jueves, 23 de septiembre de 2010

CAPÍTULO I









“HASTA EN LA SOPA

-          ¡Corre, tía. Por favor!  Los ascensos comienzan en dos horas y no sabemos si haya complicaciones para llegar. Además solo te falta colocarte el vestido. – supliqué.
-          ¡ay, ya basta! Que atorrantes eres, Bella. – dijo mi tía Sara. – además el taxi aún no llega.

Respiré profundo y me fui hasta la sala. Revisé mi teléfono. Nada. No sonaba nada. ¿Quién me escribiría hoy? Pues nadie. Toda mi existencia estaba avocada al ascenso de mi tío Aro. Comandante de la Brigada de Infantes de Forks. Ascendía a General de División.

-          ¡Vamos! – grito mi tía. - ¡Tu mamá ya llegó, me acaba de llamar!

-          No encontraremos puestos. Nos tocará de pie como hace cuatro años atrás. – le recriminé.

-          ¡Qué pesimista eres! – me acusó.



Llegamos al acto.
Ya había comenzado. Como de costumbre. Y el patio estaba a reventar.
Saludamos a la mitad de los invitados y no conocía ni a un cuarto de ellos, sin embargo no podía ser mal educada.

-          ¡Felicitaciones, tío! – le dije mientras lo abrazaba fuerte. Lo quería demasiado; desde niña siempre fue así.

A lo mejor, hasta más de lo que él a mi.

-          Gracias, mi niña. – me dió un beso y siguió saludando a todos.

Nos tomamos unas 3.500 fotos. Y si no fueron tantas pues estaba fastidiada como si lo hubiese hecho.

Cada quien se montó en los automóviles con destino a la recepción del acto. Que era el salón de fiesta del círculo militar de La Push.

Tíos, primos y amigos compartimos en armonía durante la noche.

En un punto de la fiesta, ya entrada la madrugada; tío Aro se acercó a la mesa con un acompañante.

-          Familia. Les presento al teniente Black. Será mi mano derecha a partir de mañana. Viene altamente recomendado por… - y esta fue la parte en la que me desconecté.

Había ya un buen tiempo desde que le tenía aprecio a un solo militar, y ese era mi tío. Así que poco me importó la “cara bonita” del teniente. Debía ser uno más del montón.

La celebración siguió, las conversaciones mermaban, los ánimos ya comenzaban a bajar y la gente se fue retirando.

-          ¿Cuándo nos vamos nosotros, mamá? – pregunté
-          Ahorita. Ya hablé con tu tío. Nos asignaron un carro; per hay que esperar que nos llamen. – se explicó René.
-          Está bien.

No sé quien le avisó a mi mamá pero finalmente nos fuimos.
Estábamos montándonos en el carro cuando tocaron la ventanilla del puesto del copiloto.

-          ¡Buenas noches! – se asomó el teniente Black. – ¿les importaría si me voy aquí? Es que mi general me dijo que aprovechara el aventón  luego de dejarlas.

A mamá la brillaron los ojos.

-          ¡Por supuesto que no! – dijo ella entusiasmada.

El  convidado se subió y se colocó el cinturón de inmediato. Luego se giró

Me vió a los ojos.

-          Usted debe de ser la señorita Isabella. – dijo él.
-          Bella. – lo corregí.

Sonrió apenado. Sus dientes blancos resaltaron contra su piel canela.

-          Perdone. No tuvimos la oportunidad de compartir en la recepción.
-          Disculpe, pero es que no lo vi hasta que mi tío lo presentó. Y después tampoco. – comente.
-          ¡Una lástima! – añadió el.

Yo le sonreí con timidez y volteé hacia el vidrio. Estaba demasiado cansada.

Cuando llegamos a la puerta de la casa, él teniente se bajó rápidamente y le abrió la puerta a mamá. Yo abrí la mía y salí.

-          Hasta luego señorita Bella. – dijo él con una amplia sonrisa.
-          Adiós, teniente. – concluí.

Cerré la puerta y allí estaba René esperándome.

-          ¿Sigues con tu aversión a los militares? – preguntó algo irritada.
-          ¿Por qué habría de dejarla?

-          Porque tu tío es uno. Y porque ese teniente es calidad de persona. Te hubieses dado cuenta si hubieses participado en la conversación en el auto.

-          No me pareció interesante. Tengo sueño mamá. Nos vemos más tarde.

Me fui a mi cuarto me cambié y me tiré en la cama.


Era un día sábado soleado. Cosa poco habitual en Forks. La familia preparaba una parrillada. Habían venido incluso mis tíos que Vivian en otros estados. Celebramos el ascenso ocurrido dos días atrás.

Cada uno colaboraba en algo. Yo estaba con mi tío Marcos cocinando la carne.

-          ¿Por cuantos días más vamos a celebrar el ascenso de tío Aro?; parece una boda árabe. – dije en tono bromista.

-          Eso no importa, Bella. Esto ocurre cada cuatro años. – dijo con una sonrisa.


-          Si. Pero es igual con el cumpleaños de las tías o del tío Cayo; o el de mamá. En fin; casi todos los meses.

Ambos nos reímos.

-          Entonces ya deberías estar acostumbrada. – me comentó como a modo de consejo.

-          Supongo que soy el bicho raro de la familia. – le sonreí con timidez.
-          No digas tonterías, Isabella…

-          ¡Bella! – lo interrumpí.

-          Bueno, Bella. – corrigió con tedió. – Solo eres un poco diferente a nosotros. Solo eso cariño.

Me dio un beso en la mejilla

-          Voy por una cerveza. ¿quieres una?

-          Si. Que esté bien fría. Por favor. – le pedí.

-          Con razón hoy hace sol. ¡Bella quiere beber! – se burló.

-          ¡Hey, respeta! O comerás carne quemada. – bromeé

Se fue riéndose.

-          Buenas tardes, señorita. – me dijo una voz a mi espalda.

<< ¡No! Me suicido. ¡Que fastidio!>>, luego volteé.

-          Buenas tarde, teniente. – le sonreí y seguí en lo mío.

Lo reconozco, puedo ser odiosa cuando me lo propongo.

-          ¿Disfrutando de la celebración? – se colocó a mi lado izquierdo.
-          Si, a mi manera. – le comenté.

-          ¿Y cómo son las cosas a su manera? – preguntó súbitamente interesado.

Lo vi por primera vez desde que llegó.

Estaba de civil. Con una camisa a cuadros y unos jeans.

-          No lo sé. Supongo que como me nazca hacerlas. – comenté.

Me sonrió.

-          No le agrado ¿cierto?

Me sentí apenada. Pero solo un poco.

-          En realidad ningún militar me cae bien. Excepto mi tío. Porque lo conozco y porque es familia. - le dije con sinceridad. Así a lo mejor se cansaba y se iba.

-          Pero a mí no me conoce. ¿no le parece un poco injusto que tenga prejuicios en mi contra, sin saber si los merezco? – su mirada era desafiante en el fondo y segura por fuera.

-          Yo no dije que fuese justa en mis razones, sino que no me agradan los militares. – seguí en lo mío.

-          Quizás si salimos le puedo mostrar que se equivoca. – propuso. Lo miré y entrecerré los ojos con sorna. – O usted verá si tiene razón en que yo no le agrade.

-          No. Gracias. Es usted muy amable. – volteé los churrascos de carnes que ya estaban casi listos.

-           ¿Qué hay de malo en mi invitación? – preguntó con cierto tono seductor que me irritó.
-          ¡Black! – gritó tío Aro a lo que se acercó a la parrilla.

El teniente se cuadró en posición firme. Me revolvió el estomago tantas ganas de agradar.

-          Descansa, muchacho. – dijo dándole dos fuertes palmadas en la espalda.

No es que mi tío fuese ordinario, sino que era de mano pesada.

-          Gracias, mi General. – se saludaron.

-          Qué bueno que viniste, pero veo que estas bien acompañado. ¿que tal la conversación, Bella?

Volteé de golpe. No me imaginaba que se referiría a mí.


-          Yo…este…normal. Todo normal. – seguí en lo mío. Era una estúpida cobarde.

-          Le estaba proponiendo una salida. Para demostrarle que no soy tan aburrido como lo parezco. – volteé con rabia y vi sus ojos que se estaba pasando en grande.- Pero se ha negado.

Mi tío se quedó perplejo.

-          Bella. ¿Por qué te niegas? Estás de vacaciones de semestre. No veo el problema.

<< Yo si, lo tiene enfrente vestido de cuadros negros con rojo. Y con una estúpida sonrisa de autosuficiencia>>; pensé.

-          Es que no estoy de ánimos. – fue lo primero que se me pasó por la cabeza.

-          Tú nunca estás de ánimos para salir. ¡anímate! Tienes veintiún años. Tienes muchas cosas por conocer. ¿usted que dice, Black? – dijo poniendo una mano en su hombro.

-          No puedo estar más de acuerdo con usted. – su cara era la de un ganador.

-          Bien. Pues no se diga más. ¿Cuándo te toca librar, Jacob?

-          El jueves, señor. – contestó ceremonialmente.

-          Entonces será el jueves. ¿verdad, Bella? - lo dijo con naturalidad.

-          Sí. – exclame entre dientes. – claro, tío.

-          Tan bella, mi niña. Me la cuidarás bien ¿cierto, Black? – le preguntó mientras me abrazaba.

-          Por supuesto que si, mi General. Jamás estará tan bien cuidada como por mí.

-          Me alegro oír eso. – me besó en la frente. – Esa carne está lista, cielo. Llévasela a René para que vaya sirviendo.

Asentí con la cabeza.

La ira y la impotencia me corrían la sangre. Y la boca me sabía a hiel.

-          ¿Suele ser usted tan manipulador siempre, teniente? – lo increpé con odio en la mirada.

-          Si me intereso bastante por algo, soy capaz de hacerlo. No me odie por eso. Solo quiero una oportunidad. – se puso serio.
-          Y la con sequé moviendo bien sus cartas. ¡asombroso, teniente! eso lo hace menos despreciable. – comenté con ira mientras me volteaba y sacaba la carne de la parrilla.

-          Si quiere lo cancelamos. – dijo pesaroso.

<< Idea tentadora y provocativa>>

-          No. Yo nunca quedo mal con mi familia. – admití exponiendo mi debilidad.

-          Ya me di cuanta. – su sonrisa triunfal era detestable. – ¿entonces paso por usted el jueves?

Gruñí tomé el plato en el que había colocado los churrascos y me largué de allí.

No sabía lo que se traía entre manos.
Pero definitivamente conmigo estaba equivocado.

1 comentario:

  1. mmmm me cae mal jake!!! pobre bella q onda no tiene voluntad o q? pobrecitaaaa me esta gustando mucho esta historiaaa

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