“Protégeme”
—Paul,
relájate, por favor —unos espasmos comenzaban a recorrerle el cuerpo. Pareció
comprender que estaba a punto de cambiar y respiró profundamente con la mirada
clavada en el vacío. Los temblores comenzaron a remitir hasta que ya no quedaba
nada de ellos, fue entonces cuando me acerqué pero él retrocedió.
—No
te acerques, Rachel. Apenas consigo mantener la calma —su mirada estaba
salpicada de dolor y vergüenza, además de la intempestiva rabia que casi lo
había hecho entrar en fase.
—Siéntate.
Te traeré un vaso con agua para que te tranquilices…
Meneó
la cabeza de lado a lado mostrando su negativa.
—Debería
irme porque…
—¡Siéntate!
—le dije firme y sin derecho a réplicas— Espérame aquí, ya vuelvo.
Por
unos instantes se petrifico ante mi voz de mando, me vio directo a los ojos y
pude notar un algo diferente en ellos; ya no estaban oscurecidos por la rabia,
ahora eran mas claros e incluso con un destello de tranquilidad. Eso me calmo y
me moví rápido hasta la nevera, serví el agua fría en un vaso y me acerqué a la
sala en donde yacía sentado Paul con la cabeza entre las manos, estaba
alterado, nuevamente.
—Toma,
cielo —me senté a su lado y comencé a acariciarle el cabello. – Tranquilo, todo
está bien.
—No,
Rachel, nada está bien. Casi me transformo delante de ti, tu hermano nos
traicionó…yo… ¡Dios! No sé que hubiese hecho si te fuese hecho daño. Jamás me
lo perdonaría —ahogó un gemido lastimero que me partió el alma.
Lo
abracé por la cintura y traté de confortarlo.
—Shhh.
Pero no pasó así que tranquilízate. Ya veremos cómo remediar lo de Jacob…
Se
apartó con cierta brusquedad y se puso en pie, ahora estaba molesto pero no
parecía estar al borde de perder el control.
—¿Remediar?
¿Te estás escuchando, Rachel Marie? Una traición no se remedia. Tú hermano se
puso del lado de los malditos chupasangres y pisoteó la autoridad de Sam como
alfa de la manada delante de toda esta, logrando además que Seth se rebelara luego
que él. Así que después de escuchar eso, explícame, Rachel ¿Cómo es que piensas
que todo esto se puede “remediar”? —espetó con ironía.
—Tiene
que haber una explicación para todo esto…él…
—Claro
que la hay, que Jacob es un maldito traidor.
Entrecerré
los ojos con furia y ahora fui yo quién se puso en pie con deje desafiante, a
la mierda la lógica y si quería entrar en fase y dejarme como un jodido mapa de
hidrografía que lo hiciera.
—¿Llamaste
a mi hermano “maldito traidor”? ¿Sabes que pienso? Que si Sam se comportó
igual de soberbio como tú lo estás haciendo ahora; que te crees con el derecho
de venir a mis casa e insultar a mi familia; entonces me enorgullezco de Jacob.
Los nietos de Ephraim Black no nacieron para obedecer a nadie.
Se
carcajeó con sorna y se acercó hasta casi cernirse sobre mí.
—¿Y
yo soy el soberbio? ¡Ja! Mírate, Rachel; tanto tu hermano como tú llevan encima
ese sentido de superioridad que creen tener solo porque tu abuelo fue el jefe
de la tribu; y que tu padre todavía lo sea no los hace más importante que los
demás —se golpeó la cien con el dedo índice y medio—. Métete en esa cabecita
tuya tan obtusa, que ustedes no son el principio y el final de los quilleutes… —se
alejó un poco para poder mirarme con reprobación, cosa que detonó un lado
demasiado sensible en mí de manera sorpresiva— Por el contrario, ahora son la
vergüenza de la comunidad…
Sin
dejarle pronunciar una palabra más le estampé una bofetada con todas mis
fuerzas, tanta; que sentí que algo en mi muñeca hizo clack y un dolor se extendió por todo mi antebrazo. Paul se quedó
en una sola pieza mirándome estupefacto ante mi reacción. Sacudí mi mano
levemente y para él ese gesto no pasó desapercibido, entonces sus ojos
brillaron con preocupación. Alargó sus manos para tocarme pero me alejé con
brusquedad, recorrí los tres escasos metros que me separaban de la puerta de la
entrada, la abrí con la mano sana y con la otra le indiqué que saliera, el
dolor punzante me indicó que había sido mala idea moverme de manera violenta.
—¡Lárgate
de una puta vez, Paul! No quiero verte ahora.
—Rach,
por favor, estás lastimada…déjame llevarte al médico puedes estar…
Me
apreté el puente de la nariz con ofuscación para tratar de contener el torrente
de lágrimas que presionaban con fuerza mis ojos; querían salir, pero yo me
negaba.
Jodida
debilidad mortal.
—Hazme
un favor ¿si? o mejor dos... El primero, dale gracias a los ancestros de que
Billy no haya estado para escucharte, o esa inmortalidad tuya sería relativa. Y
el segundo, lárgate de mi casa de una jodida vez. Ya has dicho suficiente por
esta noche —iba a abrir la boca pero no lo deje—. ¡Lárgate!
Respiró
profundamente y salió por la puerta con una expresión clara de pena y derrota.
Cerré la puerta de un golpe fuerte y traté de escuchar sus pasos sobre el
camino de grava, pero fue en vano.
Me
senté en el sofá y dejé que mis lágrimas brotaran, pero para lo que no estaba
preparada era para que salieran con tanto ímpetu, aun así las dejé correr hasta
que solo me quedaron unos paroxismos de llanto. Sabía que Paul había dicho esas
cosas tan hirientes porque estaba molesto y ofuscado, aún así decir esas cosas
no había estado bien de ninguna manera, quizá la bofetada había sido demasiado
pero eso sentaría un precedente: No intentes intimidarme, no jodas con mi
familia y aprende a respetarme. Si o si.
Me
fui a la habitación para cambiarme de ropa y el solo hecho de tratar de
quitarme el jean fue una tortura horrible. Asesiné a mi muñeca derecha con mi
mirada.
—Eres
una perra inoportuna. Primero me robas mi momento de gloria al no dejarme
disfrutar de semejante guantazo que le asesté al soberbio de mi novio y de paso
te lesionas.
Salí
del cuarto con rabia y estupor, bajé las escaleras con aún más rabia y en el último…
—¡Oh
mierda! ¡Oh mierda! —me estampé contra el suelo sentada. Un dolor lacerante se
me clavó desde el vientre a la vagina. Me recosté de los escalones para tomar
aire y esperar que el dolor remitiera, pero no lo hizo. De hecho las punzadas
pasaron a ser como una especie de cólico en toda regla.
Con la fuerza que tenia,
prácticamente me arrastre al sofá. El dolor continuaba y continuaba sin cesar o
incluso disminuir un poco. Las punzadas de dolor seguían lacerándome el vientre
bajo con fuerza. En ese momento desee aunque sea la presencia de mi engreído
novio para que me ayudara a buscar algún medicamento para el dolor.
En posición fetal, tratando de
esperar que calmara mi dolor, pase lo que se me hizo una eternidad. No cesaba y
ya me comenzaba a preocupar. No era normal.
Así
de simple: te caes, te duele, pero se pasa. Esto no se apaciguaba a pesar de
tener unos veinte minutos de haber caído.
Decidida
me levante y me fui al auto, manejé; con una sola mano; casi media hora hasta
llevar al hospital y cuando llegué a la puerta de este le pedí auxilio a uno de
los enfermeros que estaba fumando en la puerta. Cuando el hombre me vio tomó la
primera silla de ruedas que vio a su lado y corrió hacia mí.
Tomé
asiento y cuando lo hice sentí una humedad que se me escapaba entre los muslos.
Alarmada bajé la mirada y vi como el azul claro de los jeans se veía rojo
oscuro. Demasiado oscuro.
Paul POV:
Estábamos
en casa de Sam en plena reunión cuando sonó el teléfono. Emily respondió, soltó
el aire bruscamente y volvió a mirarme. No hacía falta que me dijera nada, su
mirada estaba llena de pánico y pena.
Me
puse en pie y tomé el teléfono pero ya no había nadie allí.
—¿En
dónde está y que le pasó, Emily? —Sam se situó a mi lado y colocó una mano en
mi hombro a modo de precaución y de ánimo.
—Está
en el hospital central de Forks. Es…delicado…mejor vamos —dijo esta vez mirando
a Sam, quien asintió y corrió conmigo al interior de la camioneta de Sue.
Fue
Sam quien manejó al ver que yo era incapaz de detener el temblor de mis manos,
le gritaba que se apurara cada cinco segundos pero mi hermano no hizo más que
tratar de tranquilizarme. El trayecto fue tortuoso, y no importa cuántas veces
te digan “ella va a estar bien” para que te lo creas y puedas tranquilizarte,
necesitas verla y constatar que está bien de primera mano. Cuando Sam aparcó
frente a la puerta de urgencias, salí en volandas sin molestarme siquiera en
cerrar la puerta de la camioneta, pasé las puertas dobles y comencé a preguntar
por ella.
—Acaba
de salir de quirófano, está en la sala de recuperación —me indicó un médico de
pelo cano que cargaba una plaquita dorada que decía Dr. Gerandy— La señorita
Black llegó acá con una fisura de segundo grado en la muñeca derecha y un
conato de aborto… —colocó una mano en mi hombro— Lo siento mucho, pero no
pudimos salvar al niño.
¿Niño?
¿Bebé?...¿Rachel estaba esperando…?
El
oxígeno no me llegaba a los pulmones, de pronto solo fui consciente de que
estaba hiperventilando y mi cara iba derechito a dar contra el suelo. Unos
brazos me cogieron por los hombros e hicieron que quedara sentado de culo en el
piso de cerámica fría de la sala de espera del hospital central de Forks.
—¿Ella…perdió…a
mi bebé? —susurré con la voz rota. No era consciente de estar llorando en ese
momento, pero por las gotas de humedad que estaban cayendo sobre mis pantalones
recortados parecía ser cierto— Iba a ser pa…padre.
Sam
me levantó del piso como pudo e hizo que tomara asiento torpemente sobre los
asientos de plástico helados. Colocó un brazo sobre mis hombros y me apretó
luego de zarandearme.
—Lo
siento mucho, hermano. Estoy aquí para… —rompí a llorar como una niña, pero no
pudo importarme menos. Había perdido a un pedacito de vida que pudo haber sido
el creador de la familia que tanto había querido y no había tenido. Lloré.
Lloré desconsolado por la pérdida irreparable que había tenido. Lloré
desconsolado por sentirme el culpable de ese hecho y lloré más aún porque no
sabía cómo iba a reparar una falta tan grande como la que le había hecho a
Rachel.
—¿Es
usted el esposo de la señorita Black? —preguntó el médico; del cual me había
olvidado completamente. Me enjugué las lágrimas y me puse en pie frente a él.
—¿En
dónde está ella? ¿Puedo verla?
—No,
señor. Lo lamento. Debemos esperar a que ella despierte de la anestesia.
Tuvimos que practicarle una intervención quirúrgica de emergencia para
extraerle el feto. Fue un aborto incompleto.
—¿Les
dijo ella qué pudo haber originado…eso? —pregunté con todo el miedo del mundo a
oír la verdadera razón de los labios de un extraño.
A
favor del médico he de decir que su expresión era condescendiente pero no de
lástima, cosa que me ayudó a mantener la poca cabalidad que me quedaba en esa
mierda de situación.
—Señor…
—Paul
Howe, doctor.
—Señor
Paul Howe, un aborto espontáneo o involuntario puede ser causado por varios
motivos, principalmente se deben a anomalías congénitas o; como ocurrió en este
caso; accidentes. Por lo que me explicó la señorita Black ustedes no estaban al
tanto de su estado.
Negué
con la cabeza.
—No.
por supuesto que no —No habría sido tan plastorra de haber sabido que ella
estaba… ¡Mierda, simplemente no debía haber sido con ella así y punto!
Asintió
y con su dedo índice se acercó más las gafas.
—Le
informo que a parte de la caída que presumimos fue la causante de la pérdida,
también le encontramos una lesión en la muñeca. Ella aseveró que se la había
hecho en ese mismo momento —¡Mentira! Yo fui el único condenado causante de
eso. Y de todo…—. Pero muy a pesar de todo lo que ha ocurrido, la señorita
Black está en muy buen estado. Sus valores son normales y sus signos vitales
son fuertes y saludables. La mano derecha fue inmovilizada con una férula. Le
recomiendo que tenga reposo absoluto durante unos cinco días; y que no
mantengan relaciones en unas cuatro semanas; esto es algo delicado y debe
recuperarse bien —me estrechó el hombro con una mano—. No se deje amilanar por
lo que ha pasado esta noche, señor Howe. Siempre podrán tener una nueva
oportunidad para ser padres, ambos son jóvenes y saludables. Este
acontecimiento no dejó ninguna secuela en su esposa; así que les deseo lo mejor
del mundo.
Se
puso a mi orden para lo que necesitara y se despidió de mí no sin antes decirme
que pasaría de guardia hasta el medio día próximo y que estaría al pendiente de
Rachel durante toda la noche.
Pasada
una interminable jodida hora y media pude pasar a verla en la habitación que le
habían designado.
—¿Puedo
entrar? —apenas había asomado la cabeza. Se veía triste con la mirada llena de
lágrimas que no tardarían nada en ser derramadas. Jugueteaba con un pedazo de
la cobija que tenía sobre sus piernas y vientre.
Ella
asintió.
En
ese momento corrí sin importarme una mierda si ella estaba molesta conmigo, si
yo había sido un bruto o sin preguntarme siquiera si ella me dejaría tocarla.
Todo lo que sabía era que necesitaba abrazarla con todas mis fuerzas para poder
rodearla de la máxima calidez que pudiese con mi cuerpo, transmitirle lo mucho
que me importaba que estuviese bien y que a pesar de todo lo que había pasado
yo seguía estando allí para ella. Tanto si me quería como si no.
Me
senté de golpe en la cama y le rodeé con mis brazos, apretándola duro contra mí
y rezando a los espíritus guerreros que no la apartaran de mi lado jamás. Si
tenía que dejar de ser un redoblado idiota, lo haría, pero la necesitaba conmigo.
No me veía ni tampoco quería hacerlo sin ella a mi lado; podía perder lo que
fuera…lo que sea…incluso mi dignidad, pero jamás a ella. Estaría muerto en
vida.
—Siento
mucho lo que te hice, princesa. Soy un bruto…no merezco tu perdón pero aún así
te lo ruego. Discúlpame, Rachel. No sabía…yo…si hubiese sabido no… ¡Mierda!
Lamento todo esto!
Ella
me sorprendió agarrándose a mi camiseta negra deslavada con fuerza y dejando que
los temblores la recorrieran y que sus lágrimas se derramaran con toda la
fuerza de su llanto. Y lloramos juntos…lloramos juntos por ese pequeño ser que
se había perdido incluso antes de venir al mundo. Por ese pedacito de nosotros
que ninguno había pedido y que ahora que no estaba, dejaba estragos por su
partida.
—Yo
no sabía… —comenzó a decir entre paroxismo de llanto— que estaba embarazada,
Paul… Te lo juro… No planeaba ser madre, pero jamás lo hubiese matado…jamás…
—Shhh,
lo sé, cielo. Lo sé —traté de reconfortarla al menos con mis caricias. Besé su
frente y olisqueé su cabello que olía a frutas y caramelo, como casi siempre
olía ella—. Estamos juntos para superar esto, y eso es lo que importa. Ahora
recupérate, porque te necesito conmigo…
Ella
se apartó de mí y temí que fuese a dejarme claro que no me quería cerca después
de todo.
—Pero
nosotros discutimos….yo te golpeé…
Clavé
mis ojos en las vendas color blanco, tomé su mano envuelta y deposité un beso
sentido y la miré por encima de esta.
—¿Y
en serio crees que una discusión podría hacer que me separara de ti? Rachel, mi
mundo gira en torno a ti. No a la tribu, ni siquiera a la manada, sino a ti. No
me importaría perder lo poco que tengo si te tengo a ti a mi lado, que eres mi
centro y mi eje. A nada puedo amar más que a ti, simplemente es imposible que
exista algo más bello y perfecto como tú.
—Pero
yo no soy perfecta —graznó con lágrimas en los ojos y con voz ronca.
—Eres
imperfectamente perfecta. Y eso está bien para mí, no quiero a una virgen pura,
quiero a mi Rachel testaruda y apasionada.
La
abracé y después de estar un rato así, ella levantó la cobija y me dijo que
entrara a su lado. Nos quedamos un rato largo solo contemplándonos a los ojos
con las manos unidas y pidiéndonos disculpas por habernos herido mutuamente.
Habíamos tenido una considerable pérdida, pero ambos nos hicimos entender que
no había sido responsabilidad de ninguno, y que no llegaríamos a ningún lado
arrastrando culpas que solo servirían para amargarnos en vez de permitirnos
mirar hacia delante, que era lo que necesitábamos hacer desde ahora.
Tocaron
a la puerta.
—Pase
—dije sin moverme de mi sitio. Si Rachel me quería ahí, ahí me quedaría. Que se
jodieran los médicos y enfermeras.
Sam
seguido de Emily, quien entró empujando a un muy decaído Billy. Supuse que Sam
había aprovechado el tiempo que llevaba en la habitación para ir a buscarle.
—Rachel,
hija… —se acercó rápido y comenzó a hablar con ella al igual que Emily.
—Gracias,
hermano —dije apretando el antebrazo de Sam quien hizo lo mismo conmigo.
—No
tienes nada que agradecer. De haber estado en tu puesto sé que hubieses hecho
lo mismo por mí.
—Eso
no lo dudes ni por un momento.
Miró
a Rachel y luego a mí antes de dirigirnos una sonrisa esperanzadora.
—Ya
vendrán tiempos mejores.
—Gracias,
Sam —dijo ella.
La
conversación siguió con momentos livianos y pesados, así como también tan
dolorosos que nos robó unas cuantas lágrimas tanto a mí como a mi pareja.
Cuando ellos se retiraron aproveché para hablar con Billy a solas, sin que
Rachel pudiese escuchar, aunque debía decírselo luego a ella, pero primero
necesitaba sortear cualquier tipo de negativa que obtuviese de mi suegro. Esta
vez no iba a aceptar un no por respuesta.
—Billy,
mañana en la mañana darán a Rachel de alta.
—Si,
lo sé. Sam me lo contó cuando me traía hacia acá —su mirada perspicaz me indicó
que ya sospechaba sobre mis intenciones.
Asentí.
—Bien,
pero quiero decirte algo. Voy a pedirle a Rachel que se vaya a mi casa.
Él
bajó la cabeza pesaroso. Sabía que amaba a su hija con locura pero no iba a
permitir que ella estuviese asistiéndose sola en esa casa y de paso durmiendo
en un maldito sofá.
—Imaginé
que querrías que se recuperara contigo y…
—A
vivir, Billy —sus ojos se clavaron sorprendidos en mí—. Quiero que Rachel se
quede conmigo, de manera definitiva.
—Pero
es muy pronto…ella es muy joven y tú también…
—¡Por
favor, Billy! Sabes tan bien como yo que esto de la imprimación es para toda la
vida. No voy a dejar a Rachel bajo ninguna circunstancia, ni tampoco le romperé
el corazón por irme con otra. Sabes que eso es imposible —no quería ser rudo
pero habían pasado muchas cosas en un solo día y no estaba de ánimo como para
lidiar con nada más, especialmente una negativa a llevarme a Rachel conmigo.
Asintió
con expresión derrotada en el rostro.
—Sabía
que tarde o temprano esto iba a pasar así es que…está bien. Hazlo. Pero cuida
mucho de ella, si no lo haces no habrá diabetes que me impida partirte todos
los huesos con una mandarria.
No
pude evitar reírme ante eso, me puse en cuclillas hasta quedar a su altura en
la silla.
—Contaba
con esa respuesta – amenaza. Y oye…Rach no se olvidará de ti, ni siquiera
aunque yo se lo pidiera. Siempre estará al pendiente de cualquier cosa que
tenga que ver contigo. Lo hizo estando en Washington, y no lo dejará de hacer
ahora solo porque se vaya conmigo. Tú eres su padre y yo sé lo se siente el
estar sin uno, así que jamás le permitiría que se alejara de su gente.
Sus
ojos se levantaron con un brillo conmovedor, sonrió con la nostalgia que le
producía dejar ir a la niña de sus ojos, pero también con la alegría de quien
sabe que estaría en buenas manos.
—Bienvenido
a la familia, hijo.
Asentí
con el pecho henchido de orgullo, porque a partir de ese momento mi vida iba a
dar un giro de trescientos sesenta grados. ¿Qué si estaba preparado para ello?
Ni de coña. ¿Dejaría amilanarme por el miedo? Ni pensarlo, eso simplemente no
era un opción. Rachel y yo teníamos que estar juntos. Punto final. Si nos
habíamos imprimado era porque estábamos destinados a estar juntos ¿no?
—Gracias,
Billy. Ya verás que la cuidaré bien.
—Más
te vale, Paul. Más te vale.
Abrí
la puerta de un puntapié, cargaba con toda la ropa de Rachel que habíamos
pasado buscando por casa de Billy y luego seguimos hasta la mía. Corrijo, hasta la nuestra.
—Bienvenida
a casa, señorita Rachel Black —solté las cosas en el suelo con cuidado y corrí
a abrazarla. Le susurré en el oído— Hacía muuuuucho que quería decirte esto.
Escuché
su ricita antes de que escondiera su cara en mi cuello.
—Gracias.
Aún no logro hacerme a la idea de que viviremos juntos.
—Pero
lo haremos a partir de ahora mismo.
—Yo…
—su tono se volvió más lúgubre— lamento que se haya dado en estas condiciones
todo esto…
—Shhhh
—besé su coronilla y me agaché para recoger el equipaje del suelo—. Las cosas
pasan porque así lo quiso el destino, princesa. Más adelante…cuando estemos
listos, pensaremos en ser padres y las cosas saldrán bien esa vez. Ya lo verás.
Un
mes y medio…¡un jodido mes y medio!... habían cambiado todas las cosas,
relativamente para bien. Jacob no
regresó a la manada, al menos pactó con Sam y tanto su manada —puesto que Leah
había visto la posibilidad de escapar con él de la constante presencia de mi
hermano— como la nuestra estábamos en paz. Ambas eran guardianes de la tribu
quilleute por lo que no tenía sentido que hubiese rencillas entre nosotros. ¿Y
qué había obrado el milagro? La bebé medio humana- medio vampira de Edward y
Bella.
Por
muy bizarro que pudiese sonar, Jake se había imprimado de ella y ¡zas! Entró en
vigencia el código de honor de los lobos.
“Ningún guerrero tendrá
el derecho de poner fin a la figura de imprimación de cualquier hermano de la
manada”.
Desde
entonces las cosas estaban relativamente en paz. La pequeña “cosa” ya tenía dos semanas de nacida;
el tiempo de gestación solo había durado un mes; Isabella estaba bien y Jacob
vivía metido en casa de los Cullen todo el tiempo. Según lo que él mismo le
contó a Sam, la pequeña crecía a pasos agigantados y se desconocía hasta que
punto podría llegar ese desarrollo. Su miedo era que llegase a envejecer y
morir de manera temprana, cosa que tenía a los chupasangres ocupados buscando
una respuesta para dicha incógnita. Por mi parte he de admitir que muchas veces
los envidiaba puesto que Edward y Bella si habían podido tener a ese pedacito
de ellos en sus brazos, mientras que por el momento solo éramos Rachel y yo.
Ella era mi todo y aunque jamás preferiría tener un hijo a costa de la vida de
ella, no podía dejarme de preguntar como hubiese sido, a quien se parecería o
si hubiese sido niño o niña. Trataba en lo posible de no atormentarme con esos
pensamientos, pero estos volvían como fantasmas y me rondaban haciéndome
experimentar un anhelo de algo que ya no podía ser.
—¿A
qué se debe esa seriedad? —la cama se inclinó por el lado donde Rachel solía
dormir, el izquierdo.
—Solo
pensaba.
—Jummmm
—sin haberlo querido, pareció comprender lo que estaba rondando en mi cabeza y
una expresión triste se coló en sus bellas facciones. Se introdujo bajo la
colcha y se apretujó a mi costado. Subió por mi pecho con sus manos hasta
detenerse en mi rostro y acariciarla con suma ternura, como si fuese frágil,
como un muy fino cristal.
Delineó
mis cejas y labios. Besó mis mejillas y mi frente.
—Cómo
tú mismo me dijiste cierto día: “Ya será nuestro momento”, pero ahora no lo es.
Debemos disfrutar de los dos mientras podamos, luego ya tendremos una bola de pequeñajos
acabando con la paz y los adornos de esta casa —me sonrió con dulzura.
La
abracé contra mí y no puede evitar sentir que sus palabras eran como un bálsamo
que calmaba mis preocupaciones. Así era mi Rachel, siempre con un comentario
positivo o en su defecto tratando de evitar que las cosas se vieran más oscuras
de lo que ya fuesen por naturaleza. Mi luz en medio de las tinieblas.
Besé
sus labios con delicadeza, ternura y lentitud, deleitándome con cada roce
compartido. Capturando cada imagen en mi memoria de ese momento tan íntimo y
tan casto que resulta extraño para dos amantes apasionados. Absorbí cada gemido
y exhalación de placer, sobre todo cuando la despojé —sin pausa, pero sin prisa—
de su pequeña batita de algodón. Disfruté de cada espasmo y suspiro que emitió
mientras se asía de mis cabellos como si en eso se le fuese la vida. Desperdigué
besos por todo su vientre adorando esa parte de ella… esa capacidad de creación
que solo las mujeres tienen y de la que muchas no se sienten contentas de
tener. Besé su sexo más que con pasión, lo hice con veneración; como si se
tratase de una parte sagrada e inmaculada que jamás hubiese sido corrupta. Y no
lo había sido, porque ser amada no era en ninguna forma ser ensuciada, por el
contrario; se es tratada con toda la adoración y la pasión que ese ser
celestial llamado mujer merecía.
Cuando
estuve totalmente desnudo y cernido encima de su cuerpo —que ya estaba húmedamente
preparada para recibirme—, me arrodillé entre sus muslos, me incliné solo un
poco y me deslicé con delicadeza hasta el fondo de sus entrañas. Nos movimos
con lentitud, pero esta vez no había apremio, teníamos toda una vida para
disfrutar el uno del otro sin estar siempre pendiendo en el frágil hilo de la
desesperación. Aguantamos cuanto resistimos y cuando ya el placer amenazaba con
sobre pasarnos, casi me detuve. El miedo se coló en mi mirada y ella pudo
percibirlo puesto que se aferró a mi cintura instándome a que me corriera dentro
de ella. En el fondo sabía que era una necedad puesto que Rachel estaba tomando
ahora las pastillas anticonceptivas, pero algo en mí se había roto aquel día y
aunque había sido reparado, era como tener un par de cables medio pelados que
hacían chispa de tanto en tanto.
Subió
sus caderas hasta enterrar mi erección más en ella y entonces me dejé ir...
nuestros orgasmos se mezclaron y trajeron con ellos un remanso de paz en medio
del cansancio que nos recorría. Me quedé dormido a su lado pero sin salir de
ella. Suponía que los papeles de la relación habían cambiado en cierta forma.
Ahora
era Rachel la que me hacía sentir protegido y confiado.
Yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy
aquí está otra entrega de mi lobito amado y consentido. ¿Se hizo esperar? Si,
lo hizo…pero espero que valga la pena.
Sé
que el capítulo fue triste y algo lento pero es que la historia ahora tomará un
rumbo en la solo el lemmón no será el protagonista de esta. Vienen momento
cumbres de felicidad y penas…
No daré más pistas. Se les quiere y recuerden, dejen
sus reviews puesto que todos son bienvenidos, y si tienen una crítica háganla
CON RESPETO. De esa manera nos podremos entender bien.
Un
beso, mis terroristas.
*Marie K. Matthew*
pobre de mi lobitoo T_T ven que yo te doy 20 hijooooooooos *w* ...
ResponderEliminarme encanto mucho este capitulo...fue muy fuerte pero a la vez me dio alegría, es algo que, aunque lamentable, le va a cambiar el rumbo a paul....para bien.
ya espero el próximo cap...no se pq siento cerca el final? T_T
TERRORISTA Nº2: Gisele Maza (reportándose)
ResponderEliminarPUESTO: siempre al Pie del Cañón
OBSERVACIONES: marie nena... me siento fatal y no, paul no debió decir eso, pobre ahora entiendo cuando decías que algunas nos enfadaríamos o no, pues lo entiendo ahora... y muy bien ella lo perdono y me pareció bien, por como se fueron dando las cosas.
el capitulo entubo muy bueno, necesario, convincente y por ultimo, pero no por eso menos importante, lemmonero como a mi me gusta.
sentí la pena de ambos con semejante perdida, pero ame la forma en que ambos se contuvieron, "QUIEN LO AH VISTO Y QUIEN LO VE A PAUL COMO CORDERINO MANSITO" JAJAJA.
nena voy a esperar ansiosa el próximo capitulo.
REPORTE FINALIZADO
ATTE: GISELE MAZA
pobre creo que no merecia eso ,bueno pero igual me encanto....Sigue asi nena y gracias....Besitos....
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