sábado, 9 de febrero de 2013

CORAZÓN DE CRISTAL - Vigésimo Segundo Capítulo:



“Miedos”


Bella POV:

El hecho de ser personas con el cien por ciento de nuestras facultades o “normales” como algunos dirían;  no nos hacía capaces de entender como trabajaba la mente de alguien como Edward. Quien veía al mundo a su manera. La cual parecía ser tan sencilla que como nosotros estamos acostumbrados a complicarlo todo, no podíamos comprenderla.
A falta de una respuesta satisfactoria para él de cualquiera de los lados implicados, Rose decidió comenzar a hablar sobre sus clases de piano. Noté que aunque algo le inquietaba; tenía el ceño fruncido como cuando está preocupado por algo; siguió el ritmo de la conversación con su profesora/futura madre de su sobrino.. Entonces decidí darles su espacio e irme hacia otro punto de la casa.
Me dirigí a la biblioteca e hice uso de uno de los privilegios que tenía en aquella magnífica casa: tener acceso ilimitado a los libreros de los Cullen. Últimamente, trataba de sacar provecho de los avances de Edward provocados por la nueva asesoría de estaba recibiendo; de la cuál hablaría más adelante; de cómo funcionaba su capacidad de análisis con respecto a la comprensión lectora. Y allí fue cuando un pensamiento que tenía tiempo rondando en mi mente me golpeó en la cara sin que pudiese evadirlo: Mi ángel pronto no necesitaría más una enfermera.
Me estremecí de terror y casi dejo caer al suelo Cumbres Borrascosas. Lo atrapé contra mi pecho como si así pudiera exorcizar mi miedo. Mi misión en casa de los Cullen estaba cerca de su fin. Demasiado cerca como para que me fuese grato. Y esa no era suposición, sino una certeza cuando se veía al paso en que iba evolucionando Edward.
—¿Bella, estás bien? —Emmett cortó el hilo de mis pensamientos tan abruptamente que hizo que respingara del susto. —Lo siento no quería asustarte.
Por un momento no pude evitar preguntarme sobre dónde se había ido el galán que siempre tenía un brillo de picardía en su mirada. Ante mí solo tenía a un hombre con tormento en sus ojos. Se notaba en las ojeras que ahora los rodeaban que no estaba descansando bien. Y no era para extrañarse en lo absoluto. Por lo visto su relación con Rosalie no era lo que se podía decir “normal” si es que había algo entre ellos a estas alturas. Y lo que era más grave; ahora había un embarazo que de alguna manera los iba a vincular para toda la vida por medio de ese hijo. ¡Mierda, pobre Emmett!
Le sonreí con ternura.
—Tranquilo, Em. Es solo que estaba perdida en mis pensamientos. —señalé un sofá de cuero que pegado a una pared a mi espalda con mi pulgar. —¿Quieres hablar un poco?
—¿De qué? —sonrió con sorna. —Sinceramente ahorita no tengo nada positivo que conversar con nadie, Bella. No soy una compañía estimulante.
—Quizá necesitas hablar… —seguía tenso así que dudé. —o no.
Me encogí de hombros y clavé la vista de nuevo en los libros. No quería que Emmett pensara que andaba de entrometida, interesada en todos los últimos detalles morbosos de su vida.
—Lo siento. —el cuero del mueble se estremeció cuando se sentó. Me giré a verlo. —No sé donde tengo la cabeza, mucho menos los modales. —y por primera vez se mostró tímido. —Siéntate, Bella…eh…si quieres, claro está.
Caminé con la tercera edición de mi libro favorito forrado en cuero y que seguramente costaba unos…mejor tomaba asiento sin pensar en tonterías “obscenamente costosas” que me harían sentir incómoda. Me senté con un puesto de por medio pero con el cuerpo en dirección a él. Esperé en silencio a que comenzara a hablar sobre lo que quisiera cuando estuviese listo.
—¿Sabes una cosa, Bella? Cuando volví a la casa fue porque quería paz. Deseaba tener esa tranquilidad que transmite el estar en familia y no ese ajetreo típico de un playboy adicto al trabajo. Definitivamente no fue eso lo que conseguí: Me encapriché contigo a la misma vez que tuve que lidiar con un hermano menor sorprendentemente territorial. Y en mi intento por apartarme de ambos,  sin entender el peso de lo que hacía—Emmett se sonrojó. ¡Ay Dios mío que no diga lo que creo que va a…! —…estuve con Rosalie y me comporté terrible. Nunca fui un caballero, Bella, pero jamás había utilizado a una mujer como lo hice con ella. Y eso me pesa en la conciencia cada puto día y cada puta noche.
Con razón Rosalie estaba tan molesta con él. Por eso Emmett se veía tan atribulado. Con razón yo estaba inquieta por su situación tan tensa, de alguna manera mi subconsciente presentía que tenía algo de culpa en todo eso.
—Emmett, yo…—a ver ¿Qué podría decirle?  De alguna manera me sentía responsable por lo que estaban atravesando, pero me parecía fuera de lugar asumirlo frente a él. Aparte de ególatra, se me hacía algo completamente innecesario. Al final terminé diciendo algo tonto, aunque no por eso menos cierto. —Nunca quise causarte ningún tipo de problema.
Una media sonrisa, que se asemejaba más a una mueca incómoda se pendió en sus labios.
—Lo sé, Bells. No es tu culpa nada de esto. Es mi desastre para lidiar. Quizá es un precio a pagar por la soberbia con la que me movido durante años. —se calló durante un segundo luego continuó como si se estuviese corrigiendo a sí mismo. —Discúlpame, de vez en cuando me da por victimizarme.
—¿Qué es lo que te tiene tan preocupado? ¿Quieres que hablemos sobre ello? ¿Es por el bebé?
Sacudió la cabeza compungido.
—Es todo. Es por cómo está la situación entre Rosalie y yo. Es por no saber qué haré con un niño en este punto de mi vida y bajo estas condiciones. Son muchas cosas, Bella.
Puso sus codos sobre sus rodillas y la cabeza entre las manos. Su vista estaba clavada en el suelo desesperada como si buscase las respuestas a su predicamento en la alfombra a sus pies. Sentí el irracional deseo de colocar una mano en su espalda para infundirle ánimos pero al final pensé que sería muy fuera de lugar ese gesto entre nosotros. Preferí quedarme sentada con las manos entrelazadas en el regazo.
—Solo…quererlos. —giró su cuello para poder verme. Sin duda estaba confundido. —Se nota que Rose tiene importancia para ti, más allá de sea la madre de tu futuro hijo. Quizá lo que necesites hacer es tratar de entender cuán especial es, y al margen de lo que decidas, deberías tratar de que se sienta apreciada. Ahora tienen un magnífico lazo que los unirá de por vida, a pesar de que indistintamente no terminen juntos. Ella es una magnífica mujer de carácter fuerte y decidida, cualquier hombre sería afortunado de tenerla a su lado como compañera. Y con respecto al bebé, solo tienes que quererlo. A partir de allí las decisiones las tomarás más por instinto e impulso. Como cualquier padre. —le guiñé con complicidad. —Serás un papá maravilloso y seguramente muy divertido. Ese niño o niña tiene mucha suerte por quienes lo traerán a este mundo.
Una sonrisa tierna se fue extendiendo en sus labios lentamente. Quizá podría empezar a imaginarse ese ámbito.
—De todas las personas de las que podía haber esperado escuchar palabras reconfortantes, tú eras la última en mi lista.
Sonreí comprensiva.
—No debería. —luego me puse seria —Tomando en cuenta todo lo que has hecho por Edward y por mí, es lo mínimo que puedo hacer. Puede ser que más adelante podamos ser buenos amigos.
—O cuñados. —puntualizó y por Dios santo que sentí como el corazón me daba un respingo antes de latir desaforado nada más de imaginarme llevando un anillo en  la mano con la promesa de un futuro con mi ángel.
Luego busqué algún signo de resentimiento en la cara de Emmett, pero no pude encontrarlo. Le agradecí internamente por eso también. Sin tener más nada que decir, me puse en pie antes de despedirme de él infundiéndole ánimos de nuevo.
Cerré la puerta de la biblioteca, ofreciéndole un poco de privacidad para que reflexionara. Supuse que si había regresado tan temprano del trabajo no sería para hablar con cada uno de los que estábamos en la casa precisamente.

*.*.*.*.*
La mañana había pasado de forma normal y corriente: Edward con sus clases de piano con Rosalie, Alice trasteando en la cocina. Esme leyendo y haciendo anotaciones aunque ignoraba sobre qué. Mientras, yo me encontraba revisando el cuaderno donde llevaba registrado el ABA (Applied Behavior Analysis). Estaba sumamente orgullosa de hasta donde había llegado Edward hasta ahora.
Pasó de no poder articular una palabra a ser incapaz de quedarse con una duda en su boca. De gemir como único medio para expresar sus emociones, a decirle a cada persona lo que pensaba acerca de todo sin importar si el momento era el indicado o no. Y ni hablar de su desenvolvimiento en lo que me gustaba pensar que era “nuestra vida privada”. Sonreí a pesar de la nostalgia que me embargaba. Edward era una deliciosa ambigüedad entre la inocencia de un niño y la pasión de un adulto. El hijo menor de Esme, su pequeño inocente ahora era mi ángel no tan puro. El hombre al que amaba más que a nada en este mundo.
Cuando le había dicho a Carlisle y a Esme que iba a armar un equipo multidisciplinario para él, lo decía en serio. Así que poco tiempo después de aquel día, no me había cortado a la hora de utilizar mis contactos obtenidos en el Saint Gabriel en pro de ello.
La terapeuta ocupacional nueva, la señora Bloom, era una mujer fuerte de mediana edad, ampliamente calificada en la recuperación de personas con capacidades y necesidades especiales. La había visto hacer maravillas con al menos una decena de niños con dificultades motrices; aunque ella me había comentado en alguna ocasión que solo se limitaba a trabajar con ellos. Por lo cual no dudé en llamarla.
Fue duro, no mentiré. Edward se resistió al principio cuando supo que otra persona que no era yo, se encargaría sobre su acondicionamiento físico. Sin embargo, la menuda mujer no se daría por vencida tan fácil, así que juntas acordamos que entre ambas llevaríamos acabo las sesiones. Edward se mostró mucho menos reacio de esa manera. Y la verdad es que Stella tenía un carácter divertido que no tardó en ganarse el aprecio de mi ángel.
Así que dos veces al mes, Bloom venía al gimnasio personal de los Cullen y trabajaba con Ed. Sesiones en las cuales podía, o no estar yo.
Luego estaba lo más importante: el asesoramiento con el doctor Dave Poomar. Un afamado psiquiatra, cuya trayectoria trascendía los límites de Seattle. Lugar en que residía actualmente. Carlisle no escatimó en gastos cuando le hablé sobre el impresionante currículum del hombre.
Conseguir que el afamado especialista nos hiciera un espacio en su apretadísima agenda, no fue fácil pero dudaba que hubiese algo que no pudiese lograr el prestigioso abogado Carlisle Cullen. Así que en menos de una hora de negociaciones, ya Edward estuvo entre la lista de sus prioridades. Y  en una semana estábamos recibiendo la primera visita del hombre.
No era muy alto pero sí tenía un cuerpo que indicaba lo bien que se cuidaba, vestía serio pero no lo esperado en un médico de cuarenta y dos años de edad. Y era guapo. Aquellos rasgos tan exóticos típicos de los provenientes de la India, no faltaban en su cara. Su cabello estaba impecable como todo el resto de su persona. Las fotografías no le hacían justicia, en persona el doctor Poomar era un hombre increíblemente atractivo. Ahora entendía el porqué de la devoción de muchas que lo conocían.
—No me hace falta un psiquiatra. Ya me vieron hace años atrás. —replicó Edward huraño cuando se lo presentamos. —Ya sabemos que tengo autismo de alto funcionamiento.
El hombre, tan amable como astuto no nos pidió salir de la sala como se podría esperar en una sesión con un especialista. Por el contrario, nos invitó a permanecer en la sala. Supuse que solo hasta que a él le viniera bien.
—Yo no vine a decirte lo que tienes, Edward. —respondió paciente el hombre. Tomó asiento frente a él, pero de manera informal y con aparente despreocupación. Aunque yo sabía que cada gesto, palabra y acción de Ed estaba siendo cuidadosamente estudiada. —Tus padres e Isabella no me buscaron para eso.
—Bella. No le gusta que le llamen por su nombre completo. —le dirigí una sonrisa torcida a Poomar que le indicaba que él era un chico muy listo pero que no sería receptivo a las primeras de cambio.
Este último asintió corrigiendo su error:
—Discúlpame. Corrijo entonces: Ni tus padres ni Bella me buscaron para que te examinara como si tuvieses algo malo.
—¿Ah no?
—No. Ellos me dijeron que necesitaban que un especialista te ayudara a encontrar ciertas herramientas para enfrentar de la mejor de las maneras los desafíos que tendrás en un futuro cercano. —aseveró con un interés tranquilo pero legítimo. Me gustaba como estaba actuando hasta ese momento.
Edward pareció dubitativo por un breve instante pero no se pudo callar sus dudas por mucho más tiempo.
—¿Cuáles desafíos? —mi ángel se inclinó un poco interesado en lo que aquel desconocido para él, tenía que decirle.
—¡La vida, Edward! Me hablaron sobre tus excelentes avances hasta ahora. Por lo cual sé que eres un chico brillante, ordenado y disciplinado. Así que yo solo te ayudaré a sobrellevar todo aquello que te preocupe como los cambios en tu rutina, enfrentaremos tus miedos y buscaremos la mejor de las salidas a los problemas que te molesten.
Entonces mi ángel; en un movimiento muy de él, cuestionó de nuevo las intenciones del médico:
—Entonces ¿Usted no vino a tratarme porque estoy enfermo? —sabía que Edward había pasado por malos tratos con profesionales pero revivir eso siempre me hacía sentir enferma de rabia y pena a la vez. —Porque ya han habido doctores y enfermeras que me han dicho que soy tonto o que lo que yo tengo es una enfermedad mental. Pero Bella dice que no lo soy, solo tengo necesidades especiales.
Dave aceptó el cuestionamiento de su paciente con total tranquilidad. Sabía que tendría que estar habituado a casos muchísimos más complejos que este, aunque no conocía ninguno de primera mano.
—Tienes que entender, Edward, que las personas que te han tratado hasta el momento, no han sido las indicadas. Pero eso no es culpa de nadie, tus padres buscaron ayuda y aquellos inescrupulosos traicionaron su confianza y profesionalidad. Pero no todos somos así. —el hombre nos pidió dejarlos a solas pero solo si a Edward le parecía. Ed dudó al principio pero al final aceptó con ciertas reticencia. Sabía que se le hacía difícil quedarse a solas con desconocidos porque temía por lo que pudiesen hacerle o decirle. Cuando al fin se encontraron solos, continuó: —Por lo que estoy viendo justo ahora y basado en lo que me han dicho sobre ti, puedo asegurar que no eres ni un tonto ni un enfermo…
—¿Ni un loco? —le interrumpió Edward.
Yo permanecía muy cerca por si mi ángel sufría alguna crisis nerviosa o algo por el estilo. Pero debía admitir que aunque había estado tenso en gran parte de la conversación, no pareció en ningún momento estar cerca de perder los estribos.
—Tampoco un loco, Edward. —respondió Poomar. —Esa palabra no es médicamente aceptable.
—¿Ah no? ¿Y por qué el doctor Mike y la señorita Stanley me dijeron loco?
—¿En serio no lo sabes, Edward? —supuse que habría negado con la cabeza. A lo que el hombre respondió. —¡Pues porque son idiotas!
Escuché una risita baja de mi novio/paciente/ángel.
—Entonces ¿Vas a permitirme que te ayude a superar tus dificultades? —presionó Koomar con calidez.
—Sí. —respondió mi ángel con seguridad. —Quiero ser el hombre que se merece Bella.
Un nudo se formó en mi garganta. Esme, que permanecía a mi lado, se rascó el ojo o quizá se limpió una lágrima. No estaba segura, porque no podía reaccionar tras semejante declaración. Carlisle me palmeó el hombro y susurró en mi oído:
—Bien hecho, Bella. —y no estuve segura de si lo había dicho por haber conseguido a la eminencia que estaba sentada ahora en su sala de estar, o por algo concerniente a su hijo.
—Pues vamos a demostrarle lo que eres capaz de lograr, Edward. —prometió el doctor Dave.
Volví entonces de mi viaje por los recuerdos. Seguía estando en su habitación, con el cuaderno de ABA entre mis manos y una lágrima que se me escapaba por la comisura del ojo izquierdo.
Cuando le había dicho a Edward hace ya un tiempo atrás que nuestra relación sufriría unos cambios, este me había venido a la mente pero me negué a prestarle atención porque sabía que sería doloroso. Y porque ignoraba era cuán cerca estaría el día de dejar de ser necesaria.
—¡Bella, Emmett y yo estábamos viendo Piratas del…! ¿Por qué lloras? —Edward entró en su cuarto como un bólido sin darse si quiera tiempo para disimular mis emociones y por supuesto que no podía mentirle. No podía faltarle el respeto así. Se acercó hasta el escritorio en donde colocaba su amada laptop y se colocó entre mis piernas. Me miraba preocupado. —¿Qué pasa, Bella? ¿Por qué estás triste?
Acaricié el borde de su rostro con una mano y con la otra me limpié el rastro húmedo delator.
—Estoy llorando de alegría y de orgullo.
—¿Por qué? —se le veía muy confundido.
—Porque recordaba cuanto has avanzado desde que llegué a esta casa. Ya casi no me necesitas.
Sus ojos se abrieron sorprendidos.
—¡Te necesito, Bella! Sabes que te necesito y mucho. Yo… —se estaba comenzando a alterar más de lo debido. Desde lo de su bradirritmia no quería que se alterara demasiado acerca de nada. De hecho trataba de mantener sus sobresaltos solo en materia sexual. Aún así, trataba de no abusar. —No te vayas…
Tomé su cara entre mis manos y lo miré intensamente:
—Shhhh, tranquilo. Nadie dijo nada sobre irse. —acaricié su cabello —Solo te comentaba que ahora ya casi no ameritas una enfermera por acá, cosa que sabes que es cierta. Estás recibiendo toda la atención que necesitabas y cada día se nota más la seguridad con que te vas adaptando a las cosas cotidianas. Sin embargo nunca dije que te dejaría. En caso de que tomase otro trabajo… —el terror se reflejó en sus ojos —eso no significaría que no te seguiría viendo. Tenemos una relación más allá de enfermera-paciente ¿Lo recuerdas?
Asintió.
 —¡Pero no estarías más aquí! —lo decía como si el mayor de sus terrores se estuviese haciendo realidad.
—¿Sabes una cosa, ángel? La mayoría de las parejas del mundo no trabajan juntos.
—Pero muchas terminan. —nuevamente su lógica me sorprendía.
—En efecto, pero no siempre es la distancia lo que se interpone entre ellos, sino cosas más grandes y menos fáciles de tolerar. Como por ejemplo: La pérdida de los detalles, que se les acabe el amor o el respeto. En fin, hay demasiadas maneras de dañar una relación sin que un poco de espacio sea el verdadero culpable.
Rascaba una pelusa invisible en mi pantalón.
—Pero ya estás en tu casa. Tienes tu espacio. ¿Por qué quieres más? —odiaba hacerle daño de cualquier manera. No lo soportaba, pero necesitaba que entendiera que ese sería un próximo paso en nuestra relación y definitivamente; una prueba a superar.
—Oye… —tomé su cara entre mis manos nuevamente. —no me estoy refiriendo a nosotros. Hablaba en general, pero necesito que comprendas que cuando llegue el momento; yo deberé dejar este trabajo e ir a ayudar a otra persona especial como tú. —Una lágrima se deslizó por un costado de su cara. Lo atraje a mi pecho y lo aferré con fuerza a mi pecho. —No soporto que llores, ángel. Me parte el alma.
—Tengo miedo. —se atrevió a decirme pegado a mi cuello.
—Miedo ¿de qué?
—De que me dejes. Que conozcas a una persona y que también te quiera a ti. Tú has dicho que no sé casi nada del mundo, pero lo que más necesito de él a ti. —puntualizó.
Oh, mi ángel. Tan niño y tan hombre a la vez. No perdía el toque a la hora de hacerme nudos en la garganta.
Lo alejé un poco de mí para poder verlo a los ojos y medir su reacción a mis palabras.
—Edward, lo que nosotros tenemos… —nos señalé con la mano. —no es algo que se consiga en todos lados. De hecho se da de uno en un millón de relaciones, quizá menos. El hecho es que tú eres mi millón y no te dejaría por que otra persona se mostrara interesada en mí. Estoy comprometida en esta relación ¿Y tú?
—¡Claro que sí! —casi sonaba ofendido lo que me causó un poco de risa.
—Bien. Entonces esto será solo una pequeña prueba para nosotros. Aunque creo que saldremos bien parados de todos modos.
Medio sonrió aunque no dijo nada. Estaba indeciso, y tan sincero como era no se mostraba de acuerdo cuando estaba reticente a una idea. Lo conocía demasiado.
—Te amo, ángel. Y no me voy a dar por vencida por nada. Eres demasiado importante para que mis fuerzas flaqueen.
Apoyó su cabeza sobre mis piernas y se acurrucó a mis pies.
—Te amo, Bella.
Y esas tres palabras significaban más que nada en el mundo. Podía no confiar en una situación determinada, pero definitivamente si lo hacía en mí.



*.*.*.*.*
Carlisle y Esme insistieron en que tanto Alice como yo cenáramos antes de irnos a casa. Momento que Edward no dejó pasar para comentar lo que habíamos hablado más temprano. Al principio los señores Cullen se mostraron sorprendidos con el comentario de su hijo. Luego esperaron a oír lo que yo tenía que  decir. Cuando hablé de que no se trataba de algo inmediato, Esme se relajó, sin embargo Carlisle se mostró muy pensativo y silencioso.
—No es una renuncia y mucho menos un preaviso. Solo le explicaba a Edward que sus necesidades han cambiado. Ahora que está recibiendo la atención pertinente y adecuada a sus necesidades, necesita más de aquello que le lleve al máximo de su potencial cognoscitivo. —alegué ante todos.
—¿Y qué harás después de estar aquí? ¿Volverías a tu otro trabajo? —inquirió Esme.
Sacudí la cabeza.
—No. Lo más seguro es que trabaje con algún niño autista. Tenía varias opciones antes de decidirme por Edward. —me dirigió una sonrisa de chiquillo satisfecho que casi logra que le correspondiera. No podía durar enojada con él. Y parece que él también lo sabía. Astuto.
Fue hasta entonces cuando Carlisle intervino:
—¿Y quién se encargó de esos pequeños cuando tú aceptaste este empleo?
—No lo sé. Quizá sigan buscando a alguien. —contesté de forma llana.
¿Qué era esa determinación en su mirada? Tramaba algo. Ya conocía bastante de los hombres Cullen para aseverar aquello.
—Lo cual indica que necesitan atención, no solo uno sino varios de ellos. Tengo entendido que cada uno de ocho niños desarrolla autismo.
—Así es…—respondí recelosa.
—Pues crea una fundación, Isabella.
—Bella, papá. —le corrigió Edward.
—Bueno, Bella. ¿Qué dices? —el patriarca rubio y guapísimo tenía toda su atención sobre mí en ese momento.
 Parpadeé anonadada pero mi cerebro procesó rápido una respuesta.
—Una fundación demanda mucho dinero, señor Cullen. Dinero que yo no tengo. Ni siquiera para empezarla.
—¿Y si mi bufete es tu principal beneficiario? Luego podrías conseguir varios más. Eres una mujer astuta.
Así que hacia esto me quería llevar. Si aceptaba seguiría con los Cullen de la mano en mi vida profesional y en la personal. No me extrañaba que Carlisle fuese abogado, era un viejo zorro sagaz.
—¿Te atreverías, Bella? Hace un mes que la idea me viene rondando la cabeza. Tú puedes conseguir al personal que se  requiere para desarrollar ese proyecto. No digo que sea algo macro, solo que atendamos a varios de esos jóvenes que no pueden costearse una enfermera personal o que sus padres y familiares no saben cómo tratar.
—Y a ellos también los podríamos enseñar a cómo lidiar con ese desafío de tener hijos autistas. —comenté al empezar a imaginarme lo que se podría llegar a hacer con un proyecto así.
—¡Exacto! —respondió él comenzando a parecer entusiasmado.
Ambos estábamos tan emocionados y concentrados entre nuestras ideas que solo cuando Edward tosió porque un poco de zumo de piña se le fue por un camino equivocado, nos dimos cuenta que el resto de comensales nos veían sorprendidos. Pasado el “ataque de tos” Carlisle volvió a mirarme con seriedad.
—¿Lo haremos?
Asentí más que feliz. Esto era mejor que cualquier trabajo que hubiese podido imaginarme. Sería arduo porque trabajaría con varios pacientes a la vez, pero conseguiría un buen grupo de trabajo. Carlisle me estaba confiando algo demasiado grande; aparte de a su propio hijo, cosa que no tenía parangón. Y yo le demostraría que estaba a la altura de sus expectativas.
—Lo haremos. —acepté.
Desde que había llegado a esa casa mi vida era una constante toma de desafíos, pero hasta aquel momento no me arrepentía de ninguno de ellos. Puede que aquella fundación representase para Edward y para mí más que un lugar de trabajo o de terapia según fuese el caso.
Y yo no sabía cuán cierto iba a ser aquello. En lo bueno, y en lo malo.

*.*.*.*.*
—¡Estás demente, Mary Alice! —dije en un grito ahogado. —Qué Esme y tú decidieron hacer…¡¿Qué?!
La muy descarada sonrió y me adentró en una sala completamente vacía y pintada a la perfección.
—Quisimos darte una sorpresa entre ambas. Ya sabes, por cómo te has comportado con ambas. Tú dijiste que no te gustaban esos muebles viejos y horribles y la señora Esme vio la oportunidad perfecta de devolverte algo a cambio.
—Pero no a estas magnitudes! —susurré aun abrumada por la situación.
Alice se encogió de hombros y nos dirigió hasta nuestras alcobas que estaban perfectas y limpias. Con solo nuestros colchones en el suelo, puesto que el equipo que contrató la matriarca Cullen se había deshecho de todo el mobiliario de la casa para reemplazarlo por unos más modernos que combinaran mejor con el estilo zen que ahora tendría mi casa.
—Ayudar a mejorar a un hijo autista y alojar a una persona que no es tu familia cuando no tenía donde quedarse, es mucho… —siguió hablando mientras me dirigía al baño. ¡No teníamos retrete! ¿Dónde se supone que…? —Así que acepta esto en nombre de las dos. Porque lo hacemos con mucho cariño para ti.
En el umbral de un cuarto de baño carente de grifería y hasta de inodoro, entendí que tenía mucho más de lo que alguna vez había podido llegado a creer que tendría. Sí, no había tenido una familia en el pasado pero el futuro se mostraba lleno de personas que de alguna manera extraña se habían aparecido para enseñarme diferentes tipos de lecciones. En este caso, Alice me enseñaba sobre lo grandioso que podía ser el agradecimiento y la amistad. Pero a pesar de eso, recordé un detalle demasiado importante como para pasarlo por debajo de la mesa.
—Alice, no puedo creer que estés gastando tu salario en esto…
Rompió a reí.
—¡Por supuesto que no gasté un centavo! La señora Cullen no me lo permitió. Mi contribución en esta misión encubierta fue la de engañarte. —me guiñó un ojo con complicidad.
—¡Gracias! —la abracé a falta de algo mejor que decir. —No sé como agradecerles por todo esto!
—Con seguir cuidando a Edward como lo has hecho hasta ahora, Esme quedará satisfecha. —se señaló al pecho con un aire aniñado. —Y yo, pues con que no me eches, tengo.
Le sonreí con dulzura.
—Por supuesto que no.
—Esme quería que nos quedásemos en un hotel…
Me encaminé a mi habitación y ni siquiera me giré a verla cuando dije: —Ni en sueños.
—Sí, eso mismo me figuré que dirías.
A la mañana siguiente desayunamos en el Starbucks del pueblo antes de seguir hasta la casa de los Cullen. Le agradecí a Esme por su sorpresa y luego me dirigí a la alcoba de Edward.
Vislumbré sus piernas guindando por el borde de la silla-hamaca del rincón y me dirigí hacia ella, aunque permanecí detrás de él.
—Hola, ángel. Buenos días.
—Hola, Bella. Buenos días. —de inmediato noté su desaliento. Rodeé el mueble y me encontré con una mirada ceñuda y ausente.
—¿Qué va mal, Edward?
Negó con la cabeza pero no habló. Eso me preocupó aun más.
—¿Discutiste con Emmett? –volvió a negar. —¿Con tus padres? —no de nuevo —¿Alguien te insultó? ¿Leíste algo en internet que te haya afectado?
Todo fueron respuestas negativas.
—Ángel, me estás preocupando ¿Qué te tiene tan decaído?
—No tengo ganas de conversar, Bella.
Me mordí el labio tratando de lidiar con la frustración que me producía que él se encerrase en sí mismo de aquella manera.
El resto del día se mantuvo igual y eso no le pasó desapercibido tanto a su madre como a Alice. Todas hicimos recuento de lo que había hecho pero ninguna encontramos nada que pudiese haberle causado un malestar. Sin embargo respetamos su decisión de permanecer en silencio, aunque si me mantuve al tanto de su estado emocional. Pues si bien dejamos que se impusiera su independencia, necesitaba monitorear cualquier posible alteración en el funcionamiento del marcapasos. Pero no la hubo, para tranquilidad de todos, aunque igualmente fue sumamente frustrante verlo tan taciturno y retraído.
Tres días pasó Edward sumido en su silencio. En un intento de sacarle de su área de ensimismamiento; entiéndase por esta la silla-hamaca; decidí dar una vuelta con él por Port Angeles. Estacionamos el sedán de Esme; que ella me obligó a utilizar; y recorrimos sus calles por las aceras a pie. Con esto buscaba ganar tiempo para poder sonsacarle a Edward la razón de su estado de ánimo. Y para lograrlo, hizo falta que pasáramos casualmente por un lugar: la tienda de ropa para niños.
Mi ángel no pudo evitar detenerse delante de una vidriera que encerraba a unos pequeños maniquíes que exhibían cinco modelos distintos de mamelucos en colores variados. Todos en la gama de los tonos pasteles.
Fue entonces cuando una pequeña sospecha se coló en mi línea de pensamientos, pero preferí ignorarlo para no adelantarme  a los acontecimientos. Lo tomé de la mano para arrastrarlo hacia dentro y le obligué a enfrentar lo que lo estaba molestando. Tomamos varios modelos y noté que su mal genio se fue incrementando poco a poco.
Una muy coqueta y dulce vendedora se acercó hacia nosotros con una sonrisa de oreja a oreja y un parpadeo insistente cuando posaba su mirada en mi ángel, aunque me tranquilizaba que él no la tomara en cuenta. No podía asesinar a cada mujer que notara lo guapo que era Edward. No era sano. En algún momento cometería un error, y alguien me vería sepultando un cadáver en el bosque.
Le pregunté por un conjunto de mameluco, gorrito y manoplas en color verde agua estampada con un tierno gusanito bordado en el frente. Nos miró a ambos con abierta curiosidad a ambos.
–¿Es para un regalo o están esperando ustedes?
Ese fue el detonador. Edward salió de la tienda y se recostó a un lado de la puerta. Me excusé con la chica y le entregué las piezas de nuevo. Era ahora o nunca.
—¿Ya podemos hablar de lo que te pasa, ángel, o necesito desaparecerme de tu vida durante un tiempo para que medites sobre si quieres volver a verme?
Sabía que era bajo el recurso que estaba utilizando, pero se me agotaban las herramientas de acción con él.
Sus ojos de abrieron demostrando terror y tortura.
—¡No, Bella! ¡Por favor no te vayas!.
—Entonces háblame, Edward. —Edward, no ángel. Hablaba con el carácter que demandaba una pareja cualquiera en una situación tensa.
Sus ojos se enfocaron en la nada y sus palabras empezaron a fluir porque ya no me enfrentaba a mí, sino a su demonio interno.
—He pensado que…no sé si seré bueno con el bebé de Rosalie y Emmett. No puedo ser su tío.
¡Bingo! Sospechaba que era miedo lo que estaba escondiendo, aunque debía admitir que no sabía por dónde venían los tiros hasta que le vi paralizarse ante la ropa de bebé.
—No puedes hacer nada contra eso, Edward. Serás su tío tanto como lo quieras como si no. Los unirá la sangre. —repliqué con serenidad.
—¡No es que no quiera al niño! ¡No se trata de eso!
—Entonces ¿De qué?
Escondió el rostro en las manos y aunque el sonido era amortiguado, aun así pude comprenderle con total claridad.
—Estoy enfermo, Bella… —y aunque estaba esperando que dijera eso; lo hacía cada vez que se sentí mal consigo mismo; no pude evitar que un nudo se atascara en mi garganta. Mi pobre ángel vulnerable. —Soy incapaz de poder cuidarlo. Tú eres la que cuida de mí. Mi sobrino pensará que tiene un tío estúpido.
Me abracé a él y lo dejé gemir hasta que pareció sosegarse.
—¿Ángel, qué harías si saliera en estado ahora mismo? —se apartó de mí con brusquedad y quedó pegado a la pared de nuevo mirándome entre aterrado y confundido. —¿Me dejarías porque llevo a tu hijo y tú tienes miedo de ello? ¿Te alejarías de mí? —en serio lo estaba llevando a los límites.
—¡No, por Dios! Yo…no sé… —miraba a los lados como si la respuesta pudiese llegarle de alguno de los transeúntes que se nos quedaban viendo al pasar. Tomé su cara entre mis manos y lo obligué a mirarme.
—Si tuvieras un hijo y resultara autista ¿Te gustaría que alguien se refiriera a él como estúpido? —negó —Pues imagina cuánto me entristece que te refieras a ti mismo de esa manera. Es como si menospreciaras los esfuerzos que he hecho para ayudarte durante todo este tiempo.
—¡No te quería insultar, Bella! Te lo juro.
—Shhhh, no te exaltes, recuerda que llevas un marcapasos. Edward, escucha con atención esto que te voy a decir: No eres y nunca has sido estúpido. El autismo no te hace menos capaz de ser protector con una familiar, recuerda la historia de El Cazo de Lorenzo. Puedes hacer lo que te propongas, aunque deberás trabajar un poco más que los demás. —acaricié la mejilla de él ahora con comprensión en la mirada. —Eres lo más valioso que alguna vez me han puesto en las manos.
Acurrucó su cabeza en mi mano y cerró los ojos torturados.
—¿Era eso? ¿Es eso lo que te tiene tan mal? –él asintió. —Ángel, aprende a confiar en mí. Necesito que te comuniques conmigo, así es como funcionan las parejas. No puedo ir siempre llevándote al límite para que me admitas tus miedos y dudas.
Tomé su mano y nos encaminé hacia un viejo café que me gustaba bastante, mientras que aprovechaba para contarle acerca de una de las personas que más admiraba.
Temple Grandin era una científica, ángel. Y al igual que tú, padece de autismo. —escuchaba atento a lo que le decía —Ella pasó muchas dificultades durante su adolescencia porque los chicos de su escuela no comprendían su condición y se burlaban constantemente. A raíz de eso, Temple presentó mala conducta durante su período académico e incluso fue expulsada de su escuela. Tenía un problema que le causaba mucha ansiedad y no exteriorizaba: era incapaz de soportar el contacto humano pero algo dentro de ella lo anhelaba a la misma vez. Imagina tener una necesidad desesperada y a la vez no ser capaz de tolerar lo que la aliviaría.
—Yo me sentía desesperado cuando no podía hablar. Cuando mamá lloraba delante de mí y yo no era capaz de hacerle sentir como me afectaba. —pero definitivamente estaba en sus ojos la pena cuando hablaba de esos momentos. Recordé el primer día que lo vi en aquel prado, incapaz de pronunciar una palabra o demostrar una emoción más allá de un gemido.
Asentí comprensiva y continué mientras seguíamos caminando en vía al café.
—Cuando conoció el sistema que se le aplicaba al ganado vacuno para lidiar con sus brotes de pánico, ella decidió construir lo mismo para ella. Así que el chuto de retención de los vacunos se convirtió en una especie de máquina de abrazos para ella. De hecho, cuando estaba bajo mucho estrés se metía dentro del chuto y se presionaba lo suficiente hasta que el sentimiento de pánico disminuía. Como típica autista, se obsesionó en el diseño de una máquina que permitiera un trato más humano para con los animales y así fue como se nació el “sistema de inmovilización central” que fue ampliamente usado en la ganadería. Más adelante se convirtió en conferencista ¡Y hasta escribió un libro!.
—Y ella estaba enferma como yo. —no era una pregunta.
—Enferma no, ángel. Ella padece de autismo, sin embargo eso no la ha detenido para lograr lo que ha querido, solo se lo ha puesto un poco más difícil. Aunque Temple es grandiosa, hay algo que no puede hacer que tu sí. —su mirada se mostró expectante. —No puede tocar el piano y hacer que se paralice una casa entera solo para escucharle. Un talento que tú desarrollaste prácticamente de oído.
Sonrió tímido y continué.
—Ella dijo una vez algo que me marcó profundamente: “La naturaleza es cruel, pero nosotros no tenemos que formar parte de eso”. Me marcó porque era algo que no solo se aplicaba a lo que ella había ideado, sino a muchos ámbitos. Por ejemplo: la naturaleza fue cruel cuando hizo que personas tan especiales como tú tuviesen que esforzarse el doble o hasta más para lograr lo que se tracen. Sin embargo ustedes los autistas se destacan por tener algún talento oculto a la espera de que alguien se los ayude a desarrollar.
Tenía a un hombre magnífico caminando de mi mano, y aunque mi relato le había parecido sumamente interesante, sabía que me costaría un poco más conseguir que volviese a su estado de ánimo habitual.
Y recordando mis propias palabras fue cuando la idea entró en mi cabeza: La música era la mejor manera de expresión de Edward. Pues esta vez sería también su refugio. Era mi última herramienta disponible y por Dios santo que la iba a utilizar a mi favor.

*.*.*.*.*
¡Hola, mis chicas! Otra actualización más. Y créanme que me costó bastante. ¡Hasta prendida en fiebre estoy! Pero bueno…basta de cosas negativas. Lo importante es que la historia sigue avanzando más y más.
Me encantará leer lo que piensan sobre ciertos cambios que le introduje a este capítulo específicamente.
Un mega beso. Y nos seguimos leyendo.

Marie C. Mateo















13 comentarios:

  1. hay no! *_* cada que leo al angel termino con lagrimas en los ojos!, y es que es una historia demasiado bella!, lo he dicho ya? jaja, me encantó este cap! mas que muchos otros, y el Lemmon es lo de menos, almenos a mi esta historia me encanta por el tema del autismo, y que tu lo sepas manejar es realmente importante para la historia!... ultimamente tenía dudas de estudiar despues la eeducación especial, pero cuando convivo con personas especiales me recuerdo que es lo que quiero, por que siento algo muy bonito dentro de mi, y te juro que sentí lo mismo con este cap!, si edward fuera real daria millones por conocerlo *_*

    Besos Marie te quieroo! <3 aunque no hablemos mucho, sabes que lo hago xD

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  2. hola soy de vzla tambien , escribes hermoso ,tienes un talento inmenzo, me encantan tus fics

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  3. hola soy de vzla tambien , escribes hermoso ,tienes un talento inmenzo, me encantan tus fics

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  4. Hola con cada capitulo me enamoro mas de Edward tan tierno mira que preocuparse de esa manera por lo que pueda pensar su sobrino de él lo bueno es que Bella pudo solucionar las cosas por cierto me encanta que vayan a abrir una fundacion y sobre todo que Edward de clases de piano y hablando de enseñar espero que cuando tenga que tener una maestra sea una buena persona y no venga a causar mas problemas hasta el siguiente capitulo
    saludos y abrazos desde México

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  5. Fascinante adoro cada vez mas me encanta..graciasl linda.besos..

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  6. Fascinante adoro cada vez mas me encanta..graciasl linda.besos..

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  7. Fascinante adoro cada vez mas me encanta..graciasl linda.besos..

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  8. Fascinante adoro cada vez mas me encanta..graciasl linda.besos..

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  9. dejé de leer a partir del capitulo 15, me ha llevado poco mas de 4 horas ponerme al día con este fic que definitivamente es mi fanfic favorito...
    Lamento profundamente no haber escrito antes, aunque mi opinión sigue siendo la misma: Lo que tu haces es arte.

    Deseo te encuentres muy bien

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  10. Por favor dime que vas a continuar con corazon de cristal me tiene encantada. Por favor dinos si vas a seguir publicando.

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  11. Por supuesto que seguiré con CDC!!! de hecho estoy trabajando en el capítulo justo ahora... ;)

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  12. cuando actualizas mujer ...me tienes en ascuas...Jazmin

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