viernes, 25 de mayo de 2012

Sin Alternativas - Capítulo Décimo Cuarto:



Este separador es propiedad de THE MOON'S SECRETS. derechos a Summit Entertamient y The twilight saga: Breaking Dawn Part 1 por el Diseño.

 “Protégeme”


—Paul, relájate, por favor —unos espasmos comenzaban a recorrerle el cuerpo. Pareció comprender que estaba a punto de cambiar y respiró profundamente con la mirada clavada en el vacío. Los temblores comenzaron a remitir hasta que ya no quedaba nada de ellos, fue entonces cuando me acerqué pero él retrocedió.
—No te acerques, Rachel. Apenas consigo mantener la calma —su mirada estaba salpicada de dolor y vergüenza, además de la intempestiva rabia que casi lo había hecho entrar en fase.
—Siéntate. Te traeré un vaso con agua para que te tranquilices…
Meneó la cabeza de lado a lado mostrando su negativa.
—Debería irme porque…
—¡Siéntate! —le dije firme y sin derecho a réplicas— Espérame aquí, ya vuelvo.
Por unos instantes se petrifico ante mi voz de mando, me vio directo a los ojos y pude notar un algo diferente en ellos; ya no estaban oscurecidos por la rabia, ahora eran mas claros e incluso con un destello de tranquilidad. Eso me calmo y me moví rápido hasta la nevera, serví el agua fría en un vaso y me acerqué a la sala en donde yacía sentado Paul con la cabeza entre las manos, estaba alterado, nuevamente.
—Toma, cielo —me senté a su lado y comencé a acariciarle el cabello. – Tranquilo, todo está bien.
—No, Rachel, nada está bien. Casi me transformo delante de ti, tu hermano nos traicionó…yo… ¡Dios! No sé que hubiese hecho si te fuese hecho daño. Jamás me lo perdonaría —ahogó un gemido lastimero que me partió el alma.
Lo abracé por la cintura y traté de confortarlo.
—Shhh. Pero no pasó así que tranquilízate. Ya veremos cómo remediar lo de Jacob…
Se apartó con cierta brusquedad y se puso en pie, ahora estaba molesto pero no parecía estar al borde de perder el control.
—¿Remediar? ¿Te estás escuchando, Rachel Marie? Una traición no se remedia. Tú hermano se puso del lado de los malditos chupasangres y pisoteó la autoridad de Sam como alfa de la manada delante de toda esta, logrando además que Seth se rebelara luego que él. Así que después de escuchar eso, explícame, Rachel ¿Cómo es que piensas que todo esto se puede “remediar”? —espetó con ironía.
—Tiene que haber una explicación para todo esto…él…
—Claro que la hay, que Jacob es un maldito traidor.
Entrecerré los ojos con furia y ahora fui yo quién se puso en pie con deje desafiante, a la mierda la lógica y si quería entrar en fase y dejarme como un jodido mapa de hidrografía que lo hiciera.
—¿Llamaste a mi hermano “maldito traidor”?  ¿Sabes que pienso? Que si Sam se comportó igual de soberbio como tú lo estás haciendo ahora; que te crees con el derecho de venir a mis casa e insultar a mi familia; entonces me enorgullezco de Jacob. Los nietos de Ephraim Black no nacieron para obedecer a nadie.
Se carcajeó con sorna y se acercó hasta casi cernirse sobre mí.
—¿Y yo soy el soberbio? ¡Ja! Mírate, Rachel; tanto tu hermano como tú llevan encima ese sentido de superioridad que creen tener solo porque tu abuelo fue el jefe de la tribu; y que tu padre todavía lo sea no los hace más importante que los demás —se golpeó la cien con el dedo índice y medio—. Métete en esa cabecita tuya tan obtusa, que ustedes no son el principio y el final de los quilleutes… —se alejó un poco para poder mirarme con reprobación, cosa que detonó un lado demasiado sensible en mí de manera sorpresiva— Por el contrario, ahora son la vergüenza de la comunidad…
Sin dejarle pronunciar una palabra más le estampé una bofetada con todas mis fuerzas, tanta; que sentí que algo en mi muñeca hizo clack y un dolor se extendió por todo mi antebrazo. Paul se quedó en una sola pieza mirándome estupefacto ante mi reacción. Sacudí mi mano levemente y para él ese gesto no pasó desapercibido, entonces sus ojos brillaron con preocupación. Alargó sus manos para tocarme pero me alejé con brusquedad, recorrí los tres escasos metros que me separaban de la puerta de la entrada, la abrí con la mano sana y con la otra le indiqué que saliera, el dolor punzante me indicó que había sido mala idea moverme de manera violenta.
—¡Lárgate de una puta vez, Paul! No quiero verte ahora.
—Rach, por favor, estás lastimada…déjame llevarte al médico puedes estar…
Me apreté el puente de la nariz con ofuscación para tratar de contener el torrente de lágrimas que presionaban con fuerza mis ojos; querían salir, pero yo me negaba.
Jodida debilidad mortal.
—Hazme un favor ¿si? o mejor dos... El primero, dale gracias a los ancestros de que Billy no haya estado para escucharte, o esa inmortalidad tuya sería relativa. Y el segundo, lárgate de mi casa de una jodida vez. Ya has dicho suficiente por esta noche —iba a abrir la boca pero no lo deje—. ¡Lárgate!
Respiró profundamente y salió por la puerta con una expresión clara de pena y derrota. Cerré la puerta de un golpe fuerte y traté de escuchar sus pasos sobre el camino de grava, pero fue en vano.
Me senté en el sofá y dejé que mis lágrimas brotaran, pero para lo que no estaba preparada era para que salieran con tanto ímpetu, aun así las dejé correr hasta que solo me quedaron unos paroxismos de llanto. Sabía que Paul había dicho esas cosas tan hirientes porque estaba molesto y ofuscado, aún así decir esas cosas no había estado bien de ninguna manera, quizá la bofetada había sido demasiado pero eso sentaría un precedente: No intentes intimidarme, no jodas con mi familia y aprende a respetarme. Si o si.
Me fui a la habitación para cambiarme de ropa y el solo hecho de tratar de quitarme el jean fue una tortura horrible. Asesiné a mi muñeca derecha con mi mirada.
—Eres una perra inoportuna. Primero me robas mi momento de gloria al no dejarme disfrutar de semejante guantazo que le asesté al soberbio de mi novio y de paso te lesionas.
Salí del cuarto con rabia y estupor, bajé las escaleras con aún más rabia y en el último…
—¡Oh mierda! ¡Oh mierda! —me estampé contra el suelo sentada. Un dolor lacerante se me clavó desde el vientre a la vagina. Me recosté de los escalones para tomar aire y esperar que el dolor remitiera, pero no lo hizo. De hecho las punzadas pasaron a ser como una especie de cólico en toda regla.
            Con la fuerza que tenia, prácticamente me arrastre al sofá. El dolor continuaba y continuaba sin cesar o incluso disminuir un poco. Las punzadas de dolor seguían lacerándome el vientre bajo con fuerza. En ese momento desee aunque sea la presencia de mi engreído novio para que me ayudara a buscar algún medicamento para el dolor.
            En posición fetal, tratando de esperar que calmara mi dolor, pase lo que se me hizo una eternidad. No cesaba y ya me comenzaba a preocupar. No era normal.
Así de simple: te caes, te duele, pero se pasa. Esto no se apaciguaba a pesar de tener unos veinte minutos de haber caído.
Decidida me levante y me fui al auto, manejé; con una sola mano; casi media hora hasta llevar al hospital y cuando llegué a la puerta de este le pedí auxilio a uno de los enfermeros que estaba fumando en la puerta. Cuando el hombre me vio tomó la primera silla de ruedas que vio a su lado y corrió hacia mí.
Tomé asiento y cuando lo hice sentí una humedad que se me escapaba entre los muslos. Alarmada bajé la mirada y vi como el azul claro de los jeans se veía rojo oscuro. Demasiado oscuro.
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Paul POV:

Estábamos en casa de Sam en plena reunión cuando sonó el teléfono. Emily respondió, soltó el aire bruscamente y volvió a mirarme. No hacía falta que me dijera nada, su mirada estaba llena de pánico y pena.
Me puse en pie y tomé el teléfono pero ya no había nadie allí.
—¿En dónde está y que le pasó, Emily? —Sam se situó a mi lado y colocó una mano en mi hombro a modo de precaución y de ánimo.
—Está en el hospital central de Forks. Es…delicado…mejor vamos —dijo esta vez mirando a Sam, quien asintió y corrió conmigo al interior de la camioneta de Sue.
Fue Sam quien manejó al ver que yo era incapaz de detener el temblor de mis manos, le gritaba que se apurara cada cinco segundos pero mi hermano no hizo más que tratar de tranquilizarme. El trayecto fue tortuoso, y no importa cuántas veces te digan “ella va a estar bien” para que te lo creas y puedas tranquilizarte, necesitas verla y constatar que está bien de primera mano. Cuando Sam aparcó frente a la puerta de urgencias, salí en volandas sin molestarme siquiera en cerrar la puerta de la camioneta, pasé las puertas dobles y comencé a preguntar por ella.
—Acaba de salir de quirófano, está en la sala de recuperación —me indicó un médico de pelo cano que cargaba una plaquita dorada que decía Dr. Gerandy— La señorita Black llegó acá con una fisura de segundo grado en la muñeca derecha y un conato de aborto… —colocó una mano en mi hombro— Lo siento mucho, pero no pudimos salvar al niño.
¿Niño? ¿Bebé?...¿Rachel estaba esperando…?
El oxígeno no me llegaba a los pulmones, de pronto solo fui consciente de que estaba hiperventilando y mi cara iba derechito a dar contra el suelo. Unos brazos me cogieron por los hombros e hicieron que quedara sentado de culo en el piso de cerámica fría de la sala de espera del hospital central de Forks.
—¿Ella…perdió…a mi bebé? —susurré con la voz rota. No era consciente de estar llorando en ese momento, pero por las gotas de humedad que estaban cayendo sobre mis pantalones recortados parecía ser cierto— Iba a ser pa…padre.
Sam me levantó del piso como pudo e hizo que tomara asiento torpemente sobre los asientos de plástico helados. Colocó un brazo sobre mis hombros y me apretó luego de zarandearme.
—Lo siento mucho, hermano. Estoy aquí para… —rompí a llorar como una niña, pero no pudo importarme menos. Había perdido a un pedacito de vida que pudo haber sido el creador de la familia que tanto había querido y no había tenido. Lloré. Lloré desconsolado por la pérdida irreparable que había tenido. Lloré desconsolado por sentirme el culpable de ese hecho y lloré más aún porque no sabía cómo iba a reparar una falta tan grande como la que le había hecho a Rachel.
—¿Es usted el esposo de la señorita Black? —preguntó el médico; del cual me había olvidado completamente. Me enjugué las lágrimas y me puse en pie frente a él.
—¿En dónde está ella? ¿Puedo verla?
—No, señor. Lo lamento. Debemos esperar a que ella despierte de la anestesia. Tuvimos que practicarle una intervención quirúrgica de emergencia para extraerle el feto. Fue un aborto incompleto.
—¿Les dijo ella qué pudo haber originado…eso? —pregunté con todo el miedo del mundo a oír la verdadera razón de los labios de un extraño.
A favor del médico he de decir que su expresión era condescendiente pero no de lástima, cosa que me ayudó a mantener la poca cabalidad que me quedaba en esa mierda de situación.
—Señor…
—Paul Howe, doctor.
—Señor Paul Howe, un aborto espontáneo o involuntario puede ser causado por varios motivos, principalmente se deben a anomalías congénitas o; como ocurrió en este caso; accidentes. Por lo que me explicó la señorita Black ustedes no estaban al tanto de su estado.
Negué con la cabeza.
—No. por supuesto que no —No habría sido tan plastorra de haber sabido que ella estaba… ¡Mierda, simplemente no debía haber sido con ella así y punto!
Asintió y con su dedo índice se acercó más las gafas.
—Le informo que a parte de la caída que presumimos fue la causante de la pérdida, también le encontramos una lesión en la muñeca. Ella aseveró que se la había hecho en ese mismo momento —¡Mentira! Yo fui el único condenado causante de eso. Y de todo…—. Pero muy a pesar de todo lo que ha ocurrido, la señorita Black está en muy buen estado. Sus valores son normales y sus signos vitales son fuertes y saludables. La mano derecha fue inmovilizada con una férula. Le recomiendo que tenga reposo absoluto durante unos cinco días; y que no mantengan relaciones en unas cuatro semanas; esto es algo delicado y debe recuperarse bien —me estrechó el hombro con una mano—. No se deje amilanar por lo que ha pasado esta noche, señor Howe. Siempre podrán tener una nueva oportunidad para ser padres, ambos son jóvenes y saludables. Este acontecimiento no dejó ninguna secuela en su esposa; así que les deseo lo mejor del mundo.
Se puso a mi orden para lo que necesitara y se despidió de mí no sin antes decirme que pasaría de guardia hasta el medio día próximo y que estaría al pendiente de Rachel durante toda la noche.
Pasada una interminable jodida hora y media pude pasar a verla en la habitación que le habían designado.
—¿Puedo entrar? —apenas había asomado la cabeza. Se veía triste con la mirada llena de lágrimas que no tardarían nada en ser derramadas. Jugueteaba con un pedazo de la cobija que tenía sobre sus piernas y vientre.
Ella asintió.
En ese momento corrí sin importarme una mierda si ella estaba molesta conmigo, si yo había sido un bruto o sin preguntarme siquiera si ella me dejaría tocarla. Todo lo que sabía era que necesitaba abrazarla con todas mis fuerzas para poder rodearla de la máxima calidez que pudiese con mi cuerpo, transmitirle lo mucho que me importaba que estuviese bien y que a pesar de todo lo que había pasado yo seguía estando allí para ella. Tanto si me quería como si no.
Me senté de golpe en la cama y le rodeé con mis brazos, apretándola duro contra mí y rezando a los espíritus guerreros que no la apartaran de mi lado jamás. Si tenía que dejar de ser un redoblado idiota, lo haría, pero la necesitaba conmigo. No me veía ni tampoco quería hacerlo sin ella a mi lado; podía perder lo que fuera…lo que sea…incluso mi dignidad, pero jamás a ella. Estaría muerto en vida.
—Siento mucho lo que te hice, princesa. Soy un bruto…no merezco tu perdón pero aún así te lo ruego. Discúlpame, Rachel. No sabía…yo…si hubiese sabido no… ¡Mierda! Lamento todo esto!
Ella me sorprendió agarrándose a mi camiseta negra deslavada con fuerza y dejando que los temblores la recorrieran y que sus lágrimas se derramaran con toda la fuerza de su llanto. Y lloramos juntos…lloramos juntos por ese pequeño ser que se había perdido incluso antes de venir al mundo. Por ese pedacito de nosotros que ninguno había pedido y que ahora que no estaba, dejaba estragos por su partida.
—Yo no sabía… —comenzó a decir entre paroxismo de llanto— que estaba embarazada, Paul… Te lo juro… No planeaba ser madre, pero jamás lo hubiese matado…jamás…
—Shhh, lo sé, cielo. Lo sé —traté de reconfortarla al menos con mis caricias. Besé su frente y olisqueé su cabello que olía a frutas y caramelo, como casi siempre olía ella—. Estamos juntos para superar esto, y eso es lo que importa. Ahora recupérate, porque te necesito conmigo…
Ella se apartó de mí y temí que fuese a dejarme claro que no me quería cerca después de todo.
—Pero nosotros discutimos….yo te golpeé…
Clavé mis ojos en las vendas color blanco, tomé su mano envuelta y deposité un beso sentido y la miré por encima de esta.
—¿Y en serio crees que una discusión podría hacer que me separara de ti? Rachel, mi mundo gira en torno a ti. No a la tribu, ni siquiera a la manada, sino a ti. No me importaría perder lo poco que tengo si te tengo a ti a mi lado, que eres mi centro y mi eje. A nada puedo amar más que a ti, simplemente es imposible que exista algo más bello y perfecto como tú.
—Pero yo no soy perfecta —graznó con lágrimas en los ojos y con voz ronca.
—Eres imperfectamente perfecta. Y eso está bien para mí, no quiero a una virgen pura, quiero a mi Rachel testaruda y apasionada.
La abracé y después de estar un rato así, ella levantó la cobija y me dijo que entrara a su lado. Nos quedamos un rato largo solo contemplándonos a los ojos con las manos unidas y pidiéndonos disculpas por habernos herido mutuamente. Habíamos tenido una considerable pérdida, pero ambos nos hicimos entender que no había sido responsabilidad de ninguno, y que no llegaríamos a ningún lado arrastrando culpas que solo servirían para amargarnos en vez de permitirnos mirar hacia delante, que era lo que necesitábamos hacer desde ahora.
Tocaron a la puerta.
—Pase —dije sin moverme de mi sitio. Si Rachel me quería ahí, ahí me quedaría. Que se jodieran los médicos y enfermeras.
Sam seguido de Emily, quien entró empujando a un muy decaído Billy. Supuse que Sam había aprovechado el tiempo que llevaba en la habitación para ir a buscarle.
—Rachel, hija… —se acercó rápido y comenzó a hablar con ella al igual que Emily.
—Gracias, hermano —dije apretando el antebrazo de Sam quien hizo lo mismo conmigo.
—No tienes nada que agradecer. De haber estado en tu puesto sé que hubieses hecho lo mismo por mí.
—Eso no lo dudes ni por un momento.
Miró a Rachel y luego a mí antes de dirigirnos una sonrisa esperanzadora.
—Ya vendrán tiempos mejores.
—Gracias, Sam —dijo ella.
La conversación siguió con momentos livianos y pesados, así como también tan dolorosos que nos robó unas cuantas lágrimas tanto a mí como a mi pareja. Cuando ellos se retiraron aproveché para hablar con Billy a solas, sin que Rachel pudiese escuchar, aunque debía decírselo luego a ella, pero primero necesitaba sortear cualquier tipo de negativa que obtuviese de mi suegro. Esta vez no iba a aceptar un no por respuesta.
—Billy, mañana en la mañana darán a Rachel de alta.
—Si, lo sé. Sam me lo contó cuando me traía hacia acá —su mirada perspicaz me indicó que ya sospechaba sobre mis intenciones.
Asentí.
—Bien, pero quiero decirte algo. Voy a pedirle a Rachel que se vaya a mi casa.
Él bajó la cabeza pesaroso. Sabía que amaba a su hija con locura pero no iba a permitir que ella estuviese asistiéndose sola en esa casa y de paso durmiendo en un maldito sofá.
—Imaginé que querrías que se recuperara contigo y…
—A vivir, Billy —sus ojos se clavaron sorprendidos en mí—. Quiero que Rachel se quede conmigo, de manera definitiva.
—Pero es muy pronto…ella es muy joven y tú también…
—¡Por favor, Billy! Sabes tan bien como yo que esto de la imprimación es para toda la vida. No voy a dejar a Rachel bajo ninguna circunstancia, ni tampoco le romperé el corazón por irme con otra. Sabes que eso es imposible —no quería ser rudo pero habían pasado muchas cosas en un solo día y no estaba de ánimo como para lidiar con nada más, especialmente una negativa a llevarme a Rachel conmigo.
Asintió con expresión derrotada en el rostro.
—Sabía que tarde o temprano esto iba a pasar así es que…está bien. Hazlo. Pero cuida mucho de ella, si no lo haces no habrá diabetes que me impida partirte todos los huesos con una mandarria.
No pude evitar reírme ante eso, me puse en cuclillas hasta quedar a su altura en la silla.
—Contaba con esa respuesta – amenaza. Y oye…Rach no se olvidará de ti, ni siquiera aunque yo se lo pidiera. Siempre estará al pendiente de cualquier cosa que tenga que ver contigo. Lo hizo estando en Washington, y no lo dejará de hacer ahora solo porque se vaya conmigo. Tú eres su padre y yo sé lo se siente el estar sin uno, así que jamás le permitiría que se alejara de su gente.
Sus ojos se levantaron con un brillo conmovedor, sonrió con la nostalgia que le producía dejar ir a la niña de sus ojos, pero también con la alegría de quien sabe que estaría en buenas manos.
—Bienvenido a la familia, hijo.
Asentí con el pecho henchido de orgullo, porque a partir de ese momento mi vida iba a dar un giro de trescientos sesenta grados. ¿Qué si estaba preparado para ello? Ni de coña. ¿Dejaría amilanarme por el miedo? Ni pensarlo, eso simplemente no era un opción. Rachel y yo teníamos que estar juntos. Punto final. Si nos habíamos imprimado era porque estábamos destinados a estar juntos ¿no?
—Gracias, Billy. Ya verás que la cuidaré bien.
—Más te vale, Paul. Más te vale.

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Abrí la puerta de un puntapié, cargaba con toda la ropa de Rachel que habíamos pasado buscando por casa de Billy y luego seguimos hasta la mía. Corrijo, hasta la nuestra.
—Bienvenida a casa, señorita Rachel Black —solté las cosas en el suelo con cuidado y corrí a abrazarla. Le susurré en el oído— Hacía muuuuucho que quería decirte esto.
Escuché su ricita antes de que escondiera su cara en mi cuello.
—Gracias. Aún no logro hacerme a la idea de que viviremos juntos.
—Pero lo haremos a partir de ahora mismo.
—Yo… —su tono se volvió más lúgubre— lamento que se haya dado en estas condiciones todo esto…
—Shhhh —besé su coronilla y me agaché para recoger el equipaje del suelo—. Las cosas pasan porque así lo quiso el destino, princesa. Más adelante…cuando estemos listos, pensaremos en ser padres y las cosas saldrán bien esa vez. Ya lo verás.

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Un mes y medio…¡un jodido mes y medio!... habían cambiado todas las cosas, relativamente para bien. Jacob no regresó a la manada, al menos pactó con Sam y tanto su manada —puesto que Leah había visto la posibilidad de escapar con él de la constante presencia de mi hermano— como la nuestra estábamos en paz. Ambas eran guardianes de la tribu quilleute por lo que no tenía sentido que hubiese rencillas entre nosotros. ¿Y qué había obrado el milagro? La bebé medio humana- medio vampira de Edward y Bella.
Por muy bizarro que pudiese sonar, Jake se había imprimado de ella y ¡zas! Entró en vigencia el código de honor de los lobos.
“Ningún guerrero tendrá el derecho de poner fin a la figura de imprimación de cualquier hermano de la manada”.
Desde entonces las cosas estaban relativamente en paz. La pequeña “cosa” ya tenía dos semanas de nacida; el tiempo de gestación solo había durado un mes; Isabella estaba bien y Jacob vivía metido en casa de los Cullen todo el tiempo. Según lo que él mismo le contó a Sam, la pequeña crecía a pasos agigantados y se desconocía hasta que punto podría llegar ese desarrollo. Su miedo era que llegase a envejecer y morir de manera temprana, cosa que tenía a los chupasangres ocupados buscando una respuesta para dicha incógnita. Por mi parte he de admitir que muchas veces los envidiaba puesto que Edward y Bella si habían podido tener a ese pedacito de ellos en sus brazos, mientras que por el momento solo éramos Rachel y yo. Ella era mi todo y aunque jamás  preferiría tener un hijo a costa de la vida de ella, no podía dejarme de preguntar como hubiese sido, a quien se parecería o si hubiese sido niño o niña. Trataba en lo posible de no atormentarme con esos pensamientos, pero estos volvían como fantasmas y me rondaban haciéndome experimentar un anhelo de algo que ya no podía ser.
—¿A qué se debe esa seriedad? —la cama se inclinó por el lado donde Rachel solía dormir, el izquierdo.
—Solo pensaba.
—Jummmm —sin haberlo querido, pareció comprender lo que estaba rondando en mi cabeza y una expresión triste se coló en sus bellas facciones. Se introdujo bajo la colcha y se apretujó a mi costado. Subió por mi pecho con sus manos hasta detenerse en mi rostro y acariciarla con suma ternura, como si fuese frágil, como un muy fino cristal.
Delineó mis cejas y labios. Besó mis mejillas y mi frente.

—Cómo tú mismo me dijiste cierto día: “Ya será nuestro momento”, pero ahora no lo es. Debemos disfrutar de los dos mientras podamos, luego ya tendremos una bola de pequeñajos acabando con la paz y los adornos de esta casa —me sonrió con dulzura.
La abracé contra mí y no puede evitar sentir que sus palabras eran como un bálsamo que calmaba mis preocupaciones. Así era mi Rachel, siempre con un comentario positivo o en su defecto tratando de evitar que las cosas se vieran más oscuras de lo que ya fuesen por naturaleza. Mi luz en medio de las tinieblas.
Besé sus labios con delicadeza, ternura y lentitud, deleitándome con cada roce compartido. Capturando cada imagen en mi memoria de ese momento tan íntimo y tan casto que resulta extraño para dos amantes apasionados. Absorbí cada gemido y exhalación de placer, sobre todo cuando la despojé —sin pausa, pero sin prisa— de su pequeña batita de algodón. Disfruté de cada espasmo y suspiro que emitió mientras se asía de mis cabellos como si en eso se le fuese la vida. Desperdigué besos por todo su vientre adorando esa parte de ella… esa capacidad de creación que solo las mujeres tienen y de la que muchas no se sienten contentas de tener. Besé su sexo más que con pasión, lo hice con veneración; como si se tratase de una parte sagrada e inmaculada que jamás hubiese sido corrupta. Y no lo había sido, porque ser amada no era en ninguna forma ser ensuciada, por el contrario; se es tratada con toda la adoración y la pasión que ese ser celestial llamado mujer merecía.
Cuando estuve totalmente desnudo y cernido encima de su cuerpo —que ya estaba húmedamente preparada para recibirme—, me arrodillé entre sus muslos, me incliné solo un poco y me deslicé con delicadeza hasta el fondo de sus entrañas. Nos movimos con lentitud, pero esta vez no había apremio, teníamos toda una vida para disfrutar el uno del otro sin estar siempre pendiendo en el frágil hilo de la desesperación. Aguantamos cuanto resistimos y cuando ya el placer amenazaba con sobre pasarnos, casi me detuve. El miedo se coló en mi mirada y ella pudo percibirlo puesto que se aferró a mi cintura instándome a que me corriera dentro de ella. En el fondo sabía que era una necedad puesto que Rachel estaba tomando ahora las pastillas anticonceptivas, pero algo en mí se había roto aquel día y aunque había sido reparado, era como tener un par de cables medio pelados que hacían chispa de tanto en tanto. 
Subió sus caderas hasta enterrar mi erección más en ella y entonces me dejé ir... nuestros orgasmos se mezclaron y trajeron con ellos un remanso de paz en medio del cansancio que nos recorría. Me quedé dormido a su lado pero sin salir de ella. Suponía que los papeles de la relación habían cambiado en cierta forma.
Ahora era Rachel la que me hacía sentir protegido y confiado.

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Yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy aquí está otra entrega de mi lobito amado y consentido. ¿Se hizo esperar? Si, lo hizo…pero espero que valga la pena.
Sé que el capítulo fue triste y algo lento pero es que la historia ahora tomará un rumbo en la solo el lemmón no será el protagonista de esta. Vienen momento cumbres de felicidad y penas…
No daré más pistas. Se les quiere y recuerden, dejen sus reviews puesto que todos son bienvenidos, y si tienen una crítica háganla CON RESPETO. De esa manera nos podremos entender bien.
Un beso, mis terroristas.
*Marie K. Matthew*

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3 comentarios:

  1. pobre de mi lobitoo T_T ven que yo te doy 20 hijooooooooos *w* ...

    me encanto mucho este capitulo...fue muy fuerte pero a la vez me dio alegría, es algo que, aunque lamentable, le va a cambiar el rumbo a paul....para bien.

    ya espero el próximo cap...no se pq siento cerca el final? T_T

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  2. TERRORISTA Nº2: Gisele Maza (reportándose)

    PUESTO: siempre al Pie del Cañón

    OBSERVACIONES: marie nena... me siento fatal y no, paul no debió decir eso, pobre ahora entiendo cuando decías que algunas nos enfadaríamos o no, pues lo entiendo ahora... y muy bien ella lo perdono y me pareció bien, por como se fueron dando las cosas.
    el capitulo entubo muy bueno, necesario, convincente y por ultimo, pero no por eso menos importante, lemmonero como a mi me gusta.
    sentí la pena de ambos con semejante perdida, pero ame la forma en que ambos se contuvieron, "QUIEN LO AH VISTO Y QUIEN LO VE A PAUL COMO CORDERINO MANSITO" JAJAJA.

    nena voy a esperar ansiosa el próximo capitulo.

    REPORTE FINALIZADO
    ATTE: GISELE MAZA

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  3. pobre creo que no merecia eso ,bueno pero igual me encanto....Sigue asi nena y gracias....Besitos....

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