lunes, 23 de septiembre de 2013

CORAZÓN DE CRISTAL - Capítulo Vigésimo Quinto:





“Obstáculos por superar”

Bella POV:
—¿Por qué tengo que colocarme corbata? —gruñó tironeándose el moño.
Suspiré implorando paciencia tras acomodársela por tercera vez.
 —Porque vas a un evento que amerita que uses un traje y una corbata, ángel.
 —Pero no me gusta. 
Me encogí de hombros.
—No siempre podemos hacer lo que nos gusta. Habrá muchas ocasiones en las que el deber está por encima de nuestros deseos. 
Se quedó taciturno por unos instantes dándole vueltas a mis palabras en su muy particular mente.
—¿En qué piensas? —inquirí curiosa. 
—En que no estoy de acuerdo contigo. –refutó convencido.
—¿Precisamente en qué, ángel? 
—En que no importa lo que tenga que hacer, mi deseo por ti siempre estará por encima. —Nuevamente se había tomado las cosas en sentido literal y en dirección errónea. Sin embargo esta vez me causó un calor agradable en ciertas partes del cuerpo.
Partes que gritaban por ser acariciadas, pero por el momento no podían serlo. No ahora. Había una cena a la que Edward tenía que acudir, y esta vez no estaría yo para decirle qué hacer por primera vez en mucho tiempo. Y puestos a ser honestos, eso me tenía algo nerviosa.
Se suponía que esto era un desafío para él, en el cual tendría que valerse por sus propios medios sin tener a nadie que le guíe en cada paso que debiera dar. Claro que estaría acompañado de su familia, pero ellos le darían la libertad de interactuar en la medida que se sintiese cómodo. Siempre dentro de lo socialmente correcto, claro está.
El volver a utilizar esos zapatos que tanto odió hacía ya unos cuantos meses atrás cuando habíamos conocido a Jasper, tampoco lo hacía sentir cómodo. Tuve que jurarle que le sería más fácil llevarlos si se los colocaba con más frecuencia. Así que desde hacía tres días atrás los estaba “suavizando” para la ocasión. Súmenle eso a lo de la mentada corbata y tendríamos una gran variedad de escenarios posibles sobre cómo terminaría esta noche para Edward y no todos era alentadores. Pero yo optaba por creer en él.
Y hablando de cambios…
Dos meses habían pasado desde que salimos con mi amiga Angela y su novio Ben Chenney. Esa fue el primero de varios encuentros sociales que arreglé para ver cómo él le hacía frente. Precisaba de estos para aprender a desenvolverse en múltiples situaciones e interacciones con otras personas que no fuésemos sus allegados. Si bien es cierto que no le dejaríamos solo, Edward necesitaba que le diesen las directrices para poder mejorar en el área de socialización. Sus padres pertenecían un grupo de personas selectas y habían puesto ese ámbito de su vida en pausa debido a la condición de su hijo. O peor aún, solo acudía Carlisle puesto que Esme estaba cuidando de Edward (y de sus antiguas enfermeras) mientras que él solo fortalecía ese sentido de la introspección para con el mundo externo. Lo cual le llenó de inseguridades e incomodidades.
Aún no era raro que interrumpiera una conversación cuando de manera súbita se le antojaba hacer algún comentario sobre algo que le llamara la atención. Tampoco me extrañaba demasiado que no respondiera a algunas de las preguntas que le hicieran por perderse entre su hilo de pensamientos. También seguíamos trabajando en eso de “la sutileza” cuando se trataba de darle su opinión a las personas.
Como esa vez en que le comentó a un señor que comía a nuestro lado en un restaurante en Tacoma lo graciosa que era su cabeza.
—Buenas noches. —le dijo al pobre hombre cuando se dio cuenta que le estaba mirando con una fijación incómoda. —¿Sabía que tiene una mancha en su calva con la forma del mapa de Wisconsin?
El señor fue tan amable que se lo tomó con gracia y por dentro, respiré con tranquilidad sin tener que explicar su condición de autista para que entendieran su forma de ser. De alguna manera eso sería como colarle una etiqueta en la frente con la frase: Mírame con lástima. Y me negaba en retundo a hacerlo a menos que fuese en extremo necesario.
Cosa que pasó en una ocasión cuando tuvimos que pasar por una tienda camino a su casa por algunos víveres que Alice nos había pedido, cuando ocurrió un momento incómodo con la cajera:
—¿Te puedo ayudar en algo más? —preguntó un poco nerviosa la chica por su insistente escrutinio. —la pobre pensaría que en algún momento alguno de los dos iba a sacar algún arma para robarle o quién sabe cuántos escenarios más. 
Él, con su habitual naturalidad negó con la cabeza pero le respondió:
—Tienes unos ojos preciosos.
Juro por Dios que sabía cómo hacer frente a un centenar de situaciones cuando se trataba de la espontaneidad de Edward. Pero lidiar con el hecho de que le dijera a una mujer lo hermosa que le parecía… no. Definitivamente no sabía cómo lidiar con eso.
Supongo que mi cara de estupefacción tuvo que ser muy evidente como para que la cajera comprendiera que quien estaba a mi lado era mi novio, así que su reacción se volvió más tajante.
—¿Qué está mal contigo? ¡¿Tienes a tu chica al lado y estás coqueteándome?! —se le notaba indignada y por sus constantes miradas hacia mí, podía decir que estaba esperando una respuesta de mi parte.
Toqué el brazo de Edward para atraer su atención. Él me miró desconcertado todavía con lo que acababa de ocurrir.
—Ángel, tus palabras le dan a entender a la chica que no nos respetas a ninguna de las dos. —intentó interrumpirme pero no se lo permití. —Nos acabas de hacer sentir incómodas.
Él, que no comprendía lo erróneo de su comportamiento miraba de hito en hito, hasta que harto de aquel silencio optó por lo más fácil:
—Disculpe, señorita. —luego a mí. —Perdóname, Bella.
Y antes de que preguntara lo que sabía que haría, le expliqué a la joven:
Sí, es mi novio. Pero no era su intención molestarte. —se le veía renuente aún. —Es autista y suele decir las cosas tal cual las cree o piensa. Así que a su manera, te hizo un cumplido.
Entonces pareció avergonzada y le dio una sonrisa de simpatía pero Edward se veía aún afectado por todo.
Ella nos dio una especie de disculpa por no saber interpretar las cosas y yo le resté importancia al asunto para salir lo más pronto posible de allí. Ya habían unos cuantos extraños mirándonos. Y siendo mortalmente honesta, también me sentía un poco resentida. Mi orgullo de “novia” estaba un poco magullado.
El ambiente de regreso se había puesto bastante tenso. ¿Puedes sentirte protectora de alguien y al mismo tiempo ofendida por él? Spoiler: Sí se puede.
Sin despegar las manos del volante y las manos del camino me dirigí a mi silencioso copiloto.
—¿Cómo estás Edward?
—Confundido. —admitió pasados unos cuantos segundos. —Solo hice una observación. —respondió con esa inocencia que se negaba a abandonarlo del todo sin importar cuánto se integrara al mundo.
Respiré profundo para darme un momento ante de colocarle las cosas en perspectiva.
—Edward, la cajera interpretó tu comentario como si estuvieses coqueteando con ella…
—¡No coqueteaba! —me interrumpió.
—Pues así lo percibió ella. Y al verme a tu lado se dio cuenta que éramos pareja, lo cual la molestó más. Creyó que eras un descarado mujeriego. — Tenías a tu novia al lado mientras que tratabas de ligar con una nueva chica. —un Ahhhhh salió de entre sus labios que me dejó saber que había comprendido el punto como el chico listo que era.
—Así que por eso pareces tan molesta. —murmuró más para él mismo.
Entonces tuve que girar a mirarlo. No creía que estuviese siendo tan evidente en mi mal humor.
                —Estás celosa. —se explicó luego rió un poco de algo que solo él comprendería. —Sus ojos eran hermosos, Bella. Eran verdes con vestigios de color miel. —luego se encogió de hombros restándole importancia a todo. Quizá hasta a mi reacción. —Pero prefiero los tuyos. Son color café. Y me encanta el café con unas buenas galletas.
                Atónita. Sí, esa era una manera bastante fidedigna de explicar la manera en que Edward arregló todo. Se tranquilizó a sí mismo, lo hizo conmigo y se prometió regalarse una buena taza de expresso con galletas de canela.
                Solo seguí conduciendo…


*.*.*.*.*
De vuelta a la actualidad…
—¿De verdad no irás con nosotros? —preguntó con esa mirada de cachorrillo que me desbarataba.
Terminé de ayudarle a colocarse el saco de su traje sobre sus hombros y le sacudí los hombros de este.
—No, ángel.
—Pero, Bella…
—Edward, —le tomé el rostro entre mis manos para mirarle directo a la cara. —Esta cena es para tu padre y su familia. No es correcto que yo acuda, además recuerda que hemos hablado de esto un sinfín de veces desde hace una semana que él recibió la invitación. Esto contribuirá al desarrollo de tus habilidades sociales.
Comencé mi descenso por las escaleras para irme y él me siguió detrás.
—Pero no me siento a gusto con las personas desconocidas.
—Lo sé. —admití conociendo ese tono con el que lograba salirse con la suya muy a menudo. Mientras que a su vez me colocaba mi abrigo gris.
—¿Entonces por qué me envías para allá? —refunfuñó con rabia.
Me giré hacia él después de abrir la puerta de la casa, aunque tuve que cerrarla de inmediato porque Winter intentaba escaparse. Me agaché y la cogí entre mis brazos. No pude (ni quise) evitar que la pequeña bola de pelos revoltosa me diera cariñosos lametazos para coaccionarme. Casi como su amo.
La miré con falsa seriedad.
—No vas a salir de casa. Está lloviendo y esta última semana te hemos tenido que bañar tres veces de lo sucia que te has puesto.
Le coloqué en el suelo, me miró, se rascó la orejita y me ignoró tajantemente. Como diciendo <<Me iré por la puerta trasera y listo. Sin dramas.>>. Su colita se batía a medida que caminaba de forma chistosa hacia la parte posterior de la casa.
Me encogí de hombros y volví a mirar a Edward a los ojos. Él no había desviado su atención en ningún momento. Seguía mirándome como si le estuviese pidiendo algo más allá de sus fuerzas.
—Ángel, tú quieres ser independiente ¿Cierto? —asintió. —Entonces toma esto como parte de ese proceso. Todo ser humano, sea niño o adulto, debe enfrentar diferentes tipos de desafíos. Has superado muchos y este será igual que esos. Lo sé.
Sus ojos gritaban porque cediera, pero no debía hacerlo. Era por su propio bien.
—¿Por qué confías tanto en mí, Bella?
Sonreí y le acaricié la mejilla.
—Porque desde que te conozco siempre quise volverme tu fortaleza. Mi confianza y mi amor es todo lo que puedo darte, ángel. Es todo lo que te he dado.
Me acurruqué en su pecho y le di un beso corto pero tierno antes de irme. Cerré la puerta y a los tres segundos escuché unos ladridos adorables y uñitas rasguñando la madera. Edward miraba por los vidrios que flanqueaban a esta y este me miraba con tanto pesar en su rostro que estuve a punto de declinar en mi decisión, pero me aferré a esa determinación que me decía que estaba haciendo lo correcto y que no siempre estábamos conformes con ello. A corto plazo.
No soportaba la idea de dejarle triste una vez más en ese ventanal. Así que tomé mi celular del bolso y le escribí un whatsapp:

“Toma una fotografía de lo que más te guste en la cena y súbela al instagram.
Sabré que te habrás acordado de mí.
Te amo.”

Apenas un par de segundos después sonó la notificación de un nuevo mensaje:

“Hecho. Yo te amo más.”
Solo entonces fue cuando salí de la inmensa casona. No necesité mirar hacia atrás para saber que ya no había ninguna figura triste tras los cristales de la entrada.

*.*.*.*.*
Aproveché esa noche libre para leer de nuevo Cumbres Borrascosas. Solo me levanté del sofá en busca de una gran taza de té especiado y volví al sillón a sumergirme entre las páginas que relataban la trágicamente hermosa historia de Katherine y Heatcliff.
Dice la creencia popular que quien en realidad te ama, es quien puede hacerte sufrir. Supongo que parten del punto en el cual ciertas acciones en general pueden lastimarte, pero si estas vienen de la persona amada entonces la herida es más profunda. No soy de las que creen que el verdadero amor te hace miserable, eso sería masoquismo, pero nuestra naturaleza humana nos hace errar una y otra vez. Lo que innegablemente puede causar dolor a nuestros seres amados. Hasta allí llega mi conciliación con respecto a ese punto.
Pero sigo pensando que el verdadero monstruo en aquella historia fue Katherine con su innegable egoísmo. Punto.
Y en medio de mis divagaciones acusadoras recibí la notificación de un mensaje. Era de Edward. Era una fotografía impresionante con una antigua fuente de agua rodeada de una ligera niebla y de fondo la caida del crepúsculo se colaba entre los cuerpos de los imponentes pinos del bosque que parecían rodear el lugar en donde se encontraba. En el centro de esta había una escultura de un ángel tendiendo una de sus manos con lo que parecía anhelo hacia alguna deidad en las alturas. Desde sus pies brotaban pequeños hilos de agua que recibía un inmenso círculo.
Me sorprendió como él había logrado capturar una escena tan melancólica y a su vez tan hermosa. Jamás había conversado con él acerca de que se interesara en la fotografía. No más allá de verlo cautivado con la vieja revista de National Geographic que había tomado de las cosas que iba a tirar hace ya un tiempo atrás.
Y si la foto me había tomado desprevenida, el mensaje que tenía abajo me dejó sin aliento a pesar de su simplicidad:

“Este fue mi espacio favorito de este lugar. No estaba abarrotado de personas hablando alto como en el interior del salón. El frío era un poco incómodo pero me gustó mucho la tranquilidad que había allí. Sin embargo algo extraño pasó.
Tenía muchas ganas de estar allí contigo y eso no me dejó disfrutarlo del todo. Es como si mejorara cualquier lugar solo con que estés presente.”

¿Qué podía responder a semejante muestra de amor? ¿Con qué podía corresponderle?
No sentí que pudiese hacerlo, así que me limité a enviarle una fotografía del viejo libro sobre mi regazo cubierto con una mullida colcha, y un mensaje que rezaba:

“Y yo aquí:
Leyendo mi libro favorito,
En mi lugar favorito de la casa,
Hablando con mi persona favorita en todo el universo.
Te amo.”

¡Que vivan los servicios de mensajería instantánea!.

*.*.*.*.*
Sesenta días es un período más que suficiente para que muchos cambios se comenzaran a trabajar, como pequeñas chispas que poco a poco iban creando un fuego más y más grande. Como por ejemplo: la relación de Emmett y Rosalie, que era mucho menos tirante que al principio. Desconocía lo que ese par había podido hablar o hacer para entenderse mejor. No era como si de un momento para otro se habían vuelto una pareja de enamorados ni nada por el estilo, pero si se podía observar como confraternizaban entre ellos de una manera mucho más natural.
Rosalie trataba de disimular lo más posible su amor por él, pero esas cosas no se pasan desapercibidas. Al menos para nosotras las mujeres. Así que mientras ella seguía impartiendo sus lecciones de piano a Edward, también aprovechaba para planificar la decoración del cuarto de su bebé en formación. Alice y Esme estaban más que dispuestas a ayudarla, yo permanecía un poco alejada puesto que entre nosotras había esa energía enrarecidas de chicas que se habían visto envueltas en un triángulo amoroso sin quererlo.
No nos llevábamos mal; en lo absoluto, pero tampoco éramos como Al o la señora Cullen. Hablando de esta última, el ser abuela la tenía resplandeciente. No bien había terminado con mi casa y ya se había puesto a hacer bocetos de habitaciones en diferentes paletas en tonos pastel, temáticas infantiles y peluches antialérgicos.
Alice aprobó sus finales y Jasper le regaló un fin de semana en pareja para Hawaii. Ella llegó con un hermoso tono de bronceado en su piel. Él no tanto. Parecía una especie de camarón cocido, ya que estaba muy insolado ¡Pobre Jaz! Pero por sus comentarios se notaba que el viaje había valido la pena. Además ambos se veían más entregados a su relación. Esto iba parecía ir mucho más en serio de lo que cualquiera de nosotros hubiésemos pensado.
Hablando de regalos, los Cullen decidieron que Alice merecía una ayuda extra en sus quehaceres. Así que solo los ayudaría en la cocina y de la limpieza se encargaba un trío fabuloso que iba cada viernes a limpiar el Santuario Cullen. Al menos así le decían, Jason, Ian y Bryan. El trío del Brillo, así se auto denominaban. Todos eran gay y alegres. Habían hecho buenas migas con todos allí. Incluso con Winter o la “Pequeña Anárquica” según ellos. Con Carlisle, Emmett y Edward eran muy respetuosos y formales. En cambio con Alice, Rosalie y yo, eran las amigas arpías con las cuales no parábamos de reír. Aunque prometieron prenderle fuego a mi colección de tennis.
Y hablando de Em
Compartía lo que podía de su tiempo con Charlotte. En mi fuero interno creía que de alguna manera trataba de entender a lo que en un futuro cercano iba a enfrentar. A Jasper no le agradaba demasiado la idea, pero tras la intervención de Alice dejó de mirar a Em como si quisiera robarle algo. Suponía que para Jasper, ver a su hermana embarazada en una situación tan irregular no era fácil dada su naturaleza sobreprotectora. Además de que Charly parecía tener el mismo mal que su tía Rose: miraba a Emmett con un enamoramiento evidente. Así que creo que parte de la rabia de Jaz partía desde los celos.
A pesar de eso, un momento memorable ocurrió una tarde lluviosa, cuando Charlotte le mostró a un muy viril Emmett como era que peinaba a sus muñecas.
Yo daba por sentado que si alguna de las admiradoras del heredero Cullen mayor lo hubiesen visto con unas colitas a modo de mata de coco por toda la cabeza, se acabaría con su afamada reputación de playboy. Aunque a Charly le parecía de lo más adorable y se lo hizo saber.
—Charly, me estás tirando del cabello. —se quejaba Em. Quien con cada tirón daba un respingo. —¡Ouch!
—Shhhh, Memet. No seas llodón. Tienes que sed macho.
Él estalló en carcajadas.
—¿Sabes lo que es ser macho, Charly?
—Nop.
—¿Entonces?
—Lo vi en una película. ¡Silencio! —dejó salir su lengüita de lado mientras se concentraba en tirar del cabello que anteriormente ella había enredado; no sabía si a propósito; con un cepillo con cerdas duras que le prestaba Esme. Sí, la madre de ese pobre hombre se prestaba a las torturas que esa pequeña hada de cuatro años le infligía a su muy fornido hijo.
—¡Listo! —gritó mientras daba saltitos por la mullida alfombra de la sala de estar. Esme, Edward y yo estábamos allí. La primera sentada en el sofá. Edward y yo al piano, él trataba de enseñarme sobre notas y acordes, pero a diferencia de él; yo carecía por completo de un oído musical.
Edward levantó su mirada del precioso instrumento que estaba bajo sus dedos.
—Luces extraño, hermano. —le dijo mi ángel y yo me tragué una risa.
Esto sería un choque de titanes entre Charlotte y Edward. Como cada vez que se veían.
La pequeña indignada se enfrentó a mi ángel desde la distancia, colocó sus manitas en sus caderas; incluso en la que mantenía el cepillo de cabello de Esme; y lo increpó:
—Claro que no. Se ve guapo. Guapo como Lilly.
—Pero Emmett no es una muñeca.
—¡Es como un Ken gandote! —se acercó a su obra de arte y lo tomó de la cara con esas pequeñas manitas pequeñas y lo vio a los ojos con una expresión encantada. —Mi Memet se ve dindo.
Edward resopló dispuesto a dar batalla pero le toqué el brazo y le susurré al oído que ella era una nena. Que le dejara ganar en esta oportunidad y ya luego le tocaría a él más tarde. Mi ángel no entendió lo que ella “ganaba”. Ni lo que él ganaría por la noche. Awww su exquisita inocencia…
Hablando de oportunidades… Carlisle y yo habíamos visto al menos una docena de lugares para la fundación, pero ninguno terminaba de gustarnos por completo. O no se adecuaban a lo que la fundación demandaría o simplemente no había química con estos.
Mientras evaluábamos los espacios de un potencial galpón, me comentó:
—¿Sabes, Isabella? —me giré hacia él para prestarle mi total atención. —He pensado que en una era como esta, donde la informática rige muchos aspectos de nuestra vida, deberíamos darles herramientas a estos jóvenes para que las utilicen a su favor.
—¿Algo así como una herramienta de estimulación? —asintió. —Me parece muy bien. Podríamos buscar…
—Si me permites… —Carlisle hasta interrumpiendo era todo un caballero. —Hablaré con el mismo cliente con el que adquirí los celulares que les di. Él se encargará de brindarnos todo lo concerniente a electrónica que vayamos a necesitar a un costo razonable. Si queremos que estos chicos se integren a la sociedad lo mejor preparados posible pues debemos familiarizarlos con la tecnología.
Asentí emocionada ante las posibilidades que abrían ante el futuro. No solo para mí profesionalmente hablando, sino para todos los chicos que podríamos ayudar en aquel plan que ya comenzaba a andar.
El señor Cullen era una de aquellas personas que podían sorprenderte con su personalidad ambivalente. Él tenía la capacidad de ser el padre abnegado y amoroso. Luego, a los cinco minutos podía convertirse en un abogado frío como el hielo y resolver intrincados casos sin tocarse el pecho en busca de cualquier sentimiento. De alguna manera le admiraba esa capacidad de proceder sin remordimientos; cualidad básica para ser un abogado exitoso.
Eso sí, cuando se trataba sobre quién llevaba las riendas de la casa, muy poco podía hacer este hombre de mediana edad frente a su pequeña y cálida esposa cuando se ponía en plan “Señora de la Casa”. Como pasó una tarde cuando todos estábamos reunidos en la cocina tomando café y comiendo galletas a media tarde; cuando de pronto escuchamos un estruendo y vimos aparecer a Winter con las patas todas embarradas de lodo.
Esme y Edward siguieron el rastro de patitas marrones que los llevó hasta la zona del “siniestro”. Uno con más curiosidad que preocupación y la otra… bueno,  resumamos que la pobre iba con cara de resignación.
—Alguien va a necesitar una limpieza profunda. —dije mientras me ponía en pie y agarraba a la infame cachorra para darle una ducha mientras que pasaban los aires de guerra.
—Hablando de limpieza…—comentó Esme con un engañoso tono de despreocupación. —Debes ir a limpiar lo que hizo “tu consentida” en el patio trasero. —miraba a Carlisle de manera que no cupiese duda de a quien se estaba refiriendo. —Tú querías un perro grande y poderoso. Ahora debes limpiar lo que Winter hace con toda esa fuerza.
Al pobre Carlisle le tocó que salir al comedor con una escoba y una pala para recoger el desastre de tierra que la cachorra había dejado al tumbar una de las macetas de las esquinas.
Casi me ahogo con el café al ver a semejante adonis cargado con implementos de limpieza y peleando con la lobita por todo el camino.
 Y no fui la única. En fin…
Otro de los cambios significativos en estos dos meses se reflejaba en mi casa. Tanto en lo exterior como en su interior.
Pensé que ya nada podría asombrarme cuando se trataba de las extravagancias de los Cullen cuando decidían ayudar a alguien. Pero me equivoqué totalmente cuando constaté hasta el punto en que había llegado su “agradecimiento” para conmigo. Sabía que solo estaba cumpliendo con lo que en un principio me comprometí con Esme Cullen; aunque mi relación más allá de lo profesional con su hijo fue algo que nadie tenía esperado, pero he de reconocer que lo deseé con toda mi alma y ahora estaba feliz ante lo que se nos venía.
Alice como yo nos sorprendimos cuando encontramos un pequeño jardín con florecillas silvestres adornando los  costados de un corto camino adoquinado que precedía la entrada.
Una hermosa puerta de seguridad nos daba la bienvenida, el viejo timbre regular fue reemplazado por uno con visor integrado. Dentro, una sala de estar decorada con un pequeño pero cómodo modular en color aguamarina se adecuaba al espacio haciendo lucir la sala de estar como un lugar mucho más extenso de lo que era. Una televisión de plasma reposaba sobre un precioso y moderno mueble que hacía las veces de biblioteca también. Mis viejos amigos y compañeros de noches solitarias descansaban unos al lado de otro de manera armoniosa entre las diferentes divisiones en las que se les alternaba con sencillos floreros que complementaban un ambiente tanto moderno como cálido que se podía apreciar allí. Las paredes grises pálidos denotaban relax e impelían a sentarse en ese espacio a pasar el mayor tiempo posible.
La cocina fue otra grata sorpresa. Adiós a los azulejos envejecidos de frutas. Hola al granito, madera y contrachapado. Todo en un precioso espacioso en tonalidades de azul hielo, blanco y cromo. La mesa de madera había desaparecido para dar lugar a un islote que ahorraba espacio y confería comodidad a la hora de utilizar las estufas. Ahora en lugar de tener una simple cocina, había seis quemadores y un grill, junto a dos hornos empotrados en otra pared. El ángel no paró hasta hacer que Alice le prometiera que les estrenaría con galletas de canela. Lo cuál en realidad no necesitó más de un par de ruegos. Mi amiga era una blanda total cuando se trataba de él.
Pasando al comedor estaba un juego de sillas contemporáneas con los colores de la sala de estar, y en lugar de la vieja óvalo de madera una mesa de madera reciclada apareció en el medio del espacio. Otro aparador con algunos libros y fotografías ofrecían calidez al ambiente. En algunas estábamos mi ángel y yo, en otras estaba con Alice, en fin…unos tesoros sentimentales en blanco y negro que ahora tenían un puesto preferencial en mi renovada casa.
Los baños no se quedaron atrás en las remodelaciones. Donde antes había duchas ahora estaban preciosas bañeras minimalistas pero con ese aire contemporáneo que no rompía el esquema de la decoración general. Alice se había puesto en complot con la señora Esme para devolverme la habitación principal, la cual fue ambientada en tonos blanco, gris y verde menta. Nueva cama, nuevo escritorio y nuevo closet. Todo pensado de una manera más funcional. También noté que la cama era más grande que la anterior y no pude evitar que mis mejillas se sonrojasen con el pensamiento de que tal vez Esme no solo se hubiese tomado la molestia de cambiarla por mi comodidad únicamente.
Amé el hecho que la habitación de Alice fuese la expresión perfecta de ella pero en decoración. Todo muy alegre y vibrante. Con paredes de color hueso, mi amiga prefirió que el contraste lo hiciera la decoración en color salmón y mandarina. El closet de esa habitación también había sido agrandado, pero no me sorprendió ya que la mayoría de la casa había sumado unos cuantos centímetros en sus diferentes espacios.
La noche en que me fue enseñada la nueva casa; sí. A mí, puesto que Alice siempre estuvo al tanto de todo con Esme, habían planeado una cena en ese lugar. Solo los Cullen, Alice, Jasper y su retoño, Rose me sorprendió al estar allí también. De una manera extraña y un tanto bizarra todo estaba “entre familia”. Cuando todo terminó, los hombres limpiaron. Sí, todos. Hasta a Edward le tocó que arreglar los platos y vasos. Se tardó un poco haciendo que la vajilla cuadrada estuviese correctamente colocada y que los vasos y copas se vieran alineados a la perfección.
Edward y Charlotte estrenaron el blue ray viendo Avengers en compañía de Emmett o “Memet” como le decía la pequeña, Jaz y Carlisle. Por supuesto que hubo pelea por decidir quién era el mejor vengador de todos, pero no esperé los resultados.
Al terminar el debate se fueron, incluso Alice acompañó a Jasper y Charly a su casa. Nos dejaron a Edward y a mí solos allí, cosa que agradecí inmensamente. Teníamos varias semanas sin tener nada de intimidad al estar yo ocupada entre la planificación de la fundación y él aprovechando al máximo el tiempo que Rose le podría conceder, puesto que en cierto punto ella tendría que hacer una pausa importante por su embarazo y parto. También estaban sus sesiones con el doctor Poomar, y las recientes clases de fotografía que estaba recibiendo en línea.
Edward seguía un poco renuente con respecto a su futuro sobrino, pero comprendía que era un niño inocente y me había prometido que intentaría ser el mejor tío posible cuando naciera. Aseguraba no poder hacer nada más antes de eso y aquello me hizo reír.
El patio trasero de la casa tenía el césped recortado a la perfección, una preciosa parrillera a gas y lo más importante y hermoso, tenía un mullido columpio de madera para dos bajo un techo amachimbrado.
Cuando terminé de despedir a todos, llevé de la mano a mi ángel hasta ese lugar. Ambos nos apretujamos dándonos calor el uno con el otro, pues mis viejos y raídos edredones habían desaparecido.
La neblina poco a poco fue descendiendo frente a nosotros confiriendo al bosque delantero de un aire etéreo.
—Teníamos mucho tiempo sin poder estar así. Ya lo extrañaba. —musitó sobre mi coronilla. Me apretujé entre sus brazos y asentí aprovechando para acariciar su pecho con mi mejilla.
—Demasiado. —admití.
—Pero ahora ya no estarás más conmigo. Ni en mi habitación ni en mi cama.
Su voz sonaba tan triste. Tan despechada. Pero no podía salvarle por siempre de lo que podría ser doloroso, en general eso suele contribuir a la formación de una persona y ahora Edward debería lidiar con algunas de ellas. Además, no es como si fuésemos a dejarnos, solo era el espacio que habíamos acordado tener al retomar nuestra relación.
—Ángel, hablas como si yo fuese a desaparecer. —me giré para verlo a los ojos mientras intentaba quitarle hierro al asunto con una medio broma – media verdad. —¿Una vida sin ti? ¿Eso es posible?
Él se encogió de hombros y se rehusó a mirarme.
—Técnicamente es posible para ambos, solo que yo no quiero volver a atravesar por esa situación de nuevo. Fue miserable.
Acaricié su mejilla con el dorso de mi índice deleitándome en su suavidad.
—¿Miseria, ángel? ¿Conoces el verdadero significado esa palabra?
—He leído mucho, Bella. Y entendí que cuando uno de los protagonistas de esos libros no está con la persona que ama se siente “miserable” porque la palabra tristeza no basta para definirlo. —pocas palabras y certero en lo que quiere decir. No tomó mi broma como tal, sino como un simple comentario.
Lo agarré de la mano y la apreté contra mí. Permanecimos en silencio durante un rato largo sin saber muy bien cómo salir de aquel momento tenso. Yo no sabía que decirle sin que pudiese sonar rudo o desconsiderado para con su manera de ver las cosas, así que opté por esperar a que él tuviese algo más que decirme.
El vaivén del columpio no rompía con la tensión impuesta entre ambos, pero al menos nos daba algo que hacer mientras nos balanceábamos con suavidad.
—¿Sabes una cosa? He pensado mucho sobre nosotros. —rompió finalmente con una frase que me intrigó bastante.
—¿Acerca de qué, ángel?
—Yo no quiero que en la fundación me miren como un niño. Quiero que me vean como un hombre.
Me tomó con la guardia baja eso. En ningún momento había considerado que él pudiera verse vulnerable ante los demás de esa manera. Me enderecé en el asiento para poder enfrentarme ante esa situación, sin embargo aún no encontraba las palabras. Me reproché a mí misma por haber pasado por alto un detalle como aquel. Había dado por sentado que para Edward sería beneficioso en todos los sentidos que se viera involucrado en lo concerniente a la fundación en la que su padre y yo trabajábamos con afán. Sin embargo se me olvidó hacer la pregunta más importante <<¿Edward, tú qué piensas?>>
¡Oh, Dios! Hablando de sentirse una total desconsiderada…
—Es mi culpa todo este embrollo. —mesé mis cabellos y atraje las piernas a mi cuerpo para abrazarlas y así contrarrestar un poco el frío que comenzaba a ser demasiado. —He estado tan metida en todo esto que nunca te pregunté si querías…
Se adelantó hacia mí y me interrumpió.
—Yo te quiero ayudar, Bella. Quiero compartirlo todo contigo y quiero que tú lo hagas conmigo, pero lo que no quiero es que nos vean como la enfermera y su paciente. Quiero que seamos tú y yo frente a todos. Ser Edward “tu novio”.
El alivio se filtró en mí e incluso sonreí cuando comprendí lo que quería decirme.
—Oh, Edward...¡Me asustaste! —admití.
—¿Por qué? —preguntó confundido.
—Creí por un momento que no estabas de acuerdo con que llevara a cabo lo de la fundación…
—Yo no dije eso.
—Lo sé, ángel. Ahora lo sé.
Me acerqué de nuevo a él y dejé que sus brazos se agarraran a mi cintura. Recosté mi cabeza en su hombro y exhalé antes de hablar.
—Edward, cuando yo te tengo frente mí solo eres el hombre que amo, no un autista del que me enamoré. No eres diferente a mí. —encontré una mano suya con una mía y la puse al frente de ambos. —Pero eres sin lugar a dudas lo más valioso que haya tenido alguna vez. Así que te prometo que cuando se hable de Edward Cullen, se referirán al excelente pianista que eres, a sus ridículamente buenas fotografías o al guapo hombre que tengo por pareja. Quizá unas cuantas querrán conseguir que las veas como ahora me ves a mí…
—¡Nunca! —se iba a retirar para afianzar sus palabras pero no se lo permití.
—…Pero aunque me muera de celos, yo sabré que tú eres mío nada más. Como yo tuya. Así que no te preocupes, ángel. No dejaré que nadie te haga sentir incómodo.
Me acerqué hasta su boca y lo besé con firmeza para insuflarle aún más confianza de la que pudieron haberlo hecho mis palabras. Al poco tiempo me encontré en su regazo, con los brazos en torno a su cuello y jadeando complacida por las atenciones que ahora gozaba en mi clavícula. Halé su cabello con suavidad y vi en esos dos pozos grises azulados. Me embebí de ellos y volví a ese lugar tentador que conformaban esos labios entreabiertos. Su lengua reclamó a la mía sin ninguna timidez de su parte.
Sus manos se apropiaron de mi trasero para atraerme contra su erección y conseguir algo de divina y tortuosa fricción.
—Bella… —el vaho de nuestra respiración se atravesaba entre nuestros rostros tan cercanos.
—¿Sí, ángel? —pregunté a la expectativa de que soltara una frase que terminara de hacerme arder por completo.
—Pasemos. Tengo mucho frío. —dijo en cambio.
Me reí sonoramente y lo besé una última vez antes de ponerme en pie y agarrar su mano para adentrarnos en la casa. Aseguré la puerta trasera y luego seguimos nuestro camino hasta mi alcoba. Todo el tiempo vi por el rabillo a Edward tironearse el pantalón a la altura de la ingle porque le estaba molestando. Disimulé la gracia que eso me causaba.
Fue él quien cerró al pasar tras de mí.
—¿Quieres colocarte una camiseta? Tengo algunas grandes para dormir por si la quieres. Pero no tengo nada para la parte de abajo. —señalé su entrepierna despierta con picardía.
Él pasó hacia el baño sintiéndose como en su casa.
—La camiseta está bien. Los pantalones no importan.
—¿Por qué no?
—Porque no me van a durar mucho. —admitió con esa naturaleza que a mí se me antojaba más como un descaro que como otra cosa. Y por toda la corte celestial que eso era como fuego en las venas para mí.
Diez minutos después él salió del baño en una inmensa camiseta deslavada del estado de Louisiana que ya no podía recordar como la había obtenido y sus bóxers negros. En una mano traía toda su ropa cuidadosamente doblada y la colocó en la silla del escritorio.
Mi ropa estaba agrupada en el futón que reposaba a los pies de la cama. Mucho hice con estirarla en vez de dejarla tirada a su suerte en el suelo.
Lo esperé en la cama solo en mi conjunto de ropa interior color verde esmeralda que resaltaba muchísimo contra mi piel. El edredón estaba a mis pies y mi razón afuera del cuarto. Allí solo tenía un deseo que me estaba quemando entre los muslos y el culpable lo tenía en frente mirándome de de aquella manera  que solo yo podía comprender. Él era la pureza y el pecado juntos. O ¿Sería más correcto decir “mi pecado”?
La tela crujió un poco cuando se colocó a mi lado. Estiró su mano y con una suavidad deliciosa delineó los bordes de mi rostro ovalado. Sus ojos nunca se apartaron de los míos.
—Nunca podrás entender cómo te ves para mí, Bella. Sé que no tengo mucho con qué comparar pero dudo que haya algo más precioso en el mundo. Para mí es así. —sus palabras me cortaron la respiración y terminaron de derrumbar las débiles defensas que rodeaban a mi autocontrol.
Me lancé contra sus labios y su cuerpo. A horcajadas sobre él deslicé las manos sin ningún preámbulo hasta su bóxer. Acaricié su protuberancia entre mis dedos y gemí al sentirlo latir entre mis dedos. Se encontraba tan deseoso de poseerme como yo de él.
Acaricié su pecho por debajo de la camiseta y su pene sor debajo del fino algodón ¡Al diablo con esperas y sutilezas! Tenía demasiado tiempo sin tenerlo así y lo necesitaba con urgencia. Ya luego habría más oportunidades en la noche para ir lento y saborear la dulzura de la paciencia.
—¡Bella! —arqueó su cuerpo sobre mi cama y entonces si pensé que el cuarto lucía perfecto con él en medio del colchón y sus labios entreabiertos.
Toqué su pene con codicia mientras maniobraba lo suficiente para bajárselos hasta las rodillas. Cuando estaba cerca de venirse le solté mientras comenzaba a acariciar mi pelvis, aún vestida, contra su piel desnuda. El calor que me traspasó exacerbó mis sentidos con lujuria y los movimientos casi desesperados no tardaron en aparece. Me deshice del brassier sin dejar de mirarlo a los ojos sin tener muy claro lo que me había poseído. Probablemente mis hormonas están en modus Afrodita y de allí mi descaro.
Me incliné hasta su cara para poner los pechos a su disposición. Los acarició como si hubiese pasado una larga temporada sin ellos y los chupó como si se encontrara hambriento de ellos. Y bien podía ser así, basados en la urgencia que no logró de disimular en ningún momento. No soportarlo demasiado.
Así que me incorporé de nuevo y volví a encontrar nuestras miradas antes de alzarme lo suficiente para correr mi tanga de lado y comenzar mi descenso sobre su más que lista erección. Me quedé sin aliento cuando lo sentí del todo por fin en mi interior. Este era un lugar único para nosotros, donde el sexo se transformaba en mucho más que carnes urgidas de posesión. Era el sitio en donde podía tomar de Edward, y él de mí, todo aquello que no estábamos dispuestos a compartir con nadie más.
Me sorprendió al moverse para colocarse encima de mí. No fue un movimiento rápido pero me tomó desprevenida que tomase de esa manera tan tajante las riendas y lo disfruté al máximo.
Enganché mis piernas a su cintura y recibí toda la potencia de sus embestidas aferrada a su nuca con ambas manos, mientras intercambiaba miradas de profunda entrega con Edward. Sí, en esos momentos era Edward, no mi ángel. Ya que en esas situaciones no podíamos estar más lejos de lo que muchos consideraban “pureza”, pero que nos condenaran a ambos si eso no se sentía absurdamente celestial para nosotros.
Su cara se clavó en mi cuello y sus acometidas se hicieron más cortas pero intensas. El aire comenzaba a escasearnos a los dos pero en ese momento no podía importar menos. Encajé mis talones en sus muslos cuando el orgasmo se disparó en mí atravesándome de palmo a palmo y dejó mi cuerpo laxo sobre el colchón mientras que Edward terminaba de drenarse en mí, rugiendo en su propio éxtasis.
Él aún respiraba de manera entrecortada cuando le dije:
—Ese es mi hombre…y es solo mío.
Su sonrisa me deslumbró aun en la penumbra de la habitación.

*.*.*.*.*
Volviendo a la peculiar noche de aquella cena…
Alice llegó justo a tiempo para preparar la bebida mientras yo la esperaba con unos wraps de pollo que había estado preparando con esmero. Ella solía cocinar para ambas la mayoría del tiempo, y lo hacía de manera excepcional, Así que me tocaba que corresponderle de la mejor forma que me fuese posible.
—¿Qué hora es? —preguntó mientras tomaba asiento frente a mí.
Miré el reloj que estaba en una de las paredes.
—Las nueve menos veinte.
—¿No te ha escrito, Edward? —musitó mientras masticaba.
—Sí. —suspiré como una tonta cuando recordé su hermoso mensaje que me había enviado ya hace un buen rato. —tomó una fotografía impresionante y luego me escribió algo muy hermoso.
Alice sonrió encantada. Era una especie de cómplice para él en casi todo. Así que no era extraño que casi le adorara cuando hacía esas cosas que le convertían en alguien tan especial. Me sentiría un poco celosa si no fuera por la manera en la que miraba a Jasper cuando estaba cerca, o por el brillo que tomaban sus ojos cuando hablaba acerca de él.
—Es muy talentoso. —agregó con un tono muy entusiasmado. —Ayer me mostró una que le había tomado a un ruiseñor sobre la rama de uno de los árboles que están cerca de las florecillas de Esme. Te lo juro, Bella. Ed puede tocar el piano precioso, pero la fotografía es su verdadero talento.
Tuve que darle la razón ¿Cómo no hacerlo cuando comenzaba a pasar muchas horas detrás de su teléfono más para conseguir un mejor ángulo que para contestar a algún mensaje o llamada que le hiciéramos.  
—Yo también lo creo. Temprano me mostró una de Charlotte corriendo con Winter en la sala de estar. Juro que no sé de quién me enamoré más en ese momento. —respondí encantada mientras recordaba el momento.  
—Charlotte es algo… —dijo ella con la mirada perdida entre algún punto de la pared y mi cabeza. —No lo sé. Nunca deja de asombrarme. Esperaba que me costase mucho llegar hasta ella por ser la única chica, aparte de su tía, con la cual compartir a su papá. Ya me había preparado mentalmente para demostrarle que no deseaba robárselo, pero no fue así. En lo absoluto.  
—Por supuesto que no. —le di un mordisco a mi cena y me vi muy tentada a darle un sorbo a la deliciosa limonada con fresas que estaba frente a mí. —No tiene necesidad de eso cuando nos considera a todos de su propiedad. Hasta a la pobre Winter. Juro que uno de estos días se le quedarán los ojos saltones de tanto que la aprieta al abrazarla.
Ella se rió al recordar las innumerables ocasiones en la que la pequeña lo había hecho.
—Pues sí. —luego puso cara de pesar. —Pobre cachorra. Debe de estar desesperada en la casa. Es su primera noche sola.
Me reí de su cara. Lo decía como si hubiesen dejado a la pobre loba encerrada en un espacio de tres metros cuadrados y a oscuras.
—¿Por qué no quisiste ir a la cena? El señor Carlisle me dijo que te había invitado.
Asentí.
—Así es.
—¿Por qué no fuiste? ¿Tan siquiera se lo dijiste a Edward?
—No lo digas en ese tono, Alice. —le recriminé con suavidad. —No me hagas sentir como si lo lancé a los lobos solos. No fui porque él necesita saber moverse en diferentes situaciones sin tenerme pegada a su espalda diciéndole que hacer.
Se ruborizó y volvió a su comida.
—Lo siento. No quise sonar como si te estuviese recriminando, pero es que no me lo imagino solo allí… —entonces la corté.
—No está solo. Sus padres están con él y también su hermano. Ellos se ocuparán de cualquier eventualidad y si no, me llamarán seguro. Además, Edward me comentó la otra noche que no quería que lo viesen como un niño. Así que ahí está, demostrando en una cena con unos clientes de su padre cuán hombre e independiente es. —sonreí con una dulzura que rayaba en lo cursi, pero no me importó. —Yo confío en él. A lo sumo puede que salga con alguna de sus frases descaradas.
Ambas sonreímos y seguimos nuestra cena hablando de los acontecimientos del día. En ese momento el sonido del celular de Alice irrumpió en la paz relativa de nuestra comida…
—Es Jasper. —anunció con su sonrisa atontada. —Hola, amor ¿Cómo es…? —sus ojos se precipitaron a mí con alarma pero con la mano me indicó que esperara antes de volver a hablar: —¿Cuándo fue eso? —más sonidos amortiguados pero no podía entender nada. Me estaba desesperando. —¡Dios mío! Le diré a Bella y nos veremos allí en cuanto podamos. Avísame si necesitas algo.
No había terminado de hablar cuando ya estaba en pie colocándome un grueso abrigo.
—¿Quién? —pregunté escuetamente. Me daba terror preguntar el “qué”.
Ella estrechó su teléfono con pesar.
—Es Rosalie. Está sangrando.
Ambas arrancamos en mi Chevy sin siquiera recoger los platos siquiera.
No podía dejar de pensar en varios posibles escenarios terribles: lo terrible que se iba a sentir Emmett si perdía a ese bebé. Lo desolada que estaría Rose, que hasta ahora se había visto tan emocionada y hasta en lo confundido que se encontraría Edward ante aquella posibilidad.  
No era momentos de pérdidas. No ahora, por favor.

*.*.*.*.*
¡Holas, mis chicas! ¡Habemus Actualización!
¡Al fin!!
Y sé que muchas se estarán preguntando el porqué de que me haya ausentado por tanto tiempo. Pues para las que no me siguen en mis redes sociales les informo que hace poco más de un mes tuve una parálisis facial. Al principio no soportaba estar mucho frente a la PC y ya luego me ha costado volver a agarrarle el ritmo a la historia.
Pero aquí estamos! Muy recuperada y con ganas de que los capítulos nuevos terminen de llegar…para lo cual no falta casi nada.
A las chicas que se mantuvieron al pendiente de mi mejoría Muchísimas gracias. Son la mejor parte que todo este proceso de escritura me ha podido dar.
Un megabeso. Nos seguimos leyendo.
Marie C. Mateo

5 comentarios:

  1. Hermosa...tu calidad humana te convierte en una chica incomparable...gracias por la increible historia que estas llevando a cabo y te felicito por los logros que haz adquirido conforme a ella....es bellisima tu capacidad de imaginacio..que hasta me sorprende...espero continues con ella...besos y abrazos desde colombia y no olvides esto..."los pasos que damos nos llevan hacia rutas salvajes.....pero sigue caminando que tobavia hay mucho por recorer"...Dios te bendiga
    att: Luz Adriana Osorio Toro

    ResponderEliminar
  2. me encanto esta historia.... Cuando actualizas??? :(

    ResponderEliminar
  3. Ufff mil años sin pasarme por aquí. Me encanta la evolución que está teniendo Ed, jajaja las cosas con las que sale, me fascina!!! Espero que puedas lograr tu sueño de volverlo un libro, me acuerdo que en alguna oportunidad dijiste que una vez terminaras las historia la ibas a retirar del blog, eso sigue en pie??? porque me daría mucha tristeza no tener al ángel a mano para leerlo cuando me de nostalgia de esta historia. En fin, gracias por terminarla, al menos voy a saber en que queda todo. Besotes!!!!

    ResponderEliminar
  4. M enkanta este fic!!!! El cap k sigue xfitas...... otra cosa, gracias a Dios ya estas bien, que Dios te bendiga y guarde

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y a mí me encanta que te guste tanto la historia. Muchísimas gracias por tus palabras y bendiciones. Un besote.

      Eliminar