“HASTA EN LA SOPA ”
-
¡Corre,
tía. Por favor! Los ascensos comienzan
en dos horas y no sabemos si haya complicaciones para llegar. Además solo te
falta colocarte el vestido. – supliqué.
-
¡ay,
ya basta! Que atorrantes eres, Bella. – dijo mi tía Sara. – además el taxi aún
no llega.
Respiré profundo y me fui hasta la
sala. Revisé mi teléfono. Nada. No sonaba nada. ¿Quién me escribiría hoy? Pues
nadie. Toda mi existencia estaba avocada al ascenso de mi tío Aro. Comandante
de la Brigada de Infantes de Forks. Ascendía a General de División.
-
¡Vamos!
– grito mi tía. - ¡Tu mamá ya llegó, me acaba de llamar!
-
No
encontraremos puestos. Nos tocará de pie como hace cuatro años atrás. – le
recriminé.
-
¡Qué
pesimista eres! – me acusó.
Llegamos al acto.
Ya había comenzado. Como de costumbre.
Y el patio estaba a reventar.
Saludamos a la mitad de los
invitados y no conocía ni a un cuarto de ellos, sin embargo no podía ser mal
educada.
-
¡Felicitaciones,
tío! – le dije mientras lo abrazaba fuerte. Lo quería demasiado; desde niña
siempre fue así.
A lo mejor, hasta más de
lo que él a mi.
-
Gracias,
mi niña. – me dió un beso y siguió saludando a todos.
Nos tomamos unas 3.500 fotos. Y si
no fueron tantas pues estaba fastidiada como si lo hubiese hecho.
Cada quien se montó en los
automóviles con destino a la recepción del acto. Que era el salón de fiesta del
círculo militar de La Push.
Tíos, primos y amigos compartimos en
armonía durante la noche.
En un punto de la fiesta, ya entrada
la madrugada; tío Aro se acercó a la mesa con un acompañante.
-
Familia.
Les presento al teniente Black. Será mi mano derecha a partir de mañana. Viene
altamente recomendado por… - y esta fue la parte en la que me desconecté.
Había ya un buen tiempo desde que le
tenía aprecio a un solo militar, y ese era mi tío. Así que poco me importó la
“cara bonita” del teniente. Debía ser uno más del montón.
La celebración siguió, las
conversaciones mermaban, los ánimos ya comenzaban a bajar y la gente se fue
retirando.
-
¿Cuándo
nos vamos nosotros, mamá? – pregunté
-
Ahorita.
Ya hablé con tu tío. Nos asignaron un carro; per hay que esperar que nos
llamen. – se explicó René.
-
Está
bien.
No sé quien le avisó a mi mamá pero
finalmente nos fuimos.
Estábamos montándonos en el carro
cuando tocaron la ventanilla del puesto del copiloto.
-
¡Buenas
noches! – se asomó el teniente Black. – ¿les importaría si me voy aquí? Es que
mi general me dijo que aprovechara el aventón luego de dejarlas.
A mamá la brillaron los ojos.
-
¡Por
supuesto que no! – dijo ella entusiasmada.
El
convidado se subió y se colocó el cinturón de inmediato. Luego se giró
Me vió a los ojos.
-
Usted
debe de ser la señorita Isabella. – dijo él.
-
Bella.
– lo corregí.
Sonrió apenado. Sus dientes blancos
resaltaron contra su piel canela.
-
Perdone.
No tuvimos la oportunidad de compartir en la recepción.
-
Disculpe,
pero es que no lo vi hasta que mi tío lo presentó. Y después tampoco. –
comente.
-
¡Una
lástima! – añadió el.
Yo le sonreí con timidez y volteé
hacia el vidrio. Estaba demasiado cansada.
Cuando llegamos a la puerta de la
casa, él teniente se bajó rápidamente y le abrió la puerta a mamá. Yo abrí la
mía y salí.
-
Hasta
luego señorita Bella. – dijo él con una amplia sonrisa.
-
Adiós,
teniente. – concluí.
Cerré la puerta y allí estaba René
esperándome.
-
¿Sigues
con tu aversión a los militares? – preguntó algo irritada.
-
¿Por
qué habría de dejarla?
-
Porque
tu tío es uno. Y porque ese teniente es calidad de persona. Te hubieses dado
cuenta si hubieses participado en la conversación en el auto.
-
No
me pareció interesante. Tengo sueño mamá. Nos vemos más tarde.
Me fui a mi cuarto me cambié y me
tiré en la cama.
Era un día sábado soleado. Cosa poco
habitual en Forks. La familia preparaba una parrillada. Habían venido incluso
mis tíos que Vivian en otros estados. Celebramos el ascenso ocurrido dos días
atrás.
Cada uno colaboraba en algo. Yo
estaba con mi tío Marcos cocinando la carne.
-
¿Por
cuantos días más vamos a celebrar el ascenso de tío Aro?; parece una boda
árabe. – dije en tono bromista.
-
Eso
no importa, Bella. Esto ocurre cada cuatro años. – dijo con una sonrisa.
-
Si.
Pero es igual con el cumpleaños de las tías o del tío Cayo; o el de mamá. En
fin; casi todos los meses.
Ambos nos reímos.
-
Entonces
ya deberías estar acostumbrada. – me comentó como a modo de consejo.
-
Supongo
que soy el bicho raro de la familia. – le sonreí con timidez.
-
No
digas tonterías, Isabella…
-
¡Bella!
– lo interrumpí.
-
Bueno,
Bella. – corrigió con tedió. – Solo eres un poco diferente a nosotros. Solo eso
cariño.
Me dio un beso en la mejilla
-
Voy
por una cerveza. ¿quieres una?
-
Si.
Que esté bien fría. Por favor. – le pedí.
-
Con
razón hoy hace sol. ¡Bella quiere beber! – se burló.
-
¡Hey,
respeta! O comerás carne quemada. – bromeé
Se fue riéndose.
-
Buenas
tardes, señorita. – me dijo una voz a mi espalda.
<< ¡No! Me suicido. ¡Que
fastidio!>>, luego volteé.
-
Buenas
tarde, teniente. – le sonreí y seguí en lo mío.
Lo reconozco, puedo ser odiosa
cuando me lo propongo.
-
¿Disfrutando
de la celebración? – se colocó a mi lado izquierdo.
-
Si,
a mi manera. – le comenté.
-
¿Y
cómo son las cosas a su manera? – preguntó súbitamente interesado.
Lo vi por primera vez desde que
llegó.
Estaba de civil. Con una camisa a
cuadros y unos jeans.
-
No
lo sé. Supongo que como me nazca hacerlas. – comenté.
Me sonrió.
-
No
le agrado ¿cierto?
Me sentí apenada. Pero solo un poco.
-
En
realidad ningún militar me cae bien. Excepto mi tío. Porque lo conozco y porque
es familia. - le dije con sinceridad. Así a lo mejor se cansaba y se iba.
-
Pero
a mí no me conoce. ¿no le parece un poco injusto que tenga prejuicios en mi
contra, sin saber si los merezco? – su mirada era desafiante en el fondo y
segura por fuera.
-
Yo
no dije que fuese justa en mis razones, sino que no me agradan los militares. –
seguí en lo mío.
-
Quizás
si salimos le puedo mostrar que se equivoca. – propuso. Lo miré y entrecerré
los ojos con sorna. – O usted verá si tiene razón en que yo no le agrade.
-
No.
Gracias. Es usted muy amable. – volteé los churrascos de carnes que ya estaban
casi listos.
-
¿Qué hay de malo en mi invitación? – preguntó
con cierto tono seductor que me irritó.
-
¡Black!
– gritó tío Aro a lo que se acercó a la parrilla.
El teniente se cuadró en posición
firme. Me revolvió el estomago tantas ganas de agradar.
-
Descansa,
muchacho. – dijo dándole dos fuertes palmadas en la espalda.
No es que mi tío fuese ordinario,
sino que era de mano pesada.
-
Gracias,
mi General. – se saludaron.
-
Qué
bueno que viniste, pero veo que estas bien acompañado. ¿que tal la
conversación, Bella?
Volteé de golpe. No me imaginaba que
se referiría a mí.
-
Yo…este…normal.
Todo normal. – seguí en lo mío. Era una estúpida cobarde.
-
Le
estaba proponiendo una salida. Para demostrarle que no soy tan aburrido como lo
parezco. – volteé con rabia y vi sus ojos que se estaba pasando en grande.-
Pero se ha negado.
Mi tío se quedó perplejo.
-
Bella.
¿Por qué te niegas? Estás de vacaciones de semestre. No veo el problema.
<< Yo si, lo tiene enfrente
vestido de cuadros negros con rojo. Y con una estúpida sonrisa de
autosuficiencia>>; pensé.
-
Es
que no estoy de ánimos. – fue lo primero que se me pasó por la cabeza.
-
Tú
nunca estás de ánimos para salir. ¡anímate! Tienes veintiún años. Tienes muchas
cosas por conocer. ¿usted que dice, Black? – dijo poniendo una mano en su
hombro.
-
No
puedo estar más de acuerdo con usted. – su cara era la de un ganador.
-
Bien.
Pues no se diga más. ¿Cuándo te toca librar, Jacob?
-
El
jueves, señor. – contestó ceremonialmente.
-
Entonces
será el jueves. ¿verdad, Bella? - lo dijo con naturalidad.
-
Sí.
– exclame entre dientes. – claro, tío.
-
Tan
bella, mi niña. Me la cuidarás bien ¿cierto, Black? – le preguntó mientras me
abrazaba.
-
Por
supuesto que si, mi General. Jamás estará tan bien cuidada como por mí.
-
Me
alegro oír eso. – me besó en la frente. – Esa carne está lista, cielo.
Llévasela a René para que vaya sirviendo.
Asentí con la cabeza.
La ira y la impotencia me corrían la
sangre. Y la boca me sabía a hiel.
-
¿Suele
ser usted tan manipulador siempre, teniente? – lo increpé con odio en la
mirada.
-
Si
me intereso bastante por algo, soy capaz de hacerlo. No me odie por eso. Solo
quiero una oportunidad. – se puso serio.
-
Y
la con sequé moviendo bien sus cartas. ¡asombroso, teniente! eso lo hace menos
despreciable. – comenté con ira mientras me volteaba y sacaba la carne de la
parrilla.
-
Si
quiere lo cancelamos. – dijo pesaroso.
<< Idea tentadora y
provocativa>>
-
No.
Yo nunca quedo mal con mi familia. – admití exponiendo mi debilidad.
-
Ya
me di cuanta. – su sonrisa triunfal era detestable. – ¿entonces paso por usted
el jueves?
Gruñí tomé el plato en el que había
colocado los churrascos y me largué de allí.
No sabía lo que se traía entre
manos.
Pero definitivamente conmigo estaba
equivocado.
mmmm me cae mal jake!!! pobre bella q onda no tiene voluntad o q? pobrecitaaaa me esta gustando mucho esta historiaaa
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