“Ocaso”
Emmett POV:
Ben Cheney. Un abogado recién recibido, trabajaba
conmigo desde hacía seis meses aproximadamente. El chico era tímido pero
agradable. Además, aprendía con rapidez, por lo cual ahora era como una especie
de pupilo para mí. Sumado a Lauren Mallory; quien se desempeñaba como mi
asistente. Juntos, eran mi staff de trabajo ideal: sin demasiadas personas o
egos con qué lidiar. Una relación respetuosa en todos los sentidos y sumamente
eficientes trabajando en grupo o individualmente.
Los tenía ahora frente a mí en mi oficina. Estaban
al otro lado de mi escritorio muy abarrotado de papeles. Una, al pendiente de
cualquier detalle de “última hora” que me obligase a cambiar, sustituir,
eliminar o crear algo en mi agenda de trabajo. El otro, se ajustaba las gafas
con cansancio. Se notaba a leguas que se había desvelado leyendo y yo sabía muy
bien que no había sido algún libro por mero placer. Ben era así de responsable
en cuanto a lo que su trabajo se refería.
—Cullen, tenemos un problema con este caso. —puso
delante de mí una carpeta de manila en la que la etiqueta decía Eric Yorkie.
Rodé los ojos con fastidio.
—¿Ahora que hizo el condenado mocoso malcriado?
—No sé si conoces a Tyler Crowley, mi amigo del
departamento de policía de Forks. —asentí—. Bien. Pues como él sabe que estamos
trabajando con este chico me hizo llegar a primera hora de la mañana lo que
son, sin duda alguna, agravantes para su caso. Parece que nuestro amiguito pasó
un fin de semana muy animado cerca del museo maderero de la ciudad, en casa de
un amigo suyo. Le detuvieron por conducir en estado de ebriedad y por posesión
de estupefacientes.
Golpeé el escritorio con mi puño en un arrebato
rabioso. Ya ese puto caso me traía hasta el gorro.
—¡¿Pero es imbécil ese muchacho?! ¡¿Sigue
detenido?! —que mañanita de lunes estaba teniendo.
Cheney negó sin abrir los labios.
—Eso quiere decir que le impusieron una fianza;
que por supuesto debió haber sido cancelada por su muy protectora mamita. La
cual por cierto… ¡No me avisó en lo absoluto! —miré a Lauren. —Haz el favor de
llamar a su madre con carácter de urgencia. Y cuando digo urgente me refiero a
“lo dejaré podrirse en una correccional hasta que cumpla los dieciocho”. —mi
asistente salió de allí de inmediato sin replicar.
Ben me observó por encima de las gafas.
—¿Qué piensas hacer, Cullen?
—Lo único racional que resta en esta situación,
Cheney. —me froté los ojos con extenuación ¿Acaso algo podía ir bien por
primera vez en días? Suspiré derrotado cuando recordé la situación por la que
estábamos atravesando en casa, en estos precisos momentos. Tenía ganas de
mandar todo a la mismísima…
—Emmett, ya vienen para acá. —apuntó Lauren desde
la puerta.
Al menos había “alguien” a quien sí enviaría
derechito a la mierda sin remordimiento alguno. Pasados unos minutos me dediqué
a revisar algunos casos que ameritaban prioridad y pedirle a Lauren que trajera
algunos cafés. Necesitaba estar muy al pendiente y no dejar que nada se me
escapara. Justo diez minutos después, aparecieron en mi oficina.
Con los Yorkie en frente: la madre sobreprotectora
y alcahueta sempiterna, el padre sometido y casi castrado por la esposa, y para
cerrar con broche de oro, tenía al angelito.
Al cual yo por cierto tenía la desgracia de representar. Comencé a decirles lo
que debía hacía mucho tiempo atrás.
—Buenos días. —dije secamente mientras los miraba
directo a los ojos. Me saludaron con una sonrisa seca y nerviosa. Sabían que no
los había citado por mera cortesía o para darles una buena noticia—. Me enteré
de lo ocurrido el fin de semana.
Como había sospechado, la señora intentó quitarle
hierro al asunto con una risita que honestamente me sacó de quicio.
—Son cosas de chicos, señor Cullen. Una travesura.
A su edad usted debió…
—A los diecisiete años; que es la edad de su hijo,
señora Yorkie; yo no bebía. Si lo hacía, mi madre me dejaba sin dinero y mi
padre se encargaba de que el único aire fresco que recibiera fuese el de la
ventana de mi habitación y el de la ventanilla del coche vía al instituto —lo
señalé con rabia mientras el pequeño bastardo ponía cara de que estaba
exagerando. Estuve tentado a usar mi pisapapeles con forma de globo terráqueo
de cristal y plata esterlina como su tratamiento de ortodoncia. —. A su edad,
no robé el auto de mis padres para estrellarlo luego contra una propiedad
privada. Y para finalizar el conteo de “travesuras” de su hijito, señora
Yorkie; a su edad jamás golpeé a mi novia solo por decirme que lo que había
ocurrido era: ¡Por estar jodidamente ebrio! —esto último lo grité dando un seco
golpe sobre el escritorio.
La mujer dio un brinco en su sitio y el “pequeño
travieso” abrió sus ojos demostrando miedo.
Tomé la carpeta que tenía todo el expediente de
Eric y se la coloqué de mala manera al frente de ella.
—Aquí está su caso. Tómenlo y llévenselo a alguien
que esté interesado en defender a su hijo.
—No puede dejar de representarme. ¡ Le estamos pagando
cuatro mil dólares por sus servicios! —el chico volvía a tener la misma sonrisa
engreída con la que pretendía darse por ganador sobre ese punto.
—Mira, Eric… —dije entre dientes— Para empezar;
jamás en tu vida has trabajado y si no hubiese sido por tus padres, en estos
momentos estuvieses fregando inodoros en la correccional juvenil de Port
Angeles. Cosa que tienes más que merecida. Segundo, no eres capaz de mantenerte
alejado de los problemas, ni siquiera porque pese sobre ti un juicio de; por lo
mínimo tres cargos en tus contra. Mucho menos podrás pagar los servicios de un
abogado. Y tercero, el hecho de que por mi trabajo tus padres me hayan pagado, no quiere decir que tú lo hiciste. No te voy a aceptar que me pretendas manipular con
eso porque yo no soy ellos y no tengo
por qué tolerarte tus estupideces.
Los tres se quedaron callados así que continué:
—Les aclaro algo: yo no llevo casos en los que mi
representado sea un redomado idiota. Mucho menos cuando este, tiene el descaro
de seguir ampliando su prontuario mientras que yo trato de salvarle el pellejo
de las garras de la justicia. Así que agarren su caso y váyanse ahora mismo,
antes de que me ofrezca como colaborador con la fiscalía en tu contra.
Su madre me miró horrorizada y por fin abrió la
boca.
—Usted no nos puede hacer eso. No…no es ético —se
agarraba la garganta para aparentar que le iba a dar un patatús ahí mismo.
Me acomodé con tranquilidad en mi silla.
—Señora, Yorkie. Déjeme ponerla en perspectiva: Su
hijo se emborracha, se estrella contra el garaje de su vecino; gracias a dios
que no había nadie por esos lares en ese momento, golpea a su novia, luego
vuelve a emborracharse, consume drogas, lo detienen… ¿Y yo soy el que no es
ético? Hágame el favor de buscar en el diccionario o la jodida wikipedia que es
la palabra ética. Porque me parece que ni usted ni su familia la entiende muy
bien.
Todos comenzaron a levantarse de sus puestos,
cuando un muy altivo Eric se cernió sobre mi escritorio con una risa de
autosuficiencia.
—Entonces devuélvanos todo el dinero que le
cancelamos hasta ahora. Se lo daremos a nuestro nuevo abogado.
Respiré profundo tres veces antes de sucumbir al
impulso de enseñarle al chico de primera mano, los beneficios de utilizar una
plancha dental.
—Mira, pequeño pedazo de mierda: Todo abogado te
va a cobrar por la asesoría que brinde, y yo lo hice con ustedes en reiteradas
ocasiones. Así que ese dinero me lo gané a pulso. Si quieren demándenme,
háganlo, pero tengan en cuenta que cuando le exponga al jurado lo insoportable
que es lidiar con un malcriado, borracho y fuma-hierbas como tú, de seguro
saldrán perdiendo. Lo más probable que me cuestione el jurado, es el
porqué te cobré tan poco teniendo que lidiar con tan soberano idiota. —La madre
quiso protestar pero cuando me puse en pie, se lo pensó mejor. Así que su
pequeño retoño se enderezó y salió de mi oficina, en compañía de sus terribles
padres, con el rabo entre las piernas.
Cerré los ojos y me recosté contra el espaldar.
Ahora podía respirar un poco mejor.
*.*.*.*.*
Cerca del medio día, preferí adelantarme en salir
para ir a almorzar en casa. Le pedí a Lauren que cancelara todas mis citas.
Cuando de camino a la puerta, me detuvo:
—Emmett, espera. La señorita Rosalie Hale te acaba
de llamar.
¿Rose? ¿Para
qué?
—¿No dejó dicho nada?
—Solo que te acercaras a tu casa lo más pronto
posible. Dijo que no era nada para que te asustaras, solo que sería bueno que
estuvieses allá.
—Qué extraño. —me dije intentando pensar en lo que
podría haber pasado pero sin llegar a ninguna conclusión.
Sin mucha parafernalia me despedí de mi asistente
y salí como alma que lleva el diablo para enterarme de lo que sea que hubiese
sucedido.
¡Dios! ¿No
se podía tener un minuto de tranquilidad acaso?
Apenas llegué Esme y Carlisle me pusieron al tanto
de lo acontecido: Isabella se había ido.
Alice estaba cetrina en la cocina. Con una
expresión triste y atormentada, al igual que el resto de los que estaban allí.
Solo Esme tenía una expresión de frialdad, que de por sí, yo no me tragué en ningún momento. A ella le
tuvo que haber pegado más que a cualquiera de nosotros, pues quería muchísimo a
Bella.
Rosalie también estaba en la casa con una
expresión preocupada. Me gustó darme cuenta que pese a todo, ella se mantuviese
en cada momento problemático a nuestro lado en forma de apoyo moral. Se había
convertido en alguien en quien confiar para todos nosotros. De hecho habíamos salido
dos veces a charlar y tomar un par de cervezas, cosa que no es muy habitual porque
no era en plan de “cita”. Más bien eran salidas con una buena amiga, y sentía
que eso era lo que me mantenía equilibrado después de tantos disgustos y
preocupaciones seguidos.
—¿Crees que retrocederá en sus avances? —preguntó
ella con una taza de café humeante entre ambas manos. Parecía estarse dando
calor con la misma.
Negué con la cabeza insistentemente. En parte, yo
mismo quería poner fe en esas palabras.
—No lo sé. —le dije—. Espero que no, puesto que
Bella hizo muy buen trabajo con él —me acomodé entre los grandes y mullidos
cojines del sofá—. Creo que mientras mantengamos su rutina lo más parecida
posible a como ella la llevaba, no tendremos problemas. Quizás podríamos
conseguir alguna institución de formación para integrar a personas como él.
Rose negó con la cabeza.
—Emmett, la institución más adecuada para que vaya
tu hermano está a muchos kilómetros de distancia de aquí. En el centro de Seattle.
Isabella me lo comentó en una ocasión. Las que hay por estos alrededores son
instituciones psiquiátricas en Tacoma, y él no está demente, así que ni
siquiera hablemos de ellas. Y tampoco se puede llevar al Saint Gabriel’s
Children Hospital puesto que es solo para niños.
—Oh…Estamos muy jodidos por aquí. —la cabeza
amenazaba con empezar a dolerme. —. En mal momento se fue Bella. Muy mal
momento.
Un silencio se interpuso entre ambos durante un
minuto en los que trataba de desenmarañar el nudo de sentimientos que tenía por
su partida.
—¿La vas a echar mucho de menos? —preguntó Rosalie
con suavidad.
Asentí con una media sonrisa en el rostro; pero
esta no era precisamente de felicidad.
—Claro que sí. Ella hizo mucho por nosotros. Más
allá de ser la terapeuta de mi hermano; se convirtió en la amiga y confidente
de mi mamá, el cable a tierra de papá y hasta la salvadora de Alice. ¡Ja! Me
hizo querer sentar cabeza a mí, que vivía como si fuese un playboy. Porque me
creía con el estúpido derecho de estar de cama en cama, por el solo hecho de
haber nacido con un pene. De alguna manera soy una mejor persona por ella.
Rosalie asintió solemne y se puso en pie.
—¿A dónde vas? —le pregunté intrigado.
—Voy a…llevar el café a la cocina. Creo que ya se
enfrió. Nos vemos en un rato. —y salió con
esa gracia tan propia. Su hermoso cabello dorado se balanceó de lado a lado
debido a sus movimientos. Como espesa cascada de oro.
Sin ninguna duda Rose era una mujer hermosa.
Lástima que yo ya tenía el corazón ocupado y roto a la vez
*.*.*.*.*
A la mañana siguiente iba saliendo para el trabajo
cuando vi a Alice parada en el umbral de la puerta de la habitación tratando de
razonar con Edward.
—Tienes que comer algo, Ed. Ayer no lo hiciste y
hoy no puedes hacer lo mismo. Necesitas estar fuerte para…
—Alice, yo me encargo. —le interrumpí y tomé la
bandeja que llevaba una torre de pequeños pancakes con mantequilla y sirope de
maple encima. Un vaso de jugo de naranja y un pequeño plato con tres galletas
de canela. Le escolté hasta que cerré la puerta tras ella y miré hacia dentro.
La cama estaba pulcramente ordenada al igual que
todo el cuarto; cosa que no me extrañó puesto que él era una persona muy
metódica. No le gustaba nada fuera de lugar. Así que por el lado del orden, no
podíamos deducir que él estaba deprimido.
Estaba en su silla – hamaca de color azul que
pendía en un rincón de la habitación. Justo frente a la ventana panorámica con
vista al patio trasero y al bosque colindante con la casa. Solo se le veían las
piernas, ya que mantenía su cuerpo recargado en el gracioso mueble con forma de
gota.
—Vamos, Ed. Ven a comer —le dije a la vez que
colocaba la bandeja con la comida en la cama. Me puse frente a él y noté un
poco de sombras azules bajo unos ojos rojos. Había estado llorando.
No quiso siquiera verme cuando le hablaba.
—No. No quiero comer.
Ah
¡Demonios, no!
Pues si se iba a comportar como un niño, como un niño
lo iba a tratar. Me quité la chaqueta del traje y la coloqué en la cama
cuidando que se arrugara lo menos posible. No sabía cuánto tardaría en esto
pero no me iría de allí hasta que lo único que dara de todo esto fuese el plato
y los cubiertos. Fui hasta la comida, corté los pancakes en varios pedazos pequeños
y me dirigí hacia él.
—Abre la boca. —le ordené. Estuve a punto de
reírme cuando vi que me miraba con reprobación.
—No soy un bebé. Puedo comer solo y además no
quiero. —insistió con tozudez. Pero para su desgracia personal, éramos hermanos
y compartíamos ese rasgo.
—Edward, me confundes con alguien a quien
le importan tus caprichos. Vas a comer porque el médico lo dijo y
punto. Así que cómo estás empeñado en
comportarte como un bebé, te daré la comida como hacen con ellos. Ahora, abre
la boca.
Se incorporó con lentitud y me hizo caso con el
ceño fruncido. Masticó con rabia infantil, mientras que yo me mordía las
mejillas por dentro para contener la risa. Poco a poco fue comiendo y al final
se tomó el jugo de naranja prácticamente en un solo trago. Sus ojos se
iluminaron con un brillo especial, cuando puse delante de su nariz el plato con
las galletas. Con su orgullo ya pisoteado
le importó muy poco mostrarse casi desesperado cuando se las comió como un
famélico.
Con un gesto de la mano le pedí ir hacia la cama.
Luego de que lo hiciera, me coloqué frente a él para hablar de hombre a hombre.
—No entiendo por qué te haces el difícil, Edward.
Sabes que no puedes dejar de comer porque prácticamente acabas de salir del
hospital. No puedes ser tan irresponsable contigo mismo. —le hablaba con
claridad pero no con rudeza. No era tan idiota como para no entender que él
estaba así por Isabella.
Bajó la cabeza con tanta tristeza que casi podía
sentir su dolor. Me recordó a cómo me sentí cuando le dije que me apartaría de ella para
que él fuese feliz. Tener que verlos juntos cada día, con los ojos brillantes
clavados en el otro como si el universo se redujese solo a ellos dos.
Cuando me quedaba trabajando hasta tarde en mi
cuarto, había podido verlo a hurtadillas como se escabullía de su habitación
para dormir con ella. El vivir con ellos era una completa pesadilla en la que
se me recordaba que yo había sido el perdedor en esa historia. Y lo más triste,
fue que jamás tuve una oportunidad de
salir airoso de esa contienda porque la inocencia de mi hermano menor había
cautivado a Isabella mucho antes de que yo llegara, y ya no tenía ningún chance
ante eso. Me costó tiempo para digerirlo, pero lo hice. Aún así, y a pesar de
todo lo que había estado pasando agradecía ser yo el que estaba en la posición
del saberme no correspondido. Porque si Edward estaba tan alicaído solo porque
ella se había ido, no quería ni imaginarme como hubiese reaccionado de haber
tenido que lidiar con un “Quiero a tu
hermano y no a ti”.
Le apreté el hombro y lo zarandeé para captar su
atención. Me miró entre confundido y enojado a la vez.
—¿Por qué me empujas?
Le sonreí con ternura.
—Hermano, no te empujé…
—Claro que sí. Yo sentí que me empujaste.
No podía hablar con seriedad cuando él se ponía en
ese plan de ser tan literal.
—Lo hacía para llamar tu atención, no por maldad.
Disculpa.
—Te perdono. Pero la próxima vez, llámame por mi
nombre.
Sonreí abiertamente y asentí. Ahora que era tan
suelto consigo mismo y los demás, no dudaba en ponernos en nuestro sitio con
alguna de sus lógicas y acertadas conclusiones. Luego me puse serio porque lo
que íbamos a hablar. La situación lo ameritaba.
—¿Por qué, Edward? ¿Por qué la trataste tan mal?
—le susurré las palabras tratando de que los reproches no lo abrumaran más de
lo necesario.
—Yo no quería que se fuera. —admitió con pesar.
—Lo sé. Pero se cansó de que la trataras mal. Sé
que no la dejabas curarte desde que volviste del hospital. Eso la tenía muy
afectada.
—¿Te lo dijo ella?
Negué con la cabeza.
—Me lo decía Esme y supe que era cierto porque ya Bella
ya no sonreía. Solo permanecía pululando por la casa como si estuviese perdida
y con la mirada triste.
—¡Pero yo pensé que ella…! —se sonrojó y se calló
de pronto.
—¿Qué pensaste, hermano?
Negó con la cabeza. Su sonrojó se pronunció más. Sospeché
que lo que iba a decir tenía que ver con la vez con que
había intimado con ella.
—Hey, Edward, mírame —y lo hizo—. Confía en mí.
Puedes hablarme sobre cualquier cosa. ¿Qué ibas a decir?
—Es que…cuando nosotros…cuando nos…
—Cuando tuvieron relaciones. —le ayudé.
—Sí, cuando tuvimos relaciones ella me hizo usar
preservativo. Y yo leí que los autistas que tenían sexo debían colocárselos
para no engendrar bebés enfermos como ellos. —su voz se rompió y su mirada se
tornó desesperada—. Y yo creí que ella pensaba eso de mí. Eso me puso triste, porque
yo no soy una mala persona, hermano. ¿Qué hay de malo en que nazca un niño como
yo? ¿Es porque no soy inteligente como los demás? Si es por eso, lo entiendo.
Pero ¡Yo también sé hacer cosas! Sé tocar el piano, y hasta Rosalie dice que lo
hago bien.
No lo pude evitar. Simplemente no pude. Las
lágrimas se me agolparon en la garganta y lloré como tenía tiempo que no lo
hacía. Ni siquiera Isabella pudo quebrarme así, como lo había hecho Edward
justo allí.
Lloré con rabia e impotencia porque un idiota en
alguna parte del mundo dijo cosas horribles, y él en su inocencia le había
creído. Las personas que nos creemos “normales” a veces podemos ser los seres
más mezquinos. Creyéndonos superiores a los demás, cuando en realidad somos los
causantes de que el mundo y el resto de las cosas vayan mal.
Al ver como mi hermano intentaba explicarse con
desespero sobre que no “Era tan tonto
como habían dicho en el condenado blog” me sentí sobre pasado.
Por un momento me olvidé de sus límites personales
y tomé sus manos para colocárselas las coloqué en el regazo e intentar calmarlo. Él las retiró casi de
inmediato. En su defensa, trató de hacerlo con delicadeza. Como si temiera
lastimarme con eso. Como si ya no lo hubiese hecho ya, al verlo allí tan
vulnerable.
Tomé aire para enfundarme de entereza. Limpié mis
ojos y miré directo a los suyos que eran tan similares a los míos propios.
—Escúchame bien, Edward, tú no eres nada de lo que
esa gente dijo en aquella página de internet. Ellos son malos e inescrupulosos.
Son personas que no han estudiado sobre lo que verdaderamente es el autismo y
se creen con el derecho de decir lo que quieran sobre eso. Entonces incurren en
errores garrafales y publican cosas que no solo son ofensivas, sino que además
son mentira.
—¡Pero yo no soy como los demás!
—Por supuesto que no lo eres. ¡Eres mejor! Pocas
personas aprenden a tocar el piano con tanta facilidad como la tienes tú. Eres especial,
hermano. No raro o tonto como leíste en esa mierda de web. Y lo más importante
de todo es que Bella lo sabe, por eso te ama tanto. ¿Por qué crees que te
prefirió a ti? —el decir eso era como golpearme a mí mismo en la boca del
estómago, pero yo no era el que importaba en ese momento. Era Edward. —. Porque
eres verdaderamente especial.
—remarqué la última palabra esperando que pudiese quedársele grabado en ese
cerebro suyo tan obstinado, que creía solo lo que quería.
—Pero Bella no es como yo y es especial.
—argumentó.
Tragué grueso al escuchar su racionamiento ¿Y en
verdad él no se creía inteligente? Putos
blogs de quinta, hechos por retrógrados sin preparación. Que se amparan en
la mayoría de las veces, en un anonimato para decir estupidez y media con
respecto a lo que se les antojaba.
—Ella es especial a su manera única, Edward. Nadie
es como ella. —tuve que darle la razón.
Se puso mortalmente serio.
—¿Aún la quieres?
—Sí. —le dije sin bajar la mirada. No tenía caso
mentir.
—Entonces, si eso te pone triste ¿Por qué nos quieres juntos? —joder con el
muchacho superdotado.
—Porque tanto como quiero a Bella, deseo verla
feliz. Pero por encima de todo, jamás…y escúchame bien lo que te voy a decir;
jamás voy a sentirme completo si tú eres desdichado. Te amo más que a cualquier
mujer del mundo. Y ese, Edward Cullen, es el motivo real porque el que quiero
que rectifiques lo que has hecho. Para poder ver a mi hermano sonriendo tanto,
que pareciera que fuera de las puertas de esta casa no existiese un mundo
complicado y repleto de desafíos horribles en el día a día.
Se volvió a alterar un poco, gesticulando
desesperadamente.
—Yo quiero hacerla feliz…Yo quiero ser feliz,
Emmett. Pero se fue. Me dejó solo y no sé sonreír si Bella no está. Siempre que
lo hacía, volteaba y allí estaba ella. No sé cómo hacerlo si no está conmigo.
Suspiré y le di una leve palmadita de ánimo en el
hombro. Luego me extra{ó que no se quejara de que lo hubiese golpeado.
—Dale unos días, Edward. Como una semana, más o
menos. Déjala que respire y que se tranquilice. Sé que ella se va a dar cuenta
que cometió un error. Pero si no lo hace, siempre podríamos ir a buscarla a su
casa para que te disculparas con ella por tu actitud tan desagradecida.
—Y grosera. —puntualizó él.
Sonreí.
—Sí, fuiste un grosero, hermano. Eso no te lo
niego.
Comenzó a jugar con sus dedos y supe que quería
decirme algo.
—¿Qué pasa? —musité receloso.
—Es que…Ayer, cuando ella se fue… —bajó la
cabeza apesadumbrado— Yo tuve la culpa de que se marchara.
—Eso lo habíamos establecido ya, Edward. ¿Pero por
qué dices esto ahora? —debía ser delicado con él si no quería causarle una
crisis de ansiedad, pero tampoco pretendía tratarlo con pañuelos de seda como
si se fuese a romper. Edward había enfrentado muchas cosas adversas y debía
ahora hacer frente a sus errores con el mismo temple.
—Yo le dije que no podía soportar que me tocara.
Me quedé paralizado por un momento. Luego me puse
de pie y di un par de pasos lejos de él. Entonces giré solo lo necesario para
verlo a la cara, la cual por cierto estaba cetrina.
—¿Por qué le dijiste eso, Edward? ¿Te daba asco?
Abrió sus ojos como platos, horrorizado ante lo
que le había dicho. Pobre Isabella…
—¡No, por dios! Jamás podría sentir asco de Bella.
Yo la amo.
—Si la amas ¿Por qué le dijiste que no soportabas su
toque? Edward, la heriste profundamente. Apuesto a que ella llegó a la misma
conclusión que yo ahorita. Eso fue horrible. Nunca se debe tratar así a una
mujer. Nunca.
—Es que yo…Yo le dije eso porque no portaba que me
tocara en verdad. No lo dije para herirla.
Me dejó totalmente descolocado con esa respuesta.
Tenía que haber un jodido buen motivo.
—¿Por qué lo dijiste, entonces?
—Porque cuando ella me toca… —se sonrojó. —solo
puedo pensar en “eso”.
—¿En “eso”? ¿Dé qué coño hablas, Edward?
—De “eso”, Emmett. De hacerle el amor. Y en ese
momento yo todavía estaba triste por ella. Luego ella viene y me toma por
sorpresa al acabarme de despertar… ¡Dios, no sé que hice! ¡No quiero perderla,
hermano! ¡No quiero!
Si la situación no fuese de por sí tan exasperante
me hubiese partido de risa allí mismo. Prácticamente todo ese embrollo era por
un malentendido. Aunque viéndolo desde una retrospectiva objetiva, Edward la
estaba rechazando desde un poco antes de que le soltase semejante frase. Así
que Bella tomó la decisión enajenada por el dolor.
Bueno. Lo hecho estaba hecho, no se podía echar el
tiempo hacia atrás. Solo quedaba corregir los errores y lo ayudaría a hacerlo.
—El plan sigue en marcha, Ed. Si, Bella no ha
vuelto en cinco días, vamos a por ella.
—¿Y si no quiere volver porque fui malo con ella?
—Volverá, hermano porque te va a comprender. Te
quiere demasiado como para no hacerlo. Y si aún así no quiere, siempre podremos
secuestrarla para ti. —le guiñé un ojo.
Me miró estupefacto.
—¿Por qué la vamos a secuestrar?
Suspiré dándome por vencido.
—Hermanito, otro día te hablaré sobre lo que
significan ciertas frases que uso pero ahora no tengo tiempo. Debo ir a la
oficina.
—Tú eres abogado. Debes saber que secuestrar a las
personas es ilegal. –refutó él. Luego me siguió a la puerta.
Bajamos juntos las escaleras.
—¿A dónde vas? —le pregunté.
Pasó de largo a mi lado en dirección a la cocina.
—Voy a por las galletas de canela. Tres no son
suficientes.
Sonreí y saacudí la cabeza de lado a lado. Él era
en muchas formas un niño todavía, pero con deseos de hombre.
¡Qué
contradictorio!
Pasé el resto de la tarde en casa. Me permití por
primera vez algo de paz y quería disfrutar un poco de la compañía de mi
hermano. La pasamos entre el piano con Rosalie y el jardín con mi mamá. Su
ánimo había mejorado bastante en comparación a esta mañana y eso era algo que
me hacia sumamente feliz. Supuse que eso se debía a que tenía a sus dos hijos
pasando tiempo con ella de manera relajada. Me propuse ser mejor hijo, justo
allí. Y por ella.
Por otro lado, si bien era cierto que estaba como
obsesionado con Isabella; a tal punto que había parecido un condenado espectro
en los pasados días; también comprendí otra cosa cuando fui consciente de la
mejoría de Edward que ahora ayudaba a Esme con algunas plantas de las cuales
desconocía el nombre: La felicidad de un ser amado, es la nuestra. No importaba
cuanto decía sentir por ella, eso palidecía ante el amor que tenía por mi
hermano menor. No le había mentido cuando le había dicho prácticamente lo mismo
a él, justo esa mañana.
Terminé nuestra tarde intentando enseñar a Edward
a jugar fútbol americano. Basta decir que lo odió.
—No me gusta. —aseveró tirando el balón con rabia
contra el suelo. Yo trataba de recuperar la respiración luego de haberle
arrebatado el ovoide de las manos y correr hacia la zona de anotación.
—¡Vamos, hermano! Es fútbol americano, así se
juega. —respondí divertido con su actitud.
—Pues tienes malos gustos para las diversiones. ¿Por
qué tienen que tocarse y golpease tanto? —dijo mirándome con escepticismo.
—Porque es un deporte de alto contacto. —se quedó
viéndome como si esperara un mejor argumento que ese. Dado que la falta de
oxigeno no me dejó pensar en ninguna válida, decidí darme por vencido. —Como
quieras. —dije rompiendo a reír. Mi madre que se había mostrado enojada todo el
día, también se permitió reír ante la rabieta y la cara de “estás loco” que
Edward me hizo —Vamos por algo de comer. —le dije convidándolo a la cocina.
Al llegar, el estómago me rugió por el delicioso aroma que envolvía el lugar.
—¡¿Qué es?! ¡¿Qué es?! —le dije a Alice quien
sonrió de soslayo.
—Tranquilo Emmett, es solo un poco de pollo y papas fritas. Pensé que tendrían ganas de
comer algo rico y grasoso después de esa sesión de tacleos.
Me acerqué al oído de Alice y le susurré:
—¿Sabes que no fui muy rudo con él verdad?
—Lo sé, pero Edward no piensa igual y ahora está
enojado.
Echamos a reír ante la cara enojada que aún conservaba el hombre.
—¿Hay mas galletas de canela? —preguntó Edward.
—Sí, las saqué hace una hora del horno. Ya
deberían estar frías.
—Gracias. —contestó escueto para luego pasar por
nuestro lado directo a la esquina más alejada de la estancia.
Salió de la cocina con el bol completo de galletas
y por su rostro de “ni lo intenten” Alice y yo no le dijimos nada. Si le daba
dolor de estomago iba a ser su problema. Por mi parte, me harté de pollo y
papas fritas hasta que Alice me regañó porque no le estaba dejando a los demás.
Puede que hubiese incluso usado una paleta de madera para finalmente correrme
de allí.
Por primera vez en mucho tiempo me sentía feliz.
Bella había cambiado muchas cosas en nuestra familia para bien. Incluyéndome a
mí. Me sentía orgulloso de Edward y ponía fe en la Bella que conocía: ella regresaría.
Al salir de la cocina rumbo a mi habitación, me
detuve al ver un gran destello anaranjado que se colaba por la puerta trasera
que daba al jardín. Edward estaba sentado en medio del umbral con su bol de
galletas contemplando el crepúsculo que destellaba en su grandiosidad enmarcando
al también increíble jardín de mamá.
Se le veía fascinado con eso y decidí darle su
espacio. Traté de no hacer ruido al regresar por donde vine para no
interrumpirlo, cuando escuché un:
—Bella. —dijo él soltando un muy desanimado
suspiro.
Sí, ponía toda mi fe en la Bella fuerte y capaz
que había conocido. De ella dependía la felicidad de mi hermano. Ellos eran la
mitad de un todo. Un todo que; ahora entendía; no podía vivir sin su mitad. Y
desde donde quiera que ella estuviese, debía regresar.
Lo haría.
Bella POV:
Un día antes, en la reserva Quilleute…
Paul
me insistió para que fuésemos a comer algo. Así que entramos a un patio largo
que hacía a la vez de restaurant. El techo había sido de maderas que habían
estado a la deriva. Unas diez mesas de cuatro puestos estaban repartidas por el
lugar. No era para nada un lugar elegante, pero la cantidad de gente que había
allí me indicaba que o la cocinera era muy buena o estaban regalando la cerveza
ese día. Apenas y conseguimos puesto. Una pareja se estaba yendo cuando
nosotros llegamos y tomamos su mesa enseguida.
Una
chica de tez morena, muy hermosa y con mala cara nos trajo el menú.
—Hola,
Leah. —le dijo Paul sin mucho entusiasmo.
—Hola,
Paul.
Dicho
eso, me medio miró y se fue. Si esa era su estrategia para atraer clientes, no
iba bien encaminada.
—Como
que no le caigo muy bien. —le susurré por encima del menú.
—¡Nah!
No te preocupes. ¿Qué vas a pedir? —me pareció que ese comentario fue uno de
esos que usas cuando no quieres dar mayores detalles, así que no seguí
insistiendo.
Miré
el nombre de los platillos pero sin verlos en realidad. La verdad era que no me
sentía especialmente de ánimos para comer. ¡Dios, Edward! Lo había dejado atrás
sin más. ¿Qué haría ahora sin…?
—¡Bella!
—Paul llamó mi atención tirándome una servilleta hecha bola. —No vinimos para
que te vayas a poner a llorar, sino para que comas. Si empiezas ahora, te juro
que me te dejaré con la cara de malaleche de las meseras. —me reprendió con una
sonrisa de autosuficiencia en su rostro. Lo cual mejoró solo un poco mi ánimo.
—Lo
siento. —comencé a mirar la lista del menú, nuevamente—. Creo que pediré…una
lasagna. Eso.
—¿Y
qué vas a tomar? —insistió viendo su propia carta.
—Una
coca cola.
—Bien.
A
los dos minutos Leah volvió con libreta en mano. Le hicimos nuestros pedidos y
se fue por donde vino sin mucha ceremonia.
Cuando
él iba a preguntarme algo, una mujer de edad media y muy parecida a Leah se
apareció frente a Paul viéndolo con reprobación y a mí con una expresión como
de asco. Vaya…parecía que era el día mundial de putear a Bella Swan.
¡Simplemente fabuloso!
—¡Wow,
Paul! No has dejado pasar ni dos meses desde que Rachel se fuera de tu casa
para estar saliendo con otra. Y peor aún, con una cara pálida ¿Eh?
Mi
compañero de mesa entrecerró los ojos con rabia.
—¿Por
qué no te metes en tus propios asuntos, Sue? Yo hago con mi vida lo que me
venga en gana y sin darte explicaciones.
Ella
sonrió con sorna.
—Uy…
¡Que genio! Yo solo hacía un comentario. —respondió haciéndose la ofendida.
—Pues
ve a hacerle tus comentarios a quien le importe y a quien no le moleste tu
presencia. —contraatacó él sin prestarle mayor atención que a la mariposa que
nos estaba sobrevolando en ese momento.
La
mujer entrecerró los ojos y nos dirigió una mirada envenenada a ambos. Eso me
sacó de quicio ¿Qué le había hecho a esas mujeres? ¿Aparecer?
—¿Sabe?
Los caras pálidas tenemos muy mala fama. Y el hecho de que solo esté aquí
molestándonos a mi amigo y a mí cuando queremos comer, solo contribuirá a
acrecentar esa fama. Porque me va a obligar a mandarla a la mierda delante de
todos estos comensales. —usé un tono de condescendencia que solo consiguió
irritar más a la mujer. La cual montó en
cólera y se fue de allí lo más rápido que le dieron las piernas.
Paul
se partió de la risa.
—¡Eres
buena, joder!
Ahora
fui yo la que entrecerró lo ojos.
—Explícame
el porqué de que me odien tanto.
Vi
como la mirada de él que se apagaba con tristeza y a la vez se tenía con furia y dolor.
—No
quiero hablar de eso.
—¡Oh
no, cariño! Tú me obligaste a venir acá y de paso tuve que aguantarme que dos
mujeres me tomaran rabia de a gratis. Así que lo mínimo que puedes hacer es
explicarte. Me lo debes.
Suspiró
pesadamente y accedió a mi orden —petición con reticencia.
—Hace
dos meses terminé con mi prometida, Rachel Black. Quien por cierto es la mejor
amiga de Leah… —ahí estaba uno de los motivos— y ahijada de Sue —el otro—. Así
que deben de creer que estamos saliendo o algo así. Pffff ¡Como si pudiera
hacer eso ahora!
Entorné
los ojos.
—Bienvenido
al club de los despechados. —le dije
con una sonrisa carente de alegría.
—A
mí me dejaron por no cumplir “ciertas expectativas” ¿Y a ti? —me preguntó casi
divertido por la situación.
—Por
estúpida. Aunque básicamente también creo que no estuve a la altura y…¡Voilä! Heme aquí.
Paul
sacó otra servilleta. La desdobló y comenzó a formar un cilindro con la misma.
—Rachel…Mierda
yo adoraba a esa mujer ¿Sabes? Pero no comprendió que yo quisiese estudiar
enfermería en vez de ser un licenciado en contaduría como lo que está
estudiando ella ahora.
—¡No
tiene derecho a hacerte una cosa así! —bufé—. No eres un niño al que se le
deben imponer las cosas. Si quieres ser enfermero, yo te apoyo. Tengo unos
libros en mi casa que podrían servirte…
Sus
ojos se abrieron de par en par emocionados.
—¿Eres
enfermera? —asentí— ¡Que coincidencia!
—Pero
estoy especializada en pacientes con autismo. Así que no son muchos los que te
puedo dar, pero creo que te podrían servir.
—¡Claro
que sí! ¿Cuándo los puedo recoger y en donde?
—En
Forks. Luego te doy un aventón cuando vuelva.
Me
sonrió con cara de picardía.
—Así
que vas a volver… —ni yo misma me había dado cuenta de que ya había tomado esa
decisión. Supuse que me iría a mi casa, le cambiaría un poco los planes a
Alice, pero ni modo.
—Pues
si…lo haré.
—¿Por
qué escapaste, Bella?
—¿Por
qué supones que me escapé?
Comenzó
a levantar los dedos enumerando sus teorías.
—Manejas
sin rumbo fijo, tienes tu equipaje en la cabina de tu camioneta y de paso
tienes cara de mal de amor. Así que creo que estás escapando de alguien. ¿Qué
te hicieron?
Me
encogí de hombros y bajé mi mirada a la mesa de madera. Comencé a seguir las
líneas del tallado con una de mis uñas.
—Hice
daño, me hicieron daño. Dejé atrás lo que pudo haber sido mi única familia y a
la misma vez mi trabajo.
—Y
por eso huyes…
—¿Disculpa?
—me comencé a irritar ¿Huir? ¿Yo había huido? ¿Eso les parecía a todos? No pude
evitar recordar a Esme y sus últimas palabras. Vaya desastre…
—Claro
que huyes. Apuesto lo quieras a que ni siquiera te despediste de “él”. No, por
tu cara veo que no lo hiciste. Así que huiste. —afirmó con la cabeza, muy
pagado de sí mismo.
—Bueno,
señor métomeentodo ¿Por qué mejor no me dice cómo puedo arreglar este embrollo?
Si cree que es tan fácil deducir de qué se trata.
—Mira,
debes encararlo. Decirle lo que piensas. Si tienes que gritarle, hazlo. —jamás
le gritaría a mi ángel. Pensé para mí misma. Él, ignorante de mi línea de
pensamientos, continuó su perorata: —. Luego soluciona el problema que tuviste
con la familia que tanto quieres, porque me imagino que es recíproco. Y si es
así, sabrán perdonarte el error cometido. Y si ellos lo cometieron, tú puedes
perdonarlos para no tener que vivir sola. Créeme, de eso yo sé bastante.
Tragué
grueso.
—¿Crees
que funcione?
—¡Claro!
A veces lo que hace falta es que alguien de fuera te dé una perspectiva
imparcial y listo. —¿Sería tan fácil? ¿Lo único que necesitaba para volver a mi
vida de antes sería “conversar”? Me descubrí cruzando los dedos para que así
fuese. —. Bella, tómate unos días para ti. Respira aire fresco y luego ¡Zas! Le haces frente a la situación.
Mira que eso de estar solo y de paso desempleado no es una buena combinación.
Y
así, sin quererlo se me escapó una carcajada que a su vez me insufló esperanza.
No
sabía, a ciencia cierta, qué diría o qué haría todavía. Debía tomar decisiones.
Pero mientras, me comería aquella lasagna que pintaba con mi nuevo optimista y
accidental amigo, me relajaría y pondría las cosas en perspectiva. Volvería a
Edward de una u otra manera.
Al
final de la tarde, disfruté de un hermoso ocaso que colindaba con la playa en
la reserva. Por una fracción de segundo me permití algo de tranquilidad, pero
esta no duró mucho cuando sentí como mis ojos acunaban lágrimas de melancolía.
Quizá en otras circunstancias, estaría en los brazos de mi ángel contemplando
este hermoso ocaso. Quizá fuese desde el jardín resplandeciente de los Cullen o
desde la ventana de su habitación. No importaba dónde, siempre y cuando
estuviese en sus brazos.
Con
la fuerza que logré reunir, apreté la mano contra mi pecho y contuve el llanto.
Debía ser fuerte, por mí y sobre todo por mi ángel. Volvería y aclararía esta
tormentosa situación.
—Edward...
—suspiré su nombre.
Él
estar sin él no era un opción... No lo era y jamás lo sería.
Yyyyyyyyyyyyyyyy
bueno aquí estamos oootraaaaa vez con una nueva entrega del ángel. Que espero
que sea de su agrado y que a su vez sirva para tranquilizar un poco esa
situación tan tirante en la que el capítulo anterior dejó a muchas.
Les
insto a que si no les gusta, dejen su crítica PERO DE MANERA RESPETUOSA. No
tengo problemas con lidiar con la crítica pero si con los insultos…yyyyyyyyy
como yo no soy ninguna santa vamos a dejar unos puntos claros: Solo ésta
cabecita; la cual tengo pegada al cuello; sabe el porqué cada cosa aparece en
la historia. No siempre son ni serán cosas felices pero que van en la historia
porque yo quiero construir la historia así. Y es mi prerrogativa llevar el
curso de la misma en las líneas que considere pertinente. Ese derecho me lo
concede el hecho de pasar más de cinco o seis horas frente a una pc
achicharrándome la vista para llevarles a ustedes un capítulo lo mejor que
pueda.
Gracias
y mil gracias a quienes se mantienen al pie del cañón conmigo y a quienes se
han mantenido a mi lado sin que yo les dé nada a cambio excepto capítulos. Que
quizá se tarden mucho, si…pero es que estoy en proceso de tesis…así que muchas
gracias por su comprensión.
Sé
que tengo las mejores lectoras porque su cariño me lo demuestra.
Les
quiero…
Hasta
pronto.
PD: Me voy a perder del mapa aproximadamente de quince días a un mes y quise dejarles esta última entrega de corazón de cristal para que me extrañen y me comprendan.
Todo dependerá de lo que me tome abocarme a mi tesis, por eso no les doy fecha exacta.
Así que...hasta pronto, pequeñas…
PD: Me voy a perder del mapa aproximadamente de quince días a un mes y quise dejarles esta última entrega de corazón de cristal para que me extrañen y me comprendan.
Todo dependerá de lo que me tome abocarme a mi tesis, por eso no les doy fecha exacta.
Así que...hasta pronto, pequeñas…
*Marie K. Matthew*
OOh! dioos!... es ta bello *-* me encanto!; no pude evitar llorar cuando Emmet y Edward hablaban, simplemente me llego al corazon! <3... es algo tan hermoso, nena, me tienes fascinada, y son 15 dias o un mes en el qe se te extrañara y a tus actus... pero te comprendo y primero lo primero!... asi que mucha suerte con tu tesis, luego me dices como te fue pero estoy segura qe muy bien!, te mando u abrazo y muchas gracios or este cap *_* qe me encanto! (:
ResponderEliminarme encanto el capitulo,y no te preocupes aqui estamos y esperaremos a que termines tus estudios suerte besos
ResponderEliminarte vuelvo a leer en tu blog!!!, eres excelente bella escritora, gracias por este cap tan emocionante y q me deja con ganas de mas!!!, cuídate y q te vaya super en tu tesis avanza montón!!! y ya te estoy extrañando!!!!! besos
ResponderEliminarohhhhhh siii nena solo es un desencuentro y ya es algo que no pasa a mayores por suerte... asiq me alegro enormemente y sobre todo porq aunque sabia que Edward habia actuado mal, el tenia sus razones y muy valideras sobre todo...
ResponderEliminarAme a Emmet por portarce como un verdadero hermano mayor y hacerle entender que estubo mal en hablarle de esa forma A Bella... el es mas tierno... lo amo de igual manera.
ahi nena, MI MEJORCITA como siempre ya sabes, AL PIE DEL CAÑON, ame el capitulo estubo precioso y nos saco de la dudas e incertidumbres a muchas con lo que habiamos pasado con el capitulo anterior. Ahora lo entiendo y sip Edward no puede ser mas que un niño con el cuerpo y con necesidades de un hombre... es hermoso nuestro angel...
se te va a extrañar nena de enserio que si... no voy a aguantar tanto tiempo... pero si es por tu futuro yo te apollo!!!
Aqui Soldado GISELE MAZA (reportandoce)
Hola cariño te adorooooo eres fantastica ame este capitulo me encantoooo ,eres genial la charla entre hermanos estubo maravillosa me dejas sorprendida una vez mas,sigue asi nena y mucha suerte en tu tesis.....Besos linda,cuidate...
ResponderEliminarHola buenisimo el capi me encanto la platica de Edward y Emmett sobre todo por que supe la razon de la actitud de Edward y que bien que Emmett lo hizo ver su error muero por que pase el tiempo y llegue a buscar a Bella no me gusta que esten separados pero bueno ya me siento mas tranquila al imaginarme lo que va a pasar en espera del siguiente capi
ResponderEliminarsuerte con tu tesis y por el tiempo no te preocupes nosotras sabremos entender y esperar saludos y abrazos desde México
DD: ame la nove, es perfecta:3
ResponderEliminar&ojala que Edward arregle las cosas con Bella )':
me gustó el capitulo, me encantó como Emmett acomodó la situación con Edward y cuando jugaron Fut americano jejke pobrecito!!!
ResponderEliminarme gustó mucho el capitulo
No, no me gusto el capi..en la verdad me encantoooo, amo lo que escribes, amo esta historia que cuando termino de leer me quedo bien asi: ahammmm (suspiros y mas suspiros)..
ResponderEliminarLa Amoooo mucho, es hermosa..
Y bueno ya que nos vas a abandonar por un tiempo por un buen motivo lògico estudios, te deseo mucha suerte..
y nos vemos pronto..
besos..bye
Owww pero que precioso ese amor de hermano de Emmett aww me parece tan dulce.
ResponderEliminarBueno, menos mal que Bella ya está reflexionando y afortunadamente Edward también, duele que no estén juntos.
Mi querida Marie llevas la historia de una manera encantadora, con sus altos y bajos, momentos dulces o momentos como el del capítulo anterior que te hacen llorar, eso hace magnifica la historia. Si todo fuera felicidad sería completamente monótono y aburrido. No tendría gracia!
Suerte con tu tesis, encanto y saluditos desde Colombia
Tan lindo Emm tan lindo el sarnoso.. y la ultima fraseeee creo que estoy morida totallll ainssssssss <3.<3 y todo por una erección matutina hay que joderse jajajajajajjaja
ResponderEliminarPor dios que hermosa historia!! Me enamore!!! Por que no la sigues :( estare esperando con anhelo que la sigas
ResponderEliminarPor dios que hermosa historia!! Me enamore!!! Por que no la sigues :( estare esperando con anhelo que la sigas
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