viernes, 3 de diciembre de 2010

Corazón de Cristal - Tercer Capítulo:





“CREER EN TI”

La bocina del auto de Angela me avisaba que me estaba tardando demasiado. Y no porque me estubiese arreglando mucho precisamente, sino porque la alarma del despertador no había sonado y me había quedado dormida, hasta que mi amiga me había llamado por el teléfono. Finalmente estaba lista y corrí escaleras abajo, tomando mi bolso antes de salir.
— ¿Acaso recuerdas que hoy es domingo? La gente suele dormir hasta tarde. —le reproché en broma mientras me colocaba el cinturón de seguridad.
—¿Y tú recuerdas que hace semanas me tienes tirada al abandono, siendo hoy el único día que tenemos para salir? Eres una mala amiga. —bromeó con lo último, porque con los primero era un reclamo directo. Sin rodeos.
—Lo siento, Ang. Me quedé dormida ¿Cuántas veces debo repetírtelo?
Volteó y me guiñó un ojo.
—Las que sean necesarias hasta que lo crea.
Entorné lo ojos.
—¿A dónde nos dirigimos? —pregunté mientras me veía en el espejo del tapasol del lado del copiloto. Tenía unas ojeras algo marcadas. Desvelarme buscando las estrategias más adecuadas para el tratamiento de Edward ya estaban dejando sus rastros.
—Primero a desayunar y luego de compras. —dijo en tono seguro.
— ¡No. De compras no! —chillé.
Negó con la cabeza.
—Claro que iremos de compras. Además te lo mereces por tu deliberada impuntualidad, y yo necesito unas cuantas piezas nuevas en mi guardarropa.
—Supongo que yo también. Aprovecharé para comprar unos conjuntos cómodos. —terminé de observarme y cerré el tapasol.
—¿No trabajas con uniforme? —preguntó ella.
—No. Me dejan ir en lo que se me haga más cómodo.
—Afortunada mezquina.
—Lo sé. Créeme que lo sé. —dije y no me refería al uniforme, sino al ángel que me esperaba cada mañana, encerrado en su universo paralelo.

*.*.*.*.*
—¡Dios mío, Ángela! —gemí con fastidio. —Te has probado piezas exactas pero en colores distintos.
— Bella, mira que puedes ser exasperante. No me escuchaste quejarme cuando estabas comprando ¿Cierto?. —espetó sin un ápice de vergüenza, examinándose cada ángulo en el espejo de tamaño completo que había en las afueras de los probadores.
—Sí, pero eso pasó hace dos horas atrás. Además creo que cuando me levante de este sofá, tendré tatuados los botones en el trasero.
            —Exagerada —murmuró lo bajo. Alzó los brazos en señal de rendición —¡Me harté! No me llevaré ninguno. Odio cómo me quedan.
La dependienta suspiró exasperada. Imaginé que debía estar harta de mujeres como mi amiga que la hacían perder el tiempo. Sentí pena por ella.
— Solo me llevaré eso. —dijo Ang señalando una montaña de ropa que tenía en el mostrador. Al menos la chica se llevaría una buena comisión.
Estuve en pie tan rápido como pude; por si se arrepentía y volvía por alguna otra cosa.


*.*.*.*.*
—Estaba famélica. —le comenté a Angela mientras nos dirigíamos de vuelta a mi casa. Habíamos ido a una nueva pizzería en la ciudad. Casi me convencía a mí misma que la espera en la tienda bien había valido la pena. Casi. 
—Igual. —dijo mientras sorbía un trago de soda.
— Gracias por el día, Ang. Lamento que no hayamos disfrutado más por quedarme dormida de camino para acá. —a pesar de todo me había relajado un poco, con las conversaciones fáciles y entretenidas que solían ser costumbre con ella.
—De nada, Bells. Debemos quedar más seguido. —me sonrió con ternura.
—Claro que sí. Siempre que no sean compras. —rió por mi comentario y le devolví el gesto. Pasamos un rato en silencio mientras le daba vueltas a mi celular con ansiedad.
— Deberías hacer la llamada que esperes que llegue. Te he visto con ese teléfono pegado a ti desde que salimos esta mañana. —sentí un poco de vergüenza al notar el leve tono de reproche que había en su voz.
—Lo haré luego. Esta es nuestra salida. —dije con voz trémula mientras veía a la pantalla del teléfono celular.
—Desde la cena te he observado y no has dejado de estar pendiente de la pantalla del móvil cada cierto tiempo. Esperaba que me contaras que era lo que te preocupaba pero no lo mencionaste nada.
—No era consciente de estar haciendo eso desde temprano. Lo siento.
Parpadeó atónita.
— ¿En serio? ¿Qué te preocupa?
Suspiré resignada y admití que mis inquietudes tenían nombre y apellido.
— Es Edward, Ángela. Me pongo ansiosa cuando no estoy con él. Me preocupa que vuelva tener una crisis de pánico y que no sepan lidiar con él. Puede hacerse daño… —me estremecí. — mientras yo no estoy con él. No sé como podré verme al espejo si eso pasara.
Me miró con cara de atolondramiento.
— ¿Te has escuchado, Isabella Swan? No. Corrijo. ¿Te has observado últimamente? Estás entregada en cuerpo y alma a ese muchacho. ¿Estás segura que solo estás interesada a Edward como un paciente?. Parece la preocupación que tendría un pariente u…otra cosa. —me quedé sin respiración por un interminable minuto. Cuando logré articular palabras, no sabía bien que decir.
— Yo…no sé porqué soy así con él. Es como si tuviésemos alguna conexión más allá de lo tangible, Angela. Cuando estoy con él, es como si todo estuviera en su lugar.
—Vaya. Ya veo que te importa más de lo que creí. —siguió manejando pero esta vez con una expresión indescifrable en el rostro. —Sea lo que sea que sientas, ten mucho cuidado con lo que hagas, Bells, porque no creo que sea bien visto que tienes un interés más personal en tu paciente que otra cosa. La gente puede tergiversas las cosas y pensar que lo haces por muchos motivos erróneos.
—¡Yo jamás he dicho que estoy interesada en Edward más allá de lo profesional! —me alarmé.
—No lo has dicho. Pero sé que vas en esas vías. ¿Acaso estás dispuesta a alejarte de él?
—No. —respondí sin titubear y quise darme de bofetones.
—Allí está. Te apoyaré siempre, pero solo te digo que vayas con precaución en este tema. Puedes salir desprestigiada y herida. —mordí mi labio inferior con nerviosismo.
—¿Qué puedo hacer, Angela? —se rompió mi máscara y enfrenté por fin la realidad que se me presentaba. —¿Qué voy a hacer si no puedo sacarlo de ese estado? ¿Qué voy a hacer con lo que se está despertando en mí? Sería antiético. —escondí mi cara entre las manos.
—Tú misma me dijiste que Edward puede ser un autista de “alto funcionamiento” solo es cuestión de esfuerzo y dedicación. Y con respecto a tus sentimientos…dejémosle eso al tiempo. Pero no te castigues como si lo que estás experimentando fuese un pecado. Descuida. Las cosas se van a arreglar.
Respiré y saqué mi cara de su escondite.
— ¿Tú crees?
—Estoy segura. —afirmó optimista. Ella solía ser así. Siempre le veía el lado bueno a las cosas.
Llegamos a mi puerta y me despedí de ella con la promesa de encontrarnos mucho más seguido. Luego miré durante cinco minutos el teléfono de la cocina, debatiéndome entre llamar o no. Eran las ocho con treinta de la noche. Sin pensar más,  disqué el número de la casa con avidez y esperé ansiosamente a que la señora Esme fuese quien respondiera y no la imbécil de Claire.
—¿Buenas noches? —dijo al cuarto repique quien esperaba oír.
—Buenas noches, señora Cullen. Es Isabella.
—Hola, Bella. ¿Qué tal tu día libre?
—Bien. Gracias por preguntar. ¿Cómo pasó Edward el día? —pregunté sin más rodeos.
—Pues… —me asustó su titubeo. —pasó el día en cama.
—¿Por qué? —le interrumpí.
—No lo sé. Simplemente no quiso salir por más que su padre y yo intentamos animarlo. Comió poco y no dijo ni hizo nada. Solo se mantuvo imperturbable en su cama. —me sentí responsable de aquello. Quizá no fuese mi culpa, pero así lo vi en ese momento.
—¿Ya se durmió? —pregunté en un susurro.
— Hace media hora que lo dejé y estaba tan ausente como casi siempre. ¿Quieres que vaya a verlo? —siempre tan atenta.
—Sí, por favor. —quizás era preferible decir que no. Que lo dejara descansar y que lo vería mañana temprano. Pero como ser humano imperfecto que soy, me volví egoísta con él. Porque sabía que mi presencia le hacía bien y la de él a mí.
Pasados unos dos minutos, el tiempo suficiente para que la señora Esme se pudiera a acercar a la habitación de Edward, volví a escuchar una voz en el teléfono.
—Está despierto. —anunció  —Le pondré el altavoz para que te escuche. — Cielo, alguien te está llamando. Ya verás que te pondrás de mejor humor. —dicho esto escuché un “click” y luego un… —¡Listo, Bella! ¡Wow! —dijo asombrada.
—Wow ¿Qué? —pregunté recelosa.
—Nada…nada.
—Dígame, señora Esme por favor. Me preocupan esas expresiones. Y peor aún, su silencio.
—Es que…solo fue decir Bella y…sus ojos cambian la mirada. No lo sé. A lo mejor son ideas mías.
O quizás no era ella sola. Puede que fuésemos un par de mujeres ilusionadas en la recuperación de un mismo ser pero con diferentes objetivos. El de la primera era recuperar a un hijo ausente, y el de la segunda descubrir si esos sentimientos que tenía eran correspondidos o si se estaba imaginando todo.
Deshice el nudo de mi garganta y hablé:
—No son ideas suyas, mantiene vivas las esperanzas. Y eso es justo lo que necesitamos. —luego desvié la conversación porque no quería terminar diciendo demasiado al teléfono. —Hola, Edward. Tu madre me dijo que pasaste el día acostado ¿Por qué, ángel? —esperé un rato en silencio. —¿Qué está haciendo? —le pregunté a la señora Cullen.
—Parece escuchar atento. Sigue hablando.
—Bien…Mañana llegaré más temprano y estaremos juntos todo el día. Te lo prometo. —escuché un gemido de fondo. —Es en serio, ángel. Te lo prometo. Así que descansa y mañana yo seré quien te despierte como siempre. —otro gemido. —Descansa.
— ¿Bella? —dijo su madre.
— ¿Dígame, señora Cullen?
—Gracias.
—¿Por qué? Solo cumplo con mi trabajo.
—No, cariño. Haces más que eso. Y se te agradece.
—Pues…gracias señora. Que pase buenas noches.
—Igualmente.
Tranqué el teléfono y me quedé recostada a la pared. 
Había reaccionado a mi voz, eso era un buen indicio. Quizás para nosotros si existía una es…
Despejé mi cabeza de ideas que eran potencialmente peligrosas y me fui a acostar. Pero a pesar del cansancio, no pude dormir más tres horas a destajo durante la noche.


*.*.*.*.*
—Buenos días, Ángel. —le susurré a Edward mientras acariciaba su mejilla con suma ternura. —Es hora de levantarse. Tenemos mucho por hacer hoy.
Lentamente abrió sus párpados y me vio. Apareció el mismo brillo deslumbrante del cual me estaba haciendo adicta.
—Hola… —susurré aún más bajo. —Vamos a levantarnos ¿sí?
Le ofrecí una mano para ayudarlo a levantar la cuál aceptó. Edward temblaba ante mi contacto, pensé que era por la debilidad de estarse despertando. O al menos de eso traté de convencerme. Hizo movimientos torpes y de a poco fue agarrando confianza hasta caminar casi normalmente al baño. Lo ayudé a ducharse y a vestirse. Y reconociendo que no había actuado nada profesional, disfruté mucho peinando su cabello. Mientras hacía esto le hablé de lo que había hecho el domingo y él parecía escucharme. No apartó su mirada de mí ni por un instante.
Sabía que íbamos en buen camino.


*.*.*.*.*
—Sé que sueles responder muy bien a las estimulaciones auditivas. La mayoría del tiempo, pero hoy vamos trabajar con la parte del tacto. —le dije sentados en el jardín que tanto le gustaba a Edward. Estábamos rodeados de las florecillas moradas y del mullido césped.  Permanecía frente a él y tomé una de sus manos y la pasé por encima de varias de las flores.
Inclinó su cabeza a un lado y me miró embelesado.
—¿Te agrada? —le susurré mientras seguía acariciando a las flores con su palma. Gimió por lo bajo y tomó una leve bocanada de aire, todo con un gesto de alegría en su cara.
—Te gusta ¿Eh? —le dije. —Bien. Vamos a ver si el barro también te gusta.
Tomé un vaso de agua que tenía al lado y lo vertí en la tierra que tenía a nuestro costado. Uní sus dedos con los míos y dejé que esa masa resbalara entre nuestras manos. Sus facciones cambiaron. No se veía tan feliz como antes. De hecho, tenía el ceño fruncido. Me reí un poco por su gesto de desagrado. Poco a poco me daba cuenta de que Edward respondía cada vez mejor a los tratamientos. Y eso me hacía más que feliz.
Solté su mano y lo dejé seguir experimentando con las texturas que le acababa de mostrar y él siguió cual niño encantando enterrando sus dedos hasta que su pálida mano estuvo de color chocolate. Solo me quedé observándolo mientras él seguía en su tarea.
—Creo en ti, Ángel. Sé que vas a mejorar. No dejaré que mis esperanzas me abandonen. Puede ser que muchos se hayan dado por vencidos, pero yo no me voy a rendir hasta que te desarrolles hasta el máximo de tu potencial. —Edward levantó su vista y la clavó en mí con profundidad, desnudándome el alma del que cual él ya se había apropiado. No era tan tonta como para negarme a mí misma que algo se había removido en mi interior desde el primer momento en que lo vi. Parecía que Edward con solo verme, podía crear en mí sentimientos que nadie era capaz de generar. 
Me arrodillé frente a él aproximándome peligrosamente. No quise tomar su rostro entre mis manos por tenerlas llenas de lodo, pero él se me adelantó llevando sus dedos hacia mi cara. ¿Rechazarlo? Imposible, era la primera vez que mi ángel daba señales de querer tocarme. Y yo…una simple mujer mundana, no me sentía en capacidad de negarme ese placer. Ignoré la áspera sensación de los grumos de tierra y me concentré en la agradable electricidad que corría hacia mi cuerpo por solo tenerlo tan cerca de mí.
Encerré su mano entre la mía disfrutando de ese momento sublime. Le sonreí con ternura pero él solo me miró. Una luz que titilaba al fondo, me decía que me escuchaba. 
—Gracias, Ángel. —luego me aventuré a tocar su mejilla. Profanando así un monumento incorrupto. —Te diré un secreto: —susurré. Tomé una bocanada de aire juntando mis fuerzas. —No puedo permanecer lejos de ti. Me estás obsesionando, Edward Cullen, y no tienes ni idea de lo desesperante que es eso.
No sabía a ciencia cierta si comprendía lo que le decía. Hasta cierto grado era patético y retorcido pero no pude sentir otra cosa que no fuese placer cuando él; haciendo el mayor avance que había visto en él hasta ahora;  se acunó en mi pecho y suspiró como si estuviese en una absoluta paz.
¿Ya había reconocido que era una mundana? Y no había culpa que evitara que estrechara entre mis brazos al ángel que me había cautivado.







Bien chic@s aquí les dejo otra entrega de más de esta historia extraña, pero que a mí se me ocurrió que podría gustarle.
Ojalá que no me haya equivocado en mi presentimiento.
Aprovecho para informarles que a partir del próximo capítulo mi amiga y musa Odalín Martín me acompañará en la redacción de este fic.
Les quiero…

6 comentarios:

  1. holaaa, me encanto este capi, amo la historia es genial, yupiii edward ya esta mejor y todo por bella son tan tiernos, besossss

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  2. cada capítulo es más hermoso, espero publiques pronto más capítulos. saludos y suerte.

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  3. Soy nueva en tu blog... lo descubrí recién y empece leyendo tus fics. Este es DESLUMBRANTE, es original, lleno de amor, esperanza y muy dulce.
    Sos una excelente escritora y en tus historias solo se ve reflejado tu increíble talento.
    Ansiosa esperare tus actualizaciones... ahora mismo colocare tu dirección en mi blog para comenzar a seguirte de forma oficial y no perderme actualización alguna.
    Cuidate mucho y nos leemos siempre...
    http://miangelpersonal.blogspot.com/

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  4. Hola! como estas?.. bueno recien hoy descubri tu blog y la verdad esta hitoria me parece preciosa!!.. segui adelante!!.. espero con ansias el proximo cap!
    Vero.

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  5. precioso!!!!!!!!!!
    swublime!!!
    q ms puedo decir
    ah si rueo por q continues esta historia
    PLEASE!!!!!!!!!!LA AMO!!!!

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