jueves, 31 de mayo de 2012

Corazón de Cristal - Capítulo Décimo Quinto:



Este separador es propiedad de THE MOON'S SECRETS. derechos a Summit Entertamient y The twilight saga: Breaking Dawn Part 1 por el Diseño.
“Ocaso”

Emmett POV:

Ben Cheney. Un abogado recién recibido, trabajaba conmigo desde hacía seis meses aproximadamente. El chico era tímido pero agradable. Además, aprendía con rapidez, por lo cual ahora era como una especie de pupilo para mí. Sumado a Lauren Mallory; quien se desempeñaba como mi asistente. Juntos, eran mi staff de trabajo ideal: sin demasiadas personas o egos con qué lidiar. Una relación respetuosa en todos los sentidos y sumamente eficientes trabajando en grupo o individualmente.
Los tenía ahora frente a mí en mi oficina. Estaban al otro lado de mi escritorio muy abarrotado de papeles. Una, al pendiente de cualquier detalle de “última hora” que me obligase a cambiar, sustituir, eliminar o crear algo en mi agenda de trabajo. El otro, se ajustaba las gafas con cansancio. Se notaba a leguas que se había desvelado leyendo y yo sabía muy bien que no había sido algún libro por mero placer. Ben era así de responsable en cuanto a lo que su trabajo se refería.
—Cullen, tenemos un problema con este caso. —puso delante de mí una carpeta de manila en la que la etiqueta decía Eric Yorkie. Rodé los ojos con fastidio.
—¿Ahora que hizo el condenado mocoso malcriado?
—No sé si conoces a Tyler Crowley, mi amigo del departamento de policía de Forks. —asentí—. Bien. Pues como él sabe que estamos trabajando con este chico me hizo llegar a primera hora de la mañana lo que son, sin duda alguna, agravantes para su caso. Parece que nuestro amiguito pasó un fin de semana muy animado cerca del museo maderero de la ciudad, en casa de un amigo suyo. Le detuvieron por conducir en estado de ebriedad y por posesión de estupefacientes.
Golpeé el escritorio con mi puño en un arrebato rabioso. Ya ese puto caso me traía hasta el gorro.
—¡¿Pero es imbécil ese muchacho?! ¡¿Sigue detenido?! —que mañanita de lunes estaba teniendo.
Cheney negó sin abrir los labios.
—Eso quiere decir que le impusieron una fianza; que por supuesto debió haber sido cancelada por su muy protectora mamita. La cual por cierto… ¡No me avisó en lo absoluto! —miré a Lauren. —Haz el favor de llamar a su madre con carácter de urgencia. Y cuando digo urgente me refiero a “lo dejaré podrirse en una correccional hasta que cumpla los dieciocho”. —mi asistente salió de allí de inmediato sin replicar.
Ben me observó por encima de las gafas.
—¿Qué piensas hacer, Cullen?
—Lo único racional que resta en esta situación, Cheney. —me froté los ojos con extenuación ¿Acaso algo podía ir bien por primera vez en días? Suspiré derrotado cuando recordé la situación por la que estábamos atravesando en casa, en  estos precisos momentos. Tenía ganas de mandar todo a la mismísima…
—Emmett, ya vienen para acá. —apuntó Lauren desde la puerta.
Al menos había “alguien” a quien sí enviaría derechito a la mierda sin remordimiento alguno. Pasados unos minutos me dediqué a revisar algunos casos que ameritaban prioridad y pedirle a Lauren que trajera algunos cafés. Necesitaba estar muy al pendiente y no dejar que nada se me escapara. Justo diez minutos después,  aparecieron en mi oficina.
Con los Yorkie en frente: la madre sobreprotectora y alcahueta sempiterna, el padre sometido y casi castrado por la esposa, y para cerrar con broche de oro, tenía al angelito. Al cual yo por cierto tenía la desgracia de representar. Comencé a decirles lo que debía hacía mucho tiempo atrás.
—Buenos días. —dije secamente mientras los miraba directo a los ojos. Me saludaron con una sonrisa seca y nerviosa. Sabían que no los había citado por mera cortesía o para darles una buena noticia—. Me enteré de lo ocurrido el fin de semana.
Como había sospechado, la señora intentó quitarle hierro al asunto con una risita que honestamente me sacó de quicio.
—Son cosas de chicos, señor Cullen. Una travesura. A su edad usted debió…
—A los diecisiete años; que es la edad de su hijo, señora Yorkie; yo no bebía. Si lo hacía, mi madre me dejaba sin dinero y mi padre se encargaba de que el único aire fresco que recibiera fuese el de la ventana de mi habitación y el de la ventanilla del coche vía al instituto —lo señalé con rabia mientras el pequeño bastardo ponía cara de que estaba exagerando. Estuve tentado a usar mi pisapapeles con forma de globo terráqueo de cristal y plata esterlina como su tratamiento de ortodoncia. —. A su edad, no robé el auto de mis padres para estrellarlo luego contra una propiedad privada. Y para finalizar el conteo de “travesuras” de su hijito, señora Yorkie; a su edad jamás golpeé a mi novia solo por decirme que lo que había ocurrido era: ¡Por estar jodidamente ebrio! —esto último lo grité dando un seco golpe sobre el escritorio.
La mujer dio un brinco en su sitio y el “pequeño travieso” abrió sus ojos demostrando miedo.
Tomé la carpeta que tenía todo el expediente de Eric y se la coloqué de mala manera al frente de ella.
—Aquí está su caso. Tómenlo y llévenselo a alguien que esté interesado en defender a su hijo.
—No puede dejar de representarme. ¡ Le estamos pagando cuatro mil dólares por sus servicios! —el chico volvía a tener la misma sonrisa engreída con la que pretendía darse por ganador sobre ese punto.
—Mira, Eric… —dije entre dientes— Para empezar; jamás en tu vida has trabajado y si no hubiese sido por tus padres, en estos momentos estuvieses fregando inodoros en la correccional juvenil de Port Angeles. Cosa que tienes más que merecida. Segundo, no eres capaz de mantenerte alejado de los problemas, ni siquiera porque pese sobre ti un juicio de; por lo mínimo tres cargos en tus contra. Mucho menos podrás pagar los servicios de un abogado. Y tercero, el hecho de que por mi trabajo tus padres me hayan pagado,  no quiere decir que lo hiciste. No te voy a aceptar que me pretendas manipular con eso porque yo no soy ellos y no tengo por qué tolerarte tus estupideces.
Los tres se quedaron callados así que continué:
—Les aclaro algo: yo no llevo casos en los que mi representado sea un redomado idiota. Mucho menos cuando este, tiene el descaro de seguir ampliando su prontuario mientras que yo trato de salvarle el pellejo de las garras de la justicia. Así que agarren su caso y váyanse ahora mismo, antes de que me ofrezca como colaborador con la fiscalía en tu contra.
Su madre me miró horrorizada y por fin abrió la boca.
—Usted no nos puede hacer eso. No…no es ético —se agarraba la garganta para aparentar que le iba a dar un patatús ahí mismo.
Me acomodé con tranquilidad en mi silla.
—Señora, Yorkie. Déjeme ponerla en perspectiva: Su hijo se emborracha, se estrella contra el garaje de su vecino; gracias a dios que no había nadie por esos lares en ese momento, golpea a su novia, luego vuelve a emborracharse, consume drogas, lo detienen… ¿Y yo soy el que no es ético? Hágame el favor de buscar en el diccionario o la jodida wikipedia que es la palabra ética. Porque me parece que ni usted ni su familia la entiende muy bien.
Todos comenzaron a levantarse de sus puestos, cuando un muy altivo Eric se cernió sobre mi escritorio con una risa de autosuficiencia.
—Entonces devuélvanos todo el dinero que le cancelamos hasta ahora. Se lo daremos a nuestro nuevo abogado.
Respiré profundo tres veces antes de sucumbir al impulso de enseñarle al chico de primera mano, los beneficios de utilizar una plancha dental.
—Mira, pequeño pedazo de mierda: Todo abogado te va a cobrar por la asesoría que brinde, y yo lo hice con ustedes en reiteradas ocasiones. Así que ese dinero me lo gané a pulso. Si quieren demándenme, háganlo, pero tengan en cuenta que cuando le exponga al jurado lo insoportable que es lidiar con un malcriado, borracho y fuma-hierbas como tú, de seguro saldrán  perdiendo. Lo más probable que me cuestione el jurado, es el porqué te cobré tan poco teniendo que lidiar con tan soberano idiota. —La madre quiso protestar pero cuando me puse en pie, se lo pensó mejor. Así que su pequeño retoño se enderezó y salió de mi oficina, en compañía de sus terribles padres, con el rabo entre las piernas.
Cerré los ojos y me recosté contra el espaldar.
Ahora podía respirar un poco mejor.


*.*.*.*.*
Cerca del medio día, preferí adelantarme en salir para ir a almorzar en casa. Le pedí a Lauren que cancelara todas mis citas. Cuando de camino a la puerta, me detuvo:
—Emmett, espera. La señorita Rosalie Hale te acaba de llamar.
¿Rose? ¿Para qué?
—¿No dejó dicho nada?
—Solo que te acercaras a tu casa lo más pronto posible. Dijo que no era nada para que te asustaras, solo que sería bueno que estuvieses allá.
—Qué extraño. —me dije intentando pensar en lo que podría haber pasado pero sin llegar a ninguna conclusión.
Sin mucha parafernalia me despedí de mi asistente y salí como alma que lleva el diablo para enterarme de lo que sea que hubiese sucedido.
¡Dios! ¿No se podía tener un minuto de tranquilidad acaso?

Apenas llegué Esme y Carlisle me pusieron al tanto de lo acontecido: Isabella se había ido.
Alice estaba cetrina en la cocina. Con una expresión triste y atormentada, al igual que el resto de los que estaban allí. Solo Esme tenía una expresión de frialdad, que de por sí,  yo no me tragué en ningún momento. A ella le tuvo que haber pegado más que a cualquiera de nosotros, pues quería muchísimo a Bella.
Rosalie también estaba en la casa con una expresión preocupada. Me gustó darme cuenta que pese a todo, ella se mantuviese en cada momento problemático a nuestro lado en forma de apoyo moral. Se había convertido en alguien en quien confiar para todos nosotros. De hecho habíamos salido dos veces a charlar y tomar un par de cervezas, cosa que no es muy habitual porque no era en plan de “cita”. Más bien eran salidas con una buena amiga, y sentía que eso era lo que me mantenía equilibrado después de tantos disgustos y preocupaciones seguidos.
—¿Crees que retrocederá en sus avances? —preguntó ella con una taza de café humeante entre ambas manos. Parecía estarse dando calor con la misma.
Negué con la cabeza insistentemente. En parte, yo mismo quería poner fe en esas palabras.
—No lo sé. —le dije—. Espero que no, puesto que Bella hizo muy buen trabajo con él —me acomodé entre los grandes y mullidos cojines del sofá—. Creo que mientras mantengamos su rutina lo más parecida posible a como ella la llevaba, no tendremos problemas. Quizás podríamos conseguir alguna institución de formación para integrar a personas como él.
Rose negó con la cabeza.
—Emmett, la institución más adecuada para que vaya tu hermano está a muchos kilómetros de distancia de aquí. En el centro de Seattle. Isabella me lo comentó en una ocasión. Las que hay por estos alrededores son instituciones psiquiátricas en Tacoma, y él no está demente, así que ni siquiera hablemos de ellas. Y tampoco se puede llevar al Saint Gabriel’s Children Hospital puesto que es solo para niños.
—Oh…Estamos muy jodidos por aquí. —la cabeza amenazaba con empezar a dolerme. —. En mal momento se fue Bella. Muy mal momento.
Un silencio se interpuso entre ambos durante un minuto en los que trataba de desenmarañar el nudo de sentimientos que tenía por su partida.
—¿La vas a echar mucho de menos? —preguntó Rosalie con suavidad.
Asentí con una media sonrisa en el rostro; pero esta no era precisamente de felicidad.
—Claro que sí. Ella hizo mucho por nosotros. Más allá de ser la terapeuta de mi hermano; se convirtió en la amiga y confidente de mi mamá, el cable a tierra de papá y hasta la salvadora de Alice. ¡Ja! Me hizo querer sentar cabeza a mí, que vivía como si fuese un playboy. Porque me creía con el estúpido derecho de estar de cama en cama, por el solo hecho de haber nacido con un pene. De alguna manera soy una mejor persona por ella.
Rosalie asintió solemne y se puso en pie.
—¿A dónde vas? —le pregunté intrigado.
—Voy a…llevar el café a la cocina. Creo que ya se enfrió. Nos vemos en un rato.  —y salió con esa gracia tan propia. Su hermoso cabello dorado se balanceó de lado a lado debido a sus movimientos. Como espesa cascada de oro.
Sin ninguna duda Rose era una mujer hermosa. Lástima que yo ya tenía el corazón ocupado y roto a la vez


*.*.*.*.*
A la mañana siguiente iba saliendo para el trabajo cuando vi a Alice parada en el umbral de la puerta de la habitación tratando de razonar con Edward.
—Tienes que comer algo, Ed. Ayer no lo hiciste y hoy no puedes hacer lo mismo. Necesitas estar fuerte para…
—Alice, yo me encargo. —le interrumpí y tomé la bandeja que llevaba una torre de pequeños pancakes con mantequilla y sirope de maple encima. Un vaso de jugo de naranja y un pequeño plato con tres galletas de canela. Le escolté hasta que cerré la puerta tras ella y miré hacia dentro.
La cama estaba pulcramente ordenada al igual que todo el cuarto; cosa que no me extrañó puesto que él era una persona muy metódica. No le gustaba nada fuera de lugar. Así que por el lado del orden, no podíamos deducir que él estaba deprimido.
Estaba en su silla – hamaca de color azul que pendía en un rincón de la habitación. Justo frente a la ventana panorámica con vista al patio trasero y al bosque colindante con la casa. Solo se le veían las piernas, ya que mantenía su cuerpo recargado en el gracioso mueble con forma de gota.
—Vamos, Ed. Ven a comer —le dije a la vez que colocaba la bandeja con la comida en la cama. Me puse frente a él y noté un poco de sombras azules bajo unos ojos rojos. Había estado llorando.
No quiso siquiera verme cuando le hablaba.
—No. No quiero comer.
Ah ¡Demonios, no!
Pues si se iba a comportar como un niño, como un niño lo iba a tratar. Me quité la chaqueta del traje y la coloqué en la cama cuidando que se arrugara lo menos posible. No sabía cuánto tardaría en esto pero no me iría de allí hasta que lo único que dara de todo esto fuese el plato y los cubiertos. Fui hasta la comida, corté los pancakes en varios pedazos pequeños y me dirigí hacia él.
—Abre la boca. —le ordené. Estuve a punto de reírme cuando vi que me miraba con reprobación.
—No soy un bebé. Puedo comer solo y además no quiero. —insistió con tozudez. Pero para su desgracia personal, éramos hermanos y compartíamos ese rasgo.
—Edward, me confundes con alguien a quien le importan tus caprichos. Vas a comer porque el médico lo dijo y punto.  Así que cómo estás empeñado en comportarte como un bebé, te daré la comida como hacen con ellos. Ahora, abre la boca.
Se incorporó con lentitud y me hizo caso con el ceño fruncido. Masticó con rabia infantil, mientras que yo me mordía las mejillas por dentro para contener la risa. Poco a poco fue comiendo y al final se tomó el jugo de naranja prácticamente en un solo trago. Sus ojos se iluminaron con un brillo especial, cuando puse delante de su nariz el plato con las galletas. Con su orgullo ya pisoteado le importó muy poco mostrarse casi desesperado cuando se las comió como un famélico.
Con un gesto de la mano le pedí ir hacia la cama. Luego de que lo hiciera, me coloqué frente a él para hablar de hombre a hombre.
—No entiendo por qué te haces el difícil, Edward. Sabes que no puedes dejar de comer porque prácticamente acabas de salir del hospital. No puedes ser tan irresponsable contigo mismo. —le hablaba con claridad pero no con rudeza. No era tan idiota como para no entender que él estaba así por Isabella.
Bajó la cabeza con tanta tristeza que casi podía sentir su dolor. Me recordó a cómo me sentí  cuando le dije que me apartaría de ella para que él fuese feliz. Tener que verlos juntos cada día, con los ojos brillantes clavados en el otro como si el universo se redujese solo a ellos dos.
Cuando me quedaba trabajando hasta tarde en mi cuarto, había podido verlo a hurtadillas como se escabullía de su habitación para dormir con ella. El vivir con ellos era una completa pesadilla en la que se me recordaba que yo había sido el perdedor en esa historia. Y lo más triste,  fue que jamás tuve una oportunidad de salir airoso de esa contienda porque la inocencia de mi hermano menor había cautivado a Isabella mucho antes de que yo llegara, y ya no tenía ningún chance ante eso. Me costó tiempo para digerirlo, pero lo hice. Aún así, y a pesar de todo lo que había estado pasando agradecía ser yo el que estaba en la posición del saberme no correspondido. Porque si Edward estaba tan alicaído solo porque ella se había ido, no quería ni imaginarme como hubiese reaccionado de haber tenido que lidiar con un “Quiero a tu hermano y no a ti”.
Le apreté el hombro y lo zarandeé para captar su atención. Me miró entre confundido y enojado a la vez.
—¿Por qué me empujas?
Le sonreí con ternura.
—Hermano, no te empujé…
—Claro que sí. Yo sentí que me empujaste.
No podía hablar con seriedad cuando él se ponía en ese plan de ser tan literal.
—Lo hacía para llamar tu atención, no por maldad. Disculpa.
—Te perdono. Pero la próxima vez, llámame por mi nombre.
Sonreí abiertamente y asentí. Ahora que era tan suelto consigo mismo y los demás, no dudaba en ponernos en nuestro sitio con alguna de sus lógicas y acertadas conclusiones. Luego me puse serio porque lo que íbamos a hablar. La situación lo ameritaba.
—¿Por qué, Edward? ¿Por qué la trataste tan mal? —le susurré las palabras tratando de que los reproches no lo abrumaran más de lo necesario.
—Yo no quería que se fuera. —admitió con pesar.
—Lo sé. Pero se cansó de que la trataras mal. Sé que no la dejabas curarte desde que volviste del hospital. Eso la tenía muy afectada.
—¿Te lo dijo ella?
Negué con la cabeza.
—Me lo decía Esme y supe que era cierto porque ya Bella ya no sonreía. Solo permanecía pululando por la casa como si estuviese perdida y con la mirada triste.
—¡Pero yo pensé que ella…! —se sonrojó y se calló de pronto.
—¿Qué pensaste, hermano?
Negó con la cabeza. Su sonrojó se pronunció más. Sospeché que lo que iba a decir tenía que ver con la vez con que había intimado con ella.
—Hey, Edward, mírame —y lo hizo—. Confía en mí. Puedes hablarme sobre cualquier cosa. ¿Qué ibas a decir?
—Es que…cuando nosotros…cuando nos…
—Cuando tuvieron relaciones. —le ayudé.
—Sí, cuando tuvimos relaciones ella me hizo usar preservativo. Y yo leí que los autistas que tenían sexo debían colocárselos para no engendrar bebés enfermos como ellos. —su voz se rompió y su mirada se tornó desesperada—. Y yo creí que ella pensaba eso de mí. Eso me puso triste, porque yo no soy una mala persona, hermano. ¿Qué hay de malo en que nazca un niño como yo? ¿Es porque no soy inteligente como los demás? Si es por eso, lo entiendo. Pero ¡Yo también sé hacer cosas! Sé tocar el piano, y hasta Rosalie dice que lo hago bien.
No lo pude evitar. Simplemente no pude. Las lágrimas se me agolparon en la garganta y lloré como tenía tiempo que no lo hacía. Ni siquiera Isabella pudo quebrarme así, como lo había hecho Edward justo allí.
Lloré con rabia e impotencia porque un idiota en alguna parte del mundo dijo cosas horribles, y él en su inocencia le había creído. Las personas que nos creemos “normales” a veces podemos ser los seres más mezquinos. Creyéndonos superiores a los demás, cuando en realidad somos los causantes de que el mundo y el resto de las cosas vayan mal.
Al ver como mi hermano intentaba explicarse con desespero sobre que no “Era tan tonto como habían dicho en el condenado blog” me sentí sobre pasado.
Por un momento me olvidé de sus límites personales y tomé sus manos para colocárselas las coloqué en el regazo e  intentar calmarlo. Él las retiró casi de inmediato. En su defensa, trató de hacerlo con delicadeza. Como si temiera lastimarme con eso. Como si ya no lo hubiese hecho ya, al verlo allí tan vulnerable.
Tomé aire para enfundarme de entereza. Limpié mis ojos y miré directo a los suyos que eran tan similares a los míos propios.
—Escúchame bien, Edward, tú no eres nada de lo que esa gente dijo en aquella página de internet. Ellos son malos e inescrupulosos. Son personas que no han estudiado sobre lo que verdaderamente es el autismo y se creen con el derecho de decir lo que quieran sobre eso. Entonces incurren en errores garrafales y publican cosas que no solo son ofensivas, sino que además son mentira.
—¡Pero yo no soy como los demás!
—Por supuesto que no lo eres. ¡Eres mejor! Pocas personas aprenden a tocar el piano con tanta facilidad como la tienes tú. Eres especial, hermano. No raro o tonto como leíste en esa mierda de web. Y lo más importante de todo es que Bella lo sabe, por eso te ama tanto. ¿Por qué crees que te prefirió a ti? —el decir eso era como golpearme a mí mismo en la boca del estómago, pero yo no era el que importaba en ese momento. Era Edward. —. Porque eres verdaderamente especial. —remarqué la última palabra esperando que pudiese quedársele grabado en ese cerebro suyo tan obstinado, que creía solo lo que quería.
—Pero Bella no es como yo y es especial. —argumentó.
Tragué grueso al escuchar su racionamiento ¿Y en verdad él no se creía inteligente? Putos blogs de quinta, hechos por retrógrados sin preparación. Que se amparan en la mayoría de las veces, en un anonimato para decir estupidez y media con respecto a lo que se les antojaba.
—Ella es especial a su manera única, Edward. Nadie es como ella. —tuve que darle la razón.
Se puso mortalmente serio.
—¿Aún la quieres?
—Sí. —le dije sin bajar la mirada. No tenía caso mentir.
—Entonces, si eso te pone triste  ¿Por qué nos quieres juntos? —joder con el muchacho superdotado.
—Porque tanto como quiero a Bella, deseo verla feliz. Pero por encima de todo, jamás…y escúchame bien lo que te voy a decir; jamás voy a sentirme completo si tú eres desdichado. Te amo más que a cualquier mujer del mundo. Y ese, Edward Cullen, es el motivo real porque el que quiero que rectifiques lo que has hecho. Para poder ver a mi hermano sonriendo tanto, que pareciera que fuera de las puertas de esta casa no existiese un mundo complicado y repleto de desafíos horribles en el día a día.
Se volvió a alterar un poco, gesticulando desesperadamente.
—Yo quiero hacerla feliz…Yo quiero ser feliz, Emmett. Pero se fue. Me dejó solo y no sé sonreír si Bella no está. Siempre que lo hacía, volteaba y allí estaba ella. No sé cómo hacerlo si no está conmigo.
Suspiré y le di una leve palmadita de ánimo en el hombro. Luego me extra{ó que no se quejara de que lo hubiese golpeado.
—Dale unos días, Edward. Como una semana, más o menos. Déjala que respire y que se tranquilice. Sé que ella se va a dar cuenta que cometió un error. Pero si no lo hace, siempre podríamos ir a buscarla a su casa para que te disculparas con ella por tu actitud tan desagradecida.
—Y grosera. —puntualizó él.
Sonreí.
—Sí, fuiste un grosero, hermano. Eso no te lo niego.
Comenzó a jugar con sus dedos y supe que quería decirme algo.
—¿Qué pasa? —musité receloso.
—Es que…Ayer, cuando ella se fue…  —bajó la cabeza apesadumbrado— Yo tuve la culpa de que se marchara.
—Eso lo habíamos establecido ya, Edward. ¿Pero por qué dices esto ahora? —debía ser delicado con él si no quería causarle una crisis de ansiedad, pero tampoco pretendía tratarlo con pañuelos de seda como si se fuese a romper. Edward había enfrentado muchas cosas adversas y debía ahora hacer frente a sus errores con el mismo temple.
—Yo le dije que no podía soportar que me tocara.
Me quedé paralizado por un momento. Luego me puse de pie y di un par de pasos lejos de él. Entonces giré solo lo necesario para verlo a la cara, la cual por cierto estaba cetrina.
—¿Por qué le dijiste eso, Edward? ¿Te daba asco?
Abrió sus ojos como platos, horrorizado ante lo que le había dicho. Pobre Isabella…
—¡No, por dios! Jamás podría sentir asco de Bella. Yo la amo.
—Si la amas ¿Por qué le dijiste que no soportabas su toque? Edward, la heriste profundamente. Apuesto a que ella llegó a la misma conclusión que yo ahorita. Eso fue horrible. Nunca se debe tratar así a una mujer. Nunca.
—Es que yo…Yo le dije eso porque no portaba que me tocara en verdad. No lo dije para herirla.
Me dejó totalmente descolocado con esa respuesta. Tenía que haber un jodido buen motivo.
—¿Por qué lo dijiste, entonces?
—Porque cuando ella me toca… —se sonrojó. —solo puedo pensar en “eso”.
—¿En “eso”? ¿Dé qué coño hablas, Edward?
—De “eso”, Emmett. De hacerle el amor. Y en ese momento yo todavía estaba triste por ella. Luego ella viene y me toma por sorpresa al acabarme de despertar… ¡Dios, no sé que hice! ¡No quiero perderla, hermano! ¡No quiero!
Si la situación no fuese de por sí tan exasperante me hubiese partido de risa allí mismo. Prácticamente todo ese embrollo era por un malentendido. Aunque viéndolo desde una retrospectiva objetiva, Edward la estaba rechazando desde un poco antes de que le soltase semejante frase. Así que Bella tomó la decisión enajenada por el dolor.
Bueno. Lo hecho estaba hecho, no se podía echar el tiempo hacia atrás. Solo quedaba corregir los errores y lo ayudaría a hacerlo.
—El plan sigue en marcha, Ed. Si, Bella no ha vuelto en cinco días, vamos a por ella.
—¿Y si no quiere volver porque fui malo con ella?
—Volverá, hermano porque te va a comprender. Te quiere demasiado como para no hacerlo. Y si aún así no quiere, siempre podremos secuestrarla para ti. —le guiñé un ojo.
Me miró estupefacto.
—¿Por qué la vamos a secuestrar?
Suspiré dándome por vencido.
—Hermanito, otro día te hablaré sobre lo que significan ciertas frases que uso pero ahora no tengo tiempo. Debo ir a la oficina.
—Tú eres abogado. Debes saber que secuestrar a las personas es ilegal. –refutó él. Luego me siguió a la puerta.
Bajamos juntos las escaleras.
—¿A dónde vas? —le pregunté.
Pasó de largo a mi lado en dirección a la cocina.
—Voy a por las galletas de canela. Tres no son suficientes.
Sonreí y saacudí la cabeza de lado a lado. Él era en muchas formas un niño todavía, pero con deseos de hombre.
¡Qué contradictorio!
Pasé el resto de la tarde en casa. Me permití por primera vez algo de paz y quería disfrutar un poco de la compañía de mi hermano. La pasamos entre el piano con Rosalie y el jardín con mi mamá. Su ánimo había mejorado bastante en comparación a esta mañana y eso era algo que me hacia sumamente feliz. Supuse que eso se debía a que tenía a sus dos hijos pasando tiempo con ella de manera relajada. Me propuse ser mejor hijo, justo allí. Y por ella.
Por otro lado, si bien era cierto que estaba como obsesionado con Isabella; a tal punto que había parecido un condenado espectro en los pasados días; también comprendí otra cosa cuando fui consciente de la mejoría de Edward que ahora ayudaba a Esme con algunas plantas de las cuales desconocía el nombre: La felicidad de un ser amado, es la nuestra. No importaba cuanto decía sentir por ella, eso palidecía ante el amor que tenía por mi hermano menor. No le había mentido cuando le había dicho prácticamente lo mismo a él, justo esa mañana.
Terminé nuestra tarde intentando enseñar a Edward a jugar fútbol americano. Basta decir que lo odió.
—No me gusta. —aseveró tirando el balón con rabia contra el suelo. Yo trataba de recuperar la respiración luego de haberle arrebatado el ovoide de las manos y correr hacia la zona de anotación.
—¡Vamos, hermano! Es fútbol americano, así se juega. —respondí divertido con su actitud.
—Pues tienes malos gustos para las diversiones. ¿Por qué tienen que tocarse y golpease tanto? —dijo mirándome con escepticismo.
—Porque es un deporte de alto contacto. —se quedó viéndome como si esperara un mejor argumento que ese. Dado que la falta de oxigeno no me dejó pensar en ninguna válida, decidí darme por vencido. —Como quieras. —dije rompiendo a reír. Mi madre que se había mostrado enojada todo el día, también se permitió reír ante la rabieta y la cara de “estás loco” que Edward me hizo —Vamos por algo de comer. —le dije convidándolo a la cocina.
            Al llegar, el estómago me rugió por el delicioso aroma que envolvía el lugar.
—¡¿Qué es?! ¡¿Qué es?! —le dije a Alice quien sonrió de soslayo.
—Tranquilo Emmett, es solo un poco de pollo  y papas fritas. Pensé que tendrían ganas de comer algo rico y grasoso después de esa sesión de tacleos.
Me acerqué al oído de Alice y le susurré:
—¿Sabes que no fui muy rudo con él verdad?
—Lo sé, pero Edward no piensa igual y ahora está enojado.           
            Echamos a reír ante la cara enojada que aún conservaba el hombre.
—¿Hay mas galletas de canela? —preguntó Edward.
—Sí, las saqué hace una hora del horno. Ya deberían estar frías.
—Gracias. —contestó escueto para luego pasar por nuestro lado directo a la esquina más alejada de la estancia.
Salió de la cocina con el bol completo de galletas y por su rostro de “ni lo intenten” Alice y yo no le dijimos nada. Si le daba dolor de estomago iba a ser su problema. Por mi parte, me harté de pollo y papas fritas hasta que Alice me regañó porque no le estaba dejando a los demás. Puede que hubiese incluso usado una paleta de madera para finalmente correrme de allí.
Por primera vez en mucho tiempo me sentía feliz. Bella había cambiado muchas cosas en nuestra familia para bien. Incluyéndome a mí. Me sentía orgulloso de Edward y ponía fe en la Bella que conocía: ella regresaría.
Al salir de la cocina rumbo a mi habitación, me detuve al ver un gran destello anaranjado que se colaba por la puerta trasera que daba al jardín. Edward estaba sentado en medio del umbral con su bol de galletas contemplando el crepúsculo que destellaba en su grandiosidad enmarcando al también increíble jardín de mamá.
Se le veía fascinado con eso y decidí darle su espacio. Traté de no hacer ruido al regresar por donde vine para no interrumpirlo, cuando escuché un:
—Bella. —dijo él soltando un muy desanimado suspiro.
Sí, ponía toda mi fe en la Bella fuerte y capaz que había conocido. De ella dependía la felicidad de mi hermano. Ellos eran la mitad de un todo. Un todo que; ahora entendía; no podía vivir sin su mitad. Y desde donde quiera que ella estuviese, debía regresar.
Lo haría.


Bella POV:
Un día antes, en la reserva Quilleute…

Paul me insistió para que fuésemos a comer algo. Así que entramos a un patio largo que hacía a la vez de restaurant. El techo había sido de maderas que habían estado a la deriva. Unas diez mesas de cuatro puestos estaban repartidas por el lugar. No era para nada un lugar elegante, pero la cantidad de gente que había allí me indicaba que o la cocinera era muy buena o estaban regalando la cerveza ese día. Apenas y conseguimos puesto. Una pareja se estaba yendo cuando nosotros llegamos y tomamos su mesa enseguida.
Una chica de tez morena, muy hermosa y con mala cara nos trajo el menú.
—Hola, Leah. —le dijo Paul sin mucho entusiasmo.
—Hola, Paul.
Dicho eso, me medio miró y se fue. Si esa era su estrategia para atraer clientes, no iba bien encaminada.
—Como que no le caigo muy bien. —le susurré por encima del menú.
—¡Nah! No te preocupes. ¿Qué vas a pedir? —me pareció que ese comentario fue uno de esos que usas cuando no quieres dar mayores detalles, así que no seguí insistiendo.
Miré el nombre de los platillos pero sin verlos en realidad. La verdad era que no me sentía especialmente de ánimos para comer. ¡Dios, Edward! Lo había dejado atrás sin más. ¿Qué haría ahora sin…?
—¡Bella! —Paul llamó mi atención tirándome una servilleta hecha bola. —No vinimos para que te vayas a poner a llorar, sino para que comas. Si empiezas ahora, te juro que me te dejaré con la cara de malaleche de las meseras. —me reprendió con una sonrisa de autosuficiencia en su rostro. Lo cual mejoró solo un poco mi ánimo.
—Lo siento. —comencé a mirar la lista del menú, nuevamente—. Creo que pediré…una lasagna. Eso.
—¿Y qué vas a tomar? —insistió viendo su propia carta.
—Una coca cola.
—Bien.
A los dos minutos Leah volvió con libreta en mano. Le hicimos nuestros pedidos y se fue por donde vino sin mucha ceremonia.
Cuando él iba a preguntarme algo, una mujer de edad media y muy parecida a Leah se apareció frente a Paul viéndolo con reprobación y a mí con una expresión como de asco. Vaya…parecía que era el día mundial de putear a Bella Swan. ¡Simplemente fabuloso!
—¡Wow, Paul! No has dejado pasar ni dos meses desde que Rachel se fuera de tu casa para estar saliendo con otra. Y peor aún, con una cara pálida ¿Eh?
Mi compañero de mesa entrecerró los ojos con rabia.
—¿Por qué no te metes en tus propios asuntos, Sue? Yo hago con mi vida lo que me venga en gana y sin darte explicaciones.
Ella sonrió con sorna.
—Uy… ¡Que genio! Yo solo hacía un comentario. —respondió haciéndose la ofendida.
—Pues ve a hacerle tus comentarios a quien le importe y a quien no le moleste tu presencia. —contraatacó él sin prestarle mayor atención que a la mariposa que nos estaba sobrevolando en ese momento.
La mujer entrecerró los ojos y nos dirigió una mirada envenenada a ambos. Eso me sacó de quicio ¿Qué le había hecho a esas mujeres? ¿Aparecer?
—¿Sabe? Los caras pálidas tenemos muy mala fama. Y el hecho de que solo esté aquí molestándonos a mi amigo y a mí cuando queremos comer, solo contribuirá a acrecentar esa fama. Porque me va a obligar a mandarla a la mierda delante de todos estos comensales. —usé un tono de condescendencia que solo consiguió irritar más a la mujer. La cual montó  en cólera y se fue de allí lo más rápido que le dieron las piernas.
Paul se partió de la risa.
—¡Eres buena, joder!
Ahora fui yo la que entrecerró lo ojos.
—Explícame el porqué de que me odien tanto.
Vi como la mirada de él que se apagaba con tristeza y a la vez  se tenía con furia y dolor.
—No quiero hablar de eso.
—¡Oh no, cariño! Tú me obligaste a venir acá y de paso tuve que aguantarme que dos mujeres me tomaran rabia de a gratis. Así que lo mínimo que puedes hacer es explicarte. Me lo debes.
Suspiró pesadamente y accedió a mi orden —petición con reticencia.
—Hace dos meses terminé con mi prometida, Rachel Black. Quien por cierto es la mejor amiga de Leah… —ahí estaba uno de los motivos— y ahijada de Sue —el otro—. Así que deben de creer que estamos saliendo o algo así. Pffff ¡Como si pudiera hacer eso ahora!
Entorné los ojos.
—Bienvenido al club de los despechados. —le dije con una sonrisa carente de alegría.
—A mí me dejaron por no cumplir “ciertas expectativas” ¿Y a ti? —me preguntó casi divertido por la situación.
—Por estúpida. Aunque básicamente también creo que no estuve a la altura y…¡Voilä! Heme aquí.
Paul sacó otra servilleta. La desdobló y comenzó a formar un cilindro con la misma.
—Rachel…Mierda yo adoraba a esa mujer ¿Sabes? Pero no comprendió que yo quisiese estudiar enfermería en vez de ser un licenciado en contaduría como lo que está estudiando ella ahora.
—¡No tiene derecho a hacerte una cosa así! —bufé—. No eres un niño al que se le deben imponer las cosas. Si quieres ser enfermero, yo te apoyo. Tengo unos libros en mi casa que podrían servirte…
Sus ojos se abrieron de par en par emocionados.
—¿Eres enfermera? —asentí— ¡Que coincidencia!
—Pero estoy especializada en pacientes con autismo. Así que no son muchos los que te puedo dar, pero creo que te podrían servir.
—¡Claro que sí! ¿Cuándo los puedo recoger y en donde?
—En Forks. Luego te doy un aventón cuando vuelva.
Me sonrió con cara de picardía.
—Así que vas a volver… —ni yo misma me había dado cuenta de que ya había tomado esa decisión. Supuse que me iría a mi casa, le cambiaría un poco los planes a Alice, pero ni modo.
—Pues si…lo haré.
—¿Por qué escapaste, Bella?
—¿Por qué supones que me escapé?
Comenzó a levantar los dedos enumerando sus teorías.
—Manejas sin rumbo fijo, tienes tu equipaje en la cabina de tu camioneta y de paso tienes cara de mal de amor. Así que creo que estás escapando de alguien. ¿Qué te hicieron?
Me encogí de hombros y bajé mi mirada a la mesa de madera. Comencé a seguir las líneas del tallado con una de mis uñas.
—Hice daño, me hicieron daño. Dejé atrás lo que pudo haber sido mi única familia y a la misma vez mi trabajo.
—Y por eso huyes…
—¿Disculpa? —me comencé a irritar ¿Huir? ¿Yo había huido? ¿Eso les parecía a todos? No pude evitar recordar a Esme y sus últimas palabras. Vaya desastre…
—Claro que huyes. Apuesto lo quieras a que ni siquiera te despediste de “él”. No, por tu cara veo que no lo hiciste. Así que huiste. —afirmó con la cabeza, muy pagado de sí mismo.
—Bueno, señor métomeentodo ¿Por qué mejor no me dice cómo puedo arreglar este embrollo? Si cree que es tan fácil deducir de qué se trata.
—Mira, debes encararlo. Decirle lo que piensas. Si tienes que gritarle, hazlo. —jamás le gritaría a mi ángel. Pensé para mí misma. Él, ignorante de mi línea de pensamientos, continuó su perorata: —. Luego soluciona el problema que tuviste con la familia que tanto quieres, porque me imagino que es recíproco. Y si es así, sabrán perdonarte el error cometido. Y si ellos lo cometieron, tú puedes perdonarlos para no tener que vivir sola. Créeme, de eso yo sé bastante.
Tragué grueso.
—¿Crees que funcione?
—¡Claro! A veces lo que hace falta es que alguien de fuera te dé una perspectiva imparcial y listo. —¿Sería tan fácil? ¿Lo único que necesitaba para volver a mi vida de antes sería “conversar”? Me descubrí cruzando los dedos para que así fuese. —. Bella, tómate unos días para ti. Respira aire fresco y luego ¡Zas! Le haces frente a la situación. Mira que eso de estar solo y de paso desempleado no es una buena combinación.
Y así, sin quererlo se me escapó una carcajada que a su vez me insufló esperanza.
No sabía, a ciencia cierta, qué diría o qué haría todavía. Debía tomar decisiones. Pero mientras, me comería aquella lasagna que pintaba con mi nuevo optimista y accidental amigo, me relajaría y pondría las cosas en perspectiva. Volvería a Edward de una u otra manera.
Al final de la tarde, disfruté de un hermoso ocaso que colindaba con la playa en la reserva. Por una fracción de segundo me permití algo de tranquilidad, pero esta no duró mucho cuando sentí como mis ojos acunaban lágrimas de melancolía. Quizá en otras circunstancias, estaría en los brazos de mi ángel contemplando este hermoso ocaso. Quizá fuese desde el jardín resplandeciente de los Cullen o desde la ventana de su habitación. No importaba dónde, siempre y cuando estuviese en sus brazos.
Con la fuerza que logré reunir, apreté la mano contra mi pecho y contuve el llanto. Debía ser fuerte, por mí y sobre todo por mi ángel. Volvería y aclararía esta tormentosa situación.
—Edward...  —suspiré su nombre. 
Él estar sin él no era un opción... No lo era y jamás lo sería.



Este separador es propiedad de THE MOON'S SECRETS. derechos a Summit Entertamient y The twilight saga: Breaking Dawn Part 1 por el Diseño.

Yyyyyyyyyyyyyyyy bueno aquí estamos oootraaaaa vez con una nueva entrega del ángel. Que espero que sea de su agrado y que a su vez sirva para tranquilizar un poco esa situación tan tirante en la que el capítulo anterior dejó a muchas.
Les insto a que si no les gusta, dejen su crítica PERO DE MANERA RESPETUOSA. No tengo problemas con lidiar con la crítica pero si con los insultos…yyyyyyyyy como yo no soy ninguna santa vamos a dejar unos puntos claros: Solo ésta cabecita; la cual tengo pegada al cuello; sabe el porqué cada cosa aparece en la historia. No siempre son ni serán cosas felices pero que van en la historia porque yo quiero construir la historia así. Y es mi prerrogativa llevar el curso de la misma en las líneas que considere pertinente. Ese derecho me lo concede el hecho de pasar más de cinco o seis horas frente a una pc achicharrándome la vista para llevarles a ustedes un capítulo lo mejor que pueda.
Gracias y mil gracias a quienes se mantienen al pie del cañón conmigo y a quienes se han mantenido a mi lado sin que yo les dé nada a cambio excepto capítulos. Que quizá se tarden mucho, si…pero es que estoy en proceso de tesis…así que muchas gracias por su comprensión.
Sé que tengo las mejores lectoras porque su cariño me lo demuestra. 
Les quiero…
Hasta pronto.         
PD: Me voy a perder del mapa aproximadamente de quince días a un mes y quise dejarles esta última entrega de corazón de cristal para que me extrañen y me comprendan.          

Todo dependerá de lo que me tome abocarme a mi tesis, por eso no les doy fecha exacta.        

Así que...hasta pronto, pequeñas…

*Marie K. Matthew*

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13 comentarios:

  1. OOh! dioos!... es ta bello *-* me encanto!; no pude evitar llorar cuando Emmet y Edward hablaban, simplemente me llego al corazon! <3... es algo tan hermoso, nena, me tienes fascinada, y son 15 dias o un mes en el qe se te extrañara y a tus actus... pero te comprendo y primero lo primero!... asi que mucha suerte con tu tesis, luego me dices como te fue pero estoy segura qe muy bien!, te mando u abrazo y muchas gracios or este cap *_* qe me encanto! (:

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  2. me encanto el capitulo,y no te preocupes aqui estamos y esperaremos a que termines tus estudios suerte besos

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  3. te vuelvo a leer en tu blog!!!, eres excelente bella escritora, gracias por este cap tan emocionante y q me deja con ganas de mas!!!, cuídate y q te vaya super en tu tesis avanza montón!!! y ya te estoy extrañando!!!!! besos

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  4. ohhhhhh siii nena solo es un desencuentro y ya es algo que no pasa a mayores por suerte... asiq me alegro enormemente y sobre todo porq aunque sabia que Edward habia actuado mal, el tenia sus razones y muy valideras sobre todo...

    Ame a Emmet por portarce como un verdadero hermano mayor y hacerle entender que estubo mal en hablarle de esa forma A Bella... el es mas tierno... lo amo de igual manera.

    ahi nena, MI MEJORCITA como siempre ya sabes, AL PIE DEL CAÑON, ame el capitulo estubo precioso y nos saco de la dudas e incertidumbres a muchas con lo que habiamos pasado con el capitulo anterior. Ahora lo entiendo y sip Edward no puede ser mas que un niño con el cuerpo y con necesidades de un hombre... es hermoso nuestro angel...

    se te va a extrañar nena de enserio que si... no voy a aguantar tanto tiempo... pero si es por tu futuro yo te apollo!!!


    Aqui Soldado GISELE MAZA (reportandoce)

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  5. Hola cariño te adorooooo eres fantastica ame este capitulo me encantoooo ,eres genial la charla entre hermanos estubo maravillosa me dejas sorprendida una vez mas,sigue asi nena y mucha suerte en tu tesis.....Besos linda,cuidate...

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  6. Hola buenisimo el capi me encanto la platica de Edward y Emmett sobre todo por que supe la razon de la actitud de Edward y que bien que Emmett lo hizo ver su error muero por que pase el tiempo y llegue a buscar a Bella no me gusta que esten separados pero bueno ya me siento mas tranquila al imaginarme lo que va a pasar en espera del siguiente capi
    suerte con tu tesis y por el tiempo no te preocupes nosotras sabremos entender y esperar saludos y abrazos desde México

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  7. DD: ame la nove, es perfecta:3
    &ojala que Edward arregle las cosas con Bella )':

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  8. me gustó el capitulo, me encantó como Emmett acomodó la situación con Edward y cuando jugaron Fut americano jejke pobrecito!!!
    me gustó mucho el capitulo

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  9. No, no me gusto el capi..en la verdad me encantoooo, amo lo que escribes, amo esta historia que cuando termino de leer me quedo bien asi: ahammmm (suspiros y mas suspiros)..
    La Amoooo mucho, es hermosa..
    Y bueno ya que nos vas a abandonar por un tiempo por un buen motivo lògico estudios, te deseo mucha suerte..
    y nos vemos pronto..
    besos..bye

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  10. Owww pero que precioso ese amor de hermano de Emmett aww me parece tan dulce.
    Bueno, menos mal que Bella ya está reflexionando y afortunadamente Edward también, duele que no estén juntos.
    Mi querida Marie llevas la historia de una manera encantadora, con sus altos y bajos, momentos dulces o momentos como el del capítulo anterior que te hacen llorar, eso hace magnifica la historia. Si todo fuera felicidad sería completamente monótono y aburrido. No tendría gracia!

    Suerte con tu tesis, encanto y saluditos desde Colombia

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  11. Tan lindo Emm tan lindo el sarnoso.. y la ultima fraseeee creo que estoy morida totallll ainssssssss <3.<3 y todo por una erección matutina hay que joderse jajajajajajjaja

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  12. Por dios que hermosa historia!! Me enamore!!! Por que no la sigues :( estare esperando con anhelo que la sigas

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  13. Por dios que hermosa historia!! Me enamore!!! Por que no la sigues :( estare esperando con anhelo que la sigas

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