miércoles, 15 de diciembre de 2010

Sin Alternativas - Capítulo Décimo Primero




“NO QUIERO SER MADRE”

  • -      Bueno chicos, los dejo para que se pongan cómodos y podamos salir a comer. – les anuncié a Gabrielle y a Taylor en cuanto los dejé en la habitación de huéspedes de la casa de Paul.
Ambos eran como la pareja perfecta. Tenían cuatro años juntos y jamás se habían separado ni siquiera por una semana. Tenían las peleas habituales en las parejas; es que lidiar con Gabrii no era nada fácil, pero cuando ya le habías agarrado cariño no te podías alejar de ella; y las superaban sin problema alguno. Además Taylor era demasiado tolerante con ella y comprendía cada uno de sus berrinches y pataletas. En fin, estaba hecho a su medida.

Bajé a la cocina y encontré a Paul revolviendo la alacena.

  • -      ¿Te preparo algo, cielo? – dije mientras lo abrazaba por la cintura.
Él se giró y me abrazó con un solo brazo mientras agarraba dos bolsas de snacks. 

  • -      No, Rach. Con esto y un litro de cerveza sin alcohol me basta. – me guiñó un ojo y se recargó en uno de los topes de la cocina, yo me subí sobre la superficie quedando a su lado.
Robé una papita de las que él estaba comiendo y me la comí antes de hablar.

  • -      Ojalá Taylor y tú se lleven genial él es el chico más encantador que te puedas imaginar.
Volteó a verme con los ojos entrecerrados.

  • -      ¿Quieres que vaya por una vela para que se la prendas? – dijo con sarcasmo.
Me reí de él. Posesivo hasta la muerte. Así era él.

  • -      No, tranquilo. Ya la traje entre mis cosas. Se la prenderé más tarde.
Cambió sus facciones y puso una sonrisa torcida.

  • -      Aquí la que se va a prender esta noche será tú. De eso me encargo yo y no necesitaré ninguna vela para eso.
Ambos nos carcajeamos con ganas hasta que Paul echó una mirada especulativa y luego abrió los ojos con asombro.

  • -      Jumm. Aquí las cosas ya se pusieron interesantes. Creo que tardaremos un poco más de lo que creímos en salir. – dijo meneando la cabeza divertido.
  • -      ¿Por qué? – pregunté recelosa.
  • -      Porque tus amigos están arriba muy entretenidos en la ducha. Creo que se van a tardar lo suyo.
Me sonrojé de vergüenza. No era que yo creyera que Gabrielle fuese virgen después de cuatro años de noviazgo con Taylor. Pero jamás la había escuchado teniendo relaciones cerca. Cosa que mi novio si podía hacer por su desarrolladísimo sentido del oído producto de su naturaleza licántropa.

  • -      Deja de escuchar los asuntos ajenos, Paul Howe. Mejor sigue comiendo porque en el restaurant quedarás con hambre así te comas todo lo que tienen en su arsenal.
Trataba inútilmente de distraerlo. Pero las probabilidades eran casi nulas. Paul era un mal portado en toda regla.

  • -      Y ¿por qué no mejor nos ponemos a hacer nuestro ruidos propios aquí mismo?
  • -      ¡Nos pueden ver si bajan!
  • -      No. – negó antes de hablar. – Yo escucharé si vienen y nos saldríamos rápido por la puerta trasera.
Comenzó a acariciarme el muslo derecho y mis caderas no sin antes darse un sorbo de cerveza.
Le alejé la mano.
  • -      Ya lo hicimos temprano. ¿No puedes esperarte a la noche? – susurré por lo bajo.
  • -      No. Quiero hacer el amor contigo. Ahora y aquí mismo.
Y sin decir más nada me haló hacia sus labios que tenían un poco de sal y de los restos de su bebida, pero que aún así sabían como a gloria. Su lengua entró en mi interior para acariciarme y desvanecer mi voluntad.
  • -      Basta… – musité entre beso y beso pero no me obedecía. Muy por el contrario desabrochó mis pantalones acariciaba mi vientre y seguía bajando.
  • -      Paul…aquí no…más tarde…- decía mientras trataba de sacar su mano de mi ropa.
  • -      No, señorita. Los amigos están muy ocupados arriba. Y yo no quiero desentonar. Así que colabore. O si no, te haré gritar. – dijo complacido.
Se sabía muy capaz de cumplir su amenaza.

Acarició mi intimidad hasta que la humedad bañó su mano y luego internó dos dedos en mí. Me restregué contra él con un gemido.
  • -      Así, Rach. Suéltate. – dicho esto me besó vorazmente y yo le respondí de igual manera.
Acentuó la velocidad y profundidad de sus movimientos.

Traté de no hacer ruidos pero no podía. Paul me estaba volviendo loca. 

Y como si fuese poco comenzó a estimular mi clítoris con su pulgar.

Busqué el aire para mis pulmones durante un segundo puesto que me faltaba.

  • -      Basta…me voy…a venir…- le dije lo más contenida que pude en su oído.

Él me besó para acallarme y aumentó la profundidad de sus bombeadas manuales.

Me corrí con tanta fuerza que ni siquiera por estar boca contra boca el grito pudo ser silenciado del todo.

Me abracé desmadejada a la gruesa espalda de Paul tratando de recobrar el control. Pero sabía que ese señor no volvería hasta que mi novio se corriera en mí.

Se bajó el cierre de sus pantalones y luego bajó los míos hasta mis tobillos. Puso su gran mano entre mis omóplatos y me echó hacia atrás para entrar en mí en un solo movimiento. Se deslizó dentro con suma facilidad porque estaba sumamente mojada.

Me embistió con fuerza, gruñendo con cada entrada mientras yo peleaba con mis estorbosos pantalones. Quería abrir más las piernas pero no me dejaban.
Poco a poco la estrechez de la posición más lo ocasionado por mis pantalones nos llevó al clímax en poco tiempo.

Tuvimos que subir a la habitación para que ambos nos aseáramos.

Me quedé tendida en la cama  mientras mi novio usaba el sanitario. Ya yo estaba limpia y agotada. Hacer el amor con Paul se quedaba con mis energías de manera eficiente. 

Fui adormilándome poco a poco hasta que me quedé totalmente rendida.



  • -      Princesa…- sentí dos yemas muy clientes acariciarme la mejilla – los chicos ya casi están listos. Despierta.
Sentí sus labios en mi cuello.

  • -      Levántate. Tenemos que irnos. – susurró dulce en mi oído. No me quise mover para disfrutar de ese momento inocente durante un rato más. – Si no te despiertas, te voy a volver a hacer el amor y no vamos  a salir de la cama hasta la madrugada.
Momento inocente arruinado. Típico en él.

Me senté de golpe pero vi puntitos negros que me nublaban la vista y no pude ponerme en pie en ese mismo instante.

  • -      No sabía que acostarse conmigo resultara una amenaza. – estaba haciéndose el ofendido.
  • -      La amenaza eres tú, no el acostarme contigo. – dije con divertida voz pastosa.
Me dirigí al baño para lavarme la cara y desperezarme. Luego toqué a la puerta del cuarto de huéspedes.
  • -      ¿Chicos, está listos?
  • -      ¡Ya casi! – gritó Gabrii.
Taylor salió ya arreglado y  perfumado.
  • -      Yo estoy listo. – tenía cara de impaciencia. – ella para variar… Pues no.
  • -      ¡Qué novedad!
  • -      Bajemos. – le dijo Paul a Tay – Apura tú a Gabrielle. Las esperamos viendo la Tv

Sonreí complacida porque él estaba poniendo su granito de arena para que todo resultara bien. Sabía que era muy importante para mí que se llevara bien con mis amigos y él lo estaba haciendo.

Pasé al cuarto y Gabrielle se estaba arreglando el cabello.
  • -      ¿Cuántos años llevas usando la misma crema para peinar? Y aún eres incapaz de arreglarte en menos de cinco minutos.
  • -      Cállate y ayúdame. – dijo en broma mi hermana de vida.
  • -      A ver…- caminé hacia ella – Inclina la cabeza.
La ayudé a rizarse bien el cabello y me senté en la cama mientras se maquillaba.
  • -      Cuéntame algo interesante. ¿Qué ha pasado por allá desde que me vine?
Volteó a verme con profundidad por un instante antes de seguir arreglándose frente al espejo de la cómoda.
  • -      Mathew. Eso fue lo que pasó.
Por su tono no había pasado algo muy bueno que digamos.
  • -      ¿Qué pasó con él?
  • -      Se presentó en el apartamento hace dos noches atrás con un sobre para ti. Me dijo que te la entregara y que te dijera que te amaba todavía.
Comencé a sentir pena por él. No había podido superar lo nuestro todavía y yo andaba de lo más tranquila por ahí con Paul…¡Paul, mierda! ¡Debía estar escuchando todo! Debía estar odiando a Gabrielle en este preciso momento.
  • -      Y después de tanto ruego..decidí traértelo. Pero no sin antes mentarle la madre.
  • -      ¡Gabrielle!
  • -      ¡Ay Rachel por dios! No me vengas con regaños. Aquí la que se siente mal por él eres tú, no yo. Hace rato que debió haber aceptado la realidad de su situación. Tú no lo quieres y él está obsesionado contigo. Así de simple.
<<Bueno…ahora ya no le caerá tan mal…>> pensé.
  • -      ¿Qué le dijiste? – pregunté recelosa.
  • -      Le dije que te dejara en paz de un maldita vez. Que necesitabas ser feliz y tranquila cosa que no fuiste a su lado desde hacía casia un año para acá.
  • -      ¡No! – dije en un grito ahogado poniéndome la mano en la boca.
Ella me ignoró, siguió hablando y maquillándose.
  • -      Le di las gracias por intentar cuidarte de todo y ante todo. Pero que ya era hora de que se buscase una vida en la que no estuvieses tú incluida. Porque la tuya ya incluye a a alguien más que no es él y tu lo amas más que a nada en este mundo.
  • -      No le hubieses dicho eso, herma. Mathew es muy débil en ese sentido. Él no merece que lo estén maltratando por mi culpa. Fue mi mejor amigo y aun lo estimo mucho. Sabes que me…
  • -      ¿Qué te apoyó cuando no tenías a amas nadie allá? Eso ya lo sé. Yo también lo hice. Pero nunca me arrastraría por tus pies si algún día quisieras dejar de hablar conmigo. – así era mi amiga cruda y realista.
Muy parecida a Paul en ese sentido.
  • -      Son situaciones diferentes.
  • -      Claro que lo son. Él está loco y yo no.
  • -      Gabrii…
  • -      No, Rachel. Acéptalo, sis. Esto y traspasó los límites de lo normal hace un buen rato atrás. Te quiero mucho, pero tú tienes mucha culpa en eso.
  • -      ¿Por qué? – me estaba haciendo molestar.
  • -      Porque si te hubieses impuesto con Math como lo hiciste con cada imbécil que te cortejaba en la universidad, la historia hubiese sido otra. Admite que fuiste una cobarde con él.
Suspiré derrotada.
  • -      Si. Supongo que sí.
  • -      Allí está. Pero tranquila, creo que poco a poco se va a dar cuenta que tu no vas a regresar jamás con él. Y si no cuento con Paul para que le parta el cuello por obtuso.
Entorné los ojos. Si fuese hermana de él no pensara tan similar a mi novio.
  • -      Solo vámonos, ¿sí? – le dije poniéndome de pie.
  • -      Vale. – tomó su bolso y bajamos.
Paul me miraba de manera extraña.
  • -      ¡Al fin! – vociferó Taylor. – ¡Por Dios, mujer. Cuanto te has tardado! – dijo tomándola de la cintura y depositando un beso en su coronilla.
Siempre paciente.
  • -      Sabes bien que no voy a salir a ningún lado como una loca.
Iban de camino al auto mientras yo cerraba la puerta de la casa.
  • -      Tu amiga me cae bien. – dijo mi novio en un susurró mientras yo pasaba el cerrojo con sus llaves.
  • -      No me extraña en lo absoluto. Ya que acaba de actuar justo como tú lo harías. Además, deja de escuchar conversaciones ajenas.
Él se encogió de hombros mientras me abrazaba y caminábamos juntos al carro.
  • -      No. Yo le habría partido la cara sin preguntarle siquiera lo que se le ofrecía. – y se soltó a carcajadas. Sabía que se imaginaba dándole una buena tunda a pobre de Mathew que no tenía ninguna oportunidad contra él. – Y bien sabes que no lo puedo evitar. Mi oído es muy desarrollado.
Entorné los ojos y nos subimos a nuestro automóvil.



  • -      Bueno…yo creo que se me antoja un postre. – les dije a los chicos luego de las pizzas que habíamos comido. - ¿Ustedes desean algo?
  • -      ¡Helado con sirope de chocolate! – dijo Gabrielle.
  • -      Eso ya lo sé. – le dije en broma y después le saqué la lengua. La conocía demasiado.- ¿Y tú, Tay?
  • -      No, gracias está haciendo demasiado frío para comer helado o algo así. Prefiero un cappuccino o algo así.
  • -      Bien. ¿Y tú, cielo? – le pregunté a Paul.
  • -      No, Rach. Estoy bien. Cuando ustedes estaban arriba yo me puse a picar. No me cabe más nada.
Me imaginé que picar incluía haberse comido lo que restó de los snacks y de la cerveza sin alcohol que había dejado a medio comer por avasallarme en la cocina.

Ordenamos lo que queríamos y a los poco minutos nos lo trajeron.

  • -      Aún no comprendo la fascinación de esta mujer por el helado. – dijo Paul con cara de pocos amigos mientras veía de copa de mantecado con sirope de dulce de leche.
Lo ignoré.

  • -      Y eso que no has visto nada. Gabrielle se pone un sweater y se tira en el sofá a comer helado como si no hubiese una mañana. Aun cuando esté cayendo una torrencial de agua afuera del apartamento.
  • -      ¡Ja! Rachel es igual. La otra noche estaba tiritando de frío, fue se colocó un sweater y luego se tiró en el sofá con pote inmenso de helado. No sé en donde diablos les cabe tanto. – agregó Paul como si fuesen conocidos desde hace mucho tiempo atrás.
Me alegraba ver su camaradería. Más no que se instalaran como unas viejas cotillas a hablar de nosotras. Sin embargo se  comportaba  de la mejor manera, apenas y podía creer como  trataba a los chicos. Él parecía decirme con sus actos que estaba listo para aceptar en su vida a las personas que formaban parte de la mía. Porque ahora las nuestras irían de la mano a partir de ahora.

Estaba orgullosa de mi gran chico malo.



  • -      ¿A dónde vamos? – me preguntó Paul cuando estábamos dentro del auto.
  • -      Vamos al pueblo. Quiero comprar algo y dar una vuelta con Gabrielle. Taylor y tú pueden seguir rasgándonos las espaldas como han hecho toda la noche.
Ambos se carcajearon sin vergüenza alguna.
  • -      No hemos hecho eso. Solo dijimos cosas ciertas.
Gabrii entornó los ojos ante lo que había dicho su pareja.
  • -      Si claro. Y yo soy rubia de nacimiento. Son un par de mal agradecidos. Debieron haberles tocado unas novias que le hicieran la vida de cuadritos a cada rato. Para que se quejaran con fundamento.
  • -      Bien dicho. – agregué.
  • -      Ustedes ya se encargan de eso en ciertos momentos. – dijo Paul entre paroxismos de risa.
  • -      ¡Bien dicho, compadre! – le dijo Tay.
  • -      ¡Ah, es que ahora son compadres! – dije divertida ante el uso de la palabra.
  • -      Bah. Deja de ser pesada, Rach. – agregó Paul dándome un golpecito en el hombro mientras aún manejaba de camino al centro de Port Angeles.


Bajamos a un lado de una pequeña plaza y mientras ellos veían unos artículos deportivos yo le pedí a Gabrielle que me acompañara a la farmacia.
  • -      ¿No se han cuidado ni una sola vez?
Negué con la cabeza.
  • -      ¡Dios que irresponsables! – dijo mi mejor amiga entornando los ojos – No parece cosas tuyas.
  • -      Lo sé. He estado por comprarlos. Incluso hablamos de ir al médico pero…entre una cosa y otra se nos ha ido.
  • -      ¿Cuándo te debe venir la regla?
  • -      Esta semana que viene. Aunque sabes que ella nunca me ha venido puntual.
  • -      No tientes a la suerte, Rachel Marie Black. Aún no están listos para ser padres. No tiene casi nada juntos. Ahora todo es lindo pero un embarazo no planeado puede acabar hasta con el romance más bonito. Tenlo en cuenta.
  • -      ¡Diablos! Se me olvidaba que podías ser la mejor de las aguafiestas si te lo propones. – dije medio en broma.
  • -      Es en serio herma. – metió una de sus brazos entre uno de los míoS y caminamos juntas hasta llegar a la farmacia.
-       
  • No sé de cual llevarme. – le dije frustrada frente a todo un anaquel de preservativos de diferentes sabores, texturas, funciones y tamaños.
  • -      El que más te guste y creas que necesitas. O que necesite Paul – dijo a manera maliciosa.
Le di un suave codazo en las costillas.
  • -      Él se las apaña bastante bien sin ninguna de estas cosas. – le dije y me reí con vergüenza.
  • -      ¡Bah! Escoge uno y vámonos.
  • -      Vale. Déjame pensar. Por cierto! Alcánzame una caja de pampones. Se me olvidó comprarlos temprano.
Me hizo caso y mientras escogí uno  que decía sensitivo. 

Pagué eso más unos chocolates que escogimos ambas y nos fuimos al encuentro de los chicos.

Fuimos al carro ya que pasamos por la tienda en la que los dejamos y no estaban. Los encontramos hablando tranquilamente sobre lo que parecía ser deportes.

Tomé asiento en la parte de atrás y Gabrielle me siguió. Por esta vez cambiamos de orden. 

  • -      Apenas y puedo creer que seas novia de alguien que es de los Medias Rojas de Boston, Rachel.
Abrí desmesuradamente los ojos. Paul y yo jamás habíamos hablado de deportes. Sabía muchísimas cosas sobre él y mucho más profundas pero no lo sabía.

  • -      ¿Qué? – fue lo único que pude agregar.
  • -      ¿Y de paso no lo sabías? – Taylor se burló. – Al parecer esta pareja no les ha dado mucho tiempo de conversar. – dijo en doble sentido.
  • -      Cállate. – dijo mi novio en broma mientras conducía camino a su casa.
  • -      No…la verdad no lo sabía. Hemos hablado de una infinidad de cosas y no de eso. ¿Es en serio, Paul?
  • -      Si. ¿Tiene eso algo de malo?
  • -      Claro que sí. ¡Soy de los gloriosos Yankees de New York!. Tendré que terminar contigo. – y me solté a reír.
  • -      ¿Ah, sí? – dijo con una sonrisa sombría tanto en su boca como en su voz.
  • -      Sí. Es imposible que esté contigo sabiendo eso. Es como dormir con el enemigo.
Todos nos carcajeamos y así pasó el resto de la noche. Cuando llegamos a casa cada quién se cambió y hablamos hasta tarde en la sala de estar; pero ya el cansancio nos pedía rendirnos y la verdad es que nadie se le resistió demasiado.

Yo subí antes que Paul para cambiarme. Quería asearme además de colocarme el juego de lencería de encaje que tenía reservado para estrenarme con él esa noche.

Este constaba de una sencilla batola semi transparente y una pequeña panty echa del mismo material. 

Escuché que la puerta se abrió para pocos segundos más cerrarse con sigilo. No escuché pasos, pero ya estaba acostumbrada a que Paul caminase así. Era muy propio de él.

Así que salí del baño y me reí con satisfacción el ver la mandíbula desencajada de mi novio al verme en esas fachas.

  • -      Te…ves… - no lograba articular palabra coherente.

  • -      Lo tomaré como un cumplido.
Avancé hacia él y lo besé con ternura me tiendo mis manos dentro de su camisa mangas largas color beige para luego dejarla tirada en el suelo de la habitación. Se dejó llevar hasta la cama en donde se sentó y me arrodillé frente a él para desabrochar sus pantalones y quitárselos con toda la sensualidad de la que fui capaz hacer uso. Deslicé mis yemas por encima de sus muslos torneados una y otra vez, incapaz de detenerme y de estar alguna vez saciada de él.
  • -      Eres tan perfecto…- le dije antes de depositar un beso que rayaba en la adoración en su pecho. Muy cerca de donde latía su corazón. – Y mío.
Su cuerpo se estremeció y soltó una pequeña risita.
  • -      Lo primero es una mentira…- me acariciaba el cabello en mi espalda mientras yo le acariciaba todo el pecho – y lo segundo es lo más cierto que has dicho en toda la noche.
Marqué un camino de besos húmedos hasta su bajo vientre y me deshice del estorbo bóxer negro, que lo único que hacía era aprisionar el miembro que se conectaba no solo con mi intimidad, sino que se enredaba con mi alma cuando alcanzábamos la gloria juntos.

De pronto me acordé que tenía los preservativos en el bolso y si no sacaba uno ahora que tenía ciertos vestigios de razón, no podría hacerlo más adelante cuando lo tuviese peligrosamente cerca.

Me separé de él no sin antes dedicarle una sonrisa cómplice e irme a mi bolso.

Saqué la cajita y me acerqué con ella a la cama.

Los ojos de Paul se pusieron negros de rabia, había pasado algo de tiempo desde que no lo veía así. Porque no solo había ira en su mirar sino también dolor. 

  • -      ¿Tanto te desagrada el hecho de tener un hijo mío, Rachel?
Bajó su mira y a los poco segundos vi una gota humedecer la madera del suelo.
  • -      No, cielo. – lo tomé de ambos lados de la cara para hacerlo verme pero no pude. Él era más fuerte que yo.
  • -      Ya hablamos de esto, Paul. Quedamos en que nos íbamos a cuidar  e incluso que me acompañarías al doctor ¿lo recuerdas?
  • -      Sé muy bien lo te he dicho, Rachel Marie. No olvido cada una de las palabras que te dirijo. Pero…¿esto?
Me arrancó la caja de las manos y la tomó entre las suyas.
  • -      …Esto es ofensivo. Como si yo fuese capaz de pegarte alguna enfermedad o algo peor. Pareciera que soy como una calamidad que se multiplicaría si quedases en estado. Así me estás haciendo sentir.
  • -      No, cielo. No seas absurdo. Ya te había dicho que yo no estoy preparada para ser madre. Entiéndeme por favor.
Negó con la cabeza.

Tomé una bata de seda blanca que dejé encima de mi maleta, me la coloqué e iba saliendo cuando escuché de nuevo su voz rota.
  • -      ¿A dónde vas?
  • -      Voy afuera. Te daré tiempo para que pienses y respires.
Dicho esto salí de allí y me dirigí a la puerta de la casa.

Caminé más lejos de lo que había planeado en busca de un tronco una piedra en donde sentarme a pensar. 

El clima era inclemente esa noche no llovía pero claramente el cielo amenazaba con una tormenta por la madrugada. Estaba haciendo demasiado frío. De hecho mis dientes castañeteaban haciendo que me arrepintiera de no haber traído un sweater. 

Me senté en un tronco caído y me abracé las rodillas intentando mantener el poco calor que me quedara en el cuerpo mientras lagrimas fugaces se escapaban de mis ojos.

Solo escuchaba el ruido de los cientos de miles de insectos y animales que arrullaban a la noche con sus sonidos guturales o de otra índole, mientras que mis pensamientos trataban de encontrar alguna solución a lo que acaba de suceder.

Yo no podía deshacerme de ese maldito trauma de haber crecido sin mi madre prácticamente. No sabía cómo serlo, no tuve un ejemplo. Lo único que recuerdo eran unas pocas conversaciones a destajo y que ella me trenzaba el cabello cada mañana. Yo estaba más que segura que la maternidad era más que eso.
  • -      Lo siento, princesa. – me sobresalté al escuchar la voz descompuesta de Paul a mis espaldas. – De nuevo sobreactué. No sé porqué actúo como idiota cada dos segundos, o más bien si lo sé. Y es que todo en mí era malo hasta que llegaste tú. Y digo era porque tu vives mí, Rach.
Más lágrimas se resbalaron por mis mejillas me giré hacia él y esperando verlo de pie pero en cambio lo conseguí de rodillas y con caminos húmedos en su pecho que se secaban a los pocos segundos. 

Me mordí el labio inferior tratando de recoger fuerzas de donde no tenía y le tendí la mano para que se sentara conmigo.

Él lo hizo sin titubear y luego yo mi subí a su regazo. Necesitaba dos  cosas, la primer; sentirlo más cerca de mí que nunca y la segunda obtener el máximo calor que me pudiese dar su cuerpo porque me estaba muriendo del frío.
Me abrazó con fuerza envolviendo incluso parte de mis piernas que estaban flexionadas y pegadas a su pecho desnudo.

Olisqueó mi cabello un poco antes de susurrar otra vez en mi oído que lo sentía.

  • -      Shhh! . le coloqué el dedo índice en sus labios y él lo besó – Y basta. Ya pasó. Si tú te equivocaste, yo también lo hice. No debía haber ido a comprar eso sin ti. En vez de ir con Gabrii debía haberlo hecho contigo, ya que tú eres mi novio y se supone que las parejas no deben de avergonzarse de hacer eso.
  • -      ¿Te daba vergüenza pedirme que fuese contigo para comprar preservativos? – preguntó incrédulo. Asentí. – eso es absurdo. No sería la primera vez que voy a una farmacia a comprar eso, princesa.
Sabía de sobra que no, pero era estúpida. Y nueva en eso.
  • -      Ven acá. – y me abrazó incluso más fuerte – nada, absolutamente nada te debe vergüenza conmigo. He recorrido con mis labios y manos cada milímetro de tu piel. Eso solo lo haces con alguien en el que confías profundamente y no creo que haya algo más privado que eso.
Besé su cuello de manera tierna.
  • -      Paul? – dije pasados unos minutos en silencio.
  • -      Hmmm?
  • -      Tengo…miedo.
  • -      De qué, princesa?
  • -      De…ser madre. Yo no sé cómo serlo. Sarah no me duró tanto tiempo como para enseñarme que era lo que había que hacer en esos casos.
  • -      ¿Y tú crees que yo sí, Rachel? – esta vez no me hablaba molesto. Sino tratando de que comprendiese su punto de vista. – No, cielo. La paternidad no viene con un manual que le diga a uno que hacer o que no. Eso lo hace la experiencia. Yo no tuve padre y no creo que por eso no sepa cómo ser uno. Al contrario, sé que daré lo mejor de mí mismo para ser el mejor para esa criatura.  Pero no siempre me sentí así. Eso lo tuve claro solo después de estar contigo por primera vez. Esa noche que pasé en la cama, pensé y pensé acerca de nuestro futuro; me di cuenta que no podría ofrecerte lujos pero sé que no te faltaría nada. Y mucho menos amor; eso es lo único realmente necesario en un hogar, Rachel. El amor nos hará los mejores padres, princesa.
Ese cuerpo perfecto que me apretaba contra sí me había hecho sentir más orgullosa de lo que jamás me había sentido; era como si supiera que decir en cada situación adversa que se nos viniese encima. Me enseñaba en los momentos en los que menos creía posible que lo hiciera y eso solo con su humildad.
  • -      ¿Sabes una cosa?
  • -      ¿Qué?
  • -      Hoy me has enorgullecido más que nunca. Sabía que no me quedarías mal; pero te comportaste mejor de lo que pensaba y hasta me has enseñado, como ahora. No pude haber tenido un mejor destino que el tengo contigo, Paul. Te amo.
Él se rió por lo bajo.
  • -      Eso es solo porque hay visita, si no….hace rato que estuviésemos en ese cuarto lanzando gritos al aire.
Le dí un golpecito en el pecho.
  • -      Hablando en serio, Rach. Lo hago porque eso es importante para ti. Y tú eres mi vida, por lo cual eso lo convierte en mi asunto también. Y yo no te amo, hace rato que dejé de hacerlo. Yo te adoro…-  me besó en la coronilla – y te necesito en cada condenado minuto que pasa.
Subí mi rostro y los besé en los labios con ardor y pasión y leugo me separé para decirle algo:
  • -      Vamos a la habitación. Pero no me dejes gritar. Tápame con una almohada si voy a hacerlo.
  • -      O mejor te beso.
  • -      Sí, mejor.
Me cargó en vilo mientras yo lo iba besando en el cuello y en el pecho.
  • -      Mañana te preparo una limonada caliente para que no te dé un resfriado. No fue muy inteligente salir de la casa con estas temperaturas, Rachel Marie.
  • -      Humm hmm. – dije y seguí besándolo mientras él nos internaba en la casa y luego en el cuarto.
Me dejó sobre mis propios pies y luego se sentó en la cama. Hasta ese momento no me percaté de que andaba con un short de nylon azul marino con franjas grises.
  • -      Enséñame ese conjunto blanco de nuevo. – ordenó con esa sonrisa que mandaba al diablo a mi autocontrol.
Abrí mi bata con lentitud y la dejé caer a mis pies, me acerqué hacia él contoneándome y deshaciéndome de mis pantuflas acolchadas.
Él abrió sus brazos para recibirme, me senté a horcajadas sobre él y sentí de pronto su dureza.
  • -      Y eso que aún no me desnudo. – le susurré seductora al oído luego lo besé corta pero apasionadamente.
  • -      Eso no hace falta. Con tenerte así me sobra y me basta.
  • -      Si…ya lo noto.
Allí se acabaron las conversaciones por que la habitación se llenó con nuestros jadeos y bajos gemidos.

Lo ayudé retirando mi pequeña batola y tirándolo por los aires.

Me acomodé el cabello a los lados de los hombros y escuché que de su boca salía un gruñido más animal que humano.

Su boca recorrió desde mi cuello hasta mis pechos con ansiedad, como si no lo hubiese hecho en el día ya. Pero lo entendía en ese punto; yo tampoco lograba tener suficiente de él.

Me giró sobre el colchón y se puso de pie para deshacerse de sus shorts, luego gateó sobre mí para seguirme besando pero esta vez en los labios mientras su manos bajaban de a poco mi ropa interior.

Se arrodilló para verme un instante y nuestros pechos se movían agitados al compás de nuestras respiraciones.

Abrí mis piernas para que me viese completa y con un jadeo profundo se cernió sobre mí.

Sentí dos de sus dedos explorarme abajo. Entraron unas cuantas veces en mí encendiendo mi fuego. Luego me penetró lento y profundo, degustando cada embestida y sintiendo como nuestros nervios pélvicos se iban estremeciendo al reconocer el tacto mutuo.

Cada cierto momento levanté mis caderas para que entrara más profundo y así lo hacía. 

De pronto él se tensó y quiso salir de mí pero lo sujeté con mis tobillos, que estaban en su espalda.
  • -      ¿Qué…pasa? – pregunté agitada.
  • -      Los…preservativos…
  • -      Shhh- lo interrumpí – Sigue por favor. – le imploré.
  • -      Pero…tu dijiste…- se moría por seguir; su cara casi deformada me lo decía; y yo lo necesitaba.
  • -      No importa lo que dije…acaba en mí.
  • -      Pero tu…
  • -      No estoy lista…para ser madre…pero…te tengo a ti. Y eso es lo que importa.- levanté las caderas y allí lo hice perder el sentido del tiempo y el espacio.
Comenzó a moverse de nuevo en mí, deliciosa y tortuosamente lento, hasta que el deseo nos ganó y nos corrimos juntos.

Jadeando fuerte en la boca del otro entregándonos los restos del aliento que dejamos en cada uno.

Finalmente rendidos nos abrazamos y dejamos que el sueño venciera estos cuerpos agotados de la faena, más nunca de amarse. 

2 comentarios:

  1. me encanta , es hermoso, fiu m diste un super susto con la parte de la pelea, jejeje ayyy ojala tengan un bebe seria tan bonito aunq m parece q es demasiado pronto, besosss

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  2. Ami, me encanto, tocaste un punto interesante, que todos debemos protegernos al momento de tener relaciones sexuales. Bienbenido si llega un nuevo integrante a la familia. Esta es una posibilidad. Besos y exitos

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