-
¡Swan! – me giré hacia uno de los pilotos – Ya
vamos a arrancar.
Asentí y boté lo que quedaba de jugo en mi vaso.
Corrí hasta la pista y me subí al avión sin titubear.
Comencé a buscar a mis ayudantes. Ben y Ángela.
Subieron justo detrás de mí.
-
¿No le falta nada, Señorita Swan? - preguntó Ben tan servicial como siempre.
-
No. Solamente ustedes y ya llegaron. Dale la
orden al piloto para que despegue.
Asintió y se fue.
Un staff completo de 20 personas me acompañaba en mi viaje a L`Aquila.
Deberíamos entregar cinco toneladas de alimentos y otras tres de medicinas.
Tenía mucho trabajo por detrás, así que mejor aprovechaba todo lo que
pudiese durmiendo.
Me fui hacia los asientos más retirados. Me tumbé en ellos y cerré los
ojos.
Me dormí profundamente
Lo siguiente que recuerdo es que me desperté en el mismo lugar en donde
me había acostado; pero esta vez con una manta encima.
Es que se me olvidó acotar que tomé tranquilizantes antes de subir al
avión. Le tengo fobia a loa alturas. Por eso estaba tan profundamente dormida.
Me puse en pie y me di cuenta que aún seguíamos volando; eso me inquietó
pero no mucho ya que seguía bajo la influencia del calmante. Vi que algunos del
staff estaban dormidos. Otros conversaban en voz baja, otros escuchaban música
y Ángela trabajaba en mi laptop. Ella era una chica de lo más diligente.
Me acerqué a ella.
-
Qué bueno que ya se despertó. – dijo despegando
los ojos de la pantalla – No falta mucho de camino. Solo una media hora más.
Hablé hace diez minutos con los pilotos. – me sonrió y siguió escribiendo lo
que parecía un informe.
-
¿Qué haces? – le pregunté con desánimo-,insisto
seguía bajo los efectos del narcótico.
-
Hago el informe de inventario. Así se nos hará
más fácil el conteo de la logística a la hora del desembarque.
-
Buen trabajo. – la felicité en lo que fue casi
un susurro.
Eché mi cabeza hacia atrás y cerré
los ojos.
-
¿Le da pánico volar? – asentí – Entonces duerma
lo que resta. Yo la despertaré en cuanto lleguemos ¿Le parece?
Nuevamente asentí y me dejé ir.
Ya habíamos llegado al aeropuerto de L´Aquila y me encontraba activa.
Ángela me había conseguido un café bien fuerte. Se extrañó de que se lo pidiera, ya que no me gustaba.
-
¡Ben! – grité ya que se encontraba en poco
lejos. Y en el lugar había un poco de alboroto puesto que estaba comenzando a
llegar la ayuda humanitaria internacional. Fuimos unos de los primeros.
El chico corrió hacia mí.
-
Toma. – le entregué una carpeta de manila. – Estos son los inventarios del total de provisiones que debíamos haber traído.
Chequéalo son el informe real que hizo Ángela. Al parecer esta todo en orden;
pero quiero reafirmar que todo sea exacto. – le sonreí con amabilidad.
-
De inmediato señorita Swan. – dijo tímido y
eficiente a la vez.
-
O me dices Swan o me dices Bella. Pero no
“señorita o lo que sea”. No me agrada. – le comente con camaradería.
-
Está bien, Swan. – contesto riendo.
-
Vale a trabajar. – ¡Ah! Y por cierto. Dile a
Newton que traiga su trasero para acá. Tenemos mucho que hacer.
Él asintió y siguió divertido. Yo me giré y me dirigía al avión. Cuando
recibí una llamada.
-
¿Sam? – me extrañó ver su nombre en la pantalla
de mi blackberry. - ¿Si?
-
¿Bella? - ¿Quién mas si no? – halo. Quería
avisarte que mandé una comisión para allá. Encabezado por Jacob; para que te apoye.
<<hijo de la gran p…>>, me provocó decirle.
-
¡Qué bien, Sam! Pero eso me hubiera sido útil
durante la semana pasada. Ahora solo nos queda bajar la logística. – mi voz era
acida y fría.
-
Perdona. No debí partir dejándote sola con esa
responsabilidad.
-
Sí. No debiste. Pero si llamas para decirme
cosas que ya sé, entonces debo dejarte. Tres toneladas de alimentos y medicinas
me esperan. – seguía en mi tono deliberante.
-
¡No! – se apresuró a decirme antes de que le trancara el teléfono - ¡Ya se asignó un director en Forks!. Te encontrará
conjuntamente con mi comisión.
-
Está bien, aquí lo espero. – dije lo más neutral
que pude.
-
Bien. eso es todo. Te deseo lo mejor, Bella.
Adiós. – dijo Sam, la vergüenza traspasaba sus palabras.
-
Gracias. Adiós.
Fui a constatar que todo se estuviese ejecutando como debía. Haciendo
unas cuantas llamadas para chequear detalles y verificar datos; pero me gustaba
lo que hacía, no me pesaba.
Al cabo de un rato se me acercó Mike. Con su muy arreglado cabello rubio
y sus ojos azules. Él se sabía el más asediado por las mujeres de la oficina; luego de
que Jacob partiera y le dejara su legado. En sentido figurado.
Se aproximaba con un paso como si estuviera en una pasarela de Calvin
Klein.
-
¡Newton! – exclamé algo alto por el bullicio que
había aumentado considerablemente - ¿Será que puedes dejar para luego tus
desfiles y flirteos? Necesito que cubras esta misión muy bien.
Mike era el jefe del departamento de prensa de Defensa Civil Forks. Su
labor era impecable, más sin embargo habían momentos como los de ese día en me
ponía los pelos de punta.
-
Está bien, Swan. Ahorita mismo. – se sonrojó y
se fue a tomar algunas fotografías.
Quizá pareceré una tirana en la manera en que relato los actos; pero la
verdad suelo llevarme muy bien con el personal de la oficina. Era la
responsable de una de las principales dependencias de esta; la de logística
para ser exactas; por lo que debía implantar disciplina para que las cosas
fuesen llevadas a feliz término. Y desde que el brillante de mi jefe Sam se
largó llevándose a Jacob con él, tuve que llevar más presión en mis hombros.
Jake era un excelente director de operaciones; y como debe ser; su
dirección y la mía trabajaban como una sola. Me gustaba trabajar con él; era un
gran ser humano.
<<Si me hubiese quedado con Jake…quizás no estaría pasando por este
dolor…>> este pensamiento abarcó mi mente por un instante.
<<¿Acaso estoy loca? ¡Jamás! Él no es del tipo de hombre que
merezca ser usado para “medio llenar” una existencia vacía>> me reproché;
mientras afuera la lluvia caía en manera de aguacero.
El clima iba muy bien de acuerdo a mis sentimientos. O ¿Sería mejor
decir, agonía?. Sí; esa era la palabra correcta. Mi vida sin Edward era una
agonía. Me consumía hasta la última partícula de felicidad o sosiego que
pudiese tener. ¿Por qué tenía que ser tan dependiente de él? ¿Por qué me sentía
como si fuese una momia. Vieja fea y desgastada?
Esta era una manera miserable de vivir.
<<…Es mejor volver a ese día…>>
Él avión que
venía desde Washington; como Sam me había avisado; arribó a las nueve de la
noche.
Aún no se había
bajado la carga puesto que las autoridades locales tenían un desorden con la
permisología. Cosa que me tenía al borde de los nervios.
Mientras
descendía el staff regional, yo fui a chequear algunos detalles con Ángela.
Recuerden siempre esto: “Cuando las cosas están muy mal y crees que nada puede salir peor. Pues viene
el destino a darte tres bofetadas para demostrarte que te equivocas con algún
evento desafortunado más”.
Eso fue lo que
sucedió en ese preciso momento.
-
¡Swan! – me dijo Ángela mortificada – La
secretaria general de DF Italia* se fue y dijo que regresaba hasta mañana. Por
lo tanto la carga se bajará hasta entonces.
Abrí los ojos como platos.
-
¿Qué Gianna hizo qué? – pregunté ahogando un
grito – Esa p… - respiré profundo - ¡Qué irresponsabilidad! Le importa un bledo
el tiempo de los demás. ¡Arg!
Mi pobre asistente se veía mortificada hasta más no poder.
-
Discúlpeme, yo traté de localizarla desde
temprano y lo único que logré fue dejarles mensajes con su secretaria; pero al
parecer no los recibió o…
-
No los atendió porque no le dio la gana. –
estaba suficientemente molesta como para dejar la cortesía a un lado – No te
preocupes, Ang. Déjame cuadrar los
detalles de esta pernocta involuntaria.
-
Iré al avión para crear un plan B, en caso de
que se dé lo que usted quiera.
Asentí.
-
Gracias. Y por favor háblame de tú. Me incomoda
que me trates de “usted”. – le sonreí lo más que pude; la situación no estaba
como para eso.
Ella me devolvió el gesto y se fue.
-
¡Bella! – gritaron a mi espalda.
Me giré hacia el sonido.
Era Jake que venía trotando con unos pantalones cargo azul marino; los
del uniforme; una camiseta negra y las habituales botas “todo terreno” que
llegan hasta la mitad de la tibia.
Me acerqué y lo abracé por un segundo pero él me retuvo un poco más. Al
conseguir aflojarme lo miré con un desdén bromista.
-
Siempre tienes que violar la normas y usar el
uniforme como te dé la gana… - nos carcajeamos.
Cuando él sonreía se le achinaban sus ojos almendrados; confiriéndole un
aspecto aniñado.
-
Sabes bien que odio esta guerrera. – dijo con
burla mientras agarraba la parte de arriba de mi vestuario.
-
Sí, lo recuerdo.
-
¿Cómo te ha ido?
-
Demasiado ocupada, pero bien. ¿Y a ti? ¿Cómo te
tratan en la regional?
Suspiró con pesadez.
-
Las mujeres con demasiada “predisposición”, y
los hombres con caras de perros. Solo me toleran Sam y el que ahora es mi
asistente. Un chico llamado Embry. Es muy eficiente.
Me reí sin tapujo alguno y él me miró con frustración.
-
Ya deberías estar más que acostumbrado a “esas”
situaciones con las féminas. – me volví a carcajear.
Me miró con profundidad y dijo.
-
Lástima que ya mi corazón está tomado; y lo peor
es que…a ella ni siquiera le importo. – su tono se apagó igual que el brillo de
sus ojos negros.
-
No digas eso, Jake. Por favor. – eludir el tema
era más fácil que excusarme – Mejor hablemos de mi nuevo jefe ¿Cómo es?
Aunque sus facciones se relajaron, el dolor en sus ojos continuó.
-
Es un buen tipo. Y está muy bien preparado. Sabe
de lo que habla. Ha recorrido el mundo estudiando los fenómenos naturales. Y no
me lo tomes a mal, pero es bien parecido.
Me sonreí.
-
Ojalá me lleve bien con él. Es lo único que
pido.
Meneó la cabeza de lado a lado.
-
No me parece posible que se lleven mal. Es muy
ameno. Reservado si es. Pero también cortés. ¡Ah mira! ¡Ahí viene! – dijo
señalando a mis espaldas.
Me giré y las rodillas me temblaron. El fantasma de una fantasía infantil
y de una promesa sin cumplir me golpeó en la cara con rudeza dejándome débil y
vulnerable.
Seguía casi igual desde la última vez que lo había visto. Un poco mayor
quizá, pero es normal ya que los años no pasan en vano.
Durante unos segundos dejé de respirar y mi corazón latió desbocado.
Sentí que el mareo se apoderó de cada parte de mi cuerpo.
-
¿Bella? – exclamó Jacob alarmado - ¡Estás
pálida!
Me tomó en brazos y me sentó en el suelo mientras me sostenía espalda y cabeza con sus brazos. Me tendió en
el piso para tomarme las pulsaciones en el interior de la muñeca. Mi
conocimiento se esfumaba cada vez más.
-
¿Qué le ocurre? – escuché su voz por primera vez
en once largos años.
-
Se le bajó la tensión, creo. – Jake estaba
frenético - ¡Embry! ¡Trae un maldito paramédico!
Estaba fuera de sí, como cada vez que me ocurría algo. Nunca había podido
controlarse cuando era yo a quién tenía que atender.
-
Tranquilo, Black. Yo me encargo. – sentí unas
manos más frescas en la nuca, que me giraban hacia el lado derecho - ¿Bella?
¿Bella Swan? – dijo después de unos segundos.
Yo no podía ver nada, unos puntos negros llenaban mi vista.
-
Sí. ¿La conoces? – preguntó mi amigo.
-
Por supuesto que sí. – exclamó seguro – Bella
¿Sabes quién soy? ¿puedes oírme?
No podía verlo, pero primero me llevaban al inframundo antes de olvidar
ese rostro y esa voz.
Tomé aliento de donde pude para responder.
-
Sí. – mi voz sonó demasiado débil – Carlisle. –
expresé segura. Luego me dejé ir.
Me desperté en
una sala dispuesta para atender emergencias. Conocía esas instalaciones, era un
tráiler de asistencia médica de Defensa Civil.
Me removí en la
camilla y sentí un fuerte pinchazo en el brazo.
-
¡Auch! – me quejé con voz pastosa.
-
Shhh. Descansa, cielo. – dijo Jacob, que tenía
agarrada mi mano izquierda entre las suyas.
Me giré para verlo.
-
¿Jake? ¿Qué me pasó? – fue una pregunta absurda,
pero es que cuando me despertaba de los desmayos no estaba precisamente clara
en el lugar y los hechos ocurridos.
-
Te desmayaste, Bella. – su mirada me recriminó
antes que sus palabras – Ángela me dijo que lo único que habías ingerido en el
día fue un café y un jugo. ¿Acaso quieres terminar anémica? ¿O quieres
desmayarte a cada rato, como te pasaba antes?
Su suave voz me aturdía.
-
Perdón. Es que no sentí hambre. No te quise
importunar en tus asuntos. – exclamé en un susurro.
-
A mí no me importa cuidarte, Bella. Si por mí
fuera lo haría durante toda mi vida. Pero no quiero hacerlo a expensas
de que descuides tu salud. Eso no está bien…- mientras hablaba apretaba mis
dedos entre los suyos.
Asentí sin fuerzas.
-
¿Ya reaccionó? – preguntó al entrar en la sala.
Abrí los ojos de par en par. Como si me hubiesen dado un repentino
corrientazo.
Recordé entonces por qué me había desmayado. Aparte del hecho de haber
hecho hipoglicemia.
-
¿Carlisle? – dije con más ánimo que antes.
-
Hola, nena. ¿Cómo te sientes? – se sentó a mi
lado derecho.
-
Mareada y aturdida. – respondí de ipso facto.
-
Es normal. Pero la intravenosa te ayudará a
compensarte. – me miró con dulzura y luego añadió – Sigues igual que cuando
estabas pequeña. Miento; más hermosa. – me sonrió con displicencia.
No estaba para cumplidos. No en ese momento.
-
Gracias. – respondí sin muchos rodeos - ¿Ed…? –
tomé aire - ¿Edward está aquí?
Meneó la cabeza de lado a lado.
-
No. – mi corazón se detuvo y los ojos me
picaron. Tuve que morderme la lengua para no evidenciar mis sentimientos. –
Está trabajando en una transnacional farmacéutica. Está en Canadá.
Casi gemí.
-
Me alegra que le vaya bien en su vida. – concluí
con todo la entereza que pude.
Era absurdo pensar que después de once años él se recordase de la niña
ilusa que le dio una esclava para que la recordara. Y aún más absurdo, el hecho
de que una parte de mí siempre lo esperó por lo cual nunca fui capaz de ser
feliz en ninguna estúpida relación que emprendiera.
-
Debo ir a atender la logística. – se excusó
Carlisle. – Ya que no estás en condiciones. Trata de descansar. Ya has hecho
suficiente durante la semana.
Negué con la cabeza.
-
Yo voy con…- intenté ponerme de pie pero las
fuerzas me flaquearon.
-
Debes reponerte. En estas condiciones no podrás
hacer nada. Buscaré algo de comida para ti; porque si no; durarás desmayada
hasta mañana en la mañana cuando partamos. – decía esto mientras sonreía con
condescendencia.
Me alarmé.
-
No podemos partir temprano. Es que Gianna…
-
Esa joven necesitaba un buen tirón de orejas. Ahora
está abajo recibiendo las provisiones. Todo está en perfecto orden. Buen trabajo,
Swan. Si siempre eres así, trabajáremos muy bien juntos. – me guiñó un ojo.
Y si él solía colocar en su puesto a idiotas como Gianna con facilidad,
pues yo también creía que podíamos trabajar bien juntos.
-
Gracias, director. – me sonrió y se fue.
Volteé hacia mi izquierda y me encontré con la mirada escrutadora de
Jake.
-
¿Qué pasa aquí, Bella? ¿Por qué te ha afectado
tanto ver a Carlisle? ¿Quién es Edward? – olvidé lo bien que él me conocía. Era
de suponerse que mis reacciones no le pasarían inadvertidas.
Respiré profundo y traté de aclarar las ideas. Aún seguía convaleciente.
-
Eran amigos de la familia. Me crié con él y…los
suyos durante prácticamente toda mi niñez. Y Edward… - busqué las palabras
correctas para no delatarme y para no herirlo a él. – Fue mi… mejor amigo
durante esos años. Él único a decir verdad.
Posó toda su suspicacia en mí.
-
Lo querías mucho, ¿Cierto? – asentí - ¿Fueron…algo
más? – lo miré confundida, pero aún así volví a asentir – Eso fue. – dijo para
sí y bajó la vista.
No mencioné palabra alguna mientras él llegaba a conclusiones acerca de
mí; pero yo las desconocía.
-
Es por él. – dijo como si hubiese tenido una
revelación divina. Levantó su cara para sonreírme, pero en la misma no había
felicidad sino incredulidad. – Por eso es que eres tan “cerrada” en cuanto a lo
personal. ¿Acaso te dejó?
No le respondí. El nudo en mi garganta lo impidió.
-
Te dejó. – asintió - ¿Cómo no lo supe antes? Por
eso reaccionaste así cuando viste a Carlisle.
Por primera vez en años tuve que hacer frente a mis demonios.
-
¿Él es acaso su padre? – asentí - ¿Cuándo
ocurrió?
Bajé la vista a los pies de la camilla.
-
Cuando era una niña. – no quise decir la edad. Como
si eso le restara algo de absurdo a mi comportamiento.
-
¿Tanto te dolió? - me acarició el rostro con el dorso de sus
dedos. – Bells…no todos somos como él.
-
Sí. Lo sé. – sollocé.
<<Es esa la razón por la cual no estoy con ninguno…>>.
¡Wow! Por fin. Disculpen tanta ausencia niñ@s. Pero de verdad estuve de
vacaciones y no tenía como publicar en las lejanías de la playa…jajajaja. Al
menos eso sirvió para adelantar bastante. No tardaré en ponerme al corriente. ¡Pinkie
Promess! Se les quiere.
Disfruta del Tercer Capítulo aquí: http://themoonssecrets.blogspot.com/2010/10/tercer-capitulo.html
ES INTERSANTE TODA LA TRAMA, DISCULPA LA TARDANZA PERO ESTOS DIAS SON UN CORRE CORRE, ESPERO Q PRONTO PUBLIQUES EL PROXIMO CAPITULO.
ResponderEliminarEXITOS Y BESOS SIS
Beeeeeells.. xfa publica el otro cap.. ya lleva tiempo de q no o haces :D
ResponderEliminarguauuu q super historia me encanto, es buenisima, besosss
ResponderEliminarPronto..la semana que viene tendré la continuación de esta historia...Pinkie promess...
ResponderEliminarque bueno que te gusten patriii...te espero seguido por aquí..=)