor! Ese es el primer síntoma en un
workcaholic ¿lo sabías?
-
¿Worcaholic?
-
Si. Es la nueva definición para las personas adictas
al trabajo.
-
No soy un adicto al trabajo. Solo me encargo de lo
que me compete.- dijo él con el ceño fruncido.
-
Y de lo que no también. Edward, seamos sinceros.
Necesitas ayuda urgentemente. Tener un personal de cuidadores y una asistente
personal no te basta. Necesitas de los servicios de un contador y de un
administrador. Eso sin contar con algunas enfermeras y al menos una docena de
maestras que se dediquen a movilizarse en los demás albergues para los niños. Y
no puedes hacer todo eso tú solo. – hablaba con la sabiduría de una empresaria,
pero dudaba mucho que pudiese subsistir con ese dinero durante todo aquel
tiempo. Necesitaba muchas cosas que eran sumamente costosas y en grandes
cantidades…
Y
necesitaba un maldito respiro porque estaba a punto de volverse completamente
loco…pero si él se ponía a descansar ¿quién cuidaría de los pendientes? Nadie.
Así que no había discusión. No podía tener tiempo libre.
-
Debo administrar el dinero para que rinda y no
podemos permitirnos…- se calló al sentir el calor de la mano de ella sobre la
bola sudorosa de las suyas. Los latidos del corazón de le dispararon de golpe y
una electricidad extrañamente placentera le recorrió de arriba abajo. Tragó
grueso.
-
Sabes que necesitas ayuda. Y también sabes que tanto
Alice como tú están recargados de trabajo, Edward. Aprovecha este tiempo en el
que la gente no está acá para pautar algunas entrevistas. Les irás pagando un
sueldo con lo donado mientras que consigues pasar sus salarios a la nómina del
Estado para que te lo pasen en las asignaciones mensuales. – su tono era suave
y conciliador; como si supiese todas las presiones por las que había y estaba
pasando.
Excepcional.
Eso era Isabella Swan, era una mujer excepcional, con la astucia de una
serpiente pero con la candidez de una paloma. Y su belleza…ella era el eco de
lo que quería de una pareja; pero estaba más que seguro que esta no podría
serlo. Era inalcanzable. Esa tribulación lo hizo amargarse un poco más y se
retiró de su tacto antes de que pusiera a rogar por lo que no tendría. El
cariño de alguien más que no fuese Alice, y mucho menos de alguien tan exitoso
como ella.
-
Me lo pensaré.
Bella
meneó la cabeza de lado a lado con una incredulidad reprobatoria.
-
¿Te parezco intolerable, Edward?
-
¡Por Dios santo, Isabella! ¿Cómo vas a preguntar tal
cosa? Claro que no.
-
Cada vez que te toco, te apartas de mí como si fuese
una apestada. Solo tienes que decirme que te desagrada que toquen, o al menos
yo y tranquilamente saldré. Puedo entender una negativa con tranquilidad. No te
preocupes.
-
No te estoy haciendo desaires, Isabella…
-
Bella. – le corrigió ella.
-
Yo…lo que pasa es que yo…
Los
ojos de ella se tornaron repentinamente interesados, pero tras pasar un largo
momento en medio de un silencio incómodo
pareció darse por vencida y se puso en pie.
Una
amarga sonrisa colgaba de su boca.
-
No te molestes en explicarte, Edward. No tienes por
qué hacerlo. No te preocupes.
Él
rodeó su escritorio pero ella ya había alcanzado el pomo de la puerta de la
oficina.
-
Bella…
-
Tengo cosas que hacer, Edward. Yo también tengo una
vida llena de obligaciones. Con permiso.
Bueno…si
eso no era una patada en el estómago se acercaba bastante.
000000
-
Bella, ¿No deberías estar en tu casa a esta hora? –
preguntó el anciano que había sido un mendigo antes de entrar a More than a
Hope. Su pelo era completamente cano y escaso aunque le cubría toda la cabeza,
podía verse entre la separación de las hebras color nieve. Su tez era blanca y
arrugada aunque sus mejillas iban siempre coloreadas con un tierno rubor en
tono rosa que le confería un rasgo juvenil a aquel hombre de más de ochenta
años y de solo tres dientes. Uno en la encía superior y dos en la inferior con
un margen bastante notable de separación.
-
Quizá, tío Arthur, pero me aburro con facilidad en
aquel apartamento, así que preferí quedarme un rato más por acá. Además, aquí
entre nos, me contaron que Ángela, que es la cocinera de turno esta noche, iba
a hacer galletas con chispas de chocolate. – suspiró con falso pesar – Pero ya
veo que me mintieron.
El
tío Arthur o Art como muchos lo llamaban era alegre y festivo a pesar de su
avanzada edad. Siempre tenía palabras cariñosas o graciosas para todos, y era
un adicto a la navidad. Cualquiera diría que habiendo pasando una vida llena de
necesidades y penurias debería haber endurecido su corazón, pero no era así,
muy por el contrario siempre tenía un sonrisa amable de tres dientes que
ofrecerle a los que tenía cerca. No podía juguetear con los niños por su
avanzada artritis, pero los fascinaba con cuentos de su adolescencia en los
años de mil novecientos cuarenta y varios. O de cuando había ido a parar al
ejército. Los pequeños le adoraban. Y las enfermeras solían tenerle bastante
cariño a pesar de no tener mucho tiempo lidiando con aquel ser espléndido.
Ese
hombre podía hacerla sentir especial, incluso cuando alguien que estaba comenzando a importarle más de lo que debía le
había dejado en claro que no era bien recibida. Era como una especie de tío –
abuelo. Así era el viejo Art.
Chasqueó
la lengua por resabio y luego le habló en broma mientras se acomodaba entre las
almohadas de la cama de aquel improvisado centro de acogida provisional.
-
Te han estafado, preciosa. O tal vez a mí, puesto
que lo que me dieron de merienda fue una taza de avena espesa; que estaba
buena; pero que no se acerca ni de golpe a unas buenas galletas bien hechas con
chispas de chocolate.
Isabella
sonrió.
-
Creo que de todas maneras no podrías comerlas, tío.
-
No, señorita. Estos tres dientes escuetos son más
útiles de lo que crees. No los subestimes. Al menos tengo tres, podría estar
como Charlotte que no tiene ninguno.
-
¡Escuché eso! – bramó una voz de anciana desde tres
camas de distancia de dónde estábamos.
Bella
estalló en risas y luego le recordó:
-
A Charlotte le han cambiado el aparato de la
audición, así que puede oírnos con facilidad.
Volvió
a chasquear la lengua.
-
Seh…seh…ya no se puede tener privacidad ni de las
viejas sordas.
-
¡Oye, petimetre, eso también lo escuché! – gritó
Charlotte de nuevo.
Bella
se puso en pie y se dirigió a la cabeza de la cama y le dio al anciano un beso
en la cabeza a modo de despedida.
-
Mejor descansa antes de que Charlotte decida
ahogarte con una almohada mientras duermes, tío. Buenas noches.
-
¿Te vas a tu casa?
-
Sí ¿por qué, necesitas algo?
-
Nah, a menos que me quieras traer algo de whiskey.
-
Ni en sueños. Estás tomando medicinas.
-
¿Ves? Solías caerme bien, jovencita.
Meneó
la cabeza divertida y siguió su camino. Al menos alguien le había alegrado la
noche, trataría de recordar eso cuando estuviese acostada en su inmensa cama con
una soledad más inmensa aún.
000000
-
¡Eres imbécil, hijo! Ya te lo dije…eres un soberano
imbécil.
-
¡Hey, Art! Más respeto. – se quejó Edward entre
risas aquella fría mañana.
Estaban
frente a la gran pantalla en la que trasmitían la televisión en aquel galpón.
Ya solo quedaba una semana para terminar todos los trabajos, llevar a la gente
al asilo a inaugurarlo…y solo unos miserables días para que se terminara su
trabajo con Bella; a quien si le daba la reverenda gana de desaparecerse en el
Timbuktu; podía hacerlo.
Estar
tantos días tratándose con ella como si
fuesen un par de extraños le estaba carcomiendo por dentro. Y con cada día que
pasaba parecía obsesionarse más y más con aquellos labios rosa casi rojos que
le invitaban a besarlos. Maldita tentación.
-
Edward, no me ignores cuando te insulto, muchacho.
Es de mala educación.
-
Creía que insultar era de mala educación.
-
No. Es solo un método bastante honesto de expresar
varios estados de ánimos, los cuales son casi todos malos, como en este caso
sería mi frustración. ¡Eres un imbécil! – le repitió.
-
¿Pero que demonios hice? – preguntó Edward
divertido.
El
anciano lo vio con ojos exasperados. Se apretó el abrigo al cuerpo y chasqueó
la lengua con impaciencia.
-
Ignorar deliberadamente a Isabella mientras sabes
que te gusta.
El
“insultado” lo vio con asombro.
-
¿Cómo sabes que me gusta?
-
Hijo, me faltan dientes más no vista. Cuando a un
hombre se le pierde la mirada tras una figura femenina, además de que anda
pululando a su alrededor mientras finge no interesarse en ella, es porque le
gusta. Y…porque es un imbécil.
Edward
entrecerró los ojos.
-
Ya comprendí el punto. Además Bella le gusta a todo
el mundo, es una mujer muy atractiva…
-
¡Bah, cállate! Ya sé lo que vendrá. – comenzó a
hacer una pobre imitación de su voz que resultaba bastante graciosa. – Ella no
es de mi nivel. No está a mi alcance. Ella no me ha dicho nada. No le veo
interesada…Estos jóvenes de hoy en día son cada día más tontos. Creo que es el
exceso de televisión y de esas máquinas de escribir que prenden…
-
Computadoras, Art…
-
Como se llamen. En fin, yo creo que debe ser eso,
porque en mis tiempos no se veía tantos remilgos para cortejar a una joven.
Edward
meneó la cabeza de lado a lado con diversión, hablar con Arthur era como una
experiencia catártica en la cual soltaba mucho del estrés de su trabajo aunque
no podía dedicarle más de unos minutos.
Hablaron
un rato más hasta que el anciano se hartó de tanta cháchara.
-
Quiero dormir un rato, así que haz el favor de ir a
buscar a Isabella e invitarla al cine o a algo. Por diosssss, estás más viejo
que yo dentro de ese cuerpo.
-
Estoy muy ocupado, Arthur…
-
Silencio. Dije que quiero dormir y tus excusas me
quitan el sueño. Y si el sueño se me quita me da mal humor. Y si me da mal
humor te golpearé con mis pantuflas nuevas. Y si te golpeo con ellas las dañaré
y si las daño estaré de peor genio; así que no te conviene hacerme enojar.
-
Ya…ya. Me largo, viejo gruñón. Adiós. Que disfrutes
tu siesta.
Y
Edward se fue divertido mientras escuchaba a Art rezongar por lo bajo mientras
caminaba.
000000
Isabella
estaba en su oficina envolviendo varios regalos que les iba a entregar al
personal del asilo, así como al tío Art e incluso al mismísimo Edward. Y casi
sin darse cuenta eligió uno de los perfumes que tanto le gustaban, Happy* de Clinique*. Era un aroma fresco para caballeros, capaz de
alborotarle las hormonas a cualquier mujer. Lo forró de primero con un papel
plateado grabado con motivos de las partículas de nieve en él. Un sobrio moño
azul, y listo.
Luego
continuó con unos cuantos Perry Ellis*
para las cocineras, Donna Karan* para
las enfermeras, Agatha Ruiz de la Prada * para Alice entre
otros.
Edward
entró a su oficina cuando estaba en envolviendo los presentes de las
enfermeras. Pareció sorprendido de encontrarla forrando regalos. Ella intentó
hacerse la desentendida y siguió en lo suyo mientras hablaban.
-
¿Qué pasa? ¿Nunca has visto a nadie envolviendo
presentes para navidad?
-
Claro que sí. – respondió él. – Pero no te imaginé a
ti en tu propia oficina haciéndolo.
Bella
se encogió de hombros con despreocupación mientras rizaba un moño con la hoja
de una tijera.
-
Me gusta forrarlos y me gusta la navidad.
-
Ah. – dijo él escuetamente.
-
¿Acaso no te gusta la navidad ti?
-
No.
-
¿Por qué? –preguntó ella interesada en su respuesta.
Él
se relajó contra el la única silla vacía que estaba frente a su escritorio y
comenzó a jugar con el rizo de uno de los perfumes que había envuelto ya.
-
Me parece una época de consumismo desenfrenado e
hipocresía desmedida. La gente pasa once meses deseándose la muerte, robando,
matando, peleándose con sus familiares sin cesar, abandonando sus casas,
emborrachándose. Y luego llega diciembre y resulta que se tragan ese cuento de la Noche de Paz durante treinta
y un días.
-
Y ¿no puedes pensar que quizás tratan de ser mejores
aunque solo sea durante un mes?
-
¿Y para que sirve un mes cuando pasan todo el año
obrando mal? – protestó con un cinismo que le irritó. Tenía ganas de tirarle el
portalápices por la cabeza pero se abstuvo.
-
Pues al menos hacen un intento.
-
¡Ja! Pues que mal lo intentan.
-
¿Por qué eres tan cínico, Edward? ¿Por qué un hombre
tan joven es tan adicto a su trabajo y tan falto de alegría? Explícamelo,
porque sinceramente me cuesta entenderte.
Irritado
caminó hasta su escritorio y la encaró.
-
El mundo me ha vuelto un cínico, una persona fría y
sin sentimientos. ¿Quieres saber por qué odio la navidad y toda esa
parafernalia de luces y regalitos? Pues porque un maldito ebrio chocó contra el
auto de mis padres en nochebuena cuando íbamos a entregar “presentes” a unos
amigos. El tipo salió de la nada y se deslizó por el asfalto resbaloso y en
menos de lo que canta un gallo y muchísimo menos aun de lo que Alice o yo podríamos
recordar, despertamos al día siguiente con varias partes del cuerpo escayoladas
y la noticia de que nuestros padres habían muerto. Luego de decirnos eso los
médicos salían y les daban el Feliz Navidad a todo el que pasara como si un par
de niños de once y ocho años fuesen incapaz de oírles mientras que lloraban la
pérdida de sus padres. Y mientras que para muchos la navidad es tiempo de regalos
y caprichos, para mi hermana y para mí fue el comienzo de una época dura. Nos
llevaron a un orfanato en Bermont mientras que trataban de dar con algún
familiar de nosotros, pero ninguno quiso adoptarnos, tenían sus vidas muy bien
establecidas. Así que Alice y yo pasamos de orfanato en orfanato, hasta que…-
su voz se volvió un susurro y su mirada se perdió por encima de su cabeza. –
Hasta que adoptaron a Alice cuando ella tenía solo diez años. Se fue con una
familia a Colorado mientras yo me tuve que quedar en un cuarto con veintiocho niños
más que a medida que crecíamos perdíamos la esperanza de ser adoptados y
dejamos de creer en la magia del supuesto Papá Noel. Mi hermana y yo nos
mandábamos cartas con regularidad, por eso siempre supimos de nuestros
paraderos. Jamás fui adoptado, en cambio fui incluido en un programa de trabajo
del Estado porque había sido un alumno ejemplar. Me gané una beca en la Universidad de Florida
y luego de trabajar como una mula aquí está Edward Cullen. Con un trabajo
sumamente absorbente pero el cual se ha convertido en toda mi vida. Estas
personas, Isabella…- hizo señas hacia suelo indicando la dirección de los
galpones en los que estaban los desposeídos. – No recuerdan: y en el caso de
los niños; no conocen lo que es una cena con un gran pavo de esas que te
retratan una y otra vez en los medios, o han tenido una chimenea con botas
adornándola que posteriormente estarían repletas de regalos, o un árbol lleno
de luces y un equipo de sonido con
villancicos para amenizar la temporada. Ellos, Isabella, saben que diciembre es
un mes en el que se sienten más miserables que nunca. Que su pobreza se nota
más que en otro momento, y en el cual dependieron de la limosna que alguien les
dio por lástima. Así que no me pidas que quiera a un mes lleno de fantasías de
viejos bajando por chimeneas ni de aldeas caritativas cubiertas de nieve. Ya no
creo en esos cuentos. Son meras utopías comerciales.
Bella
notó entonces que de sus ojos resbalaban lágrimas y que su garganta estaba
cerrada. Sabía que había una profundidad en la mirada de Edward pero nunca
imaginó que tuviera que lidiar con demonios de ese tamaño. Así que es un gesto
meramente protector estiró su mano derecha, mientras que él dejó que acunara su
mejilla contra su palma y cerró los ojos perdiéndose en su delicado toque.
Lo
acarició durante varios minutos y cuando él abrió sus ojos, los cuerpos de
ambos respondieron con un magnetismo místico y se acercaron hasta que sus
comisuras se rozaron. Edward entreabrió los labios un poco y alzó levente la
cabeza para acariciar sus labios con los suyos sin llegar a besarse es sí; lo
que hacía que la expectación creciera y disfrutara más de aquella tensión
sexual que se había ido construyendo rápidamente entre ellos durante esas
semanas en las que se habían visto obligados a trabajar juntos.
-
Lo siento mucho, Edward. De verdad me pesa que…
Él
se tensó y se apartó de ella con brusquedad. En sus ojos podía ver chispas de
ira y dolor.
-
¡No quiero tu lástima, Bella! No te conté mis
historias para que me vieses como un pobre huerfanito que se ha ido superando,
sino para que entiendas la gran falacia que es eso que llaman navidad.
Ella
meneó la cabeza con turbación e incredulidad.
-
En ningún momento he sentido por pena por ti, solo
pesar por…
-
¿Sabes algo? Mejor dejamos esta conversación hasta
aquí. – se cerró hasta el comienzo del cuello la cremallera de su mullida
chaqueta azul marino y se puso en pie; pues se había agachado a su lado, y se
dirigió a la puerta sin dirigirle una palabra más.
000000
La
vida no se detiene, ni siquiera aunque tú lo hagas. Los días pasan y pasan…las
responsabilidades pesan cada vez más. Los días se te hacen demasiado cortos y
exhaustivos, mientras que las noches no parecían tener suficientes horas para
descansar. Había que supervisar, dirigir, administrar y contabilizar todas las
cosas en el asilo y el resto de instituciones que Edward dirigía.
Ese
era su día a día,. No era que le gustara precisamente; pero sabía que tenía que
hacerlo. Primero, porque así se ganaba la vida y segundo, porque demasiadas
personas dependían de sus decisiones.
Así
que una semana más transcurrió entre diligencias y pendientes. Y aunque en
aquellos siete días no hizo nada demasiado extraordinario comparado a lo que
hacía siempre, se sentía como si hubiese envejecido de golpe unos cinco años.
Se había acostumbrado demasiado rápido a estar con Bella desde por las mañanas
hasta las tardes, e incluso unas cuantas noches; mientras que vigilaban de
cerca todos los cambios en el asilo y visitaban a las personas acogidas en la
empresa de ella.
Una
mañana fría, faltando solo unos seis días para navidad una enfermera llamó a la
puerta de su despacho y pasó con cara de sumo pesar. Sin necesidad de abrir la
boca sabía que algo muy malo había pasado. Conocía demasiado bien esa
expresión.
-
¿Quién? – solo preguntó eso.
-
El tío Art. – musitó ella antes de sollozar.
Edward
tomó su chaqueta del espaldar de la silla y salió como alma que lleva el diablo
hacia los galpones. Manejó como un poseso y se estacionó sin mucho cuidado a
las afueras del galpón. Corrió hacia la camilla de su viejo amigo, pero solo
vio un bulto tapado con una sábana blanca. El área estaba despejada de desprotegidos.
Solo las enfermeras y un forense que terminaba de guardar sus cosas en un
maletín negro de cuero estaban alrededor de Arthur. O de lo que había dejado en
la tierra.
Sin
poder reprimir el impulso, se acercó al cadáver y retiró la sábana de su
rostro. No sabía cuando habían comenzado a salir las lágrimas, si desde que
había salido de su oficina o hasta que vio la expresión calmada de su cara.
Parecía estar en paz, talvez estaba alucinando pero le parecía que tenía una
sutil sonrisa de satisfacción en los labios. Acercó su boca a la frente del
único amigo que había tenido allí y depositó un sentido beso de despedida.
Luego recargó su frente en la de él y no pudo evitar que sus lágrimas mojaran
aquellas fases que ya estaban frías y que no tenían ese rubor tan
característico del viejo Art.
-
¡Ni siquiera me dejaste despedirme! – susurró entre
dientes con impotencia.
Y
pecho y la garganta le dolían. El tío Arthur, la alegría del asilo, se había en
calma y feliz a un mundo al que se habían ido sus padres. No pudo evitar
sentirse solo.
Otro
más que lo abandonaba. Un ser querido menos.
El
cálido de unas manos delicadas que tiraban de él lo atrajo a la realidad y con
pesar se levantó del cuerpo frío e inerte del que fuera como su abuelo y volteó
a mirar a quién lo había tocado.
Era
Alice, y tenía los ojos anegados en lágrimas. Esta abrió sus brazos y lo
recibió mientras se permitía desmoronarse en sus brazos y llorar como un niño
desamparado. Al fin y al cabo solo la tenía a ella en el mundo. Isabella era
una pasión fuerte que crecía en su pecho día con día, pero que al final de la
jornada no era suya y nunca lo sería. Eran de mundos demasiado diferentes, eso
sin contar lo incompatibles que eran.
Ella
vivía de idealismos, él veía la realidad con demasiada crudeza si se quiere
definir de alguna manera.
Después
de pasados unos minutos se repuso del shock, y para cuando se dio cuenta ya una
enfermera había tapado a Arthur y el grupo que se llevaría el cuerpo estaba
esperando su autorización para proceder a retirarlo. Habló con el forense,
quién le explicó que había muerto mientras dormía. Parecía haber sido a causa
de un paro respiratorio, pero que había fallecido en paz.
Él
no se tragaba eso, pero no le dijo nada al médico y le dejó que procediera como
debía de hacerlo.
Dos
hombres tomaron el cuerpo flacucho y lo depositaron en una camilla que tenía
una bolsa con cremallera y allí vio como desaparecía pedazo a pedazo lo que
había quedado de Arthur. Ya cerrado procedieron a salir del galpón y entonces
la vio…Isabella estaba sentada en una silla que estaba ubicada frente a la cama
antes ocupada por su amigo y tenía lágrimas por todas las mejillas.
La
mirada de ambos se cruzó y a pesar de que sintió como si la chispa que había
entre ambos quería avivarse en cuanto estuvo al tanto de su presencia, se
resistió al impulso con todas sus fuerzas.
Cuando
pasó por su lado, ella lo tomó de la muñeca y se puso en pie para decirle algo:
-
Edward, yo…
Pero
él la interrumpió.
-
No tengo ganas de hablar, Bella. – ella bajó su
cabeza con pesar, pero él siguió de largo. No estaba para consolar, sino para
ser consolado; y aunque profundamente deseaba que ella le diera eso que él
tanto anhelaba, su razonamiento le impelió a salir corriendo. Sentía que ella
lo hacía vulnerable, y Dios sabía que ya no podría seguir con más
vulnerabilidades en su vida.
Así
que volvió a s despacho y preparó todos los detalles del funeral de Art.
000000
Los
servicios funerarios no fueron la gran cosa. Ni duraron mucho. Dos días después
de haber muerto el muy querido tío Arthur, había sido cremado y sus cenizas
esparcidas por las áreas verdes del Central Park; lugar en el cual merodeó
durante más de veinticinco años como mendigo antes de llegar a More than a
Hope. Pocas personas estuvieron en el sepelio pues él no había querido que se
le recordara muerto, sino feliz y con sus bromas habituales.
Así
que estaban cinco del personal de enfermeras, los trabajadores del asilo,
Alice, Bella y él.
Cuando
terminó el acto, notó como Bella se despedía de Alice antes de marcharse, pero
no de él.
Y
aunque le dolió, le pareció lo mejor. Había que poner distancia.
000000
Isabella
estaba en More than a Hope, cuando solo faltaban tres días para navidad. Hacían
tres días más desde que Arthur había perecido, pero eso no le había quitado sus
ganas de hacer algo hermoso para recibir a todos, en especial a los niños. Estaba segura
que así lo hubiese querido él. Así que Alice y ella en compañía de los chicos
que trabajaban allí decoraron el lugar en un santiamén. Habían muchos muérdagos
y flores de navidad decorando. Luces titilantes y velas aromáticas que a pesar
de estar apagadas ya trasmitían las fragancias especiadas típicas de la época.
La canela, la vainilla, el pino, entre otras. Había conseguido donaciones de
jugueterías para los chiquillos y de otras tiendas departamentales para los
adultos y los ancianos.
Al
final de aquel día estaba bastante satisfecha con los resultados. Ahora era un
espacio digno para que aquellas personas vivieran con tranquilidad y dignidad,
así como también podrían disfrutar de una cálida navidad siendo ellos los
agasajados.
Pero
cuando Edward volvió al final de la tarde, casi noche, no le pareció nada ideal
lo que habían hecho. Así que hizo llamar tanto a su hermana como a ella a su
oficina y allí soltó la bomba nuclear:
-
¿En qué demonios están pensando? Hace apenas unos
días que Arthur se murió y ustedes preparan una fiesta como si no hubiese
pasado nada…
-
Edward, tío Art sería el primero en ayudarnos a
hacer esto si hubiese estado aquí. – medió Alice con tranquilidad.
Pero
él estaba fuera de sus casillas, acelerado y agobiado por las responsabilidades
que se había auto impuesto y que no quería ceder a ningún otro. Miró a Bella
con expresión ensombrecida y la señaló con el dedo de manera acusadora.
-
¡Tú tienes la culpa de esto! Tú y tus condiciones
estúpidas para tener navidades “especiales” para todos…de seguro Arthur
seguiría vivo si no hubiésemos accedido a ninguna de esas necedades…
Ella
respingó cuando el dolor le asestó certero en el pecho. No solo le había herido
de que le acusaran de ser la responsable de la muerte de tío Art, a quién ella
estimaba muchísimo; sino que también le partía el alma ver la frialdad con que
Edward le decía aquellas cosas. Sentía por él más de lo que quería admitirse a
sí misma y al mundo; por eso sintió como un frío se apoderaba de su interior.
Un frío que dolía llevar…
-
Cuidado con lo que dices, Cullen.
-
¿Cuidado? Ya me tiene sin “cuidado” lo que tú
pienses. Solo has mandado y mandado durante este mes y medio. He cedido a tus
caprichos y tus deseos ¿y para qué? Para que cuando estamos de luto por un
amigo querido, ni siquiera te dignases a tener una actitud plausible y respetar
nuestro duelo.
-
¡Edward…!- Alice le habló en tono de advertencia
pero él parecía estar fuera de sus cabales.
-
¡No, ningún Edward! Ya estoy harto de todo esto de
la maldita navidad y sobretodo ya estoy harto de tener que lidiar con la falta
de tacto de todos ustedes. – clavó su gélida mirada en ella y habló entre
dientes con rabia.- Sé que para usted la “gran Isabella Swan”; dueña de un
imperio distribuidor de perfumes la vida es perfecta y hermosa, y el hecho de
que se muera un mendigo más no le importa en lo más mínimo, pero déjeme decirle
algo. Arthur tenía personas que le apreciábamos y a los que nos pesa su muerte,
no andamos con ánimos festivos. Me arrepiento de haber caído en su juego, es
más…me arrepiento de haber hecho todo esto. A lo mejor Arthur siguiera vivo de
no haber tenido que mudarnos.
Allí
estaba. Lo había repetido; así no era solo un impulso por el dolor. En serio
creía que ella tenía parte de culpa en la muerte de Art. Además de que pensaba
que era una mimada…no sabía ni la mitad de su historia y allí estaba él;
juzgándola; como si tuviera el derecho de hacerlo sin siquiera haberse tomado
la molestia de preguntarle como había sido su pasado…
No
iba a tolerar, ni siquiera aunque se estuviese muriendo por él. Nadie la
pisotearía jamás.
Así
pues, el dolor y la indignación la abofetearon y le ayudaron a ponerse en pie
con aparente frialdad, mientras que por dentro se estaba carcomiendo de pena.
Le
dirigió una mirada reprobatoria antes de musitar:
-
También hay muchas que yo lamento, señor Cullen.
Lamento haber tenido la ilusión de hacer para estas personas un lugar más
digno. Lamento haber querido ayudar a todos en este lugar, incluido usted.
Lamento haberme tomado la molestia de inmiscuirme en cada proyecto que se llevó
a cabo en este mes aquí. Pero por sobre todas las cosas lamento haber sido una
maldición en este centro y para usted, señor Cullen. No era esa mi intención.
De poder cambiar el curso de la historia, no me cruzaría en su camino jamás.
Que tenga una buena vida. Hasta luego, Alice.
Dicho
eso cruzó aquel umbral para no volver.
000000
-
¡Eres un bastardo maleducado! – le gritó Alice
furiosa. - ¿Cómo se te ocurre echarle la muerte de tío Arthur a Isabella?
¿Acaso estás demente? O es que estás tan ciego que no puedes ver a tu
alrededor? Todo lo que tenemos en este centro se lo debemos a ella y a la
dedicación y el apoyo que nos prestó. Pero entonces vienes tú y en un acceso de
ira vienes a escupirle improperios en la cara. Te juro que no te reconozco,
Edward Cullen. Que vergüenza.
-
No quería lastimarla. No sé que me pasó…- intentó
excusarse él.
Cuando
vio salir a Bella con el rostro constreñido la realidad le golpeó en la cara
diciéndole que se había comportado como un malagradecido…como mínimo. Así que
el sentimiento de culpa danzaba de un lado a otro de su oficina regodeándose en
el saber que había actuado equívocamente.
-
Yo si sé que te pasó. Y es que no superas tus
traumas, hermano. Sigues estigmatizado por lo que nos pasó de pequeños…
-
No quiero hablar de eso…
-
¡Pues te aguantas! No has podido ver que la vida
aunque fue dura con nosotros, nos ha tratado mejor de lo que se podía esperar.
Sí, es verdad que no somos millonarios y que tenemos que trabajar duro por lo
que queremos lograr, pero tenemos las capacidades de llevarlo a cabo. Pero
también está ese talento tuyo de encerrarte en una concha y no dejar que nada
te penetre como si la gente fuese hacerte daño con quererte. Eso sin contar con
que nunca te detienes, Edward. Vives por y para tu trabajo. Mírate, si sigues
por ese camino morirás solo y amargado. – de repente su tono tomó un tomo más
tierno. – No quiero eso para ti. Tú vales tu peso en diamantes, pero si
rechazas a las personas que se quieren acercar a ti solo porque les puede pasar
algo malo y tú saldrás lastimado; entonces no vivirás. Me das pena, hermano.
Pero tú no tienes una vida; sino un reloj indetenible que está protegido por
una gruesa mica para que nadie pueda tocar tu interior. No sabes cuanto lo
siento por ti.
Edward
bajó la cabeza con vergüenza al tiempo que escuchaba la puerta cerrarse.
000000
Las
cosas no habían salido como esperaba. Pensó Edward en la soledad de su
habitación, en el modesto apartamento que compartía con Alice en la ciudad de
New York. En una calle que estaba bastante cerca del Waldorf Astoria*. Eran más
de las tres de la madrugada y seguía dando vueltas y vueltas en su cama como si
fuese un bistec a la parrilla y con una sensación asfixiante en el pecho. Sabía
a que se debía, pero lo que desconocía era como hacer para remendar el daño
hecho. No podía a donde bella y borrar de su cerebro las horribles palabras que
había dicho.
El
dolor que llevaba por la muerte de Arthur aún lo corroía; pero si hubiese
podido echar el tiempo atrás no pronunciaría esas cosas tan horribles que dijo.
No las sentía, pero la lengua le ganó a la razón. Botó veneno como una cobra y
ya no pudo extraerlo.
A
los lejos escuchó un villancico, y aunque su primer instinto fue taparse los
oídos con la almohada, se resistió. ¿Quién demonios escuchaba villancicos en
plena madrugada? Tendría que ser un borracho ¿quién más si no?
Así
que se quedó mirando al techo mientras que la letra esperanzadora se le
escurría en los oídos y llegaba hasta el cerebro.
Y
de pronto, ¡se hizo la luz! El entendimiento se le abrió y supo que hacer de
golpe y porrazo.
No
era que su opinión en cuanto a la navidad hubiese cambiado, pero ¿no era la
navidad tiempo de “perdón y esperanza”? pues bien. Él apelaría al espíritu
navideño de bella para aspirar a su perdón.
Ojalá
funcionase…
00000
Era
el día de la reinauguración de More than a Hope. Los ancianos, adultos y niños
estaban por doquier; unos amodorrados en los cómodos sofás y otros correteando
por todos los lugares que podían hacer. El asilo era un completo hervidero de
gente. Entre los beneficiados, los trabajadores y hasta la prensa estaban allí.
Alice iba de un lado a otro atendiendo varias cosas, al igual que él; solo que
además de atender a todos los presentes Edward no podía dejar de mirar a la
puerta.
Isabella
no había llegado a la reinauguración y con cada media hora que pasaba el
corazón se le estrujaba al reconocer que cabía la posibilidad de que ella no se
presentase. Que la hubiese ofendido tanto que no quisiese volver a verlo jamás.
Su
hermana cada vez que pasaba a su lado le elogiaba su vestuario, le infundía
ánimos, besaba su mejilla y seguía con sus deberes. Era como una máquina de
energía; no parecía cansarse.
A
él su manera de vestir no le parecía nada del otro mundo. Tenía puesto un traje
formal de ningún diseñador de alta costura pero que de igual forma era elegante
y de buena calidad, no podía permitirse más. El color era gris plomo y lo
llevaba con una camisa azul medianoche. Sin corbata. Eso no se lo pondría ni
porque lo amenazaran con matarlo. Así que había dejado ese condenado retazo de
tela sobre su cama. Algún uso le daría cualquier día menos ese, en el que se
sentía asfixiado y azorado.
Miraba
el reloj una y otra vez, y otra, y otra y otra. La tarde pasó y la noche llegó.
La reinauguración se acabó y al final de la jornada Bella nunca apareció.
A las diez de la noche Edward estaba
desmoralizado mientras yacía sentado en un sofá frente a la renovada y hermosa
chimenea. Apretaba una taza de lo que había sido un chocolate caliente. Ahora
estaba frío; sabroso; pero aún así frío.
Una mano le estrechó el hombro con
suavidad y el pecho se le estremeció con esperanza…
-
Vamos
a casa, Edward. – le dijo Alice; mandando su gozo a un pozo.
Suspiró con pesar y se removió en el
sofá para ponerse en pie. Pero en cuanto vio su rostro lamentó haberlo hecho.
Sus ojos denotaban una gran pena por
él, habían pasado muchos años desde que alguien lo veía con esa emoción a la
cara y era desde la muerte de sus padres. No podía soportarla…simplemente no
podía lidiar con sus demonios pasados en ese momento. No se sentía capaz de
soportar dos derrotas a la vez…
Miró hacia otro lado y siguió
caminando de largo hasta la puerta. El frío invernal le golpeó la cara pero no
más del que le había dado en el pecho; y no es como si no se lo mereciera; pero
el pensamiento de eso no le reconfortaba en lo más mínimo. Por el contrario,
solo hacía que su remordimiento de conciencia se hiciera más y más grande.
Caminó sin demasiada prisa hasta su
modesto Honda Civic EG del noventa y dos. Apretó el botón de desbloqueo de la
alarma y después de los dos Pip – pip abrió la puerta y entró. Alice le siguió
de cerca.
Manejó en sumo silencio hasta que
ella abrió la boca.
-
Creo
que deberías hablar con ella.
-
Bella
no quiere verme, Alice. ¿Por qué si no crees que no quiso venir a algo en lo
que estuvo tan involucrada?
-
Porque
estaba herida. – a veces los comentarios de una hermana que era demasiado
franca no era lo que querías escuchar. Y definitivamente ese era uno de esos
momentos.
-
No
estás ayudando, Alice. – maniobró con el volante para agarrar unas curvas.
Más silencio…
-
¿Por
qué no la buscas?
-
Porque
sé que no me querrá ver.
-
Eso no
lo sabes.
-
No sé
tú pero cuando te dicen que si pudiesen borrar al tiempo y no haberte conocido,
yo pensaría que no quieres ver a esa persona nunca jamás en la vida.
-
¿Y tú
te vas a rendir?
Él entornó los ojos y siguió
manejando sin contestarle.
-
Edward,
¿te vas a rendir? – insistió.
-
Ni
siquiera sé en donde vive.
-
Yo si.
– dijo muy pagada de sí misma.- En el John Street. Está situado a un bloque hacia el oeste de South
Street Seaport. Son unos lofts que tienen una fachada de color gris como si
fuese una obra limpia y un magnífico lobby.
Dile al portero que vas a visitar a la señorita Swan en el piso trece.
Edward la miró con perplejidad.
-
¿Cómo demonios sabes
todo eso?
Se encogió de hombros y se apretujó entre su
abrigo de color crema a juego con el vestido de coctel que llevaba debajo.
Sonrió con satisfacción.
-
Yo
hablaba con ella ¿sabes? Además, ella me habló de ese lugar y prometió llevarme
al gimnasio que tienen allí además del billar. E incluso dijo que podría
cuadrar una tarde de comedias románticas allí. Ojalá que el plan siga en pie. –
dijo con tribulación.
Edward comenzó a manejar
frenéticamente casi sin darse cuenta. De pronto le urgía llegar a su casa.
-
¿Vas a
ir? – preguntó ella con un toque de infantil emoción en la voz.
-
Me lo
pensaré.
-
Yo
creo que ya has tomado una decisión. – muy autosatisfecha se amodorró en el
asiento de copiloto y se quedó tranquila hasta que llegaron a su apartamento.
000000
-
Señorita
Bella, la cena está lista ¿quiere que le sirva de una vez?- preguntó Jessica,
la chica de servicio desde el otro lado de la puerta.
Bella iba saliendo de darse una
rápida ducha habitual y estaba enrollada en un albornoz delicado en tono
blanco. Se estaba secando el cabello mientras que se acercó a la puerta pero no
la abrió.
-
No,
Jess. Déjala en la nevera. Si me provoca como más tarde. – aunque personalmente
no creía que recuperase el apetito.
Es más…no creía que recuperase las
ganas de sonreír siquiera en algún tiempo.
Ese día debía haber sido uno de
felicidad suprema tanto para ella como para la gente que tan duro había
trabajado en aquella remodelación de la vieja casona de More than a Hope. Bueno, suponía que había sido la mitad de
miserable que podía haber resultado; había hablado temprano con Alice y esta le
había contado como estaban saliendo las cosas. Sabía que iban a ser muchas las
personas que estarían presentes y ella se lo confirmó. La prensa se había apersonado
por allá y les dijo que la ausencia de
ella se había debido a un severo resfriado que había pescado en los últimos
días de la obra. Aún así, le insistió para que se presentara. Ella se negó como
ochocientas veces hasta que finalmente lo aceptó. Pero lo que más le pesó fue
cuando usó la carta de Edward. Que si esperaba verla, que estaba arrepentido,
etc. Al final se dio por vencida y solo le recordó que tenían una salida
pendiente y estuvieron hablando de diversas cosas. Luego de darle su dirección
acordó llamarla para verse algún fin de semana.
Había
conectado casi de inmediato con ella; era divertida y enérgica. No parecía
cansarse jamás, y eso le venía bien teniendo a Edward por jefe.
Yyyyyyyyyyyyy
hablando de Edward…la tristeza y decepción se apoderó de ella. Había pasado por
cosas hirientes, pero ver en su mirada ese reproche sin bases fue la gota que
derramó el vaso. Su padre no tenía poco más de un año de muerto y cuando ya
creía haber cerrado la herida vino él y había metido el dedo en la llaga.
La
puerta sonó de nuevo…
Bella
abrió la puerta de su habitación y se quedó de piedra. Edward estaba allí
vestido con un traje gris y una hermosa camisa azul medianoche que destacaba
esos orbes azul grisáceos, la cual llevaba por fuera y estaba arrugada a la
altura de la cintura en donde; presumía ella; le apretaba el pantalón. La
expresión de su rostro encarnaba a la cautela y a la incertidumbre. Así que
cuando se le pasó el shock se atrevió a preguntarle:
-
¿Qué estás haciendo aquí, Edward?
-
La señorita de servicio me abrió y le dije que
necesitaba hablar contigo. Luego le insistí en que me urgía ponerte al tanto de
una situación que se había presentado en la empresa. Así que me dijo a cual
puerta tocar y pues…heme aquí. – dijo señalándose miserablemente el pecho. Se
le veía triste…
Dejó la toalla tirada en el sillón más cercano y le dio la espalda
mientras se dirigía a la cómoda y comenzaba a cepillarse el cabello. Vio a
Edward cerrar incómodamente la puerta y recostarse en ella.
-
¿Qué es lo urgente que te trae por aquí? – preguntó
impertérrita.
-
Puessss…
Enarcó
una ceja y se volvió hacia él con los brazos cruzados.
-
¿Pueeeees? – lo remedó.
-
Quería pedirte disculpas, Bella.
-
Ahhhhh. ¿te diste cuenta por fin de que no fui yo
quien mató a tío Art?
-
Bella, yo…
-
¿No, Edward! Tu nada! Ni siquiera me dejaste hablar
en tu oficina. Me acusaste de cosas absurdas e injustas. Me hiciste sentir como
una miserable y ahora crees que voy a tomarme a la ligera tu actitud. ¿Te
cuento por el porqué de mi afición a la navidad? Pues es como una especie de
tributo que le rindo a mi padre que murió hace un año de cáncer en la próstata.
Era lo único que tenía en la vida, puesto que mi madre se largó con un exitoso
hombre de negocios cuando yo tenía cinco años y DIPASWAN estaba casi en
quiebra. A Charlie, mi padre, solían encantarle todos estos días y era cuando
más trataba de estar a mi lado y no salir de viaje. Y si lo hacía, me llevaba
con él. Siempre fue el mejor de los padres, y aunque estuvimos en situaciones
críticas económicamente hablando; nunca se negó a compartir lo que teníamos con
los necesitados. Por eso la empresa donaba esa cantidad siempre al Departamento
de Desarrollo y Bienestar Social. Cuando murió; hace ya catorce meses; pensé
que debía continuar con lo que había hecho, pero mejorar aún más su legado. Por
eso se me ocurrió eso de la remodelación, no para agrandar mi orgullo como
empresaria, sino para honrar a mi padre. – la voz se le comenzó a agrietar. –
Lamento profundamente que en mi intento por hacer las cosas mejor, tío Art haya
fallecido. Pero no tengo culpa en eso…juro que no tengo la culpa.
Su
mirada se había clavado en sus pies repentinamente y las lágrimas brotaban de
sus mejillas, y fue entonces cuando sintió los brazos de Edward envolviéndola
en un abrazo consolador. Acariciaba su espalda hacia arriba y hacia abajo.
-
Lamento haber sido tan idiota.
Bella
se sorbió la nariz.
-
Debería odiarte. – musitó en voz baja y lastimera. –
Debería despreciarte y mandarte a sacar con el personal de servicio y el de
seguridad.
-
Si, bueno…
-
Debería correrte de mi casa y decirte que no quiero
ver tu cara más nunca en lo que me resta de vida.
Edward
le apretó entre sus brazos mientras ella luchaba débilmente para escapar de su
agarre.
-
Te agradecería que no lo hicieras.- respondió contra
su pelo. – No es que no lo merezca, pero no me hace sentir muy a gusto esa
idea.
La
separó solo lo justo para verla a la cara y decirle con seriedad:
-
Lamento haberte herido como lo hice, Bella. Pero tu
presencia trastocó mi vida sin darme cuenta, hasta hace unos días cuando
saliste de mi oficina y me di cuenta de que quizás no quisieras verme nunca
más.
Ella
tragó grueso. Y muy contrario a sus planes de mantenerse firme, la esperanza
comenzó a abrirse paso a codazo limpio.
-
¿Qué pasaría si no me hubieses visto nunca más,
Edward?
Él
sacudió la cabeza de lado a lado con pesar.
-
Llevo muchos vacíos en mí, Isabella. Más de los que
me gustaría reconocer, más no te estoy pidiendo lástima o compasión. Solo
intento explicarte, que aunque sea demasiado pronto; siento como si el vacío
que creaste cuando te fuiste sea el peor de todos. Como si te hubieses vuelto,
el más importante de mis tesoros y hubieses desaparecido. – pegó su frente a la
de ella mientras respiraba con dificultad y cerraba los ojos con fuerza. – No
me dejes hueco, Bella. No me dejes seguir viviendo como si necesitase correr
para no notar la ausencia de cosas importantes. Por una vez en la vida necesito
detener el tiempo y sentir que valgo algo para alguien. Ayúdame, por favor.
Detén el tiempo conmigo.
Bella
lo estrechó entre sus brazos con fuerza y a falta de una respuesta que fuera la
mitad de hermosa que se merecía esa propuesta; se atrevió a besarlo. Con
ternura; aunque sin delicadezas. La lengua de él penetró en su boca y ella dejó
que entrara a sus anchas y explorara cuanto quisiera, pues ella también se
estaba dando aquel gusto en la suya. ¡Y vaya gusto que se estaba dando! Edward
no sabía dulce y casto, o a miel y a primaveras; como te lo pintan en las
novelas románticas. Edward sabía a hombre necesitado de afecto y a pasión
masculina. Lo primero la enternecía profundamente, y lo segundo hacía que en
sus venas reverberara un deseo arrollador.
Después
de un momento, se separaron jadeando pero con una sonrisa en los labios.
-
¿Eso es un si? – le interrogó él.
Ella
rió por lo bajo, aunque de manera un tanto descarada.
-
Creo que es más que eso. Es más del tipo “tú también
significas mucho para mí” o “me gustas demasiado para negarme”.
La
sonrisa de Edward se volvió traviesa, sexy y torcida.
-
¿Ah si? Pues tú también me gustas demasiado,
Isabella Swan. Más de lo que quería aceptarme a mí mismo; pero menos que a un
acosador.
Ambos
estallaron en carcajadas.
-
Jumm, interesante juego de palabras. – Bella le
guiñó un ojo antes de darle un beso corto y volver a alejarse su rostro del de
él.- Me alegra no tener que preocuparme por acosadores. Estoy un poco escasa de
guardaespaldas.
-
Hey, pero te advierto que no será por mucho tiempo.
Dentro de unos días ya no querré que veas a nadie más que a mí y me pondré muy
peligroso. Así que no cantes victoria. – fingió estar pensando y luego añadió.
– Es más, ya estoy en esa fase…comienza a temblar.
Bella
rió satisfecha y lo abrazó con fuerza contra ella; al momento sus pelvis
entraron en contacto y una chispa saltó, como si se hiciera una ignición en
medio de un pasto seco. El fuego comenzó y era muy difícil detenerlo ahora.
En
esta ocasión fue Edward quién estrelló sus labios contra Bella con una rudeza
exquisita, invadiendo todo su interior de manera descarada y posesiva.
Nuevamente, ella le dejó hacer.
Y
las manos que en un principio solían aferrarse a las caderas y espaldas de
ambos comenzaron a tantear zonas que no se habían aventurado a explorar antes.
Lugares en donde un simple contacto bastaba para hacer brotar gemidos y jadeos.
Edward
rompió el contacto con una expresión que decía “me cuesta un demonio
alejarme…”. Estaba jadeando; como ella.
-
Dime que quieres que pare y lo haré. Pero dímelo,
Bella; porque no me creo capaz de hacerlo más adelante. Deseo y necesito esto
desde lo que me parece una eternidad. – ella esbozó una sonrisa llena de
promesas eróticas contra sus comisuras.
-
Toma lo que necesitas, Edward. Al fin y al cabo…los
dos deseamos lo mismo.
Entonces
ya no hubo vuelta atrás. La fuerza de él la encaminó hasta su amplia cama de
sábanas de algodón egipcio en color plateado. El colchón anatómico se amoldó a
su cuerpo. Edward le dejó allí tendida mientras se deshacía de la camisa y el
pantalón con una rapidez sorprendente. De no haber estado tan excitada, se
habría echado a reír de seguro. Se deshizo de sus calcetines y pateó su ropa
lejos, momento que ella usó para recrearse la vista en los masculinos boxers
grises que se aferraban a sus caderas y que no lograban esconder una erección
latiente.
Oh,
eso iba a ser tan divino…
Cuando
Edward se cernió sobre ella, sintió su peso pero no le molestó en lo absoluto,
de hecho comenzó a maniobrar para quitarle el boxer.
-
Esto…fuera.- ordenó y le pareció que eso le había
causado gracia a él.
-
Sus deseos son órdenes, Madame. – lo boxers se
fueron y una erección más gruesa que larga, pero aún así perfecta, se restregó
contra ella una y otra vez volviéndola loca de deseo.
Ella
no tenía nada más debajo del albornoz, y él pareció darse cuenta de eso puesto
que se le había abierto los lados de la bata.
-
¡Oh, dios santo, estás tan húmeda! – gimió.
Ella
se arqueó y él siguió acariciándola de aquella forma hasta que ambos se
retorcieron al borde de la locura y la lujuria.
Edward
comenzó a tantear su entrada, agarró su miembro y lo posicionó antes de
comenzar a hundir la cabeza roma.
Primero
un poco…
Un
poco más…
Y
así, con una delicadeza absoluta la distendió y entro en ella hasta la
empuñadura.
Ella
gimió, él gruñó. Ambos estaban al fin físicamente conectados.
Edward
balanceó las caderas hacia delante con deliciosa lentitud y arremetió con
profundidad.
-
¡Oh! – Isabella se agarró del cabecero de la cama y
mentalmente dio las gracias de que este fuera de metal en vez de madera porque
le hubiese dejado unas marcas delatoras. Aunque no le podía importar menos en
aquel momento.
-
¿Así? – le preguntó él mientras se hundía de nuevo.
Ella
negó con la cabeza y bajó sus manos a su trasero para apretárselo.
-
Más. Con más fuerza. – el aumentó el ritmo de sus
embestidas y ella se arqueó cual gata satisfecha. – Oh, sí. Así…
Las
acometidas se hicieron más y más rápidas. Más certeras y necesitadas, para así
comenzar a darle paso a una tormenta de placer que se iba tejiendo en las
entrañas de ambos.
Edward
recargó la cabeza en su hombro y ella apretó su cintura con fuerza. Finalmente
Bella lanzó un gritito extraño mezclado con un gemido y hasta un jadeo a la
vez. Edward se limitó a gruñir, abandonándose al lado divino de la pasión
dejando que su simiente bañara el interior de ella en el proceso.
Cuando
Bella bajó del paraíso extático del “cielorgasmo” no pudo evitar pensar que
había conseguido lo que quería. Alguien con quien compartir sus días, que no
fuesen sus compañeros de trabajo. Alguien que la hiciese sentir deseada y
plena. Que le hiciera sentir pasión por algo más que su empresa…
Sí,
definitivamente Edward no era perfecto, ni mucho menos. Pero justo lo que
quería.
000000
Pasado
el letargo postcoital, ambos durmieron un buen rato. Pero un sonido extraño los
sacó del sueño superficial que estaba teniendo en ese momento. se volteó hacia
su izquierda en donde Bella se estaba tratando de deshacer de su abrazo.
La
miró antes de reírse un tanto burlón.
-
¿Ese fue tu estómago?
Ella
asintió con timidez y una sonrisa en los labios. El delicioso rosa que teñía
sus mejillas cuando se avergonzaba se hizo presente dándole hacer un respingo
en su zona sur. Era tan deseable…
-
Es que no he cenado ¿Quieres algo?
-
A ti, de nuevo. Algo me dice que estoy listo para
escuchar otra ronda de tus gemidos.
El
rosa se convirtió en un rosa granate pero en sus ojos brilló la chispa del
deseo. Lamentablemente el gremling* que aquella mujer llevaba en el estómago
gruñó de nuevo.
-
Anda, ve a la cocina. Te alcanzo en un segundo.- le
dijo él.
Ella
salió de la habitación luego de ponerse el albornoz, y él lo hizo después de
haberse colado en las caderas la toalla que ella había dejado tirada en una
silla cuando él había llegado a su puerta.
Cuando
llegó a la opulenta cocina que tenía dos hermosas ventanas que mostraban una
vista impresionante de Manhattan, la encontró metiendo un gran plato de comida
al horno microondas.
Un
aroma a pavo especiado y puré de papas con mantequilla impregnó el aire. Su
propio gremling comenzó a gruñir.
-
¿Me convidarás un poco? – dijo él mientras la
abrazaba por detrás. Ella le estrechó las manos desde adelante y se recostó en
su pecho mientras miraban el platón dar vueltas con el refractario.
-
Sí, no pensarás que me voy a comer todo eso sola.
-
¿Por qué no cenaste? – preguntó él con un súbito
interés. - ¿Acaso te arruiné hasta el apetito?
Ella
asintió, pero giró su rostro y le dio un tierno beso en los labios los cuales
aún tenía rosados e hinchados. Se veía preciosa así.
-
Sí, no debería alimentarte en castigo. – bromeó.
-
Si…si. Pero si no me alimentas no tendré fuerzas
para volver a estar contigo, y creo que no te gustaría tenerme desmayado en tu
cama. No te serviría de nada.
Escuchó
su risa melódica y disfrutó de ella.
-
Bueno…si las cosas son así; mejor te alimento.
Comieron.
Bebieron un poco de Coca – Cola y mientras lavaban los trastes disfrutaron de
un glorioso y frío amanecer.
Edward
no sabía si era una premonición de su recién empezada relación con Isabella,
pero esperaba que los suyo fuese así como aquella madrugada. Llena de
espontaneidad y belleza. Estaba más que harto de sufrir.
Acordaron
estar unas horas más en la habitación, y cuando por fin el maldito reloj
despertador repiqueteó a las ocho de la mañana, se pusieron en pie, tomaron una
ducha que terminó siendo más larga y caliente; más no precisamente por la
temperatura del agua; de lo que él esperaba, se vistieron y se encaminaron al
asilo.
El
lugar estaba relativamente en calma, así que Edward consiguió un poco de
chocolate que había quedado de la noche anterior, lo vertió en dos tazas y se
encaminó a la sala de estar en donde Bella ya había encendido el fuego en la
chimenea. Se sentaron y hablaron de muchas cosas.
-
¿Entones ya no te molesta la navidad? – preguntó
Bella curiosa. - ¿Ya no crees que es solo un tiempo de desmedido consumismo?
Edward
titubeó antes de hablar.
-
La verdad es que no la quiero mucho que digamos
todavía, pero ella me llevó hasta ti, así que…supongo que eso es mejor de lo
que podía haber pensado de ella jamás. Además espero que estés mucho tiempo
conmigo para que intentes hacerme cambiar de opinión.
Ella
le sonrió con descaro.
-
Oh, cuenta con ello. – y tomo un sorbo de chocolate
humeante.
Poco
a poco los niños se fueron despertando y se acercaron al árbol de navidad, en
donde había paquetes para cada uno de los pequeños del lugar. Los regalos de
los adultos los tenían en una oficina aparte.
Y
después de compartir con casi todos en aquel gran salón decidieron irse a la
oficina de él.
En
su escritorio había un paquete rectangular pequeño envuelto en un elegante
papel plateado con un precioso moño azul cobalto. Le parecía haberlo visto
antes.
Bella
se adelantó y lo tomó entre sus manos y luego sonrió con ternura mientras veía
el paquete.
-
Alice es más eficiente de lo que pensaba. – le
tendió el regalo a él con una emoción rayana en lo infantil en sus ojos
chocolates. Él no pudo resistirse a acercarse a ella. – Es para ti, de mi
parte.
Caminó
hasta su altura y le besó en los labios y la abrazó con fuerza. Saber que
aunque había estado molesta con él le había tenido en cuenta para un detalle
tan dulce le derritió por dentro.
Definitivamente
Isabella había demostrado que era cualquier cosa menos remilgada, sobre todo
con aquella puesta en escena a lo Ty
Pennington* en Extreme Makecover Home
Edition*, y con la actitud que había demostrado tener en todas las
situaciones a las que había hecho frente. Era una mujer valiosa, no por su
dinero y su poder sino por como enfrentaba la vida. El destino había hecho bien
al cruzarla en su camino.
Rompió
el papel y encontró una caja anaranjada que decía Happy. Abrió la caja sacó el
frasco, abrió la tapa e inhaló. Diossss…aquella mujer sabía hasta elegir un
buen perfume.
-
Es delicioso, Bella. Gracias. No solo por el
perfume, sino por todo lo que has hecho. Te debo más de lo que podré pagarte
alguna vez. – dijo con profundidad.
Ella
caminó tambaleando sus caderas con sensualidad y le abrazó. Aplicó un poco de
la fragancia en su cuello e inhaló. Un escalofrío recorrió su cuerpo y su pene
le informó que necesitaba salir a dar un paseo.
-
Con que te quedes conmigo y uses esa fragancia con
regularidad me doy por satisfecha. – dicho eso le besó apasionadamente; pero
antes de que las cosas se salieran de su control él la alejó de su cuerpo.
-
Yo también tengo algo que darte.- dio la vuelta a su
escritorio, sacó una cajita gamuzada en color negro y se la dio. – Te lo
advierto, no es fino, pues no lo compré en Tiffany´s* ni nada por el estilo.
Solo lo vi en una sencilla joyería y pensé que era perfecto para que lo usaras
tú y solo tú.
Bella
abrió la caja con sumo interés y allí encontró una cadena dorada con un dije de
un reloj de arena. Sus ojos se le llenaron de lágrimas mientras lo estrechaba
entre las manos. Él se lo quitó y le dio la vuelta para colocárselo.
Cuando
estuvo abrochado y guindando perfectamente en su delgado cuello, musitó en su
oído, pegado a su espalda:
-
Solo tú, Isabella Swan, detienes el tiempo para mí.
Haces que pare para que pueda ser las cosas a mi alrededor y ser una mejor
persona. No sé cuanto vaya a durar lo nuestro, si para toda la vida o solo unos
meses; pero lo que si sé es que no quiero que mis momentos contigo pasen tan
rápido que ni pueda verlos. Quiero congelarlos mientras esté a tu lado, dejando
mi marca en tu vida. Así como tú has marcado la mía. Te quiero.
Bella
se giró de frente y le acunó la cara entre las manos. Sus mejillas estaban
bañadas de lágrimas pero su voz no titubeó cuando prometió:
-
Voy a estar cada día que quieras a tu lado; sobre
todo cuando necesites de alguien que te haga ir más lento para ser conciente
del amor y la admiración que te rodean. – se aferró a su dije con fuerza
mientras habló.- No importa que no seas de dinero. Ni siquiera importa cuán
poderoso seas, solo importa lo grande que eres cuando lo único que quieres es
lo mejor para los demás muy por encima de todos. Incluso de ti mismo. Yo
también te quiero, Edward Cullen.
Y
en esa oficina renovada pero aún sencilla, ambos se amaron sin tabúes y sin
reservas. No eran solo dos cuerpos buscando un desahogo natural, sino dos almas
hambrientas de amor que se necesitaban la una a la otra para poder afrontar las
dificultades que se les viniesen encima.
Yyyyyyy
además de todo eso…aplicaron muy a rajatabla eso de que navidad era tiempo de
amor…Muuuucho amor.
Glosario de términos:
*Grinch: Criatura de cuentos navideños que odia la navidad.
*Jingle Bells: Villancico navideño.
*Escalade: El Cadillac Escalade es un automóvil todoterreno del segmento
F, producido por el fabricante estadounidense Cadillac.
*Men´s Health: Revista de bienestar masculino.
*GAP:
Cadena de tiendas departamentales.
*Happy de
Clinique: perfume cítrico para caballeros elabora por la casa de productos
cosméticos Clinique.
*Perry Ellis:
fue un diseñador estadounidense, quien creó una
tienda de ropa casual a mediados de los '70. Ha extendido su emporio a
la rama de los perfumes.
*Donna Karan: es una diseñadora de moda estadounidense. Creció en Long
Island con su padrastro que era un sastre y su madre que era una modelo.
*Agatha Ruiz
de la Prada :
Diseñadora de modas de un amplio espectro de productos relacionado a su
ecléctico estilo.
*Tiffany´s:Tiffany & Co. (NYSE: TIF) es una empresa estadounidense de joyería y orfebrería fundada por Charles Lewis Tiffany y Teddy Young en la Ciudad de Nueva York en 1837 como "stationery and
fancy goods emporium."
*Ty Pennington: Conductor del Programa Extreme Makecover – Home
Edition.
*Extreme Makecover – Home Edition: Programa televisivo en donde le proporcionan
hogares más dignos a personas necesitadas o que han brindado un servicio
invaluable a la sociedad.
*Gremlin: es una comedia
de terror película dirigida por Joe
Dante , publicado por Warner
Bros. La película trata sobre un joven
que recibe una extraña criatura llamada Mogwai, como una mascota, que a su vez
genera otras criaturas que se transforman en pequeñas destructiva, , monstruos
malvados.
00000000000000000000000000000
Bueno..bueno..bueno…Seh seh…ya sé que no es la gran
coooooooosa como para haberme tardado tanto como lo hice pero de verdad estuve súper
ocupada en este diciembre. PERDÓOOOOOOOOOOON. Aún así, pueden estar seguras de
que no las olvidé así que FELIZ NAVIDAD RECONTRAMEGAATRASADA DE NUEVO!!!!!! No
les diré feliz año porque me choca decir eso, para mí esa es una fecha
deprimente así que solo les deseo un próspero año 2012 .
Espero de corazón que este año sea para todas
ustedes un tiempo lleno de satisfacciones y alegrías, así como de aprendizajes
y crecimiento.
No les puedo mandar un regalito a cada una por
apoyarme tanto (e inmerecidamente) pero si les dejo esta historia, que no es la
mejor de todas, pero si una cargada de cariño para todas ustedes. Un relato con
el que intento infundirles esperanzas.
Se les quiere, chicas…no mucho…SINO DEMASIADO!
Atte. Marie K. Matthew
OMGGGGG...DEBO DECIR...GRACIAS...NECESITABA..ESCUCHAME....NE-CE-SI-TA-BA...LEER ALGO QUE SALIERA DE TU RETORCIDA CABEZA JAJAJAJA....ME ENCANTO MUCHO EL ONE SHOT AMI LLORE UN POCO SÍ :( NO ME ESPERABA QUE ESE CONDENADO VIEJITO SE MUERIERA :( A PESAR DE ESO LO AME....LA ESCENA DE LEMMON "COMO SIEMPRE" TE SALIO MARIVILLOSAMENTE ESPECTACULAR ¬¬ TANTO QUE DEBES REVISAR UNOS TWEETS QUE TE ENVIE...:DDD GRACIAS POR EL REGALITO AUNQUE YA SABES...SIEMPRE PUEDES SUPLANTAR EL NOMBRE DE BELLA POR EL MIO Y ME HARÍAS LA MAS FELIZ DEL PLANETA JAJAJAJA....
ResponderEliminarPD: VE LOS MENTIONS EN TU TWITTER...
PD2: NO OLVIDES...COLOR ROJO...
PD3: TE LOVEOOOOOOOOOOOOOOOOO ESPERO QUE ESTE AÑO ESTE LLENO DE MUCHA FELICIDAD SALUD Y AMOR PARA TI :DD
si que me diste una buena navidad con estos dos ah! Navidad es tiempo de amoooooooooor mucho amor!!cuesto un poco admitir que si he llorado con la historia triste de Ed y también su enojo con Bells pero ha valido la pena! Ed de Grinch es grandioso (grande y odioso) pero te ha quedado fantastico! C: gracias por compartinos tu Os ha sido Conmovedor!!
ResponderEliminarBsosC:
Ale!!
Que buen regalo atrasado, un increíble one shot,tierno, sexy, entretenido. En fin me alegraste el día, que digo el día, la semana, que digo la semana,el mes, gracias, gracias,gracias......!
ResponderEliminarHola ¿como estás? Es la primera cosa tuya que leo puesto que los demás fics tendrán que esperar a que pase este alocado tiempo navideño y pueda tener mas tiempo.
ResponderEliminarPero debo decirte que me ha encantado y concuerdo totalmente en la opinión que da Edward sobre la Navidad y el consumismo desmesurado así como en los sentimientos de hipocresía que se hacen muy notorios en esta época. Tiene razón cuando dice que te pasas once meses siendo un capullo por decirlo de una manera resumida y llega diciembre y de pronto aparentas ser la mejor persona del mundo y querer mucho a aquellos a los que lelas once meses criticando.
Por otro lado entiendo la postura de Bella y el homenaje a su padre es la parte tierna del OS.
Espero que a estos dos les vaya bien y que su relación no dure solo unos meses, sino toda una vida,. Bella le ha devuelto a Edward lo que perdido aquella noche en un accidente y Edward le ha dado ese cariño del que carecía tras la muerte de su adre. Los dos se complementan
Un beso, me ha encantado.
Gracias cariño por el regalo me encanto aunque e contestado tarde pero es mejor tarde que nunca no....Besos nena y gracias otra vez ,no cambies....Besos...
ResponderEliminarGracias, Gracias, Gracias por regalar este OS fue adorable, pasional y triste!! lloré cuando murio el tío Arthur y aunque a veces la navidad la siento como Edward estas historias de verdadero amor y paz navideño me llegan al alma. Las historias que hay detrás de ese amor es lo que hacen que sea un fic fantástico. Besos, feliz navidad y año nuevo.
ResponderEliminarChica este one shoot te quedo folmidable. De verdad la historia estuvo super desde el comienzo hasta el final, me fasino. Llore muchisimo con la Muerte del viejito, de verdad no me lo esperaba, ya que él era la alegria del lugar. Porque con sus forma de ser se gano a todos!!!! Por otro lado, me encantó las escenas de Edward y Bella te quedaron fasinante, tienes un talento extraordinario. De verdad tienes un don grandioso en las letras. Espero hayas pasado una hermosa Navidad y un comienzo de año excelente. Te deseo mucha salud, feliciad y prosperidad. Saludos!!!!
ResponderEliminar