Después
de “semejante reencuentro” con Edward, tuve que tomarme un momento a solas para
calmarme, luego él me interrumpió y necesité otros minutos más.
Posteriormente
me dirigí de nuevo a la oficina de Carlisle, no sin antes advertir la mirada de
curiosidad de Rosalie; quien me escrutó antes de entrar a dicho lugar en un
estado más sosegado.
- Disculpen
la tardanza. – dije evadiendo la mirada de Edward.
En
eso sonó el teléfono de Carlisle y este contestó:
- ¿Sí,
Rosalie? – dijo serio – Está bien. Ponlo en la línea.
El
silencio en la sala se prolongaba de manera incómoda hasta que fue interrumpida
por el mismo director.
- ¡Jacob!
¿Cómo has estado? – musitó cortésmente. Me puse alerta al escuchar el nombre de
mi amigo, quizás había alguna novedad de la Defensa Civil Nacional – Por aquí
todo está tomando su curso, te agradezco tu preocupación. Gracias al cielo ya
tenemos director de operaciones, así que las cosas van viento en popa. Por
cierto, agradécele a Sam la dotación que nos hizo llegar, fue más de lo que
tenía entendido que nos correspondía.
Otro
momento de silencio por su parte. Y por la nuestra también. Suponía que ambos
estábamos tan inseguros acerca de absolutamente todo que no nos atrevíamos
abrir la boca por miedo a agrandar más la brecha que se interponía entre ambos.
- De
todas maneras gracias. Están haciendo una buena gestión en la nacional. – de
pronto clavó su mirada en mí. – Sí, ella está aquí. – luego pulsó el botón del altavoz. – Jacob, estás en
conferencia. – no sé si su tono fue un aviso para que mantuviese a raya sus
comentarios o si era una mera cuestión informativa.
Opté
por creer lo segundo, esperaba que Carlisle no estuviese al tanto de mi antigua
relación personal con el anterior director de operaciones.
- ¿Bella?
– preguntó Jake.
- Hola,
Black. Te escucho. – como un auto reflejo volteé a ver a Edward y me sorprendió
ver su ceño fruncido con una expresión de leve molestia.
- Necesitaba
hablar contigo. Hace días…
- Jacob,
tomaré la llamada en mi oficina espera un minuto. – dicho esto osé levantarme y
darle al botón de transferencia hacia mi oficina.
Luego
de musitar un “disculpa” para ambos
ocupantes de la oficina, salí de esta azarada hacia la mía. Me tumbé en mi
mullida silla gamuzada azul marino y luego pulsé el altavoz.
- Aquí
estoy, Jacob. Habla.
- ¿Por
qué me interrumpiste? – dijo en cierto tono de reproche.
- Porque
tuve la intuición de que podrías soltar algo de índole personal y estaba en
plena conferencia con el jefe y el nuevo director de operaciones. ¿Te parece
poco?
- Tienes
razón. – suspiró – Quería saber de ti porque hacía muchos días que no escuchaba
tu voz.
- ¿Y
pensabas decirme eso en conferencia? ¡Perdiste la razón, Black! ¿Acaso pensaste
en lo mal parada que me ibas a dejar?
- No…
- Obviamente,
no. – resoplé molesta, de pronto me dí cuenta de que me estaba extralimitando y
tuve que parar. – Lo siento, Jake. No quise ser grosera ni cruel.
Escuché
como suspiraba de nuevo contra el teléfono.
- Descuida,
Bells. Sé que estás bajo mucha presión. Ahora eso disminuirá por la llegada de
ese nuevo director… ¿por cierto quién es?
<<Oh oh. Pregunta equivocada>>
tragué grueso.
- Es
el hijo del director. – dije esto entre
dientes. Como si estuviese confesando algo vergonzoso. Tuve que desterrar ese
pensamiento de mi cabeza, simplemente era una desfachatez.
- ¿Qué?
– gritó rabioso - ¿Cómo puede hacer eso? ¡Es anti ético! Meter familia así en
la organización…
- ¿Es
realmente eso lo que te molesta? – dije de manera retadora, aunque quise
decirlo de forma interrogante simplemente. Definitivamente estaba alterada.
- ¡Sí!
¡Y además porque es tu ex! – agregó sin tapujo alguno. – No sé…simplemente no
soporto a otro a tu lado. No me puedes culpar. No después de que hayas sido mía
durante tanto tiempo.
Sus
palabras no fueron las que me consternaron, sino ver a Edward parado en la
puerta viendo con cara de asesino a la máquina de la cual procedía la voz.
- Eh…eh…Jake…yo…te
llamo esta noche…- balbuceé.
- Pero
no he terminado…
- Hasta
la noche, Jacob. – dicho esto me apresuré a colgar la llamada.
Un
Edward nada feliz pasó y trancó la puerta tras de él. De golpe recordé que él
carecía del derecho de hacerme esas caras. No cuando llevábamos…una hora de
volvernos a ver tras once años de ausencia.
- ¿Acaso
Esme no te enseñó a tocar las puertas antes de pasar? – dije mientras recogía
unos papeles desperdigados por mi escritorio y los metía en una gaveta.
Él
asintió con los brazos cruzados mientras permanecía recostado de la entrada.
- Toqué,
solo que al parecer estabas muy ocupada con el amiguito que “te hizo suya por tanto tiempo”. – su
tono afilado exacerbó a la milésima potencia mi mal humor.
- ¿Eso
es un reproche? ¡Te aclaro de una maldita vez que no estás en la posición de
hacerlo! – le grité y fue entonces cuando él se acercó a mí.
Sin
apenas darme cuenta me encontraba de pie y con las manos en el escritorio con
el cuerpo inclinado hacia adelante en posición de enfrentamiento.
- ¿Y
tú crees que a mí me importa un diablo si tengo o no derechos a “tu” parecer? Isabella
Swan; hace una condenada hora que volví a verte y siento como si no hubiesen
pasado esos años. Y podría jurar que tú tampoco.
Me
erguí con una dolorosa expresión de petulancia en mi rostro.
- En
eso si erraste, Edward Cullen. Porque si algo no he dejado de sentir, es el
paso de estos once años. Ahora si me permites…tengo trabajo que hacer. – le
indiqué con mi mano la salida de mi oficina.
Y
cuando él salió por aquella puerta me lamenté de haber sido tan cruda…pero no
por eso menos sincera.
******
Sonó
la alarma estridente del despertador y con un golpe sonoro la callé. ¿Hace
cuanto había logrado quedarme dormida? ¿Tres horas? Entonces me arrepentí por
no haber tomado algún medicamento para conciliar el sueño. No era costumbre mía
hacerlo, pero pasar una noche con insomnio debido a que alguien había vuelto a
tu vida y estaba más que decidido a trastocarla.
De
nuevo.
Resoplé
y me levanté de la cama con un cansancio que me superaba. Tomé una ducha tibia
y me arreglé con rapidez. Ni siquiera quise secarme el cabello, solo le puse un
poco de crema apara peinar y me dejé las ondas sueltas. Pero sí me tomé un poco
de tiempo para maquillarme, no permitiría que Edward viese con esas ojeras, ya
que seguramente me preguntaría porqué estaba así y no creía capaz de poder
contarle una historia que fuese creíble.
Cuando
consideré que me veía bastante decente bajé las escaleras y me fui a la cocina
a ver que podía comer. Abrí la nevera para tristemente darme cuenta de que
necesitaba hacer compras.
Suspiré,
cerré la puerta y me alejé de la cocina para buscar mi bolso e irme a por un
desayuno antes de ir a la oficina.
Pero
el timbre interrumpió mis intenciones.
Abrí
la puerta y…nada. Afuera no había nadie me asomé de lado a lado y no vi a
nadie. Suspiré con fastidio, hoy no era la mañana ideal para hacerme bromas ¡Estaba
trasnochada!
Bajé
la cabeza para cerrar la puerta y entonces la vi.
Una
solitaria rosa blanca estaba tirada delante del marco de mi puerta.
Recordé
con claridad quién había sido la última persona que me había dado una rosa
blanca. Y recordaba más aun que desde hacía once años hasta entonces que las
aborrecía por eso. Recordarme a Edward.
- ¡Cullen!
Sé que estás ahí. Déjate de esos juegos desagradables, ya no tienes trece años.
– vociferé en la entrada de mi casa, apretando el tallo de la rosa quizá con
más fuerza de la necesaria.
- La
idea de darte una rosa era que te pusieras de buen humor. No amargarte la
mañana. – Edward salió detrás de un arbusto que estaba en frente de mi puerta con
una media sonrisa en la cara y dos bolsas. Una de Starbucks y otra marrón pero
sin logo alguno.
Caminaba
de manera masculina y sensual, tal cual como lo recordaba. Con un sexy cabello
broncíneo que se movía de acuerdo a la dirección de la brisa.
- ¿A
qué juegas?
- No
sé a qué te refieres. – dijo cuando ya estuvo parado frente a mí.
- Sabes
exactamente a lo que me refiero. A la rosita blanca…al presentarte aquí tan
temprano…
- Y a
traerte el desayuno…- suspiró con fingida pena. – Soy una mala persona.
Quería
seguir molesta, pero es que entre su andar, su cabello, su media sonrisa y su
broma me desbaraté.
Pero
no del todo.
Me
reí todo lo disimulado que pude y le hice señas para que entrara.
Miró
cada rincón como si estuviese haciendo una inspección.
- Nada
ha cambiado aquí….todo sig…No. Corrijo. No todos sigue igual. Tú si cambiaste. – hizo cierto énfasis
que no pude pasar por alto.
- Yo…eh…
¿En buen sentido…o en mal sentido?
¿Por
qué tenía que preocuparme? ¿Por qué simplemente no podía ser fría o normal como
con las demás personas? ¿Qué clase de influencia tenía Edward Cullen en mi persona,
que no podía ocupar el puesto de un mortal más en mis listas de conocidos?
Él
se aproximó más a mí, envolviéndome en el hechizo de esa mirada azul –
grisácea. Olí su aroma y no era el mismo que recordaba de hace años atrás,
ahora desprendía un olor a hombre y a Issey
Miyake Classic que me alborotaba cada hormona femenina que pudiese tener en
mi cuerpo.
Exhaló
un suspiro que entró por mi boca entreabierta haciendo que la cabeza me diera
vueltas.
- En
el buen sentido de la palabra no, Bella. Sino en el mejor. – tenía sus labios
tan cerca de los míos que el espacio entre ellos era hasta angustiosa.
Pero
se alejó dejándome con una repentina sensación de vacío y anhelo. Entonces me
odié por ser tan débil.
- Ah.
Qué bien. – fue de lo único que fui capaz de decir.
Él
se rió ante mi contraste de actitud, pero me miró con ternura.
- Vamos
a desayunar ¿sí? Te traje algo que recuerdo que te gustaba mucho.
- ¿Qué
trajiste? – dije medio recelosa y medio divertida.
- Pastel
de queso crema y jamón de pavo. – dijo muy seguro.
Y
¿Cómo no iba a estarlo si me conocía mejor de lo que había llegado a hacerlo
cualquier persona? Además, debía recordar la vez que me indigesté por comer en
su casa muchos de estos en miniatura en una fiesta que había dado su madre. Eso
ocurrió cuando tenía diez años y él pasó toda la semana llevándome medicinas de
parte de su madre y burlándose de mí. Aún no se había atrevido a decirme que le
gustaba desde hacía mucho tiempo atrás.
Asentí
de manera aprobatoria.
- Veo
que aún recuerdas…ciertas cosas. – dije sentándome en la mesa de la cocina.
- Ni
siquiera sospechas todo lo que aun recuerdo. – agregó mirándome con profundidad
a los ojos.
Decidí
seguir comiendo en silencio, para no acabar con ese sentimiento de comodidad
que de pronto nos había embargado. Edward metió la mano en la bolsa marrón y
antes de sacer su contenido me hizo una pregunta con cara de niño travieso.
Se
veía tan adorable así, de pronto sentí que tenía enfrente a mi mejor amigo de
nuevo.
A mi
antiguo amor.
- A
que no sabes los que traje para desayunar yo. – me retó.
Sonreí
divertida, apostaría tranquila mi próxima paga entera a que conocía el
contenido de esta.
- Sándwich
de pan integral sin bordes, con queso gouda y jamón ahumado. Con tomate pero
sin lechuga, porque no te cae bien en el estómago.
Me
carcajeé y tomé un bocado de mi pastel. Lo conocía perfectamente, a no ser que
ese chico reservado de hace once años atrás hubiese cambiado.
- ¡Ja!
– rió incrédulo y comenzó a comer – Aún recuerdas mis preferencias. Lo que me
gusta.
- Y lo
que no también. – puntualicé – Odias que te apuren, por sobre todas las cosas.
Hizo
un asentimiento de aprobación.
- Muy
bien. ¿Qué más?
- Odias
la sopa, a menos de que se trate de una crema. Además detestas el café negro;
solo lo pasas si tiene leche… - volteé a ver a la bolsa de Starbucks y le
dirigí una mirada pícara – Apuesto lo que sea a que allá dentro… – la señalé - …vienen
dos lattes de vainilla.
Edward
soltó su sándwich en el envoltorio en falso símbolo de rendición.
- Está
bien. Tú ganas. Tienes una memoria excelente…o te volviste bruja y hasta ahora
me entero.
Inhalé
haciéndome la ofendida.
- ¿Hasta
ahora te das cuenta?
Ambos
rompimos en carcajadas. Luego nos miramos fijamente y preferimos seguir
comiendo en silencio de nuevo. Solo disfrutando de esa compañía fácil que hacía
tanto tiempo no teníamos.
*****
- Eres
un necio. Si se te presenta una emergencia ¿Cómo diablos me devuelvo? – le
repliqué una vez que Edward iba manejando como un maniático el pobre volvo
plateado del cual era dueño. Y digo pobre
no porque fuese viejo o feo; sino porque en poco tiempo ese motor estaría
pidiendo relevo.
Él
se encogió de hombros y siguió en lo suyo.
- ¿No
se supone que alguien que trabaja para Defensa
Civil debería ser más consiente en cuanto al exceso de velocidad? – inquirí
de manera reprochadora.
- Se
supone…pero te diré algo para que quede entre tú y yo…siento cierto desdén por
las reglas. – y se carcajeó como lo hace un niño que se escapa de algún castigo
inminente.
Recordé
lo rápido que le gustaba ir en sus patinetas cuando era un pequeño y meneé la
cabeza con falsa reprobación.
- ¿Qué
recordaste? – inquirió muy curioso.
- ¿Cómo
supiste lo que estaba haciendo?
- Porque
tu mirada se volvió vidriosa de pronto. Conozco muchas cosas de ti, Bella Swan.
Lo sabes bien.
Suspiré
admitiendo que él tenía la razón. En algún momento de la vida de ambos, solo
nosotros conocíamos cada cosa sobre el otro.
- Sí.
Tienes razón. ¿Sabes una cosa? Cuando me dijiste lo que me habías comprado de
desayuno recordé la indigestión que me pegué en la fiesta de tus padres.
- ¡Ja!
Cierto. Pasaste una semana en cama después de eso y yo te llevé medicinas para
eso. – recordó feliz mientras tomaba una apretada curva.
- ¡No
fuiste tú! – dije divertida e indignada a la vez - ¡Fue la señora Esme quien me
los mandó! No quieras hacerte un santo con los méritos de los demás. Además te
pasaste la semana metido en mi casa para burlarte de mí.
- ¡Hey!
Me ofendes. Yo sería incapaz de robar los méritos de mi mamá; es solo que tú me
quitaste los míos y se los diste a ella.
- No
se puede ser tan descarado en la vida… - dije asombrada de su aparente
capacidad de escabullirse de responsabilidades.
- ¡No
es descaro! Solo te estoy aclarando lo que pasó entonces. Aunque nunca te
dije…que fui yo quien te compraba las medicinas después de preguntarle a Esme;
en plan casual claro está; lo que podría caerle bien a “alguien” con empache en el estómago. Ella me decía y yo salía en
volandas a la farmacia.
- ¿En
serio? – estaba casi en shock.
- Si. De
hecho, tiempo después ella me dijo que allí ya se había dado cuenta de que tú
me gustabas y por eso cooperaba con mis débiles intentos de buen samaritano. Utilizaba el dinero que
tenía horrado para comprar tus remedios, así que dame un poco de crédito.
Lo
miraba boquiabierta, como si sus palabras me fuesen ininteligibles.
- Lo
siento…es que…estoy sorprendida. – dije después de unos momentos.
- Esa
era la idea. ¿Sabes que recordé mientras iba de camino a tu casa?
Negué
con la cabeza expectante, frente a lo que podía decirme.
- Cuándo
me enseñaste a comer vegetales. ¿Recuerdas que no comía ningún tipo de ellos, a
menos de que estuviesen en una salsa y que esta estuviese licuada?
Puse
los ojos en blanco ante eso.
- Claro.
Me decidí a hacer eso después de que montaras una escenita en una pizzería. –
agregué en tono tierno.
- No es
mi culpa que le hubiesen puesto trozos gigantescos de pimientos y aceitunas
inmensas. Eso arruinaba la pizza.
- Edward,
eran nooooormales. – enfaticé la palabra mientras lo veía de reojo.
- No
voy a discutir contigo acerca lo que debe ser el tamaño normal de una aceituna.
Mejor dime algo que yo te haya enseñado. – y me miró de la manera en que lo
haría un niño frente a uno de sus personajes de ficción favorito.
Me
toqué el mentón con el dedo índice de manera teatral mientras pensaba.
- Jumm.
Me enseñaste a… ¡a mentir!
- ¿A
mentir? – preguntó extrañado.
Asentí
antes de hablar.
- Sí.
A mentir para poder vernos a escondidas en alguna parte o en cualquier momento
que se te antojara.
- Lo
recuerdo. – dijo en tono solemne.- Bueno, es que eras muy mala inventando
excusas. El maestro tenía que darte una lección sobre “mentiras piadosas”.
- ¡Mentiras piadosas! –
reí ante lo ridículo que sonaba eso. Luego continué con el tema de
conversación. - ¿Qué más aprendiste de mí?
- A
querer los gatos. – agregó sin titubear.
- Cierto.
Al señorito Cullen no le gustaban porque decía que atraían la mala suerte. ¡Ja!
¡Qué ignorancia!. – me burlé descaradamente.
- No
te burles de mis creencias juveniles. Yo no lo he hecho de tus fobias para con
los insectos.
- Eso
es totalmente distinto. ¡Les tengo asco!
- ¿Todavía?
– su sonrisa torcida hizo acto de presencia queriendo mandar al demonio a mi
comportamiento racional.
- Sí.
Todavía. Debajo de mi fregadero está la colección más grande y mortífera de
insecticida que podrás encontrar en Forks.
- No
me extraña. Aún eres una cobardica a la que hay que salvar de las cucarachas. –
y aunque había comenzado a hablar en tono divertido luego se tornó profundo. Y
de ese mismo modo hizo contacto visual conmigo. – ¿Quieres saber qué es lo que
me hubiese gustado que me enseñaras? – negué con la cabeza – A olvidarte,
Bella. Porque Dios sabe que lo intenté más de una maldita vez y nunca pude.
Traté de deshacerme de tu esclava y cuando estaba en frente de la basura de
donde hubiese decidido que iba a tirarla para siempre, solía darme media vuelta
e irme apretándola con más fuerza que nunca.
Las
lágrimas me impedían hablar, pero eso para él no fue problema; pues parecía
decidido a exponer su punto hasta el final.
- Te
comparé con cada pareja que tuve. Y no fueron pocas; te aclaro; y más tarde me
dí cuenta de que en cada una de ellas había algo de ti. Aún así solo me
gustaban, o me apasionaban pero nunca; y
te juro por dios que no miento; jamás me enamoraron. – tomó mi mano y se la
puso en el corazón. Sus latidos estaban desbocados al igual que los míos. –
¿Sientes esto? Hacía mucho tiempo que él no iba a este ritmo solo por evocar
recuerdos. Y la última vez que ocurrió fue porque estaba pensando en ti.
- ¿Por
qué me haces esto? – dije dejando escapar una que otra lágrima. - ¿Por qué
haces que sienta dolor después de pasar tanto tiempo sin él?
- ¿Eras
feliz antes, Isabella?
- No
es eso lo que te pregunto.
- Pero
yo sí. ¿Eras feliz? – negué con la cabeza – Yo tampoco. Tenía una carrera
exitosa en Canadá. Un buen y jugoso salario además de una linda casa y hasta
una gata. – lo vi sorprendida – Si, es en serio tengo una gata, pero no es
momento de hablar de ella. Sino de lo incompleto que me sentía allá y por eso
cuando mi padre me llamó, no dudé ni por un momento en dejar todo; menos a mi
mascota; atrás. Jamás creí que a estas alturas de la vida vivieses aún en esta
ciudad; pero algo dentro de mí quiso creerlo. Me dije que de verte sería casi
seguro que estarías casada o comprometida y no sabes lo que me alegró saber que
no lo estás. – acarició mi mano izquierda; que era la que tenía sostenida
contra su pecho.
Me
mordí el labio, pelando con el llanto que no quería cesar.
- ¿Y
por qué estás tan seguro de que estoy sola? ¿Se lo preguntaste a alguien? –
dije sonriendo de una manera tan vacía que fue imposible para él pasarla por
alto.
- No,
Bella. – colocó mi mano en mi pierna pero no la soltó – Yo no necesité preguntárselo
a nadie. Porque si hubieses estado con alguien me lo fueses echado en cara para
tratar de alejarme de ti.
- ¿Y
hubiese funcionado?
- Sabes
muy bien que no. Al verte de nuevo sentí lo que hacía tiempo que había dejado
de sentir. Pero ahora hay algo más…algo que antes, por mi inocencia, no
experimenté. – se orilló a un lado de la carretera casi de manera brusca y
luego se acercó peligrosamente a mi boca. - ¿Sabes que es, Bella? Es lo mismo
que me hace acercarme tanto a tu cara, y es lo que me dice que estoy demasiado
lejos de tu cuerpo aunque te tengo al lado. – quería responderle y no a su
pregunta. Sino a tratar de alejarlo pero mi falta de voluntad me lo impidió. – Deseo, así se llama.
Y
cuando miró mis labios y se acercó a para atraparlos entre los suyos, me salí
del auto con los ojos anegados en lágrimas. Él le dio la vuelta al auto y me
atrapó entre su torso y la puerta del lado del copiloto.
- ¿Por
qué huyes? ¿Qué es lo que te da miedo? – atrapó mi cara entre sus grandes manos
- ¿Qué pueda dejarte de nuevo?
Asentí
entre paroxismos de llanto.
- Antes
lo hice porque era un niño y no tenía como imponerme. Pero no ahora. Dame la
oportunidad de demostrártelo.
Lo
alejé todo lo que me lo permitió, que no fue mucho, pero si lo suficiente para
poder pensar con un poco más de claridad.
- Todo
está pasando demasiado rápido, Edward. No me parece lógico…
- ¿Lógico?
Desde que nos conocimos no ha habido entre nosotros nada lógico. La manera en
que conectamos siendo apenas consientes del uso de la razón, o de cómo nos
hablábamos con solo una mirada. Nuestra amistad no fue nada “lógica” tampoco,
te contaba cosas que no hacía ni siquiera con mi mejor amigo. Nunca quise irme…- juntó su frente con la mía
– …y sé que te prometí regresar pero lo que yo no sabía era que mi familia ya
había arreglado todo para mi viaje y educación en Canadá. Perdóname.
- No
tiene sentido que te perdone algo que prometimos siendo niños…
- ¡No,
Bella! ¡No! Mis palabras siempre fueron honestas. Y sentí el peso de estas
durante años. No te pido que me creas; solo que no me alejes.
Solo
se escuchaba el sonido de nuestras respiraciones desacompasadas y el sonido de
la lluvia que hizo acto de presencia de golpe. Haciendo que Edward me viese con
una súplica en sus ojos y yo con miedo, pero al final; y aunque nos pesó a
ambos; nos separamos y subimos de nuevo al auto.
Cerré
la puerta detrás de mí y lo vi, una lágrima amenazaba con salirse de su cuenca
y eso me partió el alma. Aun más de lo que ya la tenía. Peor lo que me
sorprendió fue mi acción de respuesta.
Lo halé
de la manga a lo que él volteó asombrado y estrellé nuestras bocas en un beso
cargado de pura y autentica necesidad. Me gustaría decir que su asombro duró algún
rato pero no fue así, muy por el contrario su lengua fue la que me sorprendió
cuando irrumpió en mi cavidad húmeda y tibia.
Sabía
que sus castos besos me estremecían y que nadie había logrado hacerlo de nuevo.
Pero no recordaba que se sintiera así, como si necesitases del roce seductor y desesperado
del otro para poder existir en ese preciso instante.
Introduje
mis manos en sus cabellos y lo apreté con fuerza pero él no se quejó, por el
contrario; atrajo mi cintura hasta acercar lo más que pudo nuestros cuerpos.
Y aunque
no quisiéramos respirar tuvimos que separarnos para hacerlo. Edward rozó de
manera suave nuestros labios y luego se acomodó en el asiento para arrancar, y
una sonrisa estremecedoramente complacida adornaba su cara.
- Nuestra
historia nunca tuvo una explicación racional, simplemente algo tan común como
las palabras no pueden explicar lo que sentimos el uno por el otro. Nuestra historia
no merecía ese final que tuvo. – luego volteó a verme de nuevo. – Pero ahora
estoy aquí para confirmar lo que siempre creí…naciste para ser mía Bella Swan. Solo
mía.
Este
capítulo está dedicado no solo a las chicas de mi blog que me han demostrado
que están ahí y estarán a pesar del tiempo. Gracias chicas. Pero ahora también
a las chicas de Fanfiction.net que no solo siguen esta historia…sino que siguen
Corazón de Cristal, Anhelo desde la Oscuridad y todas mis demás historias. A todas
ustedes…les dedico esta actualización.
Además
también me gustaría que vieran la letra de esta canción que me encantó y me
inspiró para hacer esta entrega, se llama This ain´t GoodBye de Train. También
me basé en la canción ANTOLOGÍA de Shakira.
Solo
espero que les haya gustado…Besos y hasta la próxima.
ooh Hermana!!!... lo amoo tanto!!!... suena racional la explicación de Edward.. que se junten de nuevo!! <3 . <3
ResponderEliminar):
te amoo hermanitaa!!!! besoos (:
Acabo de leer de golpe los 4 capítulos... esperarte será complicadísimo.
ResponderEliminarDesde el prólogo esta historia no se me antojó; pero debido a mi curiosidad por tu profesión me he puesto a leer. Ahora entiendo un poco mas sobre tu actividad profesional, pero definitivamente la historia es muy buena, estoy contenta de haber escuchado tu recomendación.
Manejas muy bien escribir a dos versiones, expresas claramente las emociones de ambos y nos llevas de la mano a experimentar un arcoiris de sensaciones.
Eres una gran escritora y celebro muchísimo que prestes cuidadosa atención al medio en el que se desenvuelven tus personajes, tus historias tienen contenido, eso hace que verdaderamente las disfrute.
En horabuena y sigue así.
Que estés bien.
OMG perdon estoy comentando tan tarde pero ya lei el capitulo y me encanta que todo marche bien....Sigue asi...Besos linda...
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