“Esfuerzos”
—Edward. —lo llamé. —Sé que me puedes
escuchar.
El joven miraba a la lluvia matutina
que resbalaba en la ventana panorámica de su cuarto. Yo estaba a su costado
derecho.
—Edward. —subí el tono de mi voz para
llamar su atención pero sin llegar a gritarle, porque en mi modesta experiencia
la violencia no funciona en absoluto cuando se trata con autistas. —Mírame a
los ojos.
Gimió algo lastimero sin voltear.
Entendí eso como que me había escuchado. Apunté ese detalle en mi cuaderno de
control del ABA (Applied
Behavior Analysis). Luego volví a insistir.
—Mírame a los ojos, corazón.
Su cabeza giró para permitir que sus
orbes azules grisáceos se posaran sobre mí con un conjunto de emociones que no
supe descifrar como profesional.
—¡Excelente, Edward! Muy bien —le felicité
y le acaricié el brazo. —¡Eres un chico grandioso!.
Ese destello alegre y angelical tan
propio de él y aún así escaso, brilló en sus ojos.
—Sí, lo eres. Ya verás que poco a poco
sacaremos a la superficie ese entusiasmo. Te lo prometo.
Le hice diferentes test para constatar
su verdadero estado; y me di cuenta de que si él no había avanzado más, era por
culpa de una atención precaria de parte de quién lo había asistido anteriormente.
No había necesidad de ser psiquiatra para darse cuenta que Edward parecía ser
un autista de alto rendimiento con una precaria estimulación correcta. Con
mucha dedicación y tiempo; algo que yo estaba dispuesta a brindarle; podría
llevarle a ese punto.
Respondió satisfactoriamente a casi
todos los estímulos. A los visuales y los auditivos; menos a los sensoriales.
Detalle anotado entre mis prioridades.
*.*.*.*.*
El día fue pasando y con él mis
labores diarias fueron cumpliéndose. En la noche lo dejé en su cama. Lo había
bañado y él cenó de un aparente buen humor.
—Buenas noches, ángel. —rocé su frente
y su mejilla con mi mano. Era doloroso verlo en ese estado: inverosímil,
precioso y vulnerable. Inocente e indefenso. —Descansa. Nos vemos mañana temprano.
Sus ojos se llenaron repentinamente de
pena y su pecho se agitó con fuerza. Aunque no movió ningún otro músculo. El
sonido de su agónica respiración errática me desbarató.
—¿Acaso…no quieres que me vaya? —un
maremágnum de sentimientos conmovedores me retorcieron con fuerza. —No lo estés,
Edward. No te dejaré.
No me explicaba su reacción puesto que
ya nos habíamos despedido antes de esa misma manera. Gemía con fuerza como si
luchara con todas sus fuerzas para decirme algo, pero una fuerza mayor a la de
él no se lo permitía.
—Shhhh. —lo traté de tranquilizar
acariciándole el cabello. Pero yo misma estaba consternada. —Estoy aquí
contigo. No voy a dejarte solo, corazón. Tienes que creerme. —lo vi a la cara y
lo obligué a mirarme encerrando su rostro entre mis manos. —Edward, no te
dejaré. Te lo juro. —esperé hasta que su respiración se ralentizó y me separé
de él un momento.
Me dirigí a su equipo de sonido y
coloqué un Cd de música clásica. En concreto se trataba de una pieza
llamada “River flows in you”. Esta era interpretada netamente en piano. Luego
me senté al lado de Edward de nuevo y le sonreí. La inquietud aún seguía en su
mirada.
—Cierra los ojos, corazón. Necesitas
descansar. No me iré hasta que estés dormido. —un suave quejido resonó en su
pecho. —No debes alterarte solo porque yo me vaya; no te hace bien. Debes de
creerme cuando te digo que voy a volver. ¿Acaso no lo hice hoy? ¿No confías en
mí?
Me vio fijamente y en silencio. Esa
fue su respuesta.
—Gracias. —le besé su mejilla y sentí
su calidez en mi rostro. —Ahora cierra los ojos.
Así hizo y luego de diez minutos, un
ángel dormía profundamente sobre la cama mientras yo velaba su sueño.
—¿Señora Esme? —la llamé a sus
espaldas. —Edward ya está dormido. Me voy a retirar.—estaba en la cocina
preparando una taza de té. Se volvió hacia mí con una mirada especulativa.
—¿Cómo lo ves, en líneas generales?
—Creo firmemente; y sin ánimos de mal
poner el trabajo de mis colegas anteriores; que Edward está en la capacidad de
recuperarse bastante. Ha respondido a casi todos los estímulos. Así que con
paciencia, podemos lograr buenos avances en él.
La mujer tomó asiento delante de mí, y
su cara mostró como si acabara de recibir esperanza después de mucho tiempo.
—No sabe cuánto me reconfortan sus
palabras. Son como luz al final de un túnel. —tomó una bocanada de aire
profunda y tranquilizante.
—Si perdemos la esperanza, lo perdemos
todo. Además él tiene que sentir que lo apoyamos en todo momento. Eso le infundirá
fuerzas. —sentía tanto cariño por estas personas que es difícil de creer que
apenas llevaba una semana con ellos.
Aunque solo conocía al doctor, su
esposa y al ángel que me habían encargado para cuidar, sabía que tenía otro
hijo. Pero nunca ahondé en ese tema. No lo consideré de mi incumbencia o que
pudiese beneficiar de alguna forma a mis labores.
—Debo irme, pero le repito lo que le
he dicho en la semana. Si me necesitan, no duden en llamarme a la hora que sea.
Nunca apago mi móvil. La señora asintió satisfecha.
—Te lo agradezco, Bella. Que pases
buenas noches. Nos vemos mañana.
—Hasta pronto, señora Cullen. —me
despedí.
Llegué a mi casa agotada pero
tranquila. La respuesta de Edward me infundió esperanza para seguir
esforzándome puesto que él también lo estaba haciendo. Aunque si no hubiese
ocurrido de esa forma, lo seguiría haciendo de todas formas. Luego caí muerta
de cansancio en la cama. Cuando desperté y chequeé mi celular había cuatro
llamadas perdidas. Todas eran de Ángela, mi amiga y colega.
Después de asearme le regresé el
gesto:
—¿Bella?
—¿Quién más si no? No he cambiado mi
número y hasta donde yo sé, lo tenías anotado en tu listín telefónico. —bromeé
algo irónica.
—Cierto. Vaya pregunta idiota la mía.
—Pues sí. —reí mientras sacaba la ropa
para alistarme.
—¿Cómo te ha ido con el doctor Cullen?
—su interés era sano. No preguntaba solo por husmear. Hacía más de una semana
desde que no hablaba con ella. El mismo tiempo que llevaba trabajando con la familia
del mismo.
—Pues genial. El chico que me tocó es
magnífico. Y tanto el señor Carlisle como la señora Esme son sumamente
cordiales. No me puedo quejar de nada. Realmente me gusta este trabajo.
—Me alegro, amiga. De verdad. Por cierto
¿cuándo es tu día libre? —seguramente se sentía sola. Ángela era tan reservada
como yo, lo que nos dificulta hacer numerosas amistades.
—Se supone que los domingos. Lo que
pasa es que el pasado opté por estudiar al paciente. Pero este si me lo tomaré
libre. ¿Quieres que hagamos algo? —pude imaginar su cara de alegría.
—Sí, por favor. Ya luego decidiremos
qué hacer. —sonaba emocionada.
—Vale, Ang. Luego nos hablamos ¿sí?
Porque me estoy terminando de arreglar para irme.
— Está bien, Bells. Cuídate. Adiós.
Al terminar de vestirme y acomodarme,
comí una barra cereal y tomé un poco de jugo. No tenía tiempo para prepararme
un desayuno más elaborado. Salí inmediatamente.
Iba por la carretera, ya muy cerca de
mi destino, cuando recibí una llamada a mi celular. Ni siquiera me detuve a ver
el número.
—¿Hola?
—¿Isabella? —la señora Esme sonaba
demasiado alterada. Me preocupé de inmediato pero tuve que guardar las formas.
—¿Qué ocurre, señora Cullen? —apenas
podía controlar mi voz.
—¡Es Edward! Está totalmente
descontrolado. Se levantó muy violento. —estaba llorando sin duda alguna.
—Ya voy llegando. —le anuncié y
colgué.
Maldije a la vieja camioneta por no
poder ir a más de 80 kilómetros por hora. Al llegar me bajé sin poder pensar en
nada más que no fuese él. Gracias a Dios la puerta de la entrada estaba abierta
y entré sin mayores contratiempos. Subí las escaleras como un bólido, mientras
escuchaba golpes, gemidos y estruendos de cosas al quebrarse.
Llegué a la habitación con apenas un
poco de aliento, pero eso fue suficiente para pasar directo a la habitación de
Edward, ignorando a su madre que estaba parada en el marco de la entrada con
cara de pánico y preocupación. Además de Claire; la chica de servicio; que lo
miraba con horror. Sostenía en alto un florero de cristal y estaba a punto de
estrellarlo contra el suelo.
—¡Edward
ya basta! —le pedí con cierto grado de autoridad. —Si partes eso, te puedes
hacer daño. Dámelo, por favor.
Apenas me vio frente a él dejó de
hacer esos ruidos tan horribles que profería desde su garganta y se paró en
seco. Me entregó el adorno, lo tomé, lo coloqué en la cama que estaba hecha un
desastre y luego lo abracé a él por la cintura. Respiraba agitado, su corazón
latía desbocado y desde su pecho comenzaron a brotar sollozos. Lo miré a los
ojos y lo hallé bañado en lágrimas. Sin pensar en que nos estaban viendo y
contra cualquier buen juicio pegué su frente a la mía para fijar su mirada
estaba fija en mí.
—¿Por qué hiciste esto, corazón?
¿Acaso no ves que pudiste haberte hecho mucho daño? —Él jadeaba y temblaba
entre mis brazos enseñándome que había vuelto a su estado de vulnerabilidad.
Parecía tan aterrado que se me encogió el alma de rabia por un instante. Porque
por más que quisiera no podía enfrentarme a aquello que lo atemorizara porque
él no podía expresar lo que era. —Vamos a la cama, por favor. —pero entonces
miré al suelo, este estaba lleno de vidrios partidos y Edward estaba descalzo
en medio del mismo. —¡No te muevas! —lo sujeté contra mí.
Luego me giré hacia Claire.
—Tráele unas pantuflas o algo, por
favor.
—¿Y si me hace daño? —preguntó la
chica con miedo en los ojos.
La señora Esme bajó su cabeza en clara
muestra de dolor y mortificación a la vez. Me llené de ira, pero pude
controlarme. En el Saint Gabriel´s también había tenido que vérmelas con
personas prejuiciosas.
—¿Acaso lo ves en condiciones de
hacerte algún daño? Más lo podemos herir nosotros a él, que él a nosotros.
—respondí con una peligrosa tranquilidad.
—No me digas eso cuando estoy viendo
una habitación destrozada por él en un momento de demencia.
—¡Edward no es ningún demente! —le
reproché con rabia pero sin levantar la voz. Aquello perjudicaría aún más una
situación ya tensa. Mi reacción hizo que las dos mujeres en frente de mí se paralizaran.
—Este joven tuvo un ataque de pánico. Ser sensible; y ya puestos en eso también
discreta; no te va matar. Inténtalo. —las palabras me salían disparadas como
dardos envenados.
—No soy insensible, solo me cuido.
Nunca se sabe cómo pueden transformarse de un momento a otro.
—¡Lárgate de aquí! —giré mi cabeza y
le miré directo a los ojos para que no quedara dudas de que mi próxima reacción
ya no sería pacífica.
Resumen de los hechos: Claire se
perdió por el corredor, Edward seguía temblando y llorando en mi hombro como si
fuese un niño de tres años asustado mientras yo acariciaba su cabello para
intentar calmarlo. Y Esme? Bueno. Digamos que hizo un excelente papel de
estatua torturada en la entrada. Aunque puestos a ver, fue mucho mejor de esa
manera. Al menos para mí, que podría haber perdido mi nuevo empleo por una conducta inapropiada con un paciente.
Nada lindo de ver en un currículum.
—No te muevas de aquí. Voy a buscarte
unos zapatos para que salgamos de aquí. —le dije con un casi exagerado tono
emocionado. —Vamos a bajar un rato al jardín ¿Quieres?
De pronto sus manos aferraron mi
cintura con fuerza. Sentí un escalofrío que me recorrió la columna de arriba a
abajo. Era la primera vez que Edward me sujetaba de aquella forma. Intenté
alejarme para buscarle calzado pero no me lo permitió, tuve que pedirle a su
madre que me hiciese el favor de alcanzármelos. La pobre mujer estaba como en
estado de shock.
Me dispuse a sacudir los pies de
Edward en busca de algún pedazo de vidrio, y me encontré con que su pie derecho
estaba sangrando. Tuve que alcanzar una silla cercana para sentarlo y revisar
la herida. No era muy grande pero tenía enterrado en ella un pequeño vidrio
pero de un ancho considerable. Se veía sumamente doloroso pero sabía que
algunos autistas tienen una tolerancia asombrosa para el dolor.
—Señora Esme. Necesito que se quede
con Edward mientras bajo por mis cosas a la camioneta para curarlo. — le pedí
con tranquilidad.
Ella, que aún vestía su dormilona de
seda beige; se acercó para situarse en frente de su hijo.
—Gracias, Isabella. —dijo cuando yo
iba por la entrada de la habitación. —Por calmarlo y…por defenderlo.
Me volteé hacia ella. Me miraba con
gratitud inmerecida, puesto yo había hecho lo que cualquiera hubiese hecho en
mi lugar.
—No tiene que agradecerme por nada de
eso. Lo primero es mi trabajo. Y lo segundo una reacción justa. Nadie lo va a
menospreciar en mi presencia. Y no me importa de qué status sea. Con permiso. —aún
seguía molesta por ese incidente con la chica.
Bajé las escaleras y me topé con la
mirada rabiosa de Claire.
—Bonita actuación la de allá arriba.
¿Ese guión te lo enseñaron en el hospital donde trabajaste antes? —estaba
cruzada de brazos mientras me provocaba con sus ironías estúpidas.
—Sí. Lo aprendí de una paciente
esquizofrénica que se parecía mucho a ti. Solo que ella era guapa. — me encogí
de hombros y seguí de largo hasta mi camioneta para buscar el maletín con
insumos médicos. Sentí que me siguió hasta ella.
—De seguro quieres ganarte su cariño
para ver si puedes quedarte con una parte de la fortuna Cullen valiéndote del
estado del joven Edward. O…quieres lograr algo con alguien más.
Me giré con lentitud para encararla.
—Cada ladrón juzga por su condición…
—dejé la frase en el aire mientras continuaba de espaldas a ella examinando el
contenido del bolso.
—Mira. Déjame decirte algo…
—No. — entonces me giré. —Déjame
decirte algo yo a ti: no vine para acá a pasarle por encima a nadie, pero
tampoco vine a hacer amigos. Mi trabajo es cuidar a Edward y si tú vuelves a
decirle demente o algo que se le parezca; te juro por dios que lamentarás el
haberme conocido.
—¿Eso es una advertencia? —me preguntó
irónica.
—No, cariño. Es una amenaza. —sentencié,
me di media vuelta y me largué de la desagradable presencia de Claire.
Extraje el pedazo de vidrio, limpié y
desinfecté la herida. Luego apliqué un cicatrizante y vendé la zona afectada.
Su madre me ayudó pasándome lo que requería.
—Ya está listo. —le anuncié a Edward
cuando terminé.
Él miraba a la nada entretenido en sus
inocentes cavilaciones. Sonreí más tranquila mientras le colocaba sus zapatos.
Sabía que lo que había visto hoy podía ser una premonición de lo que me
esperaba en un futuro: Crisis nerviosas por parte de él, desesperación y
desasosiego por su familia y un infierno de provocaciones por parte de Claire.
Pero cuando se consigue un ángel, una
no lo puede abandonar por las dificultades que él le traiga consigo.
Y mi ángel era Edward; aunque su
custodia era yo.
·
ABA (Applied Behavior Analysis): (Análisis
del Comportamiento Aplicado) Es un estudio en el cual se lleva el control de
comportamiento del paciente con Autismo.
Bueno chicas sé que este capítulo les llegó después de lo estipulado por el calendario de publicación, pero les cuento que tengo `problemas con mi internet. Así que lo más probable es que los capítulos se tarden un día más de lo esperado. Les pido disculpas por eso y gracias por su paciencia.
q super este capi, lo adoro, me encanta esta historia, es genial , jejeje se intercambiaron los papeles en cuanto al cuidado, besosss
ResponderEliminarestoy literalmente llena de lagrimas en los ojos y odio a esa Bitch(claire)
ResponderEliminaragh q desgradable es...
como sea linda este capi fue corto pero super lindo::besotes, nos leemos