miércoles, 4 de enero de 2012

ONESHOT NAVIDEÑO




Detén el tiempo”

-    ¡No me da la gana de entenderlo! – gritó Edward a Alice, su asistente personal. – No me interesa cuanto me repitan esas payasadas, no gastaré ni un dólar en adornos navideños. Creo que la situación actual del asilo está bastante crítica como para que vengamos nosotros a ponernos a despilfarrar el dinero en muérdagos y bambalinas. ¡Por favor, Alice! No parecen cosas tuyas, te creí más inteligente.
La pequeña damita encantadora de rasgos aniñados y cabellos negros rebeldes que apuntaban en varias direcciones entornó los ojos ante las muy predecibles palabras de su jefe.
-          Mira, Edward…tu anual actitud de Grinch* nos causa jaquecas a todos los que laboramos contigo en estas fechas. Trata de ser un poco menos egoísta y de pensar en alguien que no sea en ti mismo. No te gustan las fiestas, muy bien; pues no participes. Pero no les frustres las ilusiones a las demás personas normales que compartimos contigo el día a día.

Entrecerró sus ojos y tensó los labios en una línea fina ante las despreocupadas palabras de su asistente…y para mayor pesadilla, hermana.
Y sí que eran despreocupadas… Desde el año 2.005 hasta hacía unos cuatro meses el antiguo director del Departamento de Desarrollo y Bienestar Social que se desempeñaba; el mismo cargo que ahora él ejercía; se había dado a la tarea de realizar fabulosas jornadas para la recolección de dinero para poder proporcionar una mejor vida a las personas desamparadas o indigentes; como suelen llamar las personas a los mendigos para que les pesase menos en las conciencias cuando tuviesen que mirarlos de lejos con lástima; a su forma de ver. Y hasta hacía poco él había logrado mejorar la vida de alguien en particular.
La de él mismo.
Con un ingreso anual de más de cinco millones de dólares desde la fecha de su nombramiento, Mike Newton se había embolsillado un aproximado de más de treinta millones. Logró salirse con la suya tranquilamente, mientras que la administración pública le temía a su fama de ogro sin compasión y nadie tuvo las suficientes pelotas y ser capaz de enfrentarle y colocarle en el sitio que le merecía; el cual era debidamente tras las rejas. Pero no….en la vida real los malos que son millonarios no van a cárcel. Logran echar polvos mágicos a sus pies, hacer ¡poof! y desaparecerse. Dejando una cantidad de más veinte albergues y un asilo municipal sin recursos económicos, en los cuales más de tres mil quinientas personas se morían de hambre y frío mientras que el resto del mundo andaba cantando Jingle bells por las calles y comprando como si fuese el fin del mundo en cuarenta y cinco días.
-          ¿Sabes una cosa, Alice? Cuando me des un buen motivo por el cual me digas que debo gastar más de dos mil dólares en adornos para los albergues y el asilo, en vez de hacerlo en medicinas y comida; puede ser que me coloque en tu lugar y le dé la bienvenida al mes en donde el consumismo se dispara abismalmente así como los índices inflacionarios. – Edward se sintió muy pagado de sí mismo al decir esas palabras.

Se sentía prácticamente el ganador de ese altercado al haber usado algo de su recalcitrante arsenal sarcástico. Sin embargo, ella pacíficamente lo miró a los ojos y le sonrió con dulzura.
- ¿Sabes una cosa, hermanito? Si esa preocupación que tienes por los demás lo encausaras con más ternura, de seguro todo el mundo estuviese a tus pies. Es verdad que hasta ahora has conseguido mucho y te respetan por ser alguien exigente y honesto en cualquier trabajo o puesto que se te asigne. Pero solo los más allegados a ti, podemos ver ese lado vulnerable tuyo, y sinceramente esperamos que nos dejases acercarnos más a ti. Porque nadie puede ser feliz estando tan solo y siendo tan ácido y visceral, como lo eres ahora. – dicho eso le colocó en su mano una carpeta de manila. – Ahí tienes el motivo por el cual te dije que gastáramos en adornos navideños. Ahora me voy, debo terminar de cuadrar tu agenda y las cuentas que se le presentarán al auditor dentro de un mes.
Cuando una pagada Alice se retiró a su oficina, Edward se dignó a abrir el documento, el cual rezaba que tenían un nuevo beneficiario: el Imperio Swan. Al parecer, uno de los más antiguos donadores del Asilo “More than a Hope”(Más que una Esperanza), deseaba seguir haciendo labores altruistas con ellos, muy a pesar del escándalo que se había suscitado cuando, el mismísimo Edward lanzó a la luz la debacle económica y moral por la que estaba pasando el Departamento.
Los que antes solían realizar cuantiosas donaciones, decidieron no confiar en él basados en la “poca moral de la que había hecho gala en antiguo encargado”. La mayoría del voluntariado se había desaparecido en acción y los que más solían ir eran los que sentenciaban a horas de trabajos comunitarios por haber cometido algún delito menor. ¡Menudas joyas!
Pero en ese paliducho papel estaba impreso en letra negra, la impronta de una promesa que auguraba esperanza para esos casi cuatro mil desafortunados. Promesa que no venía de a gratis, puesto que venía con la condición de que las instalaciones deberían de estar decoradas y preparadas para que esas personas recibieran una “navidad digna”…palabras textuales.
Se suponía que al día siguiente recibirían a la cabeza de los Swan que se encargaría de sellar el trato…o no.
Así que tendría que haber navidad, lo quisiera Edward o no…Y entonces, el derrotado Jefe de Desarrollo y Asistencia Social de la ciudad de New York, tuvo que morderse la lengua y largarse a su oficina, en la cual se encerró con un sonoro portazo.
¿Qué más les daba a esos encopetados si ponía un maldito árbol con luces o no?
Esa condición era reverendamente absurda.

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-          ¡Buenos días, Bella!
-          ¡Buenos días, Sue! – contestó Isabella mientras se detenía en su caminata hacia la salida de su oficina. Le sonrió mientras colocaba una mano en su hombro. - ¿Cómo está Harry?

La hermosa mujer de más de cincuenta años le correspondió la sonrisa con un brillo de agradecimiento en la mirada.
-          Muchísimo mejor, gracias por preguntar y por… - susurró a medida de que se encaminaban al elevador. – ese “bono navideño”. Sé que ni de lejos he podido ser una de las mejores gerentes de zona que tiene la empresa, y aún así me lo diste. He incluso sé que…hasta me diste mucho más de lo que les tocó a los que se ganaron ese bono en realidad.

Isabella se carcajeó mientras marcaba el botón de llamada.
-          ¡Por Dios, Sue! Si eres toda una mafiosa de la información, pues!. En fin, necesitabas eso y se los dí. Harry estuvo con mi padre durante la peor debacle económica que “DIPASWAN” hubiese visto jamás y aún así nunca pidió un ascenso ni nada por el estilo. Además, tú has sido una de las personas con mejor talante con las cuales he tenido el gusto de trabajar. Eso sin contar con que me apoyaste desde que llegué y no contaba con mucha experiencia en el área. – le dio un beso en la mejilla. El ascensor anunció su llegada, ella pasó y ahí fue cuando se dio la vuelta para despedirse. – Creo que deberías verlo como una obligación de permanecer con nosotros, porque si te veo hablando con la competencia te mato. – le guiñó un ojo y dejó que las puertas se cerraran no sin que antes se escucharan las risotadas de Sue y se pudiesen ver lágrimas de agradecimiento rodando por sus mejillas.

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Edward permanecía con Alice y diez trabajadores más en la puerta esperando al que seguramente sería un “muy estirado” benefactor, pero eso no importaba. Lo que realmente contaba era que anualmente DIPASWAN; cuyas siglas significaban Distribuidora de Perfumes – Anthony Swan en memoria de su creador; donaba casi el cincuenta por ciento del presupuesto anual destinado a mejorar las condiciones de los albergues y asilo y que hasta ahora se había desviado “milagrosamente” al bolsillo de Newton, lo cual equivalía a dos millones de dólares. Así que tendría que estar firmemente preparado para lidiar con lo que de seguro sería una visita en la cuál ellos se convencerían de la miseria que rodeaba a esos pobres seres humanos que no gozaban de un techo, sentirían lástima por ellos y harían una inversión que en realidad se convertiría en publicidad para ellos. ¿No era hermoso ese gesto de “altruismo”? …pero el mundo no se movía por orgullo sino con dinero, así que si quería ayudar a esos más de cuatro mil afectados necesitaba poner de su parte y llevar a cabo esa reunión en santa paz.
Una Escalade* negra se estacionó en la orilla de la calle justo frente a la puerta donde ellos esperaban envueltos en mullidos abrigos por el frío.
-          Trata de ser lo más amable que puedas. – dijo Alice a su lado con una antinatural sonrisa con los dientes apretados.
-          Siempre lo soy ¿no? – cuando la respuesta de ella fue un sonoro ¡ja! Replicó - ¡Oye…!

Pero no pudo completar su frase puesto que una hermosa joven envuelta en un elegante abrigo gris plomo, de cabellos y ojos color chocolate oscuro, piel pálida como nieve y labios carnosos y rosados descendió de la camioneta. Caminó frente a ellos con incomodidad, cosa que a él le llamó la atención. No se debía a estar con tacones, puesto que las botas que llevaba hasta la rodilla de cuero negro eran totalmente planas. Cuando casi llegaba a donde estaban ellos, puso las manos juntas y sopló entre ellas dándose calor en un movimiento que le pareció algo infantil, y le dieron ganas de reír pero se contuvo. Así que se estaba helando…
-          En unas condiciones normales los saludaría aquí afuera pero me niego a decir una palabra más con este clima. – casi todos prorrumpieron en risas mientras él le abría la puerta del asilo y pasaba tras ella. Al terminar de entrar los demás trabajadores ella se apretó en su abrigo. La decepción se mostró clara en su rostro. - ¿No hay calefacción?

Edward sonrió para si mismo pensando en que había atinado al pensar de que iba a vérselas con un remilgado; solo que no le atinó al sexo, ni a la belleza…
-          No, señorita Swan. O más acertado sería decir que la hay cuando al condenado aparato se le antoja trabajar. Hace justo cinco minutos estaba funcionando.

Sus ojos denotaban terror. Lo dicho: era una remilgada niña de papi.
-          ¿Y cómo lo soportan estas pobres personas?
-          Han pasado por cosas peores, señorita. – recibió un doloroso codazo en una costilla y supo que Alice seguía a su lado. – Tienen abrigos, solo que no están en muy buenas condiciones. Hemos tratado de tener la chimenea encendida para ellos, pero la leña suele ser monopolizada para los restaurantes de la ciudad. Ellos pagan mejor por ella.
-          ¡Eso es terrible! – dijo ella.

En realidad esa fue la primera de muchas expresiones de horror que ella hizo al ver cada una de las instalaciones de la vieja casona adaptada para que funcionase como asilo; aunque ahora no sirviese prácticamente para nada.
Al terminar el tour, Alice y ella parecían llevársela bastante bien, así que cabía a posibilidad de que la donación se llevase a cabo y que si Isabella Swan resultaba ser de buen corazón, podía sumar algo más a la suma habitual.
-          Bueno, señorita Isabella…
-          Bella. – lo corrigió ella. – No me gusta que me llamen por mi nombre completo.
-          Oh, disculpe, señorita Bella.
-          Déjelo en solo Bella.

Algo irritado tomó un respiro que intento disimular con una sonrisa.
-          Bien, Bella, espero que después de ver las condiciones del asilo comprenda lo imperioso que es su contribución para con nosotros. Comprendo que ahora la reputación de la oficina está en entredicho por culpa de los últimos acontecimientos que se suscitaron con el director anterior, pero le puedo dar la seguridad…

Bella le sonrió con autosuficiencia mientras le respondía:
-          Señor Cullen, ¿acaso me cree tan tonta como para venir y regalarle mi dinero a alguien? Déjeme que le informe que los años anteriores esta gestión fue llevada a cabo por los administradores de mi padre que tuvieron que rendirles cuenta cuando el escándalo se presentó. Llevo seis meses a la cabeza de DIPASWAN y me enorgullece decir que dentro de mi círculo de administradores, cuento con un excelente grupo de informantes que desde que tomé el mando de la empresa familiar se encargan de decirme quién es quién, las intenciones que se traen y hasta donde los puedo conseguir si quieren huir con lo que me pertenece. No sé si me entiende. – Edward escuchó con desagrado como su hermana se reía por lo bajo. – Por lo cual le digo que sé en donde vive, el lugar donde estudió, su estado civil, el lugar al que va a correr por las mañanas, en donde toma sus cafés después de cada almuerzo, cuán tarde sale cada noche de su despacho y finalmente…- se acercó dos pasos hasta él y un perfume  dulce y frutal se coló por sus fosas nasales seduciéndolo con cada nota aromática. – Le informo que conozco cada uno de sus pasos, cosa que me infundió la confianza necesaria para seguir con la tradición de contribuir con estas personas.

A Edward no le pareció nada gracioso que le tuviesen vigilado y que él no se hubiese enterado de nada. Si hubiesen sido unos asesinos a sueldo ahorita estaría más muerto que su tatarabuelo. Comenzó a sentirse irritado y hasta un tato claustrofóbico en el salón común de muebles viejos en los cuales se encontraban sentados en ese incómodo momento.
Soltó una carcajada que no tenía nada de alegría y la miró con reprobación a los ojos.
-          ¿No es ilegal eso, Bella? Según tengo entendido que unas acciones de esa índole podrían tomarse como invasión de mi vida privada. Y según tengo entendido hay represalias legales en contra de ello.

La muy descarada de belleza etérea se limitó a encogerse de hombros con suma tranquilidad y tomar un sorbo más del humeante chocolate que estaba bastante desabrido por la escasez de leche, pero contrario a lo que él creía no se quejó en ningún momento. Es más, ni siquiera respingó.
-          Señor Cullen, cuando una oficina a la cual mi familia le ha estado donando grandes sumas de dinero y de repente su reputación se ve manchada seriamente al igual que sus autoridades, no se puede pretender que siga siendo una incauta cuando pienso seguir cediéndoles millones de dólares. Disculpe si herí su sensibilidad, aunque siendo honestos no me siento arrepentida en lo más mínimo. Mi deber es saber en que invierto cada centavo. Soy mujer de negocios, no hermana de la caridad.

Alice prorrumpió en carcajadas y una muy satisfecha Bella sonrió de medio lado con aires de presunción. Y a él gustó. Tanto, que le hizo poner de mal humor. Aún así, sabía que debía mantener la compostura, ya había asegurado la donación era el momento de cerrar el trato y no podía arriesgarse a perder semejante presupuesto, ya que el monto asignado por el Estado había sido bastante escaso. A duras penas alcanzaría para pagar los salarios de los que allí trabajaban y algunos productos básicos para comer.
Esa mujer lo tenía atado de manos…
-          Bajo esas circunstancias especiales puedo comprenderlo, Bella. Y además me complace saber que su donativo se llevará a cabo a pesar de todo. Los beneficiados estarán muy agradecidos por su contribución…
-          Podré condiciones para finiquitar este asunto.
-          ¿Condiciones como cuales? – preguntó receloso de las intenciones de ella.

Isabella soltó la taza en el plato y la colocó en la fea mesa de mimbre que estaba más próxima a ella y unió sus manos sobre sus piernas entrecruzadas.
-          Condiciones como por ejemplo que además del monto que pienso darles voy a mandar a personas especializadas en el ramo para que se hagan cargo de las instalaciones de esta edificación que parece que se va a venir abajo más pronto que tarde. Estaré al tanto de cada movimiento que se haga acá y discutiré con usted y solo usted las decisiones sobre los cambios que me parezcan que deban ser implementados.  Además, pondré a la disposición de las personas que tienen acá de los galpones de mi empresa apara albergarlos durante lo que dure el tiempo de remodelación. ¿Está de acuerdo?

Edward pudo ver como era de fría a la hora de hablar de negocios y pudo constatar porqué esa empresa familiar se mantenía a flote cuando tenía a una mujer tan joven a cargo. Isabella Swan era una máquina imparable de órdenes calculadas y medidas, no parecía estar dispuesta a perder en ninguna circunstancia. Así que si él quería estar a su altura tendría que saber como negociar con aquella mujer de armas tomar.
-          Si las personas son movilizadas de este espacio deben de tener las condiciones mínimas de cuidados que proporcionarles. Al menos a los de más avanzada edad.
-          Créame que lo sé y estoy dispuesta a hacerlo. Usted déjelo en mis manos y yo me encargaré personalmente de los detalles. Entonces, señor Cullen ¿está usted dispuesto a cerrar el trato de la donación?

Ella tendió la mano hacia él y Edward pudo notar las miradas de todos los presentes clavadas en las manos de ambos. Finalmente él cerró su mano en torno a la de ella sintiendo una calidez que no le desagradó en lo más mínimo, eso sin contar en la fuerza que sintió en su agarre firme y seguro.
-          Estoy dispuesto, Isabella.

Ella sonrió satisfecha y se recargó en el mueble con un estampado floral horrendo que parecía sacado de un rancho humilde de Texas.
-          Creo que le falta perspicacia a la hora de cerrar ciertos detalles, Edward. – se atrevía a tutearle por primera vez y en su tono de voz parecía dejarse ver una oscura satisfacción a la hora de decir aquellas palabras desafiantes. Se estaba hartando de lidiar con esas actitud de la joven empresaria.

Así pues sin más ganas de sonreír por cortesía se limitó a hablarle con aires de reprobación e ironía.
-          ¿Sí? Pues dígame usted que es la experta en que he fallado.

Ella sonrió con inocencia como si no estuviese al tanto que estaba resultando imprudente.
-          Pues que no se aseguró de cuál era el monto que les voy a poner a la orden…- Edward respingó ante lo lógico que ella planteaba, aún así la interrumpió.
-          Todavía no hemos firmado…
-          Además de que no ha intentado que aumente el monto de la donación…
-          Yo, eh…Me parecería un descaro después de todo lo que…

Ella se aproximó a Edward que esta sentado a su lado pero con un puesto de por medio para mantener las distancias, y disparó un inusitado nerviosismo que le era ajeno hasta entonces.
-          Tranquilo, Edward. No estoy evaluándome como negociador ni tampoco quiero que pienses que soy una impertinente… - Nooooooooooooooooo. Jamás se atrevería a pensar eso… ¡que descaradada! .- De hecho tu actitud parece demostrar que no piensas sacar nada de beneficio propio de todo esto.
-          Pensé que eso ya te lo habían dicho tus informantes.
-          En efecto. Pero hay cosas que prefiero constatar con mis propios ojos. Quiero que sepas que el monto de lo que los acreedores será de diez millones de dólares…- golpe número uno. – Sin incluir las reparaciones del asilo que estarán por cuenta.- golpe número dos y había quedado tumbado en el suelo con un contundente knockout mental y moral.

Ella se puso en pie, se despidió de todos y cada uno y lo miró al final; mientras que él seguía con cara de idiota aún por la noticia.
Tendió la mano hacia él y se la estrechó con fuerza de nuevo y le dirigió una sonrisa tierna.
-          Haremos buen equipo, Edward, y les dejaremos a estas personas un lugar digno para pasar sus días. Hasta mañana…
-          Hasta mañana, Bella.

Caminó hacia la puerta y sus caderas se contoneaban al ritmo de sus pasos, pero seguía demasiado aturdido como para que le resultase seductor. Viró un segundo la cabeza y lo vio por encima del hombro.
-          Ah, y por cierto…yo que ustedes le colocaría más leña a esa chimenea. Aprovechen que hoy será su última noche en este frío lugar. Adiós.

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-          ¡No lo puedo creer! – decía Alice contenta mientras saltaba emocionada en frente de Edward, cual niña pequeña a la cual se le regala la última Barbie de Colección – Edición Limitada. - ¡Diez millones de dólares más arreglos! Esto es lo mejor que le puede haber pasado a tu gestión, hermanito.

Pero él tenía la mirada clavada en la computadora y la cabeza en otro lado al que denominaba Dudalandia. ¿Qué demonios ganaba, Isabella Swan al ser tan generosa? ¿Por qué no se había limitado a donar los dos únicos millones que anualmente su familia donaba? ¿Por qué parecía ocultar cosas que no le eran posibles deducir a simple vista?
El misterio que ella encerraba se le tornaba de lo más atrayente, hasta el punto en que no había dejado de darle vueltas a las cosas en su mente una y otra vez. Quizás empezaba a tener trastornos psicológicos debidos a tanto trabajar durante cuatro meses de estar ejerciendo en aquel condenado cargo.
-          Déjame a solas, Alice. Necesito tiempo para pensar.

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Guapo. Si, definitivamente guapo era un término que le quedaba a la perfección a Edward Cullen, pensó Isabella frente a la computadora que estaba en el despacho de su casa. Cada gesto de él era como una caricia sinuosa al aire que corría entre sus manos. Sus caballos castaños dorados eran unas hebras brillantes y desordenadas que incitaban a adentrar lo dedos y perderse en la sensación de suavidad que los míos parecían trasmitir. Sus labios delicadamente perfilados se veían rosados, aunque estaban un tanto agrietados; suponía que por el frío que estaba golpeando a New York en ese invierno. Pero lo más resaltante de todo eran sus ojos. Aquellos pozos azul grisáceo denotaban una profundidad sobrecogedora, en la cual no se podía adivinar cuantas cosas escondía en ellos. Pero eran preciosos y podían dejar sin aliento a cualquiera mientras se clavaban en ti con expresión pensativa y un interesante ceño fruncido. Y aunque el cuerpo de él no parecía digno de salir en la portada del Men´s Health*, remataba perfectamente ese conjunto de cualidades físicas que le atraían demasiado para parecerle bueno.
Y oooooooootra cosa era su manera de actuar. Le había planteado con claridad cuál era la situación actual de los albergues y el asilo More than a Hope, y parecía sumamente atribulado ante lo desquebrajado que estaba el Departamento de Desarrollo y Bienestar Social; aún así no parecía amilanarse ante lo empinada que le estaba resultando esa cuesta en la que lo habían colocado para que la hiciese más liviana. El escaso presupuesto que estaba manejando estaba desapareciendo prácticamente frente a sus ojos cuando se trataba de comprar medicinas y alimentos para esa pobre gente, por lo cual no quedaba demasiado más; situación que le obligaba a comprar lo que le permitiese mantener a flote las instituciones.
Y como era de esperar de alguien que tuviese semejante peso en sus hombros, Edward se veía siempre acelerado. Le hablaba con cierta rapidez, como si no tuviese suficiente tiempo para hablar con ella; y aunque estuviese sentado se le veía inquieto y con cierto brillo de desesperación en la mirada, aunque en ningún momento le dio a entender de alguna manera que le molestase su presencia,  pesar de avió que en ciertas ocasiones no se había mostrado demasiado feliz con algunas de las respuestas que ella le había dado. Lo que demostraba que era un verdadero caballero y que anteponía su mismo genio ante las necesidades de los demás.
Tenía que ayudarle…tenía que ayudar a esas personas…
Así pues, levantó el teléfono y discó el primero de varios números de teléfonos que tenía en una lista.
-          Hola, buenas noches. Necesito a hablar con…

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Las cosas habían avanzado abismalmente en tan solo dos semanas. Lo que le demostró a Edward que cuando una mujer se proponía emprender algo, lo hacía sin importarle si se atravesaba un tornado en medio de su camino. De hecho, lo más seguro es que el pobre huyera despavorido si conociera el poder de explosión que tenían a la hora de que las cosas no saliesen como ellas quisieran.
Y eso fue lo que pasó cuando la empresa que debía de entregar los electrodomésticos llamó para decir que las cosas no podían ser despachadas en la fecha pactada porque habían tenido unas ventas y habían descompletado el podido que se les había solicitado. Y entonces se desató el infierno…
- ¡Son una empresa incompetente e irresponsable! No me interesa conocer sus excusas de tercer nivel. Se les hizo un pedido claro y detallado de lo que se necesitaba de ustedes y al cual se comprometieron en cumplir. Se les adelantó un veinte por ciento del total de lo apartado y se les dijo que se les cancelaría el ochenta por ciento en el momento que se trajera la mercancía.
Un sonido amortiguado en el que parecía que alguien quería explicarse se veía interrumpido a cada rato.
-          ¿Sí? ¿A usted le parece que llamar y decir que pueden entregar el pedido un mes después de lo pautado, es ser responsable? Pues a mi no me lo parece, así como no me da la gana de que me despachen la mitad de lo que se les solicitó ahora y después el resto. Lo lamento por ustedes pero estoy acostumbrada a cerrar tratos con gente competente y responsable. Así que le diré lo que haremos, me devolverán mi dinero en veinticuatro horas o tendré su trasero en un tribunal en menos tiempo de lo que me toma decir Aquí – y – Ahora. Hasta mañana.

Y ese mismo día ella realizó un pedido a Sears que incluían lavadoras, secadoras, neveras, cocinas y otros muchos aparatos que resultaban de imperiosa necesidad por el avanzado estado de deterioro de los que había en el inventario.
Pero también estaba otro lado de Isabella Swan que era el que más lo sorprendía, no solamente se había presentado en su oficina al día siguiente de haberse reunido para conocer las instalaciones, sino que le entregó un plan detallado de lo que se haría en el asilo durante un mes completo, y que finalizaría unos días antes de navidad, que sería justo la fecha de inauguración, según lo estipulado. Además le hizo saber que en solo dos días tendría perfectamente acondicionado dos galpones grandes de los almacenes de DIPASWAN para albergar a las personas que estaban en aquella casona destartalada, incluidos los servicios de enfermería para los de más avanzada edad, así como para la atención de los niños indigentes que habían pescado algún catarro por las bajas temperaturas de la época.
Bella había conseguido que en dos semanas las personas estuviesen cómodas en los lugares provisionales y con los cuidados pertinentes. Los muros restaurados, los suelos de madera estaban lijados y barnizados, las tuberías habían sido arregladas por lo cual el agua estaba llegando con normalidad. El termostato había sido una de las primeras cosas de las que ella se aseguró que se encargaran. Las barandillas de madera de pino de las escaleras fueron remplazabas por unas de base de hierro forjado y superficie de madera para que no estuviesen tan heladas para los ancianos que necesitaban aferrarse a ellas con todas su fuerzas. Los baños fueron arreglados con suma dedicación; los viejos y resquebrajados azulejos del suelo habían sido cambiados por unos nuevos preciosos que además eran antirresbalantes para mayor seguridad. Las alcachofas oxidadas habían sido reemplazadas por unas más grandes y de hermoso color cromo que no despilfarraban agua por no poder ser cerradas con totalidad.
También había conseguido grandes dotaciones de ropa de cama e incluso una gran donación de GAP*, que sirvió para vestir a todos los presentes e incluso quedaron unas piezas más por asignar. Eso sin incluir la dotación de zapatos, artículos de cuidado personal, alimentos e incluso útiles escolares para los más pequeños.
Aquella mujer era una fuerza de la naturaleza imparable que lo tenía cautivado, no solo por todo lo que era capaz de conseguir a través de sus contactos; sino por la gran dedicación con la cual se había dedicado a vigilar aquella tarea que era sumamente extenuante.  Incluso él sentía el peso y el cansancio de estar corriendo todo el día durante dos semanas ininterrumpidas supervisando cada detalle de las restauraciones y cambios que se estaban dando en el asilo.
-          No puedo creer lo mucho que hemos avanzado. Todos estarán más que agradecidos con lo que has hecho por ellos, Bella. No tenías porqué hacer todo esto y aún así estás dedicándote a esto como si también te afectara. – le comentó Edward en cierto momento en el cual se dedicaban a ver como pintaban de azul hielo una habitación de gran tamaño.

Ella se limitó a sonreírle con ternura y asentir.
-          Edward, si me dieran un dólar por cada vez que me has dicho eso, ya tendría como unos mil cuatrocientos cincuenta y siete más o menos. Ya me tienes aburrida. – él se limitó a sonreírle y sintió como una calidez extraña se colaba en su pecho. Así que se limitó a encogerse de hombros y contestarle como si en su pecho no estuviese pasando nada.
-          Soy un tipo totalmente aburrido. Suelo dormir a las personas a mi alrededor. Si no mira el tío Arthur; cada vez que comenzamos a hablar de su época él termina dando cabezazos y hasta ronca mientras yo lo miro con cara de idiota. – ambos rieron antes de que ella se diera vuelta y caminara en dirección a la oficina de él.
-          El tío Art es todo un personaje, aunque creo firmemente que sus ronquidos se deben más a su avanzada edad en vez de tu personalidad aburrida como un pez. – lanzó una risotada malvada y luego siguió hablando como si no se hubiese estado burlando de él. – Además, todo eso será en las escasas ocasiones en las cuales no estás corriendo chequeando que las cocineras teniendo las comidas a tiempo. Viendo que el cochino termostato empiece a funcionar antes de que se les congele el agua en las mesillas de noche a los ancianos con las planchas dentro, que los niños no corran por las escaleras o que se coloquen un abrigo antes de salir a los jardines antes de que se les empeoren los resfriados a los que ya los tienen o que lo pesquen quienes no. Que los baños queden limpios luego de que se bañen por las mañanas y las noches. O que las cuentas estén correctas y midiendo cada centavo para que alcance hasta fin de mes.

Edward se vio sobrepasado por las emociones cuando ella había enumerado lo que había sido su vida desde hacía ya casi cinco meses. No podía parar, tenía que trabajar y trabajar para que esa pobre gente tuviese una vida digna. Una vida…cosa que él no se acordaba de tener desde hacía algún tiempo.
Él se puso serio y cerró la puerta tras ellos en su despacho. Cada uno tomó asiento. Él frente al computador y ella en una de las butacas nuevas y acolchadas que habían colocado para los visitantes en aquella oficina color crema y blanco. Desde la reparación se veía más pacífica aunque él no hubiese tenido un momento de descanso en aquel lugar. Era una completa ironía.
-          Este es mi trabajo, Bella. Supongo que cuando las cosas ya estén puestas en marcha correctamente, podré descansar al fin.

Isabella se rió con sorna mientras clavaba su mirada en él con profundidad. Edward tragó grueso y notó como el sudor comenzaba a bañar sus manos mientras las apretaba con fuerza mientras se resistía al impulso de tocarla.
-          ¡Por favor! Ese es el primer síntoma en un workcaholic ¿lo sabías?
-          ¿Worcaholic?
-          Si. Es la nueva definición para las personas adictas al trabajo.
-          No soy un adicto al trabajo. Solo me encargo de lo que me compete.- dijo él con el ceño fruncido.
-          Y de lo que no también. Edward, seamos sinceros. Necesitas ayuda urgentemente. Tener un personal de cuidadores y una asistente personal no te basta. Necesitas de los servicios de un contador y de un administrador. Eso sin contar con algunas enfermeras y al menos una docena de maestras que se dediquen a movilizarse en los demás albergues para los niños. Y no puedes hacer todo eso tú solo. – hablaba con la sabiduría de una empresaria, pero dudaba mucho que pudiese subsistir con ese dinero durante todo aquel tiempo. Necesitaba muchas cosas que eran sumamente costosas y en grandes cantidades…

Y necesitaba un maldito respiro porque estaba a punto de volverse completamente loco…pero si él se ponía a descansar ¿quién cuidaría de los pendientes? Nadie. Así que no había discusión. No podía tener tiempo libre.

-          Debo administrar el dinero para que rinda y no podemos permitirnos…- se calló al sentir el calor de la mano de ella sobre la bola sudorosa de las suyas. Los latidos del corazón de le dispararon de golpe y una electricidad extrañamente placentera le recorrió de arriba abajo. Tragó grueso.
-          Sabes que necesitas ayuda. Y también sabes que tanto Alice como tú están recargados de trabajo, Edward. Aprovecha este tiempo en el que la gente no está acá para pautar algunas entrevistas. Les irás pagando un sueldo con lo donado mientras que consigues pasar sus salarios a la nómina del Estado para que te lo pasen en las asignaciones mensuales. – su tono era suave y conciliador; como si supiese todas las presiones por las que había y estaba pasando.

Excepcional. Eso era Isabella Swan, era una mujer excepcional, con la astucia de una serpiente pero con la candidez de una paloma. Y su belleza…ella era el eco de lo que quería de una pareja; pero estaba más que seguro que esta no podría serlo. Era inalcanzable. Esa tribulación lo hizo amargarse un poco más y se retiró de su tacto antes de que pusiera a rogar por lo que no tendría. El cariño de alguien más que no fuese Alice, y mucho menos de alguien tan exitoso como ella.
-          Me lo pensaré.

Bella meneó la cabeza de lado a lado con una incredulidad reprobatoria.
-          ¿Te parezco intolerable, Edward?
-          ¡Por Dios santo, Isabella! ¿Cómo vas a preguntar tal cosa? Claro que no.
-          Cada vez que te toco, te apartas de mí como si fuese una apestada. Solo tienes que decirme que te desagrada que toquen, o al menos yo y tranquilamente saldré. Puedo entender una negativa con tranquilidad. No te preocupes.
-          No te estoy haciendo desaires, Isabella…
-          Bella. – le corrigió ella.
-          Yo…lo que pasa es que yo…

Los ojos de ella se tornaron repentinamente interesados, pero tras pasar un largo momento en  medio de un silencio incómodo pareció darse por vencida y se puso en pie.
Una amarga sonrisa colgaba de su boca.
-          No te molestes en explicarte, Edward. No tienes por qué hacerlo. No te preocupes.

Él rodeó su escritorio pero ella ya había alcanzado el pomo de la puerta de la oficina.
-          Bella…
-          Tengo cosas que hacer, Edward. Yo también tengo una vida llena de obligaciones. Con permiso.

Bueno…si eso no era una patada en el estómago se acercaba bastante.

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-          Bella, ¿No deberías estar en tu casa a esta hora? – preguntó el anciano que había sido un mendigo antes de entrar a More than a Hope. Su pelo era completamente cano y escaso aunque le cubría toda la cabeza, podía verse entre la separación de las hebras color nieve. Su tez era blanca y arrugada aunque sus mejillas iban siempre coloreadas con un tierno rubor en tono rosa que le confería un rasgo juvenil a aquel hombre de más de ochenta años y de solo tres dientes. Uno en la encía superior y dos en la inferior con un margen bastante notable de separación.
-          Quizá, tío Arthur, pero me aburro con facilidad en aquel apartamento, así que preferí quedarme un rato más por acá. Además, aquí entre nos, me contaron que Ángela, que es la cocinera de turno esta noche, iba a hacer galletas con chispas de chocolate. – suspiró con falso pesar – Pero ya veo que me mintieron.

El tío Arthur o Art como muchos lo llamaban era alegre y festivo a pesar de su avanzada edad. Siempre tenía palabras cariñosas o graciosas para todos, y era un adicto a la navidad. Cualquiera diría que habiendo pasando una vida llena de necesidades y penurias debería haber endurecido su corazón, pero no era así, muy por el contrario siempre tenía un sonrisa amable de tres dientes que ofrecerle a los que tenía cerca. No podía juguetear con los niños por su avanzada artritis, pero los fascinaba con cuentos de su adolescencia en los años de mil novecientos cuarenta y varios. O de cuando había ido a parar al ejército. Los pequeños le adoraban. Y las enfermeras solían tenerle bastante cariño a pesar de no tener mucho tiempo lidiando con aquel ser espléndido.
Ese hombre podía hacerla sentir especial, incluso cuando alguien que estaba  comenzando a importarle más de lo que debía le había dejado en claro que no era bien recibida. Era como una especie de tío – abuelo. Así era el viejo Art.
Chasqueó la lengua por resabio y luego le habló en broma mientras se acomodaba entre las almohadas de la cama de aquel improvisado centro de acogida provisional.
-          Te han estafado, preciosa. O tal vez a mí, puesto que lo que me dieron de merienda fue una taza de avena espesa; que estaba buena; pero que no se acerca ni de golpe a unas buenas galletas bien hechas con chispas de chocolate.

Isabella sonrió.
-          Creo que de todas maneras no podrías comerlas, tío.
-          No, señorita. Estos tres dientes escuetos son más útiles de lo que crees. No los subestimes. Al menos tengo tres, podría estar como Charlotte que no tiene ninguno.
-          ¡Escuché eso! – bramó una voz de anciana desde tres camas de distancia de dónde estábamos.

Bella estalló en risas y luego le recordó:
-          A Charlotte le han cambiado el aparato de la audición, así que puede oírnos con facilidad.

Volvió a chasquear la lengua.
-          Seh…seh…ya no se puede tener privacidad ni de las viejas sordas.
-          ¡Oye, petimetre, eso también lo escuché! – gritó Charlotte de nuevo.

Bella se puso en pie y se dirigió a la cabeza de la cama y le dio al anciano un beso en la cabeza a modo de despedida.
-          Mejor descansa antes de que Charlotte decida ahogarte con una almohada mientras duermes, tío. Buenas noches.
-          ¿Te vas a tu casa?
-          Sí ¿por qué, necesitas algo?
-          Nah, a menos que me quieras traer algo de whiskey.
-          Ni en sueños. Estás tomando medicinas.
-          ¿Ves? Solías caerme bien, jovencita.

Meneó la cabeza divertida y siguió su camino. Al menos alguien le había alegrado la noche, trataría de recordar eso cuando estuviese acostada en su inmensa cama con una soledad más inmensa aún.

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-          ¡Eres imbécil, hijo! Ya te lo dije…eres un soberano imbécil.
-          ¡Hey, Art! Más respeto. – se quejó Edward entre risas aquella fría mañana.

Estaban frente a la gran pantalla en la que trasmitían la televisión en aquel galpón. Ya solo quedaba una semana para terminar todos los trabajos, llevar a la gente al asilo a inaugurarlo…y solo unos miserables días para que se terminara su trabajo con Bella; a quien si le daba la reverenda gana de desaparecerse en el Timbuktu; podía hacerlo.
Estar tantos días tratándose con ella como  si fuesen un par de extraños le estaba carcomiendo por dentro. Y con cada día que pasaba parecía obsesionarse más y más con aquellos labios rosa casi rojos que le invitaban a besarlos. Maldita tentación.
-          Edward, no me ignores cuando te insulto, muchacho. Es de mala educación.
-          Creía que insultar era de mala educación.
-          No. Es solo un método bastante honesto de expresar varios estados de ánimos, los cuales son casi todos malos, como en este caso sería mi frustración. ¡Eres un imbécil! – le repitió.
-          ¿Pero que demonios hice? – preguntó Edward divertido.

El anciano lo vio con ojos exasperados. Se apretó el abrigo al cuerpo y chasqueó la lengua con impaciencia.
-          Ignorar deliberadamente a Isabella mientras sabes que te gusta.

El “insultado” lo vio con asombro.
-          ¿Cómo sabes que me gusta?
-          Hijo, me faltan dientes más no vista. Cuando a un hombre se le pierde la mirada tras una figura femenina, además de que anda pululando a su alrededor mientras finge no interesarse en ella, es porque le gusta. Y…porque es un imbécil.

Edward entrecerró los ojos.
-          Ya comprendí el punto. Además Bella le gusta a todo el mundo, es una mujer muy atractiva…
-          ¡Bah, cállate! Ya sé lo que vendrá. – comenzó a hacer una pobre imitación de su voz que resultaba bastante graciosa. – Ella no es de mi nivel. No está a mi alcance. Ella no me ha dicho nada. No le veo interesada…Estos jóvenes de hoy en día son cada día más tontos. Creo que es el exceso de televisión y de esas máquinas de escribir que prenden…
-          Computadoras, Art…
-          Como se llamen. En fin, yo creo que debe ser eso, porque en mis tiempos no se veía tantos remilgos para cortejar a una joven.

Edward meneó la cabeza de lado a lado con diversión, hablar con Arthur era como una experiencia catártica en la cual soltaba mucho del estrés de su trabajo aunque no podía dedicarle más de unos minutos. 
Hablaron un rato más hasta que el anciano se hartó de tanta cháchara.
-          Quiero dormir un rato, así que haz el favor de ir a buscar a Isabella e invitarla al cine o a algo. Por diosssss, estás más viejo que yo dentro de ese cuerpo.
-          Estoy muy ocupado, Arthur…
-          Silencio. Dije que quiero dormir y tus excusas me quitan el sueño. Y si el sueño se me quita me da mal humor. Y si me da mal humor te golpearé con mis pantuflas nuevas. Y si te golpeo con ellas las dañaré y si las daño estaré de peor genio; así que no te conviene hacerme enojar.
-          Ya…ya. Me largo, viejo gruñón. Adiós. Que disfrutes tu siesta.

Y Edward se fue divertido mientras escuchaba a Art rezongar por lo bajo mientras caminaba.

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Isabella estaba en su oficina envolviendo varios regalos que les iba a entregar al personal del asilo, así como al tío Art e incluso al mismísimo Edward. Y casi sin darse cuenta eligió uno de los perfumes que tanto le gustaban, Happy* de Clinique*. Era un aroma fresco para caballeros, capaz de alborotarle las hormonas a cualquier mujer. Lo forró de primero con un papel plateado grabado con motivos de las partículas de nieve en él. Un sobrio moño azul, y listo.
Luego continuó con unos cuantos Perry Ellis* para las cocineras, Donna Karan* para las enfermeras, Agatha Ruiz de la Prada* para Alice entre otros.
Edward entró a su oficina cuando estaba en envolviendo los presentes de las enfermeras. Pareció sorprendido de encontrarla forrando regalos. Ella intentó hacerse la desentendida y siguió en lo suyo mientras hablaban.
-          ¿Qué pasa? ¿Nunca has visto a nadie envolviendo presentes para navidad?
-          Claro que sí. – respondió él. – Pero no te imaginé a ti en tu propia oficina haciéndolo.

Bella se encogió de hombros con despreocupación mientras rizaba un moño con la hoja de una tijera.
-          Me gusta forrarlos y me gusta la navidad.
-          Ah. – dijo él escuetamente.
-          ¿Acaso no te gusta la navidad ti?
-          No.
-          ¿Por qué? –preguntó ella interesada en su respuesta.

Él se relajó contra el la única silla vacía que estaba frente a su escritorio y comenzó a jugar con el rizo de uno de los perfumes que había envuelto ya.
-          Me parece una época de consumismo desenfrenado e hipocresía desmedida. La gente pasa once meses deseándose la muerte, robando, matando, peleándose con sus familiares sin cesar, abandonando sus casas, emborrachándose. Y luego llega diciembre y resulta que se tragan ese cuento de la Noche de Paz durante treinta y un días.
-          Y ¿no puedes pensar que quizás tratan de ser mejores aunque solo sea durante un mes?
-          ¿Y para que sirve un mes cuando pasan todo el año obrando mal? – protestó con un cinismo que le irritó. Tenía ganas de tirarle el portalápices por la cabeza pero se abstuvo.
-          Pues al menos hacen un intento.
-          ¡Ja! Pues que mal lo intentan.
-          ¿Por qué eres tan cínico, Edward? ¿Por qué un hombre tan joven es tan adicto a su trabajo y tan falto de alegría? Explícamelo, porque sinceramente me cuesta entenderte.

Irritado caminó hasta su escritorio y la encaró.
-          El mundo me ha vuelto un cínico, una persona fría y sin sentimientos. ¿Quieres saber por qué odio la navidad y toda esa parafernalia de luces y regalitos? Pues porque un maldito ebrio chocó contra el auto de mis padres en nochebuena cuando íbamos a entregar “presentes” a unos amigos. El tipo salió de la nada y se deslizó por el asfalto resbaloso y en menos de lo que canta un gallo y muchísimo menos aun de lo que Alice o yo podríamos recordar, despertamos al día siguiente con varias partes del cuerpo escayoladas y la noticia de que nuestros padres habían muerto. Luego de decirnos eso los médicos salían y les daban el Feliz Navidad a todo el que pasara como si un par de niños de once y ocho años fuesen incapaz de oírles mientras que lloraban la pérdida de sus padres. Y mientras que para muchos la navidad es tiempo de regalos y caprichos, para mi hermana y para mí fue el comienzo de una época dura. Nos llevaron a un orfanato en Bermont mientras que trataban de dar con algún familiar de nosotros, pero ninguno quiso adoptarnos, tenían sus vidas muy bien establecidas. Así que Alice y yo pasamos de orfanato en orfanato, hasta que…- su voz se volvió un susurro y su mirada se perdió por encima de su cabeza. – Hasta que adoptaron a Alice cuando ella tenía solo diez años. Se fue con una familia a Colorado mientras yo me tuve que quedar en un cuarto con veintiocho niños más que a medida que crecíamos perdíamos la esperanza de ser adoptados y dejamos de creer en la magia del supuesto Papá Noel. Mi hermana y yo nos mandábamos cartas con regularidad, por eso siempre supimos de nuestros paraderos. Jamás fui adoptado, en cambio fui incluido en un programa de trabajo del Estado porque había sido un alumno ejemplar. Me gané una beca en la Universidad de Florida y luego de trabajar como una mula aquí está Edward Cullen. Con un trabajo sumamente absorbente pero el cual se ha convertido en toda mi vida. Estas personas, Isabella…- hizo señas hacia suelo indicando la dirección de los galpones en los que estaban los desposeídos. – No recuerdan: y en el caso de los niños; no conocen lo que es una cena con un gran pavo de esas que te retratan una y otra vez en los medios, o han tenido una chimenea con botas adornándola que posteriormente estarían repletas de regalos, o un árbol lleno de luces  y un equipo de sonido con villancicos para amenizar la temporada. Ellos, Isabella, saben que diciembre es un mes en el que se sienten más miserables que nunca. Que su pobreza se nota más que en otro momento, y en el cual dependieron de la limosna que alguien les dio por lástima. Así que no me pidas que quiera a un mes lleno de fantasías de viejos bajando por chimeneas ni de aldeas caritativas cubiertas de nieve. Ya no creo en esos cuentos. Son meras utopías comerciales.

Bella notó entonces que de sus ojos resbalaban lágrimas y que su garganta estaba cerrada. Sabía que había una profundidad en la mirada de Edward pero nunca imaginó que tuviera que lidiar con demonios de ese tamaño. Así que es un gesto meramente protector estiró su mano derecha, mientras que él dejó que acunara su mejilla contra su palma y cerró los ojos perdiéndose en su delicado toque.
Lo acarició durante varios minutos y cuando él abrió sus ojos, los cuerpos de ambos respondieron con un magnetismo místico y se acercaron hasta que sus comisuras se rozaron. Edward entreabrió los labios un poco y alzó levente la cabeza para acariciar sus labios con los suyos sin llegar a besarse es sí; lo que hacía que la expectación creciera y disfrutara más de aquella tensión sexual que se había ido construyendo rápidamente entre ellos durante esas semanas en las que se habían visto obligados a trabajar juntos.
-          Lo siento mucho, Edward. De verdad me pesa que…

Él se tensó y se apartó de ella con brusquedad. En sus ojos podía ver chispas de ira y dolor.
-          ¡No quiero tu lástima, Bella! No te conté mis historias para que me vieses como un pobre huerfanito que se ha ido superando, sino para que entiendas la gran falacia que es eso que llaman navidad.

Ella meneó la cabeza con turbación e incredulidad.
-          En ningún momento he sentido por pena por ti, solo pesar por…
-          ¿Sabes algo? Mejor dejamos esta conversación hasta aquí. – se cerró hasta el comienzo del cuello la cremallera de su mullida chaqueta azul marino y se puso en pie; pues se había agachado a su lado, y se dirigió a la puerta sin dirigirle una palabra más.

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La vida no se detiene, ni siquiera aunque tú lo hagas. Los días pasan y pasan…las responsabilidades pesan cada vez más. Los días se te hacen demasiado cortos y exhaustivos, mientras que las noches no parecían tener suficientes horas para descansar. Había que supervisar, dirigir, administrar y contabilizar todas las cosas en el asilo y el resto de instituciones que Edward dirigía.
Ese era su día a día,. No era que le gustara precisamente; pero sabía que tenía que hacerlo. Primero, porque así se ganaba la vida y segundo, porque demasiadas personas dependían de sus decisiones.
Así que una semana más transcurrió entre diligencias y pendientes. Y aunque en aquellos siete días no hizo nada demasiado extraordinario comparado a lo que hacía siempre, se sentía como si hubiese envejecido de golpe unos cinco años. Se había acostumbrado demasiado rápido a estar con Bella desde por las mañanas hasta las tardes, e incluso unas cuantas noches; mientras que vigilaban de cerca todos los cambios en el asilo y visitaban a las personas acogidas en la empresa de ella.
Una mañana fría, faltando solo unos seis días para navidad una enfermera llamó a la puerta de su despacho y pasó con cara de sumo pesar. Sin necesidad de abrir la boca sabía que algo muy malo había pasado. Conocía demasiado bien esa expresión.
-          ¿Quién? – solo preguntó eso.
-          El tío Art. – musitó ella antes de sollozar.

Edward tomó su chaqueta del espaldar de la silla y salió como alma que lleva el diablo hacia los galpones. Manejó como un poseso y se estacionó sin mucho cuidado a las afueras del galpón. Corrió hacia la camilla de su viejo amigo, pero solo vio un bulto tapado con una sábana blanca. El área estaba despejada de desprotegidos. Solo las enfermeras y un forense que terminaba de guardar sus cosas en un maletín negro de cuero estaban alrededor de Arthur. O de lo que había dejado en la tierra.
Sin poder reprimir el impulso, se acercó al cadáver y retiró la sábana de su rostro. No sabía cuando habían comenzado a salir las lágrimas, si desde que había salido de su oficina o hasta que vio la expresión calmada de su cara. Parecía estar en paz, talvez estaba alucinando pero le parecía que tenía una sutil sonrisa de satisfacción en los labios. Acercó su boca a la frente del único amigo que había tenido allí y depositó un sentido beso de despedida. Luego recargó su frente en la de él y no pudo evitar que sus lágrimas mojaran aquellas fases que ya estaban frías y que no tenían ese rubor tan característico del viejo Art. 
-          ¡Ni siquiera me dejaste despedirme! – susurró entre dientes con impotencia.

Y pecho y la garganta le dolían. El tío Arthur, la alegría del asilo, se había en calma y feliz a un mundo al que se habían ido sus padres. No pudo evitar sentirse solo.
Otro más que lo abandonaba. Un ser querido menos.
El cálido de unas manos delicadas que tiraban de él lo atrajo a la realidad y con pesar se levantó del cuerpo frío e inerte del que fuera como su abuelo y volteó a mirar a quién lo había tocado.
Era Alice, y tenía los ojos anegados en lágrimas. Esta abrió sus brazos y lo recibió mientras se permitía desmoronarse en sus brazos y llorar como un niño desamparado. Al fin y al cabo solo la tenía a ella en el mundo. Isabella era una pasión fuerte que crecía en su pecho día con día, pero que al final de la jornada no era suya y nunca lo sería. Eran de mundos demasiado diferentes, eso sin contar lo incompatibles que eran.
Ella vivía de idealismos, él veía la realidad con demasiada crudeza si se quiere definir de alguna manera.
Después de pasados unos minutos se repuso del shock, y para cuando se dio cuenta ya una enfermera había tapado a Arthur y el grupo que se llevaría el cuerpo estaba esperando su autorización para proceder a retirarlo. Habló con el forense, quién le explicó que había muerto mientras dormía. Parecía haber sido a causa de un paro respiratorio, pero que había fallecido en paz.
Él no se tragaba eso, pero no le dijo nada al médico y le dejó que procediera como debía de hacerlo.
Dos hombres tomaron el cuerpo flacucho y lo depositaron en una camilla que tenía una bolsa con cremallera y allí vio como desaparecía pedazo a pedazo lo que había quedado de Arthur. Ya cerrado procedieron a salir del galpón y entonces la vio…Isabella estaba sentada en una silla que estaba ubicada frente a la cama antes ocupada por su amigo y tenía lágrimas por todas las mejillas.
La mirada de ambos se cruzó y a pesar de que sintió como si la chispa que había entre ambos quería avivarse en cuanto estuvo al tanto de su presencia, se resistió al impulso con todas sus fuerzas.
Cuando pasó por su lado, ella lo tomó de la muñeca y se puso en pie para decirle algo:
-          Edward, yo…

Pero él la interrumpió.
-          No tengo ganas de hablar, Bella. – ella bajó su cabeza con pesar, pero él siguió de largo. No estaba para consolar, sino para ser consolado; y aunque profundamente deseaba que ella le diera eso que él tanto anhelaba, su razonamiento le impelió a salir corriendo. Sentía que ella lo hacía vulnerable, y Dios sabía que ya no podría seguir con más vulnerabilidades en su vida.

Así que volvió a s despacho y preparó todos los detalles del funeral de Art.

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Los servicios funerarios no fueron la gran cosa. Ni duraron mucho. Dos días después de haber muerto el muy querido tío Arthur, había sido cremado y sus cenizas esparcidas por las áreas verdes del Central Park; lugar en el cual merodeó durante más de veinticinco años como mendigo antes de llegar a More than a Hope. Pocas personas estuvieron en el sepelio pues él no había querido que se le recordara muerto, sino feliz y con sus bromas habituales.
Así que estaban cinco del personal de enfermeras, los trabajadores del asilo, Alice, Bella y él.
Cuando terminó el acto, notó como Bella se despedía de Alice antes de marcharse, pero no de él.
Y aunque le dolió, le pareció lo mejor. Había que poner distancia.

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Isabella estaba en More than a Hope, cuando solo faltaban tres días para navidad. Hacían tres días más desde que Arthur había perecido, pero eso no le había quitado sus ganas de hacer algo hermoso para recibir a  todos, en especial a los niños. Estaba segura que así lo hubiese querido él. Así que Alice y ella en compañía de los chicos que trabajaban allí decoraron el lugar en un santiamén. Habían muchos muérdagos y flores de navidad decorando. Luces titilantes y velas aromáticas que a pesar de estar apagadas ya trasmitían las fragancias especiadas típicas de la época. La canela, la vainilla, el pino, entre otras. Había conseguido donaciones de jugueterías para los chiquillos y de otras tiendas departamentales para los adultos y los ancianos.
Al final de aquel día estaba bastante satisfecha con los resultados. Ahora era un espacio digno para que aquellas personas vivieran con tranquilidad y dignidad, así como también podrían disfrutar de una cálida navidad siendo ellos los agasajados.
Pero cuando Edward volvió al final de la tarde, casi noche, no le pareció nada ideal lo que habían hecho. Así que hizo llamar tanto a su hermana como a ella a su oficina y allí soltó la bomba nuclear:
-          ¿En qué demonios están pensando? Hace apenas unos días que Arthur se murió y ustedes preparan una fiesta como si no hubiese pasado nada…
-          Edward, tío Art sería el primero en ayudarnos a hacer esto si hubiese estado aquí. – medió Alice con tranquilidad.

Pero él estaba fuera de sus casillas, acelerado y agobiado por las responsabilidades que se había auto impuesto y que no quería ceder a ningún otro. Miró a Bella con expresión ensombrecida y la señaló con el dedo de manera acusadora.
-          ¡Tú tienes la culpa de esto! Tú y tus condiciones estúpidas para tener navidades “especiales” para todos…de seguro Arthur seguiría vivo si no hubiésemos accedido a ninguna de esas necedades…

Ella respingó cuando el dolor le asestó certero en el pecho. No solo le había herido de que le acusaran de ser la responsable de la muerte de tío Art, a quién ella estimaba muchísimo; sino que también le partía el alma ver la frialdad con que Edward le decía aquellas cosas. Sentía por él más de lo que quería admitirse a sí misma y al mundo; por eso sintió como un frío se apoderaba de su interior. Un frío que dolía llevar…
-          Cuidado con lo que dices, Cullen.
-          ¿Cuidado? Ya me tiene sin “cuidado” lo que tú pienses. Solo has mandado y mandado durante este mes y medio. He cedido a tus caprichos y tus deseos ¿y para qué? Para que cuando estamos de luto por un amigo querido, ni siquiera te dignases a tener una actitud plausible y respetar nuestro duelo.
-          ¡Edward…!- Alice le habló en tono de advertencia pero él parecía estar fuera de sus cabales.
-          ¡No, ningún Edward! Ya estoy harto de todo esto de la maldita navidad y sobretodo ya estoy harto de tener que lidiar con la falta de tacto de todos ustedes. – clavó su gélida mirada en ella y habló entre dientes con rabia.- Sé que para usted la “gran Isabella Swan”; dueña de un imperio distribuidor de perfumes la vida es perfecta y hermosa, y el hecho de que se muera un mendigo más no le importa en lo más mínimo, pero déjeme decirle algo. Arthur tenía personas que le apreciábamos y a los que nos pesa su muerte, no andamos con ánimos festivos. Me arrepiento de haber caído en su juego, es más…me arrepiento de haber hecho todo esto. A lo mejor Arthur siguiera vivo de no haber tenido que mudarnos.

Allí estaba. Lo había repetido; así no era solo un impulso por el dolor. En serio creía que ella tenía parte de culpa en la muerte de Art. Además de que pensaba que era una mimada…no sabía ni la mitad de su historia y allí estaba él; juzgándola; como si tuviera el derecho de hacerlo sin siquiera haberse tomado la molestia de preguntarle como había sido su pasado…
No iba a tolerar, ni siquiera aunque se estuviese muriendo por él. Nadie la pisotearía jamás.
Así pues, el dolor y la indignación la abofetearon y le ayudaron a ponerse en pie con aparente frialdad, mientras que por dentro se estaba carcomiendo de pena.
Le dirigió una mirada reprobatoria antes de musitar:
-          También hay muchas que yo lamento, señor Cullen. Lamento haber tenido la ilusión de hacer para estas personas un lugar más digno. Lamento haber querido ayudar a todos en este lugar, incluido usted. Lamento haberme tomado la molestia de inmiscuirme en cada proyecto que se llevó a cabo en este mes aquí. Pero por sobre todas las cosas lamento haber sido una maldición en este centro y para usted, señor Cullen. No era esa mi intención. De poder cambiar el curso de la historia, no me cruzaría en su camino jamás. Que tenga una buena vida. Hasta luego, Alice.

Dicho eso cruzó aquel umbral para no volver.

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-          ¡Eres un bastardo maleducado! – le gritó Alice furiosa. - ¿Cómo se te ocurre echarle la muerte de tío Arthur a Isabella? ¿Acaso estás demente? O es que estás tan ciego que no puedes ver a tu alrededor? Todo lo que tenemos en este centro se lo debemos a ella y a la dedicación y el apoyo que nos prestó. Pero entonces vienes tú y en un acceso de ira vienes a escupirle improperios en la cara. Te juro que no te reconozco, Edward Cullen. Que vergüenza.
-          No quería lastimarla. No sé que me pasó…- intentó excusarse él.

Cuando vio salir a Bella con el rostro constreñido la realidad le golpeó en la cara diciéndole que se había comportado como un malagradecido…como mínimo. Así que el sentimiento de culpa danzaba de un lado a otro de su oficina regodeándose en el saber que había actuado equívocamente.
-          Yo si sé que te pasó. Y es que no superas tus traumas, hermano. Sigues estigmatizado por lo que nos pasó de pequeños…
-          No quiero hablar de eso…
-          ¡Pues te aguantas! No has podido ver que la vida aunque fue dura con nosotros, nos ha tratado mejor de lo que se podía esperar. Sí, es verdad que no somos millonarios y que tenemos que trabajar duro por lo que queremos lograr, pero tenemos las capacidades de llevarlo a cabo. Pero también está ese talento tuyo de encerrarte en una concha y no dejar que nada te penetre como si la gente fuese hacerte daño con quererte. Eso sin contar con que nunca te detienes, Edward. Vives por y para tu trabajo. Mírate, si sigues por ese camino morirás solo y amargado. – de repente su tono tomó un tomo más tierno. – No quiero eso para ti. Tú vales tu peso en diamantes, pero si rechazas a las personas que se quieren acercar a ti solo porque les puede pasar algo malo y tú saldrás lastimado; entonces no vivirás. Me das pena, hermano. Pero tú no tienes una vida; sino un reloj indetenible que está protegido por una gruesa mica para que nadie pueda tocar tu interior. No sabes cuanto lo siento por ti.

Edward bajó la cabeza con vergüenza al tiempo que escuchaba la puerta cerrarse. 

000000

Las cosas no habían salido como esperaba. Pensó Edward en la soledad de su habitación, en el modesto apartamento que compartía con Alice en la ciudad de New York. En una calle que estaba bastante cerca del Waldorf Astoria*. Eran más de las tres de la madrugada y seguía dando vueltas y vueltas en su cama como si fuese un bistec a la parrilla y con una sensación asfixiante en el pecho. Sabía a que se debía, pero lo que desconocía era como hacer para remendar el daño hecho. No podía a donde bella y borrar de su cerebro las horribles palabras que había dicho.

El dolor que llevaba por la muerte de Arthur aún lo corroía; pero si hubiese podido echar el tiempo atrás no pronunciaría esas cosas tan horribles que dijo. No las sentía, pero la lengua le ganó a la razón. Botó veneno como una cobra y ya no pudo extraerlo.
A los lejos escuchó un villancico, y aunque su primer instinto fue taparse los oídos con la almohada, se resistió. ¿Quién demonios escuchaba villancicos en plena madrugada? Tendría que ser un borracho ¿quién más si no?
Así que se quedó mirando al techo mientras que la letra esperanzadora se le escurría en los oídos y llegaba hasta el cerebro.
Y de pronto, ¡se hizo la luz! El entendimiento se le abrió y supo que hacer de golpe y porrazo.
No era que su opinión en cuanto a la navidad hubiese cambiado, pero ¿no era la navidad tiempo de “perdón y esperanza”? pues bien. Él apelaría al espíritu navideño de bella para aspirar a su perdón.
Ojalá funcionase…

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Era el día de la reinauguración de More than a Hope. Los ancianos, adultos y niños estaban por doquier; unos amodorrados en los cómodos sofás y otros correteando por todos los lugares que podían hacer. El asilo era un completo hervidero de gente. Entre los beneficiados, los trabajadores y hasta la prensa estaban allí. Alice iba de un lado a otro atendiendo varias cosas, al igual que él; solo que además de atender a todos los presentes Edward no podía dejar de mirar a la puerta.
Isabella no había llegado a la reinauguración y con cada media hora que pasaba el corazón se le estrujaba al reconocer que cabía la posibilidad de que ella no se presentase. Que la hubiese ofendido tanto que no quisiese volver a verlo jamás.
Su hermana cada vez que pasaba a su lado le elogiaba su vestuario, le infundía ánimos, besaba su mejilla y seguía con sus deberes. Era como una máquina de energía; no parecía cansarse.
A él su manera de vestir no le parecía nada del otro mundo. Tenía puesto un traje formal de ningún diseñador de alta costura pero que de igual forma era elegante y de buena calidad, no podía permitirse más. El color era gris plomo y lo llevaba con una camisa azul medianoche. Sin corbata. Eso no se lo pondría ni porque lo amenazaran con matarlo. Así que había dejado ese condenado retazo de tela sobre su cama. Algún uso le daría cualquier día menos ese, en el que se sentía asfixiado y azorado.
Miraba el reloj una y otra vez, y otra, y otra y otra. La tarde pasó y la noche llegó. La reinauguración se acabó y al final de la jornada Bella nunca apareció.
A las diez de la noche Edward estaba desmoralizado mientras yacía sentado en un sofá frente a la renovada y hermosa chimenea. Apretaba una taza de lo que había sido un chocolate caliente. Ahora estaba frío; sabroso; pero aún así frío.
Una mano le estrechó el hombro con suavidad y el pecho se le estremeció con esperanza…
-          Vamos a casa, Edward. – le dijo Alice; mandando su gozo a un pozo.
Suspiró con pesar y se removió en el sofá para ponerse en pie. Pero en cuanto vio su rostro lamentó haberlo hecho.
Sus ojos denotaban una gran pena por él, habían pasado muchos años desde que alguien lo veía con esa emoción a la cara y era desde la muerte de sus padres. No podía soportarla…simplemente no podía lidiar con sus demonios pasados en ese momento. No se sentía capaz de soportar dos derrotas a la vez…
Miró hacia otro lado y siguió caminando de largo hasta la puerta. El frío invernal le golpeó la cara pero no más del que le había dado en el pecho; y no es como si no se lo mereciera; pero el pensamiento de eso no le reconfortaba en lo más mínimo. Por el contrario, solo hacía que su remordimiento de conciencia se hiciera más y más grande.
Caminó sin demasiada prisa hasta su modesto Honda Civic EG del noventa y dos. Apretó el botón de desbloqueo de la alarma y después de los dos Pip – pip abrió la puerta y entró. Alice le siguió de cerca.
Manejó en sumo silencio hasta que ella abrió la boca.
-          Creo que deberías hablar con ella.
-          Bella no quiere verme, Alice. ¿Por qué si no crees que no quiso venir a algo en lo que estuvo tan involucrada?
-          Porque estaba herida. – a veces los comentarios de una hermana que era demasiado franca no era lo que querías escuchar. Y definitivamente ese era uno de esos momentos.
-          No estás ayudando, Alice. – maniobró con el volante para agarrar unas  curvas.
Más silencio…
-          ¿Por qué no la buscas?
-          Porque sé que no me querrá ver.
-          Eso no lo sabes.
-          No sé tú pero cuando te dicen que si pudiesen borrar al tiempo y no haberte conocido, yo pensaría que no quieres ver a esa persona nunca jamás en la vida.
-          ¿Y tú te vas a rendir?
Él entornó los ojos y siguió manejando sin contestarle.
-          Edward, ¿te vas a rendir? – insistió.
-          Ni siquiera sé en donde vive.
-          Yo si. – dijo muy pagada de sí misma.- En el John Street. Está situado a un bloque hacia el oeste de South Street Seaport. Son unos lofts que tienen una fachada de color gris como si fuese una obra limpia y un magnífico lobby.  Dile al portero que vas a visitar a la señorita Swan en el piso trece.
Edward la miró con perplejidad.
-          ¿Cómo demonios sabes todo eso?
Se encogió de hombros y se apretujó entre su abrigo de color crema a juego con el vestido de coctel que llevaba debajo. Sonrió con satisfacción.
-          Yo hablaba con ella ¿sabes? Además, ella me habló de ese lugar y prometió llevarme al gimnasio que tienen allí además del billar. E incluso dijo que podría cuadrar una tarde de comedias románticas allí. Ojalá que el plan siga en pie. – dijo con tribulación.
Edward comenzó a manejar frenéticamente casi sin darse cuenta. De pronto le urgía llegar a su casa.
-          ¿Vas a ir? – preguntó ella con un toque de infantil emoción en la voz.
-          Me lo pensaré.
-          Yo creo que ya has tomado una decisión. – muy autosatisfecha se amodorró en el asiento de copiloto y se quedó tranquila hasta que llegaron a su apartamento.

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-          Señorita Bella, la cena está lista ¿quiere que le sirva de una vez?- preguntó Jessica, la chica de servicio desde el otro lado de la puerta.
Bella iba saliendo de darse una rápida ducha habitual y estaba enrollada en un albornoz delicado en tono blanco. Se estaba secando el cabello mientras que se acercó a la puerta pero no la abrió.
-          No, Jess. Déjala en la nevera. Si me provoca como más tarde. – aunque personalmente no creía que recuperase el apetito.
Es más…no creía que recuperase las ganas de sonreír siquiera en algún tiempo.
Ese día debía haber sido uno de felicidad suprema tanto para ella como para la gente que tan duro había trabajado en aquella remodelación de la vieja casona de More than a Hope. Bueno, suponía que había sido la mitad de miserable que podía haber resultado; había hablado temprano con Alice y esta le había contado como estaban saliendo las cosas. Sabía que iban a ser muchas las personas que estarían presentes y ella se lo confirmó. La prensa se había apersonado por allá y  les dijo que la ausencia de ella se había debido a un severo resfriado que había pescado en los últimos días de la obra. Aún así, le insistió para que se presentara. Ella se negó como ochocientas veces hasta que finalmente lo aceptó. Pero lo que más le pesó fue cuando usó la carta de Edward. Que si esperaba verla, que estaba arrepentido, etc. Al final se dio por vencida y solo le recordó que tenían una salida pendiente y estuvieron hablando de diversas cosas. Luego de darle su dirección acordó llamarla para verse algún fin de semana.
Había conectado casi de inmediato con ella; era divertida y enérgica. No parecía cansarse jamás, y eso le venía bien teniendo a Edward por jefe.
Yyyyyyyyyyyyy hablando de Edward…la tristeza y decepción se apoderó de ella. Había pasado por cosas hirientes, pero ver en su mirada ese reproche sin bases fue la gota que derramó el vaso. Su padre no tenía poco más de un año de muerto y cuando ya creía haber cerrado la herida vino él y había metido el dedo en la llaga.
La puerta sonó de nuevo…
Bella abrió la puerta de su habitación y se quedó de piedra. Edward estaba allí vestido con un traje gris y una hermosa camisa azul medianoche que destacaba esos orbes azul grisáceos, la cual llevaba por fuera y estaba arrugada a la altura de la cintura en donde; presumía ella; le apretaba el pantalón. La expresión de su rostro encarnaba a la cautela y a la incertidumbre. Así que cuando se le pasó el shock se atrevió a preguntarle:
-          ¿Qué estás haciendo aquí, Edward?
-          La señorita de servicio me abrió y le dije que necesitaba hablar contigo. Luego le insistí en que me urgía ponerte al tanto de una situación que se había presentado en la empresa. Así que me dijo a cual puerta tocar y pues…heme aquí. – dijo señalándose miserablemente el pecho. Se le veía triste…
Dejó la toalla tirada en el sillón más cercano y le dio la espalda mientras se dirigía a la cómoda y comenzaba a cepillarse el cabello. Vio a Edward cerrar incómodamente la puerta y recostarse en ella.
-          ¿Qué es lo urgente que te trae por aquí? – preguntó impertérrita.
-          Puessss…
Enarcó una ceja y se volvió hacia él con los brazos cruzados.
-          ¿Pueeeees? – lo remedó.
-          Quería pedirte disculpas, Bella.
-          Ahhhhh. ¿te diste cuenta por fin de que no fui yo quien mató a tío Art?
-          Bella, yo…
-          ¿No, Edward! Tu nada! Ni siquiera me dejaste hablar en tu oficina. Me acusaste de cosas absurdas e injustas. Me hiciste sentir como una miserable y ahora crees que voy a tomarme a la ligera tu actitud. ¿Te cuento por el porqué de mi afición a la navidad? Pues es como una especie de tributo que le rindo a mi padre que murió hace un año de cáncer en la próstata. Era lo único que tenía en la vida, puesto que mi madre se largó con un exitoso hombre de negocios cuando yo tenía cinco años y DIPASWAN estaba casi en quiebra. A Charlie, mi padre, solían encantarle todos estos días y era cuando más trataba de estar a mi lado y no salir de viaje. Y si lo hacía, me llevaba con él. Siempre fue el mejor de los padres, y aunque estuvimos en situaciones críticas económicamente hablando; nunca se negó a compartir lo que teníamos con los necesitados. Por eso la empresa donaba esa cantidad siempre al Departamento de Desarrollo y Bienestar Social. Cuando murió; hace ya catorce meses; pensé que debía continuar con lo que había hecho, pero mejorar aún más su legado. Por eso se me ocurrió eso de la remodelación, no para agrandar mi orgullo como empresaria, sino para honrar a mi padre. – la voz se le comenzó a agrietar. – Lamento profundamente que en mi intento por hacer las cosas mejor, tío Art haya fallecido. Pero no tengo culpa en eso…juro que no tengo la culpa.
Su mirada se había clavado en sus pies repentinamente y las lágrimas brotaban de sus mejillas, y fue entonces cuando sintió los brazos de Edward envolviéndola en un abrazo consolador. Acariciaba su espalda hacia arriba y hacia abajo.
-          Lamento haber sido tan idiota.

Bella se sorbió la nariz.
-          Debería odiarte. – musitó en voz baja y lastimera. – Debería despreciarte y mandarte a sacar con el personal de servicio y el de seguridad.
-          Si, bueno…
-          Debería correrte de mi casa y decirte que no quiero ver tu cara más nunca en lo que me resta de vida.

Edward le apretó entre sus brazos mientras ella luchaba débilmente para escapar de su agarre.
-          Te agradecería que no lo hicieras.- respondió contra su pelo. – No es que no lo merezca, pero no me hace sentir muy a gusto esa idea.

La separó solo lo justo para verla a la cara y decirle con seriedad:
-          Lamento haberte herido como lo hice, Bella. Pero tu presencia trastocó mi vida sin darme cuenta, hasta hace unos días cuando saliste de mi oficina y me di cuenta de que quizás no quisieras verme nunca más.

Ella tragó grueso. Y muy contrario a sus planes de mantenerse firme, la esperanza comenzó a abrirse paso a codazo limpio.
-          ¿Qué pasaría si no me hubieses visto nunca más, Edward?

Él sacudió la cabeza de lado a lado con pesar.
-          Llevo muchos vacíos en mí, Isabella. Más de los que me gustaría reconocer, más no te estoy pidiendo lástima o compasión. Solo intento explicarte, que aunque sea demasiado pronto; siento como si el vacío que creaste cuando te fuiste sea el peor de todos. Como si te hubieses vuelto, el más importante de mis tesoros y hubieses desaparecido. – pegó su frente a la de ella mientras respiraba con dificultad y cerraba los ojos con fuerza. – No me dejes hueco, Bella. No me dejes seguir viviendo como si necesitase correr para no notar la ausencia de cosas importantes. Por una vez en la vida necesito detener el tiempo y sentir que valgo algo para alguien. Ayúdame, por favor. Detén el tiempo conmigo.

Bella lo estrechó entre sus brazos con fuerza y a falta de una respuesta que fuera la mitad de hermosa que se merecía esa propuesta; se atrevió a besarlo. Con ternura; aunque sin delicadezas. La lengua de él penetró en su boca y ella dejó que entrara a sus anchas y explorara cuanto quisiera, pues ella también se estaba dando aquel gusto en la suya. ¡Y vaya gusto que se estaba dando! Edward no sabía dulce y casto, o a miel y a primaveras; como te lo pintan en las novelas románticas. Edward sabía a hombre necesitado de afecto y a pasión masculina. Lo primero la enternecía profundamente, y lo segundo hacía que en sus venas reverberara un deseo arrollador.
Después de un momento, se separaron jadeando pero con una sonrisa en los labios.
-          ¿Eso es un si? – le interrogó él.

Ella rió por lo bajo, aunque de manera un tanto descarada.
-          Creo que es más que eso. Es más del tipo “tú también significas mucho para mí” o “me gustas demasiado para negarme”.

La sonrisa de Edward se volvió traviesa, sexy y torcida.
-          ¿Ah si? Pues tú también me gustas demasiado, Isabella Swan. Más de lo que quería aceptarme a mí mismo; pero menos que a un acosador.

Ambos estallaron en carcajadas.
-          Jumm, interesante juego de palabras. – Bella le guiñó un ojo antes de darle un beso corto y volver a alejarse su rostro del de él.- Me alegra no tener que preocuparme por acosadores. Estoy un poco escasa de guardaespaldas.
-          Hey, pero te advierto que no será por mucho tiempo. Dentro de unos días ya no querré que veas a nadie más que a mí y me pondré muy peligroso. Así que no cantes victoria. – fingió estar pensando y luego añadió. – Es más, ya estoy en esa fase…comienza a temblar.

Bella rió satisfecha y lo abrazó con fuerza contra ella; al momento sus pelvis entraron en contacto y una chispa saltó, como si se hiciera una ignición en medio de un pasto seco. El fuego comenzó y era muy difícil detenerlo ahora.
En esta ocasión fue Edward quién estrelló sus labios contra Bella con una rudeza exquisita, invadiendo todo su interior de manera descarada y posesiva. Nuevamente, ella le dejó hacer.
Y las manos que en un principio solían aferrarse a las caderas y espaldas de ambos comenzaron a tantear zonas que no se habían aventurado a explorar antes. Lugares en donde un simple contacto bastaba para hacer brotar gemidos y jadeos.
Edward rompió el contacto con una expresión que decía “me cuesta un demonio alejarme…”. Estaba jadeando; como ella.
-          Dime que quieres que pare y lo haré. Pero dímelo, Bella; porque no me creo capaz de hacerlo más adelante. Deseo y necesito esto desde lo que me parece una eternidad. – ella esbozó una sonrisa llena de promesas eróticas contra sus comisuras.
-          Toma lo que necesitas, Edward. Al fin y al cabo…los dos deseamos lo mismo.

Entonces ya no hubo vuelta atrás. La fuerza de él la encaminó hasta su amplia cama de sábanas de algodón egipcio en color plateado. El colchón anatómico se amoldó a su cuerpo. Edward le dejó allí tendida mientras se deshacía de la camisa y el pantalón con una rapidez sorprendente. De no haber estado tan excitada, se habría echado a reír de seguro. Se deshizo de sus calcetines y pateó su ropa lejos, momento que ella usó para recrearse la vista en los masculinos boxers grises que se aferraban a sus caderas y que no lograban esconder una erección latiente.
Oh, eso iba a ser tan divino…
Cuando Edward se cernió sobre ella, sintió su peso pero no le molestó en lo absoluto, de hecho comenzó a maniobrar para quitarle el boxer.
-          Esto…fuera.- ordenó y le pareció que eso le había causado gracia a él.
-          Sus deseos son órdenes, Madame. – lo boxers se fueron y una erección más gruesa que larga, pero aún así perfecta, se restregó contra ella una y otra vez volviéndola loca de deseo.

Ella no tenía nada más debajo del albornoz, y él pareció darse cuenta de eso puesto que se le había abierto los lados de la bata.
-          ¡Oh, dios santo, estás tan húmeda! – gimió.

Ella se arqueó y él siguió acariciándola de aquella forma hasta que ambos se retorcieron al borde de la locura y la lujuria.
Edward comenzó a tantear su entrada, agarró su miembro y lo posicionó antes de comenzar a hundir la cabeza roma.
Primero un poco…
Un poco más…
Y así, con una delicadeza absoluta la distendió y entro en ella hasta la empuñadura.
Ella gimió, él gruñó. Ambos estaban al fin físicamente conectados.
Edward balanceó las caderas hacia delante con deliciosa lentitud y arremetió con profundidad.
-          ¡Oh! – Isabella se agarró del cabecero de la cama y mentalmente dio las gracias de que este fuera de metal en vez de madera porque le hubiese dejado unas marcas delatoras. Aunque no le podía importar menos en aquel momento.
-          ¿Así? – le preguntó él mientras se hundía de nuevo.

Ella negó con la cabeza y bajó sus manos a su trasero para apretárselo.
-          Más. Con más fuerza. – el aumentó el ritmo de sus embestidas y ella se arqueó cual gata satisfecha. – Oh, sí. Así…

Las acometidas se hicieron más y más rápidas. Más certeras y necesitadas, para así comenzar a darle paso a una tormenta de placer que se iba tejiendo en las entrañas de ambos.
Edward recargó la cabeza en su hombro y ella apretó su cintura con fuerza. Finalmente Bella lanzó un gritito extraño mezclado con un gemido y hasta un jadeo a la vez. Edward se limitó a gruñir, abandonándose al lado divino de la pasión dejando que su simiente bañara el interior de ella en el proceso.
Cuando Bella bajó del paraíso extático del “cielorgasmo” no pudo evitar pensar que había conseguido lo que quería. Alguien con quien compartir sus días, que no fuesen sus compañeros de trabajo. Alguien que la hiciese sentir deseada y plena. Que le hiciera sentir pasión por algo más que su empresa…
Sí, definitivamente Edward no era perfecto, ni mucho menos. Pero justo lo que quería.

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Pasado el letargo postcoital, ambos durmieron un buen rato. Pero un sonido extraño los sacó del sueño superficial que estaba teniendo en ese momento. se volteó hacia su izquierda en donde Bella se estaba tratando de deshacer de su abrazo.
La miró antes de reírse un tanto burlón.
-          ¿Ese fue tu estómago?

Ella asintió con timidez y una sonrisa en los labios. El delicioso rosa que teñía sus mejillas cuando se avergonzaba se hizo presente dándole hacer un respingo en su zona sur. Era tan deseable…
-          Es que no he cenado ¿Quieres algo?
-          A ti, de nuevo. Algo me dice que estoy listo para escuchar otra ronda de tus gemidos.

El rosa se convirtió en un rosa granate pero en sus ojos brilló la chispa del deseo. Lamentablemente el gremling* que aquella mujer llevaba en el estómago gruñó de nuevo.
-          Anda, ve a la cocina. Te alcanzo en un segundo.- le dijo él.

Ella salió de la habitación luego de ponerse el albornoz, y él lo hizo después de haberse colado en las caderas la toalla que ella había dejado tirada en una silla cuando él había llegado a su puerta.
Cuando llegó a la opulenta cocina que tenía dos hermosas ventanas que mostraban una vista impresionante de Manhattan, la encontró metiendo un gran plato de comida al horno microondas.
Un aroma a pavo especiado y puré de papas con mantequilla impregnó el aire. Su propio gremling comenzó a gruñir.
-          ¿Me convidarás un poco? – dijo él mientras la abrazaba por detrás. Ella le estrechó las manos desde adelante y se recostó en su pecho mientras miraban el platón dar vueltas con el refractario.
-          Sí, no pensarás que me voy a comer todo eso sola.
-          ¿Por qué no cenaste? – preguntó él con un súbito interés. - ¿Acaso te arruiné hasta el apetito?

Ella asintió, pero giró su rostro y le dio un tierno beso en los labios los cuales aún tenía rosados e hinchados. Se veía preciosa así.
-          Sí, no debería alimentarte en castigo. – bromeó.
-          Si…si. Pero si no me alimentas no tendré fuerzas para volver a estar contigo, y creo que no te gustaría tenerme desmayado en tu cama. No te serviría de nada.

Escuchó su risa melódica y disfrutó de ella.
-          Bueno…si las cosas son así; mejor te alimento.

Comieron. Bebieron un poco de Coca – Cola y mientras lavaban los trastes disfrutaron de un glorioso y frío amanecer.
Edward no sabía si era una premonición de su recién empezada relación con Isabella, pero esperaba que los suyo fuese así como aquella madrugada. Llena de espontaneidad y belleza. Estaba más que harto de sufrir.
Acordaron estar unas horas más en la habitación, y cuando por fin el maldito reloj despertador repiqueteó a las ocho de la mañana, se pusieron en pie, tomaron una ducha que terminó siendo más larga y caliente; más no precisamente por la temperatura del agua; de lo que él esperaba, se vistieron y se encaminaron al asilo.
El lugar estaba relativamente en calma, así que Edward consiguió un poco de chocolate que había quedado de la noche anterior, lo vertió en dos tazas y se encaminó a la sala de estar en donde Bella ya había encendido el fuego en la chimenea. Se sentaron y hablaron de muchas cosas.
-          ¿Entones ya no te molesta la navidad? – preguntó Bella curiosa. - ¿Ya no crees que es solo un tiempo de desmedido consumismo?

Edward titubeó antes de hablar.
-          La verdad es que no la quiero mucho que digamos todavía, pero ella me llevó hasta ti, así que…supongo que eso es mejor de lo que podía haber pensado de ella jamás. Además espero que estés mucho tiempo conmigo para que intentes hacerme cambiar de opinión.

Ella le sonrió con descaro.
-          Oh, cuenta con ello. – y tomo un sorbo de chocolate humeante.

Poco a poco los niños se fueron despertando y se acercaron al árbol de navidad, en donde había paquetes para cada uno de los pequeños del lugar. Los regalos de los adultos los tenían en una oficina aparte.
Y después de compartir con casi todos en aquel gran salón decidieron irse a la oficina de él.
En su escritorio había un paquete rectangular pequeño envuelto en un elegante papel plateado con un precioso moño azul cobalto. Le parecía haberlo visto antes.
Bella se adelantó y lo tomó entre sus manos y luego sonrió con ternura mientras veía el paquete.
-          Alice es más eficiente de lo que pensaba. – le tendió el regalo a él con una emoción rayana en lo infantil en sus ojos chocolates. Él no pudo resistirse a acercarse a ella. – Es para ti, de mi parte.

Caminó hasta su altura y le besó en los labios y la abrazó con fuerza. Saber que aunque había estado molesta con él le había tenido en cuenta para un detalle tan dulce le derritió por dentro.
Definitivamente Isabella había demostrado que era cualquier cosa menos remilgada, sobre todo con aquella puesta en escena a lo Ty Pennington* en Extreme Makecover Home Edition*, y con la actitud que había demostrado tener en todas las situaciones a las que había hecho frente. Era una mujer valiosa, no por su dinero y su poder sino por como enfrentaba la vida. El destino había hecho bien al cruzarla en su camino.
Rompió el papel y encontró una caja anaranjada que decía Happy. Abrió la caja sacó el frasco, abrió la tapa e inhaló. Diossss…aquella mujer sabía hasta elegir un buen perfume.
-          Es delicioso, Bella. Gracias. No solo por el perfume, sino por todo lo que has hecho. Te debo más de lo que podré pagarte alguna vez. – dijo con profundidad.

Ella caminó tambaleando sus caderas con sensualidad y le abrazó. Aplicó un poco de la fragancia en su cuello e inhaló. Un escalofrío recorrió su cuerpo y su pene le informó que necesitaba salir a dar un paseo.
-          Con que te quedes conmigo y uses esa fragancia con regularidad me doy por satisfecha. – dicho eso le besó apasionadamente; pero antes de que las cosas se salieran de su control él la alejó de su cuerpo.
-          Yo también tengo algo que darte.- dio la vuelta a su escritorio, sacó una cajita gamuzada en color negro y se la dio. – Te lo advierto, no es fino, pues no lo compré en Tiffany´s* ni nada por el estilo. Solo lo vi en una sencilla joyería y pensé que era perfecto para que lo usaras tú y solo tú.

Bella abrió la caja con sumo interés y allí encontró una cadena dorada con un dije de un reloj de arena. Sus ojos se le llenaron de lágrimas mientras lo estrechaba entre las manos. Él se lo quitó y le dio la vuelta para colocárselo.
Cuando estuvo abrochado y guindando perfectamente en su delgado cuello, musitó en su oído, pegado a su espalda:
-          Solo tú, Isabella Swan, detienes el tiempo para mí. Haces que pare para que pueda ser las cosas a mi alrededor y ser una mejor persona. No sé cuanto vaya a durar lo nuestro, si para toda la vida o solo unos meses; pero lo que si sé es que no quiero que mis momentos contigo pasen tan rápido que ni pueda verlos. Quiero congelarlos mientras esté a tu lado, dejando mi marca en tu vida. Así como tú has marcado la mía. Te quiero.

Bella se giró de frente y le acunó la cara entre las manos. Sus mejillas estaban bañadas de lágrimas pero su voz no titubeó cuando prometió:
-          Voy a estar cada día que quieras a tu lado; sobre todo cuando necesites de alguien que te haga ir más lento para ser conciente del amor y la admiración que te rodean. – se aferró a su dije con fuerza mientras habló.- No importa que no seas de dinero. Ni siquiera importa cuán poderoso seas, solo importa lo grande que eres cuando lo único que quieres es lo mejor para los demás muy por encima de todos. Incluso de ti mismo. Yo también te quiero, Edward Cullen.

Y en esa oficina renovada pero aún sencilla, ambos se amaron sin tabúes y sin reservas. No eran solo dos cuerpos buscando un desahogo natural, sino dos almas hambrientas de amor que se necesitaban la una a la otra para poder afrontar las dificultades que se les viniesen encima.
Yyyyyyy además de todo eso…aplicaron muy a rajatabla eso de que navidad era tiempo de amor…Muuuucho amor.

Glosario de términos:
*Grinch: Criatura de cuentos navideños que odia la navidad.
*Jingle Bells: Villancico navideño.
*Escalade: El Cadillac Escalade es un automóvil todoterreno del segmento F, producido por el fabricante estadounidense Cadillac.
*Men´s Health: Revista de bienestar masculino.
*GAP: Cadena de tiendas departamentales.
*Happy de Clinique: perfume cítrico para caballeros elabora por la casa de productos cosméticos Clinique.
*Perry Ellis: fue un diseñador estadounidense, quien creó una tienda de ropa casual a mediados de los '70. Ha extendido su emporio a la rama de los perfumes.
*Donna Karan: es una diseñadora de moda estadounidense. Creció en Long Island con su padrastro que era un sastre y su madre que era una modelo. 
*Agatha Ruiz de la Prada: Diseñadora de modas de un amplio espectro de productos relacionado a su ecléctico estilo.
*Tiffany´s:Tiffany & Co. (NYSE: TIF) es una empresa estadounidense de joyería y orfebrería fundada por Charles Lewis Tiffany y Teddy Young en la Ciudad de Nueva York en 1837 como "stationery and fancy goods emporium."
*Ty Pennington: Conductor del Programa Extreme Makecover – Home Edition.
*Extreme Makecover – Home Edition: Programa televisivo en donde le proporcionan hogares más dignos a personas necesitadas o que han brindado un servicio invaluable a la sociedad.
*Gremlin: es una comedia de terror película dirigida por Joe Dante , publicado por Warner Bros. La película trata sobre un joven que recibe una extraña criatura llamada Mogwai, como una mascota, que a su vez genera otras criaturas que se transforman en pequeñas destructiva, , monstruos malvados.


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Bueno..bueno..bueno…Seh seh…ya sé que no es la gran coooooooosa como para haberme tardado tanto como lo hice pero de verdad estuve súper ocupada en este diciembre. PERDÓOOOOOOOOOOON. Aún así, pueden estar seguras de que no las olvidé así que FELIZ NAVIDAD RECONTRAMEGAATRASADA DE NUEVO!!!!!! No les diré feliz año porque me choca decir eso, para mí esa es una fecha deprimente así que solo les deseo un próspero año 2012 .
Espero de corazón que este año sea para todas ustedes un tiempo lleno de satisfacciones y alegrías, así como de aprendizajes y crecimiento.
No les puedo mandar un regalito a cada una por apoyarme tanto (e inmerecidamente) pero si les dejo esta historia, que no es la mejor de todas, pero si una cargada de cariño para todas ustedes. Un relato con el que intento infundirles esperanzas.
Se les quiere, chicas…no mucho…SINO DEMASIADO!

Atte. Marie K. Matthew

7 comentarios:

  1. OMGGGGG...DEBO DECIR...GRACIAS...NECESITABA..ESCUCHAME....NE-CE-SI-TA-BA...LEER ALGO QUE SALIERA DE TU RETORCIDA CABEZA JAJAJAJA....ME ENCANTO MUCHO EL ONE SHOT AMI LLORE UN POCO SÍ :( NO ME ESPERABA QUE ESE CONDENADO VIEJITO SE MUERIERA :( A PESAR DE ESO LO AME....LA ESCENA DE LEMMON "COMO SIEMPRE" TE SALIO MARIVILLOSAMENTE ESPECTACULAR ¬¬ TANTO QUE DEBES REVISAR UNOS TWEETS QUE TE ENVIE...:DDD GRACIAS POR EL REGALITO AUNQUE YA SABES...SIEMPRE PUEDES SUPLANTAR EL NOMBRE DE BELLA POR EL MIO Y ME HARÍAS LA MAS FELIZ DEL PLANETA JAJAJAJA....
    PD: VE LOS MENTIONS EN TU TWITTER...
    PD2: NO OLVIDES...COLOR ROJO...
    PD3: TE LOVEOOOOOOOOOOOOOOOOO ESPERO QUE ESTE AÑO ESTE LLENO DE MUCHA FELICIDAD SALUD Y AMOR PARA TI :DD

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  2. si que me diste una buena navidad con estos dos ah! Navidad es tiempo de amoooooooooor mucho amor!!cuesto un poco admitir que si he llorado con la historia triste de Ed y también su enojo con Bells pero ha valido la pena! Ed de Grinch es grandioso (grande y odioso) pero te ha quedado fantastico! C: gracias por compartinos tu Os ha sido Conmovedor!!
    BsosC:
    Ale!!

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  3. Que buen regalo atrasado, un increíble one shot,tierno, sexy, entretenido. En fin me alegraste el día, que digo el día, la semana, que digo la semana,el mes, gracias, gracias,gracias......!

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  4. Hola ¿como estás? Es la primera cosa tuya que leo puesto que los demás fics tendrán que esperar a que pase este alocado tiempo navideño y pueda tener mas tiempo.
    Pero debo decirte que me ha encantado y concuerdo totalmente en la opinión que da Edward sobre la Navidad y el consumismo desmesurado así como en los sentimientos de hipocresía que se hacen muy notorios en esta época. Tiene razón cuando dice que te pasas once meses siendo un capullo por decirlo de una manera resumida y llega diciembre y de pronto aparentas ser la mejor persona del mundo y querer mucho a aquellos a los que lelas once meses criticando.

    Por otro lado entiendo la postura de Bella y el homenaje a su padre es la parte tierna del OS.

    Espero que a estos dos les vaya bien y que su relación no dure solo unos meses, sino toda una vida,. Bella le ha devuelto a Edward lo que perdido aquella noche en un accidente y Edward le ha dado ese cariño del que carecía tras la muerte de su adre. Los dos se complementan
    Un beso, me ha encantado.

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  5. Gracias cariño por el regalo me encanto aunque e contestado tarde pero es mejor tarde que nunca no....Besos nena y gracias otra vez ,no cambies....Besos...

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  6. Gracias, Gracias, Gracias por regalar este OS fue adorable, pasional y triste!! lloré cuando murio el tío Arthur y aunque a veces la navidad la siento como Edward estas historias de verdadero amor y paz navideño me llegan al alma. Las historias que hay detrás de ese amor es lo que hacen que sea un fic fantástico. Besos, feliz navidad y año nuevo.

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  7. Chica este one shoot te quedo folmidable. De verdad la historia estuvo super desde el comienzo hasta el final, me fasino. Llore muchisimo con la Muerte del viejito, de verdad no me lo esperaba, ya que él era la alegria del lugar. Porque con sus forma de ser se gano a todos!!!! Por otro lado, me encantó las escenas de Edward y Bella te quedaron fasinante, tienes un talento extraordinario. De verdad tienes un don grandioso en las letras. Espero hayas pasado una hermosa Navidad y un comienzo de año excelente. Te deseo mucha salud, feliciad y prosperidad. Saludos!!!!

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