“Sin respuestas”
Había
pasado una semana desde que Edward y yo teníamos… “algo”. Ni yo misma podía
definir en qué estatus estábamos; no éramos novios, medio salíamos porque el
trabajo nos ahogaba prácticamente. Tampoco éramos algo tan informal; ya que
teníamos a Elizabeth ambos.
Y
estaba la princesita… por ella mi oficina se había transformado en una sala de
juegos infantiles, después de haber conversado con Edward sobre lo negativo que
sería para la pequeña estar en casa todo el día con el servicio. Se suponía que
en los primeros cinco meses la constante presencia de la madre era fundamental
y como esta había optado por hacer el papel de cigüeña dejando a su pequeña en
la puerta de un orfanato, nosotros optamos por tenerla cerca el mayor tiempo
posible. ¿Por qué en mi espacio de trabajo y no en el de Edward? fácil… porque
a diferencia de él yo no tenía que reunirme con ejecutivos de diferentes
cadenas de empresas entre muchos clientes más; además que el infeliz ese es
demasiado astuto. Con la excusa de “ir a ver cómo está la bebé” se escapaba
cada vez que podía y se venía a invadir mi espacio, tirarse en mi ahora
alfombrado suelo, y jugar con el gimnasio de Fisher Price con Lizzy, la cual
por cierto ya estaba bastante acostumbrada a lidiar con que cada persona que
entrara a la oficina quisiera cargarla o simplemente se acercara a su silla
acolchada para hacerle arrumacos a los que ella contestaba con adorables
gorgoritos de satisfacción. A sus tres meses se sabía la princesa de Le
Madeimoselle, y dudaba mucho que le quitaran ese título en su cercanía.
En
el mi baño de la empresa estaban sus artículos de higiene, así como se había
habilitado una especie de archivador negro; para que contrastara con la oficina
—como si los juguetes, la silla acolchada y la carriola lo hicieran— que
contenía pañales, cremas, toallitas, bodys, camisetas, calcetines, escarpines,
colchas, baberitos, gorritos y manoplas. Todo eso por si a la princesa
corporativa se le ocurría ensuciarse.
Con
respecto a la prueba de ADN, no se había llevado a cabo. Sospechaba que Edward
no se atrevía a hacerlo por dos motivos. El primero, no sabría qué hacer si se
demostraba su paternidad. Elizabeth había despertado un lado suyo muy protector
y cariñoso, pero eso no quería decir que él no tuviese su Come – coco – mental
ya que tenía varios años siendo vapuleado por su propio padre; así que no tenía
un ejemplo claro al que seguir en una situación como esa. Y segundo, si no
resultaba positiva la prueba de paternidad entonces se sentiría como si debiese
ir a la niña en cualquier momento cuando le fuese encontrada una familia
adecuada para ella. En resumen, Edward estaba aterrado.
Un
hipo seguido de un llantito me indicó que Elizabeth se había despertado. Guardé
los cambios en el itinerario de actividades para el evento de caridad y me
acerqué hasta ella. Tenía los ojitos húmedos y la boca haciendo un hermoso
pucherito. Abrí los broches que la aseguraban en su silla y la tomé en brazos
meciéndola de lado a lado.
—Shhh.
Tranquila, preciosa. No pasa nada. No estás solita —apretujó su carita buscando
el pecho por instinto natural para alimentarse y se desesperó al no encontrarlo—.
Shhhh... Espérame un segundo, Lizzy, ya tengo tu mamila… ¡Por dios santo, no
llores así! me dan ganas llorar también.
De
un punto al otro de mi oficina —con mis Steve
Madden de animal print— corrí hasta la pañalera que tenía guindada al lado
de mi bolso de Louis Vouitton. Más alaridos. Saqué la mamila del bolsito que lo
mantenía calentita, fui hasta mi silla; más alaridos aún, y allí la acuné en un
brazo mientras con el otro le daba la fórmula, se calló se ipso facto. Su
boquita formaba una perfecta O alrededor del tetero mientras mamaba. Limpié la
humedad que había en sus pestañas largas para una niña de su edad.
—No
deberías llorar así, Lizzy. La gente va a creer que te maltrato aquí en la
oficina —sus ojos azul grisáceos me miraban con atención mientras hablaba y una
de sus manitas jugaba con el pañuelo que llevaba en el cuello a juego con el estampado
de mis zapatos. Recé con todas mis ganas para que Elizabeth no se antojara de
regurgitar mientras estuviésemos en la
empresa, ya que el vestido era marrón oscuro y no había traído ropa para
cambiarme en caso de que ocurriese un accidente de esa índole.
La
puerta se abrió sin tocar previamente. No necesité levantar la vista de la niña
para saber quién era; porque aparte de ser el único que se tomaba esas
libertades su Isey Miyake lo
delataba. Amaba que usara ese perfume, me daban ganas de saltarle encima y
devorarle con una necesidad primitiva. Y él sabía el efecto que tenía esa
fragancia en mí. Hacía tres días atrás, en su departamento habíamos tenido una
sesión de “ejercicios” bastante
placentera y larga y todo gracias a ella. Juró que ahora tendría un arsenal
solo para él de esa fragancia.
—Te
he dicho que toques a la puerta, Edward —seguía sin despegar los ojos de la
niña a la cual le estaba haciendo carantoñas y sonreía con la mamila entre las
encías y luego seguía bebiendo.
—No
sé si te pueda haber pasado algo mientras estas con Elizabeth —refutó él
colocándose a mi espalda y mirando por encima de esta. Acarició una mejilla
rosadita de la pequeña con sus manos largas—. Hola, preciosa. Buenos días…de
nuevo.
—Son
las doce del medio día.
—No,
aún no. faltan cinco minutos así que aún son buenos días —acarició la pelusilla
negra de su cabeza tratando de peinar esos cabellitos que a pesar de ser lizos
se negaban a ser domados y preferían quedar en puntas, haciéndole una especie
de mohicano.
Me
quedé en silencio un momento disfrutando de esa tranquilidad que se aprende a
apreciar cuando tu vida está llena de estrés todos los días, y luego rompí yo
misma aquel remanso de paz.
—¿Cuándo
piensas ir a hacerte la prueba de paternidad?
Se
envaró de inmediato y se apartó de la silla como si se hubiese quemado con
aceite hirviendo. Caminó hasta colocarse en frente de mi alcance de visión pero
no dejaba de caminar de un lado a otro con nerviosismo.
—No
comiences, Bella.
—Sí
comienzo, Edward. Es importante que sepas de una vez por todas…
—¡No
te pongas como Carlisle! —me gritó— ¡No lo soporto!
Elizabeth
se sobresaltó y comenzó a lloriquear, la apreté contra mi pecho y comencé a
tararearle una nana para calmarla. Le miré a los ojos sin demostrar ningún tipo
de sentimiento. Bastaron cinco segundos para tenerlo en frente de mí luego de
haber hecho girar la silla y colocarse entre mis piernas arrodillado en el
suelo.
—Lo
siento, Bella. No quise gritarte. No sé
qué me pasa —sus mejillas se tiñeron de rojo y sus ojos automáticamente se
cerraron con fuerza mientras se apretaba el puente de la nariz con exacerbado.
—Yo
sí. Estás bajo mucha presión últimamente… —acaricié su mejilla y dejé él
recargara su cabeza en ella— Necesitas planear el evento de beneficencia
conmigo, saber y lidiar con la existencia de Elizabeth, intentar hacer que tu
padre valore tus esfuerzos, mantener el estatus de la empresa…en fin. Volverte
el jodido Capitán América y ser el soldado perfecto ¿no es cierto?
Sus
labios desplegaron una sonrisa triste y miró la escena que tenía delante de él.
La niña; que ya había terminado de comer estaba mirándonos a ambos de tanto en
tanto, yo la sostenía a ella y a él a la vez y él a nuestros pies. Si hablamos
en términos de culebrones noveleros; podía verse como la promesa lejana de la
familia que había querido pero no había tenido. La mía había sido defectuosa…la
suya también. ¿Saldría algo tan bueno y tan inocente de dos seres como
nosotros? Jodidos por la vida y menospreciados por nuestros padres.
Meneé
la cabeza tratando de deshacerme de esas ideas que lo más probablemente jamás
se fueran a llevar a cabo. Era imposible que dos seres como nosotros —totalmente
opuestos y que casi siempre tratábamos de hacernos el mayor daño posible— pudiésemos
conformar tan hermosa unión. Podía ser que por los momentos disfrutáramos de
nuestra compañía, pero… ¿Hasta cuándo nos duraría esta tregua?
—Vente
a trabajar a la oficina conmigo. Tenemos mucho que hacer y necesito que me
ayudes con este terremoto —dije señalando con un asentimiento a Elizabeth que
estaba tratando de levantarse para terminarme de ahorcar con el pañuelo que
tenía en el cuello.
Él
asintió con una sonrisa más tranquila.
—¿Cómo
has podido soportarme todo este tiempo?
Le
revolví el cabello broncíneo y le sonreí.
—No
sé si pueda vivir con ese maldito tirano que vive dentro de ti y sale de tanto
en tanto. No sé si seré capaz de soportarlo. Pero por los momentos me hago la
fuerte —le guiñé un ojo y le di un beso en los labios.
Elizabeth
aprovechó que ambos estábamos inclinados sobre ella para hacer un gorgorito de
felicidad y templarle el cabello a Edward sin mucha delicadeza haciéndonos
romper el beso.
Ángela
asomó su cabeza en mi oficina pidiendo permiso para pasar. Edward estaba a mi
lado sugiriendo actividades para llevar a cabo en el evento benéfico de Le Madeimoselle mientras que Lizzy no
dejaba de sacudir sus sonajas y metiéndoselas en la boca para rascarse sus
encías.
Llevaba
entre sus manos un cartón con dos cafés de Starbucks. El aroma me dijo lo que
nos traía.
—¡Dios,
te amo! —le dije mientras disfrutaba del aroma de los lattes de vainilla humeantes.
Ella
se echó a reír y colocó los cafés delante nosotros. Noté que cuando estuvo
frente a él se puso un poco rígida como si se sintiera incómoda en su
presencia, cosa que no me extrañó, ya que muy a pesar de que él era sumamente
educado con sus trabajadores, no se relacionaba con ninguno y los trataba de
manera muy profesional, nada cálida. Además de que el muy bastardo tenía un
porte que doblegaba a cualquiera que tuviese feromonas en el cuerpo.
—Muchas
gracias —asintió él tomando el vaso por la barra de seguridad para no quemarse.
—Ángela…
—le llamé antes de que saliera de mi oficina. Ella volteó y se reacomodó los
lentes en el tabique de la nariz con el dedo índice— Necesito los bosquejos de
los banners para el evento de beneficencia. Necesito enseñárselos al
vicepresidente —ella asintió y salió.
—¿Qué
le enseñarás “al vicepresidente”? —su sonrisa lobuna me hizo carcajearme con
ganas.
—¡No
seas pervertido! Estamos trabajando. Además… —miré a Elizabeth que tenía sus
ojitos clavados en ambos con atención— tenemos compañía.
—En
la noche —ordenó. Él no sugería, ordenaba. Y las mayorías de las veces no me
molestaba solo cuando ese “dictador” osaba manipular mi vida.
—No.
Esta noche dormiré en mi casa. Ya hablamos de eso. Necesito dormir en mi casa,
y aprovechas para deshacerme de las cosas que se me han ido dañando en el
refrigerador, ya sabes… por dormir tantas noches en casa de cierto
vicepresidente.
—No
han sido muchas.
Entrecerré
los ojos.
—Edward,
de la semana pasada para acá me he quedado cinco días en tu casa y dos días en
mi casa.
Desde
que nos habíamos “confesado” en la cocina de su ático en el centro de Manhattan habíamos estado
pasando mucho tiempo juntos. Sobre todo por las noches, y no precisamente
durmiendo. Nos turnábamos para alimentar y leerle libros a Elizabeth antes de
dormir. El doctor Seuss se repetía bastante ya que a ella parecía calmarla esas
historias. Alimentarla era un poco más trabajoso ya que exigía que nos
levantásemos cada tres horas o un poco más. Pero su horario no era fijo; así
que tanto Edward como yo nos intercambiábamos las madrugadas para alimentarla,
era extenuante, sí; pero ninguno había discutido con el otro por eso. No
pretendíamos ser padres sustitos; porque ninguno sabíamos cómo serlo pero sí
que queríamos darle todo el cariño del que fuésemos capaces.
—Está
bien —admitió él derrotado.
Seguimos
trabajando en las decisiones pertinentes al evento. Él alegó que no les
gustaban ciertos colores, pero que en líneas generales, el trabajo estaba bien
hecho. Me alentaba a seguir tomando decisiones, así como me comentaba los
próximos eventos que iban a haber en Le
Madeimoselle. Interiormente, yo rezaba por seguir trabajando para ese
entonces en la misma empresa. Le di mi opinión acerca de lo que podría
organizarse para esos momentos y me interesé sobre todo en la representación
que enviaría The Madeimoselle para el
lanzamiento de The One Sport de Dolce & Gabanna, que se realizaría
en Milán para el verano del presente año; evento en el cual no podríamos faltar
siendo una de las franquicias de perfumerías más grande del mundo.
—Quiero
que vayas conmigo a Milán —me dijo con profundidad en los ojos.
Tragué
grueso y desvié la vista al ordenador haciendo absoluta y positivamente nada.
—Si
lo hago bien en el evento, quizá sea uno de los escogidos para ese viaje —bromeé
para esconder el nerviosismo que me transmitía la idea de seguir juntos cinco
meses más.
—No
me entiendes. Quiero que vayas conmigo Como – mi – Acompañante. —puntualizó
como si estuviese hablando con una persona con problemas de comprensión.
—Edward,
mejor nos tomamos las cosas con calma… —tomó mi barbilla e hizo que lo mirara a
los ojos levantándola hacia él. Su mirada era suplicante pero su tono era
demandante.
—No
te estoy pidiendo matrimonio, Isabella, solo que vayas conmigo para Milán.
—Pero
es que no sabemos si estaremos juntos en ese instante.
—Eso
es cierto, pero si estamos juntos iremos.
—¿Sin
lugar a réplica?
—No
—sus ojos azul grisáceos se oscurecieron haciéndolos parecer más grises que
azules. La ferocidad se apoderó de sus facciones casi helenas— ¿Es que acaso
quieres ir…con alguien más?
Sonreí
con abierta malicia.
—Cuando
dices alguien ¿te refieres a Jacob? —gruñó.
—Exactamente
a él. O abarca a cualquier otro —me carcajeé sin poder contenerlo— ¡No te rías!
Esto no me causa nada de gracia.
—Pero
a mí sí.
—Responde
la pregunta —dijo con seriedad. Tanta era su concentración que ignoró el golpe que
Lizzy le dio en su antebrazo con su sonajero. Aunque dudaba que pudiese
lastimarlo con solo eso.
Tomé
su cara entre mis manos. En cualquier otro momento quizá me hubiese molestado y
mandado a la mierda todo, pero ya éramos adultos y aunque no fuese nada formal
lo que teníamos ahora, no quería andar en modus
bélicus todo el tiempo.
—Edward
¿con quién estoy ahora?
—Conmigo
pero…
—Entonces
no me preguntes si quiero ir con alguien más en tanto tiempo a cualquier lugar —se lo remarque como indirecta, debido
al tema de nuestra relación sin compromisos; sumado a que no podía definir que
ocurriría “en cierto tiempo”—. No sé siquiera si estemos juntos para entonces,
pero no ando planificando relaciones como si eso fuese una sesión de spa. Así que
relájate —deposité un casto beso en sus labios—. Ven, apresuremos los últimos
detalles para que nos lleves a mi casa —en ese instante vislumbre un destello
en sus ojos—. No, tu no vienes incluido en el paquete, solo fue una frase mal
formulada —le desvié la mirada con seriedad y cuando estuve lejos de su alcancé
prorrumpí en carcajadas, su ojos de perro triste conmovían; pero en ese momento
me causo gracia.
Finiquitamos
los detalles importantes y en menos de media hora ya estábamos en el BMW serie 1 plateado vía a mi casa.
Al llegar a casa me despoje de toda mi ropa y corrí a darme
una ducha con agua tibia; la cual se prolongo mas de lo normal. Tanto cansancio
ya estaba surtiendo efecto. Al salir busqué algo cómodo que ponerme. Seque mi
cabello y luego lo até en una coleta alta.
Aproveche mi tiempo a
solas para dirigirme a la cocina y solucionar lo que me urgía. Y por
supuesto, como era de esperar, varias cosas yacían dañadas. La leche, el
yogurt, una ensalada de pollo, y un almuerzo empacado (el cual no podía
recordar de cuando era).
En ese instante sonó el teléfono y lo sostuve con el hombro
mientras en una bolsa iba echando toda la comida desperdiciada.
—Edward, simplemente cántale y camínala de un lado a
otro por favor. Elizabeth jugó mucho, no creo que no tenga sueño.
—¡Pues no ha bostezado ni una condenada vez! Además de
que se pone a llorar si la coloco en la cuna. Quiere que la tenga en brazos
todo el tiempo.
Entrecerré la vista mientras que asesinaba con la mirada a
una lechuga ennegrecida. ¡Genial! Otra cosa mas…
—Quieres que te diga que puedes venir a pasar la noche
en mi casa, oportunista. Lo sé —escuché
una carcajada desde el otro lado de la línea telefónica—. ¿Ves? ¡Lo sabía!
—Esa no es solo mi intención. Sabes muy bien que
Elizabeth se duerme más rápido si estás con ella.
—Eso es falso.
—Eso es cierto. Lo sabes.
—Solo porque yo he dormido las mayorías de las veces,
no quiere decir que se duerma más fácil conmigo.
Silencio…
—Vente. Total…ya estoy terminand… —piiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Estaba hablando sola. Tomé el teléfono y meneé la
cabeza de lado a lado sonriendo con resignación. Hoy tampoco dormiría mucho.
UNA HORA Y MEDIA DESPUÉS…
Lizzy yacía dormida en el medio de mi cama rodeada por un
fuerte hecho en almohadas y almohadones para evitar que se fuese contra el
suelo. Hacía una hora que Edward había llegado con la pequeña terremoto en
brazos y solo media hora desde que había caído desmayada sobre mi hombro
después de varias canciones de cuna repetidas una y otra vez de palmo a palmo de
mi casa, la cual por cierto no era muy grande.
Con una franela inmensa de Abercrombie & Fitch que me llegaba a la cadera y más nada;
descansaba sentada en el sofá recostada del hombro de Edward mientras veíamos
una película fastidiosísima.
—¿Cómo dijiste que se llamaba?
— “La Pontífice”. La verdad me esperaba otra cosa.
Creía que la película sería más controversial.
—Y solo ha sido como ver un culebrón religioso y
machista —me apretujé más a su lado.
Tenía las piernas subidas en su regazo puesto que él mismo
las había estirado sobre las suyas, se aprovechó de eso y ascendió hasta mi
intimidad.
—¡La niña! —le
gruñí sin demasiada convicción ya que estaba trazando círculos sobre mi muyyyy
delgada braga.
—Está en tu cuarto… —beso masaje en la zona sur—
dormida… —beso – masaje en la zona sur—
¡No grites! —y no me dejó manera alguna de hacerlo ya que se tragó mis gemidos al
introducir su lengua en mi boca buscando a la mía, que por su puesto no se resistió
mucho. Le eché los brazos al cuello y de un movimiento rápido me colocó a
horcajadas sobre su regazo y retomó su masaje erótico.
—Edward…
—Dime —gruñó
entre mis labios antes de volver a besarlos— ¿Qué quieres que te haga?
—Entra. ¡Ya!
Sonrió complacido ante mi urgencia.
—Hoy no estás de ánimos para mucho preliminares
¿cierto? —negué con la cabeza antes de
que me diera un largo lametón desde la base del cuello hasta la mandíbula—Que bueno porque yo tampoco.
Sin perder demasiado tiempo mandó a mis bragas de paseo, no
se molestó en quitarme otra cosa. Más nada. Sin mencionar lo extasiado que se
quedó al constatar por su propia mano
que no llevaba brassier.
Se levantó lo mejor que pudo para sacarse el pantalón y los
calzoncillos. Y al enredarnos tanto, optó por dejarlos a mitad de sus muslos,
su camisa se largó y las caricias desesperadas llegaron. Aruñé sus hombros y
acaricié sus brazos anchos pero no grotescos. Solo lo justo para dar a entender
que cuidaba de su físico. Nuestros sexos se acariciaban intercambiando tibia
humedad con cada roce. Mordió mi labio inferior, haciéndome gemir y girar las
caderas en círculos sobre él. Gruñó y con una pequeña elevación y la alineación
correcta de su pene ayudada por una de sus manos, se introdujo en mí. Sonrió
como un zorro.
—Estás tan acostumbrada a mí…y aun así…sigues siendo
tan…estrecha —me mordió en el cuello.
Estuve casi segura que a la mañana siguiente tendría una marca—. Me fascinas, Isabella Swan. Me matas.
Alborozada por su comentario moví mis caderas con
impetuosidad buscando la primera liberación que no tardó en llegar.
Mis paredes se contrajeron alrededor de su sexo a la vez que
ahogaba un gemido desgarrador entre sus labios. Arremetió contra mí con fuerza
y desesperación y sentí un líquido cálido que bañó mi interior.
Él ímpetu se calmó pero los besos siguieron….salió de mí para
colocarme frente al espaldar y él se pegó a mí. Su pene se acariciaba en el
canal de mi trasero sin penetrarlo. Bajé la cabeza para apoyarla en mis
antebrazos pero él me dio un tirón de cabellos hasta llevarla de vuelta a su
pecho.
—Dame tus labios —y
se los di.
Nuestras bocas se acoplaron y nuestros dientes chocaron en
una que otra ocasión pero ni por eso dejamos de devorarnos. Entró en mí sin
delicadeza y di gracias que ya hubiese suficiente humedad para amortiguar
semejante intrusión.
—¡Edward!…te voy…a matar…si mañana…amanezco adolorida —gruñí antes de volver a besarlo.
Se rió sin vergüenza alguna contra mis labios y aumentó su
ritmo hasta hacerlo urgente. Sentí como su sexo se ensanchaba. Se iba a venir y
a mí me faltaba…
Tomé tu mano y la dirigí justo a mi clítoris sin temor alguno
y le hice acariciarme hasta que la necesidad fue más grande que nuestro control
y nuestros instintos más básicos tomaron la batuta haciéndonos más animales que
hombre y mujer. Mordí el mueble con fuerza gimiendo como una posesa a la vez
que nuestras caderas se movían como pistones descargando nuestro deseo.
Vencidos nos dejamos caer en el mueble. Salió de mi interior
y nos colocamos frente a frente. Él limpió el sudor de mi frente y yo el de su
nariz, ambos lo hicimos con las yemas de nuestros dedos, con caricias delicadas
que en nada se parecían a la clase de sexo que acabábamos de tener.
—No sé cuanto dure esto —el nosotros estaba implícito—. Pero
quiero que siga todo lo que se pueda.
Me quedé en silencio mientras jugueteaba con su cabello.
—¿No tienes nada que decirme? —preguntó receloso.
Que me gustas. Y demasiado. Que no sé si esto dure, pero lo
necesito con toda mi alma aunque no entiendo muy bien el porqué. Que estoy
dispuesta a correr riesgos por ti y que quiero saber más sobre esa personalidad
enigmática tan tuya. Que quisiera entrar en tu mente y saber que es lo que debo
hacer para ayudarte a salir de esa coraza de hombre frío de negocios que
tienes.
—Que tengo miedo —preferí
englobarlo todo y dejar de admitir muchas cosas que podrían teñir de obsesión
lo que teníamos, aunque fuese cierto.
—¿De qué? —acarició
mi cabello y llevó un mechón detrás de mi oreja.
—De que todo esto que estamos haciendo se nos venga
encima y que al final del cuento volvamos a ser el jefe y la asistente que no
se soportaban.
—Eso no va a pasar, Bella.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque esto no es “cuento” como tú dices. Y de volver
a ser extraños solo sería por una cosa.
Me quedé en silencio mirando sus orbes azules grisáceos sin
preguntar. Me daba miedo hacerlo. Por lo visto esa noche estaba hecha toda una
cobarde.
—Traición, Bella —dijo
finalmente—. Jamás te perdonaría que me
traicionaras de ninguna manera.
Sonreí más tranquila. Yo no era de las que suelen ser
desleales. ¿De qué manera Edward podría sentirse traicionado por mí?
Simplemente no era posible.
Sin embargo necesitaba dejar en claro mi punto de vista
también.
—Yo tampoco te perdonaría una traición, Edward. No
soportaría ser un segundo plato o una simple opción de “resuelve sexual”.
Ambos solo nos miramos a la cara tratando de adivinar los
demonios que cada uno llevaba por dentro.
¿Cuál sería el momento donde estos colisionarían?
Por lo visto era una noche de preguntas sin respuestas.
POR FIN VOLVIÓ EL TIRANO!!!! Ya le extrañaba. No sé ustedes.
Sé que el capítulo es corto comparado a otros, pero en serio estoy haciendo lo
posible para actualizar una historia semanal por ahora que estoy ocupada con mi
tesis de nuevo.
Un millón de gracias por apoyarme y hasta de defenderme de
comentarios maliciosos.
“No hay mejor relación que la que se fundamenta en el
respeto”.
Por ciertooooooooo. Este capítulo se lo dedico a mi Nalla
Karen Segura que está de cumple hasta dentro de cuarenta minutos que falta
apara terminar el día de hoy 17/05/2.012. No hay palabras para agradecer tanto
cariño y lealtad, Nalla. Solo resta el tiempo para mantenernos juntas a pesar
de todo y todos.
Hasta la próxima, mis terroristas!!!!
*Marie
K. Matthew*
aaaaaaaaaaa me encanto!!!!!!!!!!! madre mia q capituloooo!!!!!!! genial pero porq sera q cada vez q leemos una de tus historias keremos mas jajajaja tenemos problemas jijijiji gracias!!!!1
ResponderEliminarmuy bueno nena...pues si el capi estuvo corto, pero a mi me encanto igual, todos tus escritos me fascinan leerlos así sea solo un párrafo...
ResponderEliminarLa ultima parte donde hablan de LA TRAICIÓN, apuesto todo lo que tengo, que mas adelante se aproxima una posible traición.
MI MEJORCITA me encanta leerte de enserio eso ya lo sabes!!!
atte: GISEE
Dioooossss santísimo quiero capitulo marieeeeee 77' y no bromeo me mataste con este capitulo mueroooooo
ResponderEliminarAtte Evelyn
Ayyy Nallaaaa y vaya capitulo tan deliciosooooo fiuuuuu a ver cual de los dos mete las patas un poco y zas a la shit andante todo... espero que sea Edward.. siempre embarran a bella con jacob y nahhhh mejor que el se vea con la mama de Lizzy y juassss en finnn que solo aparente al menos...
ResponderEliminarTe Adoro Nalla con toda yo.. eres maravillosa y nos resta mucho mucho tiempo juntas <3.<3
xD!! comencé a leer Tirano hoy, x tus avances y debo decir que te luciste a pesar que no está beteado todavía xD!! :) me encanto y ya quiero cap! quiero saber que pasará con Lizzi!! y sobre la relación de Edward con su padre.
ResponderEliminarFelicitaciones Marie, porque has creado una historia digna de convertirla en un libro :) y espero algún día ver en la librería esta y otras de tus historias :)
Atte:
mei-chan annie
OMG nena eres un genio me encantaaaaaa cada vez mas tus historias ,ademas en que terminaran estos dos....Sigue asi cariño y no le prestes atención a los comentarios malintencionados porque es solo x envidia....Besos linda....
ResponderEliminaraww.... dios yo kiero un tirano asi !!!!!!!.... es tan enigmatico... ansiosa por tenerlo de vuelta !! :D
ResponderEliminarque me ha encantado y no te preocupes almenos yo esperare paciente otro capitulo los estudios primero besos
ResponderEliminarAmoooo...esta lindicimo, me encanto..
ResponderEliminarDisculpame por no haber comentado mas tuve q abandonar mis lecturas por unos problemitas de salud, pero ahora aqui estoy nuevamnte con muchas ancias de leer mas y mas...
besos, espero el nuevo capi...