miércoles, 20 de octubre de 2010

Corazón de Cristal - Segundo Capítulo:


“Esfuerzos”

—Edward. —lo llamé. —Sé que me puedes escuchar.
El joven miraba a la lluvia matutina que resbalaba en la ventana panorámica de su cuarto. Yo estaba a su costado derecho.
—Edward. —subí el tono de mi voz para llamar su atención pero sin llegar a gritarle, porque en mi modesta experiencia la violencia no funciona en absoluto cuando se trata con autistas. —Mírame a los ojos.
Gimió algo lastimero sin voltear. Entendí eso como que me había escuchado. Apunté ese detalle en mi cuaderno de control del ABA (Applied Behavior Analysis). Luego volví a insistir.
—Mírame a los ojos, corazón.
Su cabeza giró para permitir que sus orbes azules grisáceos se posaran sobre mí con un conjunto de emociones que no supe descifrar como profesional.
—¡Excelente, Edward! Muy bien —le felicité y le acaricié el brazo. —¡Eres un chico grandioso!.
Ese destello alegre y angelical tan propio de él y aún así escaso, brilló en sus ojos.
—Sí, lo eres. Ya verás que poco a poco sacaremos a la superficie ese entusiasmo. Te lo prometo.
Le hice diferentes test para constatar su verdadero estado; y me di cuenta de que si él no había avanzado más, era por culpa de una atención precaria de parte de quién lo había asistido anteriormente. No había necesidad de ser psiquiatra para darse cuenta que Edward parecía ser un autista de alto rendimiento con una precaria estimulación correcta. Con mucha dedicación y tiempo; algo que yo estaba dispuesta a brindarle; podría llevarle a ese punto.
Respondió satisfactoriamente a casi todos los estímulos. A los visuales y los auditivos; menos a los sensoriales. Detalle anotado entre mis prioridades.

*.*.*.*.*
El día fue pasando y con él mis labores diarias fueron cumpliéndose. En la noche lo dejé en su cama. Lo había bañado y él cenó de un aparente buen humor.
—Buenas noches, ángel. —rocé su frente y su mejilla con mi mano. Era doloroso verlo en ese estado: inverosímil, precioso y vulnerable. Inocente e indefenso. —Descansa. Nos vemos mañana temprano.
Sus ojos se llenaron repentinamente de pena y su pecho se agitó con fuerza. Aunque no movió ningún otro músculo. El sonido de su agónica respiración errática me desbarató.
—¿Acaso…no quieres que me vaya? —un maremágnum de sentimientos conmovedores me retorcieron con fuerza. —No lo estés, Edward. No te dejaré.
No me explicaba su reacción puesto que ya nos habíamos despedido antes de esa misma manera. Gemía con fuerza como si luchara con todas sus fuerzas para decirme algo, pero una fuerza mayor a la de él no se lo permitía.
—Shhhh. —lo traté de tranquilizar acariciándole el cabello. Pero yo misma estaba consternada. —Estoy aquí contigo. No voy a dejarte solo, corazón. Tienes que creerme. —lo vi a la cara y lo obligué a mirarme encerrando su rostro entre mis manos. —Edward, no te dejaré. Te lo juro. —esperé hasta que su respiración se ralentizó y me separé de él un momento.
Me dirigí a su equipo de sonido y coloqué un Cd de música clásica. En concreto se trataba de una pieza llamada “River flows in you”. Esta era interpretada netamente en piano. Luego me senté al lado de Edward de nuevo y le sonreí. La inquietud aún seguía en su mirada.
—Cierra los ojos, corazón. Necesitas descansar. No me iré hasta que estés dormido. —un suave quejido resonó en su pecho. —No debes alterarte solo porque yo me vaya; no te hace bien. Debes de creerme cuando te digo que voy a volver. ¿Acaso no lo hice hoy? ¿No confías en mí?
Me vio fijamente y en silencio. Esa fue su respuesta.
—Gracias. —le besé su mejilla y sentí su calidez en mi rostro. —Ahora cierra los ojos.
Así hizo y luego de diez minutos, un ángel dormía profundamente sobre la cama mientras yo velaba su sueño.
—¿Señora Esme? —la llamé a sus espaldas. —Edward ya está dormido. Me voy a retirar.—estaba en la cocina preparando una taza de té. Se volvió hacia mí con una mirada especulativa.
—¿Cómo lo ves, en líneas generales?
—Creo firmemente; y sin ánimos de mal poner el trabajo de mis colegas anteriores; que Edward está en la capacidad de recuperarse bastante. Ha respondido a casi todos los estímulos. Así que con paciencia, podemos lograr buenos avances en él.
La mujer tomó asiento delante de mí, y su cara mostró como si acabara de recibir esperanza después de mucho tiempo.
—No sabe cuánto me reconfortan sus palabras. Son como luz al final de un túnel. —tomó una bocanada de aire profunda y tranquilizante.
—Si perdemos la esperanza, lo perdemos todo. Además él tiene que sentir que lo apoyamos en todo momento. Eso le infundirá fuerzas. —sentía tanto cariño por estas personas que es difícil de creer que apenas llevaba una semana con ellos.
Aunque solo conocía al doctor, su esposa y al ángel que me habían encargado para cuidar, sabía que tenía otro hijo. Pero nunca ahondé en ese tema. No lo consideré de mi incumbencia o que pudiese beneficiar de alguna forma a mis labores.
—Debo irme, pero le repito lo que le he dicho en la semana. Si me necesitan, no duden en llamarme a la hora que sea. Nunca apago mi móvil. La señora asintió satisfecha.
—Te lo agradezco, Bella. Que pases buenas noches. Nos vemos mañana.
—Hasta pronto, señora Cullen. —me despedí.
Llegué a mi casa agotada pero tranquila. La respuesta de Edward me infundió esperanza para seguir esforzándome puesto que él también lo estaba haciendo. Aunque si no hubiese ocurrido de esa forma, lo seguiría haciendo de todas formas. Luego caí muerta de cansancio en la cama. Cuando desperté y chequeé mi celular había cuatro llamadas perdidas. Todas eran de Ángela, mi amiga y colega.
Después de asearme le regresé el gesto:
—¿Bella?
—¿Quién más si no? No he cambiado mi número y hasta donde yo sé, lo tenías anotado en tu listín telefónico. —bromeé algo irónica.
—Cierto. Vaya pregunta idiota la mía.
—Pues sí. —reí mientras sacaba la ropa para alistarme.
—¿Cómo te ha ido con el doctor Cullen? —su interés era sano. No preguntaba solo por husmear. Hacía más de una semana desde que no hablaba con ella. El mismo tiempo que llevaba trabajando con la familia del mismo.
—Pues genial. El chico que me tocó es magnífico. Y tanto el señor Carlisle como la señora Esme son sumamente cordiales. No me puedo quejar de nada. Realmente me gusta este trabajo.
—Me alegro, amiga. De verdad. Por cierto ¿cuándo es tu día libre? —seguramente se sentía sola. Ángela era tan reservada como yo, lo que nos dificulta hacer numerosas amistades.
—Se supone que los domingos. Lo que pasa es que el pasado opté por estudiar al paciente. Pero este si me lo tomaré libre. ¿Quieres que hagamos algo? —pude imaginar su cara de alegría.
—Sí, por favor. Ya luego decidiremos qué hacer. —sonaba emocionada.
—Vale, Ang. Luego nos hablamos ¿sí? Porque me estoy terminando de arreglar para irme.
— Está bien, Bells. Cuídate. Adiós.
Al terminar de vestirme y acomodarme, comí una barra cereal y tomé un poco de jugo. No tenía tiempo para prepararme un desayuno más elaborado. Salí inmediatamente.
Iba por la carretera, ya muy cerca de mi destino, cuando recibí una llamada a mi celular. Ni siquiera me detuve a ver el número.
—¿Hola?
—¿Isabella? —la señora Esme sonaba demasiado alterada. Me preocupé de inmediato pero tuve que guardar las formas.
—¿Qué ocurre, señora Cullen? —apenas podía controlar mi voz.
—¡Es Edward! Está totalmente descontrolado. Se levantó muy violento. —estaba llorando sin duda alguna.
—Ya voy llegando. —le anuncié y colgué.
Maldije a la vieja camioneta por no poder ir a más de 80 kilómetros por hora. Al llegar me bajé sin poder pensar en nada más que no fuese él. Gracias a Dios la puerta de la entrada estaba abierta y entré sin mayores contratiempos. Subí las escaleras como un bólido, mientras escuchaba golpes, gemidos y estruendos de cosas al quebrarse.
Llegué a la habitación con apenas un poco de aliento, pero eso fue suficiente para pasar directo a la habitación de Edward, ignorando a su madre que estaba parada en el marco de la entrada con cara de pánico y preocupación. Además de Claire; la chica de servicio; que lo miraba con horror. Sostenía en alto un florero de cristal y estaba a punto de estrellarlo contra el suelo.
—¡Edward ya basta! —le pedí con cierto grado de autoridad. —Si partes eso, te puedes hacer daño. Dámelo, por favor.
Apenas me vio frente a él dejó de hacer esos ruidos tan horribles que profería desde su garganta y se paró en seco. Me entregó el adorno, lo tomé, lo coloqué en la cama que estaba hecha un desastre y luego lo abracé a él por la cintura. Respiraba agitado, su corazón latía desbocado y desde su pecho comenzaron a brotar sollozos. Lo miré a los ojos y lo hallé bañado en lágrimas. Sin pensar en que nos estaban viendo y contra cualquier buen juicio pegué su frente a la mía para fijar su mirada estaba fija en mí.
—¿Por qué hiciste esto, corazón? ¿Acaso no ves que pudiste haberte hecho mucho daño? —Él jadeaba y temblaba entre mis brazos enseñándome que había vuelto a su estado de vulnerabilidad. Parecía tan aterrado que se me encogió el alma de rabia por un instante. Porque por más que quisiera no podía enfrentarme a aquello que lo atemorizara porque él no podía expresar lo que era. —Vamos a la cama, por favor. —pero entonces miré al suelo, este estaba lleno de vidrios partidos y Edward estaba descalzo en medio del mismo. —¡No te muevas! —lo sujeté contra mí.
Luego me giré hacia Claire.
—Tráele unas pantuflas o algo, por favor.
—¿Y si me hace daño? —preguntó la chica con miedo en los ojos.
La señora Esme bajó su cabeza en clara muestra de dolor y mortificación a la vez. Me llené de ira, pero pude controlarme. En el Saint Gabriel´s también había tenido que vérmelas con personas prejuiciosas.
—¿Acaso lo ves en condiciones de hacerte algún daño? Más lo podemos herir nosotros a él, que él a nosotros. —respondí con una peligrosa tranquilidad.
—No me digas eso cuando estoy viendo una habitación destrozada por él en un momento de demencia.
—¡Edward no es ningún demente! —le reproché con rabia pero sin levantar la voz. Aquello perjudicaría aún más una situación ya tensa. Mi reacción hizo que las dos mujeres en frente de mí se paralizaran. —Este joven tuvo un ataque de pánico. Ser sensible; y ya puestos en eso también discreta; no te va matar. Inténtalo. —las palabras me salían disparadas como dardos envenados.
—No soy insensible, solo me cuido. Nunca se sabe cómo pueden transformarse de un momento a otro.
—¡Lárgate de aquí! —giré mi cabeza y le miré directo a los ojos para que no quedara dudas de que mi próxima reacción ya no sería pacífica.
Resumen de los hechos: Claire se perdió por el corredor, Edward seguía temblando y llorando en mi hombro como si fuese un niño de tres años asustado mientras yo acariciaba su cabello para intentar calmarlo. Y Esme? Bueno. Digamos que hizo un excelente papel de estatua torturada en la entrada. Aunque puestos a ver, fue mucho mejor de esa manera. Al menos para mí, que podría haber perdido mi nuevo empleo por una conducta inapropiada con un paciente. Nada lindo de ver en un currículum.
—No te muevas de aquí. Voy a buscarte unos zapatos para que salgamos de aquí. —le dije con un casi exagerado tono emocionado. —Vamos a bajar un rato al jardín ¿Quieres?
De pronto sus manos aferraron mi cintura con fuerza. Sentí un escalofrío que me recorrió la columna de arriba a abajo. Era la primera vez que Edward me sujetaba de aquella forma. Intenté alejarme para buscarle calzado pero no me lo permitió, tuve que pedirle a su madre que me hiciese el favor de alcanzármelos. La pobre mujer estaba como en estado de shock.
Me dispuse a sacudir los pies de Edward en busca de algún pedazo de vidrio, y me encontré con que su pie derecho estaba sangrando. Tuve que alcanzar una silla cercana para sentarlo y revisar la herida. No era muy grande pero tenía enterrado en ella un pequeño vidrio pero de un ancho considerable. Se veía sumamente doloroso pero sabía que algunos autistas tienen una tolerancia asombrosa para el dolor.
—Señora Esme. Necesito que se quede con Edward mientras bajo por mis cosas a la camioneta para curarlo. — le pedí con tranquilidad.
Ella, que aún vestía su dormilona de seda beige; se acercó para situarse en frente de su hijo.
—Gracias, Isabella. —dijo cuando yo iba por la entrada de la habitación. —Por calmarlo y…por defenderlo.
Me volteé hacia ella. Me miraba con gratitud inmerecida, puesto yo había hecho lo que cualquiera hubiese hecho en mi lugar.
—No tiene que agradecerme por nada de eso. Lo primero es mi trabajo. Y lo segundo una reacción justa. Nadie lo va a menospreciar en mi presencia. Y no me importa de qué status sea. Con permiso. —aún seguía molesta por ese incidente con la chica.
Bajé las escaleras y me topé con la mirada rabiosa de Claire.
—Bonita actuación la de allá arriba. ¿Ese guión te lo enseñaron en el hospital donde trabajaste antes? —estaba cruzada de brazos mientras me provocaba con sus ironías estúpidas.
—Sí. Lo aprendí de una paciente esquizofrénica que se parecía mucho a ti. Solo que ella era guapa. — me encogí de hombros y seguí de largo hasta mi camioneta para buscar el maletín con insumos médicos. Sentí que me siguió hasta ella.
—De seguro quieres ganarte su cariño para ver si puedes quedarte con una parte de la fortuna Cullen valiéndote del estado del joven Edward. O…quieres lograr algo con alguien más.
Me giré con lentitud para encararla.
—Cada ladrón juzga por su condición… —dejé la frase en el aire mientras continuaba de espaldas a ella examinando el contenido del bolso.
—Mira. Déjame decirte algo…
—No. — entonces me giré. —Déjame decirte algo yo a ti: no vine para acá a pasarle por encima a nadie, pero tampoco vine a hacer amigos. Mi trabajo es cuidar a Edward y si tú vuelves a decirle demente o algo que se le parezca; te juro por dios que lamentarás el haberme conocido.
—¿Eso es una advertencia? —me preguntó irónica.
—No, cariño. Es una amenaza. —sentencié, me di media vuelta y me largué de la desagradable presencia de Claire.
Extraje el pedazo de vidrio, limpié y desinfecté la herida. Luego apliqué un cicatrizante y vendé la zona afectada. Su madre me ayudó pasándome lo que requería.
—Ya está listo. —le anuncié a Edward cuando terminé.
Él miraba a la nada entretenido en sus inocentes cavilaciones. Sonreí más tranquila mientras le colocaba sus zapatos. Sabía que lo que había visto hoy podía ser una premonición de lo que me esperaba en un futuro: Crisis nerviosas por parte de él, desesperación y desasosiego por su familia y un infierno de provocaciones por parte de  Claire.
Pero cuando se consigue un ángel, una no lo puede abandonar por las dificultades que él le traiga consigo.
Y mi ángel era Edward; aunque su custodia era yo.


·         ABA (Applied Behavior Analysis): (Análisis del Comportamiento Aplicado) Es un estudio en el cual se lleva el control de comportamiento del paciente con Autismo.



Bueno chicas sé que este capítulo les llegó después de lo estipulado por el calendario de publicación, pero les cuento que tengo `problemas con mi internet. Así que lo más probable es que los capítulos se tarden un día más de lo esperado. Les pido disculpas por eso y gracias por su paciencia.

2 comentarios:

  1. q super este capi, lo adoro, me encanta esta historia, es genial , jejeje se intercambiaron los papeles en cuanto al cuidado, besosss

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  2. estoy literalmente llena de lagrimas en los ojos y odio a esa Bitch(claire)
    agh q desgradable es...
    como sea linda este capi fue corto pero super lindo::besotes, nos leemos

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