jueves, 28 de octubre de 2010

TERCER CAPÍTULO


DEFINITIVAMENTE INESPERADO”
- Esta noche infernal no se termina de acabar de una vez por todas. – suplico mordiendo la almohada con desespero.
La cama estaba revuelta por todas las vueltas que había dado en medio de mi insomnio. El grupo de almohadas que había apilado detrás de mí para tratar de recrear su presencia no me había ayudado en nada.
<<Debí haber solicitado un par de valiums al botones…>> pensé.
Era la una de la mañana y nada había conseguido que me durmiera y descansara al fin de ese dolor lacerante que me atravesaba no solo el pecho, sino el cerebro y hasta los huesos también.
Lo único que me había “sedado” un poco era recordar el pasado; si bien no lograba que la pena desapareciera, por lo menos; hacía que me perdiera en escenas corrientes y carentes de sentido hasta que “él” llegó…

Me dirigí un poco agotada hacia la puerta. Alguien tocaba con timidez en ella.
- Hola, Ángela. – dije al abrir.
- Hola, Bella. Te traje el desayuno. – sonrió con amabilidad. – No nos conviene que te estés desmayando por hacer hiploglicemias cada dos por tres.
Puse los ojos en blanco.
- No me he desmayado cada dos por tres. Solo fue una vez. – me aparté de la puerta para cederle el paso. – Adelante, Ang. Y muchas gracias por el desayuno.
La chica entró con dos bolsas blancas en las manos.
- Gracias. – me entregó una. – Esta es tuya.
- Oh. ¿No has comido tú tampoco? Pues ven a la mesa conmigo.
Ambas caminamos a la cocina y depositamos allí los paquetes.
Me trajo un pastel de ricotta con espinaca envuelto en masa de hojaldre y un jugo de durazno.
- Hmmmm. Esto se ve delicioso, Ángela. Eres un sol. – le comenté al ver la comida. El estómago me rugía descontrolado.
Me observó escrutadora.
- ¿Cenaste anoche luego de que llegamos del viaje?
Habíamos llegado aproximadamente a las nueve de la noche de la misión en L´ Aquila; y yo llegué demasiado extenuada como para ponerme a hacer comida.
- No. Me di un baño y me fui a dormir. En serio lo necesitaba. – me excusé mientras devoraba el pastel.
- Sabía eso. Por esa razón te traje la comida. No deberías jugar así con tu salud; aparte de que tu ritmo de trabajo no es nada tranquilo, tú le metes además un ayuno obligatorio. Te vas a enfermar. – tomó un sorbo de su jugo.
- Ayyy, no me regañes. Es muy temprano para eso. – dije pesarosa mientras seguía comiendo con gusto. El condenado pastel o estaba muy bueno o yo estaba a punto de morir de hambre.
- Por cierto, Carlisle quiere verte hoy. Dijo que tenía que hablar contigo acerca de algo.
Comencé a toser porque de la impresión se me fue un pedazo de la comida sin masticar.
- ¡Toma un trago de jugo! – dijo Ángela preocupada mientras me alcanzaba el vaso.
Le hice caso y poco a poco recobré la respiración normal.
- ¿Acerca de qué? – pregunté.
- No lo sé. Cuestión de directores, supongo. Él dijo que quería verte como a las diez de la mañana. Porque a primera hora iba a estar reunido con unas personas que venían de la dirección nacional.
- ¿Qué querrán? – seguí masticando.
- Ni idea. Lo sabrás cuando hables con él. A lo mejor te querrá poner al tanto de eso luego.
- Pues sí. Tienes razón.
Terminamos de comer entre más temas concernientes al trabajo y luego me fui a prepararme para ir a la oficina.
Mi eficiente asistente se quedó esperándome hasta que bajé lista.
- A veces siento que necesito vacaciones. – le comenté ya en mi carro.
- ¿Hace cuanto que no tomas unas?
- Hace más de tres años. Desde que llegué a Defensa Civil. Pero no me pesa eso, solo que el cansancio se me ha acumulado un poco. – le comenté mientras tenía la mirada en la carretera.
- Con razón, Bella. Necesitas descansar. Y pronto.
- Lo haré después de diciembre. Primero debo dejar todo preparado para ausentarme.
- Me parece justo. – aceptó un poco más tranquila.
Ángela era una chica muy leal y amable, aparte de ser eficiente. Se había vuelto mi apoyo en las últimas semanas.
De hecho la había solicitado unos días antes de ir a Italia como mi asistente.
No más llegar a la oficina Ben Cheney se me acercó con una carpeta tamaño oficio muy gruesa.
Primero observó a mi compañera con admiración y luego desvió la mirada hacia mí, y cuando advirtió que lo había visto todo se puso rojo cual tomate.
Reprimí una sonrisa imprudente.
- Hola, Bella. Buen día. – dijo por lo bajo con su cortesía habitual.
- Hola, Ben ¿cómo amaneces?
- Con trabajo por hacer y al parecer tú también.
Suspiré con resignación.
- No veo la novedad en eso.
- Si ¿verdad? – comentó él lanzando una mirada furtiva a Ángela.
Asentí.
Mi asistente parecía ausente o se “estaba haciendo” al mirar en otra dirección diferente a él.
Ben se acercó a mí y me entregó la carpeta en las manos.
- Esta es una dotación de logística para el personal de paramédicos de parte de la dirección nacional. Ya se está descargando la misma, pero tienes que revisar lo que está apuntado en este informe y compararlo con lo que ha llegado.
- Gracias, Ben. Revisaré esto ahora mismo y luego chequearé personalmente el material. Mientras quédate con Ángela para que lleven el control pertinente de lo que se está descargando. – sonreí con malicia en mi interior.
Ambos me miraron atónitos, luego a ellos y después al piso.
- Está bien. – aceptó él.
- Apenas termine de hacer esto…- le dije a mi asistente mientras levantaba la mano con la carpeta – iré a ver a Carlisle y luego te veo en mi oficina.
Ella asintió en silencio, sonrojada.
Estos formaban una pareja perfecta. Aunque los dos eran sumamente tímidos.

- Rosalie ¿Ya está disponible el director? – le pregunté a la nueva trabajadora del departamento.
Esta asintió.
- Te están esperando, Swan. – dijo diligente.
No era precisamente muy cariñosa, pero si muy dedicada y diligente; y en este oficio es lo que importa. Además era educada así que no había problema alguno con ella.
<<¿Ha dicho “esperando”?>> me pregunté tarde en la puerta, a la que abrí de inmediato.
- Con permiso. Me dijeron que querías ver...¡Dios mío! – primero me dirigía a Carlisle hasta que ví a quién tenía sentado en frente.
Reconocería ese cabello castaño dorado y a esos ojos color topacio aunque me borrasen la memoria.
Edward se puso de pie al verme y se quedó en una sola pieza.
- Pasa adelante, Isabella. – dijo Carlisle tan galante como siempre.
Creo que no había notado la tensión en el ambiente o estaba intentando aliviarla por el contrario.
- Bella. – lo corrigió Edward.
Su voz era tan diferente a como la recordaba. Varonil y sensual.
Caminé hasta el interior sin quitarle la mirada de encima a quién me había marcado más que nadie en la vida.
Mi respiración se hizo lenta y dificultosa. Sentía que los ojos se me estaban llenando de humedad.
Él no podía verme así…no luego de once años…
- Yo…dejé algo en la oficina. Permítanme un momento. – me retiré del lugar antes de haber llegado frente al escritorio.
Entré a mi dependencia privada y cerré la puerta. Me dejé caer en mi silla sin fuerzas aparentes.
Era él. Después tanto tiempo y tanta espera. Era él.
Estaba más bello que nunca y de paso recordaba cómo llamarme. Había corregido a su propio padre.
<<¿Pero qué carajos me pasa? Se supone que ya debía haber dejado esto atrás>> tenía un torrente de lágrimas que salían sin pedirme autorización alguna y sin detenerse ni un momento.
Me encerré la cara entre las manos mientras que una serie de recuerdos se arremolinaban en mi mente…los carritos de pequeños…su cadena…mi esclava…el primer beso…una promesa rota…
El aire me empezó a faltar y me fui al baño.
Abrí la pequeña ventana a todo lo que daba la pobre y dejé que la brisa de lluvia me diera el oxígeno que me había robado la aparición sorpresa de Edward.
Me lavé la cara para tranquilizarme y luego me fui a sentar de nuevo.
Abrí la tercera gaveta de mi escritorio y saqué una cajita de madera color negro que cerraba con un lazo rojo. Deshice el lazo y vi su contenido.
El último regalo que él me había dado…
- ¿Tú también la llevas contigo? – me sobresalté al ver a Edward frente a mi escritorio con la mano tendida hacia mí y en ella mi esclava de plata.
El aire me faltó de nuevo.
Todo estaba pasando repentinamente rápido.
- Esto no puede ser… - me dije a mi misma entre lágrimas.
¿Para qué esconderlas? Si era el mismo Edward de hace once años atrás que me conocía mejor que nadie, debía de saber que estaba más que turbada. Estaba en shock.
Dio la vuelta y se agachó hasta quedar frente a mí.
- Nunca volviste… nunca llamaste… nunca escribiste. – le reproché.
Asintió con pesar.
- Pero jamás me olvidé de ti. Por dios santo que nunca pude hacerlo. – rozó con temblorosos movimientos mi mejilla izquierda.
Me alejé de su roce desviando mi rostro.
- Ya no somos niños, Edward. En un punto entendí que esas solo fueron palabras de una ilusión pasajera de la adolescencia. No te preocupes en excusarte. – espeté con aparente frialdad.
- Si te creyeras eso no hubieses guardado esa cadena hasta ahora. Como yo tu esclava. Sabes que lo nuestro siempre fue algo más. – su voz seductora era ronca a causa de la emoción y tenía los ojos húmedos a punto de romper a llorar.
Empecé a jadear suavemente.
- ¡Maldición…como te extrañé! – lo abracé con fuerza sin pensar.
Él me estrechó fuerte y olió mi cabello.
- Y yo también te eché de menos, Mi Bella. – me estremecí ante la mención de esas palabras. Solo él me decía de esa forma.
Permanecimos así como un minuto mientras nuestros dedos se clavaban en nuestro cuerpo aferrando al otro tratando de darle realidad a algo que parecía lejano e irreal.
- ¿Qué haces aquí? – le dije separándome de él y viéndolo a la cara – Tu padre me dijo que trabajabas en una trasnacional farmacéutica.
- En efecto, pero mi padre me comentó que necesitaba a un director de de operaciones y no dudé en venir a apoyarlo. De todas formas no me gustaba mi antiguo trabajo. Estaba por dejarlo.
Eso me dejó más impactada de lo que ya estaba.
- ¿Vas a trabajar con nosotros? – pregunté con voz pastosa.
Él asintió con una sonrisa tímida.
- Sí, Mi Bella. Voy a estar aquí de ahora en adelante. A tu lado como debía hacer sido hace once años atrás. – me estrechó las manos entre las suyas pero yo las retiré de inmediato. - ¿Qué te pasa?
- No hagas como si no hubiesen pasado mil cosas antes de llegar hasta a este momento. – lo corté tajante – Tú no sabes como es mi vida de ahora y yo no sé nada sobre la tuya. Ni siquiera sé si tienes pareja y te atreves a decirme “Mi Bella” y que estaremos juntos como “debía haber sido”. Ya no creo en cuentos de príncipes azules, Edward. Esta es la vida real y ya somos suficientemente adultos como para darnos cuenta de que no estamos para juegos de “noviecitos adolescentes”.
Entrecerró los ojos.
- Me merezco que no me creas ni media palabra. Que me consideres lo peor. Pero no intentes quitarle importancia a lo hermoso fueron nuestros recuerdos de la infancia. Y esos no son cuentos de “príncipes” como les dices tú. Para mí fue lo único autentico que tuve.
No quería creer sus palabras, pero mi corazón las arraigó con la misma rapidez con que lo había reconocido en cuanto lo ví. Él siempre me complementó; por eso cuando se fue me había dejado con una parte de mí vacía y sin vida.
Me mordí el labio inferior intentando recolectar fuerzas para poder contestar con algo coherente y realista a sus palabras; pero no lo había. Y es que nuestra “relación” nunca tuvo sentido, desde pequeños sentíamos algo fuerte por el otro sin querer aceptarlo y cuando lo hicimos nos separaron.
- Ahora me cuesta creer lo que dices. No quiero salir lastimada de nuevo, Edward. – le confesé de pronto.
- Tengo tiempo suficiente para probártelo, Mi Bella. Y si me dejas; pondré los puntos en las heridas que yo mismo abrí.

Y eso no fue del todo verdad… porque si bien sanó el daño viejo; luego se encargó de abrir una nueva brecha supurante que nos alejó…y por eso estoy en este hotel… tirada y sola…


Disculpen tanta tardanza con este capítulo pero de verdad que las cositas se han complicado un poco. Gracias por su paciencia y espero que les guste esta nueva entrega.

6 comentarios:

  1. ahora la que se armo, donde jacob con bella, edwar no puede esperar seguir como si nada. q ego. me gusto.

    exitos

    ResponderEliminar
  2. madre mia cariño me quede impactada la verdad, es que me cuesta horrores imaginarme a edward hacer daño de esa manera, y no creer en sus palabras, pero espero que me quites este pesar pronto, y lo de la esclava fue, uuuuffff, magnifico ya esta es que me dejaste sin que decir, un capitulo muymuy bueno reina
    esperare a la proxima dosis con la impaciencia que me caracteriza
    unbeso
    siempre tuya
    Irene

    ResponderEliminar
  3. Bells estuvo muy bien el cap.. me encanto.. ahora a esperar el otro cap.

    ResponderEliminar
  4. dios! me dejaste con las ganas!!!!!!!!!

    ResponderEliminar
  5. te lo estoy suplicando de rodillas
    por favor sigue con esta historia!!!!!!!!! es dramatica pero hermosisima!!
    PLEASE!!

    ResponderEliminar
  6. CLARO QUE SI ALESHITA...YA LES DEBO ESTA ENTREGA....

    ResponderEliminar